La última vez que vi a un Estado asumir durante cerca de un año el pago del sueldo de un porcentaje muy cuantioso de su población, en situación de paro forzoso, mientras que su tejido productivo estaba prácticamente parado, la cosa acabó muy mal. Fue en Alemania, poco después de concluir la I Guerra Mundial. Los aliados, vencedores más en los tratados de paz que en la guerra misma, porque Alemania no sufrió ninguna derrota irrecuperable, ni sufrió profundos daños en su tejido industrial, obligaron al país derrotado en los despachos a aceptar de manera inequívoca toda la responsabilidad del conflicto.
En consecuencia, le obligaron a pagar todos los daños, físicos y morales provocados por el conflicto, lo que se tradujo en importantes concesiones territoriales a Francia, la desunificación del país y el pago de 132 millones de marcos-oro. Los marcos oro eran la moneda anterior al inicio del conflicto, antes de tener que ser devaluada para hacer frente a la economía de guerra. Durante los cinco años que duró la contienda, todos los países, devaluaron sus monedas, Francia e Inglaterra incluidos. Esa devaluación llegó a ser, aproximadamente, en torno a un 20% de su valor anterior, si no más.
Sin embargo, muy listos los políticos franceses e ingleses, pidieron la reparación en la moneda “buena”, a pesar de que ellos seguían haciendo sus pagos internacionales con moneda devaluada, al igual que la mayoría de los países. Pero claro, al vencido, al que hemos tenido la altura moral de perdonarle la vida, no le podemos perdonar la deuda. La vida sí, la deuda no. Paradoja grande.
Alemania, país joven, con su tejido industrial prácticamente intacto, aceptó el reto del pago de la deuda en marcos – oro. En aquel tiempo, la moneda tenía que llevar la cantidad de oro o metal precioso estipulada en el valor que llevaba impreso. Quiero decir, que tuvo que pagar realmente en oro. En plata y oro. Cuadrados los tenían sus políticos, pero cuadrados de verdad.
Estuvo dos años pagando al día, para consternación de Francia, que no veía el momento de ocupar, con la justificación de “impago de la deuda”, la zona minera e industrial del valle del Ruhr, rica en carbón y donde estaban emplazadas las principales fábricas de hierro y acero. Pero en 1923 se produjo el primer impago y los problemas económicos de Alemania empezaron a ser evidentes: huelgas, cierres de fábricas, paro. Estos ayudaron a poner de manifiesto los descontentos sociales: bolcheviques y nazis engrosaron sus filas en estos momentos.
Francia, conmovida por el esfuerzo y las desgracias de la población obrera del país vecino, decidió entonces ejercer su torcido “derecho” y, preocupándose más bien poco de aquello de libertad, igualdad y fraternidad, llevó a cabo la ansiada ocupación militar. Sus soldados desfilaron por las calles de Alemania occidental y ocuparon las principales fábricas y vías de comunicación. El carbón comenzó a fluir hacia Francia.
Pero como decimos, los alemanes los tenían bien puestos, hablando en machismo neto. Y, ni cortos ni perezosos, los obreros del Ruhr, los dueños de las fábricas y las autoridades, actuando al unísono en principio, decidieron que no trabajarían para Francia y pararon todas las fábricas.
El Estado alemán asumió entonces el pago de los salarios de todos aquellos obreros en huelga. Casi un millón de obreros, de manera indefinida. Alemania aguantó diez meses, de enero a septiembre de 1923, después, la quiebra absoluta. Vuelta a la economía de la edad de piedra, en pleno siglo xx.
¿No nos recuerda a nada esta situación? Un estado moralmente obligado a pagar el paro de una gran parte de la población, de manera indefinida, mientras que su tejido productivo está prácticamente parado. Endeudamiento máximo, ingresos mínimos, espectro político marcado por el enfrentamiento entre comunistas y extrema derecha. No es que vayamos a la guerra, es que vamos hacia una devaluación o gran devaluación de la moneda. Así que, para los que los que los tengáis, una recomendación no de economista, sino de historiador: sacad vuestros ahorros del banco y gastadlos. O invertid en yuanes, de la misma forma que los empresarios alemanes invirtieron en dólares, acelerando de paso el hundimiento de sus congéneres, pero salvando sus posaderas.
Estupendo artículo por lo claro y conciso. «Los pueblos que nacen en las cárceles de la deuda, pasan la vida comprando el camino hacia la libertad». Es una frase cuya autoría se me escapa, pero que define perfectamente la situación actual.
Si actuásemos con plena objetividad, sin sesgos ideológicos, veremos cómo hay una evolución exponencial del gasto público en España. En unos casos más o menos justificada en infraestructuras y algunos servicios. En su mayoría debido a eso que se conoce como «industria política» y que parece manifestarse en el coste del tinglado político que, de esta forma, se convierte en la primera entidad corporativa nacional no productiva de ningún tipo de bienes ni de servicios. Solo sueldos, dietas, privilegios…. Ni siquiera inteligencia creativa, organizativa o eficacia. Sólo clientelismo….pagado.
España está en quiebra técnica. No sólo por el enorme coste de la organización autonómica del Estado y sus derivados, sino porque no hay ni un ápice de más eficacia funcional de los servicios, sino un aumento incontrolado del sistema clientelar, más corrupción (por más ocasiones) y, al final, unas economías precarias del sector servicios producto de la inseguridad jurídica que han penalizado la pequeña y mediana empresa, liquidado la familiar y proletarizado a las clases medias.
Hay una enorme desproporción entre el mundo de los empleados públicos y las necesidades reales de servicios públicos. Para justificarlo se han complicado gestiones y trámites con la digitalización, escondiendo detrás de las máquinas a los responsables físicos de tales servicios. Ya no hay tales responsables, sólo las máquinas. Eso sí, tenemos las infraestructuras gubernamentales más caras, más vistosas, los mejores coches oficiales y miles y miles de paniaguados llamados «asesores».
El nazismo, el comunismo y el fascismo nacieron de la desesperación y del hambre…. ¿Es pura casualidad lo que nos está ocurriendo?
Un saludo.
En primer lugar felicitarte por tu acertado artículo Taid y expresarte la agradable sorpresa que supone leerte en este blog.
Aunque expones una situación que podría ser análoga a otros momentos históricos por el enorme peligro que supone que el estado asuma el pago del salario de gran parte de su población sin un tejido productivo que lo sostenga.
Me gustaría matizar algunos componentes que no la hacen mejor ni peor a la situación actual pero si distinta.
La Gran Guerra impuso que el estado interviniera en la economía, fué un factor decisivo para que surgieran las economias planificadas, aunque otros fenómenos tambien influyeron como la planificación comunista (practicamente recien estrenada), y la planificación fascista.
El capitalismo cambió en la segunda Revolución Industrial, abandonó el liberalismo económoco radical a favor de los monopolios y las tendencias proteccionistas.
La primera guerra mundial introdujo la racionalización y la coordinación aunque se respetase la propiedad privada con alguna excepción.
Los precios aumentaron, el poder adquisitivo de los contendientes cayó y el mercado negro se extendió.
La destrucción de infraestructuras productivas ( no tanto en Alemania como tu apuntas) y la necesidad de materias primas hicieron que las compras al extranjero se dispararan superando muchas veces las posibilidades de pago, se disparó la deuda pública y el fantasma de la bancarrota se cernió sobre Europa.
En el ámbito laboral, la atención de servicios y la industria bélica hizo que se buscaran trabajadores para reemplazar a los que marcharon al frente.
Alemania impuso el trabajo obligatorio, los aliados recurrieron a trabajadores de sus colonias (Alemania careció de esa posibilidad).
Se recurrio a adolescentes y sobre todo a mujeres ( grandes protagonistas), Alemania casi duplico el número de trabajadoras en la guerra.
Pero la comparación con la intevención en España del Estado para subvencionar salarios de desempleados, es, como leí en un artículo reciente, una de las características peculiares de su condición de nación subvencionada.
Aquí todo, absolutamente todo está subvencionado, menos la pobreza irremediable.
Los partidos políticos se mantienen por la subvención del cajon nacional, los sindicatos perdieron ya su virginidad y son ahora centros administrativos subvencionados, la Iglesia, vive, reina y prevalece por la subvención establecida a la hora de las declaraciones fiscales.
Los Ayuntamientos acabarían encharcados de deudas si no fuera porque el padre Estado les echa una mano ; aquí y en nuestra hora, el que no está subvencionado está perdido y sin subvención no hay industria, ni comercio, ni polígono, ni empresa que no reclame su derecho a una subvención.
Se subvenciona el carbón y la agricultura, la vaca lechera y el inmigrante recién desembarcado de la consabida patera, se subvencionan largamente los montajes turísticos y los feriales.
Y todavía no se subvencionan los matrimonios de hecho porque se confía más en el divorcio.
Como nos sobran euros subvencionamos a países como Nicaragua, Ecuador, Zambia o El Tíbet por ejemplo, para que establezcan la democracia en sus territorios.
Somos altivos y generosos como Maharajas de la Índia.
Un abrazo
Interesante artículo que nos recuerda la posición de Keynes en relación con el tratado de Versalles suscrito tras la victoria en la primera guerra mundial. Por esa razón abandonó el gran John Maynard Keynes el equipo británico en aquel momento.
Indirectamente el artículo nos plantea la cuestión de a quién subvencionar en una «economía» que ya está financiando el gasto a un porcentaje mayoritario de la población en este largo periodo histórico de lento empobrecimiento paliado muy parcialmente por la «impresión» desaforada de dinero. La emisión de Crédito es la principal forma de «dinero» actual.
Estando en general de acuerdo con el autor, quisiera hacer un apunte semántico sobre una de las frases cuando dice que «Endeudamiento máximo, ingresos mínimos, espectro político marcado por el enfrentamiento entre comunistas y extrema derecha».
El párrafo citado refleja de modo ortodoxo el «relato» más extendido sobre la historia del siglo XX, pero oculta, –a veces inadvertidamente porque ya es un acto reflejo– , una de las grandes falacias de nuestra historia y que consiste en olvidar la verdadera naturaleza de lo que ocurrió que no es –ni fue– un enfrentamiento «Izquierda-Derecha» sino una lucha a muerte entre dos versiones del Socialismo: El Socialismo Soviético (Internacionalista) y el Socialismo-Nacionalista de Mussolini y de Hitler. Olvidando, de paso, que ambos personajes surgen del liderazgo Socialista-Comunista del momento.
Este error conceptual inducido y ha sido muy hábilmente promocionado por los «intelectuales orgánicos» –en su definición gramsciana– y se ha incrustado en nuestra percepción subconsciente siendo discrepante con la realidad. Este tipo de «misconception», de distracción conceptual, permite, por ejemplo, que, como estamos viendo en España, los totalitarios se permitan llamar fascistas a personas de talante liberal y democrático mientras ellos, los auténticos fascistas, permanecen en la sombra.
La semántica es crucial.
Un saludo y muchas gracias.
Cuando a finales de Febrero de este año, el Gobierno salía minimizando todas las alertas disparadas sobre lo que nos iba a llegar, poniendo gran énfasis en que el país tenía prácticamente la mejor sanidad del mundo, los que verdaderamente conocían el estado de nuestro sistema de salud, porque trabajaban dentro de ella, sabían que podían echarse a temblar.
No ha tenido tanta trascendencia como debiera, pero la rapidez con que los sanitarios “improvisaron”, con lo que tenían “a mano” no fue fruto del azar.
Acostumbrados, como ,estaban, a perder gran parte de su jornada laboral en tareas administrativas de control y fiscalización de todo tipo de datos, registro exhaustivo de firmas identificándose ante cualquier tipo de tarea realizada, y responsabilizándose de los recursos materiales e incluso humanos, empleados en ellas, han tenido que desarrollar estrategias para poder llevar a cabo su verdadera labor asistencia.
Mi impresión es que, en plena pandemia, y antes, no fueron los responsables últimos del sistema de salud los que sacaron adelante ideas y recursos ante la falta de material y de personal.
Fue la experiencia de los sanitarios la que se impuso y se improvisó con lo que había muy rápidamente….porque ya lo habían hecho antes, y de esa manera se enfrentaron a algo nuevo totalmente… desprotegidos…, con lo que había…
No éramos los mejores en cuanto a Sistema de Salud…ni en eso…ni en otras muchas cosas.
Ahora aún menos.
Actualmente y en general, cuando los medios de comunicación nos reportan alguna noticia sobre la pandemia, no lo hacen en términos de “protección de la salud comunitaria”.
A veces nos enteramos de cómo se está desenvolviendo la enfermedad, sus síntomas, evolución y tratamientos, más bien a “cuentagotas” y a través de casos cercanos o conocidos que trabajan en algún centro hospitalario.
Si no…ni “mu” desde “el cuarto poder”.
Ningún dato clínico de salud, recuperaciones, prevenciones o secuelas…nada.
Solo números sin especificar….etiquetas para identificar a ciudadanos en base a esos números …
Y en aumento un lenguaje cada vez más intimidatorio.
Se prodigan, casi hasta con placer, las noticias sobre el número de personas pilladas en “fragante” desobediencia de la normativa (altamente confusa), y de lo implacable que se será con ellas.
Un lenguaje en una crisis ¡de salud!…y ni una palabra sobre ello, ninguna indicación, como otros años por estas fechas y sin pandemia, sobre medidas como el aumento de tomar alimentos con Vitamina C, evitar contrastes de temperatura, reconocer síntomas catarrales…síntomas de empeoramiento…, nada, ni siquiera la posibilidad de ver a tu médico…
Ni una llamada a mantener la serenidad con responsabilidad, ausencia, dentro de un sistema que se basa en el “cuidado”, de un lenguaje tranquilizador, o amable.
Desde los medios de comunicación la “crisis de salud” se ha reducido…y aumentado la intensidad en esos límites…., a la amenaza, persecución e intimidación desde el lenguaje.
Pero va más allá.
Se expone y publicita los castigos e infracciones que se impondrán a aquellos que no cumplan…con un ensañamiento impropia de una situación de vulnerabilidad y empobrecimiento exponencial de los ciudadanos, por parte de unos gestores que lo saben.
Hasta “dos mil euros de multa a los infractores”…y “verás como así aprenden”…palabras textuales escuchadas a una locutora de radio.
¡Dos mil euros!…a una población donde hace tiempo su “clase media” ya no es ni siquiera mileurista.
Y Fronteras, muchas fronteras, territoriales y lingüísticas.
Fronteras con las comunidades limítrofes, con los pueblos limítrofes, con las ciudades limítrofes, con los barrios…., con las casas…, con los vecinos limítrofes.
Hace poco me decía una amiga que por ahora todo se mantiene funcionando gracias a que cada uno intenta, como puede, que eso sea así, como en los hospitales durante la pandemia…¿y cuando ya no se pueda?.
«Líder es el hombre capaz de convertir la masa en pueblo».
No cito al autor para que no se escandalicen los bienpensantes. Pero el hecho es que esa fue la enseñanza que sacamos de aquello que sucedió en el 23 y que tan bien explica el autor.
O si queréis algo más duro, citaré a un español:
«Que no puede esclavo ser, pueblo que sabe morir»
Vayan tomando nota.
No puedo más que hacer notar la cantidad de imprecisiones graves (y letales para el núcleo del argumento) que he podido advertir en este texto.
1. Se achaca el colapso a pagar durante 10 meses el sueldo de 1 millón de trabajadores, un sueldo que ya de por sí era muy bajo. El autor parece olvidarse inmediatamente de todo lo que ha contado antes:
– Que ya estaban pagando una «compensación» inaceptable a varios estados enemigos.
– Que la merma de ingresos, aun correspondiendo a una de las zonas más ricas del país, sólo correspondía a esa parte.
Y permitanme añadir algunos puntos más, convenientemente no mencionados en el texto:
– Que la situación anteriormente descrita duró mucho más de 10 meses, y que el declive económico fue prolongado en el tiempo, no súbito.
– Que las medidas «inflacionistas» abarcaron muchísimo más gasto que simplemente pensiones de desempleo.
– Se olvidan también de la crisis financiera/especulativa que había atravesado todo el mundo occidental (no sólo Alemania).
– Se olvidan del proteccionismo salvaje que impusieron los Estados Unidos de América, que provocó un colapso en el comercio exterior de multitud de países
2. Se hace referencia a bolcheviques, pero estos eran una facción del comunismo ruso que abogaba explícitamente por la dictadura del proletariado, que no tenía paralelismos directos con el comunismo alemán (es más, en Alemania tenían a referentes como Rosa Luxemburgo, contraria a los métodos bolcheviques, por mucho que les reconociera a algunas virtudes). Este error puede parecer irrelevante para el argumento en sí (y siendo estrictos, lo es), pero denota un cierto desconocimiento, o como mínimo poco cuidado a la hora de analizar la situación.
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Dicho esto, que la situación actual es grave? Por supuesto. Que aumentar el gasto de un estado cuando la economía productiva está estancada tiene consecuencias negativas? Evidentemente.
Pero la línea de razonamiento sostenida no considera en absoluto cuales podrían ser las consecuencias de cursos de acción distintos. Se limita a lanzar una crítica mal planteada, no constructiva, y con una situación de base no trasladable a nuestro tiempo y configuración política.
Hola Andres, soy el autor del texto. Me he gustado mucho tu comentario, que muestra que conoces bien aquella época y, evidentemente, estoy de acuerdo con casi todas las matizaciones que estableces que creo que todos agradeceremos. Pero el espacio es el que es y sintetizar siempre conlleva este riesgo. Dicho esto, no estoy de acuerdo con la idea de que sean tan graves y tampoco con la de que sean letales para el núcleo del argumento, que es establecer un posible paralelo histórico.
No era, pues, mi intención hacer una crítica, lo siento si me he expresado mal, sobre todo al final del texto. Era tan solo establecer un posible paralelo, una situación comparable no excesivamente lejos en el tiempo. Y en ese sentido yo sí creo que son situaciones comparables. De hecho las creo, en sus grandes rasgos, muy semejantes. No solo por la situación de guerra fría o de guerra larvada, de guerra económica (con cierre de fronteras, proteccionismo económico, devaluaciones encubiertas, declaraciones falsas de apoyo al patron oro, y mil cosas más como tu has dicho), muy parecida a la que se disputa hoy entre las grandes potencias, sino porque un Estado muy endeudado (Alemania) ha de afrontar además el pago del salario de un millón de trabajadores durante diez meses en un contexto de proteccionismo económico extremo y cuando su principal (no único) motor económico está parado.
Esta situación me parece muy similar a la de España hoy: punto de partida con un endeudamiento muy grande, cierre de su industria principal (el turismo), pago de subsidios a un millón de obreros (también aquí, en España, no nos olvidemos con sueldo MUY bajos) durante diez meses (aquí va a ser más tiempo).
También en el espectro político me parece una situación similar: ante las dificultades económicas, parece que solo se escuchan las voces más discordantes de cada extremo político. Ruido del Nacionalismo patrio extremo, con cierre de fronteras, uso de palabras ofensivas, recurso a la «historia», denuncia de todo tipo de complots bolcheviques, victimismo, etc… Y Ruido del espectro político socialista llamando sin cesar a una especie de igualdad innominada en todos los ámbitos de la vida, igualdad, empezando por la económica y la jurídica, que ellos mismos solo están dispuestos a aplicarse de palabra.
Lo que no me parece igual es la capacidad del Estado alemán y la capacidad de Estado español para hacer frente a un envite semejante. Pero, yo creo que por fortuna, esa «desemejanza» y falta de capacidad queda encubierta por el respaldo de la Unión Europea. Sin ese respaldo, estaríamos desde hace tiempo encendiendo nuestras estufas con billetes de un millón de pesetas y estariamos en una economia basada en el intercambio de bienes (sin dinero).