La selectividad

En la década de los 70, como consecuencia del boom demográfico, y del desarrollo económico, los jóvenes nacidos en los años 50 en España, amenazaban con colapsar las universidades de nuestro país. Por entonces estaba muy claro que la mejor vía para salir de la clase social que te había correspondido al nacer, y un destino permanentemente sujeto a los dictados de los dirigentes que correspondiera, era titular una carrera universitaria, con la esperanza de conseguir un futuro mejor.

Ser un licenciado universitario era sinónimo de buenos ingresos, trabajo asegurado, y un futuro cómodo y prometedor. La aún endeble y precaria clase media española, acostumbrada a agachar la cabeza, al pluriempleo, a la familia numerosa, y al “600”, hacía denodados esfuerzos por conseguir que sus hijos –todos si pudiese ser– consiguieran entrar en la Universidad, garantía de éxito social y de un panorama muy esperanzador, que los sacara de la dura precariedad que caracterizaba a sus familias.

Por entonces, el régimen dictatorial ya hacía aguas por todos los lados, en los estertores finales del general, y se avecinaban tiempos inciertos y convulsos, con los nubarrones activos de una guerra civil aún sin cerrar interesadamente por ambos bandos, a la espera todos de la segunda parte del partido. Ni unos digirieron la derrota, ni los otros la victoria, sin entrar en los transcendentes matices que una aseveración así supone.

La opción de cursar estudios universitarios era, no solo una forma de acceder a una clase social más alta, sino también un intento de que los posibles conflictos político-sociales no les cogieran en situaciones de alta precariedad, teniéndose que jugar algo más que la vida en un enfrentamiento armado, donde los ideales se mezclaban con facilidad con la impotencia de ser “carne de cañón”.

La entrada masiva de jóvenes a los centros universitarios amenazaba no solo a las aulas sino, sobre todo, a los chiringuitos profesionales que siempre han estado alrededor de los gremios más distinguidos. Esto no alarmaba a las Facultades de Filosofía, Derecho o Pedagogía, por poner unos ejemplos, sino a las profesiones más elitistas como las Ingenierías, Medicina o las de Ciencias en general. Había que establecer de forma urgente un elemento corrector que protegiera los intereses de determinadas “clases dirigentes”, amparándose en la idea de los “números clausus”. Los lobbies se movilizaron para proteger sus intereses frente a la avalancha de excluidos que querían tener su mínima cuota en una tarta que engolosinaba a todos ellos.

Enseguida aparecieron las Pruebas de Acceso a la Universidad, conocidas como Selectividad, un proyecto que estaba olvidado en un cajón por la escasez de consenso entre todos los rectorados, y que las urgentes circunstancias socio-políticas obligaron a sacar a la luz con una rapidez inusitada, con el objetivo de frenar la escalada de episodios de oposición y enfrentamiento al Régimen que se sucedían ya constantemente en la vida universitaria nacional, y en previsión de su incremento que ya se estaba produciendo.

Desconociendo que el principal peligro social tenía otras formas y maneras de alcanzar los objetivos de corrompernos a todos, esta estrategia socio-política de primer orden, hay que situarla en su contexto del año 1974, para entenderla adecuadamente, pues estamos hablando de que por entonces la oposición al Régimen solo tenía un nombre: Partido Comunista de España, los tan temidos, y odiados “rojos”, que volvían para satanizar la Santa Cruzada de liberación nacional y a los valedores del espíritu católico de Occidente.

Cierta e imprevisiblemente, la mejor estrategia para frenar el ascenso de los desfavorecidos, resultó ser la posterior apertura a las entidades privadas de canales de televisión (radio y prensa ya los estaban). Hasta la aparición de Tele5, auténtico aldabonazo en la maltrecha autoestima de las clases medias y bajas españolas, no había otra forma de progresar socialmente que a través de los estudios. Desde entonces, ya muchos han logrado un inmejorable nivel de autosatisfacción, a través de la horterada, el analfabetismo ilustrado y las cirugías cosméticas, logrando todo un Ego amachambrado con los eslabones de la cadena más pesada que nos podamos encontrar.

¡Quién se podía imaginar que los debates ideológicos se iban a sustituir por cotilleos propios de la sala de espera de las peluquerías y de las porteras del país! ¡Quién iba a creer que los modelos sociales iban a derivar en tertulias chabacanas, barriobajeras, y en griteríos y vociferaciones característicos de trifulcas de taberna, en vez de blandir sus argumentos! ¡Quién imaginaría que los líderes sociales a seguir y emular fueran a ser princesas adictas, julandrones malintencionados y tonadilleras corruptas, y por no seguir!

Pero, los ingenieros sociales de los años 70, propulsores del conductismo social en el que nos encontramos, y causantes de los graves problemas políticos que arrastramos progresivamente desde entonces, no sabemos si imaginaron correctamente las consecuencias de la Selectividad, pues la dinámica de su funcionamiento ha tenido un completo efecto perverso en la sociedad española.

Como bien analizó el sociólogo francés Antoine Prost en su ensayo “Fronteras y espacios de lo privado”, las muy numerosas clases humildes del pasado siglo tienen como principal aspiración conquistar los privilegios propios de la clase social inmediatamente superior, fijando como objetivo el logro de dichas prebendas y emulando cuanto pueden los estilos de vida que les observan. Esto es así, no solo para las clases más desfavorecidas, sino también para todo el escalafón invisible, que jalona las estructuras invisibles de las que la sociedad está compuesta.

En España, país de hambre, desigualdad e incultura donde los haya, eso pasaba visceral e inexorablemente por lograr acceder a las universidades, tan importante, al menos, como tener tu pisito. Desde entonces en los padres de familia se establece un principio esencial que domina toda la esfera educativa –formal e informal, institucional y privada, lectiva y familiar, global y cotidiana–, como es preparar a sus vástagos para ese objetivo final descrito. Y la dinámica familiar adquiere el currículo oculto de comenzar la competición cuanto antes, aprendiendo idiomas, reforzando las materias y ayudando con clases de apoyo. Pocas propuestas educativas que parezcan inútiles para el fin último establecido van a ser tenidas en cuenta, y así la literatura, el teatro, la danza, la filosofía, el griego o el latín, y toda la importancia que tiene durante la infancia lo que suene a juego en general, pasan a un segundo o último plano, en pos de seguir en la vanguardia de una competición opaca pero jalonada de aldabonazos que consigue acabar con la, de repente estúpida, alegría infantil.

Esta carrera infame no respeta nada, ni edades ni tiempos, ni diferencias ni singularidades, y aboca al infante a perseguir denodadamente un fantasma inmaterial desconocido, ajeno a su mundo ingenuo e inocente, aprendiendo precipitada y radicalmente todas las claves e instrumentos para acercarse a lo que los padres pretenden para él, con mínima capacidad de crítica o resistencia directa, y aceptando sin rechistar un proyecto ajeno e ininteligible para el que lo soporta. Y nos encontramos, cada vez con más frecuencia, menores insensibles al sufrimiento ajeno, dando la espalda a esferas de su sensibilidad no tenidas en cuenta en los círculos en los que se mueven.

No nos extrañemos entonces de la ingente producción de psicópatas con la que estamos poblando el mundo, de sus rituales de alienación colectiva cuando se convierten en adolescentes, y de la inmensa crueldad y mala hostia con el que llenan ese sistema circulatorio virtual al que llamamos redes sociales.

6 comentarios

6 Respuestas a “La selectividad”

  1. Paz dice:

    Es usted muy injusto, como si la psicopatia galopante de la sociedad, como si a los niños de las generaciones anteriores hubieran vivido en Disneylandia, cuando vivian al borde de la subsistencia. Hablo de la clase obrera. Muchos estudiaban gracias a la tan denostada Iglesia catolica. Los que podian estudiar, solian vivir su infancia al margen de sus padres.
    Y ahora, lo facil es ensañarse con los padres que nos partimos el alma para que los niños esten suficientemente instruidos y educados. ¿Y con que nos encontramos? Con pedagogias absurdas que protegen a los que menos quieren hacer pero que reclaman toda la ayuda para ellos. Esa es la base de la psicopatia actual, el cero reconocimiento, formal e informal, del esfuerzo y de cualquier tipo de reto que haga sobresalir a unos sobre otros. No es la sobrecarga de extraescolares, que la generacion X tambien tuvo, sino el desprecio absoluto a las capacidades de las personas. Ahora hay mas incentivos para ser victimas y seguir pidiendo como bebes que para ser adultos y ser responsables y los jovenes se dan cuenta. ¿Merece la pena hacerte cargo de tu vida cuando a los demas les regalan todo con el.sudor de los pocos adultos inalienados que quedan? A mi me parece que si y por eso lucho para que mis hijos tengan una vida con oportunidades y puedan descubrir su talento y desarrollarlo, en la Universidad, en un taller o donde sea.
    ¿O es que le molesta que el afan de superacion de los demas moleste a los hijos de los elegidos que hoy dia dictan lo que los demas deben hacer o dejar de hacer?

    1. Carlos Peiró Ripoll dice:

      Hola Paz,

      Lamento que no haya recogido el mensaje contenido en el artículo, que dista bastante de las conclusiones que ha esgrimido en su comentario, de los que no me voy a defender porque no suscribo en absoluto sobre lo que dice que yo digo.

      La tesis del texto estriba en analizar el efecto que ha tenido la prueba de Selectividad en las dinámicas familiares, y especialmente en los acentos y prioridades que los padres establecen sobre sus hijos. Lo que sostengo es que eso ha supuesto varias vueltas de tuerca a la presión que se ejerce sobre los menores en relación con el rendimiento académico, consiguiendo que ese factor esté totalmente en el centro de su existencia. Además, opino que es un elemento clave para entender la evolución de la estructura familiar a dos o tres generaciones vista, pues el gasto que supone prepararles adecuadamente para el cada vez más competitivo mundo profesional y laboral, ha significado, por un lado, una necesidad de ingresos netos muy superior al anterior, lo que traducido a la realidad supone una alta presión para que los dos cónyuges trabajen, e igualmente una reducción considerable de la natalidad y una modificación brutal de la pirámide poblacional, que, entre otras cosas, está suponiendo nada menos que el cuestionamiento de las pensiones futuras y del propio Estado del bienestar. Entiendo que no es el único que factor que influye en estos aspectos descritos, y que hay otros, incluso alguno de más peso, en la conformación de la ecuación con la que nos encontramos, pero las modificaciones vividas por las familias (en general), suelen pasar muy desapercibidas en los análisis sociológicos, y entiendo que son claves para comprender de forma completa el mundo en el que vivimos, y para intuir al que inexorablemente nos dirigimos. Sin comprender lo que han supuesto estos cambios no se pueden entender los orígenes de esta psicopatía colectiva, en el que el parásito común que describe no es más que una de las tipologías, y así hay otros como el egocéntrico “empedernido” que es el resultado de una escala de valores en el que lo suyo siempre es lo primero… y lo último. Le sugiero el siguiente estudio, que aunque un poco antiguo, no deja de ser un buen retrato de la realidad juvenil: Megías, E., Elzo, J., (2006). “Jóvenes, valores y drogas”. Fundación de Ayuda a la Drogadicción – FAD -.

      Desde los que investigamos el ámbito familiar, acostumbrados a navegar en terrenos microscópicos, observamos que en las modificaciones realizadas (y aparentemente sobrevenidas) en las últimas tres décadas en la estructura familiar, el principal perdedor es el niño, y esa tendencia va aumentando en una dirección sobre edades más tempranas, y es manifiesto que cada vez más se les está arrebatando su infancia como espacio de experimentación, juego y lucidez, al igual que les hemos arrebatado una mirada cercana, cálida y amable, y unos sitios en los que desarrollar su creatividad, su imaginación y sus sueños junto con otros niños.

      Se entiende perfectamente el dilema de los padres a la hora de elegir sus prioridades sobre sus hijos, y la sensación de injusticia cuando no se reconocen sus denodados esfuerzos para sacarlos adelante, muchas veces remando contra viento y marea. Pero, quizás ahí radica la cuestión, desarrollado ya en algunos artículos anteriores: http://www.otraspoliticas.com/educacion/%c2%a1la-bolsa-o-la-vida/ pues cada vez nos vemos más obligados por el entorno a elegir un camino entre el desarrollo personal del niño, o su consideración como futuro trabajador y profesional. Es significativo que no nos llame la atención ver como algunas escuelas su publicitan como: “No va a la escuela, va su futuro. Invierte en su futuro”.

      Yo por mi parte resisto, rechazo y me niego a ver a los niños como inversión, es sencillamente psicopático.

      Un saludo.

  2. Manu Oquendo dice:

    Como terminé la universidad justo en 1970 no tuve que examinarme de Selectividad. Lo hice de Preuniversitario. Un examen y un año académico necesario para ir a la universidad. Luego cada carrera tenía sus exigencias académicas para poder pasar de Ingreso, 1º y 2º a 3º y sucesivos.

    Es también notorio que la «Selectividad» que cita el artículo era mucho más facilita que nuestro «Preuniversitario» y éste mucho más fácil que el «Examen de Estado» de aquellos que terminaron su Bachiller en 1957 o antes. Era aquella una generación que había estudiado ciencias y letras y era capaz de hacer todos los exámenes escritos y orales ante el tribunal. Todavía viven algunos de ellos y da envidia escucharlos.

    Como he mencionado alguna vez, en 1975 se publicó por la Trilateral “The Crisis of Democracy” dirigido por los profesores Crozier, Huntington y Watanuki ( PDF libre en la Red).
    Al llegar a la página 191 del PDF (183 del documento) verán la 5ª de las siete recomendaciones del Informe:
    Dice textualmente: “Reexamination of the Cost and Functions of Higer Education”.
    En resumen: En ¡1975! lo más granado de la sociología del mundo decía que ya se estaban produciendo más universitarios de los que el Sistema necesitaría en Occidente. Que ojito con abrir el grifo.
    Pues bien, en 1975 en España había unas 12 universidades. Hoy andan por 80.

    Cualquiera que haya pasado por ellas como docente o como alumno sabe que la calidad no ha dejado de decrecer desde entonces.
    Hoy el Analfabetismo Funcional se mueve entre el 23 y el 48% de la población adulta y al reclutar universitarios una de las no menores preocupaciones es que sean capaces de entender lo que leen. Escribir lo que entienden, un lujo inaccesible para muchos.

    Es decir, se sabía ya entonces –desde luego ya era patente a partir de 1980– que un título universitario iba a garantizar muy poquito y que estos iban a ser cada vez más facilitos hasta llegar a la situación actual.

    No estoy muy de acuerdo con D. Carlos Peiró en el análisis que hace del Franquismo en los 50 y 60. Allí se formó la clase media española por muy pobrecitos que fuéramos que lo éramos pero, desde luego, no había ni una fracción del desempleo actual y el futuro era mucho mejor que lo que hoy reciben nuestros jóvenes.
    En aquella España se fabricaban, por ejemplo, Centrales Telefónicas –en Madrid–. La siguiente generación de centrales, las digitales fueron diseñadas por ingenieros españoles pero ya nunca se fabricaron aquí. Hasta un ordenador español había ´pudimos convertirnos en un buen constructor de centrales nucleares.

    Desde entonces hemos perdido el 37% de nuestro PIB industrial y el 30% del empleo industrial.

    Por ejemplo.
    1. Datos referidos a España: “La renta per cápita, que en 1959 era equivalente al 56% de la media de los nueve países de la entonces CEE, pasó al 81,4% de 1975, según FUNCAS, y se desplomó al 70,8% en los diez primeros año de la Transición. Hoy se encuentra en el 71,5%”.
    2. “En 1975 España tenía la misma renta per cápita que Irlanda; hoy, casi 43 años después, es un 38% inferior. En 1975 la producción industrial de Corea del Sur era la misma que la de España, en 2012 era cuatro veces mayor”.
    3. O un caso real, también español, perfectamente reconocible por muchos lectores porque probablemente lo han vivido.
    Familia recién casada en 1971 de escasamente 23 años. Un sueldo de universitario normal con un año de experiencia: 96€ mensuales unas 15,900 pesetas, como único ingreso familiar.
    Piso de alquiler amueblado por 6,000 pesetas, 36€ mensuales. Resto del gasto mensual, 60€. Suficiente para mantenerse dignamente con alguna ayuda doméstica esporádica en casa. Una pequeña capacidad de ahorro.
    Sin impuestos a dicho nivel de ingresos. No había IVA. Cobertura Sanitaria Pública más o menos como hoy y con Asistencia médica domiciliaria en emergencias.
    Hoy, en 2018, el mismo apartamento amueblado, al lado del Retiro, Madrid, se alquila por unos 1,300€ al mes. La pareja que lo ocupe debería ingresar un neto mensual de unos 3,000€ para tener un nivel de vida comparable y mantener la capacidad de ahorro o gasto discrecional de sus homólogos de los años 70. Incluso con dos sueldos en la familia sería altísimamente improbable por no decir imposible tal nivel de ingreso neto para un matrimonio universitario recién titulado.

    4. Por citar una perspectiva de un autor de la Izquierda. Manuel Escudero, autor del programa 2000 del Partido Socialista y hoy miembro de la ejecutiva. La obra es «Pleno empleo», editada por Espasa en 1998. Veamos dos párrafos de la página 53.
    “El resultado de todo este conjunto de diferenciales en los costes de producción (incluye en ellos como no podía ser de otra forma los costes fiscales) es la nueva ventaja competitiva del resto del mundo frente a Europa” Un poco más adelante cierra el capítulo así:………….. ”..Entonces sólo quedan dos salidas: O Europa hace un esfuerzo colectivo de moderación de rentas, de todas las rentas, o Europa desciende significativamente el tamaño del Estado, los impuestos y los costes sociales asociados a los salarios”.

    Es decir, lo llevamos muy crudo y, en mi opinión, el problema es de tal dimensión que lo de las universidades no es de lo más relevante.

    Pero esto nos llevaría a una conversación de muchas horas para poder reflexionar juntos sobre el cacao que arrastramos. Por falta de criterio, de soberanía y de visión de unos políticos que han bajado de nivel brutalmente.

    Hay otro tema básico del cual no se habla: Hay trabajos de Rendimientos Crecientes y Trabajos que son de Rendimientos Decrecientes. Hay trabajos que crean Riqueza y Trabajos que la Destruyen.

    Me ha gustado el Post de Paz porque refleja el espíritu de un tiempo incomparablemente mejor, humanamente hablando, que el actual.

    Es cierta, también en mi opinión, la conclusión del artículo de Carlos Peiró. Cito: «No nos extrañemos entonces de la ingente producción de psicópatas con la que estamos poblando el mundo, de sus rituales de alienación colectiva cuando se convierten en adolescentes, y de la inmensa crueldad…………………………………y mala hostia con la que llenan ese sistema circulatorio virtual al que llamamos redes sociales» Fin de cita

    Esto pasa en todo Occidente, no solo en España. Y no es casual.

    Pero lo voy a dejar aquí. Hemos retrocedido, mucho y ni siquiera nos paramos a pensar por qué.

    Un saludo y gracias

    1. Carlos Peiró Ripoll dice:

      Hola Manu,

      El tema del artículo no pretende centrarse especialmente en los aspectos económicos de la familia española (o europea), ni en el evidente deterioro de la Universidad como lugar de conocimiento y no como expendedor fácil de títulos, sino analizar los entresijos por los que dicurren las dinámicas familiares actuales haciendo una retrospectiva simple a unos 50 o 60 años vista, y calibrar el grado de responsabilidad (voluntaria o involuntaria) que tienen estas en la «calidad humana» de las generaciones que pueblan los estratos sociales que denominamos infancia y juventud.

      Independientemente de la desestructuración progresiva que ha vivido la familia como centro clave en el desarrollo personal de los jóvenes y menores, convendría preguntarse a quien han beneficiado y a quién han perjudicado estos significativos cambios. Con estos cambios nos sucede como con los niños, que a base de verlos todos los días no nos percatamos de su crecimiento físico. A mi me parece indudable que los más perjudicados en todo han sido precisamente ellos, donde los aspectos relacionados con su desarrollo individual han perdido mucho peso (la individualidad), y en cambio los que más se han desarrollado han sido los aspectos sociales (la socialización). Entender la infancia como un periodo de adaptación a un entorno, es olvidar algo tan básico como que la mayoría de las cuestiones que identifican al menor se producen en ese largo periodo que conocemos como infancia, y que vivirla con intensidad, profusión y amplitud, es la mejor manera de generar seres bien «individuados» capaces de enfrentarse al mundo que les tocará vivir. Esta es la auténtica razón de que nos encontremos cada vez con más analfabetos funcionales y egocéntricos incultos con alta autoestima.

      Y efectivamente, el problema no es solo de España, que tiene sus singularidades, sino de todo el primer mundo.

      No me digas que el tema no merece ¡una comida cuánto antes!

      Saludos cordiales.

  3. pasmao dice:

    He seguido el debate entre ustedes, muy interesante.

    No soy muy «intelectual», por eso a veces confío en la intuición de eso que llaman pueblo. Está claro que quienes sacan mejores notas en la selectividad son los que pueden elegir carreras de mas complicado acceso. Carreras que al final se muestran mucho mas útiles que las otras.

    Útiles por que a pesar de los pesares, sus egresados pueden encontrar mas fácilmente un reconocimiento, un trabajo acorde, fuera. Lo cual es algo acorde con el aspecto universal asociado a la universidad.

    Quizá sea porque son mas de «ciencias» (división que nunca me ha convencido) o empíricas. Y el mundo empírico es menos manipulable que en las otras.

    Es clara la degradación que afecta a nuestra educación, desde preescolar hasta los doctorados. Tan degradada que cada día que pasa los que somos padres nos planteamos hasta que punto merece la pena que nuestros hijos dediquen tiempo y esfuerzos a esa competición en la noria del hamster, que es lo que parece que es.

    No se hasta que punto les merece mas la pena ponerse a trabajar cuanto antes (16 años?), si es que ello fuera posible, en algo relacionado con el mundo real y olvidarse el pertenecer a ese manicomio homologado. Y mientras tanto ayudarles en todo lo posible para que estudien por libre, si es trabajando en lo que estudien mejor y si es viajando y cuanto mas lejos también.

    Porque lo que mejor se puede aprender es aquello que además se hace con perspectiva y sentido de la realidad, y eso en España es muy complicado.

    un cordial saludo

  4. Yo. dice:

    Buenas tardes, leído el artículo y comentarios, se me ocurre comentar que, selectividad? Muy selecta no parece..

    Continúo… Por que los muy instruidos e ilustres en algunas materias que parecen importantes, dejan su «Título» a la altura del betún…

    Continúo… Es decir, pareciera que las titulaciones, ni siquiera son regaladas sino más bien conseguidas en una Tómbola, por que con tanto jolgorio, regocijo y algarabía, lo que para una ha sido una «amarga noche», para otros se iluminó el día…

    Tener titulación para «esto».. Es cómo tener la cabeza dentro de un » tiesto»..
    Y doña justicia!! Por donde andas? –

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