
La pandemia del COVID-19 ha afectado de manera contagiosa (nunca mejor dicho) a todos los ámbitos de la vida. Y probablemente muchas de las derivadas que estamos contemplado tienen que ver con una causa muy concreta: el virus ha desatado el miedo como hacía tiempo que no se veía. En un reciente post se destacó que ese infeccioso sentimiento se ha ido propagando sin freno por todo el globo (siempre vuelvo a lo mismo).
En otro artículo comenté cómo ese miedo nos colocaba en la situación idónea para renunciar voluntariamente a libertades que ha costado siglos consolidar.
En la misma línea, también estamos viendo cómo se utiliza para justificar la necesidad de más Estado.
Ciertamente, la parálisis económica, ocasionada por los confinamientos más o menos intensos a los que se ha sometido a la población, ha obligado a los Estados y organizaciones internacionales a movilizar una cantidad ingente de dinero público a modo de auténtico respirador para mantener viva la economía.
Por ejemplo, en un país absolutamente liberal como los EE. UU. el dinero que se ha hecho llegar a través de un programa transitorio de ayuda al desempleo es de tal cuantía que un 75% de los demandantes ha obtenido más beneficios de la ayuda de lo que sacaba de su trabajo.
En la mayoría de los países de nuestro entorno se están realizando transferencias de rentas del Estado a los sectores sociales y económicos más afectados. La idea es que durante el tiempo en que la economía ha estado en un pause forzado, el destrozo sea el mínimo posible y que cuando se vuelva dar al play la cosa arranque con fuerza. Sin embargo, ya hay síntomas de que los desesperados dueños del mando aprietan y aprietan el botón pero no se produce el arranque esperado.
Hay sectores importantes que van a tardar en arrancar y en los que incluso hay dudas de que puedan volver a la situación pre-COVID, como son las aerolíneas o el turismo (¿Algún día volveremos a viajar como antes?).
En este contexto, es lógico que nos volvamos hacia el Estado proveedor en un grito desesperado de socorro, pero ¿cuánto puede/debe durar esta intervención estatal? Me diréis que hasta que sea necesario. Y estoy de acuerdo. Pero quién decide cuando deja de serlo.
En los EE. UU. se está planteando un progresivo cese en las ayudas en función de la evolución de cada uno de los sectores. La idea es tratar de no mantener artificialmente empresas o sectores improductivos, al margen de los efectos del COVID-19. Pero lo cierto es que este ha tenido una fuerza tan arrolladora que se hace difícil discernir si la causa de la crisis de un sector es el virus o las causas son otras.
En cualquier caso en la mayoría de países se ven las ayudas estatales como algo transitorio, dado que se es consciente de que van a disparar los déficits públicos y que, salvo excepciones, todos los Estados se encuentran endeudados hasta las cejas (Italia, Francia o España tienen ya la deuda pública en el 100% del PIB o por encima).
Paralelamente, en gran parte de los países de nuestro entorno se están planteando bajadas selectivas de impuestos que impulsen un consumo que se ha desplomado. España es una de las pocas excepciones en las que el Gobierno ha anunciado una subida generalizada de impuestos, que casa mal con la desesperada petición del Presidente de que nos quitemos el miedo al virus y salgamos a consumir.
En el mundo entero la confianza de los consumidores está muy baja y el miedo ha hecho que aumente el ahorro privado. Y ya sabemos que sin consumo este modelo económico no tira.
Todo esto nos coloca en una situación explosiva con Estados sobre-endeudados que deben seguir gastando para mantener viva la economía y, al mismo tiempo, bajar selectivamente los impuestos para impulsar el consumo. Esto puede sostenerse de forma muy transitoria y siendo conscientes de que después tendrán necesariamente que venir los ajustes.
Normalmente no nos gusta que nos lo digan, pero es algo que deberían repetirnos desde pequeñitos: no es sostenible un Estado que permanentemente gasta más de lo que ingresa.
no es sostenible un Estado que permanentemente gasta más de lo que ingresa.
Por estas razones la mayoría de los países son conscientes de que los Estados están al límite y que sólo nos puede sacar de esta situación una reactivación de la economía productiva; es decir, del sector privado. En la mayoría, salvo aparentemente España, en la que parecemos haberlo fiado todo a la ayuda europea y a una subida de impuestos. La ayuda no creo que vaya a ser tan generosa como pensamos, ni que vaya a ser incondicionada. El dinero que nos den al final va a salir del bolsillo de alemanes, austríacos, holandeses… y los respectivos gobernantes deberán justificar por qué dan su dinero a países a los que ven desde hace tiempo como pedigüeños. La subida de impuestos va a ralentizar una economía que ya está en punto muerto.
Por tanto, creo que nos engañaríamos si lo fiásemos todo a papá Estado salvador, por mucho que la tendencia del miedo sea entregarnos en sus brazos protectores.
Sólo se va a salir adelante desde el esfuerzo y la responsabilidad individuales y siempre que los Gobiernos tengan la inteligencia de crear las condiciones para que renazca la iniciativa privada… al menos mientras no seamos capaces de imaginar otro modelo económico.
Y Sánchez el impresentable y enfermo por el poder, dice en un mismo discurso igual que su antecesor Zapatero, el rompe Estados, “ahorra y consume”.
Está claro que la deriva a la que España está abocada, tiene difícil solución mientras sigan gobernando a sus anchas esta delincuencia gubernamental que tenemos.
Hemos estado, seguimos y seguiremos engañados con el falso estado del bienestar. Es el pasatiempo favorito de los gobiernos, tenernos entretenidos con tonterías y falsedades. Solo ha hecho falta esta pandemia, nos ha dado un toquecito y todo nuestro mundo de falsa seguridad, la misma que nos han intentado inculcar y que ha calado en la inmensa mayoría, se ha venido abajo. Nos hemos quedado alelados, con más miedo que carracuca y lo peor es que no reaccionamos.
Y ahí estaban todos, desde la monarquía hasta el clero, desde los partidos constitucionalistas (menos uno) a partidos golpistas, nacionalistas y separatistas, desde altos representantes europeos a asociaciones de víctimas, diversos grupos religiosos y un largo etc …………..
Todos se congregaron para celebrar en un infame acto masónico, en el patio del Palacio de Oriente (no podría ser en otro lugar, tenía que tener ese nombre) y homenajear a 28.000 víctimas fallecidas, dejándose en el tintero a más 14.000 por la pandemia. Un sin sentido, un despropósito, un sin dios.
En ese acto no podía estar ni aparecer el símbolo de la Cruz por que podría abrasarles cual vampiros.
Y el sabio Fernando Simón, surfeando en las playas portuguesas sin mascarilla como si no pasara nada, contraviniendo los consejos que dio el otro día a la población, “mejor quédese en su provincia y con la mordaza puesta”.
Tengo la sensación, llegados a este punto, que este y muchos gobiernos pasan de todo, están decididos a que la pandemia se extienda, se contagie todo pichichi, conseguir la inmunidad de rebaño, se salven los que se salven y aquí paz y después gloria. Y así, seguir con la agenda globalista de reducción del 10 – 15% de la población humana tan deseada por Bill Gates.
Por que la ansiada y rápida vacuna que ya apuntan algunos laboratorios, mejor que no llegue aún, sería peor el remedio que la enfermedad. Todavía no está madura.
Y los culturetas, ahí están, arqueando la zona supraciliar a más no poder, arrojándose a lo pies de estos sátrapas, mendigando ayudas para hacer el supuesto arte al que nos tienen acostumbrados, autentico mojón de vaca, vergonzoso. Cuando deberían alzarse con la pluma y la palabra, el arte y la poesía y hacer frente a esta sin razón.
¿Desde cuando la verdadera Cultura ha estado subvencionada por el poder?, NUNCA. La verdadera Cultura ha sido siempre y ha actuado contra el poder establecido, ha sido siempre la oposición de cualquier gobierno. Tal es su misión y obligación.
Saludos de corazón
Lo más relevante es que no tenemos estado-nación, sino que hemos repartido competencias y soberanía a todos los niveles: a la UE por una parte y a las CC.AA. por otra. La Administración del Estado resultante es una simple carcasa vacía (muy cómoda) dedicada sólo a mantener el clientelismo político y electoral a base de los impuestos a los contribuyentes.
Coincido totalmente con Isaac en que el Estado no puede gastar más de lo que ingresa y ya hemos tocado el tema de la «Teoría de la ilusión financiera» de Amílcare Puviani que desenmascara el sistema fiscal.
La cuestión es que no hay nadie que tenga la valentía de Puviani ya que todos viven de la prestidigitación política y fiscal. Y no hay nadie que denuncie sin ambages lo que nos ha costado y nos sigue costando el negocio de la política.
Soluciones hay por supuesto pero pocas ganas de aplicarlas. Se ha institucionalizado la corrupción de arriba hacia abajo y así todos tan contentos. Ahora nos rasgamos las vestiduras con lo que se sabía desde siempre y donde el silencio respetuoso y la adulación era constante. Todos saben las cosas de todos y desde el primer PSOE se empezó a mirar para otro lado en una complicidad supuesta: hoy por mi, mañana por ti. Los pocos que se resistieron al juego eran unos «pringaos». Lo he vivido en directo.
En todo caso, mejor no arriesgarse. Administraciones Públicas (que no son el Estado aunque se hayan apropiado de él): el mínimo imprescindible y necesario. Centralización de competencias y soberanía sin perjuicio de delegar gestión. Eliminación de gobiernos autonómicos y sus correspondientes asambleas legislativas ¿de qué o sobre qué? y recuperar la unidad legislativa, competencial y de mercado. Despedir con todos los honores que hagan falta a los cientos de miles de parásitos de lo público. Separación real e indiscutible de «poderes» incluyendo el mediático oficial. Representación política directa desde los ciudadanos y revocaciones de mandatos por los mismos. Elecciones desde la igualdad de salida con el compromiso contractual del programa. Elección de los gobiernos por su solidez política, intelectual y moral, previa investigación parlamentaria. Sistema electoral nacional de igual valor de voto en todas las circunscripciones….. Y lo dejo ahí porque hay muchas cosas que tocar.
Enhorabuena por el artículo y por el comentario de Ligur que suscribo. Y una petición a Isaac sobre la interpretación de la inviolabilidad de la jefatura del Estado en actos institucionales siempre con el refrendo del gobierno. A ver si coincidimos en el análisis.
Un saludo.