La semana pasada cientos de miles de niños se reincorporaron a la rutina del despertador. Una o dos semanas antes lo habrían hecho sus padres, si terminaron sus vacaciones en agosto, como es tradicional. Se acabó ese hiato “gigante” de dos meses en el que les está permitido reencontrarse con su propio ritmo, esos dos meses en los que se despiertan sin más apremio que el deseo de desayunar o sin más inconvenientes que los ruidos del vecindario o de sus hermanos si los tienen. Nuestra gigantesca máquina social se pone de nuevo en marcha y no se altera ni un poquito sabiendo que se lleva por delante buena parte de lo mejor de nuestras vidas, que es el sueño.
Y es que tanto el horario laboral como el escolar (que acaso sea una copia del primero) no hacen caso de necesidades mayores o menores de sueño, no les importa que esta noche o la otra no hayas podido descansar bien, no hacen caso, por ejemplo, de que las fiestas de tu pueblo duren hasta las 6 de la mañana, o de que un mosquito haya decidido hacerte la guerra de guerrillas, escondiéndose y atacando, durante toda la noche. Sean cuales sean tus necesidades de sueño, está claro que no son iguales todos los días. Sin embargo tú vas a entrar a trabajar todos los días a la misma hora. Y tus hijos, nuestros hijos, van entrar todos los días a la misma hora también.
Es curioso ver cómo el ritmo social aplasta las necesidades individuales, como si todo este tinglado no se tratase más que de un inmenso aunque distinguido Gulag donde, como en todo Gulag que se precie, los guardianes son los mismos prisioneros. Y resulta sorprendente que una masa inmensamente numerosa se someta voluntariamente a los ritmos impuestos por un número considerablemente más reducido de personas. No solo el sueño. Los horarios laborales estipulan a qué horas y durante cuánto tiempo se puede comer, incluso dónde; miden nuestros descansos para el café en función de la longitud de la jornada laboral, establecen cada cuánto tiempo nos podemos levantar de la silla y nos dicen por supuesto cuándo podemos volver a casa.
¿Qué nos impide salir de esta rueda? ¿Será el hábito del despertador a que somos sometidos desde que somos niños? ¿O será el miedo a quedarnos en paro –y parados- si no nos sometemos? Si de repente, una mañana, nos despertáramos siendo una cucaracha, como cuenta Kafka, ¿sería también nuestra única obsesión no llegar tarde al trabajo ese día?
Como a muchos, toda esta situación me recuerda a la de las vacas que, estando en el prado, no hacen nada por intentar atravesar ese endeble cable naranja que delimita su espacio vital. Hace tiempo, el cable había llevado una débil tensión que soltaba una pequeña descarga eléctrica cuando se tocaba. Sin embargo, hace mucho que ya no es así y es el mero hábito lo que mantiene desde entonces a las vacas en su sitio.
La generación que enarbolaba pancartas con lemas como “la imaginación al poder”, “sed realistas: pedid lo imposible” o “la playa está debajo de las aceras”, si es que todavía no se ha jubilado, hoy se encuentra plácidamente asentada en unos horarios laborales que comienzan a las 9h, terminan a las 18h y dejan una hora para comer. Se encuentra, paradójicamente, cómodamente instalada en los atascos de entrada y salida de las grandes ciudades (París la primera), y no le molesta demasiado tener que pagar por aparcar. Renunció a la playa y prefiere entretenerse con la televisión o las innumerables ofertas de ocio. Lee el periódico (los titulares) y la prensa deportiva por Internet y considera que esto es un gran avance. Vota religiosamente a los mismos que antaño tiraban adoquines y ocupa muchos de los los puestos directivos de las empresas, que son las que imponen estos horarios draconianos, sin mover un dedo por cambiarlos y aun apretando las tuercas de buena gana cuando es necesario.
Como ellos, muchos de los que hemos venido detrás nos encontramos estúpidamente cómodos siendo esclavos. Supongo que porque se nos da todo hecho: cuándo despertarse, cuándo comer, cuándo hablar, a qué aspirar, qué obsesiones tener…. Tenemos una rutina, nos automatizamos y salimos adelante con el mínimo gasto energético posible. ¿Qué más se puede pedir? Como nuestros padres, tenemos un empleo, pagamos nuestros impuestos, la hipoteca o el alquiler, nos emparejamos, tenemos hijos, una casa, dos coches, tele, cumplimos una función, somos en cierta medida importantes. ¿No trata precisamente de eso la vida? ¿De cumplir cómodamente una función?
Y sin embargo el cuerpo y la mente se resienten. Necesitamos analgésicos para soportar las largas horas frente a la pantalla del ordenador, calmantes para las migrañas y el dolor de cabeza, antiinflamatorios para el dolor cervical, bicarbonato para las digestiones, cafeína y otras sustancias dopantes para mantenernos despiertos. Añoramos salir a la calle y disfrutar del sol por la mañana; echamos de menos, sin darnos cuenta, ver niños jugando y riendo por las calles como en verano; estamos de un humor de perros constante y no sabemos por qué; tenemos un color de piel pálido que se mimetiza con la luz de los fluorescentes de la oficina y no podemos evitar pensar que la vida pasa mientras nosotros no estamos en ella. Las cosas cambian y nosotros no estamos siendo protagonistas de lo que sucede.
Liberar los horarios, liberar incluso el espacio de trabajo, para distender esta exigencia social que nos ahoga y reencontrarnos con nuestros propios ritmos, con nuestros propios horarios, sería una medida inteligente a adoptar o a promover por parte de un gobierno preocupado por la felicidad de sus gobernados. Y sería también un alivio para sus arcas. Porque esa libertad, sin duda, se traduciría en mayores dosis diarias de alegría, que es la mejor de las anfetaminas, analgésicos y antiinflamatorios conocidos. Sin embargo, los gobiernos parecen paralizados al respecto. Las iniciativas de flexibilización de horarios están siendo casi siempre privadas, a pesar de que son las instituciones quienes constantemente nos martirizan con el tema de la “conciliación familiar”. A lo sumo el progresista gobierno francés se lanza a prohibir que sus directivos, comerciales, consultores, informáticos y demás cargos de responsabilidad, mantengan conectados sus teléfonos móviles, una vez cubierto el máximo de horas laborales diarias que marca la ley, de forma que puedan disponer de un descanso mínimo de 11 horas consecutivas (A cambio, se supone, implementará los medios para controlar eso).
Yo lo entiendo. Entiendo este mutismo. Porque desde el Estado deben tener muy presente que el siguiente paso lógico es liberar los horarios de la escuela puesto que horario laboral y escolar se calcan. Y esto ya son palabras mayores: educar a los niños que vienen en la flexibilidad y en la libertad de horarios tiene bemoles porque a quien prueba esa libertad ya no se le compra con bienes materiales. O al menos ya no es taaaan fácil.
Taíd,
Siempre han existido y siempre existirán limitaciones a lo que cada humano puede hacer. La primera pregunta que conviene hacerse antes de predicar el cambio es qué limitaciones reconocemos como insuperables y por lo tanto desistimos de golpearnos la cabeza contra ellas. Una vez contestada esa pregunta, entonces trate de identificar y evaluar las limitaciones existentes para concluir cuáles serían innecesarias y cuáles convendría «flexibilizar». Y por último pregúntese qué habría que sacrificar y qué estaría dispuesto a sacrificar para eliminar las innecesarias y «flexibilizar» otras.
Hola EB,
las limitaciones que dificultan mucho la felicidad de los ciudadanos están desde hace tiempo identificadas y evaluadas. Tanto por nosotros, lo sufrientes, como por los entes de despacho que cobran por solucionar estas dificultades sin solucionarlas nunca. Quizá no porque no puedan hacerlo, sino porque sus propios superiores veten las propuestas más indicadas, en este sucio entramado que es el poder. El tráfico de entrada y salida de las grandes ciudades es una de las cuestiones que a todos nos resultan más cargantes y de la que la mayoría podría con razón quejarse. Este tráfico está condicionado por unos horarios de entrada y salida del trabajo (y del colegio) inflexibles y prácticamente iguales para todos. El coste económico de flexibilizar estos horarios, en la mayoría de los empleos, sería irrisorio si lo comparamos con los beneficios.
De hecho estoy pensando que lo que convendría sería no solo flexibilizar los horarios de trabajo, sino flexibilizar la idea misma de trabajo y de ir a trabajar. Tal vez si uno se pliega tan fácilmente a cumplir un horario de 9h a 18h (más una hora de atasco) con una hora para comer y 15m para el café durante treinta, cuarenta o cincuenta años de su vida sin inmutarse y sin cuestionarse apenas si realmente ese enorme sacrificio es realmente necesario o si es realmente una «barrera insuperable» es que algo no funciona bien.
En la década de los 80 ya se hicieron estudios sobre la posibilidad de no tener necesariamente asistencia presencial en muchos de los trabajos y servicios. Hoy, vemos que, a través de Internet, es aún más fácil la relación laboral que facilitaría:
a) descansar lo necesario
b) evitar situaciones de «stress»
c) evitar gastos de desplazamiento, atascos y contaminación.
d) atender a menores sin necesidad de «canguros»
e) facilitar la conciliación familiar de tareas y cargas
f) evitar gastos empresariales en instalaciones, oficinas, muebles, etc.
Hay muchísimas tareas que se pueden afrontar desde el propio domicilio, con un mínimo de recursos ofimáticos.
Entonces, lo que hay que preguntarse es porqué no se hace. ¿Se paga al trabajador por horas presenciales en la empresa o por eficacia de sus servicios?
Un conocido dicho popular dice: ¿Tú trabajas o te reúnes? Está clara la pérdida de tiempo en reuniones interminables sobre asuntos banales en la mayor parte de los casos, pero…. ¿y la imagen del «está reunido»?
Otra cuestión es el mantenimiento del huso horario que no corresponde a España y que se trata de justificar como «ahorro de energía». ¿Quien y cómo se ha cuantificado y medido tal ahorro? En cualquier caso ¿merece la pena teniendo en cuenta sus muchos inconvenientes? Comprendo que hay casos en que puede ser necesaria la asistencia a un puesto de trabajo determinado pero, en la mayoría, pueden buscarse alternativas.
En el fondo subyace algo quizás más grave: ¿es una forma de demostrar quienes mandan y quienes están sometidos a cualquiera de los muchos poderes que pueden imponer estas cosas?
Nos comportamos como los «siervos casados» o sea, «como los «siervos con casa» de la Edad Media, sin serlo. Muchos nos daremos cuenta de esto solo al final de nuestra vida, cuando la cercanía de la muerte se encargue de despejar los nubarrones que enturbian desde que nacemos nuestra manera de comprendernos y de comprender (mal) el mundo. Todavía vamos a trabajar creyendo y cumpliendo a pies juntillas la famosa maldición bíblica. Nunca nos la hemos cuestionado realmente.
Nota: La servidumbre legal no existe ya afortunadamente. Pero existe la económica y la social. La económica se deduce de que el alquiler de una vivienda de una habitación en una mediana ciudad española ronde los 500 euros mensuales mientras que el salario mínimo por 40 horas semanales está marcado en 655 euros mensuales ¡¡!! Si optas por una hipoteca la servidumbre es aún más marcada. La servidumbre social viene marcada por el hecho de que nos eduquen en la creencia de que para el proyecto vital de cada uno es esencial tener una casa, formar una familia y tener hijos. Existen muchas formas de someter a una gran masa de población y no todas pasan por detentar el monopolio legal de la fuerza. También se puede a partir del hecho de detentar el monopolio real de la educación.
Coincidiendo con muchas de las apreciaciones de O,farrill, creo que el principal motivo por el cual no se modifican los espacios laborales tiene que ver con el «control social» de los ciudadanos.
Me acaban de mandar esto y lo pongo a su disposición.
Cita.
No se quejen ustedes de la gran urbe porque tiene su función. Ni del tráfico. Ni de los edificios de dos pisos al infinito.
Cuando sientan la tentación de quejarse recuerden que si no se aglomerase rutinariamente tanta gente en la ciudad, el precio del m2 –de su metro cuadrado de usted– no podría seguir subiendo y se desplomaría. Necesitamos más gente. Recuerden al luego Ministro de Zapatero que dijo aquello de «Aquí cabemos 66 millones».
Y sin ese movimiento al alza, la recaudación de los 7 impuestos y tasas que actúan sobre los inmuebles y el suelo se hundiría y entonces no habría para dar empleo a nuestros políticos y redistribuidores.
Lo mismo sucede con los coches: Maravillosa máquina de recaudar. Recauda hasta cuando no funciona y está aparcada.
¿Qué haríamos sin ellos?
No piensen ni por un instante que el cartelazo del Ayuntamiento de Madrid dando la bienvenida a los «Refugees» (y un buen empleo a los Redistribuidores) no es plenamente sistémico. Lo es. La Izquierda y la Derecha en esto de «Extraer» van de la mano.
Cualquier cosa que mejore la concentración humana por metro cuadrado, cualquier incremento de la miseria, se hace necesario para la supervivencia de la clase de poder que establecen las Constituciones Continentales.
Un poder extractivo que vive de redistribuir y necesita la miseria como del agua; para vivir de ella.
Lo hemos pensado casi todo. Tanto que ya hemos conseguido que los niños que antes se quedaban en casa tengan que coger transporte desde los 6 meses hasta los 24 o 25 años. Y que la gente que puede trabajar sin moverse de casa haga lo mismo cada día durante 90 minutos como mínimo.
No sean retrógrados por favor: Consuman, Tributen y, una vez dejen de hacerlo como es debido, váyanse pronto al Paraíso.
Si no consumen, no estorben. Tampoco piensen porque eso ya lo hacemos nosotros con recursos que les quitamos a ustedes sin que nos lo agradezcan lo suficiente.
Fin de Cita
Saludos
Son tantas las consideraciones que pueden hacerse en torno a lo planteado en el artículo que se termina uno metiendo, si se descuida, en una especie de jardín metafísico y terminar fantaseando situaciones que, por más que puedan resultar idílicas sólo serán delirios.
Es más o menos voz popular que se holgazanea bastante en los trabajos, que puede ser verdad, pero también es verdad no tal vez que se trabaje demasiado – que sería entrar en contradicción – pero sí que la vida, los pensamientos y las inquietudes y ambiciones de los mortales giran demasiado en torno al trabajo, aunque sea para quejarse de que no se tiene.
El trabajo parece el objetivo primordial que ha de lograrse para que la vida tenga sentido.
Incluso los hijos, se tienen para que de adultos trabajen y coticen, y si las cosas pintan mal para los viejos ya tirarán los hijos de nosotros.
Seguro que hay infinidad de formas de vivir que o no nos estamos planteando o estamos rechazando, y seguro que muchos pensamos que podríamos vivir con muy pocos ingresos y vernos libres, a cambio, de la esclavitud que el trabajo supone; pero, por unas u otras razones no se hace o se buscan las justificaciones para no romper con lo establecido.
Pero existen otras esclavitudes, aparte de las que para estar en donde se supone que debemos a la hora que debemos por contrato deben aceptarse con más o menos ganas, y que son las que conlleva el estar en un mundo habitado por seres tan vivos como nosotros; con sus ritmos y sus biorritmos y sus necesidades que, a la larga o a la corta, se terminarán convirtiendo en despertadores.
Puedo ser una madre joven (que no es el caso, pero como ejemplo vale) y ejercer una de esas profesiones liberales en la que me organizo a la medida de mis deseos o de mis necesidades. Si no me quiero poner el despertador no me lo pongo, pero a no tardar esa especie de reloj biológico que llevamos dentro me despertará a tal hora, y me despertará a esa misma hora tal aunque haya trasnochado o aunque (por seguir con el caso de la madre joven) un adorable querubín me haya tenido en vela porque está echando sus dientecitos o, aunque no los eche, su propio reloj biológico me despertará a mí, aunque el angelito ni rechiste, porque yo estaré teniendo en mi saber su existencia y sus necesidades y sus ritmos.
O cuando a quien tienes que atender es un anciano; el asunto es el mismo.
Lo que pretendo decir es que gran parte de las esclavitudes y dependencias no son la esclavitud o la dependencia “mías” que conozco y sé que están ahí y puedo quejarme y despotricar de ellas, y soltarme de manos y allá yo, sino la esclavitud a que está condenado, sin poder elegir ni liberarse, cualquier ser vivo que dependa de “mí”.
Pensamos muchas veces que sin los condicionantes venidos de voluntades ajenas (y puede que hostiles) seríamos libres y felices ¿Pero cómo liberarse de la responsabilidad impuesta por algo tan irracional como es el no saber por qué tal o tal cosa ha de hacerse sabiendo, al mismo tiempo, que aun sin saber por qué ha de hacerse?
Alicia ¿qué ocurre cuando mi «reloj biológico» me deja durmiendo plácidamente hasta las 11 o las 12 de la mañana? Simplemente que es lo que demanda mi descanso y mi recuperación. Los otros relojes que provienen de preocupaciones ocasionales, nos pueden acostumbrar a otros horarios perversos y, desde luego, no proceden de nuestra auténtica necesidad de descanso. Luego están los «relojes biológicos» de los llamados «búhos» (noctámbulos) y «alondras» (madrugadores) irreconciliables por completo…. La cuestión sigue teniendo que ver con la libertad de las personas para decidir vivir de una forma u otra. Todas ellas respetables pero muchas incompatibles.
Sólo pretendía decir que la libertad total no existe ni existirá mientras el ser humano sea consciente – y espero que lo siga siendo por siempre – de que tiene algo tan (quizás ridículo) como sentimientos.
Interesante artículo, por otro lado, bastante idealista..
pareciera que quien tiene dinero, puede comprar su propia libertad de «hacer» lo que le viniera en gana, o más quisiera..
aspirar a una vida «querida», ese sería el tema..quizás!- pero las urgencias del día a día..cómo resolverlas?, si son eso «urgencias», la de levantarse, hacer dinero, pagar tu casa, tus gastos..buscar un curre si no lo tienes..y un larguísimo etc..
en todo este asunto, donde queda lo que uno «quiere» hacer realmente?- dónde?…
Llevar las cosas en conjunto, siempre conviene, o sería lo normal, no desatender lo prioritario y urgente, sin olvidarse de las «distensiones» o momentos de «premio» a un@ mism@..porque sino: el estréss- mata..y vaya si mata!!
Claro, que algunas frases suenan de un idealismo total..pero, estaría bien aspirar a «mejorar y suavizar» la vida..en vez de vivir el vía-crucis impuesto desde todos lados, y si te comes un «noticiero» de esos de la tv..ya..de manicomio (que se decía antes).
Ayer en un rato, ya algo tarde..escuchaba el sonido de los árboles mecidos por el viento- aire…ese sonido tan familiar de antaño..tan..»bonito», que casi olvidé, con los ajetreos de la existencia…fueron unos minutos, nada más!- pero la sensación que permanece..es infinita;
y bien…si avanza la tecnología para liberar al hombre del trabajo: por qué no vivir, algo mejor y con otras aspiraciones?-..con una existencia material garantizada, se denomine cómo se denomine?- por qué no aspirar a vidas mejores?,…( cambio de mentalidad);
desde luego, delito..no sería; cómo sí lo es, robar, prevaricar, actuar malintencionado, de mala fé etc..
Buen artículo; ( perdón erratas si las hubiera, no reviso, no tengo tiempo).
buen artículo..para leerlo mas veces.
Hola Rosae, gracias por el comentario. «Sed realistas: pedid lo imposible» o «lo imposible es solo el comienzo de una nueva posibilidad» son idealismos que me encantan. Desde aquí proclamo que renuncio al idealismo de la casa de ensueño, el coche de lujo y la familia modelo a cambio del idealismo del horario flexible con jornada laboral de 30 horas semanales. ¿Cuál de los dos idealismos prefieres: vida opulenta con horario de oficina, o vida discretita tirando a humilde pero llegando a casa a comer?
Por alusión respondería en algún momento si el tiempo me lo permite;
Pero al contestar, hasta cambiaría la pregunta, por que entre vida opulenta- y vida discreta (llegando a casa a comer?-y, por qué a comer?-….), median un montón de Ideas- modos- o maneras de ver la vida, y por tanto, de hacer- trabajar etc…horario de oficina?-(4.600 empleos perdidos en la ONCE por la externalizacion -de venta de cupón), (2.300 sin próxima oficina en el B Popular por «ajustes» de «personal aunque haya «beneficios»)….
entre la oficina y llegar a casa a comer: dar paseos por «el parque» también conviene, quizás!!!// los idealismos- para otro momento ya si eso…
Siempre es interesante leer un artículo sobre la existencia humana con un enfoque en blanco o negro. En una de las respuestas a los comentarios se resume en «una vida opulenta con horario de oficina, o vida discretita tirando a humilde pero llegando a casa a comer», y que ambas posibilidades se deban al destino como trampa que nos atrapa.
Bueno… según D. Miguel de Unamuno «solo el que ensaya lo absurdo, es capaz de conquistar lo imposible», así que quizás, si fuéramos todos más «absurdos», encontraríamos más fácilmente nuestro propio camino.
Hola Yolanda, me parece una buena filosofía. A muchos de nosotros nos parecería absurdo dejar un trabajo indefinido y bien remunerado a cambio de un proyecto incierto pero ilusionante. Bueno, pues resulta que ni los contratos son en realidad indefinidos, ni un trabajo aburrido y rutinario estará nunca suficientemente bien remunerado (entre otras cosas porque si así fuera enseguida te encontrarías en situación de poder dejarlo).
Hola Taíd, totalmente de acuerdo y por qué no, que el trabajo indefinido bien remunerado pueda ser compatible con el proyecto ilusionante, la transición a lo «absurdo» será más… coherente.
Gracias por tomarte el tiempo en hacer una reflexión para cada comentario, tan interesante es el artículo como los comentarios de los participantes y reflexiones del autor.
Por ahí iba yo!: me sorprendió lo de «esto de lo imposible» y la posterior pregunta de la «oficina», y dejando los sueños aparte, nada que ver lo primero con la pregunta;
Y, cómo todo depende del lado del que se mire o ángulo, en breve: lo de tener un trabajo (que dure) en la «oficina» igual va a ser de «Idealistas»…porque la tecnología avanza a paso de gigante y el Teletrabajo: va a ser más normal si no lo es ya…
Una frase famosilla- quincemera- era: » Sí No Nos Dejáis soñar No Os Dejaremos Dormir», y en estas la plutocracia sin gracia ni decoro ha ido imponiendo su » culturaEconómica»..cómo siempre, ahogando y precarizando- casi todo, a la par de las «guerras in avanti» con sus consecuentes problemas ( refugiados, atentados, extensión de los conflictos etc);
Claro, a lo que se debiera ir es a lo que realmente queremos ( desde un registro más interno) para con nuestra vida, opino, ahí cada cual vé Qué hace con sus «aciertos y errores»; todos sabemos internamente Qué es lo que está bien o no!!- al margen de lo «legal o impuesto», y por ahí deberíamos guiarnos (opino)…
Porque el que se crea en posesión de la «verdad verdadera»…pues…que se lo haga mirar…
y este sistema de valores y creencias retorcidas e impuestas con sus máximos trogloditas (representantes) en la ONU, Pues…No Hay Quién Se Lo Trague…
a mí hasta que no me «hablen » del Hambre cero en el mundo, cuidados ambiental, animal, ecológicos; y el fin ABSOLUTO de los conflictos armados en el mundo: y esto como mínimo…pues, imponerme- lo que es imponerme..va a ser que poca cosa…que, soñadora o no: desde los 14- agarré mochila al hombro, (más-menos), y, todavía no la he soltado del todo; (sentido figurado).
«Cuántas sensaciones y sentires nos perdemos al vivir en la Modernidad»..una pena!!-