Como otra burbuja a punto de explotar, el “turismo” está situándose en el centro del huracán social y político en España, que Fraga Iribarne, en sus tiempos de Ministro de Información y Turismo, quiso proyectar mundialmente por sus variados recursos turísticos. Las políticas de promoción turística que arrancaron con los “25 años de paz”, se plasmarían en un desarrollo imparable de infraestructuras y equipamientos a lo largo y ancho de la geografía nacional, con predominio del “sol y playa” que brindaban nuestros muchos kilómetros de costa.

Informes, estudios y publicidad se prodigaron en aquellos años. La ordenación del sector turístico y su planificación se realizaban sobre bases que suponían un mayor desarrollo socioeconómico para las zonas afectadas. La hostelería, con la ejemplar red de paradores, se proyectaba como una verdadera industria con incidencia en otros muchos sectores.

Los visitantes empezaban a llegar en oleadas sucesivas y nuestro país competía con otros destinos turísticos del entorno -sobre todo con los mediterráneos- que tenían sus propios atractivos de lugares, playas, recursos culturales e incluso gastronomía. Desde la Costa Azul hasta Gibraltar son muchos los países que brindaban oferta turística de calidad, tanto en el lado europeo como en el africano con predominio de la cultura árabe. El “turista” era más bien un viajero con deseo de conocer y vivir otras experiencias distintas a las de su lugar de origen. En eso reside la “calidad” del turista, en su afán de conocimiento, en su curiosidad y respeto por los “otros” cuya hospitalidad valoran.

Pero el turismo “se ha democratizado” -según dicen- y el turista, en su mayor parte, ha perdido la curiosidad o las inquietudes culturales. Se ha convertido en una cifra estadística de negocio y lo de menos son sus motivaciones. Lo importante es que la industria turística ha empezado a verse por los “inversores” como un nuevo nicho de donde sacar rendimiento. La “globalización” no ayuda demasiado, ya que había llegado hace tiempo con sus tiendas, sus artículos, sus modelos sociales y culturales y sus “franquicias” hasta los últimos rincones del planeta. Allí donde se aterrizara, desde el propio aeropuerto y sus sistemas de funcionamiento, nos topamos con los mismos “protocolos”. Los medios de transporte son semejantes a los de cualquier otro lugar, los hoteles pertenecen a las mismas cadenas, las calles están tan abarrotadas de coches y actividad como en las nuestras y un urbanismo de moles de cemento se ha tragado los escasos vestigios del “original”. Hay que escapar al espacio rural si se pretende recuperar la memoria de donde estamos o fijarnos en los monumentos que aún perduren, para sentir lo que fueron esas culturas y creencias diferentes a las nuestras pero… eso ¿a quién le importa?.

Los nuevos alicientes “turísticos” tienen más que ver con el “status” social que se quiera exhibir al regreso colgando las fotografías en las redes sociales. Los incentivos que han “democratizado” el turismo, se basan principalmente en las posibilidades de “fiesta” y consumo a bajo precio de alcohol y drogas, en paquetes a precios tirados por pasar una semana en cualquier lugar de la costa, que permita por su “flexibilidad” cualquier tipo de acciones antisociales. La cuestión es llenar de datos estadísticos la “llegada” de visitantes o el incremento de litros de cerveza que se hayan consumido. En ningún momento se contabilizarán los “daños colaterales” que los comportamientos incívicos -o claramente delictivos- suponen para las poblaciones afectadas por esta nueva colonización. Por eso, aunque traten de llamarlo “turismo” no lo es o, al menos, deja mucho que desear en su verdadero sentido.

La calidad del turismo depende de la calidad humana de las personas que visitan un país del que son huéspedes a precio de ganga. No todos tienen esa calidad y muchos de los supuestos “turistas” no son más que bandas de gentes que buscan un lugar donde desatar sus aspectos más “cutres” y rancios, aprovechando el interés “político” de los responsables de turno.

No es sólo España la que se resiente de la mala educación y los deficientes modos de vida de este tipo de “turistas”. Tampoco es sólo en España donde siguen proliferando los reclamos basados al final en el consumo de todo tipo de drogas de diseño y alcohol y en sus consecuencias posteriores. Las “fiestas” se han llevado por delante al paisaje, a los paisanos, a los monumentos, a los museos, a las costumbres…. Las de ahora se han “globalizado” incluso en su aspecto formal de indumentaria o caracterización colectiva.

Las reacciones de los habitantes de las zonas afectadas no se han hecho esperar. Ayer era el barrio de “La Barceloneta” quien se manifestaba en contra de este tipo de visitantes que, además, gozan del nuevo sistema de alquiler de pisos turísticos por medio de las redes informáticas. El desalojo de barrios para la “inversión” de este tipo de alojamientos (que algunos han llamado “gentifricación”) es una nueva amenaza que perciben los vecinos de zonas de “interés turístico” y, como es lógico, se revuelven.

También como es lógico, entre los sectores turísticos afectados, se ha empezado a acusar de “populismo” las protestas vecinales. Nada más lejos de la verdad en un pueblo como el español que tiene en sus genes la hospitalidad árabe. Una hospitalidad que ha sido suficientemente mancillada en los últimos años, como para tomar ya unas decisiones políticas donde imperen el buen sentido y la razón. Para ello conviene revisar a fondo el sector y ver cuántos abusos laborales se están cometiendo en su nombre con las externalizaciones. Después, separar el turismo del “pandillaje etílico” y de las visitas indeseadas. Más tarde recuperar los atractivos turísticos reales, que sirvan para conocernos y comprendernos mejor. Eso es el turismo.

Mientras tanto, la “burbuja turistica” está a riesgo de explotarnos en nuestras propias narices.

21 comentarios

21 Respuestas a “Le llaman turismo y no lo es”

  1. pasmao dice:

    Sr Laguna, de acuerdo pero esto no ha ocurrido por casualidad.

    Llevamos mucho tiempo de descontrol interno en las «celebraciones» y de ideicas locales varias. Hay un clásico: El BOTELLÓN

    Francamente me repugna que esas izquierdas que ahora claman contra la gentrificación no reflexione acerca de la pérdida de espacios cívicos y sociales. Hace 20 años criticar el botellón era de fachas, de curas, y quien se pusiera en contra salía laminado en cualquier medio estilo «Gran Wyoming» o similar.

    De verdad esperaban que eso, vía Erasmus varios (el peor el de Granada) no se «viralizara» he hiciera de España un destino predilecto del turismo cafre (y que me perdonen los cafres)?

    Junto con ello está la guetificacíon heredera de los wellcome refuges.. donde tenemos barrios cómo la Latina o Tetuan donde da miedo meterse y los vecinos de siempre se tienen que largar.

    Hay mucho tonto últil en estos problemas.

    El problema principal de la industria turística es que están prohibidos los estudios serios de cuanto aportan y cuanto cuestan, en el largo plazo, y de quienes son los paganos verdaderos de ese turismo.

    No me creo ni de lejos, además, de que todos esos apartamentos alquilados via BNB y otros, en Barcelona, Ibiza, Mallorca, Madrid, Sevilla, Málaga.. tributen cómo debieran.

    Es mas, me temo de que si se los hicera tributar cómo debieran, antes o después nos darían un toque desde fuera, porque esas rentas si no tributan aquí lo harán allí, y a quien nos financia desde el BCE.. lo mismo con esos supercruceros, y quienes trabajan allí. Seguro que si se ponen malitos de verdad acaban en un hospital en tierra pagados por la SS de todos y a la hora de cobrar una pensión para pedir una no contributiva serán los primeros.

    Pero con todo lo peor es que damos la imagen de nación de chisgarabís donde cualquier inversión seria es malvenida y a cualquier inversión en putiferios varios se le hace la ola.

    un cordial saludo

    1. Juan Laguna dice:

      Muchas gracias por su comentario con el que coincido en su mayor parte. La «industria turística» y la figura del «turista» han pasado a formar parte de esa especie de «mitología» en la que se nos pide que creamos fervientemente.
      No importa el fin del turismo, sino el hecho en sí del desplazamiento territorial con motivos diversos. Yo no entendería como «turismo» los miles de personas desplazadas para ver un partido de fútbol (por ejemplo) por mucho rendimiento económico que puedan proporcionar; tampoco entiendo como turismo el salir de copas a partir de la noche para caer en una resaca monumental al día siguiente; tampoco el «turismo de grandes almacenes»; tampoco el de viajes de negocios, etc.etc. Las motivaciones del turismo entiendo que son otras más allá del dinero.
      Un cordial saludo.

  2. EB dice:

    Hola Juan, muy sorprendido por su post. Discrepo en todo lo que dice, partiendo por la definición de turismo. «SU» definición no corresponde a lo que normalmente se entiende por turismo, ver

    https://definicion.de/turismo/

    Si no partimos con definiciones comunes, difícilmente nos pongamos de acuerdo. Usted quiere limitar el turismo a lo que algunos llaman turismo cultural, pero si hay un sustantivo y su correspondiente adjetivo que hoy provocan grandes desacuerdos son cultura y cultural.

    Usted habla de democratización pero supongo que quiso decir masificación. Por ejemplo, en China, el turismo se ha masificado y a nadie se le ocurriría decir que se ha democratizado. La pregunta importante es por qué se ha masificado y la respuesta es simple: porque por mucho que moleste o duela a los «izquierdistas», la gran mayoría de la gente en todo el mundo es más rica que nunca antes.

    Más allá de las definiciones, su argumento es equivocado porque no pasa de un lamento por haber perdido algo que usted gozaba tranquilo y que ahora no puede porque muchos otros han venido a querer gozarlo. Su lamento hoy es muy común. En julio pasado, «hice turismo» en Viña del Mar con un par de nietos aprovechando sus vacaciones escolares de invierno y no pude disfrutarlo como yo pensaba porque había demasiada gente (si usted supiera lo que ha cambiado la costa chilena en los 20 kilómetros al norte de Viña del Mar desde 1980 se sorprendería). Anoche mi hermana mayor, recién regresada de un crucero por el norte de Europa, también lamentaba la gran cantidad de gente en el crucero, al punto que ha concluido que el costo de soportarla no justifica el beneficio y no tomará más cruceros (ella vive todavía en «nuestra» ciudad argentina, ejemplo opuesto del turismo masivo porque no se ha conservado lo mucho invertido en los primeros 75 años desde su fundación en 1882).

    Tendrá que acostumbrarse a soportar mucha gente. En todo el mundo, no solo en Europa, la herencia material (natural o artificial) no se puede aumentar –en otras palabras, la oferta es muy inelástica al precio– y para peor los gobiernos nunca permitirán que la totalidad del ajuste a la mayor demanda sea a través de mayores precios (sí, debemos lamentarnos de que todos los gobiernos sean «populistas»). Sobre las consecuencias de eliminar el «exceso de demanda» a los precios «oficiales» por otros medios que no sean mayores precios podríamos hablar largo.

    1. EB dice:

      Como supongo que su interés se centra en lo cultural, le recomiendo leer estos dos artículos publicados hoy

      https://smoda.elpais.com/moda/guggenheim-cambio-la-vida-los-vascos/?por=mosaico

      https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-09-03/alain-brossat-hartazgo-cultural_1433867/

      que me han causado risa. El primero sobre lo que habría significado el Guggenheim para el «turismo cultural» de Bilbao pero que ignora muchísimas cosas que han pasado en los últimos 25 años (yo viví en 2008-9 en Bilbao, a un par de cuadras del museo y oficina en U. Deusto, además de haber visitado Bilbao varias veces entre 1979 y 2007). El segundo sobre lo que un filósofo francés piensa sobre la «cultura» que podría resumirse como un lamento sobre la masificación de la «cultura».

    2. Juan Laguna dice:

      Estimado EB: creo que no ha entendido lo que he querido expresar o, lo más probable, es que no sepa hacerlo mejor…. ¡qué le vamos a hacer! No, no confundo «democratización» (verá que va entrecomillado) y «masificación». No, no es que prefiera restringir el turismo a unas elites, sino que se abra al mejor conocimiento de gentes y culturas con el respeto que todas ellas merecen.
      Algo del tema conozco (aunque sea muy modesto) y siempre estoy dispuesto a aprender más. Por eso le agradezco sus sugerencias para leer artículos de los demás al igual que espero que los demás también tengan la misma actitud.
      Un cordial saludo.

      1. EB dice:

        Juan, en el contexto de su post, «democratización» es lo mismo que «masificación». Cualquiera de las dos palabras implican –a mi juicio– reconocer que el aumento súbito y extraordinario de los votantes o de los consumidores generará un grupo con una mayor diversidad –en algunos casos muchísimo mayor– en las varias dimensiones que definen lo que se vota o lo que se consume, en particular las dimensiones referidas a su calidad.

        Hoy leí que la dirección del Guggenheim permitirá a los adultos mayores vizcaínos entrar gratis al museo durante el mes de octubre con motivo de su 20 aniversario. Yo apuesto a que cualquier medición de la media o mediana de la calidad atribuida a cualquier obra de arte por parte de la población total de adultos mayores vizcaínos disminuirá en relación a octubre 2016 (y además que la desviación estándar del indicador de calidad aumentará).

  3. José María Bravo dice:

    Muy interesante artículo que, en aras de la brevedad, expresa el problema esencial de la promoción turística. Ya desde la famosa España bajo el sol que inundó la costa de turismo barato y ebrio. Hasta la anodina y desconocida promoción actual que se ha difuminado en una avalancha de turistas futboleros y consumistas acordes a la política global.

    Es más nutrida la vista a la Gran Vía de las tiendas de bajo coste que a los museos o a las ciudades patrimonio de la humanidad. Y que pasó con los Paradores, con el Camino De Santiago con las Edades del Hombres, con Altamira?. A quien le interesa las Catedrales, los asentamientos arqueológicos?. Como en todo las políticas lo importante la cantidad de litros de consumo. Gracias por el artículo

    1. EB dice:

      Su argumento supone que los turistas extranjeros que visitan España tienen gustos distintos y horribles en comparación a los gustos de los españoles. Este supuesto plantea dos problemas. Primero, la evidencia en que se apoya y sería bueno que Juan y usted mostraran esa evidencia (no queda claro que Juan y usted sostengan que esas diferencian se deban en parte a las políticas públicas de España, pero pareciera que sí lo creen y en ese caso sería bueno conocer evidencia de qué políticas generan esa situación). Segundo, la argumentación lógica para sostener que las políticas públicas deben promover determinados tipos de turismo y no otros y cómo se comparan estas promociones con las consecuencias de otras políticas públicas que inciden sobre la composición de las demandas de los españoles.

      Para su información, si yo tuviera que juzgar por mis visitas a España y por mis estadías largas en Madrid y Bilbao, jamás diría que los turistas extranjeros tienen menos interés en «lo cultural» que los españoles. Pero quizás algo haya cambiado desde mi última visita.

      1. Juan Laguna dice:

        Creo amigo EB que sigue sin entender el motivo del artículo. Le aclaro que en España, como venía ocurriendo en otros países, se empieza a notar un cierto rechazo por eso que «llaman turismo y no lo es» a la vista de comportamientos incívicos o claramente delictivos (en algunos casos). Como verá por otros comentarios (el de Alicia es muy interesante para distinguir al «viajero» del «turista») la percepción que se tiene sobre nuestros visitantes va más allá del puro consumo que puedan hacer. Entiendo que Vd. como economista tenga un punto de vista más pragmático y, en el fondo, todo consista en resultados de cuentas.
        Por otra parte, en ningún momento se ha considerado que los españoles tengan comportamientos diferentes (ya estamos globalizados) en su turismo exterior o interior. Es una cuestión que afecta más a la sociología en tanto hemos cambiado (por desgracia) nuestros alicientes para viajar. Y, como dice José Mª hay más «turistas» en la zona de los grandes almacenes a la busca de «gangas» que conociendo los cascos viejos de las ciudades y lo escasamente genuino que queda de las culturas.
        Un saludo.

        1. EB dice:

          Juan, no hay ningún mal entendido. Experiencias de distintos tipos de inclusión súbita de un gran número de extraños han habido muchísimas y le podría contar las que yo he estado observando en mi barrio estos últimos años. Una lista rápida incluye

          1 — una ola fuerte y persistente de turistas argentinos «de clase media» que vienen a hacer compras al Costanera Center (ver http://mall.costaneracenter.cl );

          2 — una ola fuerte y persistente de chilenos más jóvenes que se han estado radicando alrededor de la hermosa plaza frente a donde yo vivo (estimo que la densidad poblacional del barrio en que vivo ha aumentado unas 30 veces desde 2004);

          3 — cuadrillas de trabajadores haitianos recién llegados Chile dedicados al mantenimiento de esa plaza y de edificios privados (el número de haitianos llegados a Chile en los últimos 5 años supera los cien mil –antes sólo estaban los que trabajaban en la embajada).

          La pregunta es si los viejos que vivimos en el barrio nos adaptamos fácil a esos cambios o nos lamentamos porque nos causan alguna intranquilidad.

          Como economista a mi me interesa entender lo que la gente hace y en particular todas sus consecuencias, especialmente aquellas difíciles de predecir. No se trata de cuentas. Se trata de decisiones y acciones y en particular de sus consecuencias. ¿Por qué los argentinos vienen diariamente por cientos al Costanera Center? ¿Por qué los jóvenes chilenos vienen a desplazarnos? ¿Por qué ahora se contratan cuadrillas de haitianos? ¿Qué pasará el día que los argentinos dejen de venir? Y que los jóvenes hayan empujado tan alto los precios de los pisos que ya no quieran venir. Y que los haitianos hagan todos los trabajos de mantenimiento.

          1. EB dice:

            Para que se ría. Lea

            https://www.clarin.com/politica/sergio-bergman-foto-televisor-gigante-compro-chile_0_SJ4VIECKb.html

            sobre las compras de un argentino en Santiago de Chile (seguramente en Costanera Center). Más allá de confirmar que no vienen a comprar porotos, fíjese bien en la persona del Ministro del gobierno de Macri y lo mucho que dice sobre la inclusión.

          2. Juan Laguna dice:

            De nuevo muchas gracias EB por sus siempre interesantes aportaciones. Efectivamente el «futuro» es la preocupación que muchos tenemos. No por nosotros mismos, sino por nuestros hijos completamente desorientados y perdidos (como muchos de los adultos) ante la manipulación permanente en todos los órdenes. Nos movemos sin saber bien para qué, ni porqué. Yo sigo confiando en que la Cultura como cultivo del espíritu siga haciendo frente a las dependencias sociales (cada vez mayores).
            ¡Ah! Por cierto, su enlace de prensa es muy ilustrativo de lo que tenemos y, como Vd. dice, da risa, pero es para llorar…
            Un saludo.

          3. EB dice:

            Juan, siga riéndose. La noticia ahora sale en El País

            https://elpais.com/internacional/2017/09/07/solo_en_argentina/1504789613_728072.html

            pero los periodistas inútiles y corruptos dicen que los argentinos compran en Chile porque huyen de la inflación. Si fuera por la inflación, que desde 1951 ha sido alta y a veces ha sido hipar-inflación, no quedaría un argentino en el país y habrían ido a cualquier otro país con menor inflación. No. El problema está en los impuestos al consumo de bienes comprados en Argentina que no se aplican–bajo ciertas condiciones–a los mismos bienes comprados en el extranjero y por precio para los argentinos de clase media es mejor comprar en Chile que en Brasil, Uruguay o Miami.

            El artículo de El País menciona que el ministro en cuestión es rabino, algo que sin duda contradice las mentiras que algunos dicen sobre la vida de los judíos en Argentina. Y lo digo con el orgullo de haber trabajado ya hace más de 50 años con varios de ellos en Buenos Aires.

    2. Juan Laguna dice:

      Muchas gracias José María por su comentario. Vivo al lado de la Gran Vía y veo y compruebo a diario dos facetas de ese turismo que no lo es: compras y copas.
      Un saludo.

      1. José María Bravo dice:

        Estimado Juan: mirar la Gran Vía hacia lo alto es descubrir unos maravillosos edificios. Quizás pocos, como tu, te deleitas con ellos al amanecer o a la hora del cierre comercial . No critico a los visitantes o a los vecinos. Ni la tarde cayendo a lo lejos en la Plaza de Cibeles. Criticó el consumismo y no sólo en la Gran Vía si no también en los museos adecuados a los auriculares, al conductismo de las visitas para mayores o para menores. Simplemente eso. Un saludo

  4. Alicia dice:

    El mundo entero se ha convertido en un gueto por el que deambulan hacinadas hordas de horteras en chancletas. Ya no quedan viajeros, gentes que se movían por el mundo sin hacer fotos (en las que por mucho que el fotógrafo se esmere no podrá esquivar culos gordos y gorras de visera y las mencionadas chancletas) y sin enviar whatsapps a otros horteras. Gentes de las que, aunque no te lo contaran ni presumiesen de haber estado acá o allá, se desprendía un no sé qué halo de cultura y de saber. Hoy, cuando un peazotrozo regresa de sus vacaciones exóticas, sigue siendo el mismo peazotrozo que antes de invadir aeropuertos y echar el bofe acarreando maletas que qué tendrán que llevar en ellas mas que un par de chancletas y alguna camiseta (hortera, claro) de repuesto.
    Debe de ser para comprar cosas y decir a las visitas, cuando vienen a tomar el té con pastas, «mira, lo compré en las islas Salomón».
    Asco de mundo. De verdad.

    1. Juan Laguna dice:

      Muy interesante Alicia su descripción formal del considerado «turista». Es un modelo (como el «chandal» y las deportivas) que se ha impuesto y globalizado. Son los mismos en todas partes. hace unos años en el aeropuerto Charleroi de Bruselas, tras una fiesta de la cerveza, ví cómo se reían unos «ejemplares» como los que describe, de unas mujeres musulmanas porque llevaban velo en la cabeza. No se habían mirado ellos al espejo y aunque lo hubieran hecho, seguramente se habrían encontrado muy «avanzados» y «civilizados».
      Un saludo.

  5. pasmao dice:

    Simplemente añadir Sr Laguna que a mi se hace cada día mas insoportable coincidir con esos turistas actuales.

    Es posible que sea muy elitista, o simplemente de otro planeta, pero han logrado que en numerosas ocasiones renuncie a ir a sitios que llegué a consderar casi cómo mi casa.

    Yo me considero madrileño, pasé gran parte de mi vida allí desde que nací (allí, en Madrid). Ahora no resido, aunque tengo familia y amigos en Madrid. Puede usted creer que cada día se me hace mas dificil verlos, simplemente porque plantearme ir a una ciudad que ya no reconozco cómo mía se hace muy cuesta arriba.

    Voy los visito, duermo en su casa, como, los invito a comer.. cenar.. y salgo corriendo de allí.

    Durante mi juventud, cuando estudiaba en la universidad y el Prado era gratis, se entraba con el DNI, pude haberlo vistado 200 veces, y si me equivoco puede que fueran 300.

    Soy de ciencias, de las puras, ingeniería, pero me gustaba ir al Prado. También a otros museos,..

    No lo he visitado mas de 2 veces en los últimos 15 años.

    Simplemente ir allí con mi familia (4 personas) mas tomarnos algo y comprar 2 recuerdos me sale por 60-80€.

    Sume parkings, los mas caros que he visto, los engaños a que te somete la DGT para que te equivoques y tomes las radiales de peaje.. la terribilísima T4, donde yodo es tan arodinámico que los parkings no tienen luz (la tienen pero no la ponen para ahorrar)..

    La sensación de que uno está allí para pagar por todo, a menos que seas listo, la sensación de que te van a multar en cada momento.

    Si va uno en tren la también incomodísima Atocha, la suciedad, las malas caras.. toda esa reforma de Galardón para hacer de Madrid un París de serie B, que en lo único que se parece a Paris es en los precios..

    Por desgracia parecida sensación tiene uno con Barcelona, Granada, Sevilla, Leon, Santiago.. Roma, Londres, Florencia..

    Parecen trampas para turistas incautos donde uno sólo puede sobrevivir pagando, pagando y pagando..

    No es que uno quiera todo gratis, pero uno no es gili, sabe lo que cuatan las cosas y lo que es un envoltorio de celofan con lacito rosa, para envolver aire. Francamente prefiero perderme en pueblos un tanto cutres pero donde uno sabe a lo que va que en esas ciudades Disney donde uno no sabe uy bien a lo que va.

    Cualquier parecido con la cultura es pura coincidencia.

    Cuanto echo de menos no poder ir a Madrid una semana seguida y acercarme 5 días, 2 o 3 horas cada día, con mis hijas al Prado, para que lo conozcan sin aborrecerlo.

    no se si he logrado explicarme.

    un cordial saludo

    1. Juan Laguna dice:

      Muchas gracias «Pasmao». Te has explicado muy bien. El Prado y todos los museos nacionales que «nos pertenecen» no sólo como españoles, sino como patrimonio de la humanidad, deberían tener sus puertas abiertas de par en par, sobre todo porque se alimentan de los presupuestos públicos. Yo entiendo que, en EE.UU. los museos como institución privada no mantenida por el Estado, éstos busquen la forma de obtener unos ingresos adicionales, pero no es entendible la doble vía de cobrar entradas con precios americanos y la de los presupuestos públicos. Lo que ocurre es que se ha creado otra burbuja más (¡vaya por donde!) y se inflan los precios de los trabajos de restauración (por ejemplo) hasta el punto de tener que ser «patrocinados» externamente cuando los restauradores tienen su sueldo y su jornada de trabajo. ¿Cómo se contabiliza todo ello? para el patrocinador en exenciones fiscales (por eso cuanto más caro mejor, eso lo saben bien muchos patronos americanos); para el museo debería ser un ingreso contable…. ¿y para los trabajadores que realizan el trabajo? Hay preguntas que precisarían muchas respuestas.
      Un saludo.

  6. Alicia dice:

    Ayer estuve en el Thyssen porque quería ver El Renacimiento en Venecia.
    Digo quería y es mentira y gordísima, que en realidad malditas (diría jodidas, pero quiero ser prudente porque estoy comentando en un blog que no es mío) las ganas que tenía de ver exposición ninguna y, menos, del renacimiento italiano, que hay que fastidiarse lo fea que es toda la gente que sale retratada en (por lo general) todos los cuadros que en el mundo han sido y, en particular, las de los del renacimiento italiano.
    Bueno, había una señora guapa, muy guapa, bastante carnosita, sí, muy escotada, que en ese letrerito que siempre va al lado de todo cuadro de museo, se explica que es mujer joven denominada “La bella”. Prueba inequívoca e irrefutable de que mi afirmación es rigurosamente cierta.
    Y, oye, a mí la pintura es fácil que me guste, aunque suelo preferir esa un poquito irritante en la que como título lees “hombre de mediana edad parado con su coche en un atasco contestando que no al vendedor de clines del semáforo” y, cuando vas y miras “¿Dónde están el hombre, ni el coche que conduce, ni el vendedor, ni los clines, ni el semáforo?” pero, a mí por lo menos, me resulta estimulante porque como la tonta del bote que seré toda la vida me pongo afanosa a querer encontrarlos y, no, no los encuentro, pero a mí me estimula y como que me infunde, en el cuerpo, en mi ánimo, en la sangre, un no sé que de vidilla…
    Y a esas gentes feas del renacimiento italiano no es que me moleste especialmente el cruzármela, pero, eso… Cruzarmela y seguir mi camino…
    Quiero decir:
    En el Carrefour, sin ir más lejos. Pues yo miraría (con agrado incluso) a Francesco María della Róvere, duque de Urbino, de Tiziano – que me sé todo eso porque me quedé con el programa y lo estoy leyendo – si me lo encontrara, allí, tan serio y tan bien plantado (pero tan feo), con su marco y todo, entre los champús contra la caspa y los quesos gouda… Aunque nada más es un ejemplo claro, que no me parecería ni pizca más de mal el encontrármelo entre las hortalizas y los congelados…
    ¡¡¡Pero a él sólo!!!
    En los museos, en las salas, como en esto que digo de ayer, por otro ejemplo, salas y salas (que la exposición para quien no la haya visto y está a tiempo, hasta el 24 de este mes, ya le aviso que es amplia) de retratos de personas que, aunque fueran guapas…
    Y es que el mundo de eso que denominamos “cultura” está a mi muy humilde entender terriblemente mal organizado. Que no me extraña que la gente termine estragada y hasta las narices como (recuerdo) cuando hace muchos años (en Venecia, precisamente, que aun con mi aversión a las maletas y lo poco que me he movido por el mundo en Venecia si he estado) veías a la turistada tirada por los suelos, despatarrada y derrengada, de la galería de los Uffici clamando con lágrimas en los ojos y voz gimiente “si me enseñan otra madonna con bambino me terminaré pegando un tiro”.
    Y es que es un poquito el colmo… ¿O no?
    Ayer hubo algún momento en que pensé “salgo, respiro un poco en el jardín, y descansada vuelvo a entrar”. Pero recordé que a la entrada, donde hay una señorita muy educada que te sella la entrada (que es que se llaman igual) había leído un letrerito que advertía de que si salías no podías volver a entrar. Así que me aguante y seguí, seguí, seguí, viendo también las armaduras que llevan puestos los señores feos y que (lo sé porque lo leí en los letreros) tienen muchísimo mérito porque pintar los reflejos de la luz sobre el metal (que no es metal, que también es pintado) es muy difícil. Perro ni la contemplación de tal prodigio me maravillaba ni me consolaba. Yo sólo quería terminar y marcharme….
    Y al final terminé, y salí, y alcancé la calle no sin antes (eso sí) verme obligada quisiéralo o no a atravesar la tienda de los souvenires porque (eso también) la salida de conduce ineludiblemente y sin escapatoria a ella.
    Y, bueno, que estoy hablando de exposiciones y pintura,, que si me metiera con el tema de la literatura que es de verdad lo que a mí me hace tilín… O de cualquiera otras expresiones, y manifestaciones, de cualesquiera de las artes.
    Que todo esto, a todo esto, lo he escrito yo por mi cuenta y a mi aire y sin más intención que colocarlo en alguno de mis blog. Pero como ni en mis blogs ni en mis páginas he tenido nunca ni tendré jamás visitantes me he dicho “oye, pues ponlo aquí en este artículo en el que más o menos y aunque sea pelín de canto encaja”.
    Y de paso, si alguno lo leéis, daño propiamente no es que haga (creo) y (de otro paso) quien lo lea desengrasa un poquito, se toma un respiro, que hay que ver lo sesudos e intelectuales que (unos más que otros, pero señalar está muy feo) os ponéis.
    Y (de un tercer paso) lo mismo hay hasta quien se ría un poquito. Aunque hay alguno que o no lo necesita o sí por lo menos menos que otros. Que suele tener un humor y un sentido (del humor) excelente. Y se pasa la vida riendo.
    Nota: Van en el lote, seguro, erratas y faltas de ortografía. Pero es que releerme a mí misma me da más pereza (si cabe) que tragarme una exposición entera aunque sea muy buena y muy bonita.
    Hala.

    1. Juan Laguna dice:

      Muchas gracias Alicia por compartir la experiencia del «turismo cultural» en el Museo Thyssen. Precisamente tengo pendiente ver esa exposición de personajes que dices y espero como siempre, salir sabiendo algo más, aunque se suponga que tampoco pasa nada por ignorarlo.
      Hoy, precisamente, me encontraba trabajando sobre dos pinturas de la misma época y diferentes autores. Dos retratos. Uno de Francisco I d’Este (duque de Módena) y otro atribuido genéricamente a Pourbus (Frans Pourbus II, el joven). Lo siento pero me sigo abrumando por la calidad de la pintura en los retratos de este último. El retrato es difícil porque no se busca sólo el parecido, sino exponer a través del gesto y la expresión del retratado su personalidad.
      Volviendo al «turismo cultural» el comentario de «pasmao» es muy cierto. La cultura y los elementos que la componen, se han convertido en objetos de explotación. Un artículo que circula por ahí habla de la explotación de los templos y catedrales por la iglesia católica como recursos turísticos. Me duele que a la entrada del templo haya una taquilla que requiera el pago por el ingreso en el lugar que debería estar abierto (como los museos) a quienes quieran buscar allí conocimiento, paz y belleza. Me duele que las capillas de las catedrales se hayan transformado en tiendas de «merchandising» sustituyendo a los fieles que antes acudían a ellas.
      Venecia. Hay que salir de los «circuitos turísticos» para encontrar la Venecia más auténtica: la de los rincones, los «campos», los callejones y espacios que no figuran en las «guías». Retroceder en el tiempo y tratar de entender su historia, su esplendor y su declive….. Pero hay que hacerlo en solitario, sin «manadas del Serengueti» (como califica mi hija a los nutridos grupos de turistas que hombro con hombro cruzan las ciudades). Cada lugar del mundo brinda a quien es capaz de encontradas una satisfacción diferente.
      Termino. He cruzado el Sáhara en varias ocasiones. La gente me decía: «…si allí no hay nada que ver…» El desierto se siente, nada más y nada menos.
      Un cordial saludo.

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