Incluir excluyendo Fauxels

Últimamente me muevo en entornos donde se habla mucho de diversidad. Al fin y al cabo,
vivimos en un país que justo empieza a desapolillarse de un incrustado polvo hecho de
rancias esencias misóginas, racistas y segregadoras, pero que sigue inmerso en sus
dinámicas. Así que cuestionar los relatos que venimos construyendo, y el cine que filmamos
con esos relatos, es una especie de deuda histórica para reparar la dignidad, el cuerpo y la
palabra de todas a quienes ha sido negado un espacio de representación o al menos uno
que permitiera su humanidad. ¿Un país construye su imaginario o la construcción de un
imaginario construye un país?

Las preguntas y los debates son pertinentes. Mi sorpresa ha sido descubrir hasta qué punto
la cuestión de la diversidad está virando hacia el territorio de corrección política. Me da la
impresión de que se va construyendo un cánon, unas guías, un discurso que sobrevuela el
ambiente, en el cual hay formas correctas, que están moralmente bien, de abordar la
diversidad, y formas incorrectas, es decir, que están moralmente mal, de hablar de ciertos
temas. Al parecer, hay cierta unanimidad en algunos sectores sobre qué está bien y qué
está mal y todo el mundo tiene la habilidad de diferenciarlo claramente, sin lugar a dudas.

He observado que quien esgrime estos discursos se coloca en un lugar de superioridad
ética, incluso con la buena intención de hacer ver a otras una óptica nueva. El hecho de ser
mujer, afrodescendiente, gay o lesbiana concede a tu palabra un valor distinto por tu
experiencia y tu lugar en la sociedad, pero no te concede el lugar de la verdad. La verdad
viene de otra parte, no le gustan las etiquetas, ni los ismos ni las buenas intenciones. Es
salvaje, profunda y no la suelen querer los políticos en sus discursos. Sin embargo, las
guías de inclusividad sí gustan a la izquierda política, y esto me inquieta.

Me inquieta porque, como me dijo un amigo, la censura ha empezado a venir del polo
opuesto. Sabíamos, y en España por cucharada enésima, cómo la censura se gesta desde
la derecha, conocíamos sus mecanismos y combatirla era un deber, un orgullo, una
rebeldía. Ahora la censura, y me duele decir esto, está empezando a sacar la cabeza desde
la izquierda. Y esto es confusing, muy confusing. Porque son los supuestamente “buenos”,
los majos, son los que quieren cambiar las cosas, los que luchan por los derechos de los
oprimidos, pero al parecer también son los que conviven con todo el resto de españoles
bajo ese polvo incrustado de esencias rancias, y emulan el patrón del autoritarismo desde
su inversión: aquí nadie prohíbe explícitamente (de momento) nada, pero quien no comulga
con ese lugar de opinión es sospechosa de retrógrada, anticuada, poco deconstruida,
señoro, homófoba o racista. Es más, lo que la doctrina aventa es que quizás eres todo eso
sin saberlo. Porque no se te ha caído el velo de los ojos y no has alcanzado el lugar de
iluminación desde el que hablan los nuevos gurús de la diversidad.

Sinceramente, no voy a negar mis sesgos. Los debo tener de todo tipo, nacer en los
ochenta deja huella. Aunque soy mujer. Y como mujer, sé lo que significa la sutil opresión
del entorno. Es una opresión construida a base de actitudes, comentarios, corporalidades,
que se va infiltrando lentamente en tu intimidad y en tus ideas, hasta que tu desaparición no
ocurre con un claro gesto que llega desde el exterior, sino que se gesta desde dentro: la
derrota se fragua cuando te dices a ti misma que no lo conseguirás. Por supuesto que las oportunidades nunca fueron las mismas, y eso no es cuestión de sensibilidad, sino de imaginarios, sesgos ajenos y despachos con puros.

Por eso, porque entiendo lo que es estar al otro lado, acumular resentimiento, explotar de
vergüenza y ser ridiculizada, ser habitualmente calmada, disuadida, diluida o estar
impúdicamente expuesta al deseo de control de otros, entiendo la importancia de abrir
discursos, y como cineasta, entiendo la importancia de cuestionar imágenes.
Pero esas imágenes que filmamos, para mí, tienen que venir de un lugar muy distinto al de
las cuotas, las guías y el miedo a no ser considerada contemporánea de las ideas de tu
tiempo. Hablamos de arte. Y el arte comienza con la fascinación, con el deseo, con el
conflicto de lo que no entiendo pero investigo en mis imágenes.

Hace dos años rodé mi primera película documental en la que a día de hoy sigo trabajando.
Fuimos a rodar al barrio de la infancia de mi pareja, en Jerez de la Frontera. Allí quise
retratar a la gente del barrio. Retraté a gitanas y a niños. Retraté, más tarde, al hombre
árabe que nos ayudó a construir una balsa para filmar una escena en un río. Y a su mujer.
Retraté a su jefe sueco. Y jamás pasó por mi cabeza la palabra diversidad, inclusividad ni
nada parecido. Lo hice desde la fascinación, no desde la obligación.

Vengo oyendo que los artistas que trabajan con dinero público deberían tener una
responsabilidad especial y condecir con una serie de formas en la representación de la
diversidad. Porque no “está bien” hacer películas con dinero público machistas o racistas.
Difiero. Y no porque quiera encontrarme con un elenco de machirulos dirigiendo películas
infames con las arcas públicas. Pero sí porque tengo intolerancia a las formas sibilinas de
censura, incluso a esas formas de censura que quienes las practican parecen esgrimir en
favor de la libertad de otros. La libertad debe ser para todos, es decir, que no podemos
intentar crear artistas obedientes y luego esperar que hagan grandes obras.

Es más importante abrir espacio al debate, aún y de películas machistas financiadas con
dinero público, que intentar construir un imaginario correcto y dejar el debate en un cajón.
Me ha sorprendido cómo el debate no surge en ciertos entornos donde se habla de
diversidad. Todo el mundo está de acuerdo y cuando abro la boca me siento sola, juzgada y
desoída. Una amiga me habló de la perversidad de querer ser más inclusivo que nadie
siendo excluyente con quienes no ven las cosas como tú. Ser inclusivo desde la
exclusividad. Pura depravación.

Creo que es necesario hablar sobre qué relación tenemos con la diversidad en España.
Creo que es necesario que gitanas, lesbianas o negros hagan cine y nos cuenten otras
historias. Es necesario producir cine hecho por mujeres que problematice la representación
de la mujer en la pantalla y nos permita otra forma de ver el mundo. Y creo que es
necesario aceptar la complejidad de estos cambios y sus contradicciones internas. No
intentar difuminarlas. Por más que intentemos invisibilizar la forma de ver las cosas que no
nos gusta, no desaparecerá. En realidad, me parece mucho más importante hacer buenas
películas, películas exigentes, películas que se planteen su relación con la belleza, que
busquen alguna forma de la verdad, que no sirvan a nadie ni tengan miedo de ofender a
nadie.

Esta sociedad de la ofensa y del calificativo rápido tiene el peligro de estigmatizar al que
piense diferente y convertirse en el enemigo al que combatir. Sería una película excelente
para ver en pantalla grande: cómo quienes creían formar parte de “los buenos”, se
convierten ahora en “los malos” y ya no pueden diferenciar tan nítidamente entre lo que
estaba bien y lo que estaba mal. En realidad esta película ya la hizo Cristian Mungiu en
2012, cuando filmó Más allá de las colinas. ¿Puede un grupo de monjas que combaten al
anticristo convertirse ellas mismas en el demonio, con las mejores intenciones del mundo,
con la mayor compasión del mundo? Pueden.

4 comentarios

4 Respuestas a “Incluir excluyendo”

  1. Jose Luis dice:

    Estupendo artículo. Estoy totalmente de acuerdo, ya era hora que alguien denunciase esas prácticas discursivas de las izquierdas-progres, con todos los buenos matices que hace la autora. Y creo que esto ocurre no sólo en el cine, ni en el arte en general, sino en muchos discursos políticos, educativos y culturales en general: sobran razonamientos rápidos, clichés, agresividad hacia los otros (para eso ya tenemos a la extrema derecha), y faltan «razonamientos más razonados», tranquilidad, comprensión y ganas de entenderse. No todas las cosas son blanco o negro, casi siempre hay miles de grises, posiciones claras y otras ambiguas, dudas, contradicciones, pero sin excluir a nadie (quizá sí a los violentos), elaborando un debate social que no esté en manos de la peor televisión, de los periódicos horribles, de todo lo consabido pero no pensado.

  2. Cristobal dice:

    Me parece un tema interesante el de la imagen , un buen tema para debatir aun que no sea una novedad , se lleva estudiando desde hace mucho ,por muy diferentes motivos , tanto sociales como terapia clínica, en otras épocas hubo intensos debates sobre el tema .
    La imagen es importante en la vida , cada cual tiene la suya personal o no . me puedo imaginar una rosa y ver su perfección , sus hojas de un rojo aterciopelado ,su delicadeza puedo tocarla notar su textura y olerla . Con la política la imagen no es tan nítida y no por que tenga una escala de color que vaya del blanco al negro pasando por una escala de grises , la luz no es un color y lo son todos y los tonos del color son infinitos , la oscuridad es necesaria sin ella no se vería la luz ,por tanto forma parte del espectro . dejare el tema político para mas tarde ahora quiero decir algo sobre el racismo .
    La imagen del racismo es para mi la del holocausto , un echo que puede traumatizar a cualquier persona sensible si no esta preparada mentalmente para recibir golpes que nos da la vida , otra cosa es lo que llamamos racismo de postureo , decimos que no somos racistas para ser políticamente correctos pero la verdad es que hay aspectos y creencias que nos separan unos de otros y preferimos convivir con personas que sean de nuestra misma cuerda y no por eso somos racistas , a los gitanos , musulmanes y demás colectivos les gustan vivir agrupados en comunidades y no por eso se les llama racistas . En España tenemos un racismo disfrazado de nacionalismo e ideológico ( vuelvo a la política ) que lo vemos a diario y algunos lo viven a diario .Que imagen se puede hacer alguien de España si trabajando en un proyecto convive con compañeros que tienen fotos de miembros de E.T.A en sus taquillas y van presumiendo de perdigare en Cataluña tierra en la que se ha criado y en la que le dicen que coja el avión y me marche de Cataluña por no estar de acuerdo con su forma de pensar , siendo mas catalán que la inmensa mayoría de separatistas . Si es que le dan ganas a uno de hacerse de externa derecha aun que solo sea por despecho , si podemos trabajar juntos y crear un proyecto porque no pueden convivir de forma pacifica fuera del trabajo ? .
    Continuo con la política , para mi no es otra cosa que crear y agrupar colectivos y repartirselos como si de ganado se tratara , unos para la derecha otros para la izquierda y sus extremos , haciendo políticas especificas y buscando el enfrentamiento para hacer distinción y unión de conjunto o subconjunto de un conjunto . Pero se trabaja de verdad y en profundidad sobre los problemas reales como la inmigración, la incorporación de la mujer en en mundo laboral con igualdad de condiciones o sobre la familia ? Tratar cualquier tema de estos llevaría años de estudio y los gobiernos no duran tanto y están en otras labores que es la de conseguir votos como sea para seguir en sus puestos y si hay que subvencionar lo que sea se subvenciona , todo sea por el partido político o la ideología .
    Volviendo a la imagen , en algún momento de la vida tomamos conciencia y nos vemos íntimamente solos y que necesitamos un proyecto de vida algunos junto a una mujer que nos acompañe , muchas mujeres sentirán lo mismo . sera que sabemos que el tiempo no existe que solo es una ilusión y queremos perpetuarnos en el tiempo ? . Tengo muchas dudas sobre muchas cosas y cometo errores como humano que soy y tengo miedos como todos , la muerte solo me produce respeto como la vida no miedo .

  3. Manu Oquendo dice:

    Nada de lo que sucede en el campo que aborda la autora del artículo es fruto del azar o de un movimiento social espontáneo y no controlado. Todo lo contrario.
    La autora hace igualmente referencia a la censura –común a todas las formas de poder social– y a que esta era usada habitualmente por la «derecha» pero que ahora –le duele decirlo–está en manos de la Izquierda.

    Cabe recordar que «Nosotros», del ruso Eugene Zamiatin, en 1921, precede en el tiempo a las obras de Orwell –«1984»– y de Huxley, «Brave new world». Ambas excluidas hoy día de las lecturas escolares de todo Occidente socialdemócrata. Las tres obras tienen lugar en escenarios controlados por la izquierda. Con lo cual creo que la autora puede afortunadamente liberarse de su pesadumbre.

    Hoy la censura incluye el uso de la Corrección Política que es una forma de sumisión inseparable del comportamiento gregario del reino animal. Es por tanto un recurso instintivo de dominación y de supervivencia. Los seres humanos conservamos muchos rasgos de gregarismo y es bien conocido el Test de Asch que muestra que, incluso en grupos muy reducidos, hay personas que eligen a sabiendas las respuestas erróneas si éstas son las mayoritarias.
    Desde Kohlberg en los pasados años 70, la Pedagogía socializadora ha usado este instinto con profusión. A su vez los autores que nos lo hacen notar, desde Trotter y su amigo Freud al propio Asch o al Festinger de la Disonancia Cognitiva, pronto pasan a ser olvidados.

    Sin embargo, a nuestros efectos, la Corrección Política es lo mismo que Antonio Gramsci –fundador del Partido Comunista italiano, fallecido en 1937 tras salir de la prisión en la que su antiguo superior en el Partido Socialista Italiano, Mussolini, lo tuvo durante once años– definió como “el Sentido Común transmitido por el poder a las masas”. Este concepto se conoce también como “Hegemonía Cultural” por el actual Post-Marxismo.

    La estrategia “gramsciana” para crear dicha Hegemonía Cultural y, a través de ella, capturar el Poder Político, pasaba por convertir la Sociedad Privada –donde vivimos los «subalternos» como nos denominaba — en un campo de batalla. Gramsci explica en su obra cómo convertir ese «campo», en principio pacífico, productivo y con los problemas y mecanismos de solución de los mismos lógicos en cualquier sociedad, en un escenario de «guerra de trincheras» en su terminología.
    Esta metodología puede resumirse de la siguiente forma: “Donde los adversarios ideológicos del marxismo y sus sociedades muestren unidad, fuerza y riqueza debe aprovecharse cualquier oportunidad –por ejemplo situaciones de desigualdad teórica o real de poder o de riqueza monetaria independientemente de sus causas– para crear los antagonismos que permitan romper los equilibrios existentes y que las partes se conviertan en enemigos irreconciliables”.
    La evolución del feminismo inicial hasta sus extremadas versiones actuales es un ejemplo de este proceso. Lo mismo había sucedido con los movimientos industriales cooperativos o no –ignorando que el 95% de las empresas pierden dinero la mayor parte del tiempo o que una empresa solo funciona bien, –en situaciones no monopolísticas–, si en ella existe verdadera armonía y su principal requisito, la justicia.

    La familia clásica –una célula social especializada y eficaz durante toda la historia de la humanidad– debe ser destruida por la misma razón. Así se inicia el ciclo de enfrentamiento entre hombre y mujer que, de ser uña y carne, pasan a ser enemigos irreconciliables según la Ideología de Género hoy dominante.
    El actual ecologismo, transmutado en arma de dominación extractiva y notoriamente sesgado en no pocos de sus análisis y soluciones, es otro de los campos de batalla.
    Ahora mismo comenzamos a ver enfrentamientos y disensiones entre padres, hijos y nietos como recientemente han sugerido algunos de los seguidores alemanes de la niña Greta Thunberg, –instrumentalizada de tan triste forma que a veces nos recuerda a la niña del “exorcista”–, al decir que “no hay que explicar nada a los mayores, van a durar poco”.
    Ya tenemos al Edipo apocalíptico en una sociedad y en unas familias rotas por y desde las Políticas Públicas y el Derecho Positivo.

    Todo ello falseando las causas de los problemas y usándolos como arma arrojadiza entre ciudadanos. Entre esposa y esposo, novia y novio, padres e hijos, empresarios y empleados, médicos y enfermos, conductores de coches y peatones, cristianos pre y post conciliares, profesores y alumnos, usuarios de lenguas autóctonas o hablantes de la lengua común. Todo sirve para romper.

    Pongamos el caso tan actual de los vehículos diesel que los Gobiernos han impulsado durante los últimos 45 años. Todos hemos comprado coches diesel homologados e incentivados por los gobiernos. Recordarán ustedes que, hace apenas 45 o 50 años, los vehículos diesel privados en Europa eran inexistentes y en los EEUU y Japón todavía más desconocidos. ¿Quién ha desarrollado este mercado europeo hasta casi el 75% de flota diesel y durante muchos años sin competencia extranjera? Pues bien, ahora nos «expropian» y «penalizan» como si los propietarios de dichos vehículos fueran enemigos públicos.
    Lo que precede son ejemplos de algunas de las «rupturas sociales antagónicas» resultantes de la estrategia de Gramsci explicada por los dos autores citados a continuación.

    Así las cosas, el «Partido», –dice en su día Gramsci y refuerzan en 1985 Laclau y Mouffe–, podrá crearse nuevos e importantes aliados tácticos y estratégicos.
    Una vez rota y debilitada la sociedad privada, los nuevos grupos hegemónicos, ya convertidos en aliados, nos llevarán al poder político que será utilizado legalmente como instrumento coactivo para consolidar su hegemonía y liderar las nuevas “identidades” dominantes.

    Este es el caldo de cultivo de la Ideología de Género, del “verdismo” exacerbado, del nacionalismo identitario, de lenguas y dialectos autóctonos contra lenguas comunes y las redes clientelares que este proceso va hábilmente creando para sostener, siempre con fondos públicos, su acceso y permanencia en el poder.

    Esta estrategia, buscada unos años antes de Gramsci por Rosa Luxemburgo y Kautsky, se convierte en manual de operaciones de la mano de Laclau y Mouffe en su obra de 1985 «Hegemonía y estrategia socialista». Sus principios son asumidos por lo que se conoce como «Nueva Izquierda» o «Post marxismo» y se introduce en España durante el gobierno de Rodríguez Zapatero y, –desde una escisión del aparato técnico del partido Socialista–, termina en Podemos con apoyos bolivarianos que ya son públicos.

    Traigo a seguir algunas citas literales de la obra citada,”Hegemonía y Estrategia Socialista”, publicada en Inglaterra en 1985 y con numerosas reediciones en otras lenguas. Sus autores –Ernesto Laclau, Essex , y Chantal Mouffe, Westminster —refuerzan las ideas anteriores con las afirmaciones que siguen y que, como verán, están sucediendo ante de nuestros ojos.
    “—Las articulaciones políticas y hegemónicas crean retroactivamente los Intereses que dicen representar”. (Pág., 16.)
    “Nosotros nunca contemplamos la posibilidad de que el proceso de Radicalización de la Democracia que defendemos fuera a tener lugar en un terreno neutral……Nuestro objetivo era fijar una nueva Hegemonía, lo que implica crear fronteras políticas, no eliminarlas…” (Pág. 20)
    “Nunca pensamos que descartar el modelo jacobino debiera llevarnos a….considerar la democracia una mera competición de intereses que tiene lugar en un terreno neutral”. (Pág. 20)
    Y más adelante: “Es decir, hay que aceptar que el antagonismo no se puede erradicar”. (Pág. 21)
    O también, en la página 22, “El papel central que desempeña en nuestra concepción el antagonismo elimina cualquier posibilidad de reconciliación final, de consenso racional, o de un “nosotros” totalmente inclusivo”.

    Como ven, el discernimiento y la búsqueda exigente de la verdad siguen siendo cruciales para entender nuestro mundo y reaccionar ante una agresión sistemática que, en verdad, no ha encontrado resistencia significativa por parte de sus víctimas. Es decir, por nosotros.

    El azar, en estas cosas, no existe.
    Saludos y gracias a la autora por abordar la cuestión

  4. O'farrill dice:

    A pesar del «dolor» de la autora al reconocer lo evidente históricamente y tratar de encajarlo o diluirlo en las supuestas e inexistentes «derechas» o «izquierdas», no está sola en ese «dolor» que otros llaman «decepción».
    La decepción nace de unas esperanzas equivocadas. Muchas veces por falta de suficiente información sobre lo que fueron en su momento movimientos como el nazismo o el fascismo, surgidos ambos de la esfera de izquierda (socialista o sindicalista) cuando no del mundo soviético o la revolución de Mao. Más aún de lo que fueron en realidad las teorías en las que mamaron y quienes las proclamaron. Más aún, cuando se olvida -por ejemplo- le «enorme respeto» hacia la mujer en los movimientos revolucionarios. Por eso me parece muy oportuno el comentario de Manu Oquendo.
    La inclusión empieza por la no calificación de los demás de acuerdo con las miras más o menos alicortas de cada cual. La exclusión, por la aplicación de calificativos que pretenden desacreditar a los que no piensan como yo. Como diría Benedetti: «al final hay que elegir» y ser fiel a uno mismo.
    Entre en ese mundop proceloso de la llamada «discapacidad» y se encontrará con auténticas (no impostadas) exclusiones sociales que, en la izquierda actual (que no lo es) pretenden llevar hasta la eliminación (eugenesia) de los seres en el vientre de las madres. O las de ese mundo de «mayores» a los que se imputa no producir (cuando lo han hecho durante toda su vida) y por ello son excluidos.
    Un interesante debate que nos llevaría mucho tiempo pero que brindo a la autora como cineasta desde un modesto dramaturgo director de escena.
    Un saludo.

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