Invasión e independencia

No, no es un tema de dimensión. Es un tema de poder, no nos engañemos. Como decía aquella, es fruto de la conjunción cósmica entre el planeta Estado controlando un 50% del PIB, y sus satélites: clase política que reúne en si misma de lo peorcito de la sociedad,  medios de comunicación a su servicio, y ciudadanía dispuesta a mantener hasta la eternidad su sueño ideal.

“Y así debemos ser prepotentes, ignorantes, pusilánimes e insaciables.”

El factor humano, pese al espejismo de las instituciones y entidades, es el que acaba primando en toda acción que estos realicen. Aznar y su prepotencia, Zapatero y su ignorancia, Rajoy y su pusilanimidad y Sánchez su insaciabilidad por el poder. Si seguimos a Hegel en la idea de que todo pueblo tiene el gobierno que se merece, y lo condimentamos con la pimienta de Freud y el ajo en polvo de Adler, llegaremos a la conclusión de que todo pueblo tiene el gobierno en el que verse adecuadamente reflejado. Y así debemos ser prepotentes, ignorantes, pusilánimes e insaciables.

Esa relación extraña entre los pueblos y sus gobernantes debería ser fruto de un análisis profundo y sosegado para desentrañar las especiales tramas mediante las cuales se construye, administra y circula en los entresijos mentales de los ciudadanos.

“…la separación de poderes en el trinomio entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial, que más allá de su formulación de principios, pocas veces se ha cumplido en su esencia.”

Los intelectuales del Poder, en los albores de la democracia representativa, en el diseño básico de los modelos sobre los cuales se debían regir los gobiernos, crearon aquello de la separación de poderes en el trinomio entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial, que más allá de su formulación de principios, pocas veces se ha cumplido en su esencia, aunque sin embargo se ha tratado de disimular con unos mínimos de vergüenza que suben o bajan como un yoyó.

Valga como atenuante, para aquellas mentes de hace dos siglos y medio, que difícilmente iban a imaginar el devenir de los tiempos en los que se sucedieron las debacles de las democracias occidentales, pletóricas de nacionalismos socializadores abominables, de líderes iluminados embebidos en sus delirios, de guerras y genocidios como nunca antes se habían conocido. La separación de poderes como vía para establecer contrapesos fue arrasada sin excesivos esfuerzos en cuanto el sustrato emocional de las gentes hacía acto de presencia en elecciones hábilmente manipuladas por los magos, tahúres, tablajeros y fulleros que siempre están donde más tajo hay.

“Lo cierto es que el problema de los contrapoderes, lejos de estar solucionado, sigue siendo el centro de los enormes conflictos que se producen en la democracias occidentales, de tal manera que populismos de toda índole y ámbito ideológico pululan a sus anchas”.

Lo cierto es que el problema de los contrapoderes, lejos de estar solucionado, sigue siendo el centro de los enormes conflictos que se producen en la democracias occidentales, de tal manera que populismos de toda índole y ámbito ideológico pululan a sus anchas por los escenarios políticos de medio mundo con escasos problemas o trabas para hacer de la gobernanza un acto de narcisismo y egolatría personales. No creo que ni la mitad de ellos en la actualidad, superaran unos mínimos exigidos para librarse de un problema de salud mental.

Los Estados se han erigido en los dominadores de las sociedades, y su brazo ejecutivo que son los políticos, han ido extendiendo su visión -sesgada cuando no sectaria- de la realidad, a todos los ámbitos en los que se han prodigado. Prácticamente no queda ámbito alguno que no esté salpicado de sus acciones, y la sociedad civil, acobardada y desinformada, replica absurdamente los esquemas que les llegan mediante los medios de comunicación desde el Poder. Así, el aire contaminado y falsario, sigue emitiendo el hedor del interés político disfranzándolo de interés común.

Es inimaginable el poder que atesoran los líderes políticos, que en la práctica solo están limitados por fronteras y ámbitos territoriales, supeditados en ocasiones a la inmediatez de las elecciones cíclicas, a parlamentos con los que conjugar, a sindicatos a los que dar de comer, y a los medios a los que comprar, que son eximios contrapesos que más que aliviar el problema lo complejizan, y lo hacen más caro.

“…a estas alturas no sepamos nada del origen, características y difusión del más letal de los virus modernos con cifras de muertos y afectados que se cuentan por millones.”

De hecho, con la pandemia hemos visto la facilidad con la que los gobernantes hacen sus cambalaches a diestro y siniestro entre multinacionales, científicos e instituciones plurinacionales, para que a estas alturas no sepamos nada del origen, características y difusión del más letal de los virus modernos con cifras de muertos y afectados que se cuentan por millones.

Y si tan preocupados estamos por la independencia del poder judicial, cómo es que tan fácilmente se nos cuela la vergonzosa y humillante dependencia del mundo científico, el educativo, el sanitario, el mediático, por mencionar los más notorios, que son quienes deben vertebrar las verdades con las que construimos la realidad en la que vivimos. Del medio cultural y artístico mejor no comentar porque estos son los primeros que están encantados de conocerse, y estas cosas de la verdad, pues…

De esta tanda, lo de los científicos es simplemente penoso.

2 comentarios

2 Respuestas a “Invasión e independencia”

  1. O'farrill dice:

    Totalmente de acuerdo con todo lo expuesto en el artículo. El Estado que es la forma de organización política y administrativa de una sociedad, ha sido capturado por uno de los poderes que, en teoría, emanan de la soberanía nacional (del Estado). Oswald Spengler (1886/1936) ya lo advirtió en «La decadencia de occidente» allá a principios del siglo pasado: «el cesarismo de los ejecutivos» como omnipotencia extraconstitucional y por tanto antidemocrática, debido a la degeneración de la civilización occidental a consecuencia de los «ismos» imperantes.
    El constitucionalista Pedro de Vega (ya fallecido) decía: «el constituído ha capturado al constituyente». Esa es la auténtica perversión de las democracias donde el Estado, su constitución y sus instituciones, quedan al albur del gobierno de turno. Unos gobiernos cada vez más teledirigidos desde los verdaderos poderes del capitalismo mundial.
    Y sí, esos «gobiernos» han salido de las filas de la sociedad arrastrando sus muchas imperfecciones, la más conocida la corrupción (antes picaresca) con que se han gestionado los asuntos públicos, poniendo en almoneda cualquier principio o escrúpulo moral: eso es de «pringaos». Los modelos y patrones sociales vienen siendo pervertidos desde hace muchos años y las sociedades se han convertido en «cobayas» con las que jugar desde las grandes fundaciones (supuestamente filantrópicas) del capitalismo de siempre.
    No existe sociedad civil porque ha sido arrasada por la corrupción clientelar subvencionada de una u otra forma. Al igual que las clases medias que constituían una barrera social en su estructura y funcionamiento han sido precarizadas (proletarizadas) mientras los aplausos a los autores de las fechorías, esperan su parte del botín.
    Acabo también con ese mundo de poderes cuartos, quintos, etc. cuyo atronante silencio ante la destrucción de nuestro mundo, resulta ilustrador. Todos comprados, alquilados, vendidos al que maneja los dineros de todos (al administrador) porque,… ¿de quien dependen? Pues eso. La prostitución académica, científica, intelectual y artística, ya es un hecho incuestionable y el precipicio donde arrojarse a mayor gloria del «Mesías» de turno, cada vez es más profundo e irreversible. Una verdadera lástima.
    Por cierto, en relación con la simbiosis de la Ciencia con la política y la sociedad, hay algunos estudios de «sociología de la ciencia» publicados en el año 1972, con ensayos y trabajos de varios autores: Kuhn, Merton, Barnes y otros, en el que destacaría «Los recursos políticos de la Ciencia» (la Ciencia y el Poder) de Yaron Ezrahi de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que viene a demostrara el sometimiento del mundo científico a los regímenes políticos y a los poderes económicos de cada momento.
    Un saludo.

  2. Loli dice:

    Hoy el periódico El País amanecía con un titular que debería inquietar muchísimo: La reforma de la Ley de Seguridad Nacional.

    Según el diario, la reforma de esta Ley incorporaría las “lecciones de la pandemia”.

    Esas lecciones, según el Gobierno, indican que “toda persona mayor de edad estará obligada a realizar las prestaciones personales que exijan las autoridades competentes, siguiendo las directrices del Consejo de Seguridad Nacional, (con sus consabidos expertos, esto último lo añado yo), cuando se declare en España un estado de crisis. En este supuesto todos los ciudadanos sin excepción deberán cumplir las órdenes e instrucciones que imparten las autoridades…”.

    “….Estas podrán, también a su vez, proceder a la requisa temporal de todo tipo de bienes, a la intervención u ocupación provisional de los que sean necesarios o a la suspensión de todo tipo de actividades…”.

    En fin, es necesario leer con atención esta noticia, pone los “pelos de punta”.

    Es decir, un Estado democrático que se denomina a sí mismo de Derecho, ante una crisis de índole sanitario, que no una confrontación bélica, en vez de sacar conclusiones lógicas que profundicen en la democracia, aprovecha para lanzar todas las leyes que ese modelo propicia para trocarla en un Estado totalitario a la primera que “empete” al gestor de turno.

    No hay otras lecciones que aprender, como, por ejemplo, saber gestionar, utilizar todos los recursos de un país soberano y libre para trabajar en los mercados internacionales ante una emergencia como la vivida, utilizar este momento para ver en qué falla nuestro modelo social, y una de las cosas puede ser en no dotar de la suficiente educación a la gente para que sea capaz de confiar sí misma, en que sea más independiente de los poderes públicos, reconozca sus propios recursos y potencialidades, aprenda a protegerse y a proteger a los demás, se sepa responder con madurez ante situaciones inesperadas, una sociedad donde sus componentes no tengan miedo a los diferentes criterios y los empleen no como armas arrojadizas, sino como elementos de debate y discriminación hacia situaciones más reales…, sin que se aterrorice por ello.

    Impone pensar cómo se habrá visto de fácil la posibilidad de sacar adelante un proyecto de ley como el descrito en la noticia del País, que troca, de la noche a la mañana un Estado Democrático y de Derecho, miembro de la UE, en un Estado Totalitario ante cualquier atisbo de crisis, ya sea de índole sanitario, financiero, económico, y que, además, la definición de crisis en cualquier ámbito, para poner en marcha dicha Ley, quede al “albur” de cualquier insensato que coloquemos en los Gobiernos.

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