Hace unos años me hizo muchísima gracia encontrar, en una pared cualquiera de un barrio céntrico de Alicante, una pintada enorme en la que se leía, en letras mayúsculas, “NO A LOS NINJAS”, proclamando clarísimamente la aversión de sus ciudadanos a los acróbatas guerreros vestidos de negro.
La verdad, no sabía yo por aquél entonces del grado de infiltración de los ninjas en la sociedad alicantina, y por eso me hizo mucha gracia la pintada. Pensaba que los problemas de la gente serían otros, y que, de existir, las bandas callejeras que se disputasen el control de los barrios de la ciudad mediterránea tendrían algo menos de glamour. Por otro lado, no me hago a la idea de lo duros que tienen que ser los miembros de una banda callejera rival que ose disputarle el territorio a una banda de ninjas, al menos con el concepto que yo tengo de lo que es un ninja…
Porque los ninjas eran gente muy dura, entrenados en formas poco ortodoxas de hacer la guerra: sabían de venenos, pócimas y explosivos y eran maestros del disfraz, además, por supuesto, de suponérseles la habilidad en el manejo de catanas, cerbatanas, nunchakus y las archiconocidas shuriken o estrellas ninja.
Gran parte del halo de misterio que existe sobre la organización se debe a que, en Japón, durante muchos siglos, todas las muertes que no podían explicarse de forma sencilla se les achacaban a ellos, lo cual, por otra parte, les venía muy bien para asentar su reputación.
Y cuando se corre el rumor de que alguien hace bien su trabajo en un ámbito laboral tan meritocrático como el asesinato, el sabotaje, el chantaje y la destrucción, lo normal es que el negocio vaya viento en popa, y por eso a los ninjas no les faltaban clientes. A ellos acudían particulares y también los líderes militares, para encontrar formas alternativas de solucionar sus problemas sin tener que ceñirse al honorable pero poco flexible código del Bushido que ataba en parte las manos de los también famosos samuráis.
Mientras que estos eran gente de bien que solían proceder de familias acomodadas y que podían ser todo lo asesinos, sanguinarios y explotadores que se terciase, pero tenían que mantener cierta imagen; los ninjas tenían orígenes más, digamos, diversos y eran entrenados para no hacer demasiado caso de leyes, códigos y ese tipo de cosas: por ejemplo, un samurái jamás podría “trabajar” oculto bajo una capucha o con una identidad falsa, ya que si era descubierto su reputación quedaría destrozada; y, perder la reputación, para un seguidor del bushido, como comprobarían los americanos en Iwo Jima, era mucho peor que la muerte.
Tan bien les fue a los ninjas que hay referencias a ellos desde el siglo VI hasta casi ayer y en su época de mayores éxitos, durante el periodo Sengoku, un periodo de enorme inestabilidad política en Japón coetáneo de nuestro Renacimiento, más de 25 escuelas distintas de ninjas se disputaban el negocio del espionaje, el asesinato, la extorsión y el terrorismo.
Y algunas de sus habilidades, adaptadas a los nuevos tiempos, han sido heredadas por unos nuevos ninjas que, aunque no se llenen las manos de sangre, están también entrenados para desestabilizar el sistema y que, como ha quedado demostrado en más de una ocasión, como sus ancestros embozados pueden entrar casi en cualquier sitio, liarla, y desaparecer antes de que nadie sepa que han estado allí. Los nuevos ninjas tienen unos “uniformes” bastante menos chulos que los antiguos, pero también son maestros en el arte del disfraz, pueden acabar con organizaciones enteras sigilosamente y sus habilidades, un poco como en el período Sengoku, están muy valoradas en según qué círculos y son en sí mismas muy lucrativas.
Hablo, naturalmente, de los hackers.
Hace solo unos días estaba en todos los telediarios: Colonial, la mayor red de oleoductos de Estados Unidos tuvo que interrumpir las operaciones en los casi nueve mil kilómetros de oleoductos que gestiona, por culpa de un ciberataque. Aún tenemos en la memoria las imágenes de enormes colas junto a las gasolineras de gran parte del este y del sur de los Estados Unidos: gente desesperada por conseguir gasolina en un estado de nervios que muchas veces acababa en discusiones y peleas. Particulares y empresas peleando por la gasolina, acumulando cuanto podían y de esta manera creando un efecto bola de nieve que no hacía sino aumentar la magnitud del problema a medida que pasaban las horas.
Los que atacaron Colonial se hacen llamar “Dark Side”, y es un grupo de ciberterroristas que se ufana de no atacar jamás hospitales, colegios ni ese tipo de instituciones y que emitió un comunicado durante el ataque pidiendo perdón a los ciudadanos a los que hubieran causado algún prejuicio, ya que ellos solo querían el dinero, no perjudicar a nadie… llegaron incluso a comprometerse a que en el futuro tratarían de atacar solo empresas cuyo “secuestro” no causase tantos inconvenientes a la gente corriente.
Naturalmente Colonial pagó, y no es la única: hay diferentes estimaciones sobre el negocio que suponen estas actividades, pero, según la firma de seguridad Emisoft, alrededor de dos docenas de grupos principales en el negocio podrían haber recibido el año pasado hasta 18.000 millones de dólares en rescates. No está mal como nicho de mercado…
Y lo que nos demuestra el caso de Colonial es que o se hacen antes los deberes, haciendo seguros los sistemas de las infraestructuras sensibles, o luego no se puede negociar con según que tipo de ataques: un gobierno occidental puede salir en los medios de comunicación diciendo que “no negocia con terroristas” y que no pagará rescate por un nacional secuestrado (aunque luego, dependiendo del nacional casi siempre lo haga), pero ningún gobierno podría permitirse el lujo de no pagar si se toma una infraestructura realmente crítica: ¿una gran ciudad sin agua o electricidad durante días?¿Sabes la que se puede liar?¿Sistemas de control de tráfico aéreo o de trenes de alta velocidad en manos de terroristas? (aprovecho para hacer un inciso: un sistema de trenes de alta velocidad solo funciona si los trenes que ya van rápido no alcanzan a los que están acelerando o frenando en la misma vía…y eso no es fácil). O más atado a los tiempos que corren: ¿Qué hace un gobierno si un hacker se hace con los archivos del sistema de vacunación en un momento como este? Paga, claro.
Y hay hackers a los que solo motiva el dinero, como a los de Dark Side, pero puede haber terroristas que solo busquen hacer daño y cuanto más avanzada es una sociedad más vulnerable es a ambos, sobre todo si no se pone cuidado, y algo me dice que no se está poniendo el debido cuidado…
Cualquiera que esté un poco en el mundillo tiene claro que, hoy por hoy, no se invierte lo suficiente en garantizar la seguridad informática de empresas e instituciones, y eso nos deja a todos en manos de los nuevos ninjas, una gente que no tiene la necesidad de negociar porque tiene el que, según Dune, es el único poder que importa: el poder de destruir.
Tengo entendido, pero igual estoy equivocada, que los “samurais” también aparecieron sobre el siglo VI d.C.
De ser así, parece que su nacimiento y el de los “ninjas”, fue paralelo.
Como si el nacimiento de una “fuerza militar”, digamos más “transparente” en sus códigos éticos, viniera acompañada de otra…”más oscura”…bueno, no deja de ser una conjetura.
El caso es que los “samurais” más éticos, si se quiere, tanto que se guiaron por códigos de valores como el honor, defensa del débil y potenciaban artes como la poesía y la música, además de las marciales, acabaron desapareciendo, mientras que los que no utilizaban armaduras brillantes y máscaras de colores, los que se vestían de negro para su acciones, nunca a campo descubierto, parece que han tenido más éxito, y actualmente perviven como mercenarios al servicio de quienes les contraten, parece.
Desde hace un tiempo, quizás más de lo que podría parecer, se nos está orientando a las poblaciones para terminar de digitalizar por “entero” nuestras vidas.
Y por entero incluye nuestras relaciones sociales, familiares, el trabajo y el producto del mismo…el dinero.
La pandemia lo ha acelerado todo.
Recuerdo los saludos icónicos al abrir Google durante el confinamiento animando a las relaciones “saludables” entre familiares….a través de videollamadas o videoconferencias…en fin.
El caso es que se aceleró aquello que se estaba poco a poco promocionando, el teletrabajo desde casa.
Parece, también, que con las prisas, se puso de manifiesto que todavía había un motón de cosas que acoplar…y proteger.
No ha dado tiempo a implementar capacidades de vigilancia y auditoria cibernéticas y parece que un montón de ciberataques a pequeña y gran escala se han dado y se siguen dando desde entonces.
Ciberataques con una intención…o muchas…, pero la que se pone de manifiesto es la de “secuestro” y “cobro de rescate” de datos imprescindibles para el funcionamiento de cualquier cosa.
El ejemplo del artículo es solo uno más de los que parece se están produciendo continuamente, y que a nivel de empresas e instituciones estratégicas se están solventando a golpe de “pago”.
Todo ello aparentemente sobrevenido a raíz de la crisis del Covid que “obligó” al aislamiento “medieval” del mundo desarrollado.
Parece que un tal Klaus Schwab mantuvo desde el Foro Económico Mundial de Davos que “la próxima pandemia de la que tendrá que curarse la humanidad, será un ciberataque, que a su lado, esto del coronavirus parecerá un mal menor”…..
Lo que no termino de entender es que si eso es tan conocido por los grandes monopolios del mundo, aquellos que manejan Gobiernos y con ellos infiltran los Estados…aquellos que imponen la formas económicas…por qué extraña razón se sigue forzando a las poblaciones a la invisibilidad de los frutos de su trabajo, a dejar el dinero en una esfera virtual al pairo de una nueva forma terrorífica de atentar contra las sociedades de lo “invisible”, lo que no se ve….como el virus chino…la enfermedad Covid.
Esos oscuros “ninjas”….
No solo eso, se está forzando a las gentes a huir de ellas mismas, a evitar el roce, el contacto…que nuestra piel se convierta en virtual….
Pero es que a través de la piel, recibimos la mayor parte del oxígeno que necesitamos para vivir.
Me llama la atención que, en un determinado momento de la pandemia, hace muy poco, cierto magnate apuntara, él y su señora, a que esta era solo una de las que nos estaba por llegar….¿qué sabe él?.
Nos advierte ahora el Sr. Schaw, en el Foro de Davos que “el caos informático llegará y lo hará…”como un tsunami”….¿cómo lo sabe?.
Los “samurais” eran servidores de señores a los que acompañaban en sus guerras y conquistas.
Acabaron con posesiones y utilizaron, parece, la riqueza que iban acaparando para formarse en cultura y en mística…, cultivaron valores importantes para el hombre…
Sombras que quisieron emularlos, pero que a lo mejor no consiguieron llegar a sus grados de entrega, son las que perviven al servicio oscuro de innobles señores…quién sabe.
Los actuales sistemas de Telecomunicaciones son, por diseño, abiertos al escrutinio de cualquier cosa que en ellos se mueva. Los profesionales lo saben desde siempre y las nuevas generaciones lo comienzan a descubrir por sus propios medios. Por ejemplo la joven Ph.D. de Harvard, Sharon Weinberger, en «The imagineers of war» 2017 que podría leerse como los «pensadores creativos de las guerras futuras».
Internet es una creación conceptual de Darpa, la empresa del Pentágono que desde los años 60 crea los conceptos armamentísticos del futuro para dicho ejército y la que, cuando estas tecnologías son de uso dual, organiza cómo y de qué forma se irán integrando en la sociedad civil. Toda la sociedad occidental es cautiva de estos sistemas a sabiendas de que cualquier cosa que entre en Internet es, a efectos prácticos, Pública y Eterna.
No podemos quejarnos de ello porque ….»es lo que hay».
Hay países que están desarrollando y han adaptado estas redes para poder funcionar de forma autónoma con relación a USA.
Rusia, China, India, etc. están activos en ello en distintos grados y en otros sistemas –como SWIFT para transferencias bancarias– también susceptibles de penetración por, por ejemplo, los EEUU a través de diversos mecanismos legales o subrepticios.
Tan sabido es a nivel de una calle despreocupada que la última novela de John Le Carré lo dejaba bastante claro al mostrar que las agencias de Inteligencia evitan depender del «protocolo Internet» en sus operaciones secretas. Lo cual quiere decir que también sus comunicaciones digitales de voz deben ser protegidas protocolariamente en todas las operaciones encubiertas que son la mayoría.
La inacción y sometimiento de la UE a esta situación –ni una sola red «social» propia– es la prueba más evidente de la naturaleza colonial de una relación que seguimos aceptando –y reforzado– porque, como deben saber, toda nuestra mensajería –voz digital incluida– debe ser guardada por nuestras «telco’s» al menos tres años por directiva de la UE que Rajoy tuvo a bien aumentar a 5 años.
De esto ni el teléfono móvil de Merkel se ha librado. En ocasiones con la ayuda de sus vecinos daneses siempre sabedores de quién manda.
Con esto no quiero decir que los ciudadanos rusos y chinos estén mejor. Simplemente que estamos en sus mismas condiciones.
Por otra parte y por mucho que se «invierta» en seguridad dentro de Internet no se va a poder soslayar la naturaleza «vigilable» del sistema. Nos libraremos de los más torpes pero nunca de los dueños de verdad.
Una forma de hacerlo es no utilizar nunca el sistema para comunicaciones sensibles. Nunca.
Otra es recordar una máxima de la gestión de Sistemas pre-Internet: Los sistemas críticos siempre con redes privadas exclusivas, cripto dinámica para salir del «territorio» propio y usar software propio, no público. Lo que se conocía como «software propietario». Todo ello carísimo pero en determinados casos justificado.
Otra gran vulnerabilidad todavía no probada de modo generalizado sería una caída global del sistema que, sin duda alguna, sucederá como ya vemos en eventos aislados irrecuperables como el que da origen a este artículo y otros. En esta situación no podremos funcionar ni tan siquiera en emergencias hospitalarias ni en las necesidades más básicas de cada día o en muchos sistemas de navegación.
Creo que la ciega y obligada incorporación a esta hiper-dependencia sin Back-Up operativo es muy cuestionable y una señal de la insensatez imprudente de muchas decisiones gubernamentales actuales.
Como estamos viendo en tantas cosas .
Saludos