Importa

Casi nadie o muy pocos saben que hay una guerra en Etiopía. Desde noviembre de 2020, Tigray, una región del norte, está en guerra contra el resto del país. Se estima que el número de muertos se acerca a los 500.000. También hay guerra en Yemen, un país que muchos no sabrían situar en el mapa. Así como en Siria, en el Congo o en el Sahel. También en Méjico, contra el narcotráfico, desde 2006, con más de 350.000 fallecidos.

Sin embargo, desde que se inició la guerra en Ucrania, estos conflictos apenas se citan en los titulares de los periódicos o en los informativos de las televisiones. Y, por supuesto, a los ciudadanos occidentales les preocupan mucho menos, si es que algo les preocupan.

La ayuda humanitaria se vuelca en Ucrania y disminuye en otros países en la que se necesita igual o más. No hay campaña de recogida de fondos o de alimentos para Yemen o Etiopía. No hay analistas que discutan públicamente las causas y las repercusiones de las luchas étnicas en el Congo y la implicación que tiene en ellas la vecina Ruanda. Si acaso se tiene una vaga noción de que son conflictos alimentados por las grandes multinacionales, relacionados con la extracción y el comercio de minerales estratégicos como el coltán.

Quiero decir que vivimos en la ignorancia, tanto por falta de información como de interés en acceder a ella. Al parecer solo preocupa lo que puede afectar a corto plazo a nuestra supervivencia. Pero todo lo que sucede nos afecta. Todo es global, todo incide en todos sitios, desde que nuestra especie puebla este planeta.

En la década de los 90, el biólogo Rupert Sheldrake propuso la existencia de los campos mórficos, una especie de red o de telaraña inmaterial que conecta todo lo similar, incluidos los organismos y sus procesos mentales, de modo que lo que le acontece a cada individuo afecta a sus semejantes por muy alejados que estén tanto en el espacio como en el tiempo. Esta teoría ha sido recibida con escepticismo o directamente denostada por la comunidad científica, calificándola de metafísica o de pseudociencia. Pero la idea no es nueva.

A lo largo de la historia se han manejado conceptos similares, que conectan cada parte con el todo, como la ortogénesis, el punto omega, el prana o la comunión de los santos. O ideas afines como la resonancia, la neguentropía o el entrelazamiento cuántico. Lo que subyace en estos planteamientos es la existencia de un patrón o un vínculo entre todo lo que existe.

Puede que la ciencia no lo afirme, pero es difícil de negar que el sufrimiento y la alegría ajenos de algún modo nos inflluyen; o que se aporta más al bienestar de los demás con una sonrisa que con un cabreo. Todo lo que hacemos, pensamos, decimos o dejamos de hacer tiene su efecto; nada es intrascendente. Hay pequeños comportamientos evidentes, como ensuciar o dar la mano; y otros más sutiles como hablar o pensar mal de los demás. Pero lo cierto es que importan todos, que nada se pierde, a lo sumo se mitiga.

Sea lo que sea el ser humano en gran parte es pensamiento y consciencia de ser. Y no sabemos hasta donde el pensamiento llega. Creemos que no sale de nosotros mientras no lo manifestemos; pero no hay nada que confirme que esto es así. Diría la termodinámica que somos sistemas abiertos, que continuamente intercambian materia y energía con el exterior. Y también información, señales, emociones, sentimientos y es posible que más cosas que desconocemos o para las que no tenemos palabras que las describan.

Como sucede con casi todas las ideas, no deja de ser cuestión de fe, de creer en algo que no se ve y que no ha sido demostrado, pero que es poderosamente bello, que inspira y ofrece una salida, un sentido a la existencia. Cada uno, cada ser, estamos aquí por algo, no solo para sobrevivir, y la forma en la que estamos importa.

2 comentarios

2 Respuestas a “Importa”

  1. O'farrill dice:

    Estimado Enrique: la prueba de lo que importa es la ausencia de comentarios sobre algo tal real como la manipulación que se hace desde la supuesta información o comunicación sobre lo que es importante o lo que es secundario.
    En diversas ocasiones me he referido -como en tu caso- a como se esconde o- por el contrario- se magnifican interesadamente las noticias en el mundo informativo, hasta el punto de pensar que una vida yemení, etíope o de cualquier otro lugar de conflictos armados vale mucho menos que una vida «blanca».
    En todos ellos las hegemonías imperiales revolotean sobre los infortunados pueblos obligados a formar parte del nuevo sistema colonial o globalista al servicio de EE.UU. (excepto en la época de Trump).
    En Ucrania (pais ruso desde el siglo XIII) se lleva a cabo un golpe de estado contra el presidente «pro-ruso» Yanukovich, para sustituirlo por gobiernos afines a la OTAN y ocupar un país tan importante geoestratégicamente (la geopolítica ya es el trampantojo).
    Hay por ahí un vídeo del deneral Wesley Clark, mando supremo de REE.UU en Europa que, cuando se jubiló y pasó a ver a sus compañeros del Pentágono, éstos le enseñaron una lista de países donde estaba programado intervenir…. ¿con qué razón?…¿para llevar la democracia al mundo? («Fundamentalismo USA» de Galtung) «No, sólo porque así estaba previsto….» (Brzezinski: «El gran tablero mundial»).
    Seguirá habiendo muerte y destrucción mientras la codicia económica presida el mundo. Más aún,formará parte de ese malthusianismo mesiánico que dice que sobra el 90% de la población (los que lo dicen n o se incluyen), por lo que cualquier forma de rebajar el número de personas será para «salvar al planeta». Y hay quien lo acepta…. Así estamos.
    Un saludo.

  2. pasmao dice:

    Buenas tardes Don Enrique

    Claro que importa. Y mucho.

    Comenta acerca de los campos mórficos. Me ha llamado la atención porque leyendo en otro blog también han comentado al respecto, y en un sentido parecido al que usted dice. Menos «trascendente» que el suyo, pero no por ello baladí.

    https://carmesi.wordpress.com/2023/02/01/el-universo-arrugado-xx/

    Me preocupa lo de los campos mórficos porque yo creo que algo hay, por mucho que se hayan echado encima del pobre Sheldrake. En mi opinión, un tanto exagerada (lo reconozco), pareciera que se les haya querido quitar credibilidad porque así se evita la divulgación de una teoría a una generalidad de la población que aprovechada por una minoría con poder puede ser muy provechosa para ser usada en generar esos «cambios» que se implementan con tan poco resistencia en la población, pese a ser aberrantes y suicidas.

    Me preocupa que se estén implementando unos campos mórficos oscuros, una pulsión de muerte, en la que nada importe, que nos arrastre a una insensibilidad creciente ante los acontecimientos como los que comenzaba su columna.

    Lo opuesto serían unos campos mórficos de luz, una pulsión de vida, que nos llevarían a lo contrario. Un campo mórfico de lo que de verdad importa.

    Y como si de lo que se tratara es de negar que ésto último fuera posible, para que los otros tuvieran el campo mas libre para llevarnos a sus fines siniestros con la menor oposición posible.

    No se si me habré explicado muy bien. Ruego que se me disculpe de ser así.

    Un cordial saludo

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