Hace apenas unos años la CIA desclasificó un documento cuya lectura encontrará deliciosa cualquiera que haya estado en contacto con el mundo laboral (el educativo también me vale), especialmente si ha visto desde dentro como se trabaja en las grandes organizaciones; entre las que incluyo exitosas multinacionales y, por supuesto, la Administración Pública; así, con mayúsculas. Me vale cualquier ejemplo de Administración.
El documento está fechado en enero de 1944, y fue realizado por el Office of Strategic Services (OSS), la agencia estadounidense que centralizó las labores de inteligencia para las distintas ramas del ejército de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y que se convertiría en el germen de la CIA. En los ratos libres que les dejaba planificar la muerte de generales japoneses, descifrar los códigos secretos de las potencias del eje y hacer llegar a las playas españolas cadáveres con planes falsos para la invasión de Europa, los espías norteamericanos crearon un manual sobre sabotaje de campo para ayudar a destruir desde dentro los pilares de las organizaciones enemigas: un poco como cuando el Schlinder de la película de Spielberg confiesa a su mano derecha, que se queja de que la munición que fabrican es defectuosa, que consideraría una ofensa personal que uno solo de sus obuses estallara.
El manual trata sobre “sabotaje simple” que ciudadanos descontentos con la organización para la que trabajan- en este caso el Régimen Nazi, pero se puede aplicar a la empresa para la que eres becario desde hace años o aquella que te paga menos de lo que crees que mereces, o esa administración para la que sacaste la oposición…- pueden realizar de forma sencilla, nada llamativa y con poco peligro, para conseguir que las cosas no funcionen como deberían. ¿Cómo?: acudiendo al factor humano y a la ilimitada capacidad que tenemos de hacer las cosas mal, tanto que no se nota cuando lo hacemos aposta y cuando sin querer.
Son 32 páginas cuya lectura, con la perspectiva que da el tiempo, es absolutamente maravillosa; y si no fuese porque todo lo que dice lo hace absolutamente en serio y en un escenario en que había muchas vidas en juego dan ganas de reír (o llorar), porque retrata el trabajo de un porcentaje importantísimo de la población, muchas veces de forma totalmente institucionalizada. Un manual de sabotaje de la inteligencia norteamericana de la Segunda Guerra Mundial retrata el mundo laboral de la segunda década del siglo XXI mucho mejor que ningún best seller de los gurús del tema.
El documento dice, por ejemplo -permitidme una traducción poco exhaustiva, tomaré frases de distintos párrafos del original y los mezclaré a mi gusto- que “los actos de sabotaje sencillo, que son llevados a cabo por ciudadanos corrientes sin necesidad de conexión con grupos más amplios, llevados a cabo de manera que implican un peligro mínimo de detección y castigo, multiplicados por miles de saboteadores pueden ser un arma efectiva en manos del enemigo”. La CIA, incluso en sus inicios, sabía cómo destruir las cosas desde dentro, sabía cómo pudrirlas para que no funcionasen bien. Te preguntas cuales eran sus armas; algunas te sonarán:
“Mantente todo el rato ocupado -recomienda- pero trabaja lento, que parezca que no paras, pero dedica tu tiempo a cosas inútiles; teclea despacio, o rápido, pero entonces equivócate, y revisa todo cinco veces antes de seguir adelante. Cuando vayas al servicio quédate allí todo lo que puedas, y luego olvídate algo, para tener que volver a por ello” -estamos en 1944, sin Facebook ni teléfonos móviles, ahora es todo más sencillo-. “Actúa como si no entendieras lo que te piden. Pide que te repitan varias veces las instrucciones, y cuando seas tú el que tiene que darlas, da explicaciones tan largas e incomprensibles como sea posible. Sé todo lo irritable y beligerante que puedas sin meterte en problemas gordos. Quéjate. Haz mal tu trabajo y échale la culpa a las herramientas, los medios o los demás. Pide que todas las decisiones sean revisadas, mejor por un comité o grupo, a ser posible de más de cinco personas”.
Puedes pensar que a alguien que actúe así inmediatamente le despedirían, pero no has contado con que “el enemigo” está infiltrado en todas partes y a aquellos que tienen puestos de responsabilidad se les recomienda “promocionar a los que son inútiles de por sí” y discriminar a los buenos, entre otras cosas para distraer la atención, con lo que todos los escalones de la organización quedan sumidos en una espiral de incompetencia.
Seguro que a estas alturas ya empiezas a pensar que tu empresa, tu ayuntamiento y tu sindicato o partido político están repletos de agentes secretos entrenados por la CIA… pero aún no has visto nada; falta el arma más devastadora para hundir la moral de cualquiera, el arma secreta, la más poderosa: la burocracia.
No hay nada más insufrible que el papeleo: siete de cada diez personas prefieren astillas ardiendo de bambú en las uñas y cabras lamiendo sus pies que un trámite “sencillo” con la Administración o con la compañía eléctrica; pues bien, según el OSS si quieres hacer totalmente ineficiente una organización acude al papeleo; destruye la moral del más entusiasta. El papeleo es devastador: insiste en que todos los formularios estén correctamente rellenos, exige siempre el formulario adecuado, con el sello adecuado, y que “todo se haga según los canales”, no permitas atajos, no seas flexible, sé riguroso: sé inútil.
Y como bien dice la niña de Poltergeist, “ya están aquí”.
El otro día me vi abocado a uno de esos trances que nadie en su sano juicio quiere tener que sufrir, una de esas experiencias que llevan al ser humano al límite de su resistencia, en las que se prueba nuestra capacidad de aguante ante la adversidad: tuve que hacer un trámite con la Administración.
No voy a entrar en detalles -sería una historia casi de terror, y este no es el medio- pero tras un arduo trabajo de investigación en la página web de la entidad que no voy a mencionar (da igual, todas están cortadas por el mismo patrón: están pensadas para hacer la vida imposible a cualquiera, y diseñadas con el sano objetivo de que el ciudadano se sienta un guiñapo indefenso) y conseguir todos los formularios, las autorizaciones, los sellitos y los papelitos que me pedían (todos ellos inútiles si la Administración, que lo sabe ya todo sobre mi, hiciese bien su trabajo. Los únicos buenos en esto de cotejar datos son los de Hacienda) la persona que me representaba (a veces no se puede abandonar el puesto de trabajo para acudir a la cita que has tenido que pedir con meses de antelación) casi tuvo que amenazar con hacer estallar una bomba adosada a su pecho y volar todo el maldito edificio para conseguir que le dieran un papel con un sello.
Recorrido un trecho importante del siglo XXI, cuando estamos a un paso de desarrollar la Inteligencia Artificial, las organizaciones, especialmente las monolíticas Administraciones Públicas, pero también toda empresa lo suficientemente grande, funcionan aplicando (espero que sin saberlo) los principios que otra Inteligencia, esta vez militar, diseñó para derribar organizaciones, pero está claro que los señores del OSS no eran muy buenos en su trabajo. Nada hace pensar que la Administración, compañías eléctricas, telecos y similares vayan a hundirse.
Pese a que funcionen siguiendo al pie de la letra el Manual de Sabotaje Simple.
Perfecto Don Raul
Hágalo extensivo a «quien quiere sabotear España» y tenemos esa 17 Taifas que son el paradigma de lo que nunca habría imaginado la preCIA en 1944. Porque tanta perfección en la aplicación de ese manual es inimaginable.
Llegando al paroxismo surealista de los separatistas catalanes, que aplican ese mismo manual a la organización del derecho a decidir de tal manera que jamás llegarán a «decidir» quien es el que le echa bemoles para salir al balcón ese y largar la proclama. A la espera de que sea Madrit quien lo decida (porque a alguien hay que echarle la culpa).
Es el problema que tiene consumir lo que se trafica.
Me recuerda a un libro de Asterix donde se pierden en un edificio lleno de burócratas romanos y están a punto de volverse locos.
Por algo Alejandro Magno pasó de deshacer el nudo y lo cortó. Y Cortés quemó las naves.
Me contaron que el General Lister durante la guerra «incivil» mandaba fusilar a los conductores de camión con tropas hacia el frente, si se estropeaba el camión. Y por lo visto la tasa de camiones estropeados bajó considerablemente. Ahora algunos dirian que si Lister era de los fachas, cualquier cosa puede ocurrir.
Un cordial saludo
Lo mismo ocurre desde hace años con los bancos y cada vez en mayor medida.
Ir a realizar cualquier operación requiere pasar antes por la cafetería más cercana para tomarte una tila.
Los recibos solo se pagan o cobran hasta no sé que hora, si traes cambio en monedas deben ser un día indicado por ellos y empaquetado correctamente para facilitar su trabajo. Cuando no fallan los cajeros y se te quedan la cartilla o no tienen sobres, la máquina que expende los billetes en ventanilla se ha estropeado. Los ordenadores que utilizan son del año de la «catapún» siendo que son empresas con miles de millones de beneficios incrementados cada año en porcentajes de récord.
Las fotocopiadores muchas veces con problemas. El personal de ventanilla es cambiado continuamente para no poder establecer relación amistosa de ningún tipo con los empleados ni preferencia alguna.
Cada vez que vas, a lo mejor desde hace 20 años, eres un completo desconocido, siendo ellos los que en verdad son desconocidos para el cliente pues los cambian continuamente.
Las colas cada vez son más largas y encima piden a las personas mayores la fe de vida viendo algún ejemplo bastante humillante y descorazonador a menudo mientras esperas.
Otro ejemplo de lo que es tratar a la gente peor que mal.
Prefiero ir a la panadería, la verdad. Además hace un olor estupendo.
Llevo más de un mes intentando contactar con la «atención telefónica» de la Agencia Tributaria para conseguir aclarar algo no previsto en las grabaciones de respuesta. Estas a su vez, no son capaces de responder al tecleado de números para los distintos supuestos. Eso sí, siempre dicen que están colapsos los servicios. Y me pregunto ¿no habrá una intención oculta para dificultar el trámite? Si todos los años se colapsan los servicios ¿a qué esperan para diseñarlos más eficazmente?
Efectivamente, la forma en que algo no salga adelante es encargarlo a una comisión y, si esto va precedido de una burocracia absurda, mejor que mejor. Siempre quedará el recurso de echar la culpa a los «defectos de procedimiento» para eludir la responsabilidad personal.
Si nos damos cuenta, no se trata de que las corporaciones privadas hayan abanderado la efectividad de los servicios, sino que se han burocratizado siguiendo el ejemplo de lo público y las responsabilidades se diluyen de igual forma. Tenemos un monstruo procedimental que nos recuerda lo poco que somos y significamos para el sistema que lo mantiene.
Un saludo.
Hola O’farrill, mucho se ha escrito sobre grandes organizaciones –en particular, sobre esa gran organización que es el estado-nación, sea bajo régimen de democracia constitucional o cualquier otro– y sus ciclos de vida, incluyendo la última etapa caracterizada por una larga e interminable agonía. A pesar de sus muchas limitaciones, los estudios sobre grandes organizaciones nos ayudan a entender algo sobre cómo de hecho se generan jerarquías que concentran poder y que lo ejercen en beneficio propio, a veces (¿muchas veces?) acelerando esa agonía. Algunos se refieren a esta hipótesis –la concentración de poder y su consecuencia la aceleración de la agonía– como la ley de hierro de las grandes organizaciones. Pero no es una hipótesis bien planteada ni fácil de verificar porque hay una zona gris sobre el tamaño de las organizaciones y sólo sería válida para organizaciones muy grandes. Sí, todos nos damos cuenta cuando una organización cualquiera envejece y su supervivencia empieza a cuestionarse, pero no siempre podemos suponer que es consecuencia de la concentración de poder (por ejemplo, la gran mayoría de las empresas privadas fracasadas sólo vivieron unos pocos años por causas no relacionadas con esa concentración). Un tema interesante y urgente pero sobre el cual todavía sabemos poco.
Y precisamente porque sabemos poco, el argumento de Raúl en su post puede parecer atractivo pero a mi me parece sencillamente grotesco. El manual de la OSS nada aporta a entender siquiera a las muchas organizaciones especiales que son parte de la organización del estado-nación en cualquier país –no ayuda a entender la estructura del ejercicio del poder coactivo legítimo del estado-nación ni en Cuba ni en España y tampoco a entender la gestión de cada una de las organizaciones especiales en que este poder está dividido. Y por supuesto el manual es totalmente irrelevante para entender organizaciones privadas. Lo más grotesco es que la única referencia de Raúl a algo concreto se refiere al papeleo (sí, menciona la burocracia pero ignora todo lo que se ha escrito sobre burocracia) como si el papeleo –esa práctica tan común en España por siglos– no fuera una herencia horrible de gobiernos absolutos que todavía luchamos para eliminar (la referencia de Raúl a ponerse una bomba seguramente la tomó de la película argentina Relatos Salvajes en que uno de los relatos incluye un personaje interpretado por Ricardo Darín que explota por el trato de la burocracia).
A mí me inquieta cuando, finalmente incorporamos nosotros también, esa forma de sabotaje, a nuestra propia estructura de pensamiento.
Y encima lo confundimos con «inteligencia» o «fruto de un trabajo cognitivo».
Es decir, ¿cuántas veces nos encontramos tratando de realizar un acto reflexivo respecto a algo, y nos topamos con grandes dificultades para no seguir recorridos innecesario, impostados o darnos cuenta de que estamos llevando la dirección de nuestro pensamiento dentro de unos parámetros a los que tememos no obedecer?.
¿Estaremos, muchas veces, siendo los «funcionarios» de nosotros mismos»?.
Al final la «burocracia de un modelo social», puede que tenga más «calado» del aparente, y en estructuras….insospechadas.
Indicas; «Nada hace pensar que la Administración, compañías eléctricas, telecos y similares vayan a hundirse. Pese a que funcionen siguiendo al pie de la letra el Manual de Sabotaje Simple», pero la conclusión es inexacta. Lógicamente la gran estructura no se ve afectada, pero organizaciones puntuales pueden anquilosarse hasta quedar convertidas en la sombra de lo que quizá algún día fueron.