La actitud de occidente frente a Israel Imagen de HUNG QUACH en Pixabay

El brutal ataque de Hamas contra Israel del 7 de octubre de 2023 dejó 1200 muertos (entre ellos 815 civiles y 36 niños) y 250 secuestrados.

A partir de lo que se ha considerado el peor fracaso de seguridad de la historia de Israel, la reacción de este país no se hizo esperar y ha provocado ya más de 42.000 muertos en la franja de Gaza. El conflicto se extendió a Cisjordania y al Líbano. En este último país Hezbolá (milicia pro iraní) aumentó de forma considerable el lanzamiento de misiles lo que ha forzado al desplazamiento de 68.500 israelíes. Los ataques israelíes han provocado más de 700 muertos en Cisjordania y casi dos millares en Líbano.


El gobierno israelí ha atacado sistemáticamente hospitales, colegios, campos de refugiados, ONG, agencias de la ONU y zonas a las que se instaba a la población civil a desplazarse por considerarlas seguras. No ha habido respeto por las instalaciones civiles, generalmente respetadas en cualquier conflicto armado, bajo el pretexto de que los terroristas se refugiaban precisamente en esos sitios.
Como consecuencia de ello el número de civiles muertos de entre los 42.000 citados se ha disparado, estimándose que un 69% son mujeres y niños.

Las imágenes y escenas que hemos podido ver en nuestros televisores han sido dantescas, siendo el ensañamiento con la población civil lo más impactante.


Uno recuerda otros conflictos graves que ha habido en otras partes del mundo en donde, cuando había indicios de genocidio, la comunidad internacional ha reaccionado incluso enviando tropas, ya sea de la ONU o de la OTAN, para separar a los contendientes y evitar que el conflicto llegara a más.


¿Por qué en este caso la reacción internacional, y en particular la de Occidente, está siendo tan tibia o incluso complaciente más allá de las declaraciones formales?


Entre las razones para ello, en mi opinión, están las siguientes:

La primera que quiero comentar, y no por ser seguramente la más importante, sino porque es algo que apenas he visto comentado, es el complejo de culpabilidad que tienen los países occidentales con el pueblo judío. Y aquí aprovecho para aclarar que no es lo mismo Israel que el gobierno de ese país, ni que los seguidores de la religión judía. En muchos casos no obstante se tiende a unir y confundir estos conceptos.

Occidente está mediatizado por los siglos de persecución de los judíos. Entre los años 1100 y 1600 este pueblo fue expulsado de prácticamente todos los países europeos (a propósito, antes que de España fueron desterrados de varios otros países). Se continuó con los pogromos de los siglos XIX y XX, y finalmente el holocausto judío a cargo del régimen nazi alemán. Todos estos episodios provocaron la diáspora de este pueblo y facilitó la creación en 1948 del estado de Israel proporcionándole las potencias occidentales un lugar donde asentarse.

Tanto la creación de Israel como muchas de las actitudes que se tienen con este país vienen condicionadas por ese sentimiento de culpa por la persecución a la que se ha sometido a los judíos durante siglos.

Otra de las razones es la más obvia: el ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre fue una barbaridad execrable. Esto justificaba, a ojos de la mayor parte de los países, una reacción dura por parte del gobierno israelí. No está claro qué cálculos hicieron en Hamás para idear esta acción, pero todo apunta a que les salió el tiro por la culata. A Netanyahu y sus aliados ultranacionalistas del gobierno les dieron la excusa perfecta para tener carta blanca en su respuesta. Israel lleva prácticamente desde su fundación en una situación de estar amenazada continuamente por grupos como Hamás y Hezbolá que pretenden directamente la destrucción de su estado.

Es probable que uno de los objetivos del grupo terrorista fuera dinamitar el previsto acuerdo de normalización política entre Arabia Saudita e Israel, que arrastraría por ese camino de mejor entendimiento a otros países de la zona. De momento ha parado el acuerdo pero no es previsible que lo haga a la larga.

También es posible que Hamás quisiera aprovechar la situación de debilidad política de Netanyahu, acosado por la justicia y las manifestaciones en su contra. Lo que han conseguido es justo lo contrario ya que, en estos momentos de guerra, la población se ha alineado detrás de sus líderes y ya no se habla de los problemas del dirigente.

Lo que quiere ahora el gobierno israelí (y no nos engañemos, no es solo Netanyahu el que está por la línea dura, sino una parte importante de los partidos políticos y de la población) es aprovechar la coyuntura para hacer un cambio radical en la situación de Oriente Próximo eliminando a estos grupos terroristas que se han hecho con el poder de estados vecinos. Otra cosa es que lo consiga por las armas.

La tercera razón es que las naciones occidentales sienten más afinidad con Israel que con las naciones vecinas.

Esto se refleja en varias vertientes: Por un lado el estado israelí es una democracia rodeada de otros países que son dictaduras o tienen gobiernos autocráticos que son moralmente rechazados por la población occidental. No olvidemos tampoco que la religión mayoritaria en nuestros países es la cristiana y el cristianismo no deja de ser una escisión de la religión judía (de hecho Jesucristo era judío, no fue él sino sus seguidores los que crearon una nueva religión).

Los judíos pasaron tantos siglos en los países europeos que, salvo por sus elementos de culto y festividades así como por los ultraortodoxos, podrían pasar perfectamente por un occidental en cuanto a sus costumbres. Esto les hace mucho más cercanos a nosotros.

No podemos dejar pasar tampoco la presión del lobby judío en varios países, y muy especialmente en EEUU. Detrás de este lobby está lógicamente un capital muy considerable, que hace que su influencia sea enorme. La nación americana acogió a muchos emigrantes europeos víctimas de persecuciones religiosas y los judíos no fueron una excepción. Aunque la inmigración de este pueblo data de los primeros tiempos de la colonización, fueron los pogromos y, sobre todo, el genocidio ordenado por la Alemania nazi los que impulsaron a grandes masas a instalarse en el país. La pujanza económica de algunas familias de origen judío y el sentimiento de solidaridad de pueblo elegido han hecho que este lobby sea uno de los más poderosos.

Tanto el partido republicano como el demócrata tienen claro su apoyo a Israel. La situación de interinidad en la política americana propiciada por el periodo electoral actual parece haber sido aprovechada por Netanyahu para tomar las acciones que considera oportunas, más allá de las recomendaciones de prudencia que le llegan del gobierno norteamericano que, dicho sea de paso, parece tener cada vez menos influencia en su díscolo aliado.

De hecho, cabe preguntarse hasta qué punto Occidente está protegiendo a Israel o es ésta la que le está arrastrando a un conflicto que se le puede ir de las manos.

Tanto la Unión Europea como la ONU no tienen influencia ni fuerza en este asunto. Ni se las ve ni se las espera, más allá de declaraciones bienintencionadas. Tampoco parece que vayan a tener mucho efecto las decisiones del Tribunal Penal Internacional.

En este caso, como en tantos otros, no podemos decir que unos sean completamente malos y otros complemente buenos, siempre hay zonas grises, pero mientras tanto la guerra sigue y con ella los miles de muertos. Lo que nos espera es un futuro incierto especialmente con la posible entrada directa de Irán en el conflicto. Israel quiere acabar con las amenazas que tiene “manu militari”, pero no está claro que ésta sea la solución, especialmente si consideramos los miles o millones de resentidos que están dejando por el camino.

Un comentario

Una respuesta para “La actitud de occidente frente a Israel”

  1. O'farrill dice:

    «Las escenas que hemos podido ver en nuestros televisores….»
    Esa es la cuestión. La manipulación informativa ajena a la realidad que, convenientemente maquillada, es la única vía informativa disponible.
    Porque…. los medios de comunicación….. ¿de quien dependen?
    Antes de las elecciones en EE.UU. parece que el Sr. Soros había comprado más de 200 emisoras de radio. Y no creo que fuera para oir música clásica (que, por cierto, también lanza sus mensajes y opiniones ideológicas).
    Hay que retotraerse al momento en que dos pueblos con el mismo origen, que conviven sin problemas, se enzarzan en un enfrentamiento que dura muchos años. ¿Quién tiró la primera piedra?
    En el conflicto árabe-israelí que vuelve a estar sobre la mesa, hay un momento en que alguien da la orden de atacar a Israel con misiles, secuestrar a los asistentes a un concierto e iniciar el asunto. De eso se encarga Hamás cuya organización, dependencia y acciones parecen depender de unos líderes que actúan al son que tocan otros (me resisto a creer que alguien se levanta un día y dice: «hoy voy a hacer la guerra»). ¿Hay motivos para ello?. Pues parece que sí: la ocupación o colonización de territorio por parte de Israel, puede llegar un día que llegue a ser opresiva y precise una respuesta. Más o menos lo que parece ocurrió en las zonas de Ucrania identificadas como pro-rusas, sometidas a los gobiernos surgidos de golpes de estado anteriores (plaza del Maidán) con víctimas que nadie defiende o que nadie «cuenta» (no salen en los televisores).
    El mundo y sus conflictos es una guerra de relatos «contados» por aquellos que manejan las escasas agencias que dependen… ¿de quien dependen?… Pues eso.
    Por eso los datos (contra relatos) pueden fluctuar o no existir. Pueden maximizarse o minimizarse según convengan a quienes manejan el poder de verdad. Los que son los «putos amos». Luego las «correas de transmisión» informativa, la compra o alquilar de opiniones o la actitud servil de los políticos, se encargarán de dar lo que consideren oportuno desde ese gran medio de propaganda que son los televisores. Y luego, cada cual dará su versión teniendo en cuenta que se adapte a la de la mayoría previamente adoctrinada. Hay que protegerse dentro de la manada. Cualquier otra opinión que no encaje en el relato oficial, será «herejía».
    Dicho ésto, el artículo nos plantea «la actitud de occidente frente a Israel». Para ello habría que saber con seguridad qué consideramos «occidente». Antes se consideraba de otra forma: países desarrollados, en vías de desarrollo o en subdesarrollo (el tercer mundo), pero ahora los patrones han cambiado y además a gran velocidad.
    Si nos atenemos a EE.UU., Canadá y Europa (por la simple cuestión geográfica), tenemos un bloque político alineado con los intereses del imperio USA (que Biden ha dejado reducido a cenizas), donde Canadá y Europa a través de su UE, son simples títeres a las órdenes de EE.UU. y más exactamente de quienes manejan las piezas del tablero político. La obediencia de Alemania a las órdenes del Sr. Biden para no comprar a Rusia, es de antología de la vergüenza. Lo ocurrido con el gaseoducto volado en el Báltico, tampoco se da en los televisores.
    EE.UU. tiene en Israel una punta de lanza (la mejor) en Oriente Medio y, como es lógico, no la quiere perder, luego la mantendrá por medio de lo que sea: acuerdos de un tipo o de otro, amenazas militares o sanciones incluyendo en las mismas a sus dos alfiles (Canadá y la UE) y su caballos (la ONU y la OTAN, ambas en descomposición). Y lo hará un nuevo presidente contrario a «influir» en casas ajenas. Un presidente ajeno al cabildeo de intereses económicos de unos cuantos poderosos (los «putos amos») y partidario de los intereses nacionales propios. Esto desmontará miles de «chiringuitos» dedicados a gastar el dinero de los contribuyentes caprichosamente, como son las «guerras» «agendas» «dogmas» y religiones que se nos imponen en forma totalitaria y nos librará del infantilismo cómodo, de la sobreprotección y de los «royalties» tan caros. Nos toca hacernos mayores, tener ideas propias, ser libres pero responsables y no esperar que ningún «primo» de Zumosol no saque las castañas del fuego a los europeos. Ya no será posible colocar marionetas serviles, porque (eso espero) los europeos empezarán a entender lo que son y valen la sabiduría, la experiencia, el conocimiento, la madurez, la sensatez, etc. en sus órganos políticos auténticamente democráticos.
    Un saludo.

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