Los seres humanos reivindicamos la libertad constantemente, aunque también es verdad que le llamamos libertad a hacer lo que nos sale de los huevos y creo que la palabra tiene más matices (pero ya he hablado muchas veces de esto y no es cuestión de repetirme… Al menos no hoy). Por eso me sorprende que haya quien muestre tanto entusiasmo cada vez que nace una nueva ley, o mejor dicho, cada vez que se da luz verde a una nueva restricción. Queremos que se nos trate como adultos independientes e inteligentes, pero en nuestras actitudes se percibe la necesidad de acotación permanente. Como si pensáramos que en el momento en el que nos dejen solos no sabremos qué hacer con nuestras vidas. Hay incluso quien entiende la jornada laboral como una forma útil de ocupar el tiempo, más que como un trámite inevitable para poder comer y pagar el alquiler (y poco más).
Cuando algún iluminado decidió reducir el límite de velocidad en carretera para devolverlo al inicial en un mes porque la medida no servía para nada, los argumentos ciudadanos a favor eran claros: “Es mejor no poder superar los 110 en carretera porque así me protegen de un posible accidente y de la contaminación”. Ya, pero si de verdad piensas esto, ¿no podrías ir tú a 110 aunque no exista tal restricción? ¿De verdad tiene que existir la posibilidad de una multa para que hagas lo que crees que es mejor para ti y para tu planeta? Y con la ley antitabaco nos cansamos de escuchar aquello de: “Estoy muy contento con no poder fumar en los bares porque así fumo menos”. A ver, el mundo no tiene la culpa de que tú no cuentes con la voluntad suficiente como para reducir tu consumo.
¿Cómo puede un ser humano estar agradecido a las limitaciones impuestas? ¿Qué tipo de ciudadanos somos, que no damos un paso que por lo visto queremos dar, hasta que no nos lo imponen? ¿Qué sociedad estamos montando, que pide a gritos que nos limiten, nos controlen y nos vigilen?
Supongo que hay días en los que debería estar de lo más agradecida a que exista una ley contra el crimen porque así esto evita que vaya asesinando por ahí. De no ser por la ley, habría matado a mucha gente y alguna, vete tú a saber, quizá no se lo mereciera. Otra, obviamente, sí.
No podemos exigir que nos traten con respeto e inteligencia si a cambio estamos pidiendo que nos legislen como si fuéramos imbéciles. No soy la primera ni la última que cree que la libertad está directamente ligada al conocimiento, pero es difícil acceder a éste si nos dejamos caer en otros toda la vida.
Estamos a un paso de solicitar un chip instalado en la nuca para ser localizados el día que nuestro lado díscolo desee escapar de aquí. Queremos que nos castiguen si nos portamos mal, que nos especifiquen a qué hora debemos comer, y ya que estamos, qué alimentos son sanos y cuáles nos matarán, aunque los criterios cambien de año en año. Queremos que nos organicen el tiempo de ocio, que nos propongan planes constantemente y nos hagan descuentos en los musicales del momento para poder ir todos juntos al mismo sitio en los mismos días. Pedimos que nos suban a un autobús camino a Torrevieja en cuanto nos llegue la jubilación, y así no tener que pasar un solo minuto teniendo que decidir cómo ocupar nuestra existencia. Acabamos reclamando soterradamente que nos cuenten cuáles son nuestros ideales, nuestros sueños, nuestros deseos, nuestros estereotipos favoritos, en definitiva, que nos cuenten quiénes somos y cuál es el sentido de nuestra vida, en caso de haberlo. Y así dejamos bien claro que pueden hacer con nosotros lo que quieran, que nos hemos creído que el entusiasmo democrático es capaz de cambiar las cosas, y que no tenemos valor suficiente para salir de este círculo de tiza en el que creemos movernos con total autonomía.
La libertad da miedo porque aumenta el riesgo de equivocarnos, pero ¿acaso no es ya una gravísima equivocación seguir viviendo con miedo a fracasar? Es fácil culpar a la sociedad de nuestras limitaciones y nuestra frustración, pero ¿de verdad nos compensa tener siempre alguien a quien culpar en vez de descubrir quiénes somos? ¿De verdad nos compensa eximir nuestra vida de toda responsabilidad a cambio de morir sin haber experimentado, aunque sea unos instantes, la libertad real?
Buenos días, Bárbara. Como decía en el comentario al último artículo de Carlos Peiró, las mayorías las conformamos borregos (por ahora metámosnos todos) vocacionales y profesionalizados. Pero ojo, puede que no reconozca tanto mi entusiasmo a ser estabulado como mi deseo de que controlen «al otro» y no a mí, ¡que es el verdadero enemigo! Por favor, ¡que alguien lo pare!
Libertad se gritaba allá por los 70-80 en la famosa transcision española, algo o bastante traicionada.
Todo estamos interrelación dos, parece, al menos desde la obligatoriedad económica, las relaciones- rehén se dan por todas partes y, en esas…
reflexionar pensar, quien soy yo?- Qué quiero para mi vida?- a donde voy?- Qué siento realmente? – Cómo quiero vivir?-
Libertad? O Liberación interior?..
Y…si vemos que no hay una salida..La Fabricamos!
Textos humanistas orientados en una corriente de opinión denominada Siloismo. Buen Día.
Teniendo en cuenta la relación tan estrecha entre libertad y compromiso, responsabilidad y coherencia, está claro que para una gran mayoría resulta suficiente, (y más cómodo), tener una pequeña parcela de libertad que simule que somos dueños de nuestras vidas, y así, de esta forma, dejar en manos ajenas aquellas decisiones que se conciben como normas.
Efectivamente, ligado al concepto libertad, parece imprescindible hablar también de conocimiento y responsabilidad. Creo que son dos paradigmas apenas perceptibles en la sociedad en que vivimos, donde todos tratamos de escurrir el bulto y lavarnos las manos con demasiada frecuencia en vez de afrontar verdaderamente las consecuencias de nuestras decisiones, quizá porque en muchos casos ni siquiera sepamos cual es su verdadero alcance. Por otro lado, la ignorancia ante este hecho no debería ser tratado como eximente.
Sí que es curioso que siempre demandemos que se regule todo, que el camino aparezca perfectamente delimitado, que siempre podamos hacer uso de aquéllo de » es legal»…o no lo «es»….»científicamente probado»….y hasta «lo ha dicho la televisión»….que claro…es una autoridad en nuestra forma social..el cuarto poder.
Pero también parece ocurrir que, de algún modo, necesitamos que sea «el otro» quien esté controlado, como creo que apunta Alberto.
«El otro», de quien hemos hecho un «estereotipo»….y no le vemos más en dos o tres secuencias impresas en nuestros recorridos neuronales, y le hemos creado una identidad…
Da igual que pertenezca a la familia, al trabajo, a un señor que pasaba por allí, al que vemos en una película….da igual…solo le identificamos en base a lo que nuestras angustias, deseos y miedos precisan para calmarse o satisfacerse.
De alguna manera, cuando queremos que nuestra responsabilidad tome el mando, cuando lo más auténtico..o esencial…o misterioso, atrapado y escondido, da un toque y nos pone en crisis, porque su destino es salir, de alguna manera, entonces….somos conscientes…¿o siempre lo somos?…de las mentiras que hemos hecho creer al otro…y viceversa.
Pero para eso siempre estará «la legalidad vigente»….Si tiene alguna queja, algo que decir…a través de los «tribunales»…estamos en un Estado de Derecho…directo..¿hacia dónde?
Estimada Bárbara: me quedo con tu frase final: «la libertad da miedo». Recuerda que fuimos los españoles en este caso los que hicimos popular el grito de ¡vivan las cadenas! y volvimos al absolutismo de Fernando VII. Así nos va. Posiblemente, en vez de celebrar el 2 de mayo como triunfo de la independencia, tendríamos que considerarlo en sus consecuencias posteriores. El miedo es el sentimiento en que se nos trata de mantener de una forma permanente aprovechando nuestro amor a las cadenas, a la tutela y ¿porqué no decirlo también? a la comodidad de no ser responsables de nuestras vidas. Tenemos miedo a todo y por eso nos venden «seguridad» (física, laboral, familiar, etc.) que nos mantiene tranquilos. Incluso se reclaman «gobernabilidad», «estabilidad» y leyes, muchas leyes y reglamentos que consultar en cada momento de nuestras vidas para saber qué es lo correcto y qué es incorrecto. Así vivimos y así morimos, con el «seguro» de defunción contratado, por si acaso no hay un trozo de tierra que nos acoja (ahora que sale tan caro el metro cuadrado). Un saludo.
Solo un apunte al respecto…..mientras seamos o queramos seguir siendo ajenos a nosotros mismos, y a las responsibilidades que contrae el hecho de vivir, de alguna manera, también estamos siendo irresponsibles con el resto de seres, y el entorno, que nos rodea.
También les perjudicamos.
Hoy por hoy, ante este estado de cosas, entiendo que la legislación es necesaria, es necesaria la protección de los más vulnerables.
El problema es ¿quién legisla?, ¿bajo qué intereses?¿bajo que miedos disfrazados de «políticamente correcto»? o ¿qué autoridad le avala?…..la de una carrera universitaria, de funcionariado…etc….¿pero eso solo basta?. Es evidente que no, y creo que en este blog se ha abordado esta cuestión varias veces…se ha invitado a reflexionar sobre ello, pero la cuestión judicial, (esa necesaria independencia del Poder Judicial), como todas las que tienen que ver la «polis» en la que nos desarrollamos, la vemos (me incluyo), como algo que solo concierne a «estamentos especializados», es decir al «mundo político que nos gobierna, y en el hemos delegado nuestras vidas». Parece que a nosotros solo nos toca «despreocuparnos»….
Y…supongo, que el otro gran problema radica en el tema del artículo de Bárbara….se refierere a eso precisamente, a ese «no quiero saber nada» «para eso está el Estado»…el miedo a una libertad, que ni siquiera somos capaces de describir en unos términos ajustados y objetivos que contemplen, de frente, la parcialidad y constreñimiento real que supone ese concepto, en una sociedad, que, aunque nos lo hayan hecho creer, todos sentimos que está inmadura…limitada por grandes desconocimiento, y no asimilamos, parece, esa inmadurez.
La palabra Libertad tiene poco de sencilla y mucho menos en las actuales sociedades en las cuales el Poder tiene y usa proactivamente medios de Control y supervisión que superan de largo lo anunciado por la Narrativa Profética de la primera mitad del siglo XX.
Básicamente, hoy día la libertad individual se circunscribe al consumo de Drogas (ese 40% de personas que conducen bajo los efectos de «sustancias») y Sexo. Ambas derivadas de políticas públicas concretas que el sistema ha generalizado en Occidente y que trata de imponer Globalmente incluso coactivamente.
El resto de libertades teóricas está en mínimos. De hecho ayer mismo veíamos dos pequeños detalles reveladores.
A) C’s presenta proposición de Ley para que………… los Monitores de Gimnasios tengan un Título Oficial que certifique su capacitación.
B) François Hollande a su vez pide que se revise la legislación y regulación Francesa para identificar oportunidades de creación de Empleo…………. eliminando obstáculos y barreras creados por doquier durante las últimas décadas.
«Libertad», como «Justicia», son términos que ya casi nunca se definen con claridad, señal de que son conceptos degradados y falsificados.
Hoy Occidente está en Manos de Dos Variantes de Social Democracia (un sistema que se basa precisamente en la versión «positiva» de la Libertad, o sea: en la capacidad de Obligar a Otros).
Las variantes son la Socialista y la Liberal y la diferencia entre ambas no está, realmente, en el gasto «social» –en plena crisis desde el 2008 al 2014 solo ha «caído» un 0.4% a pesar del ruido mediático. La diferencia está en los grados de Libertad «Negativa» (la libertad de Elegir) que toleran y en su actitud conceptual ante la libertad personal.
Es una diferencia que debe ser analizada incluyendo los grados y formas de «Coercitividad» que ambas exigen. Este es un análisis de Calado que nos expone una gama de Grises y muy pocos casos de Blanco o Negro.
Raymond Plant, un profe Socialdemócrata inglés, trata de hacerlo con bastante objetividad en «The Neoliberal State» (Oxford U. P. 2010).
El libro está fundamentalmente dedicado a confrontar el célebre libro de Hayek : «The Constitution Of Liberty» (1960) traducido al Español como «Los Fundamentos de la Libertad».
Si alguien se embarca en la lectura del Texto de Raymond Plant recomiendo hacerlo con el Texto de Hayek al lado porque las referencias son muy frecuentes.
Dado que hoy estos temas rara vez se analizan con profundidad –ni siquiera en las Universidades– me temo que nos estamos perdiendo mucho pero es un tema de gran calado y de graves consecuencias.
Como complemento a los anteriores quizás vale la pena tratar de recuperar.
«The origins of totalitarian democracy» de Jacob L. Talmon (1952)
No es fácil encontrarlo porque existe una lista de libros «proscritos» que se extinguen solos en el olvido. Pero es una lista muy interesante.
Saludos y gracias a Bárbara por traer el tema.
El comentario de Manu, me hace pensar que muchas de las seguridades, con sus consiguientes regulaciones-leyes que demandamos, tienen que ver con asegurarnos el entorno, obligando al «otro» al cumplir.
Es como si la tendencia psicológica inmediata fuera a no darnos nosotros aludidos por las «restricciones».
Es el «resto» el que debe ser «contenido» y «obligado».
Puede que esté equivocada, pero creo es algo común que ocurre dentro de ese «concepto» general y fácil de «reivindicación».
Pero cuando esas demandas abarcan conceptos de transcendencia desconocida (el derecho de decisión sobre el propio cuerpo, muerte digna…. ), e incluso cuando demandamos más libertad de expresión, de manifestación…de autodeterminación…Siempre nos olvidamos de añadir a esa demanda …..formación, criterios y cultura…para poder ejercerlas, o si es posible ejercer algún tipo de libertad de acción en aquellas cosas que no sabemos, sin conculcar leyes desconocidas, cuyas consecuencias también ignoramos. Eso lo obviamos.
Porque reivindicamos una libertad que en realidad no podemos ejercer…..no estamos formados para ello.
Las opciones entonces se reducen….pero no eximen de responsabilidad…y entra el vértigo.
Entonces pedimos…exigimos…ser regulados…que se nos diga qué es progresista y qué no, qué hay que pensar…., qué no, y se etiquete con claridad a quién no lo hace así.
No pedimos criterios, no pedimos más espacio para poder pensar libremente, no pedimos espacio de conocimiento.
Es que ni se nos ocurre…..aceptamos tal cual «lo políticamente correcto», ni siquiera sabemos distinguirlo de otras posibilidades.
«Se rien de mi porque soy diferente, y yo me río yo de ellos, porque son iguales»
Así como en la naturaleza -universo parece o pareciera existir un Orden, hay unos principios de Acción Válida en el mundo humano, varios, en los que destacó 2 para este tema:
1- Cuando fuerzas algo hacia un fin, produces lo contrario.
2- Sí persigues un fin te encadenas, si todo lo que haces lo realizas Cómo si fuera un fin en sí mismo, te liberas.
(La mirada Interna-Silo: mario luis Rodríguez cobo)