Existen los virus que, una vez dentro del cuerpo, avanzan de forma evidente y estrepitosa por nuestra anatomía. Son los que nos dan la oportunidad de prevenir, de defendernos, de medicarnos, de protegernos y aniquilarlos. Pero también existen los virus sutiles; los que protagonizan un ataque silencioso durante días o incluso meses y cuando por fin son descubiertos, ya es demasiado tarde. Han ido conquistando los órganos de forma discreta y no hay marcha atrás. Estos últimos son los que desestabilizan nuestro sistema inmune y pueden acabar con nosotros.
El ataque rebelde, ruidoso y evidente es el que da tiempo de sobra para que los antidisturbios se coloquen en sus posiciones, los asesores del gobierno preparen los discursos de defensa y la polarizada población vayamos pensando de qué parte estamos y a quién vamos a apoyar o a castigar en las urnas. El ataque silencioso lo protagonizan aquellos disfrazados de ciudadano neutro. Infiltrados sigilosos que se van acercando peligrosamente al ordenador central; ese aparato tan cinematográfico en el que pulsando el botón adecuado consigues que todo salte por los aires. Son los espías rusos caminando por pasillos del Pentágono y registrando los despachos cuando nadie les ve.
Si uno de verdad aspira a cambiar la sociedad, no empezará por atacarla, sino por desmontarla; y eso requiere conocerla, examinarla y localizar sus fragilidades. Hay que ser un experto en la materia que pretendes transformar. Y cuando salten las alarmas de la sede del Departamento de Defensa, ya será demasiado tarde. Los infiltrados habrán pulsado el botón rojo y habrán hecho estallar unos cimientos difícilmente recuperables. El sistema no advirtió su presencia a tiempo y comenzará a debilitarse.
No supone una amenaza real el que no desea una transformación, sino una excusa para justificar su desencanto y su disconformidad con el entorno. No entraña ningún peligro para el poder la rebeldía de los que, a la hora de la verdad, son incapaces de dar un solo paso para mover una coma del discurso oficial. Y los que han basado su supervivencia en mantenerse pretendidamente fuera del sistema, lo hacen siempre dependiendo de que los demás nos mantengamos dentro del sistema, luego necesitan de su existencia más que nadie para respirar.
Siguiendo con la analogía entre el sistema social en el que vivimos y el sistema inmune de cada ser humano, se puede llegar a entender que un ataque pueda incluso ayudar a fortalecerse al objetivo de dicho ataque, ya que éste va adquiriendo más experiencia, más recursos y más capacidad de reacción. Y no estoy insinuando que haya que quedarse en casa y dejar de salir a la calle a manifestarse, gritar, despotricar y poner nervioso a quien tenga que ponerse nervioso. Confío en la eficacia del ataque simultáneo, siempre que se trate de una ofensiva inteligente y con intención profunda de evolución social.
Lo preocupante es que a veces parece que nuestro futuro, nuestra libertad o nuestra armonía dependan de las decisiones y movimientos del Estado. En ese caso, habrá que preguntarse en qué momento les otorgamos el poder de gestionar algo tan valioso como es nuestra propia felicidad.
¿O es que nuestras vidas también están guardadas en ese ordenador central?
Y de ser esto cierto, ¿cómo y cuándo lo hemos permitido?
Andaba yo pensando..que, al ritmo que va esto, terminaremos comiendo como en los 40-50 del siglo pasado, sopas con ajo y pan y…dando gracias!!, lo viejo es como siempre: la benemérita o guardia civil, por ser quienes son, se te llevan del granero el trigo etc…, y se les deja porque además van armados, y antes es la vida que la bolsa, bueno..esto no parece tan claro hoy en día;
Así las cosas, parece que la guardia civil de Antes….se asemejaría a banqueros y políticos que por ser quienes SON lo están dejando todo seco-seco, y nada….que estamos en crecimiento negativo….crecimiento- «al loro»…aunque sea negativo!!…y la cosa irá a mejor….en fin, mas trolas juntas es imposible; y al margen de lo económico, en esta tierra estamos DOS DÍAS, cada cual tendrá Que ver como squire vivir y en qué condiciones, que aunque las oportunidades para much@s son limitadas, en nuestro interior está el plantearnos las veces que hagan falta..el cómo vivir, al menos, con un mínimo de tranquilidad…aún con la situación de precariedad…que parece, nos han planteado desde esas altas esferas…..porque, desde luego que hay personas que, aparte de seguir vivas….otro milagro no pueden hacer.
Errata anterior, squire=quiere…..es la palabra.
No alcanzáremos una verdadera revolución social si no trascendemos primero cada uno en lo individual.
Sobre «los años 40 y 50».
Hola, Gema.
Recuerdo bien los cincuenta. Por aquel entonces espabilabas pronto porque no había pañales desechables.
Puedo decirte que hoy no hay un restaurante en España capaz de emular unas sopas de ajo de los años cincuenta por una sencilla razón: Aquellos productos eran de verdad. Salvo el nombre no tenían nada que ver con lo que hoy nos venden. Además no había IVA al 21% (el ITE era del 1% al 2% como máximo)
La ciencia del Bulli, estética minimalista y zen aparte, se resume en tratar de obtener género de aquel tipo o parecido, cocinarlo a la vieja usanza, sublimar su esencia sensorial gustativa y trasladarlo a productos de hoy.
Por otra parte recordar a Bárbara Alpuente que el sistema genera sus propios patógenos y prohíbe los mutantes anónimos.
Así que ya nos dirá si hemos de volver a la clandestinidad –de los 50– o seguimos en nómina.
Buenos días.