La sentencia que declaraba improcedente el despido de una trabajadora que había sido sustituida por un robot ha puesto en portada de nuevo el tema de cómo la automatización y la robotización nos van a afectar en nuestras vidas y, en particular, en el empleo. Han sido numerosas las referencias en prensa a este tema.
La trabajadora realizaba tareas administrativas que fueron sustituidas por un “bot” (un bot es un software que automatiza tareas a diferencia de un robot que es una máquina programable capaz de manipular objetos).
El juez Javier Ercilla ha declarado el despido como improcedente, lo cual obliga a la empresa a readmitirla o bien a pagarle 33 días por año trabajado. En su sentencia el juez explica que, en este caso, no se dan los requisitos contemplados en las leyes laborales para el despido ya que la empresa no ha acreditado que esté atravesando “dificultades de cierta entidad para cuya superación es medida adecuada y razonable la extinción de contratos de trabajo” y que para que un despido sea objetivo se deben justificar causas excepcionales.
Más allá de esta sentencia en concreto (que aunque podría ser recurrida ya supone un hito en este campo) lo cierto es que, seamos realistas, la robotización (o digitalización como ahora también se le denomina) va a eliminar puestos de trabajo. En este caso no se dan las circunstancias excepcionales que exige la ley, pero en otros casos sí que se darán. Además la destrucción de empleo se dará no sólo y principalmente por los despidos, sino porque las empresas, o unidades dentro de las empresas, se crearán ya con la automatización incorporada, con lo cual requerirán menos trabajadores desde el principio.
Todos los estudios coinciden en que muchos de los puestos de trabajo actualmente existentes serán innecesarios en un futuro debido a la robotización. El porcentaje de empleos en riesgo de eliminación varía según los estudios. Algunas fuentes lo estiman en un 36% (BBVA) o en un 43% (La Caixa) en el caso de España. No obstante también hay predicciones menos catastrofistas en las que se apunta que, al igual que se destruirán muchos empleos, se generarán otros nuevos pero de distinto perfil.
¿Qué debemos hacer ante esta situación que se nos avecina? Pues básicamente prepararnos y formarnos en las nuevas modalidades de trabajo, como iremos viendo a lo largo de este artículo.
Cuando hablamos de robotización hay que tener en cuenta que no estamos hablando sólo de los robots que se emplean en los procesos de fabricación y que los visualizamos como máquinas con brazos articulados que actúan de forma similar a los humanos en las cadenas de producción (en general con mayor rapidez y eficacia), sino que tenemos que empezar a considerar que los “bots”, como el de la demanda judicial con la que abríamos el artículo, son capaces de escuchar y entender palabras, leer e interpretar documentos (empleando visión artificial y reconocimiento de caracteres) y entender información que introducimos en una página web. Así mismo pueden procesar esta información y almacenarla. ¿No es esto lo que hacen muchos puestos administrativos actualmente? Conforme aumente la “inteligencia” de estos programas de procesamiento las empresas optarán más y más por estas soluciones y reservarán a las personas para otras tareas que no pueden hacer las máquinas.
En algunos de los artículos anteriores de este blog se ha profundizado en los desafíos que plantea la robotización y en su impacto psicológico en la sociedad, por lo que no voy a ahondar en estos temas. Lo que me gustaría destacar es que cada nueva revolución industrial ha supuesto cambios drásticos en los modelos productivos que han obligado a cambiar los empleos, la formación y la manera en que vemos el mundo. Con todo ello nuestra sociedad ha seguido evolucionando, y hay que reconocer que a mejor, siempre que lo veamos con suficiente perspectiva temporal.
En el mundo de la automatización industrial se habla hoy en día insistentemente de la denominada “Industria 4.0”. Este término, impulsado por el gobierno alemán, hace referencia a que estaríamos entrando en la denominada cuarta revolución industrial. La primera revolución habría sido la que trajo consigo la máquina de vapor y la mecanización, la segunda la producción en masa y la electricidad, la tercera los ordenadores y la automatización, y finalmente la cuarta los sistemas ciberfísicos o de fabricación inteligente que incluyen el uso de la Inteligencia Artificial, Minería de Datos y la interconexión masiva de dispositivos y sistemas.
La primera revolución industrial se inició en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XVIII y tuvo un impacto profundo en la sociedad. En el aspecto económico supuso una subida exponencial del Producto Interior Bruto, que había estado estancado durante siglos. Adicionalmente tuvo repercusiones sociales importantes como el desarrollo de lo que hoy conocemos como capitalismo, la aparición del proletariado y las teorías políticas anticapitalistas, la migración del campo a la ciudad y el comienzo del deterioro del medioambiente.
No obstante estos cambios no se hicieron sin protestas, que en ocasiones fueron violentas. Las revueltas agrarias del “capitán Swing” y el fenómeno de los luditas en Inglaterra son ejemplos drásticos de lo que hoy en día llamaríamos “resistencia al cambio”.
No se prevén en la actualidad reacciones violentas de este tipo a la denominada cuarta revolución industrial. No obstante es difícil prever las consecuencias y reacciones que nos encontraremos cuando se materialice ese 36% o 43% de reducción de puestos de trabajo que hemos comentado.
Llegados a este punto no nos queda más remedio que adaptarnos a la nueva situación, al igual que lo hizo la sociedad en las revoluciones industriales anteriores. Esta adaptación es inevitable ya que, aunque nuestro país decidiera no hacerlo, el resto lo va a hacer y, si no queremos perder competitividad y por tanto empleo y poder adquisitivo, no nos quedará más opción que acometer el cambio.
Los tipos de trabajo que serán más fácilmente sustituibles por máquinas son los que conllevan tareas mecánicas, los administrativos y los de marketing telefónico (por citar algunos ejemplos). Esos son los que hay que evitar.
¿Cuáles son los que tienen más futuro? En general serán aquellos en los que primen las habilidades humanas. Según apunta Ricardo Palomo Zurdo, catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad CEU San Pablo (La Razón 8-10-19) “El ser humano será valorado por su capacidad de análisis, de interpretación de los hechos, por su visión estratégica”.
Entre los empleos con más posibilidades de supervivencia o demanda tenemos por un lado los que requieren un contacto personal (médicos, psicólogos, formadores,…), los que requieren capacidad de análisis (consultores, analistas…), los especialistas en informática, minería de datos (Big Data) e Inteligencia Artificial, los trabajos creativos (artistas, creadores, diseñadores,…), los que requieren habilidades manuales no automatizables (artesanos, fontaneros y albañiles especializados,…), etc.
Hay analistas que opinan en consecuencia que la robotización no disminuirá los puestos de trabajo, sino que se requerirá adaptar el mercado de trabajo a otros perfiles. Ponen como ejemplo los casos de Japón y Corea, en los que el hecho de ser unos de los países con mayor grado de robotización se acompaña con el dato de disponer de una de las menores tasas de desempleo.
Es muy conocida la frase de que el 65% de los puestos de trabajo que tendrán los actuales estudiantes todavía no existen. Hay un mensaje importante detrás de esta frase: el cambio va a ser la tónica en el futuro y no nos queda más remedio que formarnos y prepararnos para ello.
No quiero quitar importancia a la responsabilidad de los poderes públicos en adecuar la legislación, los sistemas educativos e impulsar políticas que favorezcan la adecuación de las empresas y los trabajadores a esta nueva situación.
No obstante lo que nos toca a todos ahora y en un futuro es afrontar nuestra responsabilidad individual de adecuarnos al nuevo entorno, de no esperar pasivamente al desarrollo de los acontecimientos sino, como en tantas otras cosas, ser protagonistas de nuestro futuro.
Ya estamos en mayor o menor medida «robotizados», por lo que podemos hablar más apropiadamente en la sustitución de un trabajador todavía humano (y por ello sujeto a su propio criterio) por otro totalmente capturado por los caprichos y arbitrariedades de la «modernidad» y sometido a ella.
Parece que ya vamos viendo cómo aquéllos avisos de un futuro distópico en manos de gentes cuya formación humana e intelectual es discutible, se van realizando.
La diversidad se sustituye por la uniformidad y la creatividad o el conocimiento, por la «especialización» (robotización). Pero no hay nadie (o son muy pocos) los que se preocupan de su «humanidad» y cada vez son más los enganchados a las nuevas religiones y dogmas donde ofician los poderes de siempre: los que opinan que sobramos los humanos. Desde los viejos tiempos del «Club de Roma» hasta nuestros días, algunos revestidos de sumos sacerdotes divinizados por el dinero, con la complicidad de la estupidez de unas «izquierdas» dispuestas a compartir «pan y mantel» (en otro caso no existirían).
«El futuro no está escrito» (afortunadamente) por mucho que nos empeñemos en «el cambio» (?) va a ser la tónica del futuro y no nos queda más remedio que formarnos y prepararnos para ello» (eso es propaganda).
El «cambio» (como en el caso del clima) es permanente en todas las especies y hasta en el mundo mineral, pero se produce muy lentamente, sobre bases de experiencias de muchísimos años y sin que se produzcan alteraciones en la naturaleza de las cosas. Decidir que el cambio ya se ha producido y no hay más remedio que «ponerse las pilas» a su capricho, demuestra la cobardía, la pérdida de dignidad humana, la comodidad y la «robotización» de unas sociedades o individuos que incluso pedimos (o esperamos) de los «poderes públicos» adecuar la legislación, los sistemas educativos y adecuación de empresas y trabajadores a la nueva situación, en lugar de impedirlo (un «cambio» con lenguaje del XIX).
En Alaska, parece que hay un pequeño pueblo cuyo alcalde es un gato que no tiene ínfulas de «poder público», que no quiere pasar a la Historia a golpe de obra pública innecesaria….
¿Y si el futuro fuera de los gatos?
Un saludo.
Buen artículo Don Francisco
Sin embargo una de las «paradojas» es que muchas de las compañías, empresas, administraciónes mas susceptibles de ser «botizadas», o bien son públicas, o son adminstración pública, o son privadas que cuelgan de de BOES diversos y que funcionan en régimen de oligopolio o similar.. También las hay medianas y pequeñas. Pero no es el caso de mi post porque en ese caso hay competencia entre ellas, es decir, las economías que consiguen «botzándose» las trasladan luego a precios o servicios al cliente.
Sin embargo en los otros casos vemos que de manera gradual el servicio es peor y mas caro. Y además crean barreras de entrada, aprovechando esa situación para que nadie ose meter la nariz en su gallinero.
Tenemos sectores enteros que antes con menos tecnología y mas personal funcionaban mucho mejor que ahora. Donde, además, les hacemos nosotros desde nuestro ordenador/teléfono, una parte muy importante de su trabajo.
Y lo que es peor, la «botización» ha servido para tenernos aún mas atados y controlados.
Yo creo que eso es la gran diferencia con las revoluciones tecnológicas anteriores. No hay destrucción creativa Shumpeteriana. Hay dogal tecnológico. Y lo peor es que a muchos les gusta.
Un cordial saludo
Los temas en esta cuestión son varios, el primero y el principal es que estoy casi seguro de que esto no es más que la punta del iceberg de lo que está por llegar. Hace solo unos meses pensaba que la inteligencia artificial general (en otras palabras, la inteligencia artificial capaz de pensar como un humano) estaba lejos, ahora, después de ver los avances de algoritmos como G PT-3, Dall-e-2 o Flamingo creo que puede estar mas cerca de lo que nos pensamos.
Si esto es así, a lo que nos enfrentamos no es a una destrucción de empleo del 40%, si no a una destrucción total del trabajo humano, a menos que este se mantenga «artificialmente» y a unas transformaciones políticas, económicas, sociales y de todo tipo sin precedentes e
inimaginables.
Respecto a lo que pueden hacer los jóvenes para aumentar su empleabilidad… es más que discutible, incluso en el momento actual. Yo creo simplemente que la generacion. que en este momento tiene entre 5 y 10 años será la última que trabajará. Fijaros que los mayores avances de la inteligencia artificial se están dando en los sectores a priori más imprevisibles: los de las artes, y la creatividad (véase Dall-e-2) o los de creación de textos y conversación’ ( GPT-3) . ES complicado recomendar algo, porque como digo los avances son en áreas inesperadas ademas de que es razonable que en un entorno competitivo las empresas oculten en que áreas está investigando, y estas áreas serán las que den resultados en el futuro.
En definitiva, se abre casi con toda seguridad una etapa de disrupción’ sin precedentes que transformará radicalmente el mundo, y tenemos que ir pensando entre todos como organizarlo para no dejar una ristra de perjudicados por el camino. y que nos
podamos beneficiar todos de estos avances
Puesto que el artículo se refiere básicamente al «empleo» o al «trabajo» quizás lo más impor ante sea clarificar qué entendemos por tales conceptos.
Desde la Prehistoria hasta nuestros días, la humanidad se ha dedicado a hacer labores que primero facilitaran la supervivencia, más tarde que les permitiera desarrollar sus capacidades creativas y organizativas en tanto discurren las cuestiones más esenciales: nacer, reproducirse y morir. Todo ello en una mezcla de atavismos instintivos primarios con supuestas fases de civilización en que el «poder» de iunos sobre los demás se manifiesta en forma diferente. Del Derecho natural básico pasamos al llamado Derecho positivo que, a fin de cuentas, es la imposición del poder.
El crecimiento demográfico de las poblaciones y su capacidad de explotar el medio ambiente y sus múltiples recursos, nos ha llevado por la senda de la «modernidad» actual en la que el consumo de bienes ha dado lugar al despilfarro. Para eso somos ricos y actuamos como nuevos ricos ignorantes gracias a las muchas actvidades derivadas del uso de los recursos.
Creo que fue Kissinger ante la situación de un Detroit (antes industrial y potente) convertido en una ciudad fantasma que «en adelante el trabajo se reduciría a servicios y tecnología». Parecía ignorar el premio Nobel que sin recursos primarios y sus correspondiente trasnformación en bienes sobran los servicios y sobra la tecnología (simples derivados de la economía básica). Y todo Occidente (con Europa siempre llevando el farolillo seguidista) decidió descargar la producción de auténtica riqueza en China. China, cogió el encargo (y ahora es la mayor potencia mundial), junto a otros copando recursos, industria, distribución, servicios y tecnología.
En definitiva «hemos hecho un pan como unas tortas»(que dicen en mi pueblo). Hemos abandonado la producción de riqueza y ahora vivimos de los préstamos y, en lugar de rectificar, nos empeñamos en crear economía ficticia (no productiva) que sólo beneficia momentáneamente a los espabilaos
que saben explotar la llamada «economía social», los chirnguitos varios que cuelgan de los presupuestos públicos (con la deuda que conocemos) y las varias «burbujas» que están llamadas a explotar a más corto o largo plazo.
Y ahora hemos descubierto el «medio ambiente» y los términos «ecología», «sostenibilidad», «cambio climático», «descarbonización», etc. para esconder tras ellos nuevos impuestos, nuevas deudas y nuevos negocios para los promotores.
Pues bien, estoy de acuerdo en que sólo nosotros (con nuestros votos y nuestras decisiones) podemos revertir la situación. Esperar que lo hagan otros es «esperar a Godot». La cuestión es: ¿estamos dispuestos a hacerlo?
Un saludo.