Empecé a leer sobre este tema hace 20 años y cuando decidí escribir este libro lo hice sin tener ninguna idea preconcebida. Solo espoleado por la cantidad de cabos sueltos y misterios que me había ido encontrando. Me pareció evidente que había que contar esta historia de otra manera, centrándose en lo que se sabía pero igualmente en lo que se ignoraba. Porque, a partir de ahí, podían surgir otras muchas hipótesis, diferentes de las que se vienen dando por ciertas.
No me interesa el debate entre creacionistas y darwinistas y creo, además, que está bloqueando el avance en este campo. No me convencen las posturas de unos y otros, pero tampoco tengo una explicación alternativa. Sí quiero señalar, sin embargo, que después de estudiar bastante a fondo esta cuestión, mi conclusión es que la ciencia está muy lejos de haber encontrado una respuesta a la pregunta de cómo hemos llegado hasta aquí y que la solución propuesta por Darwin se queda muy corta. Por eso, creo que hay que pedirles a los científicos que sigan buscando para que, en algún momento, lleguemos a una explicación realmente convincente.
Un ejemplo de cómo nos cuentan las cosas es esta noticia que publicó El País, el pasado 5 de marzo, cuyo título era: “Encontrado el humano más antiguo” y el subtítulo: “Un fósil hallado en Etiopía aclara el origen del género Homo hace 2,8 millones de años”. La noticia del periódico se basaba en un artículo publicado ese día en Science, por el descubridor del fósil junto con otros científicos. El fósil en cuestión consistía en media mandíbula con cinco dientes. La pregunta, por tanto, es obvia: ¿Cómo se puede saber a partir de esos restos que se trataba de un humano? ¿Solo porque su mandíbula y sus dientes son parecidos a los nuestros? ¿Será, acaso, que son los dientes y la mandíbula, al margen de como sea el resto, lo que nos define inequívocamente como humanos? Obviamente, no. En general, cuando leemos noticias sobre el hallazgo de restos humanos de algún antepasado remoto, uno podría pensar, en plan cartesiano, que:
- Se sabe con todo el rigor científico cuáles son las características clave que nos definen a los seres humanos.
- Por tanto, también se sabe qué características son las que definen a nuestros antepasados para ser considerados como humanos.
- Esas características dejan restos identificables.
- Y cuando nos dicen que se han encontrado restos de los primeros humanos es porque estos restos mostraban esas características clave.
Sin embargo, nada de esto es cierto. Estamos a años luz de esta situación. Dada la oscuridad reinante en este campo, los paleoantropólogos han tenido que recurrir al pragmatismo y seguir el camino inverso: han construido una definición del ser humano a partir de los restos que van encontrando. Pero eso no significa que estén en lo cierto. Su definición se basa en que concurran principalmente estos tres rasgos:
- Movimiento bípedo.
- Un cráneo parecido al nuestro y con un tamaño mayor de 600 centímetros cúbicos (el nuestro tiene en promedio 1400).
- Capacidad de fabricar herramientas de piedra, aunque sean toscas.
El problema es que, analizados con detenimiento, ninguno de estos tres rasgos sirve para lo que buscamos. El bipedismo lo compartimos con los australopitecos, nuestros antecesores no humanos. Seguramente la fabricación de herramientas también y, en cualquier caso, hay animales (como los castores y las termitas) que son “ingenieros” más sofisticados. Y todavía no se ha demostrado que el tamaño del cráneo tenga algo que ver con la inteligencia. El caso es que destacados paleoantropólogos reconocen que cuando hablamos del Homo sapiens, de nosotros, en realidad no sabemos de qué estamos hablando. Así, por ejemplo, Donald Johanson, uno de los descubridores de Lucy y del Australopithecus afarensis, decía:
“(…) ¿Hasta qué punto podía ser pequeño el cerebro de un homínido y aspirar todavía a la calificación de humano? En definitiva, ¿cómo se definía a un humano? Puede parecer ridículo que la ciencia se haya pasado más de un siglo hablando de humanos, prehumanos y protohumanos sin llegar a definir qué era un ser humano. Ridículo o no, esta era la situación. Todavía hoy no disponemos de una definición aceptada de hombre, de un conjunto claro de especificaciones que permitan a cualquier antropólogo del mundo decir claramente y de modo seguro: Esto es humano, esto otro no lo es (…)”
Dado que no tenemos ese conjunto claro de especificaciones, al menos intuitivamente, ¿qué es lo que nos hace sentirnos realmente humanos y diferentes al resto de los animales? Seguramente la gran mayoría apuntaríamos a nuestras facultades cognitivas (inteligencia, creatividad, memoria, habla, autoconsciencia, etc.) como los rasgos principales de la humanidad y que solemos asociar a nuestra mente o consciencia. Pero si acudimos a los neurocientíficos, nos encontramos con que tampoco está nada claro qué es la consciencia, ni cómo o en dónde se produce. Otro tanto puede decirse de la inteligencia, de la creatividad o de la conciencia del YO (de la propia identidad). Obviamente, tampoco se sabe cómo y cuándo se originaron en nuestro proceso evolutivo la consciencia o la inteligencia típicamente humanas, ni se sabe cómo se distinguirían de las de nuestros antepasados no humanos. Ni qué relación tienen, si es que tienen alguna, con los huesos fósiles que se van encontrando.
El enigma del Homo sapiens, al que alude el título de este libro, no se refiere solo a esto. Hay muchos otros aspectos también fundamentales que plantean muchas incógnitas. Por ejemplo, ¿en qué nos basamos para decir que el género humano evolucionó a partir de un mono que vivió hace unos 7 millones de años y que este mono fue un antepasado que compartimos con los actuales chimpancés? Conste que a mí me da igual descender de un mono que de una bacteria, porque creo que la gran pregunta no es de dónde hemos partido sino qué es lo que ha venido impulsando nuestra evolución. Pero, insisto: ¿cómo se sabe que descendemos de ese mono?
Si buscamos en nuestros antecedentes, nos encontramos que entre hace 5 y 14 millones de años casi no hay fósiles. Y de los poquísimos que se han encontrado se ignora si tienen alguna relación con nuestros antepasados o no tienen ninguna. En cuanto a los antepasados de los chimpancés, no se conocen fósiles con más de unas decenas de miles de años de antigüedad. Por tanto, si no hay restos fósiles de los antepasados del chimpancé y tenemos poquísimos de los nuestros (y, para colmo, ni siquiera sabemos si realmente eran de nuestros antepasados), ¿en qué pruebas fósiles se basan para decir que tuvimos ese antepasado común con los chimpancés que, además, vivió hace 7 millones de años?
El dato que más se utiliza para destacar nuestro estrecho parentesco evolutivo con los chimpancés es que, al comparar nuestras respectivas secuencias genéticas, se ve que compartimos el 99%. Sin embargo, recientemente (2013) Francisco J. Ayala, profesor de Biología Evolutiva en la Universidad de California y galardonado en 2001 con la Medalla Nacional de las Ciencias de Estados Unidos, y Camilo J. Cela Conde, profesor de Antropología en la Universidad de las Islas Baleares, reconocían que, al comparar los cromosomas 21 y 22 de humanos y chimpancés, se veía que, pese a que las diferencias en los genomas eran mínimas, el 80% de las proteínas que se fabricaban siguiendo sus instrucciones eran diferentes. Es decir, que con esos mismos ladrillos genéticos, sus respectivas estructuras biológicas (ARN, mecanismos reguladores, etc.) producen resultados completamente distintos.
Para establecer la fecha en que vivió el antepasado común, los genetistas han venido usando el llamado reloj molecular, un método basado en dos premisas. Una, que desde el momento en que dos especies se separan de su especie madre se empiezan a acumular mutaciones distintas en sus respectivos genomas. Y dos, que en cada una de las dos especies esas mutaciones se producen a un ritmo constante. Pues bien, al margen de lo contradictorio que resulta suponer que esas mutaciones se producen por azar y que, sin embargo, lo hacen con la regularidad de un reloj (el azar, por definición, no actúa de forma regular), cada vez se van encontrando más evidencias de que existen diversos ritmos de mutación en el ADN. De hecho, este método es objeto de muchas críticas en la actualidad. De todos modos, lo más paradójico es que este reloj molecular no puede dar fechas absolutas y, por tanto, por sí mismo no sirve para saber cuándo vivió el antepasado común que supuestamente compartimos con los chimpancés. Para fijar esas fechas, este método necesita ser calibrado por medio de… ¡algún fósil! Pero uno que sea fiable; es decir, un fósil del que estemos seguros que ha pertenecido a uno de sus antepasados y que además esté bien datado. Y cuando no hay fósiles fiables, ¿qué? Pues esa es la situación en la que nos encontramos y, por tanto, lo menos que podemos decir es que apenas existe fundamento para afirmar, como se hace, que compartimos un antepasado común con los chimpancés que, para más señas, vivió hace unos 7 millones de años.
Así, podríamos seguir poniendo ejemplos porque hay un montón. En realidad, yo no he pretendido sacarles los colores a los científicos que investigan en este campo, porque me he apoyado en gran medida en lo que ellos mismos cuentan y, por tanto, creo que son perfectamente conscientes de lo que señalo en este libro. Lo que sucede, sin embargo, es que a la sociedad, a esa inmensa masa de ciudadanos que no somos expertos en estos temas (como en tantos otros), se nos cuentan las cosas como si se tratasen de auténticas certezas, cuando en absoluto es así. No sé si eso se debe a los propios científicos, que necesitan disimular la dimensión real de su/nuestra ignorancia; si se debe a los periodistas y maestros de escuela, que creen que sus destinatarios consumen mejor estas cosas si se simplifican y adornan con certidumbre y rotundidad; o si se debe a los propios ciudadanos, que necesitamos rodearnos de referentes claros y firmes para sentirnos más confortables. En cualquier caso, lo que es evidente es que una sociedad solo madura, y avanza en su conocimiento, si reconoce sus ignorancias y no se hace trampas en el solitario respecto a lo que de verdad sabe. Yo espero que este libro contribuya a ello, en alguna medida.
Interesante sinopsis de un libro interesante. Ayer, viendo una obra de Teatro muy interesante, valga la redundancia, La Mirada de Eros, una portentosa vision de los escritos de Nabokov. El actor principal menciona, brevemente, su desinteres por las nimiedades polticas. Me hace pensar en esa actitud de rebaño que tenemos los hombres para referenciarnos. Siempre pensamos en nuestro origen como «especie». Y que es una «especie»?.
Los hombres somos una especie?. Si, tenemos caracteristicas comunes, una mandibula con dientes, como dice Bautista y eso nos asemeja o nos diferencia de un chimpance, de un gorila?.
Yo recuerdo, leyendo el libro de Bautista, que encontre en una libreria, hace unos dias, Cuando leia el ultimo capitulo, pense en un verso de Machado: «el que habla solo, espera un dia hablar con Dios».
Esa actitud individual que nos une a los otros a traves del «libre albedrio», del Amor, del eros, del silencio. Nos hace especie u hombres?
Sobre el mismo tema, pero desde la filosofía, ver el libro «Darwinland» en internet. Manuel Bautista Pérez es, evidentemente un creacionista cristiano, se nota en su énfasis en el tema de la conciencia, que es típica en los creacionistas, pero pone al descubierto que las explicaciones que dan los darwinistas sobre el origen del hombre y de la vida son muy primarias e infantiles y el autor Manuela Bautista además abre la puerta a que se descubran más causas en el futuro.
Hola a todos.
Yo también he buscado Don Manuel ( incluyendo su libro que tengo aquí al lado), pero como no soy científico mis métodos han sido digamos algo rocambolescos. Aún así, he seguido máximas sobre el método científico y la creación de nuevas leyes como las sugeridas por Rychard Feynman en el siguiente vídeo: http://youtu.be/3m-j1xs2mS0
Pero no sé cómo explicarles. No sé por dónde comenzar y tampoco como sintetizarlo.
Por lo tanto y visto lo visto, he decidido crear tres puntos clave sobre lo que me gustaría decirles, además de añadir la forma o fórmula por la que llegué a todo esto.
1.- En base a las energías electromagnéticas que surgen y circundan nuestro planeta se deduce que la correcta y adecuada posición de éste debe ser con el actual y conocido como polo sur en la parte superior y el actual y conocido como polo norte en la parte inferior.
2.- Una vez dada la correcta posición de nuestro planeta resulta fácil concebir e imaginar el crecimiento y desarrollo de una hipotética semilla en su interior.
Su concatenado proceso de crecimiento, así como la figurativa interacción con los distintos elementos que contribuyen en su desarrollo, dan como resultado una imagen representativa de las distintas facetas que la vida tiene en nuestro planeta. Siendo que el resultado final se corresponde con el arquetipo de imagen que tenemos de nuestro cráneo.
3.- Que dadas estas dos verdades irrefutables, se deduce una tercera, y esta es que estamos hechos a imagen y semejanza de lo que nos ha creado.
Debo añadir que he llegado a estas evidencias además de con voluntad, constancia y no pocas penas, reflexiones y razonamientos, a través de la Fe, la Esperanza y la Caridad.
Fe por creer aún en una simple lágrima y creer en lo que nuestros antepasados dejaron escrito. Esperanza por no detenerme en el buscar aún soportando la incomprensión de muchos y Caridad por el querer darlo a todos.
Sé que todo esto les parecerá realmente extraño, pero no se me ocurre en este momento explicarlo de mejor o más breve forma.
Debo decirle además Don Manuel, que uno de sus artículos anteriores y relacionado con éste que usted escribe ahora ( el titulado: ¿Está la ciencia libre de contaminaciones ideológicas? http://www.otraspoliticas.com/politica/¿esta-la-ciencia-libre-de-contaminaciones-ideologicas), fue uno de los grandes alicientes para que comenzara a escribir aquí. Yo simplemente tenía o había encontrado respuestas a algunas de sus preguntas.
Un saludo a todos.
Joder, que de verdad, me parece estupenda la masturbación tanto física como intelectual, pero lo que me irrita sobremanera es que escupan así a pelo, sin goma ni nada, sus efluvios al personal que no tiene la culpa de los carajales que pretendan montarse para creerse el ombligo de la creación.
Y ya lo que me parece patético es que utilicen para ello la tecnología creada gracias a la ciencia de la que tanto dudan en lugar de usar las herramientas que proporciona Dios, que se reduce a cualquiera de los libros sagrados llenos de porquería que escribieron los alucinados de la antigüedad.
Saludos
Leed «Una breve historia de casi todo» de Bill Bryson, y «Sapiens» de Yuval Noah Harari…
Yo todavía no he leído el libro de Manuel, por tanto mis consideraciones son provisionales y derivan de lo que acabo de leer en este artículo. Durante años me ha interesado, como al autor, el problema de la evolución humana, pero mis lecturas me conducen a conclusiones bastante diferentes. A mi, por ejemplo, me parece muy atrevido afirmar que: «apenas existe fundamento para afirmar, como se hace, que compartimos un antepasado común con los chimpancés…(final del penúltimo párrafo)». Hagamos un experimento sencillo, pongamos en un buscador de libros «evolutionary genetics» o «evolutionary biology» y veamos que se ha publicado. Yo no he leído más que un par de libros al respecto y estoy convencido de que las evidencias a favor del antepasado común son muchas y muy fuertes, están en los genes y van a seguir ahí. Enfín, casi me basta con comprender el origen del cromosoma 2 humano y los detalles de sus secuencias para saber que compartimos ese antepasado común, pero hay muchos más datos enterrados en nuestro genoma. Lo que ignoramos nos empuja siempre hacia nuestros prejuicios o creencias. Espero que no sea el caso
No puedo estar más de acuerdo con Lucas Montes. Hay evidencias más que suficientes para asegurar nuestro parentesco con los primates y con los mamíferos. Por supuesto existen muchas lagunas en el registro fósil y eso implica que se va retocando el conocimiento según disponemos de más datos pero hay algunas cosas que no se pueden poner en duda solo por conveniencia. La s dataciones moleculares son aproximaciones pero suelen acompañarse de otro tipo de dataciones y en cualquier caso el que nuestro último pariente común con los chimpancés se date en 7 millones de años o antes o después no implica que el parentesco no exista. Estoy de acuerdo en que muchas veces en los medios de comunicación se dan como certezas absolutas cosas que están siendo investigadas. Pero es que en ciencia casi nunca se cierra definitivamente nada (lo que no significa que no sepamos nada sino que vamos acercándonos poco a poco con avances y retrocesos a la realidad). Veremos que nos cuenta el próximo fósil que se descubra.
Hola Sr. Montes.
Usted dice: «Lo que ignoramos nos empuja siempre hacia nuestros prejuicios o creencias.»
Yo quisiera decirle que ya mantuve un debate parecido a éste en referencia a la veracidad de ciertas afirmaciones.
¿Donde está la verdad? o ¿Por qué debemos suponer que alguien dice verdad y otros mienten?
¿Acaso no parece que todos buscamos la verdad y que eso se percibe en las intenciones de quien la busca?
¿Por qué debemos suponer que los textos actuales son verdaderos y los textos antiguos son falsos?
¿No parece que todos ellos buscan la verdad y todos ellos encierran mensaje suficientemente importante?
¿Acaso no parece que todos ellos hablan de cosas que atañen al total de la población?
Simplemente, ¿Por qué desestimar la validez o veracidad de lo que nuestros «padres» dejaron escrito?
A través de la ciencia se establece que todos nosotros venimos de un pequeño grupo de semejantes y que éstos se fueron expandiendo sobre la faz de la tierra hasta poblarla en la actualidad. Podemos afirmar que nosotros somos los hijos, de los hijos, de los hijos, unos cuantos más, de aquellos cuyos restos ahora encontramos.
Es decir, nosotros somos la descendencia de aquellos y a aquellos se les puede considerar como «padres nuestros».
¿Por qué pensar que aquellos que fueron nuestros padres tuvieron hijos que luego escribieron cosas para sus otros hijos con el afán de engañarles?
¿Acaso no es eso un prejuicio que desestima la veracidad de aquellos que fueron descendencia de nuestros padres?
¿Por qué considerarlo creencia y no hecho?
¿Acaso no es ese otro prejuicio que intenta invalidar la voluntad de muchas generaciones y personas?
¿Acaso según dicta la ciencia, no son todos esos partes generacionales de hermanos y hermanas comunes? ¿De primos y primas o, en definitiva, distintos familiares nuestros?
A mi, sinceramente, me parece un «prejuicio» el desestimar la veracidad e intenciones de familiares nuestros por creer que sus pensamientos y mensajes tratan simplemente de una «creencia» y no de un hecho.
Sé que el autor del artículo y del libro es también reacio a éste tipo de argumento pues durante siglos ha creado no pocas controversias, pero como él mismo dice: «En cualquier caso, lo que es evidente es que una sociedad solo madura, y avanza en su conocimiento, si reconoce sus ignorancias y no se hace trampas en el solitario respecto a lo que de verdad sabe.»
Lo que de verdad sabemos es que todos nosotros parece que procedemos de unos pocos, y que a mitad de camino entre aquellos y nosotros, hubieron unos que escribieron cosas igual que nosotros hacemos, y guardaron a buen recaudo sus escritos generación tras generación pues pensaron, creyeron y tuvieron la voluntad de hacerlo con el afán de que tales palabras no se perdieran.
Sería pues honesto no perder jamás aquellas voluntades de nuestros familiares, no por que sean creencias banales, si no porque en verdad pueden ser cruciales.
Con ese afán, reitero, me dediqué a buscar, y siento haber dejado sin decir en mi anterior comentario que aquello lo encontré cuando la realidad quizás sería que me fue dado a conocer. Tan poco o tan mucho somos cada uno de nosotros que nacemos y vivimos como hormigas en busca de un afán común. Unos simplemente viven de forma alocada y otros piensan concienzudamente sobre las cosas, pero cualquiera de esas dos sentencias son temporales, pues al poco y por diversos motivos el loco se convierte en cuerdo y el cuerdo en loco y además, la siguiente generación, actúa de igual modo o similar.
Por todo esto y más les invito de nuevo a prestar atención a mis primeras palabras en mi anterior comentario y tengan a bien en ellas el buscar razonamiento, pues además son constatables, reproducibles o experimentables hasta por un niño que con su dedo lo dibujara en la orilla del mar. Tan fácil el experimento resulta ser.
Pensé o siempre creí, en el buscando, que nada que atañase de semejante forma a la trascendencia de la humanidad podría ser complicada, y así resultó ser.
Por otro lado, parece que algunas palabras hacen temblar a la adoctrinada y aséptica ciencia en su búsqueda por no querer entremezclarse con ciertos conceptos que parecen más destinadas a «creencias», como así les llaman, que a evidencias.
Miren, podríamos decir, que muchos científicos han seguido la forma o fórmula a la que hacía referencia anteriormente pues, por ejemplo, un tal Thomas Alva Edison, actuó para conseguir iluminar al mundo con «Fe» en su posterior descubrimiento, «Esperanza» en llegar a conseguirlo aún después de tantas pruebas fallidas y «Caridad» pues su descubrimiento nunca fue pagado con la suficiente remuneración visto en cómo el futuro y nuestro presente es.
Así médicos, investigadores, conquistadores y todo tipo de personas que bajo esa misma fórmula actuaron. Ustedes mismos pueden aplicarla a cada uno de ellos muy fácilmente.
Así mismo me gustaría añadir que, cuando el autor se pregunta en su último párrafo acerca de cuál es el motivo por el que científicos e investigadores «… nos cuentan las cosas como si se tratasen de auténticas certezas, cuando en absoluto es así.», creo que esto encierra una voluntad de alejarse de premisas a los que yo aludo sin pudor ninguno y que no buscan, en su profundidad como tendencia argumental, otra cosa que el establecer «certezas» que puedan unificar al pensamiento global de la humanidad, siendo que no lo consiguen precisamente por un «prejuicio» de los muchos perjuicios generados, y para evitar el «creer» en lo que aquellos, que a mitad de camino entre aquellos primeros y nosotros, dejaron constancia de cosas relacionadas con todo esto.
Nadie entre nosotros dice todo verdad o todo mentira. O al menos, así parece ser. Más bien parece que intentamos una cosa u otra y que incluso aplicando la mejor de las voluntades, erramos en nuestras intenciones muchas veces y sin tan siquiera pretenderlo. Es así que la lengua, nuestro modo de comunicación, posee tantas variables, tantas lindezas ornamentales, tantos y tantos vericuetos ornamentales, que quizás queriendo decir una cosa se dice otra y que toda traducción además está sujeta a un nuevo proceso de cambio y trasformación con lo que cualquier palabra puede convertirse en su contrario sin tan siquiera intentarlo.
Saludos a todos.
Estimado Lucas,
Yo no he hecho ese experimento que señalas, pero estoy convencido de que la inmensa mayoría de los artículos científicos publicados insistirían en la existencia de un «parentesco» evolutivo muy estrecho entre los humanos y los chimpancés, y la existencia de ese antepasado común. Es más, me extrañaría mucho que hubiera algún artículo que lo cuestionara. La cuestión es si esa unanimidad es fruto de que las evidencias son tan abrumadoras como para que todo el mundo científico esté plenamente convencido. O si no hay tanta unanimidad pero quienes piensan otra cosa prefieren guardar un prudente silencio.
De todos modos, Lucas, si tienes tiempo y ganas, yo te invitaría a que recopiles las evidencias que se exponen en la literatura científica y valores hasta qué punto constituyen pruebas irrefutables de lo que estamos hablando.
Es evidente que cuando un 99% de las secuencias del ADN coinciden, es que en «algo» tenemos un elevadísimo nivel de coincidencia. Pero ¿cuál es la importancia de ese «algo»? Como digo en el artículo, si fruto de la acción de los mecanismos reguladores o del ARNm (o de lo que aún no hayamos descubierto), ese 99% de ADN coincidente se traduce en solo un 20% coincidente cuando llegamos a las proteinas, es obvio que hay otras muchas cosas (y muy decisivas) en nuestras respectivas «maquinarias» biológicas, que nos diferencias sustancialmente.
Pero de esto se habla mucho menos.
De todos modos, dejemos a un lado los genes y vayamos a lo que nos hace más visiblemente distintos: la inteligencia, el pensamiento reflexivo, la creatividad, el habla, etc. No hay el más mínimo indicio de cómo han surgido estas capacidades a lo largo de nuestra evolución. Desde luego, en ellas nos diferenciamos enormemente de nuestros «primos» chimpancés. ¿En qué se basa, entonces, la idea de que estas capacidades han surgido por evolución a partir de un mono que fue el antepasado común que compartimos con los chimpancés? Después de buscar unos cuantos años, mi respuesta es clara: ¡en nada! Y podríamos poner muchos más ejemplos.
De todos modos, Lucas, si el tema te interesa, yo estaría encantado de organizarnos un encuentro y charlar sobre estos temas.
Un cordial saludo
Manuel Bautista,ha sido un placer leer un par de articulos suyos el dia de hoy, apenas he sabido de usted y me gustaria saber si hay alguna posibilidad que yo publicara alguna nota suya,respetando su autoria desde ya, en una nueva pagina web cultural que dirijo (stalker21.com) quizas en la categoria «Punto de vista» y/o Filosofia y Letras. Por supuesto lo que he leido hoy lo compartire en facebook…Un afectuoso saludo desde Los Angeles, CA!
Estimados Lucas y Santiago.
El autor del libro refiere veinte años de trabajo sobre el tema.
En ese tiempo, ha habido búsqueda, contraste, reflexión …, entiendo, y la lectura de más de «un par de libros», al respecto, y la documentación en más fuentes que las de «buscadores de Internet. Ahí está el libro si se quiere verificar lo que indica en su sinopsis.
Me da la sensación de que lo que sí es atrevido, y sin embargo muy común en nuestro tiempo, es afirmar que «conocemos» a partir de datos divulgativos, pues hay que tener en cuenta que, cuando buscamos información en los buscadores, tenemos que ser conscientes de que esos datos también tienen sus fuentes, que, esas fuentes, como se apuntaba en otro artículo del blog, tienen sus filtros, pues si no, sería del todo ineficaz la aplicación, ya que de algún modo hay que resumir y simplificar para poder divulgar en un espacio que no es infinito.
También hay que tener en cuenta, que en esos contextos, y si no tampoco sería funcional, se exponen los datos, no las controversias, los debates, o aquéllos trabajos que por su complejidad, solo podrían ser entendidos en su lenguaje dentro de los circuitos especializados.
Por otro lado, igualmente, me sorprende la afirmación de que casi se entiende el funcionamiento del cromosoma humano ….a no ser que se sea un experimentado científico, de autoridad y trabajo reconocidos…y en ese caso, creo que lo que suelen exponer son métodos de trabajo, y conclusiones a las que se llega, pero la confirmación de que se conoce por fin cómo funciona algún aspecto de la Naturaleza…me da la sensación de que eso ningún científico lo hace de manera absoluta ni categórica…en ningún campo.
Los niños pequeños, cuando empiezan a aprender algo, enseguida dicen que ya lo saben hacer, y no suelen esperar a que el adulto les termine de enseñar (es un ejemplo simple, me refiero a algún tipo de habilidad), y lo digo, porque mantenemos esa actitud infantil ante muchos aspectos de la vida, y el mundo de la ciencia es uno de ellos.
Los libros divulgativos están bien, pero siempre que tengamos en cuenta lo que significan: facilitar la comprensión de aquéllas cosas, en ciencia, arte, historia,….cuando no existe una formación específica para ello.
La divulgación, más que para hacernos creer que sabemos lo que ni siquiera entendemos, está, o debería estar, para animarnos a adquirir formación, o a buscar, o, al menos, a darnos cuenta de todo lo que desconocemos.
Información no es formación. Pero admito que en esa confusión, estamos muchos.
Queridos Manuel, amigos y participantes de este foro en el que intervengo algo menos de lo que quisiera,
Estoy encantado sobre todo con el tono de estas discusiones que siempre tratan de ser constructivas y casi nunca dogmáticas. Por supuesto que me gustaría tener un encuentro o una charla con Manuel acerca de este u otros temas. Yo me dedico a la docencia de la Anatomía Humana (es decir, mi oficio y mi pasión es comprender nuestro cuerpo, que es parte esencial de lo que somos). Mis credenciales, 33 años de docente universitario, en muchos de los cuales traté de acercarme al origen y evolución de nuestro cuerpo -lo que incluye, claro está, nuestro cerebro-. Estoy seguro de que avanzamos con rapidez hacia la comprensión de por qué somos tan próximos a otros primates como chimpancés y bonobos y, al tiempo, somos tan diferentes.
Quizás lo más enriquecedor es que aportemos datos y visiones que vienen de campos distintos, que a los que venimos de la biología y tendemos al reduccionismo, se nos recuerde que hay otras miradas más globalizadoras, que el todo es siempre más que la suma de las partes. Al tiempo, a los que aportan desde otros campos quisiera recordarles que la ciencia no es más que una forma de saber que tiene controles estrictos, que no duda en criticarse y corregirse, que debe ser humilde pues tal vez no llegue en cada momento más que a ofrecer verdades provisionales, pero que son ellas las que han traído a la civilización hasta aquí para bien y para mal (me refiero al aumento de la esperanza de vida y a la tecnología occidentales).
La genética nos dice que las cosas son mucho más complejas de lo que pensábamos, que la información no solo va del ADN a las proteínas, sino en sentido contrario; que el medio, el aprendizaje y la experiencia influyen en la herencia que se transmite. También nos aclara que con los mismos genes la naturaleza puede construir un ratón o un humano, que se pueden realizar grandes modificaciones en los cuerpos con leves retoques genéticos. La primatología nos informa de que los chimpancés desarrollan unas relaciones sociales complejas (una política), que sus afectos son como los nuestros, que son creativos y compasivos, que tienen su lenguaje. El empeño por comprender es formidable y la empresa la más noble, la que ya se reflejaba en el templo de Apolo: Conócete a tí mismo. Saludos
Voy leyendo lentamente porque tengo bastante lío y no me queda mucho tiempo pero me están sorprendiendo dos cosas: la capacidad docente de Manuel Bautista –a base de hacerse preguntas en voz alta que es un método sólido– y la cantidad de cabos sueltos que tienen nuestras doctrinas ortodoxas.
Enhorabuena y gracias por el esfuerzo.
En linea con los planteamientos del autor, puede que la evolución de las especies parezca una solución intelectualmente aceptable desde la capacidad de consciencia de realidad en la que aún estamos socialmente instalados; pero puede también que en la medida en que esta capacidad crezca logremos emanciparnos de la concepción del tiempo secuencial, y entonces el problema de la evolución quizás adquirirá un sentido diferente.
Gracias.
Es interesante que hable sobre el factor tiempo, o así lo entiendo cuando habla sobre la «concepción del tiempo secuencial».
Supongamos por un momento que en los albores de la formación de nuestro planeta y nuestro Sistema Solar los movimientos traslacionales y rotatorios tuvieran una cadencia mucho mayor con respecto a nuestra actual concepción temporal.
Es decir, por ejemplo, que simplemente un año en aquel tiempo en el que el planeta comenzó a desarrollar a los primeros seres en su interior, tuviera una duración de un día actual. Y que así mismo las distancias entre planetas fueran otras así como la eficacia Solar fuera también proporcional a su cercano nacimiento, por ejemplo, emitiendo menor energía que la actual.
Todo parece indicar que la secuencia de formación de las estrellas sigue una concatenación de procesos en la que van incrementando la energía que emanan. Siendo así, parecería posible que las distancias entre planetas podrían ser menores al principio y que sus particulares velocidades podrían ser muy diferentes a las de ahora.
¿Qué ocurriría si esto hubiera sido así?
Bueno, quizás si el Sol radiaba menos calor y la distancia de la Tierra con éste era menor, la zona de habitabilidad de nuestro planeta seguiría siendo la correcta para la formación de vida en su interior con respecto a nuestro Sol, pero simplemente más cercana. Si a esto sumamos que los movimientos traslacionales y rotacionales de nuestro planeta fueran mucho mayores que en la actualidad, resultaría que los seres nacidos aquí por aquel entonces podrían estar sujetos a diferentes magnitudes gravitacionales por una especie de añadido efecto centrífugo, generando así seres de proporciones parecidas a los conocidos dinosaurios con cuellos larguísimos o espinas dorsales que parece que surgen en forma de pétalos secuenciales desde su espalda.
Todas esas diferentes magnitudes podrían incidir, sin duda, en que la vida se desarrollara de diferente forma a la actual.
Si aplicamos ésto al proceso evolutivo del cráneo de las diferentes especies podremos entender cómo unos parecen más alargados como sujetos a fuerzas de velocidad mayores y gravitatorias menores al existir una mayor fuerza centrífuga por la velocidad de giro y unos cuerpos mayormente desarrollados por la menor gravedad y mayor facilidad de expansión de la vida. Sólo hace falta mirar a los árboles más antiguos del planeta.
Si durante la formación de nuestro Sistema Solar, estas variaciones con respecto a las distintas distancias, velocidades y fuerzas gravitatorias hubieran variado, habría podido generar en los distintos periodos distintas oportunidades para el desarrollo de unos u otros seres, siendo que algún brusco cambio de dichos parámetros desencadenara extinciones masivas o florecimientos inexplicables de especies y vida debido a la mayor o menor idoneidad de las condiciones ambientales terrestres.
Es así que al mirar imágenes de la supuesta evolución humana desde los primates, éstos últimos tienen unas pronunciadas mandíbulas mientras que nosotros tenemos un cráneo mucho más redondeado.
Estas variaciones no tienen por qué ser notadas durante nuestra vida, pues la lentitud proporcional de todos estos movimientos, fuerzas y magnitudes podríamos decir que actúan, y por poner un fácil ejemplo, a modo de brisa en muchos casos.
Si a todo esto añadimos el efecto pángea y su posterior deriva continental, tenemos un puzle desmenuzado de cómo a podido ir todo.
Saludos.
Siempre, no ya en comentarios que puedan leerse aquí en referencia al artículo y al libro del autor sino en general, en retazos de conversaciones escuchadas al azar, de aquí y de allá, he tenido la sensación de que gran cantidad de personas rechazan, de plano y sin querer atender a razones – ¿por miedo, tal vez, de encontrar en ellas argumentos que puedan hacer tambalear sus convicciones o, peor aún, afianzar sus temores? – la posibilidad de que la Historia en general y la de nuestra especie en particular no sean como nos la han contado.
¿Por qué se sentirá tanta aversión a la posibilidad de que no estemos teniendo unos antecesores de los que poder decir “mira, yo estoy mejor terminado, pero ese tipo es parecido a mí”?
¿Será algo que tenga que ver con un algo de espíritu competitivo; con la necesidad de que existieran otros menos evolucionados con qué compararse para salir ganando?
No sé, pero eso que de forma coloquial se ha llamado siempre “descender del mono” es lo más cómodo y lo que menos responsabilidad implica.
Hasta tal punto que estaría de verdad encantada de creérmelo.
Alguna vez he citado a Simon Festinger y viene a cuento a tenor de algo de lo que comenta Alicia.
Festinger, financiado por una prestigiosa fundación USA –dato nada irrelevante como se lee en el prólogo de la obra–, estudió en los años 50 la disonancia cognoscitiva y en 1957 publicó «Teoría de la Disonancia Cognitiva».
En España hay, milagrosamente traducción de los años 70 gracias al Centro de Estudios Políticos y, hoy, Constitucionales.
Trata de la voluntad fundamentalmente instintiva de ignorar aquello que creemos que nos va a disgustar. El no querer saber.
En el caso del libro de Manuel Bautista, además, se le puede vaticinar que se tratará de silenciar y desprestigiar.
Es muy fuerte decir que el sistema de Poder occidental ha tenido especial interés en que el Darwinismo cobrase valor de Dogma Científico aunque careciese de bastantes de los atributos que se esperarían de la Ciencia.
Pero es que a ninguno puede sorprendernos esto. Es lo normal como vamos descubriendo en muchísimos detalles cotidianos. La compra Turca del Petróleo del ISIS-Daesh, por ejemplo. Sin que ni OTAN ni los USA quisieran saber oficialmente lo que todo el mundo sabe.
Gran libro. Compren más de uno aunque solo sea por tener algo que será proscrito.
Saludos
En estos dias leia, por azar, asuntos relativos a los dialogos entre civilizaciones. El asunto Darwin ha conllevado debates, interesantes, a nivel ideologico.
Entendiendo el trabajo de Bautista, en este libro, la perspectiva de la duda es siempre el comienzo de alternativas.
En concreto releia los «reproches» de Hanz Kung, teologo progresista, a Benedicto XVI. Habia reproches, digamos, interesantes ,sobre el manejo de la Iglesia Catolica. Pero, en el asunto de la «evolucion» de las «especies», Kung defendia a Darwin, como una alternativa progresista, frente a Benedicto XVI, que digamos, defendia, de alguna manera el «Creacionismo».
Se puede uno preguntar por que?. Recuerdo a Theilhard de Chardin, que de alguna manera, «escrutaba» la teoria cientifica basada en Darwin. Digamos que esto es muy complejo, pero se respiraba en el ambiente a Darwin como algo progresista. En el caso de De Chardin, como jesuita paleontologo, tuvo una consideracion y se hablaba de la «ortogenesis», una fuerza intrinsica transformadora, lentamente, de la esencia.
De Chardin hablaba de la busqueda del «Punto Omega», como punto mas alto de la evolucion de la consciencia. Que se ha interpretado como el paso de la Biosfera, espacio donde se desarrolla la vida, a la Noosfera, a traves de la cognicion humana.
Claro, que todo esto que comento, es desde una base mia, de muy poca sapiencia. Pero lo pongo, como comentario, sobre como se ha interpretado el evolucionismo como algo progresista y el creacionismo como algo conservador
En referencia a la “Teoría de la Disonancia Cognitiva” que desconocía, diré que la tortuga tiene, a mi modo de ver, dos opciones: O permanecer en el interior de su caparazón sin saber o sacar su cabeza al exterior para saber.
Entiendo que debe ser realmente difícil atender las palabras e ideas que he expuesto, puesto que representan unos argumentos y unos hechos no poco extraños y sorprendentes.
Aún con este todo mi pesar que arrastro ya desde no sé cuándo (naturalmente no es la primera vez que esto ocurre), les intentaré explicar y si me permiten el motivo del punto número uno en mi primer comentario.
El primer punto que escribí decía:
1.- En base a las energías electromagnéticas que surgen y circundan nuestro planeta se deduce que la correcta y adecuada posición de éste debe ser con el actual y conocido como polo ur en la parte superior y el actual y conocido como polo norte en la parte inferior.
Vamos a ver.
Es evidente que el ser humano establece sus relaciones en base a conceptos y que éstos vienen dados según la forma que tiene de entender su entorno.
En base a la veracidad de esos conceptos el ser humano es capaz de comunicarse. Es por tanto esencial que los conceptos y su veracidad tengan un carácter digamos universal o absoluto, y que tales conceptos puedan ser entendidos por todos como veraces pues si no fuera así, la comunicación sería completamente improductiva, engañosa e irreal.
Esto es fácilmente entendible.
Sabemos que nuestro planeta está rodeado por un flujo de energías a las que llamamos energía electromagnética y que en el concreto caso de nuestro planeta es entendido como el campo magnético terrestre.
Esta energía se produce o crea aparentemente en el interior del planeta y hace que de éste surjan o broten corrientes energéticas desde su interior en dirección al llamado polo sur de la misma para rodearla y retornar entrando por el llamado polo norte, efectuando así un ciclo de energías que fluyen.
Estas energías parecen protegernos de la radiación solar entre otras cosas y sus características son además aparentemente singulares en muchos aspectos en nuestro planeta.
Pero, a parte de todo eso, ¿Cómo entiende el ser humano en sus conceptos que algo surge y brota de un punto retornando a éste? ¿Cómo entiende el ser humano la dinámica de fluidos y cómo representa su funcionamiento cuando de ellos habla?
A continuación algo a lo que podríamos llamar concatenación de conceptos significantes:
Crear. (Del lat. creare). 1. tr. Producir algo de la nada.
Surgir. (Del lat. surgere). 1. intr. Dicho del agua: Surtir, brotar hacia arriba.
Surtir. (De surto). 1. tr. Proveer a una persona o una cosa de algo que necesita. 2. intr. Dicho del agua: Brotar, saltar, o simplemente salir, y más en particular hacia arriba.
Brotar. (De brote). 1. intr. Dicho de una planta: Nacer o salir de la tierra.
Es decir, los conceptos que explican el fluir de tales energías electromagnéticas; crear, surgir, surtir y brotar, dan en su significado la clave necesaria para que la trasmisión de información entre las distintas personas puedan entender su proceder de forma semejante y no de forma contraria a lo que se pretende.
Si una cosa se crea y surge y surte o brota es por que lo hace en forma ascendente a nuestro modo de comprender la vida.
Es así que podemos comprender fácilmente cómo cuando algo surge lo hace en dirección ascendente, hacia arriba, según nuestra forma de ser y entender las cosas, puesto que el hombre está erguido sobre sus pies y no cabeza abajo y durmiendo como un murciélago.
Si el significado y concepto de las palabras no fuera poco, existen otros puntos, claro está, que dictaminan la correcta posición de nuestro planeta según nuestro modo de entender la vida y lo circundante o referente a ella.
No es éste el primer y esencial punto que me llevó a dictaminar como correcto que ésto debía ser así, sino que como decía Rychard Feynman en el vídeo en el que aludía en mi primer comentario, para buscar una nueva ley primero «suponemos» que algo es así y luego comparamos el resultado de nuestras suposiciones con la «naturaleza» o con «experimentos».
He aquí el caso y por partes.
La suposición.
A nadie se le antoja difícil pensar o llegar al razonamiento de que en éste mundo en el que vivimos hay cosas que están realmente mal por no decir al contrario de como deberían ser en realidad.
Es así que debido al estudio y observación de nuestro mundo llegué a la conclusión y evidencia visual de que nuestro conocido como hemisferio Norte posee mayor proporción de tierra emergida que el conocido como hemisferio Sur siendo realmente algo llamativa y chocante tal circunstancia.
Si la tierra, en términos generales, y a mismo volumen tiene un peso mayor que el mismo volumen de agua, sería lógico pensar que el conjunto y global de las tierras emergidas en el hemisferio Norte tuvieran un mayor peso absoluto que las tierras emergidas en el hemisferio Sur. Siendo que además, muchas o gran cantidad de las tierras que están por encima del nivel del mar en el hemisferio Sur conforman un continente helado conocido como Antártida y siendo que el hielo que lo forma tiene un todavía menor peso que no sólo la tierra y su composición, si no que la propia agua. En base a todo ésto, resulta visualmente lógico pensar que la mayor masa de tierra en un hemisferio que en otro debe ser representativa de las diferentes cualidades de cada hemisferio y entre ellas la del peso.
Como ésta referencia visual, aunque evidente y como se puede ver o comprender con sólo mirar un mapa de nuestro querido planeta, no es suficiente para dictaminar la posición absoluta o relativa de nuestro planeta con respecto al Universo conocido, puesto que podría decirse que somos un planeta danzante en el espacio y allí no existen, a priori los conceptos arriba y abajo, seguí buscando.
Es así que entraron en función la veracidad de los conceptos a los que me refería primeramente.
Por si no fuera poco, lo primeramente nombrado que en realidad es segundo, en relación a todas estas evidencias, el afán por saber y conocer del ser humano me dio una tercera pista todavía más singular y científica en lo que a ésto se refiere.
Si las referencias visuales así como la de los conceptos no fueran del todo válidas, apareció como digo, una tercera prueba más científica de todo esto.
He aquí un vídeo publicado el 17 de noviembre del 2014 por la NASA con los movimientos que el CO2 tiene a través de la atmósfera terrestre.
https://www.youtube.com/watch?v=x1SgmFa0r04
Como se puede ver, la práctica totalidad de las emisiones de dióxido de carbono emitido a la atmósfera terrestre, quedan englobados en el llamado hemisferio Norte aún no produciéndose todas ellas en él.
Es así que aún surgiendo muchas de esas emisiones de zonas del hemisferio Sur, parecen adecuarse en su totalidad en el hemisferio Norte. No sólo esto es relevante si no que aún teniendo en cuenta todos los movimientos de masas de aire durante el periodo de un año, suficiente en principio para que se hubieran diseminado por un igual sobre la entera superficie del planeta, no lo han hecho, permaneciendo además casi en su totalidad y como digo en el hemisferio Norte.
¿Es esto suficiente prueba para esclarecer la veracidad del primer punto al que me refiero?
Pues vamos a ver.
Aquí hay otro vídeo que explica el mayor peso con respecto a la normal composición del aire del dióxido de carbono o CO2.
https://www.youtube.com/watch?v=AvpenpBXAmM
Si los argumentos visuales en referencia a las diferentes masas emergidas en uno y otro hemisferio no fueran suficientes, si los argumentos por la veracidad en los conceptos y sus significantes en el idioma tampoco lo fueran, estos dos vídeos dejan a bien el constatar de forma totalmente científica que por algún motivo los elementos más pesados tienden a posicionarse en el hemisferio Norte.
Si todo esto no fuera suficiente, adjuntaré otra evidencia observable en la naturaleza y que es más novedosa.
Esta hace referencia a la pequeña luna o satélite de Saturno conocida con el nombre de Encélado.
La sonda Cassini ha podido fotografiar recientemente imágenes de unos sorprendentes géiseres que emanan, aparentemente, chorros de agua desde su conocido como polo Sur.
(Por ejemplo: http://www.lanasa.net/news/sondas/cassini-descubre-un-oceano-global-en-encelado/)
Siendo que las cosas están puestas al revés de como debería ser, entiendo que determinan el polo sur de Encélado en referencia al nuestro y que así se comprende que los chorros que emanan lo hacen en el mismo sentido que las energías electromagnéticas de nuestro planeta, es decir, emanando en el mismo sentido direccional en ambos.
Es así que se entiende que todo esto es relevante y tiene sin duda su razón de peso, y nunca mejor dicho, para ser así, puesto que las energías que se crean, emanan, surgen o brotan desde el interior de nuestro planeta parecen indicar un sentido ascendente o direccional. Conociendo como conocemos que nuestro planeta se mueve junto a nuestro entero Sistema Solar y nuestra entera Galaxia, mas cúmulos y nodos de Galaxias, impulsada por fuerzas que nos arrastran o impulsan en una dirección, formando el establecido orden conocido de las cosas, se puede determinar finalmente que, la correcta posición de nuestro planeta a nuestros ojos debe ser la que se adecue a todos estos conceptos por los que nos entendemos y por los que somos capaces de llegar a conclusiones comunes y veraces.
Quiero recordar que todas estas evidencias y conclusiones sólo hacen referencia al primer punto de los tres que creo que resumen toda la idea que intento trasmitirles.
Siendo que el segundo es ratificante del primero y concluyente o esclarecedor para el tercero y así mismo y como dije, reproducible, constatable y experimentable hasta por un niño que con su dedo lo dibujara.
Saludos a todos.
Hola a todos.
He estado haciendo un vídeo con la intención de contribuir en la explicación a todo lo que intento contarles.
Como dice el dicho, «una imagen vale más que mil palabras».
Este es el enlace del vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=ytq1ynHawzQ
Espero que les ayude a responder algunas preguntas.
Saludos.
Sr. Sedente, con todos mis respetos.
Me parece que está usted confundiendo los espacios.
El de aquí abajo es el de los que comentamos los artículos.
El autor del mismo nos encabeza.
Una cosa es contrastar y debatir sobre lo planteado en el artículo.
Pero me da la sensación de que usted está más en la plasmación de sus conclusiones y posterior difusión de las mismas, que en la búsqueda y el contraste.
Entonces el espacio de los comentarios, indudablemente, no parece que sea el que esté Vd. buscando.
Y, sinceramente, creo que debería ser claro en este aspecto, porque, perdóneme si le comento, que me parece una falta de consideración hacia el articulista, y el blog en general, utilizar como excusa el rol de «comentarista», para plasmar sus propias ideas, conclusiones o incluso ocurrencias, por ingeniosas, o inclusive elaboradas que puedan estar por Ud., si no tiene, en esa exposición, otro afán más que el darse a conocer en esa parece que «proyección propia», que tanto parece entusiasmarle.
Un saludo
Sra. Loli, le puede parecer que mis razones tengan un motivo similar al que argumenta ,pero creo que olvida Usted algo.
Olvida y aunque pueda parecerle rimbombante, la búsqueda y el conocimiento de la verdad.
El autor del libro y de los artículos referentes a este asunto es una persona de constatada y referenciada profesionalidad y con un dilatado curriculum como para poder rebatir cualquier argumento que le pudiese parecer fuera de lugar. No crea que no soy consciente del posible razonamiento oculto de todo su argumentario (el de Usted), pero una de las cosas que el autor del libro deja bien claro durante el trascurso de su narración tanto en el artículo como en el presentado libro, es que deben existir, sin duda, razones otras que se desconocen para que el Ser Humano sea lo que es y que la vida se haya desarrollado como se ha desarrollado.
De la forma más humilde que semejante planteamiento me deja ser (no se puede hacer Usted una idea de lo que supone ser el responsable de semejante mochila), me he tomado la libertad que el medio me da para exponerle cuáles son algunas de las causas sobre las que se pregunta en todo su libro y artículos, así como durante gran parte de su vida.
Todas las incongruencias que el autor relata podrían encontrar respuestas en mis «ocurrencias» como Usted las llama, obteniendo afirmación a sus planteamientos al hablar sobre la cantidad de inconsistencias que la actual teoría de la evolución plantea.
Por el contrario, creo que sería algo reprochable tener informaciones relevantes sobre todo este asunto y no hacerlas públicas.
De todas formas y para su tranquilidad, le diré que si a algo me ha acostumbrado esta vida es al fracaso. Parece que de nuevo soy víctima y por diversos motivos de la general incomprensión.
Con todos mis respetos, un saludo.
Buenos días a todos y ¡¡¡Feliz Año!!! Que es lo que siempre se dice, aunque luego los años son como son y salen como salen, pero bueno.
Anoche, después de las uvas empecé con el libro. Ahora, mientras con la oreja escucho el concierto de la tele, con las entendederas me aplico al cuerpo del texto.
Apenas puesta, en página 25, abajo, leo «durante los siguientes 2.000 millones de años no hubo otra cosa».
Así que salgo de mi cama y abro el ordenador porque, no he podido evitar el arrebato de plantearlo, ¿qué seguridad tenemos de que somos algo terminado?
Y si me ocurre fantasear si dentro de otros muchos millones habrá otros «álguienes» que, escrito por alguno de los suyos – que también imaginarán estar termiiinados -, lean un libro en el que de nosotros, los de ahora, se diga «durante los siguientes 2.000 millones de años no hubo otra cosa».
Bueno, ahora voy a seguir con la lectura. El ordenador no sé si dejarlo abierto por si el por si acaso…
Gran artículo que acabo de leer tras conocer el muy importante libro del autor. Estupendos también los comentarios que me hacen ver la conveniencia de llevar quizá a un encuentro directo (si fuera posible) en algún lugar apropiado (quizá el Ateneo de Madrid).
Entiendo que la Ciencia y los científicos nos proporcionan o tratan de proporcionar respuestas a nuestros miedos, a nuestras incertidumbres, pero no hay nada terminado y nos queda aún mucho por conocer.
Esa mitología creada a partir de lo que se ha descubierto como fósiles humanos, es parte de esas respuestas para proporcionar seguridad y, en nuestra fatuidad, sentir que ya casi «somos como dioses». La inteligencia de verdad está en la duda, nunca en el dogma y, como se apunta en algún comentario, son más importantes las preguntas que las respuestas.
Como el autor, vengo planteando cuestiones que no tienen fácil respuesta. Entre ellas está el mundo de la evolución de las especies desde lo que se supone fue el momento en que aparece eso que llamamos «vida» a partir de complejos elementos en la historia de un planeta perdido (nunca mejor dicho) en el (o los) universos.
La evolución humana o lo que puede entenderse como el paso de lo «animal» al llamado «sapiens» creo que se escapa todavía (afortunadamente) a las explicaciones de los expertos, pero es lógico que, con ese sentido de «cuerpo» profesional que forma el mundo de la Ciencia y desde las demasiadas «cátedras» se de por sentado la existencia de una única «humanidad» en la Tierra y que esa humanidad se haya conseguido por el simple hecho del desarrollo orgánico en formas sucesivas y progresivas, no contemplando siquiera la posibilidad de recesiones evolutivas en la cadena creada como respuesta.
Sabemos muy poco de las primeras culturas que pueden haber existido en los últimos 10.000 años ¿cómo vamos a pretender responder siquiera a 1.000.000 de años?
Todo esto me recuerda en un campo diferente la cuestión dogmática de la autoría de obras de arte antiguas. Sólo es suficiente para mirar a los ojos al «experto» de turno y preguntar ¿estás seguro? Si no somos capaces, con la abundante documentación histórica existente, de dar respuesta a la sonrisa de la Gioconda de nuestro museo del Prado ¿cómo somos tan atrevidos para establecer una especie humana (con muchos individuos) a partir de los escasos restos de un par de ellos?
Un cordial saludo y mis mejores deseos para todos.
Los científicos pueden encontrar respuestas dentro del mundo de la ciencia. Pero cuando van más allá (metafísica, más allá de la física), se equivocan. Stephen Hawking no puede decir nada sobre Dios porque no es su terreno. Cuando dijo que no existe, metió la pata.
Discrepo, como científico que soy, aunque confieso que me ha resultado muy interesante su opinión de cara a la concepción de ciencia que tiene la población general, máxime personas que leen e investigan tanto sobre un tema como usted. En general y según sus razonamientos podríamos decir que no sabemos nada de nada. Toda la ciencia se basa en la suposición lógica, la prueba y la probabilidad, y sobre lo que no hay esos 3 datos según usted podríamos decir que no vale nada. Es decir, si yo tiro 100 manzanas, todas del mismo peso, y todas caen a 10 metros por segundo al cuadrado, tengo ciencia, pero si veo que el 67 % de pacientes responde a la cafinitrina y salvo la vida a 10 de cada 15 personas que sufren un infarto agudo de miocardio, no estoy haciendo ciencia, sino que o he tenido suerte, o mi explicación deja mucho que desear. Pues la ciencia funciona así, hay cosas que podemos saber con casi total certeza, y otras muchas que son supuestos aproximados. Tachar de sabiondos a los paleontólogos no es culpa de ellos sino de los periodistas que no hablan de las probabilidades ni de las hipótesis, sino que titulan: «esto es así, según se ha demostrado ultimamente». El titular sensacionalista es en lo que se quedan las personas que tienen poco interés en saber, y creo que en general ningún científico es radical en sus hipótesis, al contrario, pero evidentemente cuando equiparamos una idea que se le ocurre a uno porque sí, con una investigación de 10 años sobre el terreno realizan análisis químicos, geológicos, biológicos… pues es normal que al antropólogo de turno se le hinchen las pelotas y diga una bordería. Confundimos ese mal humor con radicalidad, y nada más lejos. Le pido como científico de alma que tenga en cuenta mi comentario a la hora de opinar y de escribir libros.
Estimado Pacopil, después de leer su comentario he vuelto a leer mi artículo y realmente no veo en dónde se dicen las cosas que usted me atribuye.
En ninguna parte he tachado de sabiondos a los paleontólogos ni he dicho que no sea ciencia aquellos remedios que tienen un 67% de éxito en la medicina. Ni lo he dicho ni puede desprenderse de lo que he dicho. Es más, estoy firmemente convencido de que la Ciencia es nuestra gran arma colectiva para el avance de la sociedad.
Me da la impresión de que el problema es otro: a muchas personas les molesta que se critiquen determinados aspectos de la ciencia y en eso no puedo estar de acuerdo. Por principio, toda actividad humana tiene que poderse someter a la crítica. De lo contrario estaríamos creando otro fundamentalismo más. Y ya tenemos demasiados. ¿Es o no es criticable la ciencia? Esta es la cuestión.
Saludos
Estimado Manuel Bautista,
He terminado de leer cuidadosamente su libro y quisiera expresarle que me ha parecido un importante ejercicio crítico y sintético, claro y prudente.
En una sociedad como la actual, que prima la especialización extrema, me parece que es esencial abordar los retos con enfoques multidisciplinarios. Incluso, parece que la falta de enfoques globales al abordar problemas, es en sí mismo una causa de su prolongación y empeoramiento.
Soy Ingeniero Industrial, originario de México. Actualmente trabajo y radico en España en una empresa multinacional. De forma individual, llevo algunos años documentándome en diversos temas ambientales y humanos. En este sentido, le comento que he escrito un libro multidisciplinario divulgativo, sobre el origen de la especie humana. En especial se centra en cómo nuestra propia historia ha ido determinando neurológicamente a nuestro cerebro, y con ello a nuestra evolución cultural y a la forma en que solemos interactuar con el entorno. Parece que en la especie humana, nos hemos ido sometiendo a alguna especie de complejo proceso de auto domesticación, con implicaciones concretas en nuestra percepción e interacción con el entorno.
Mi intención, no es vender el libro, sino simplemente invitarlo a leerlo. Si le resulta cómodo, podría enviárselo gratuitamente y sin ningún compromiso por su parte o por cualquier otro lector interesado. Lo puedo enviar gratuitamente en formato pdf, si me lo solicita (circulo3.1416@gmail.com)
Usted como escritor experimentado, probablemente sabrá que es muy difícil difundir un enfoque multidisciplinario en un mundo lleno casi sólo de intereses especializados. Es por ello que por razones de difusión, mi libro menciona a la felicidad como punto central. Sin embargo, no se permita confundir, pues en realidad abarca, desde temas evolutivos por selección natural, neurociencias, antropología, psicología, entre otros. Muy lejos se de ser una obra “New Age”, he tomado referencias serias de neurólogos, antropólogos, psiquiatras, filósofos, etc., los cuales podrá encontrar listados al final de la obra, apegándome siempre a la ciencia y a la experimentación directa.
Por aspectos prácticos de distribución, también lo tengo a la venta a un precio económico, en Amazon, en formato papel y electrónico, en la siguiente dirección:
http://www.amazon.es/dp/1515169251
Le agradezco enormemente su atención, no sin antes felicitarlo por su trabajo, el cual continuaré siguiendo con gran interés.
Al final de este correo, encontrará usted una breve sinopsis de la obra. En la dirección de Amazon, también hay una vista previa de algunas primeras páginas del libro, incluido el índice.
Quedo a la espera de sus posibles comentarios, esperando que encuentre de interés aquello que comento en mi libro.
Saludos cordiales,
Título: ¡ATENCION!: FELICIDAD ADENTRO. La gran aventura de descubrirnos
SINOPSIS.
A nivel mundial, se están realizando grandes investigaciones para desentrañar el complejo funcionamiento del cerebro y la mente humanos. Algunos de estos apasionantes descubrimientos comienzan a aportar una mayor claridad en cuanto al comportamiento de las personas y la forma en que nos relacionamos con el entorno. Es por ello que, el libro busca acercar al lector a estos apasionantes hechos, de una manera cercana, tanto desde el punto de vista científico, como desde el práctico en la vida diaria.
La ciencia considera que el cerebro humano es el objeto más complejo y avanzado que se conoce en el universo entero. Por ello, de forma inédita, descubriremos cómo algunas ramas de la ciencia, apuntan a que durante millones de años, la selección natural de la especia humana fue llevando a que el cerebro y la mente humanas, funcionaran de una manera especial, la cual facilita vivir felizmente, disfrutando de la vida en forma sana, plena y global.
Por ello, en la primera parte de este libro, se explica paso a paso, de forma lógica y simple, cómo a lo largo de millones de años, la selección natural fue esculpiendo neurológicamente al cerebro humano. Ello provocó que todas y cada una de las personas que actualmente habitamos en el mundo moderno, tengamos acceso a utilizar la mente y el cerebro de una forma que facilita el vivir feliz e inteligentemente. Con ello, se facilita el abordar los aspectos de la vida desde perspectivas más globales, pudiendo entender mejor cómo el comportamiento individual se relaciona con temas globales como los ecológicos, sociales, etc.
En la segunda y última parte del libro, se nos invita a poner a prueba en la práctica, todo lo comentado, e ir realizando un profundo viaje práctico de autodescubrimiento. Esto, de forma natural y sin esfuerzo nos va llevando a ir viviendo con una mente más activa y descansada, en donde las rutinas y las cargas mentales del pasado o del futuro, no poseen ya efecto en la felicidad, ni en la percepción de la vida.
Este no es un libro que busque convencernos de una nueva forma de pensar o sentir, sino de aprender a relacionarnos con los propios pensamientos y sentimientos de una forma diferente, aprovechando equilibradamente el máximo de nuestras capacidades. Nos invita a acciones prácticas para ser felices y proactivos, mientras vamos abordando con atención y frescura a los retos y gozos de la vida diaria, sean individuales o colectivos.
Estimado Andrés,
Le agradezco su amabilidad. Veo que también usted se ha lanzado a estudiar y escribir sobre este espinoso tema. Le felicito por ello.
Sí me gustaría que me enviara el texto de su libro, porque el tema de la felicidad es muy complejo.
Un cordial saludo
Estimado Manuel,
Muchas gracias por sus comentarios. Con todo gusto le proporciono la versión pdf de mi libro. Lo puede descargar gratuitamente del siguiente vínculo:
https://www.caja-pdf.es/2016/02/15/atenci-n-felicidad-adentro/?a=pw#dl
La palabra clave para descargralo, es: f3licidad
Si tiene algún problema en la descarga, o si prefiere que se lo haga llegar por otro medio, por favor no dude en comentármelo.
Cualquier comentario o crítica respecto al libro, será muy bien recibida por mi parte.
Saludos cordiales,
Andrés.
Manolo, una cosa. En el apartado «¿Fueron también los pioneros de la navegación marítima?» (pags. 189 a 194) no haces mención en ningún momento, y sin perjuicio de que en verdad lo fuesen, a la posibilidad de que a lo largo de tantos miles de años y con tantas modificaciones como ha habido en la estructura de corteza terrestre y las formas en que se ha fracturado, las mismas gentes que en un momento estuvieran en un mismo lugar quedaran separadas después de terremotos.
Como doy por obvio que no soy la primera cabeza por la que se pasa tal idea, mi pregunta es por qué se ha descartado – no sólo por ti, sino por todos los demás investigadores – dicha posibilidad.
Hola Alicia,
En realidad, yo me he limitado a seguir el punto de vista de los diversos expertos que he consultado y, en relación con la primera colonización de Australia (hace, al menos, 50.000 años), la opinión es unánime: por aquella época, tuvieron que cruzar navegando por alta mar unos 80 km. ¿Cómo lo saben ellos? No lo sé.
Yo personalmente soy muy escéptico con las afirmaciones que se oyen a veces sobre el clima que había en aquellas épocas en determinadas regiones, porque he trabajado con climatólogos durante 10 años y les he oído decir un montón de veces que los datos paleoclimáticos podrían dar una idea general del clima a nivel global, pero no a niveles regionales. Por tanto, dudo que se pueda asegurar, con el suficiente fundamento, cómo era el clima en esa zona en aquella época y, por consiguiente, cuál era el nivel del mar y qué distancias de mar separaban una isla de otra o de la costa continental.
En este caso, que llegaron navegando a las costas australianas, debe ser la hipótesis más verosímil (dentro de la incertidumbre que rodea estos temas) porque desde luego no es la más cómoda para ellos, en absoluto, ya que supone reescribir en gran medida la historia que nos están contando y que sitúa a los primeros pueblos navegantes hace unos 5.000 años.
En cuanto a lo que tú señalas, que la propia acción geológica les separara, supongo que no la habrán considerado porque separar la tierra cerca de 80 km habría sido un fenómeno tan tremendo y notorio que tendría que haber dejado rastros muy visibles.
Un cordial saludo
A veces, contemplando a alguno de mis gatos, observo en él una actitud que se me antoja curiosa.
Está sentado, quieto, mirando con lo que parece un enorme interés un punto cualquiera en una pared blanca en el que yo, cuando trato de identificar qué está mirando, sólo veo un punto cualquiera en una pared blanca, en nada diferente de otro punto cualquiera en esa misma pared.
Vuelvo entonces mi atención al gato y me doy cuenta de que, en su silencio y su actitud que tanto me recuerda a la actitud pensativa de cualquier humano, mueve una oreja en gesto no muy diferente a cuando un humano, pensativo y en silencio, enarca una ceja o arruga el entrecejo.
Pienso entonces que el gato está pensando.
No puedo saberlo, claro; pero el pensar que el gato está pensando me lleva a pensar que por medio del gato se ha generado un pensamiento en mí que antes no estaba.
Esto que he escrito viene desencadenado por una frase que he leído en el libro y, si bien texto y gato no tienen en principio una congruencia, la forma en que mi cerebro haya podido enlazarlos (y que desconozco) me hace, a su vez, reflexionar en que el gato, también a su vez y por mucho que a mí me observase, no llegaría nunca a reflexionar ni motivado por la actitud mía ni por ninguna otra cosa.
Los animales, en general, todos, aun dentro de todo lo que hayan podido evolucionar dentro de su propia especie, no han salido nunca de su animalidad, y la posible imaginada desde mi condición humana “reflexión” de mi gato no lo ha llevado (no ya a él, sino a los que viven en libertad y han de buscarse el sustento) más allá de aprender, desde su condición felina, a perfeccionar su técnica de cazar ratones. Y poco más.
Nada de lo existente sobre este planeta, excepto la condición humana con su mayor o menor inteligencia – pero siempre con su capacidad de reflexionar y discernir que el resto de los seres no tienen – va a modificar la estructura pensante de sus congéneres.
Ah. Y la frase – que después de haber dado lugar a mi digresión y motivo para que interrumpiera la lectura y me pusiera a escribir ahora resulta que se me olvidaba mencionarla – ha sido, al final del capítulo octavo, en el punto “¿También nuestra consciencia evolucionó de la del mono?”, la última del primer párrafo de la página 311, es algo tan escueto como “(…) ese salto y cuál fue la causa”.
En realidad creo que ha sido “la causa” lo que de algún modo me ha zarandeado. Lo que me ha hecho barruntar si el para qué de todo el galimatías que es este mundo no será otro que el alcanzar el máximo desarrollo (inimaginable, por ahora) de la inteligencia.
Y que nuestro cuerpo, con su condición humana (que ahí creo yo que está el chiste de ser humanos) es tan sólo el soporte más adecuado de todos los soportes posible para que la inteligencia se instale y desarrolle.
Y que todos los avances y descubrimientos, en ciencias, en tecnologías, en todo, son tan sólo pequeños ensayos, atisbos como juego de niños de lo verdaderamente grande…
Es verdad que se me queda algo sin hilvanar – o mucho – porque ahí vuelvo a preguntarme que si antes de la existencia de todo lo existente el Todo era la Nada, sin conflicto, y todo estaba bien y en orden, qué falta le estaba haciendo a la perfección la infinidad de imperfecciones con que la fastidiamos…
Pero, bueno, que por terminar y no seguir liándome, concluyo, abreviando, que si mi gato pudiera reflexionar aunque nada más fuera cien veces menos mal de lo que puedo yo, mi gato, aun en sus cuatro patas y sus bigotes (tan característicos de los gatos como lo son todos los bigotes de gato), estaría siendo humano.
Y que creo que animales y humanos no tenemos más en común (ni menos) que no sé qué Algo que fue, cuando lo fuera, principio de la vida…
Ah, y de una Inteligencia que de dónde saldría, la condenada, para estar tardando tanto en encontrarse a sí misma.
Manolo, un favor que te pido. Pero es fácil.
En alguno de tus artículos de hace ya bastante tiempo mencionabas títulos de libros relacionados con el cerebro y cosas (que me explico muy bien) que tienen que ver con él.
Recuerdo con exactitud uno de esos títulos “Tu cerebro mañana”, pero ninguno de los demás. Este podrá servirte para darte una idea de a qué tipo de temas me refiero y que tratas también en éste tuyo, cuando hablas de las neuronas y sus conexiones.
Pues esos títulos (o algunos) son los que te pido por favor que vuelvas a escribir aquí.
He tratado de encontrar el artículo sin tener que darte la lata, pero son tantos (los artículos) que me vuelvo un poquito loca buscando.
Muchas gracias.
Hola Alicia,
En realidad, los libros que he leído y me han parecido interesantes están incluidos en la bibliografía que aporto al final del libro. Pero haciendo una selección, te diría que, además del que citas («Tu cerebro mañana», de Steven Rose), que a mí me gustó mucho, están también:
«La búsqueda científica del alma», de Francis Crick, editorial Debate
«La consciencia», de Christof Koch, editorial Ariel
Ojo, estos dos son muy buenos pero son duritos. Pero merecen la pena. Más sencillos, y que a mi también me gustaron, son:
«El cerebro nos engaña» de Francisco Rubia, editorial Temas de Hoy
Y creo recordar que el de «El reloj de la sabiduría. Tiempos y espacios en el cerebro humano»
Muchas gracias a ti.
Un abrazo
Gracias mil.
Le pido disculpas, Don Manuel, si es que hace falta, y se las pido siendo consciente por el paso del tiempo y de las circunstancias que creo acompañaron todo esto, pero no sé hacerlo mejor.
Escribí varias versiones diferentes, que todavía guardo por algún sitio, de cómo podía hacerles saber todo ésto que aquí les intenté explicar y finalmente me decidí por el primer comentario que escribí en éste artículo.
Yo no sabía cuando llegué aquí que este artículo iba a surgir al poco de llegar. Vine siguiendo un enlace desde «el mundo» y me puse a leer textos escritos en este blog y vi que buscaban algo. Sencillamente pensé que ese algo lo tenía, de alguna forma, yo. A mí se me había dado.
Nunca jamás hace ahora tres años, pensé que acabaría escribiendo, como un desesperado a veces, por periódicos digitales o foros y blogs para dar cuenta sobre todo esto.
Si supiera las veces que mi dedo sujeto a mi espíritu ha temblado antes de clicar sobre la palabra «enviar»…
De la duda y el acomodo impuesto al fracaso. Del amor surgido en y hacia el fracaso.
Del no-ser, siendo.
Qué más dan los gritos y las palabras si nadie quiere escucharlas. Si las palabras escritas y dichas son montañas o pozos.
Si es lo correcto o lo incorrecto el decirlas.
¿Qué más le da la verdad al sordo o al ciego? ¿Qué más le da al niño?
Si todo lo dicho no sirve de nada, ¿por qué entonces no somos todos ciegos?
Si solo uno ve, ¿de qué sirve que vea?
Si solo uno lo quiere y ya lo tiene, ¿para qué molestarse?
¿Para qué seguir molestando?
¿Qué más da que el Sol salga por oriente o por occidente?
¿Qué más da el norte y el sur, el este o el oeste?
Si no hay tan siquiera verdad, ¿qué más da todo?
Pero ya ve. Aquí sigo. Con estas cintas clavadas en mis hombros. Con todo este peso a cuestas.
Feliz en el fracaso y triste o apesadumbrado, no se imagina cuánto, por la victoria.
Viviendo en el caos.