La separación entre Iglesia y Estado, a raíz de la Ilustración, fue un cambio decisivo en Occidente. Permitió que la sociedad se liberase del monopolio ideológico que ejercía en cada país la iglesia dominante, con la consiguiente apertura hacia otras creencias, ideas y modos de vida.
Este cambio dio paso al Estado laico. Un paso que se consolidó con la democracia. Así, el poder político dejó de sustentar su legitimidad en la voluntad divina (interpretada por las instituciones religiosas) para basarla en la voluntad popular.
Sin embargo, el Estado laico no se conformó con garantizar su autonomía frente al poder religioso, limitándose a actuar como un ente aconfesional y neutral ante los diversos credos religiosos, sino que progresivamente fue interpretando su propio papel como sustituto del que, hasta entonces, habían ejercido las instituciones religiosas en el pensamiento, la concepción del mundo y del ser humano, el origen y naturaleza de la vida, y tantos otros temas.
En el vacío dejado por la presencia religiosa, se encontraron el laicismo y la ciencia. Como forma de desvelar los misterios de la naturaleza, mediante la observación y la razón, era lógico que la ciencia se convirtiera en el aliado natural del laicismo frente a la fe y la religión.
Indudablemente, este cambio supuso un avance enorme frente a la rigidez del pensamiento religioso, que hasta entonces había dominado todas las áreas de la actividad social.
Sin embargo, la solución más positiva para la humanidad en una determinada etapa histórica no necesariamente sigue siéndolo en etapas posteriores. Y lo que hay que preguntarse es si, en las circunstancias actuales, no es demasiado restrictivo (y simplista) reducir el espectro de las opciones posibles para el desarrollo humano a dos: la religiosa o la científico-laica. Sobre todo por las derivaciones que han ido surgiendo con el tiempo a partir de cada una de ellas.
La ciencia se fundamenta en el método científico que, a su vez, se ha basado tradicionalmente en la observación objetiva de la realidad y en su explicación por medio de teorías que debían ser demostrables y verificables. Así pues, en sentido estricto, la ciencia solo opina de esa parte de la realidad que puede observar o interpretar mediante sus teorías. Pero, también sabe que hay otra parte de la realidad que todavía no puede observar directamente, ni mucho menos explicar. E, incluso, que hay aspectos que quizás nunca pueda estudiar mediante sus procedimientos habituales.
Por ejemplo, las experiencias mentales: los neurocientíficos saben lo que cada persona les cuenta sobre lo que cree que le sucede, pero ellos no pueden penetrar en su cerebro para saber lo que realmente le pasa. Así no es posible que expliquen en qué consisten muchas de las vivencias que experimentamos los humanos, como por ejemplo lo que llamamos amor. Y esta incapacidad de explicarlo todo sucede, con sus diferencias, en otras muchas áreas. En la investigación del Universo, del mundo subatómico y de las nanopartículas, en la de la genética y tantos otros.
La clave, en mi opinión, está, por tanto, en la actitud a adoptar hacia aquella otra parte de la realidad que no puede ser observada o que, aun siéndolo, no puede ser explicada de acuerdo con los métodos científicos.
En cierto sentido se podría decir que la ciencia es materialista. Pero lo es en un sentido metodológico, al basarse solo en aquello que puede tocar, que puede contrastar a partir de sus observaciones. No niega que pueda existir una realidad distinta; e, incluso, que esta pueda estar ejerciendo una influencia decisiva sobre la realidad conocida. Pero, para avanzar sólidamente tiene que basarse en lo que conoce.
Sin embargo, este enfoque, lógico en su contexto, se distorsiona cuando llega a la sociedad. Y, en combinación con determinadas tendencias filosóficas, se acaba traduciendo en un materialismo ideológico. Un materialismo en el que, tanto la parte de la realidad que conoce la ciencia como la que ignora, se trata como si fuera toda ella conocida. Como si el enorme mundo de lo desconocido apenas incidiera en nuestra relación con la realidad. Como si, más allá de lo que se toca y se ve, no hubiera nada importante y solo detalles secundarios.
En parte esto sucede por la escasa comprensión que tiene la sociedad, en general, de los avances científicos. Pero también por la necesidad psicológica de nuestra sociedad en reducir todo lo posible las incertidumbres que rodean nuestra existencia, acotando y fabricando una realidad a nuestra medida. Así, se ha ido extendiendo una especie de ateísmo que apenas tiene que ver con los mimbres profundos de esta filosofía y mucho, en cambio, con la ocultación de las incógnitas y preguntas que puedan evidenciar la pequeñez y fragilidad del mundo que nos hemos montado. Un mundo que queremos lo más blindado posible de certidumbres y sólidos referentes; de modo que cuando los científicos nos sorprendan con algún descubrimiento sea para, a continuación, tranquilizarnos asegurándonos que encaja perfectamente en la cosmovisión que ya teníamos.
De este modo, con el paso del tiempo el laicismo de la primera hornada se ha ido moldeando hasta convertirse, en la práctica, en una actitud que no solo rechaza cualquier doctrina religiosa, sino que, yendo más allá, recela de cualquier actitud que quiera explorar los ámbitos desconocidos que rodean las certezas y verdades que configuran las convicciones sociales dominantes.
Por otra parte, en el campo religioso también se han producido notables cambios. El poder de adoctrinamiento de las instituciones eclesiales sobre la sociedad se ha reducido enormemente. Hasta el punto de que, hoy en día, es muy frecuente que quienes se identifican con una determinada religión lo hagan, sin embargo, ejerciendo su propia libertad para filtrar e interpretar a su manera la ortodoxia doctrinal y moral de esa religión. Esta religiosidad por libre ha ido propiciando que amplios sectores de la sociedad acaben optando por construir una religiosidad a su medida, sin más requisito que el de atender a sus propias inquietudes espirituales.
Probablemente sean muchos los que se mueven con su propia combinación de religiosidad convencional, espiritualidad, racionalidad científica, convicciones laicistas y otros ingredientes. Y entre estos quizás también sean muchos los que, partiendo de un cierto inconformismo con las explicaciones convencionales, de un tipo u otro, se configuren a sí mismos como buscadores de sus propias respuestas en relación con los interrogantes y misterios que plantean las realidades que aún permanecen ocultas o ignoradas.
La misma noción de espiritualidad, antaño encerrada en la práctica religiosa, se ha ido liberando de doctrinarismo para responder más a lo que cada uno siente o experimenta en relación con lo desconocido, sea cual sea el nombre que le ponga, si es que le pone alguno. Y quizás en esto estemos volviendo a tiempos remotos en los que, siendo la espiritualidad consustancial al ser humano, también era ajena a doctrinas y disciplinas dogmáticas.
Hoy en día se vive de diversas formas. Por ejemplo, hay quienes experimentan una sensación de elevación, o incluso de trascendencia, ante una obra de arte como pueda ser el cuadro de Las Meninas o escuchando El coro de los esclavos, de Nabucco. Otros experimentan algo parecido en contacto con la naturaleza.
Este tipo de actitudes y sensaciones, en su amplia gama de matices diferenciadores, apenas se ven reflejadas en los discursos políticos, en los planes educativos o en los medios de comunicación. Como si todo esto se tratase de realidades ajenas a quienes constituimos esta sociedad.
Así, por ejemplo, ante el eterno dilema en el que se debaten las políticas educativas, asignatura de religión o de educación para la ciudadanía, habría que contestar que ambas se quedan cortas.
Que lo que se necesita es educar para la búsqueda intelectual de nuevos interrogantes y respuestas, en el ámbito de lo que es la ciencia y en todo lo que la desborda y excede; educar para el desarrollo de la sensibilidad artística, que permita vivir experiencias donde la razón intelectual no llega; educar para el desarrollo espiritual, que bucea al margen de las doctrinas en los mundos de las sensaciones desconocidas. Educar, en definitiva, empleando todos los recursos que cada cual tenga a mano, para explorar los misterios que nos plantea la vida.
Limitar el debate público al laicismo y a la religión, es tanto como ignorar la amplitud y complejidad de matices en que se mueven gran parte de los individuos. Sería necesario que los poderes públicos, los medios de comunicación y la propia sociedad liberaran el tratamiento de este tema de la carga ideológica que arrastra del pasado y se estableciera un auténtico respeto hacia los contenidos que cada cual, libremente, pueda elegir para su propio desarrollo personal.
Un buen ejemplo religioso e ilustrado de vida laica en un pueblo de 70 personas en invierno.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/pueblo-de-dios/pueblo-dios-cura-anguita/4211538/
Probablemente todo sería más sencillo si nos reconociéramos menos autoridad y convicción .Como siempre se necesitan buenos maestros no enseñar materias.
Tecleo Papa Francisco en Facebook y ahí está, con tres millones de seguidores que, la verdad, me parecen pocos considerando que a fecha de 7 de abril de este año (lo busco también en internet, y corto y pego) “El número de católicos en el mundo asciende a mil 285 millones, un total de 17.7 por ciento de la población total del planeta y 1.0 por ciento más que en 2014, según las más recientes estadísticas del Vaticano.”
Me parecen pocos porque para tanto como se lo curra ― que como cualquier otro jefe de estado más (y el Vaticano no es otra cosa), hace lo mismo que cualquier gobernante para atraerse a las masas ―, aquí mismo, en esta España nuestra y sin ir más lejos, Podemos (por ejemplo) ya tiene más.
Y el papa no es tan distinto de Podemos ni le va en sus opiniones muy a la zaga.
El papa es comprensivo y acoge amoroso en su seno a los homosexuales, por ejemplo.
Es comprensivo con los terroristas de las FAR (por otro ejemplo), e insta al pueblo colombiano a perdonar, contemporizar y llevarse bien con quienes los masacraron durante lustros y ahora, encima, van a formar parte del gobierno de la nación y a percibir sueldos superiores a los de cualquier otro miembro del gobierno. Pero va, el pueblo colombiano, a escuchar sus homilías y quedarse con la boca abierta ante la sarta de desatinos que larga. Claro que, la masa es como es y lo que es, y allá donde haya algo vistoso que rompa la rutina y alegre el ojo pues allá que va tan contenta. Y al que le ponen un micrófono a boca qué va a decir si no que todo muy bien y muy bonito y que ha sido muy emocionante.
De las abortistas (por otro ejemplo) no sé que opina. Pero en su afán de abarcar y aumentar la clientela no me extrañaría que se mostrase también comprensivo porque, pobres mujeres, víctimas ellas de las circunstancias adversas que las llevaron a tomar tan dolorosa decisión y, en ocasiones, tan reiteradamente incluso.
En definitiva y por resumir. El papa, como representante de la iglesia, no es ni más o menos impresentable que cualquier político y cabecilla de no importa qué partido.
Pero, hay que ser comprensivo – en eso tiene razón – y hacerse cargo que todos ellos, todos, son unos hijos de su tiempo. Un tiempo en el que todo vale, a rio revuelto, tanto en la religiosidad como en el laicismo.
“Y ¿ALGO MÁS?”
Sólo se me ocurren dos soluciones: Unas tragaderas enormes o abrirse las venas.
Y, yo por lo menos, por lo de las tragaderas como que no entro y (a diferencia de Séneca) no tengo a mano una bañera. Y en seco y en frío me da (y mira que lo siento) como que no sé qué.
Vamos, que un problema.
Estimado Manuel,
Me quedo con la frase del penúltimo párrafo «educar para la búsqueda intelectual de nuevos interrogantes».
Ello me parece escencial. Aunque para realmente llevarlo a la práctica, la busqueda de nuevos interrogantes debe permitir, invitar y «normalizar» el vivir desde un proceso de autointerrogación.
El religioso, debe ir permitiéndose cuestionar e interrogar sus vías habituales de interpretación intelectual y sentimental de su existir.
De igual forma, el laico, debe permitirse lo equivalente. Ejercer más la interrogación y el descubrir, que el simple confirmar del conocimiento previo.
Sin abrirnos a estas búsquedas reales de nuevos interrogantes, cualquier nueva búsqueda que emprendamos, estará siempre sesgada por el status quo previo a la exploración. Entonces el nuevo interrogante, en el fondo no es tan nuevo.
Abrirnos a ello, no sucede en un plano abstracto, sólo con planes en educación, sólo con mayor presupuesto, programas especiales de cultura, etc. Finalmente debe llevar a que en concreto, en cada persona, dicha apertura sea llevada a la práctica. Ese, es un reto, tanto personal, como colectivo.
Tal vez ese es el reto definitivo, que nos puede abrir a un mundo bastante diferente al habitual.
Vivir, desde el solo saber, que no se sabe. Entender que en todos los niveles, lo que consideramos como conocimiento, son aproximaciones más o menos precisas, pero nunca cerca de ser del todo exactas y nunca inmunes a ser replanteadas de forma radical y revolucionaria.
Un saludo.
No. La educación no es formar adultos para que hagan algo predeterminado, mucho menos algo tan vago y profundamente confuso como la búsqueda intelectual de nuevos interrogantes. La educación es formar adultos capaces de tomar buenas decisiones personales, algo que es el mayor desafío de todos los humanos una vez que reclaman su derecho a una vida autónoma. El fracaso de muchos humanos se refleja en que habiendo pasado una cierta edad no reclaman ese derecho porque saben que no son capaces de tomar buenas decisiones. Pero por suerte muchos más lo reclaman aún sabiendo que se equivocarán y tendrán que sufrir las consecuencias de sus malas decisiones. Una tercera categoría lo reclama sabiendo que se equivocarán pero dispuestos a hacer lo necesario para que otros asuman las consecuencias de sus malas decisiones.
Estimado EB,
Creo que su definición de educación, por su puesto que forma parte de ello, pero la educación no está limitada a formar para tomar buenas decisiones.
No parece que haya algo vago en la «búsqueda intelectual de nuevos interrogantes». Es una actividad intensamente concreta, de alcance global. Pero en ocasiones su alcance global se puede confundir con vaguedad o falta de definición o especificación.
Al aplicar a todo y en todo momento, no requiere cerrarse a uno u otro campo de la actividad humana, sea en espacio o tiempo.
La educación sin duda, puede ayudar a ejecutar una toma de decisiones, pero no está limitado a ello. Puede cuestionar incluso al proceso mismo de decisión y además cuestionar al sujeto que ejerce la decisión.
Un ejemplo polémico de actualidad, sería:
¿Cataluña independiente o no? ¿Que decido?
Creemos que la educación nos debe haber formado para claramente ver la decisión correcta. Pero si nos limitamos a ello, unos decidirán A y otros B, según el sistema de decisión y valoración que utilicen.
Pero si en este caso, la educación, también puede pasar por cuestionar todo.
¿Es necesario decidir?, ¿Y porqué? ¿hay motivaciones secundarias?
¿Realmente es un marcdo de solución dual o existen otras alternativas intermedias?
¿Sobre que valores se genera esta disyuntiva? ¿Hay puntos en común?
¿Son diferencias fundamentales o aprendidas? ¿Cómo puede haber un diálogo real y profundo entre las partes, en donde el entendimiento mutuo sea el objetivo?
¿El marco de solución requiere ser dirigido o porpuesto por los políticos profesionales?
Y así, infindidad de planteamientos, irreverentes o no.
Una sociedad que cuestiona y se cuestiona, es diferente a una que sólo interpreta y ejerce según su conocimiento y costumbres previas.
Gracias, Manuel,
uno va sintiendo la necesidad de descubrir más verdades de las que conocía, admitiendo que las anteriores se habían quedado pequeñas, o la propia pequeñez de uno mismo en el reto de conocerse y conocer el mundo que le rodea.
No sé cómo se llega a eso, pero para tener ese músculo parece que uno debe ponerse en disposición de cultivar algo de sí mismo, voy a llamarlo espíritu. Desde el autoconocimiento físico, psíquico y emocional, desde la lectura, la observación de la naturaleza o la construcción de un trozo de arte; adiestrando el valor, la ausencia de miedo, la aceptación del riesgo, adiestrando la capacidad de mantener el esfuerzo; comprometerse con la elevación del debate general desde el esfuerzo de formación personal. Coincido con lo que señala el artículo, respecto a que consiste en una actitud de no darlo todo por alcanzado ni por conocido. Me pregunto cómo se puede «socialmente» hacer de esto una narrativa poderosa para nuestro desarrollo y la educación de los pequeños.
La literatura sobre robotización empieza a señalar que facultades como la inteligencia creativa, intuitiva o emocional, que de verdad nos hacen humanos, protegerán muchos puestos de trabajo. Este debate, respecto a los límites entre la inteligencia artificial y las capacidades humanas, promete ser una fuente de inspiración.
O.P., no recuerdo que usted antes haya comentado y por lo tanto nada de lo que voy a decir en respuesta a su comentario debe tomarlo como dirigido a algo que usted haya dicho antes. Primero, le recuerdo que por siglos y siglos algunos humanos han querido y podido dedicarse a «cultivar su espíritu» y que hoy día el número absoluto y relativo de esos humanos es mayor que nunca antes. El juicio de que los esfuerzos de quienes se han dedicado y hoy dedican a cultivar el espíritu no han sido suficientes para «iluminar» a una mayoría absoluta de la población mundial sólo nos recuerda nuestras propias limitaciones. Como reiteradamente he dicho en mis comentarios en este blog: todavía sabemos poco pero lo peor es que no aprovechamos bien ese poco.
Segundo, en este blog los autores y los comentaristas muchas veces han mostrado poco aprecio por el conocimiento y mucho empeño por inflar las emociones. Si bien las emociones condicionan nuestros conocimientos y más importante nuestras decisiones y acciones, las emociones parecen ayudar poco a mejorar el cultivo del espíritu y mucho a «nublar» nuestras decisiones y acciones. Como reiteradamente he dicho en comentarios en este blog, no necesitamos repetir Cambalache cada vez que algo nos indigne y si necesitamos hacer el esfuerzo de entender por qué a pesar de tantas cosas buenas aún suceden muchas cosas malas.
Creo que este es uno de los mejores artículos de los muchos que he leído en este blog que no anda escaso de cosas buenas.
Me ha parecido además que el Sr. Bautista ha puesto especial esfuerzo en esta entrada y me voy a permitir resumir cómo veo hoy estas cuestiones desde una coincidencia amplia con él y con el resto de comentarios.
Lo intentaré desde la perspectiva de la Trascendencia porque no es momento ahora para entrar en la doctrina y la praxis de la Iglesia que no siempre han ido de la mano.
En primer lugar la Libertad creo que es patrimonio histórico y no exclusivo del cristianismo que recibe un poderoso influjo de lo mejor del Areté de la Grecia Clásica.
Recordemos que «la fe nada vale si no es libre» es la exégesis fundacional desde el Nuevo Testamento y que si se estudia la figura de Sócrates veremos que está plagada de paralelismos con la de Jesús. San Pablo tuvo mucho que ver en esto.
Tomas de Aquino –al igual que más tarde y desde un ángulo estrictamente racionalista harían Schleiermacher y Kant, por no citar a los Jesuitas Españoles mucho antes que los alemanes–, establece claramente que ninguna contradicción puede haber entre ciencia y fe. Repito, no siempre la Institución humana de la Jerarquía eclesial ha estado a la altura de los valores cristianos.
Hoy nos encontramos, creo, en el primer momento histórico en el que claramente hay una importante convergencia entre las fronteras de la Física, la Filosofía y el Cristianismo.
Les invito a escuchar de algunos sacerdotes que saben hacerlo la exégesis de numerosos pasajes bíblicos (Génesis, por ejemplo) a la luz de lo último de la ciencia. No solo es perfectamente posible sino que encajan como un guante desde el «Yo soy el que soy»
Algo parecido sucede con los Upanishad del Hinduismo y terminará por unificar estos tres campos poniéndonos, por primera vez en la historia de la humanidad ante una percepción del Orden Cósmico que nos muestra como somos: Funciones de Onda de partículas sin masa. (Kaku, 2006)
Vale la pena adentrarse en este mundo porque la vida, como muy bien creo que dice EB, es búsqueda de sentido y realización del mismo. Y solo tiene sentido desde la comprensión profunda de nuestra naturaleza.
Es evidente que la Naturaleza del Poder que hoy seguimos venerando (Plenitudo Potestatis) no admite competencia ni regla exógena alguna.
Por eso siempre el Poder laicista hará lo posible por limitar el papel de la Religión, negar cualquier Trascendencia y financiar cualquier doctrina «científica» que le permita reforzar su posición que hoy ya incluye la Producción de Reglas Morales y la obligación Penal o Administrativa de cumplirlas.
Saludos y gracias
Hola Manu, recién leía
https://elpais.com/internacional/2017/09/16/actualidad/1505584019_372046.html
con especial interés porque en 20 días tengo planeado visitar otra vez la Misión de Santa Bárbara (y luego la UC Berkeley donde la situación está mucho más caliente). Sí, una nueva muestra del odio que consume a los progresistas falsos porque no tienen nada que ofrecer a futuro y entonces –como ha sido siempre– necesitan recurrir al pasado y dividir entre opresores y oprimidos. Hoy la barbarie está representada por esos progresistas falsos y sus muchos cómplices que ven oportunidad para ganar algo del ruido causado.
Desde una perspectiva histórica, esta nueva etapa del eterno conflicto entre civilización y barbarie parece una aberración porque nunca antes se dispuso de tanta riqueza tangible e intangible para sostener una población record, algo que ha sido posible por una gran reducción en la desigualdad y en la pobreza tangible e intangible de miles de millones de humanos (a pesar de todas las tonterías que se repiten). Pero por algo ese conflicto es eterno, por algo las guerras locales terminaron siendo mundiales, por algo en la Unión Soviética y la China maoísta fueron asesinados millones de humanos sin que a los bárbaros les haya preocupado ayer u hoy. No importa cuan grande sea o llegue a ser nuestra riqueza tangible e intangible, siempre habrá quienes busquen poder y si logran algún poder lo traten de extender más allá de todo cálculo racional. Por cierto, los bárbaros no están interesados en cultivar su espíritu, mucho más cuando bien saben que existen otros que como ellos ambicionan desplazarlos para gozar de los placeres del poder. Algunos, muchos, ingenuos civilizados no reconocen la amenaza de la barbarie, e incluso llegan a extremos de negarla, pero no debe sorprendernos porque muchos de los «nuestros» pagarían mucho y pronto por seguir gozando de sus buenas vidas. Sus excusas para calmar su conciencia nos harán reír pero seguirán sentados.
Insuperables Manuel y Manu
Excelente escrito y excelente post. Tanto que me da respeto hacer algún añadido, así que ahí les dejo mi humilde opinión, sin tantos estudios detrás.
Comenta Don Manuel que fue a partir de la Ilustración cuando se visualiza esa separación Iglesia – Estado, pero es necesario remarcar que esa separación ya existía de origen, otra cosa es que la Iglesia pretendiera hacer de su capa un sayo para su conveniencia con su poder temporal lo olvidara.
Recordemos la frase de «Mi Reino no es de éste mundo». Con la que Jesús se condenó ante quienes lo querían cómo líder de un movimiento contra los romanos, y la de «dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios» (para algunos se debería de traducir cómo dar A Cesar lo que es DE Cesar.. pero mi capacidad no llega a tanto) donde obliga a los cristianos a hacer el ejercicio de separar ambos ámbitos.
La Ilustración pudo plasmar su separación porque previamente ya se había hecho tal distinción conceptual. Algo que ni judios (antes) y ni musulmanes (después) por hablar de las otras religiones del libro han hecho. No se si hindúes o budistas..
Esa pérdida de poder temporal de la Iglesia, donde el espacio de la católica fue ocupado por otras, luteranas, anglicanas, calvinistas fue además posible porque esas otras iglesias tuvieron otra relación completamente diferente con la ciencia, entre otras cosas porque era de obligado cumplimiento saber leer para leer la Biblia, y quien lee la Biblia puede acabar leyendo cualquier cosa.
Y además porque en esas batallitas miserables de ver quien tenía el copyright de la fe, el que 2+2=4, o la teoría gravitatoria de Newton, las leyes de Maxwell.. hasta Darwin, incluso Freud.. etc, etc la razón (amparada por el Estado) proporcionaba una seguridad epistemológica tremenda.
El problema, cómo muy bien explica Manuel, es el de la progresiva okupación de ámbitos ligados a la fe y su implicación en el poder temporal, por el Estado. Hay un aguafuerte de Goya titulado EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS, el simple título me parece magnífico.
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/el-sueo-de-la-razon-produce-monstruos/e4845219-9365-4b36-8c89-3146dc34f280
Me quedo con la interpretación que dice » por último una tercera interpretación que se basa en la expresión de la amargura por el fracaso irremediable de la razón en ese mundo ilustrado que tanto la encumbrara. En la contienda entre luces y sombras han vencido estas últimas; el mundo ordenado por la razón ha sucumbido y sus ámbitos son ahora poblados por animales demoníacos que se enseñorean de las tinieblas»
Donde se anticipa la deriva posterior de la Ilustración, ese Romanticismo que nos trajo la mirada al ombligo de los Volkgeists varios, el nazismo, .. que quieren el sustituir la religión por el culto al hombre perfecto, ligado a la raza perfecta y el estado perfecto. Algo, por desgracia, bastante de actualidad; aunque disfrazado de de NOM, y globalismos varios.
Por ello la necesidad que se tiene de reducir el debate a un simple «laicismo-religión» está dada por la necesidad de acotar en todo lo posible nuestra espiritualidad, porque si elegimos otros caminos diferentes de la pretendida seguridad que nos da un estado mas su parafernalia, todos estos fariseos de lo políticamente correcto se nos van al guano.
Un cordial saludo
básicamente me refería a esa aplicación sui géneris del imperativo categórico, aplicación social y a conforme a lo que dicen los medios/pulpitos/redes (si Kant levantara la cabeza llamaba a Sócrates y le pedía un poco de su remedio ..) , que habría hecho la delicia de Hegel y Marx.
un cordial saludo