“Un día vendrá en el que vosotras, Francia, Rusia, Italia, Inglaterra, Alemania, todas vosotras, naciones del continente, sin perder vuestras cualidades distintivas y vuestra gloria individual, os fundiréis estrechamente en una unidad superior y constituiréis la fraternidad europea, (…). Un día vendrá en el que no habrá más campos de batalla que los mercados que se abran al comercio y los espíritus que se abran a las ideas. Un día vendrá en el que las balas y las bombas serán reemplazadas por los votos, por el sufragio universal de los pueblos, por el venerable arbitraje de un gran senado soberano que será en Europa lo que el parlamento en Inglaterra, lo que la dieta en Alemania, ¡lo que la Asamblea Legislativa en Francia!”.
Han pasado 165 años desde que Víctor Hugo pronunciara estas palabras en la inauguración del Congreso de la Paz, celebrado en París en 1849. Hoy diríamos que, en muchos aspectos, ese sueño es ya una realidad y, por ello, nos deberíamos felicitar. Pero, a continuación tendríamos que reconocer que gran parte de esa ilusión, de ese espíritu soñador, se ha esfumado. Las elecciones europeas y la renovación de la Comisión son un buen momento para preguntarnos qué queremos de Europa. Pregunta que solo tiene sentido si se formula en el contexto de los grandes retos que tiene la Unión Europea, de cara a los próximos 10, 20 o 30 años. Habrá, naturalmente, diversas opiniones en la identificación y priorización de esos retos, pero en mi opinión son estos que cito a continuación:
¿Cómo conseguir que la construcción europea vuelva a ser un proyecto ilusionante? Pese a las acusaciones de lentitud y falta de transparencia en la toma de decisiones, durante muchos años la UE ha sido un proyecto que ha generado ilusión, tanto por lo que suponía de superación de una historia de guerras como por lo que implicaba de modernidad y solidaridad. Pero es evidente que la crisis ha resquebrajado esa ilusión. No solo eso, desde hace años la UE ha ido adquiriendo un perfil cada vez más conservador, donde el miedo a la globalización, a la posible merma del Estado de Bienestar y a la inmigración, entre otras cuestiones, ha reforzado su percepción como mero baluarte defensivo. Y un proyecto basado en el miedo no puede ser muy ilusionante. La cuestión es si existe aún la posibilidad de que Europa vuelva a ser un motor de la renovación y del impulso en el ámbito de la cultura, de la filosofía, de las nuevas ideas, de los proyectos punteros, que ilumine y sirva de referente al resto del mundo, como lo fue en el pasado, o si lo único que nos queda es vivir de las rentas con el miedo a que los demás nos lo “estropeen”.
Calidad democrática. Tiene dos vertientes. Por una parte, cómo conseguir que la progresiva transferencia de poderes que se está produciendo desde los gobiernos nacionales a la Comisión Europea no conlleve una pérdida de calidad democrática, por distanciamiento entre los ciudadanos y los políticos y funcionarios europeos. Y por otra, cómo lograr una mejora en esa calidad, cuando ya en los niveles nacionales se constata un descrédito de los políticos y de las instituciones. El riesgo es evidente: la centralización de poderes en Bruselas puede acarrear un vaciamiento de la democracia. En este tema tiene una especial relevancia, en mi opinión, el papel que adquiera la sociedad civil.
Sostenimiento del Estado de Bienestar. Básicamente, depende de cómo evitar que los gastos crezcan demasiado y cómo obtener los ingresos para financiarlos. Lo primero viene dado por el envejecimiento de la población; pero también por una tendencia a reclamar del Estado que regule y garantice derechos y protección en nuevos ámbitos. En cuanto a lo segundo, el problema es cómo obtener vía impuestos los ingresos necesarios con cada vez menos personas en edad de trabajar, con empresas teniendo que competir en el mercado global frente a las de los países emergentes (China, India, Brasil, etc.) y con unas perspectivas de menos empleos bien remunerados, como consecuencia de esa competencia y de la progresiva automatización de muchos trabajos. Esto también depende de que se promuevan políticas eficaces en materia de energía, de apoyo al I+D+i y a la exportación, entre otras. Sin olvidar, por supuesto, el delicado asunto del fomento a la natalidad, que es fundamental en el caso de Europa.
¿Qué perspectivas se les ofrece a los mayores? Puesto que los mayores de 65 años es el grupo demográfico que más crece en Europa y solo en España llegará a ser el 32% de la población en el año 2050, más allá de las pensiones y la atención sanitaria (que son las clásicas preocupaciones político-económicas), la cuestión que hay que dilucidar es qué hacer con este colectivo, cómo aprovechar sus capacidades y disponibilidades en beneficio de la sociedad y en el suyo propio.
¿Cómo se va a afrontar el problema de la inmigración? Con una población cada vez más envejecida, una elevada renta per cápita y una creciente necesidad de trabajadores, frente a un tercer mundo en eclosión de crecimiento demográfico y con una juventud que no encuentra oportunidades en sus propios países, la inmigración se perfila como un fenómeno imparable y, además, necesario. Un fenómeno que, sin embargo, modificará sustancialmente el paisaje sociológico y cultural de Europa y que, por tanto, plantea un gran desafío de integración. Y este problema no se resuelve con las clásicas políticas policiales y de blindaje de las fronteras. Se requiere mucha más audacia y altitud de miras.
¿Qué proyecto tiene Europa para sus vecinos más significativos? Me refiero a Rusia, Turquía, los países del Magreb, etc. La situación creada en Ucrania pone bien de manifiesto que la relación de la UE con Rusia no está en absoluto resuelta. ¿Es posible articular un proyecto a largo plazo de asociación, e incluso integración, con Rusia? ¿O las únicas perspectivas que se plantean son, la de una coexistencia donde los mutuos intereses comerciales mitiguen la desconfianza y la tensión de fondo, o bien la confrontación militar? Con rasgos distintos, y mucho menor riesgo militar, cabría decir lo mismo respecto al mundo islámico, encarnado en primer lugar por Turquía y seguido por los países del Magreb. La cuestión que subyace en el fondo, sobre todo en relación con Rusia pero también con Turquía, es hasta qué punto una Europa liderada por Alemania y Francia está dispuesta a que ese liderazgo sea compartido con esos dos países.
¿Cómo va a contribuir Europa al gobierno de la globalización? La crisis financiera, iniciada con la caída de Lehman Brothers en 2008, ha dejado bien claro que, o se establece una regulación y una supervisión efectiva del mundo financiero a escala global, o tenemos todas las papeletas para que, antes o después, vuelva a estallar otra crisis similar. Europa lo está intentando por su cuenta, pero obviamente eso no será suficiente si no se resuelve a nivel mundial. Pero eso solo es un ejemplo. En el ámbito financiero hay muchos más. Y, por otra parte, la globalización también plantea riesgos en otros ámbitos, tales como el comercio, el medio ambiente, etc. El reto es definir una arquitectura institucional a escala mundial que dé la suficiente participación a los países más importantes del mundo en desarrollo como para generar confianza y credibilidad, y que al mismo tiempo sea suficientemente eficaz en la actuación preventiva como para que evite que los problemas exploten, aun cuando ello implique intervenir en situaciones que, tradicionalmente, se han considerado como asuntos internos de cada país.
Estos son los grandes retos por los que yo preguntaría a quienes pretenden liderar Europa en los próximos años.
Pero, para evitar que las ramas del árbol nos impidan ver el bosque, lo resumiría en cómo lograr que los europeos miremos el futuro con ilusión, y no con miedo. Más aún, ¿cómo conseguir que la construcción europea se configure como parte de un camino que nos lleve hacia un modelo lo más parecido posible a una sociedad ideal? ¿O acaso tenemos que considerar que la UE solo aspira, en lo sustancial, a preservar lo que hay? ¿Por qué no es posible soñar con cambios que nos permitan vislumbrar un tipo de sociedad en la que sea más fácil, y más posible, que las personas alcancen esto tan vago y tan difuso que llamamos felicidad?
No sé, si los jóvenes púberes intelectuales, gloriosos cuan “aleteiante” algodón rosa, brincan y bailan al abandonar el “gymnos”, como es obvio desnudos,…, pensando ese su cuerpo es la verdad de la perfección humana. La ilusión de tonificar su cuerpo, espíritu y pertenecer a una orden MARCIAL,..
Al leer,mientras leía, durante y después de leer me preguntaba con insistencia, ¿dónde vive el autor?¿será marciano?¿se ha caído de un guindo-s? ¿Solamente consume la información enlatada de los medios del «REGIMÉN»?
Pongamos en perspectiva la “calidad democrática” española que se va deteriorar por pasar a “la calidad europea”, :-). En verdad, el esperpento de las realidades paralelas que vive la gente en este país pone al “cogito” cual camaleón de ojos policordes,…
Para más “plus” y de regalo, nada menos que lo enlaza a Europa, que Dios sabe qué es, porque yo creo es un continente,…
¿Perdurará el complejo pos-guerra civil? Esto es, el síndrome de Franco-muerto-en-la-cama-de-viejo españolitos,…y por ello, clamaban por la integración europea, “los isidoros” (ahora multimillonarios).
Desde luego, el sadomaso-político en este país, His-paña, no tiene límites.
¿Pero qué “Europa”? Esa que impuso por la puerta trasera el “tratado de Lisboa” ante la negativa de la “constitución-bodrio-europea”, ¿esa es la “europa” democrática?
¿Pero que “europa”? La que pone unos candidatos a elección, que son los mismos desde del origen de los tiempos, que nadie vota ni bota, ni sabe ni quien son y además ni se pueden elegir, ¿eso es democracia? ¿Qué pinta el parlamento “europeo”? ¿Sabe usted como funciona, cuantos días y quien propone las nuevas leyes? ¿Sabe usted como se ha elegido la comisión? Y el teatro de vergüenza, que están dando en esta con ese paripé,…
¿Sabe usted cual es el porcentaje de participación en las elecciones? ¿Acaso vale igual aunque se voten los del comedero a si mismos? — Los chicos del Estado tienen que cobrar porque los chicos del Estado lo dicen–
¿Pero qué democracia? Sin representatividad, sin separación de poderes, corrupta tanto o más que His-paña. SIN SOCIEDAD CIVIL, ni órganos de intermediación, SOLAMENTE APARATO BUROCRÁTICO (Divide et Impera). No hay camino en ser “europeo” para que nos salve de la podredumbre his-pañola, pues “europa” está tan o más podrida que His-paña. Sea lo que sea «Europa»,…
El engendro burocrático español y el engendro burocrático “europa” (eso que alguien oyó y los demás repiten con al menos 2 neuronas) son dos oligarquías CLARAS. El ciudadano no pinta nada,…, –«Europa» es un Régimen de Regímenes–, para más señas Consejo de «europa»,…
Es una broma de semejante ridiculez que parece increíble, semejante ESTAFA*/fraude pueda mantenerse sobre una población de 500 millones de personas,…
Y no les llega, ¡y quieren más!,…, veremos que pasa cuando la deuda empiece a apretar las tuercas, y ese banco «independiente»**,…, sino pasamos/pasan de esta oligarquía a un régimen fascista suerte será,…
Si bien, el gobierno actual de His-paña ya apunta maneras,…,
En fin,…,
–Eppur si muove–
*: bueno teniendo en cuenta esta crisis, la palabra fraude y estafa debería ser quitada del código moral (a.k.a penal) para ser motivo de subvenciones. Como de hecho ya lo es,…
**: se entiende independiente de lo intereses de la ciudadanía. Gobernado por un estatuto religioso, al cual todos deben adscribirse. ¿por qué, si?