“La ilusión política en su sentido más amplio, proviene del juicio erróneo de las masas sociales en cuanto a los fines del Estado y los efectos de su actividad.”
Estas palabras de Amilcare Puviani, recogidas en la obra a que me referí en un artículo anterior (“Teoria della ilusione finanziaria”), creo que resultan oportunas en un período como el que vivimos en España, donde las “ilusiones” políticas que se exhiben ante los ciudadanos por unos y otros, nos convierten en “ilusos” pasivos.
La cuestión sería: ¿para qué sirve el Estado? o, dicho de otra forma, ¿qué se entiende desde la ciudadanía como tal y qué se espera de él? Es más, yo extendería las preguntas a aquellos dedicados “profesionalmente” a la política a lo largo de sus vidas y a las muchas otras personas que están ligadas a la política de manera más o menos directa. Probablemente nos encontraríamos con respuestas bien diferentes y concepciones del “Estado” equivocadas.
El “Estado” (también en su sentido más amplio), ha sido tema de múltiples obras en el campo de la Filosofía Política, el Constitucionalismo o el Derecho Político. Desde los clásicos como Cicerón: “…es una multitud de hombres ligados por la comunidad del derecho y de la utilidad para el bienestar común” o San Agustín: “… es una reunión de hombres dotados de razón y enlazados en virtud de la común participación de las cosas que aman” a los más actuales en el tiempo como Kant: “…es una variedad de hombres bajo leyes jurídicas” o Lasalle: “…es la gran asociación de las clases pobres” o Hegel: “…es la conciencia de un pueblo” a las más modernas como Weber: “…es la coacción legítima y específica” o Buntschli: “… es la personificación de un pueblo”, nos encontramos ante muy distintas visiones de lo que puede ser y significar la palabra “Estado”.
Lo mismo nos ocurrirá si tratamos de saber el significado de las palabras “política” o “democracia”. De ellas podemos tener cada uno una cierta idea, pero eso no significa que haya un consenso social sobre qué son y para qué sirven en realidad más allá de su traducción del original. De su aplicación en la práctica hay mucho que hablar.
Si entendemos la palabra “política” en su acepción original, estamos sin duda refiriéndonos a “convivencia ordenada de una sociedad” desde patrones o modelos ideológicos que, al final, no defienden intereses comunes, sino intereses parciales o sectoriales de todo tipo. Al final, la conciliación de tales intereses, nos llevaría al consenso social mayoritario sobre la ordenación de tal convivencia. Una idea quizás demasiado simplista que entiende la “política” como servicio, pero no la “política” como poder sobre los demás (que es en definitiva lo que más importa, al parecer).
El cómo puede ejercerse ese poder sobre los demás, nos lleva de nuevo a la “ilusión” que es necesario crear en las masas (masas son votos) para, en un concurso “ilusorio” de líderes, programas, propuestas y gestos dedicados a “ilusionar” a los votantes, hacerse con el “poder” preeminente y dominante en una sociedad, en un estado. Es en ese momento donde la “ilusión” política va a manejar todos los resortes y medios a su alcance para “seducir” (es la palabra de moda) a un público muy diferente en su clasificación social, cultural, económica y política.
La “seducción” además suele estar acompañada de promesas de todo tipo (la mayor parte “ilusorias” ya que parten de la ignorancia real de lo que prometen y son simples catálogos de “buenas intenciones” o, por el contrario, conociendo la imposibilidad de llevarlas a cabo, tienden a la ocultación de la realidad), que provocan en las masas la “ilusión” de que sus exigencias “personales” o individuales, serán satisfechas. De esta forma, el sentido de la “soberanía popular” en el Estado moderno se sustituye por la “sumisión” popular a una abstracción teórica de quienes pueden otorgarles beneficios: a la “ilusión” de unos “ilusos” por promesas “ilusorias”, olvidando que el verdadero poder para la transformación social depende solo de cada uno de nosotros y del colectivo general de ciudadanos.
De nuevo, el prestidigitador, ayudado por toda la parafernalia de medios y recursos puestos a su alcance, hace ver lo que no existe y oculta lo que existe. En palabras de Maquiavelo: “… los hombres cambian de señor, creyendo mejorar, con lo que se engañan….” Se engañan en tanto en cuanto siguen sometidos a “señores”, en lugar de ser ellos quienes les pidan cuentas, controlen sus actos y pidan responsabilidades, ya que, en un nuevo ejercicio “ilusorio”, nos hacen creer en unas instituciones que, en la realidad, se controlan por quienes toman el poder en cada legislatura. Un poder por el que lucharán con vistas al mantenimiento del mismo, con todo tipo de armas como los presupuestos públicos o las leyes (armas que les proporcionamos nosotros). Las clientelas políticas se logran con “ilusiones” para unos, pero también con “realidades” materiales para otros. Miles de cargos, funciones, subvenciones, contrataciones, privilegios legales, etc. se ponen en marcha con cada campaña electoral y nosotros, los verdaderos dueños de esta empresa que se llama “Estado”, les sufragamos los gastos de la “ilusión financiera” que nos ofrecen y permitimos la acción coercitiva de los administradores cuando las maniobras de “seducción” no engañan.
De esta forma, cada resultado de campaña electoral crea un cambio de “ilusión” política que permite a la clase dominante (sea cual fuere), seguir manteniendo el “status” de siempre, apoyada por unos “ilusos” optimistas y criticada por los “ilusos” pesimistas del bando perdedor. Nadie parece advertir que unos y otros, como a finales de la 2ª G.M., se están repartiendo la tarta sin que el “soberano” real, esa otra ficción surgida de la Revolución Francesa, tenga otra cosa que migajas sobrantes, como esas palomas y gorriones que en las terrazas de las plazas públicas, esperan lo que arrojan los comensales para pelear por ellas. En todo caso “….la “ilusión” por la disolución de las viejas creencias y la formación de otras nuevas, no significa la destrucción total de la vieja urdimbre, sino que ésta, en su mayor parte, permanece intacta y puesta al servicio de los nuevos gobernantes y, tanto en el campo político, como en el financiero, encontramos un extraño juego de luces y sombras que ocultan la verdad” (Puviani). Es trabajo para los “ilusionistas” o “prestidigitadores”.
Juan,
Más allá de lo que dije en mi comentario al último post de Manuel, «¿Hasta donde llegar la politización del Estado?», el desafío inmediato que uno tiene cuando quiere explicar lo que pasa hoy día en política y gobierno es por qué la mentira y la hipocresía dominan totalmente el discurso y la acción de los políticos y sus cómplices, en particular sus cómplices intelectuales. La situación es tan grave que pienso que hace mucho que ha sido así y que ahora nos damos cuenta de lo que había estado ocurriendo.
Estas últimas semanas se han dado ejemplos clarísimos de la falsedad (mentira e hipocresía) de políticos y gobernantes en todo el mundo, lo que abruma pero nos ayudará a entender el problema. Hoy, lunes 3, me estoy centrando en lo que pasó ayer en Colombia porque es un ejemplo grotesco de esa falsedad (no le quepa duda que los cómplices intelectuales de los políticos en todo el mundo ya están diciendo mentiras a granel y mostrando toda su hipocresía –como muestra recién leo este post en Politikon
http://politikon.es/2016/10/03/gano-el-no-en-colombia-por-que-y-ahora-que/ ).
Por suerte, va quedando poca ilusión en la política. Llegó la hora de entender lo que la política y el gobierno en realidad han sido y son, y probablemente siempre lo sean.
Estimado EB: creo que la hipocresía y la mentira no son exclusivas del mundo de la política, sino que desgraciadamente se extienden a la mayor parte de la sociedad. Deberíamos pensar hasta qué punto no son más que la consecuencia de un mundo de apariencias hacia el exterior para esconder las miserias del interior. Muchas gracias por tu amable comentario. Un saludo.
Juan, por cierto que no son exclusivas del mundo de la política, pero su extensión en otras campos de interacción social es mucho más limitada. Aunque los medios masivos ponen énfasis en casos de mentiras e hipocresías para entretener a sus consumidores, lo normal es que la gente no mienta ni sea hipócrita. Si uno creyera lo contrario, entonces debe responder por qué no hemos vuelto a las cavernas. Como dije en comentario que no fue aprobado, la mentira y la hipocresía sistemáticas tienen dos consecuencias graves –la corrupción y la desconfianza– que hacen imposible la cooperación. Las versiones «románticas» de la política y el gobierno suponen una voluntad ilimitada de cooperación entre todos los miembros de la sociedad. Las versiones «realistas» ponen límites a esa voluntad porque reconocen la disposición sistemática a mentir y fingir de algunos miembros, en particular de aquellos que ambicionan el poder que un gobierno implica.
Tal es toda vuestra voluntad, ¡oh! mis “sabios”, como una voluntad de poder; aunque habléis del bien y del mal y de los valores.
Todo lo que vive obedece.
……………. A quien no sabe obedecerse a sí mismo se le manda. Tal es la naturaleza de lo vivo.
Friedrich Nietzsche
……………….otros impostores: son los vendedores de sueños, personajes que comercian con el miedo de los demás. En esta sociedad las gentes se sienten solas, desorientadas, ………………., confunden ilusiones con deseos mientras ……….
………. los vendedores de sueños siguen predicando soluciones de baratillo. ……………. . Son verdaderos impostores que sospechan que el hombre ……, y que …….., la razón, no puede dar respuestas a tantas interrogaciones pintadas en las caras de los espejos.
Eduardo Pérez de Carrera
Estimado Luis: gracias por tu comentario donde la frase de Nietzsche es contundente y precisa. Lo que pasa es que preferimos que nos manden. No hay más que ver el clamor mediático (que cala en la sociedad) de la «gravedad de la falta de gobierno».
Preferimos la comodidad a la responsabilidad y, sin responsabilidad, no podemos pretender la libertad. Un cordial saludo.
Felicitar a D. Juan Laguna por lo que me ha parecido una muy bella pieza retórica escrita desde su gran experiencia vital y su talante libre y humanista.
Por si fuera poco nos ilustra y abre horizontes a la rebeldía que el Creador puso en nosotros para que tuviésemos la fuerza de encontrar su rastro en todo lo que existe.
Es decir: No a la resignación.
Y si de la palabra democracia nos dice D. Dalmacio Negro que hay 650 definiciones (1) la respuesta no es la resignación sino exponer la manipulación y seguir buscando.
Buenos días
(1) La Ley de Hierro de la Oligarquía. Dalmacio Negro, 2015
Se está produciendo un fenómeno que los veteranos del medio conocen bien: la captura ideológica de la Blogosfera.
Es normal, lógico, debe esperarse y en todo caso debemos estar preparados para sobrevivirla.
Y no me refiero a esto ahora porque algunos blogs españoles afectos a la izquierda hayan recientemente instaurado o reforzado la censura de los comentarios a los artículos que publican.
Esto es normal y viene sucediendo desde siempre. La izquierda, en general, no tolera bien el pensamiento libre. La derecha, en muchas ocasiones, ni el pensamiento ha buscado. Iba sobrada.
Para empezar, es rarísimo encontrar Blogs Librepensadores. Espacios generales como Otras Políticas o Transición Estructural.net. o espacios más especializados con el talante abierto de Hay Derecho son una rareza y, en mi opinión, un Bien Público a defender, ayudar y preservar.
En la esfera internacional muchos y muy grandes medios ven los comentarios de los lectores con «preocupación». Son una anomalía los medios auténticamente abiertos y seguro que EB puede ayudar a ampliar la relación de éstos.
Por citar alguno de ellos traigo Project Syndicate. Buena apertura a la discrepancia argumentada.
En los medios de Prensa, en general, se propende a la restricción hacia lo banal, se censura a los lectores por censores muy ideologizados o simplemente de bajo nivel cultural y se limita el texto a pocos caracteres.
Una excepción me parece que es el N. York Times que a pesar de su tratamiento –en ocasiones partisano o chauvinista– de determinados temas importantes, permite que la discrepancia sea perfectamente visible entre los comentarios de sus lectores.
En España hay que decir que La Vanguardia es el casi único refugio de la «disidencia mayoritaria» en las cuatro provincias de la Tarraconensis Hispánica. El País cerró sus foros libres y hoy es marginal en la calidad de los comentarios de los lectores.
También en la Vanguardia está uno de los mejores periodistas de Europa: Rafael Poch en el blog «Diario de París» y antes en un memorable «Diario de Berlín». En El Confidencial viene el Blog del diplomático José Antonio Zorrilla –«Las tres cruces»– que aborda con calidad y de modo abierto muchos temas de geopolítica que nos conciernen directamente.
Pediría a EB que nos ilustre sobre este asunto cuando tenga un momento y, si es posible, que haga un repaso de la Blogosfera de Iberoamérica.
Si queremos tener Pensadores Libres, vamos a tener que mimar el Circuito.
Saludos
Apreciado Don Manuel
Le recuerdo un extenso comentario, me parece que era usted porque mi memoria no es una fuente fidedigna, donde comentaba la discusión que tuvo con determinado periodista ¿alemán? acerca de la censura en los medios, básicamente a los foreros..
Ello ocurrió antes de los tristes sucesos de las Navidades alemanas y los acosos a mujeres, pero supongo que venía a cuenta de hechos parecidos.
Y del cómo se había comenzado un cerrar el círculo, no por los comentarios mas o menos bocazas, si no por los bien argumentados, que en muchas ocasiones dejaban en evidencia tanto al autor del artículo cómo al de medio per se.
No recuerdo exactamente los detalles pero si que su post fue muy ilustrativo.
No se si sería pertinente que usted lo rescatara y nos lo volviera a exponer, por lo acertado de su post, por su gravedad y por cuando fue escrito.
un cordial saludo
Hola Manu, me habría gustado responder a su inquietud con ideas bien fundadas pero francamente no he prestado mayor atención al tema de la censura en los blogs. Mi experiencia con blogs es muy limitada para analizar qué está pasando, aunque sí se bien que en varios blogs españoles se me censuró y expulsó por cuestionar afirmaciones de los autores y presentar puntos de vista distintos. Pero a pesar de lo anterior los sigo leyendo porque me interesa saber qué dicen los que opinan distinto y en particular cómo justifican sus afirmaciones o negaciones, algo que me sirve para aclarar mis ideas.
Aunque muchos se asustan por las cosas que se dicen en internet, hoy el problema grave es el rebrote virulento de los intentos de la izquierda pseudo-liberal para acallar a quienes opinan distinto. Lo que está sucediendo en las universidades y en los espacios públicos de EEUU es grave y no se puede ignorar. El apoyo velado de Obama a esa izquierda y la perspectiva de que Hillary profundice en los intentos de crear “safe spaces” para que los gordos y los flacos, los lindos y los feos, los viejos y los jóvenes, etc., se sientan protegidos de quienes quieren ofenderlos con sus ideas extrañas han politizado a universidades y otros espacios públicos hasta extremos que nadie imaginó siquiera 10 años atrás. A pesar de esos intentos y de la manipulación grotesca del debate sobre la libertad de expresión en las universidades, no es menos cierto que fiel a una larga tradición, en EEUU sigue habiendo mayor protección de esa libertad que en todo el resto del mundo. Mis experiencias en universidades (Galicia y País Vasco) y varios blogs me dejan claro lo lejos que están los españoles de aceptar críticas en público a sus opiniones. Lo mismo vale para Argentina y especialmente para Chile. Precisamente la diferencia histórica con EEUU, me hace sospechar que en el resto del mundo no se valora bien lo que está ocurriendo en EEUU.
Hoy gracias a la tecnología tenemos los medios para reaccionar rápido a las falsedades de los políticos y sus cómplices. Hoy cuando leemos El País o cualquier otro medio masivo podemos chequear en internet —aunque todavía no tan fácilmente como deseamos— si las afirmaciones o negaciones se repiten en otros medios y en esa búsqueda darnos cuenta de las formas sutiles con que El País miente y engaña a sus lectores. Aunque mi reacción inmediata a esas falsedades es reírme porque nos toman por estúpidos, no puedo negar que me frustra no poder responder a tanta porquería. En todo caso, a los lectores que gustan reírse de quienes nos toman por estúpidos, les recomiendo leer los posts grotescos del blog Politkon porque imagino que su audiencia cautiva es pequeña y muy “auto-seleccionada” y por lo tanto el daño es casi cero (no es casualidad que desde poco tiempo atrás algunos editores de Politkon sean columnistas habituales de El País).