Hace unas pocas semanas se presentaba en el Congreso de los Diputados –seguramente la institución más representativa del país– una mujer, diputada por Podemos, con su bebé de pecho en brazos con la intención de darle de mamar allí mismo, delante de todos los presentes, durante el transcurso de la sesión. Tal vez, pensaría, si unos pueden dedicarse a visitar páginas porno durante los debates, otros dedicarse a jugar al Candi Crush y otros echar una cabezadita, porqué no voy yo a poder dar de mamar a mi hijo mientras escucho los anodinos discursos. Por esta parte, y por mí, bien. Al fin y al cabo el Parlamento ha devenido en eso. Por mí como si se dedican a cortarse las uñas de los pies. Bien ganado tienen su sueldo: es muy difícil sentarse allí una sesión tras otra para no hacer ni decir nada. Matar el tiempo de esa manera debe resultar un sacrificio tremendo.

Pero si, como dice su grupo parlamentario, lo que se pretendía era reivindicar no se qué cosa llamada “conciliación familiar” entonces mal. Mal porque, ¿qué demonios reivindicaba de esa forma?  ¿Qué nos llevemos a nuestros bebés a las oficinas para darles de mamar allí mismo? ¿Qué entre café y café la camarera del Congreso se disculpe, se saque un pecho y se ponga a dar de mamar a su hijo?

Puede que yo lo entendiera mal, porque las cosas del famoso Congreso me resbalan bastante, salvo declaraciones puntuales de guerra o actuaciones esperpénticas o chistosas como estas, pero por lo que he oído estos días a mi alrededor lo que se reivindica es poder conciliar la maternidad con el trabajo… ¡¡dándole prioridad al trabajo!! ¡Que se fastidie el niño si lo tengo que sacar de la cuna a las 7 de la mañana para llevarlo a la oficina!

Dicen por aquí que debería haber una guardería en cada centro de trabajo… ¡Eso, que conozcan bien pronto lo que les espera! ¡La vida de oficina a los tres meses de nacer! Y de paso que mi maternidad se reduzca a dar de mamar al niño una media hora cada tres horas, como si ser madre no fuera más que dar de mamar y cambiar pañales. Señores diputados, de Podemos y en general, señores “representantes” de la mitad de la población que vota: no somos centrales lecheras, ni queremos renunciar a cuidar y a criar a nuestros bebés en el entorno más adecuado para ellos y para nosotras que, por supuesto (por si no lo sabían) no es la oficina, ni el bar, ni la obra.

Si la mujer para triunfar en un mundo y en un modelo social dominado e ideado por hombres ha de renunciar a ser madre (y serlo implica, necesariamente, lo que he dicho antes) entonces está bien claro: o se rompe el modelo, o se acaba con la mujer, o se convierte a las mujeres en hombres. Y por este camino vamos. A las mujeres nos toca decidir tal vez más que a nadie: ¿qué demonios queremos hacer? ¿Por cuál de estas tres opciones queremos decantarnos? Si nos decantamos por la de dar de mamar a nuestros hijos en el trabajo entonces habremos claudicado estrepitosamente, habremos renunciado a nuestra maternidad tal y como debe ser entendida y la habremos sustituido por una “maternidad laboral” que no es maternidad ni es nada. Con ello habremos renunciado a una de las cosas que nos diferencian específicamente de los hombres, tal vez la que más nos diferencia y la que más nos define.

No nos equivoquemos, esta opción no es algo que esté difusamente planteado, es algo que está ya aquí y que ya ha calado. Y no es inocente en absoluto. Al revés, se escoge precisamente a mujeres que ya son madres para reivindicar este tipo absurdo y desnaturalizado de maternidad. Tampoco es una lucha que concierna específicamente a las mujeres que ya son madres. Ni siquiera una que concierna tan solo a las mujeres. Plantearlo así es una trampa. Concierne a todos, sobre todo concierne a las personas que han de nacer en el futuro.

Y, maldita sea, no será por falta de opciones. Existen infinitas formas de conciliar la maternidad y, en general, la vida familiar con la vida laboral, pero siempre nos decantamos como sociedad por las más desfavorables para nosotras, ¿por qué será? Lo primero que habría de hacerse, y esto es lo que planteamos como otras políticas, es informarse (y no precisamente a través de facebook o twiter) para entender hasta qué punto los tres primeros años de vida del niño marcan  toda su vida (nuestra vida) y especialmente cómo marca el primer año. Entendido esto, o al menos puestos sobre aviso, no tendremos mayores problemas en llegar a la conclusión de que ese primer año de vida del niño, y los dos siguientes casi en igual medida, debe ser especialmente protegido. No solo facilitando en todo lo posible nuestra dedicación al recién nacido, sino facilitando también que las personas que nos rodean nos asistan a ambos. Un permiso de maternidad que solo incluya a la madre puede acabar convirtiendo la maternidad en un hecho extenuante y casi obsesivo.

Niño y madre han tenido la relación más estrecha que es posible concebir entre dos seres durante nueve meses ininterrumpidos. Y durante nueve meses más esa relación seguirá siendo de absoluta dependencia entre uno y otro. Romper ese vínculo de manera abrupta a los tres meses es una salvajada en países donde, como el nuestro, no hay necesidad ninguna de ello, en países que, como el nuestro, cuentan con riquezas más que suficientes para destinar una pequeña parte de ellas a proteger este primer año de vida del niño, que no es solo el primer año de la vida del niño, sino el primer año de vida de la sociedad entera y así lo deberíamos concebir.

Reivindicar guarderías en los centros de trabajo y parches por el estilo es un absurdo. Es más de lo mismo. A lo que habría que unirse y lo que habría que reivindicar es una maternidad que dure no menos de los nueve meses que dura la lactancia, compartida entre el padre y la madre (y, si hace falta, los abuelos ya que parecemos abocados a trabajar hasta los 70), y que los meses siguientes hasta los tres años ofrezca la posibilidad, tanto a la madre como al padre, de tener la necesaria flexibilidad en el horario de trabajo como para poder atender uno u otro las necesidades del niño. En los países más desarrollados del norte de Europa este permiso de maternidad igual o superior a los nueve meses existe ya desde hace tiempo, a lo que se une en ocasiones una cantidad notable de días retribuidos que se pueden coger de forma alterna, incluso por horas, por lo que si un día se pone enfermo el niño o es día de fiesta en el colegio pero no en el trabajo uno de los dos padres o los dos si quieren se pueden quedar con él, incluso si se trata tan solo de unas horas. Permiso de maternidad mientras dure la lactancia por un lado, facilidad para una flexibilización de los horarios de trabajo mediante días e incluso horas retribuidas por otro.

No hace falta más y lo que esta medida nos devuelve a cambio es infinitamente superior: nos devuelve un equilibrio entre los roles o papeles asignados al hombre y a la mujer, reconociendo que ambos tienen vías en ocasiones específicamente distintas y que ni uno ni otro tienen por qué renunciar a ellas; nos devuelve una infancia saludable (algo que socialmente se echa muchísimo en falta), lo que repercutirá, seguramente, en un mayor grado de estabilidad emocional en el futuro y en un menor consumo de antidepresivos, estimulantes y narcóticos (solo el gasto en este apartado ya rentabilizaría la medida); y nos devuelve por último una imagen de nosotros mismos como seres que pueden llegar a tener una vida al margen del trabajo.

3 comentarios

3 Respuestas a “¿Maternidad laboral?”

  1. isi dice:

    Sueños de media mañana. 🙂

  2. Esa del trapo dice:

    Te recomiendo leer lo que opina una feminista de las viejas sobre las nuevas. Las centrales lecheras, que dices. http://www.pikaramagazine.com/2016/01/el-bebe-de-bescansa-el-feminismo-y-la-nueva-politica/

  3. Jose Maria Bravo dice:

    Ell analisis de este articulo tiene un analisis meramente «occidental», como se ha hecho generico llamar al mundo «desarrollado». En otras culturas las guarderias, los centros de ancianos, los tanatorios, etc, no son «articulos» de primera mano.

    Que una mujer en un lugar de reunion alimente a su hijo no «dispara» ninguna alerta. Que esa institucion en donde, tradicionalmente, se va de corbata y con el pelo «engominado» pues, a esas personas, les debio chocar. Ademas lo hizo alguien de la oposicion, una de esos «rastas». Mas alla de las ideologias pues, para mi es un gesto sin importancia.

    Que hay guarderia, pues todos sabemos como son las guarderias y que se han vuelto, para unos una necesidad y para otros una «comodidad». Para poder trabajar para irse de copas.

    El enfasis del asunto es el que el autor del articulo,con un confuso comienzo,aborda. La necesidad de conciliar adecuadamente la lactancia, el ambiente cultural del crecimiento y la educacion de los hijos

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