La prosperidad de las naciones

El que unas naciones estén más desarrolladas económica y socialmente que otras ¿depende de su acceso a riquezas naturales, como de forma intuitiva uno podría pensar? La realidad nos demuestra que esto no es así y que este factor tiene una influencia relativamente pequeña en el resultado final.

¿Cómo es posible que un país como Venezuela con las mayores reservas de petróleo del planeta (el doble que el siguiente en la lista, que es Arabia Saudita) aparezca en el puesto 91 de la lista de países en función de su PIB (Producto Interior Bruto) según el Fondo Monetario Internacional? (con un PIB 34 veces inferior al de España).

Hace unos años, durante una estancia en Arizona (EEUU) me sorprendió enormemente la pujanza económica de un Estado que se caracteriza por ser prácticamente desértico. Me chocó la abundancia de campos de golf (que como todos sabemos requieren gran cantidad de agua para su mantenimiento) y que se hubiera desarrollado una industria puntera de fabricación de palos de golf conocida internacionalmente por todos los aficionados a esta actividad. Parecía estar contra lo razonable que prosperara un negocio de este tipo en un sitio donde los recursos naturales para ello escasean.

También tuve ocasión de estar en el límite entre Arizona y México en el pueblo de Nogales, que está dividido en dos por la frontera. Mientras que en la parte estadounidense se veía un nivel de vida comparable con el del resto de esa nación, en la parte mejicana las condiciones económicas, sanitarias y educativas eran muy inferiores. Estamos hablando de dos poblaciones con el mismo clima, mismos recursos naturales e incluso fuertes relaciones familiares.

Siempre me han hecho pensar estas paradojas y eso es lo que me ha llevado a profundizar en el tema y compartir con los lectores algunas reflexiones.

La clave de qué se debe hacer para que prospere un país es un tema del que se han ocupado los economistas y pensadores desde hace mucho. Es mundialmente conocido el libro de Adam Smith “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones de 1776 que es considerado el primer libro moderno de economía.

Para evitar valorar el desarrollo de un país en términos puramente económicos, especialmente con el PIB, las Naciones Unidas, a través de su Programa para el Desarrollo, elaboran un índice más completo, el denominado IDH (Índice de Desarrollo Humano). Este se calcula teniendo en cuenta la esperanza de vida, la educación (tasa de alfabetización, tasa bruta de matriculación en diferentes niveles y asistencia neta) y la renta per cápita.

Como el lector se puede imaginar, en el fondo todos estos factores están relacionados entre sí por lo que se da una correlación clara entre los indicadores económicos de un país y su esperanza de vida y nivel educativo. No sorprenderá a nadie que los países con valores más altos del índice son los occidentales, en un segundo grupo Latinoamérica, Rusia y China, y en el final la mayor parte de los países africanos.

Un estudio muy interesante sobre el tema es el desarrollado por Vicente J. Montes Gan y Eva Medina Moral titulado “Un enfoque institucional sobre la prosperidad de las naciones. Gobernanza, libertad económica y democracia”. En el documento se analiza la evolución del mencionado IDH (Índice de Desarrollo Humano) y, como nota positiva, afirma que ha ido mejorando de forma notable en los últimos decenios y que se ha reducido la divergencia entre las naciones.

A partir de una comparación rigurosa de distintos índices correspondientes a 134 países Montes y Medina llegan a la conclusión de que “la mejora de la gobernanza económica y el fortalecimiento del marco legal y de los derechos de propiedad, así como la apuesta por mayores cotas de libertad económica, se revelan como los principales factores explicativos del desempeño de la economía mundial en los últimos años”.

En definitiva, el éxito económico de los países se ve favorecido cuando existe un marco institucional que tenga como valores fundamentales la gobernanza y la libertad. En el estudio verifican que aquellos países que han avanzado en estos factores son los que mayor progreso han obtenido.

Los abundantes datos en los que los autores del mencionado documento basan sus conclusiones refuerzan también las tesis de un libro que, de carácter más divulgativo, ha tenido un enorme impacto esta área. Me refiero a Por qué fracasan los países” de Daron Acemoglu y James A. Robinson.

En él los autores concluyen que el éxito o fracaso de las naciones depende fundamentalmente de sus instituciones políticas, que a su vez influyen de forma determinante en sus leyes e instituciones económicas.

Diferencian entre las instituciones económicas “inclusivas” y las “extractivas”. Las primeras “posibilitan y fomentan la participación de la gran mayoría de las personas en actividades económicas que aprovechan mejor su talento y sus habilidades y permiten que cada individuo pueda elegir lo que desea». En ellas las instituciones políticas, como responsables de la ley y el orden, garantizan el derecho a la propiedad privada, un sistema jurídico imparcial y servicios públicos que permitan igualdad de condiciones.

En los países con instituciones económicas extractivas el objetivo de las mismas es extraer riqueza de la mayoría para beneficiar a una élite.

Las instituciones políticas inclusivas reparten el poder ampliamente en la sociedad y además lo limitan a quienes lo ejercen mediante un sistema de controles y equilibrios, también denominado de contrapesos, que impida la concentración del mismo en una persona o grupo de ellas.

Los autores indican que el pluralismo es condición necesaria, pero no suficiente. Es preciso también un Estado que detente una autoridad real a fin de que se cumplan las leyes y permita el desarrollo económico. Esto implica, entre otras cosas, leyes y mecanismos de poder que luchen de forma efectiva contra la corrupción, mal endémico de muchos países pobres, así como igualdad de los ciudadanos ante la ley.

Otro añadido importante es el de la innovación, el mecanismo de “destrucción creativa”, que permite introducir mejoras para el crecimiento y desarrollo de la nación. Ejemplos de esto son los adelantos e inventos que vinieron propiciados por la revolución industrial. Este proceso es desestabilizador para la sociedad y solamente tiene éxito si no es impedido por los perdedores económicos o políticos.

Acemoglu y Robinson admiten que se puede dar crecimiento económico en casos de instituciones extractivas, sin embargo consideran que es limitado tanto física como temporalmente y ponen como ejemplo el de la industrialización forzosa de la Unión Soviética. Tampoco son optimistas en cuanto al futuro de China, de seguir el sistema actual ya que su crecimiento se basa en gran medida en la adopción de tecnologías existentes y en que solo prosperan aquellos que tienen fuertes vínculos con el Partido Comunista.

Existe una relación importante entre las instituciones políticas y las económicas. Las instituciones políticas extractivas, por ejemplo, concentran el poder en muy pocas manos a fin de garantizar la extracción de recursos por los privilegiados.

Consideran los autores que las instituciones inclusivas tiene un proceso de realimentación positiva (o círculo virtuoso) por el que se protegen frente a los intentos de socavarlas. Ejemplo de ello serían las leyes antimonopolio. Este proceso requiere una prensa libre que evite abusos de los poderosos. Las extractivas entrarían en un círculo vicioso que hace que sea difícil salir de ellas, corriendo además el peligro de que las enormes desigualdades provoquen inestabilidad social y luchas internas para obtener el poder, que está en manos de unos pocos. Ejemplo de esto último son algunos países africanos.

Concluyen que la clave del éxito está en tener un Estado centralizado y una democracia pluralista que implemente instituciones cada vez más inclusivas.

Es la política por tanto la que permite crear instituciones económicas inclusivas o extractivas. Las políticas económicas y su éxito o fracaso serán una consecuencia, quedando en un segundo término las riquezas naturales de que disponga un país.

Existen multitud de ejemplos empíricos que refuerzan estas tesis. La comparación entre las Coreas del norte y de sur son claros ejemplos de cómo los sistemas políticos tienen consecuencia en los niveles económicos de la población.

La cara opuesta de la prosperidad es el nivel de pobreza de las naciones. En la Agenda de Desarrollo Sostenible de la ONU (Organización de Naciones Unidas) figura como su primer objetivo la eliminación de la pobreza en 2030. Se considera extrema pobreza cuando el ingreso al día por persona es inferior a 2,15 US$ (al valor de esta moneda en 2017). La buena noticia es que este dato mejoró notablemente en las últimas décadas (de 36% en 1990 a un 10% en 2015). No obstante, el ritmo se ha desacelerado en los últimos años y la reciente crisis del COVID-19 y la actual guerra de Ucrania han supuesto un retroceso

A final del 2022 había todavía en el mundo 685 millones de personas por debajo del umbral de extrema pobreza, suponiendo dicha cifra un hecho claramente doloroso. Por otro lado el Banco Mundial estima que en 2030 todavía habrá un 7% de la población en esa situación, especialmente en el África subsahariana y en el sur del continente asiático.

Hay múltiples acciones que se pueden tomar para disminuir la pobreza pero, teniendo en cuenta la información aportada por los estudios anteriormente citados, habría que apelar al deber de los poderes políticos de propiciar instituciones inclusivas que permitan el progreso de los pueblos. Esto es una responsabilidad moral que va más allá de las ideologías.

En las naciones que consideramos más desarrolladas esta obligación pasa por preservar el carácter inclusivo de las instituciones. La situación actual en la que se ataca la separación de poderes, se empobrece el juego democrático y se intenta imponer un pensamiento único traen como consecuencia la polarización así como el auge del populismo y de gobiernos con tintes autoritarios.

3 comentarios

3 Respuestas a “La prosperidad de las naciones”

  1. O'farrill dice:

    La prosperidad y progreso de las sociedades distribuidas a lo largo y ancho del mundo, dependen de una multiplicidad de factores, casi todos ellos ligados a los «poderes» de cada momento.
    Para ceñirnos al momento actual y a lo que llamamos mundo occidental, nos vamos a encontrar casi siempre con intereses de grupos para dominar de una forma u obra a una sociedad debilitada (la europea) desde las guerras mundiales, donde siempre sobresale el vencedor último cuya hegemonía persiste a través de la propaganda, de la ingeniería social y del abundante dinero dedicado a tales intereses.
    La UE fue tutelada en mayor o menor medida por EE.UU y sus intereses geopolíticos y geoestratégicos, para ser una colonia donde dirimir y extraer tales intereses. Era más fácil que tener que negociar país por país y gobierno por gobierno, utilizar una estructura política y económica que establece directivas de obliogado cumplimiento a los países miembros (incluso el suicidio moral, social, cultural y económico) como está ocurriendo desde hace años de Europa.
    Ni Europa ni sus naciones tienen ya intereses soberanos propios,sino que que han debido adaptarse a los «modelos» o «patrones» diseñados más allá del Atlántico. El conjunto de supuestos líderes son marionetas manejadas bien por el dinero o por el chantaje, para defender intereses ajenos y empobrecer a sus pueblos en los que «reside la soberanía nacional de la que emanan los poderes del Estado».
    Si la UE fuera efectivamente la «Europa de los ciudadanos» que nos vendieron, probablamente no tragaría la cantidad de insensateces impuestas y tendría capacidad y recursos suficientes para la prosperidad de los europeos. Si además, en lugar de enfrentarnos a Rusia (Europa hasta los Urales) se la hubiera inivitado a formar parte de este bloque, se habrían desbaratado tales intereses hegemónicos (particulares en gran medida) surgidos de mentes infantiloides y distópicas convertidos hoy en religiones y dogmas infumables desde la Ciencia (no vendida al dinero).
    Es una simple pincelada sobre el tema propuesto por el autor.
    Un saludo.

  2. Manu Oquendo dice:

    Menuda cuestión que nos plantea D. Francisco. Casi nada.

    Antes de ir al grano, me gustaría refrescar el recuerdo de tres cosas claramente empobrecedoras por cuestiones sistémicas que no tenemos espacio para abordar en profundiad.

    1. Occidente –esencialmente USA y la UE– está en un proceso de empobrecimiento que arranca en los años 70 y que está muy bien documentado pero muy poco difundido. Por tanto la pretensión de ejemplaridad habría que buscarla en el siglo XIX pero, desde luego no en el XX que es cuando se comienzan a adoptar políticas social-demócratas/imperiales empobrecedoras especialmente desde finales de los años 70.

    2. Desde aquella época –que coincide con la apertura a China de Nixon y el consiguiente proceso de deslocalización industrial que ahora vamos a tratar de revertir dado el fiasco resultante– Occidente ha pasado de representar el 80% del flujo de patentes y propiedad intelectual a no alcanzar el 25%. USA es, más o menos la mitad que China, y toda la UE menos que Corea del Sur. OMPI/ONU.

    3. El papel de la ONU —convertida en lacayo imperial y aspirante frenético a poder global– es otro elemento clave que no solo no genera riqueza sino que produce el efecto contrariio. Con un agravante, cualquier intento de centralizar la dirección de algo complejo choca frontalmente con la Ley de Ashby que –inevitablemente– conduce a dos cosas: Ineficacia creciente y reducciones de libertad.

    Es sabido que las métricas actuales no sirven para medir la economía. Son métricas políticas y no interesa corregirlas porque exhibirían de inmediato la impericia y las trampas –cada vez más obvias– de los gobiernos.

    1. PIB. Es una métrica política desde sus inicios (ver el prólogo de su creador, Kuznets un poco antes de la segunda guerra mundial) porque omite un componente fundamental: Las variaciones de inventarios y los endeudamientos. Como si solo el Flujo Circular (básicamente facturación en una empresa) sirviese para saber su marcha ignorando los efectos en Pérdidas y Ganancias, Capital y el resto de partidas de balance.

    2. La ONU, con el fin de promover políticas de socialistas y progresar en su acceso al poder global por cuenta de su principal financiador, trata de degradar todavía más lo que deberían ser métricas puramente contables. Métricas que desde Pacioli ya tienen más de 500 años de rodaje y son imbatibles para saber cómo, de verdad, va la «economía». El «oikonos» tambien conocido como «el orden en la gestión».

    Los cinco temas puede ser explicados en detalle pero no duden que son rigurosamente ciertos.

    Me gustaría, por otra parte, traer el recuerdo de algo importante que sucedió hace décadas y que no solo no se ha resuelto sino que va a peor.
    Aquí:

    El profesor Abramovich, amigo de Milton Friedman desde la infancia, enseñó economía en Stanford mientras Friedman lo hacía en Chicago.
    Ambos nacieron en 1912 y Moses Abramovich falleció el año 2000, seis años antes que su amigo Milton.

    Corrían los años de la posguerra, los felices 50, cuando Abramovich comenzó a estudiar la economía de USA desde 1870 hasta aquel momento. Lo hizo armado con todo el arsenal estadístico disponible en una cultura, la de los EEUU, que medía y registraba ordenadamente casi todo.

    Uno de los objetivos de este macroestudio era estimar qué proporciones de los motores tradicionales del crecimiento, capital y trabajo según las teorías desde el siglo XIX, eran responsables por qué aspectos del impresionante crecimiento de su nación durante aquellos 80 años.

    Los resultados, validados y confirmados posteriormente por gentes como el premio Nobel R.M.Solow, fueron verdaderamente sorprendentes.

    Ambos factores que según la economía clásica deberían ser responsables de casi todo el crecimiento, sólo podían atribuirse, conjuntamente, el 15%.

    Es decir, el 85% del crecimiento era resultado de otros factores como Dinamismo social, Innovación, Educación, Motivaciones sociales, Creencias, Propensión al cambio, Libertad económica, Independencia respecto a los Gobiernos, etc.

    Estos resultados hicieron decir a Abramovich que, en si mismos, eran un indicador del nivel de nuestra ignorancia y de cuánto las sociedades modernas nos hemos alejado de lo que siempre fue sabido en todas las sociedades con la ambición de ser más ricas.

    El crecimiento y el enriquecimiento de una sociedad dependen fundamentalmente de Factores Culturales, psicológicos, de los valores, de las motivaciones y del carácter de sus gentes. De su diversidad creativa, de su libertad y de su ambición.

    Aspectos estos que muchos de nuestros gobernantes, USA incluida, han descuidado y dañado a conciencia durante décadas.

    Al igual que tantas otras cosas, antes de esforzarse en nada, la pregunta más normal es ¿por qué? ¿por qué hacerlo?

    Una clave está en la respuesta a esa pregunta tan sencilla: ¿Por qué molestarse?
    Otra, también importante, es el río de Free-Riders (Gorrones sin responsabilidades productivas) que las democracias han generado y siguen generando.
    Esto se está hundiendo.

    Arnold Toynbee diría que las élites gobernantes han dejado de ser creativas para pasar a ser Parasitarias y nos crean más problemas de los que son capaces de Resolver.

    Lo estamos viendo a diario.

    Saludos

    PS. Dos libros en mi opinión fundamentales y en la linea de Solow.

    Por cierto, las condiciones de prosperidad económica, como nos recuerda el autor, poco tienen que ver con lo que la Tierra nos ofrece. Esa mitad tiene muy buena tierra y la prueba son sus productos de norte a sur.

    Para entender lo cual hay dos referencias muy importantes. Ambas inciden sobre un ingrediente crucial de toda actividad económica: La naturaleza creciente o decreciente de los rendimientos marginales.
    1. «La Globalización de la Pobreza». Eric Reinert. Ed. Crítica. 2007
    2. Antonio Serra «Breve trattato delle cause che possono far abbondare li regni d’oro e d’argento dove non sono miniere» «Breve tratado de las causas que pueden hacer abundar el oro y la plata en los reinos que no tienen minas». Escrito en el XVII en Nápoles y dedicado al Conde de Lemos.
    En librerías de segunda mano (Italia/España) o, si hay suerte, PDF en la red.

    1. Francisco Díaz-Andreu dice:

      Hola Manu.
      Te agradezco el detallado y documentado comentario. Efectivamente todo lo concerniente a cuáles son las claves para que un país progrese me parece un tema apasionante y debería ser objeto de estudio de todos los dirigentes con responsabilidades políticas.
      Las tesis que mencionas de los autores que citas, Abramovich y Solow, están muy en línea con las que incluyo en el artículo.
      El tema que mencionas de la decadencia de EEUU y Europa es algo sobre lo que merecería la pena reflexionar. Aparte los argumentos que mencionas, habría que ver otro punto de vista en mi opinión. Ambas áreas no han dejado de crecer y mejorar su nivel de vida en los últimos decenios, lo que ocurre es que hay otras áreas que han crecido más deprisa (caso de China, países asiáticos e incluso África) y la diferencia se ha ido acortando con los años, lo cual es un dato positivo si tenemos en cuenta de qué niveles de pobreza partían. De hecho está previsto que China supere a EEUU como primera potencia mundial desde el punto de vista económico dentro de no muchos años.
      La pregunta es qué deberían hacer los países occidentales para no quedarse atrás. Es una carrera en la que lo difícil es mantenerse continuamente en cabeza, aunque al principio de la misma se hayan tenido las primeras posiciones.

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