La viabilidad de nuestro sistema de pensiones no es que sea un tema recurrente, que lo es, es que se ha convertido en una obsesión política y económica. Aparece en cualquier debate serio sobre nuestro futuro. Y es lógico que así sea porque, siendo las pensiones uno de los mayores logros que nos ha legado la política del siglo XX, su financiación es un auténtico quebradero de cabeza.
¿Cómo negarle el aplauso a una medida que garantiza a todos unos ingresos, desde que nos jubilamos, y dejamos de trabajar, hasta el día que nos muramos? Es difícil encontrar mayor prueba de solidaridad que esta. Se puede discutir si el dinero que se le dedica debiera ser más o menos, vistas las demás necesidades que presionan sobre el gasto público, pero nadie dirá que fue un error histórico y que habría que retornar a la situación anterior.
Tenemos un modelo de sociedad que se ha construido sobre la base del crecimiento económico y, por tanto, sobre la competencia y la productividad. La competencia entre empresas, entre naciones y, por supuesto, entre individuos
Sin embargo, la forma en que se plantea, el discurso que lo acompaña, tiene ciertas connotaciones manifiestamente tóxicas.
Tenemos un modelo de sociedad que se ha construido sobre la base del crecimiento económico y, por tanto, sobre la competencia y la productividad. La competencia entre empresas, entre naciones y, por supuesto, entre individuos. Se exalta a los más capaces en esta carrera, a los más competitivos. Nos guste, o no, en esto se basa nuestro sistema educativo, en preparar a nuestros hijos para que lleguen a ser los más eficaces en esta carrera y puedan alcanzar los mejores empleos.
Con este planteamiento, nadie puede extrañarse de que el utilitarismo se haya convertido en uno de los valores reinantes en nuestra sociedad. En la práctica, y desde un punto de vista político, somos tanto más útiles cuantos más ingresos aportemos a las arcas del Estado, sea por la fiscalidad de nuestras retribuciones o por la de nuestro consumo; y si somos de los que creamos empresas que generen muchos puestos de trabajo, mejor que mejor.
¿Qué pasa con quienes no tienen ingresos, con los considerados improductivos? Los niños o los jóvenes son vistos como una inversión: estudian y se preparan para incorporarse en el futuro al sistema económico y hacer que siga creciendo. Los que se jubilan y dejan de contribuir definitivamente a ese objetivo, ya es otro cantar. La solidaridad, que cada vez más delegamos en el Estado, se ocupa de ellos. Pero la solidaridad no implica valoración ni respeto social. En realidad, los jubilados pasan a ser una carga. Pasan a engrosar las llamadas “clases pasivas”.
Desde los parámetros económicos que priman, han dejado de ser productivos y son solo un gasto. Y lo peor es que muchos de ellos acaban interiorizando ese discurso y se lo acaban creyendo.
Por mucho que se adorne el discurso y se repita, una y otra vez, que ellos también contribuyeron a la solidaridad con sus mayores, cuando formaban parte de la población “activa”, financiando las pensiones de aquellos, lo cierto es que, desde los parámetros económicos que priman, han dejado de ser productivos y son solo un gasto. Y lo peor es que muchos de ellos acaban interiorizando ese discurso y se lo acaban creyendo: fueron más o menos productivos en su época, pero ya no lo son y no lo serán en los años que les quedan de vida. Podrán alegar que su contribución pasada les da derecho a ello, pero su nuevo papel social parece condenarles al ostracismo.
El problema, sin duda, viene de lo que entendemos por utilidad y por productividad. Si nuestra sociedad dejara de creer que lo único que merece la pena en este mundo es ganar dinero, y cayera en la cuenta de que hay muchas cosas más interesantes y útiles que esa, el enfoque cambiaría. Desgraciadamente, los propios jubilados son los primeros que, una vez descartada la posibilidad de realizar actividades retribuidas, están convencidos de que ya solo les queda hacer cosas para distraerse durante los 15, 20 o 25 años que les resten de vida.
Es un grave error creer que todo lo que está pendiente de hacer para mejorar nuestra sociedad es responsabilidad del gobierno de turno y que los ciudadanos no podemos, o debemos, hacer nada. Cuando, lo cierto es que hay innumerables ejemplos de proyectos de lo más variado que se han puesto en marcha y han crecido gracias a la dedicación de personas sin ningún afán de lucro.
Social y personalmente sería muy útil que toda esta gente jubilada –y, desde luego, todos los que, en edades más jóvenes, pudieran– dedicaran parte de su tiempo a cosas como, por ejemplo, el enriquecimiento cultural e intelectual o la ayuda a los más desfavorecidos.
Si quienes tienen el privilegio de vivir de una pensión (una minoría a nivel mundial) asumieran la responsabilidad de convertirse en focos activos de creación cultural e intelectual, con el fin de ayudar a elevar el nivel de nuestra sociedad, la visión social que de ellos se tiene cambiaría radicalmente
Concretamente, en el ámbito de la cultura, del conocimiento o de la profundización en las carencias y posibilidades de nuestra sociedad, hay mucho por hacer. Máxime si tenemos en cuenta la pobreza y la escasez de ideas que escuchamos constantemente. Sería muy interesante, por ejemplo, que personas con experiencia a sus espaldas asumieran, en su nueva condición de jubilados, la responsabilidad de trabajar, por una parte, en su propio crecimiento en los ámbitos mencionados y, por otra, en ofrecérselo a quienes deseen acceder a ese enriquecimiento ayudando a la creación de ofertas a la sociedad, por medio de ateneos, escuelas, foros o webs.
Si quienes tienen el privilegio de vivir de una pensión (una minoría a nivel mundial) asumieran la responsabilidad de convertirse en focos activos de creación cultural e intelectual, con el fin de ayudar a elevar el nivel de nuestra sociedad, la visión social que de ellos se tiene cambiaría radicalmente. Si, en cambio, su objetivo es pasar los veintitantos años que les quedan de vida buscando cómo distraerse y pasar el rato, merecerán con toda justicia el calificativo de clases pasivas. Pasivas e inútiles.
Cuando las circunstancias personales y sociales le colocan a uno en la situación de que el tiempo, que antes tenía que ocupar en una actividad retribuida, lo pueda emplear ahora en otras actividades útiles, para sí mismo y para el resto de la sociedad, es una grave irresponsabilidad no aprovechar semejante oportunidad en la medida de las fuerzas y de las posibilidades reales de cada uno.
A esto hay que añadir, naturalmente, que también es una grave irresponsabilidad que el discurso político esté completamente orientado a convencer a los muchos millones de jubilados de que ya no tienen que trabajar, cuando hay tanto que hacer y cuando, además, por razones demográficas, el destino de nuestra sociedad cada vez va a estar más en sus manos. Más nos valdría, aunque no sea más que por puro egoísmo, convencerles de que, por el bien de todos, tienen que convertirse en un potente motor de avance de esta sociedad.
Manuel, justamente hoy en NeG, J. I. Conde-Ruiz presenta su resumen de una gran reunión en Madrid sobre el futuro del envejecimiento; ver
http://nadaesgratis.es/j-ignacio-conde-ruiz/the-future-of-aging
El análisis serio del envejecimiento de la población mundial presenta desafíos interesantes pero, como siempre, la agenda política está marcada por las urgencias. Y no hay mayor urgencia que el fuerte aumento de los viejos en la población actual. Defino como viejo a todo aquel que haya cumplido 75 años, y por lo tanto soy parte del grupo. Por cierto, los viejos no hemos ahorrado lo suficiente para una vida ESTABLE E INDEPENDIENTE que pueda extenderse hasta los 100 años –peor la gran mayoría de los viejos no han ahorrado lo suficiente para vivir de esa manera hasta los 76 años. Los economistas que por años hemos estado advirtiendo sobre la insuficiencia del ahorro poco hemos logrado porque el crecimiento económico –ese que usted denuncia– no ha sido suficiente para financiar las promesas de los políticos para redistribuir ingreso a «los más necesitados» a través de «los más poderosos». Días atrás, en mi último viaje familiar a Argentina, tuve ocasión de «volver a revivir» la gravedad de la crisis argentina, claro ejemplo de lo que puede ocurrirle a una democracia constitucional cuando la lucha por el poder se pretende resolver con esas promesas (le recuerdo que Argentina ha estado viviendo esta situación desde que terminó la SGM y que coincidió con el acceso de Perón al poder a principios de 1946). Pero eso es historia y ahora vivimos las consecuencias, muy graves en Argentina, menos graves en otros países. En todo caso, lo que estamos viviendo hoy es parte de la transición hacia un «mundo nuevo» sobre el cual solo cabe especular (a propósito de este «mundo nuevo» la gran reunión de Madrid omitió invitar a los grandes de la ciencia-ficción).
El resumen de Conde-Ruiz me ha dejado con grandes dudas sobre lo que dijeron los «especialistas» invitados. Ojalá usted se interese en revisar las presentaciones y presentar su propio resumen para una discusión seria en este blog.
La cuestión de las pensiones contributivas, desde la perspectiva cuantitativa es bastante fácil de entender. La resumo.
Un trabajador normal paga (empresa y trabajador) lo necesario para cubrir sus pensiones de jubilación y viudedad dentro de su expectativa de vida a los 65 años. Los hombres unos 15 años y las mujeres 7 años más. Por lo tanto si no llega es porque alguien se lo ha gastado.
¿En qué y cómo se lo han gastado?
Se lo pueden haber gastado otorgando pensiones completas aunque el trabajador haya cotizado menos de los 35 o 40 años de una vida laboral normal. Hasta hace poco se han dado pensiones completas tras 15 años cotizados. Incluso ahora se hace solo tras 25 años cotizados. Por lo tanto el Responsable del agujero son el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo por permitir tamaño saqueo.
Se lo pueden haber gastado por subir las pensiones más de lo que ha subido la cotización del trabajador. En este caso el Responsable es el mismo que antes: Ejecutivo y Legislativo.
Se lo pueden haber gastado cargando a las Pensiones los costes de las Incapacidades por encima de lo cotizado. También incluyendo circunstancias e incapacidades por las cuales no se ha cotizado o regalando a las CCAA, Siete grandes hospitales propiedad de la SS. Mismos Responsables.
Se lo pueden haber gastado tomando fondos de las Cotizaciones cuando había Superávit –lo hubo hasta que reventó la Burbuja especulativa de Zapatero– para gastarlo en «Otras Cosas» fuera del ámbito de las Pensiones. Entre Felipe González, Aznar y Zapatero retiraron de los superávits de Cotizaciones la friolera de 256,000 millones de Euros en unos 30 años. Algo más de hecho, porque las tres últimas «retiradas» de Zapatero no están incluidas en dicha cifra (por ejemplo los 6,000 millones retirados en 2010).
Todo ello reportado por FUNCAS en 2008 –Septiembre– en informe preparado por el profesor Alonso Meseguer. En El Mundo lo publicó Fco. Muñoz. Desde entonces se corre un tupido velo pero a un servidor le consta que la última ministra de Rajoy (Sra. Báñez) era muy consciente del saqueo. Seguro que los funcionarios y los altos cargos (Sr. Granados, ahora y con Zapatero) lo saben perfectamente y miran asombrados a los Políticos que hablan del «problema».
Responsables: Los compradores de votos.
En otro momento buscaré el artículo de El Mundo para «deleite» del respetable.
En resumen: El Estado tiene por aquel «alzamiento de bienes» una deuda no contabilizada con la Tesorería de la SS de, por lo menos, 256,000 millones de Euros.
Solución, Prohíbase Penalmente Comprar votos con las cotizaciones para pensiones. Cumplan escrupulosamente las reglas actuariales y lleven las pensiones Asistenciales (las No Contributivas) al Presupuesto del Estado para no contaminar la Tesorería de la SS.
Salvo que no quieran tener las cuentas claras que, me temo, es lo que prefieren,
Saludos cordiales
Hola Manu,
Los problemas con los sistemas públicos de pensiones han sido estudiados por más de 50 años. Nadie puede alegar ignorancia porque esos problemas ya se sabían muy bien en los años 60. Insisto en el caso de Argentina porque fue uno de los primeros países donde se levantaron dudas sobre el financiamiento de las pensiones en base a contribuciones o cotizaciones que no serían suficientes, incluso sin aumentos en la expectativa de vida a los 65 años. Todo lo que uno puede imaginarse que podría salir mal con un sistema público de pensiones se ha ido dando en Argentina a partir del sistema introducido en 1958. En Chile también hubo discusión ya en los años 60 y se intensificaron después de la gran crisis de 1975 y hasta la gran reforma de 1981 para la que se discutieron y evaluaron varias alternativas (ni siquiera esa gran reforma ha sido suficiente para resolver el problema del bajo ahorro). Sí, se analizó en detalle por la simple razón de que ya en los años 60 las finanzas públicas de varios países estaban amenazadas por sus crecientes déficits y los sistemas de pensiones amenazaban con acelerar ese crecimiento.
Hoy, los viejos que no han ahorrado suficiente para mantener su nivel de vida sin depender de otros deben preocuparse –tanto como si los ahorros de quienes optaron por invertir lo suficiente en barras de oro bajo el colchón estuvieran amenazados por los peores ladrones. Las promesas de los gobiernos se pueden cumplir o no, pero está claro que la probabilidad de que se cumplan ha estado disminuyendo. Los depósitos en bancos y otros intermediarios financieros ya no rendirán lo que rindieron en el siglo 20 y para peor están también amenzados por las regulaciones que aumentan el costo de la intermediación. Los ahorros invertidos en propiedades inmuebles y muebles están amenazados por gobiernos que necesitan aumentar impuestos para que los políticos cumplan otras promesas, distintas de las pensiones, además de robarse una buena comisión por sus servicios. En otras palabras, no hay una solución simple para quienes ya han cumplido 75 años y no han ahorrado lo suficiente y tampoco la habrá para quienes ya cumplieron 50 años y tendrán que vivir su vejez solo con los ahorros que acumulen antes de cumplir 75 años. Si los jóvenes (adultos menores de 50 años) no empiezan a ahorrar fuerte de inmediato, cuando lleguen a los 75 años tendrán o que seguir trabajando o reducir su nivel de vida o depender de otros.
Hoy las finanzas públicas de muchos países están amenazadas por la podredumbre de políticos y funcionarios y la probabilidad de reformas serias en los sistemas de pensiones es muy baja (sí, España es uno de esos países). Como alguna vez usted ha mencionado a Elizabeth Warren —antes profesora “fake” de Harvard, ahora senadora por el Partido Demócrata y una de los 20 y tantos candidatos a la presidencia por el Partido Demócrata— le recomiendo revisar lo que ha estado prometiendo si tiene éxito en la elección presidencial. Por su formación académica no puede alegar ignorancia pero no tiene vergüenza alguna y promete resolver todos los problemas por dos centavos, lea
https://twitter.com/tomselliott/status/1134126013556936705
y escuche el vídeo.
Muchas gracias, EB. Como de costumbre leo sus escritos con interés y también en este caso.
La cuestión de las pensiones públicas y privadas no es sencilla y un servidor, que ha tenido que desarrollar y gestionar tres planes privados durante los años 80 y 90, –veinte años–, está bastante al tanto de lo sucedido en unos cuantos países experiencia chilena incluida.
Por ello creo lo que dije en mi post: O se gestionan las Pensiones Públicas CRIMINALIZANDO la conducta de aquellos miembros del EJECUTIVO y de las INSTITUCIONES que se salgan de los estrictos límites de diseño o, como usted afirma correctamente, el sistema de compra de voto lo prostituirá y quebrará. Aquí ya ha sucedido. Con las retiradas de Superavits de Contribuciones debería haber exigencia de responsabilidades penales. Son más de 256,000 millones de euros que han retirado.
Lo mismo es aplicable a los fondos privados porque, como usted bien sabe, estos fondos son destinatarios forzosos –en general– de titulizaciones de deuda de la que hoy depende en medida extrema tanto nuestro sistema monetario como el político y el económico. Por muy prudente que sea un gestor lo probable es que deba obedecer obligatoriamente reglas de inversión que de una u otra forma garantizarán que su fondo se convierte en «Almacén de Subprimes» o peor. Esto también me ha tocado, como gestor y como persona física.
Por ello pienso –ingenuamente por supuesto– que los Códigos Penales deben extenderse a los Ejecutivos; sin la menor duda. De hecho, su inviolabilidad actual ya es DISFUNCIONAL. Exime de RESPONSABILIDADES y ha destrozado la idea de Democracia hasta tal punto que esta palabra ya es un escarnio encubridor de la realidad. Hoy, nos gobiernan IRRESPONSABLES en el sentido más estricto de la palabra.
Con respecto a la trayectoria política de la Sra. Warren, poco puedo decir. La seguí durante el final de sus años docentes en Derecho Concursal y en parte también por sus trabajos sociológicos que creo describen bien una parte de lo que viene ocurriendo a ambos lados del Atlántico Norte por razones que me interesa entender. Lo que hoy sucede en tantos terrenos arranca del convencimiento de nuestros políticos más senior de que la Pauperización de las clases medias trabajadoras es…………..inevitable. Toda su acción política está impregnada de esta percepción.
Un muy cordial saludo
El artículo de Manuel habla de «un debate serio sobre nuestro futuro» pero mucho me temo que la seriedad y el rigor están por llegar en nuestro mundo actual donde, el asunto de las pensiones, más vale no tocarlo porque se levantan alfombras (ya lo señala Manu) de despilfarro y manipulación presupuestaria.
Resulta evidente que si una persona ha estado aportando a la caja de la SS durante toda su vida laboral unas cuotas determinadas para la «pensión» de jubilación, esas cantidades deberían haberse respetado como blindadas para ese fin. Lejos de ello, se han hecho modificaciones presupuestarias a su costa con tal de mantener el llamado «estado de bienestar» (para unos más que para otros) que no es otra cosa que clientelismo político o mala gestión pública. Quiero recordar que hace un par de años la CNMC cifraba en unos 40.000 millones de euros el coste en obra pública. Que yo sepa, nadie se ha planteado revisar tales expedientes y pedir explicaciones.
García Trevijano decía que en España la corrupción es sistémica. Algo con lo que debemos convivir. Es parte de nuestra idiosincrasia aprovechar las ocasiones políticas o sociales para meter mano en lo público. En forma directa o indirecta.
Hemos creado un estado elefantiásico que llamamos «autonomías» que parece ser el mejor caldo de cultivo para ello. Pero además seguimos duplicando competencias en los servicios públicos y triplicándolas con las subvenciones a todo tipo de entes fantasmales que nos aseguran votos. El voto ya no nace de la racionalidad sino de la subasta del mayor rendimiento económico. El dinero -como dice Manuel- es el único incentivo y la sociedad se rinde ante él. Es más, creo que es el único patrón porque se rige, así que por mucho que los jubilados o «clases pasivas» intenten aportar experiencia o conocimiento, serán rechazadas por su gratuidad. Mi experiencia en el mundo de la Cultura me ha demostrado que ese ser «de necios confundir el valor y el precio» está muy generalizado. Nadie suele acudir a actos gratuitos de origen particular, pero en cambio acudirán en rebaño a los promovidos por las instituciones y ahí no quieren a los viejos.
El dilema está en deconstruir todo lo que resulta artificial en el estado (como las CC.AA.) o acabar con los ahorros de los pensionistas en un plazo casi inmediato. Está en mantener los gastos justos de los servicios públicos realmente necesarios o seguir frívolamente por la senda del gasto sin control (por mucho que diga la UE) y el despilfarro (gasto innecesario) del clientelismo y la compra de votos y voluntades. Por eso todos están contra el «hereje» que se atreve a denunciar todo ello. Porque todos forman parte del mismo sistema.
Un saludo.
“Si nuestra sociedad dejara de creer que lo único que merece la pena en este mundo es ganar dinero, y cayese en la cuenta de que hay cosas mucho más interesantes y útiles que esa, el enfoque cambiaría”.
Me quedo con esta reflexión del artículo porque creo que muy pocas veces se plantea, a nivel social, esa curiosa conversión de “valores”, cosas o acciones dignas de ser valoradas, a algo más fácil de manejar y circular y que denominamos “dinero”.
O sea, que hacemos de una “simbología”: una “deidad”.
De esta extraña forma , se hace depender de forma centrípeta nuestro proyecto vital, el de nuestros descendientes y ascendientes.
Pero, en ese camino, sí que hemos olvidado qué es lo que representa realmente el concepto “dinero”.
El hombre anciano llega a esa edad de “inutilidad social”, persuadido y machacado por la idea de lo que le vaya a quedar de “jubilación”, el dinero que tendrá para poder vivir lo que le quede… “dignamente”.
Dignidad encadenada a que las “capacidades cognitivas” sigan respondiendo a los cánones establecidos por el modelo para seguir siendo merecedora de esa palabra, y por tanto, también del apoyo de conjunto de la sociedad.
Cuando no sea así…y es el gran “monstruo” que aterroriza y con el que aterrorizamos a nuestros mayores…(nosotros mismos, en un tiempo que, comparativamente con la historia del mundo, es más bien breve), ni siquiera ese símbolo al que hemos dado una categoría decisiva en nuestra vida, olvidando lo que representa, podrá salvarnos de ser desposeídos de la cualidad de “dignos”, y estaremos a merced de las necesidades de “mercado”….si éste decide que costamos “dinero”….ignorando que había detrás…, nuestra existencia dependerá de lo que decida hacer con nosotros.
Y esa acción está consensuada y aceptada por todas los tramos de edad.
Ante ese panorama, ante la presión y la perspectiva de la mera “supervivencia”…¿cuántos de esos valores que realmente están detrás de una vida de trabajo…se pierden, se desperdician, porque sus poseedores se saben desalojados de los espacios denominados útiles y en los quicios de las puertas que esperan las más mínimas flojeras para colocar “temidas etiquetas CIES”.
Aún así, creo que se podrían explorar numerosos matices dentro de la situación singular de cada persona, en ese arco de edad que se considera ya cuasi “desechable”, que se centrase en facilitar que “los viejos”, los “viajeros” pudiesen aportar lo más valioso de su aprendizaje en su paso por este mundo.
Si fuésemos capaces de romper esa especie de “anatema” respecto a lo que es útil o no, y si fuésemos capaces de atisbar que ignoramos absolutamente lo que supone “dignidad” ante una vida infinitamente compleja, aún, para nuestra comprensión, a lo mejor, también seríamos capaces de motivar a cada persona en edad de ir concluyendo su viaje…acercándose al comienzo de otro destino…, para que nos mostrase algo de su experiencia y aprendizaje, hay múltiples maneras de poder hacerlo y posibilitarlo, pero también sería necesario, entiendo, que esas experiencias no estuvieran atadas, en todo momento, a la negatividad, al sufrimiento y al miedo, que, independientemente de lo que la persona haya acumulado a lo largo de su vida, en los últimos tramos de ella, nuestra concepción social de la “vejez”, la anatematiza aún más.
Igual sería un trabajo bonito plantearnos, replantearnos, la interacción con “nuestros mayores”.
Un trabajo donde, desde las posibilidades de cada persona, y desde su propio tramo de edad, de manera lo más personalizada posible, los más “viejos” se vieran motivados para, desde su estado, cualquiera que este fuese, expresasen y compartiesen sus experiencias y lo que aprendieron de ellas.
Asimismo podría también suponer un trabajo y un campo nuevo de aventura, el que desde todos los tramos de edad, de manera transversal y cada uno desde sus potencialidades, uno de los aspectos más importantes de exploración vital, fuese, precisamente, el del acercamiento, interés y profundización, en aquellos que se acercan a una frontera, a la que llegaremos todos, y que son los que más en condiciones están de contarnos….cosas quizás sorprendentes, si fuéramos capaces de aumentar nuestras posibilidades de comunicación, lenguaje, y…afectividad.
Claro, igual también sería imprescindible replantearnos, por ejemplo, el valor que damos al concepto dinero, qué es lo que le otorga ese valor, y si ese algo que valoriza se podría empezar a trasladar a otro tipo de andamiajes, menos ostentosos, pero más reales en cuanto a que realmente sumen en el crecimiento de una sociedad, y que no sea, precisamente, el PIB al que estamos acostumbrados.