
¿Crisis? ¿Qué crisis? Me temo que muchos de los lectores se habrán hecho esta pregunta al leer el título del artículo. Aunque ya están apareciendo informaciones en la prensa sobre este tema desde hace tiempo, me da la impresión de que la magnitud de lo que está ocurriendo es desconocida para la mayor parte de la población.
Esta situación no solo afecta a la escasez de muchos equipos que utilizan estos circuitos integrados y la subida de precios de los mismos, sino que tiene consecuencias geopolíticas y de reconsideración de las políticas de globalización.
A modo anecdótico diré que el otro día fui a mi tienda de informática habitual a comprar un cable para el teléfono móvil y el dueño me dijo que no le llegaban cables de ese tipo debido a la crisis de los microchips. Para sorpresa mía resulta que uno de los conectores de ese cable tiene incluido un pequeño microchip que detecta los cambios de versión. También me comentó que el precio de los PC se estaba disparando debido a la carestía de algunos de sus componentes.
Los chips electrónicos están hoy en día en prácticamente todos los aparatos que utilizamos; por supuesto lo están en los equipos puramente informáticos como PC, tabletas y teléfonos inteligentes, pero también lo están cada vez más en los vehículos, los electrodomésticos, los televisores, los equipos que controlan las fábricas, los aparatos médicos, los dispositivos que controlan el tráfico, etc.
Las consecuencias de esta situación no se han hecho esperar.
En el mercado de fabricación de automóviles, debido a este problema y a pesar del aumento de demanda de vehículos, en las 17 plantas de coches con sede en España se ensamblará un 12,5% menos de vehículos en comparación con 2019 y recientemente se ha anunciado la parada indefinida de la fábrica de Vigo de Stellantis (antigua PSA Peugeot Citroen) y se anuncian paradas de otras fábricas también, habiendo aplicado casi todas ya ERTE ante la falta de semiconductores. A nivel internacional la firma IHS Markit estima que está en peligro la venta de 1,3 millones de vehículos apuntando pérdidas de más de 60.000 millones de dólares.
En el mercado de los teléfonos inteligentes, tanto Apple como Samsung han tenido que retrasar el anuncio de sus nuevos modelos, calculando la primera de estas compañías unas pérdidas de entre tres mil y cuatro mil millones de dólares por este motivo en este trimestre. El resto de grandes fabricantes han anunciado también impactos importantes.
En general lo que está produciendo esta situación de escasez es una subida general de precios en todos los productos que utilizan microchips que, como antes hemos mencionado, están en todas partes actualmente.
¿A qué se debe la actual escasez de los microchips? Hay varios factores que han coadyuvado a ello:
En primer lugar los efectos de la pandemia del COVID-19. La generalización del teletrabajo ha hecho que aumente enormemente la demanda de ordenadores personales. Por otra parte la mayor disponibilidad de tiempo libre en casa ha provocado también que crezcan las compras de equipos para videojuegos y de tabletas y otros dispositivos para acceder a las plataformas digitales.
La pandemia también se ha hecho notar en muchas fábricas en la disponibilidad de personal para realizar tareas críticas que no permiten teletrabajo.
La bajada de la demanda de algunos productos como los automóviles en 2020 ha hecho que el repunte de la misma en 2021 haya pillado por sorpresa a muchos sectores. En particular el sector automovilístico se mueve con márgenes bajos y pocas existencias, por lo que no ha podido reaccionar a la crisis. El aumento general de actividad ha sido especialmente destacado en China, lo que ha agravado la situación.
Otro factor a tener en cuenta son las dificultades en el transporte: el aumento de costes (ha subido de 3 a 5 veces en los transportes marítimos), una escasez mundial de contenedores y el aumento de incidencias climatológicas (que ha provocado un aumento de las pérdidas de contenedores). No es despreciable en este contexto las consecuencias del bloqueo que afectó al canal de Suez hace mucho.
La irrupción de la tecnología 5G supone un aumento significativo en el uso de microchips que está aumentando la demanda y lo hará todavía más en un futuro.
Algunos analistas apuntan a que la guerra comercial que mantenía Trump con China hizo que compañías como Huawei hiciesen en su momento acopio masivo de chips antes de que entraran en vigor las restricciones que anunciaban las autoridades americanas, lo que incrementó la falta de estos componentes.
Ayudando a conseguir la tormenta perfecta también ha estado el incendio de Micron, una de las pocas fábricas de microchips de última generación ubicada en Taiwan, así como la extrema sequía en el mismo país (uno de los mayores productores) en una industria que requiere ingentes cantidades de agua para la fabricación.
Todo esto se une a una situación de mercado de por sí ya muy tensionada antes de 2020 por lo que se apunta a que esta situación de escasez puede durar incluso 2 años.
Para entender mejor todo esto conviene explicar algunas características del mercado de los semiconductores:
El mercado mundial de microchips está dominado, según algunas fuentes en más de un 70%, por dos compañías: la taiwanesa TSMC y la coreana Samsung.
Esta concentración en la producción no es casual y es un efecto de la globalización de la economía. Por un lado se ha diferenciado y especializado cada vez más el papel de las empresas que diseñan circuitos, de aquel de las que los fabrican y del de las que los utilizan en multitud de aplicaciones. Por otro lado, la instalación de una fábrica de chips puede suponer entre 2 y 3 años y una inversión no inferior a los 10.000 millones de dólares, lo cual no está al alcance de la mayoría de los países. Además la tecnología está en constante evolución y peligro de obsolescencia. En la actualidad varias fábricas están trabajando para producir chips por debajo de los 7 nanómetros, lo cual supone un reto tecnológico. Estas inversiones son por tanto de gran riesgo con altas barreras de entrada.
La lógica del mercado ha llevado con el tiempo a dejar la producción en manos de fábricas muy especializadas y eficientes. La idea era que la deslocalización de la producción no suponía problema y bajaba los costes.
El problema es que la actual crisis de escasez de oferta ha puesto de manifiesto la fragilidad de esta situación y la dependencia excesiva que supone para la mayor parte de los países.
¿Qué nos deparará el futuro? Es muy conocida la empírica ley de Moore, vigente desde hace varias décadas, según la cual cada dos años se dobla el número de transistores que caben en un chip. Esto nos indicaría que el tema requerirá cada vez más tecnología y que, si no hacen cambios, la situación empeorará.
¿Qué medidas se están tomando?
Como he mencionado, la instalación de nuevas fábricas llevará unos años por lo que, a corto plazo, los fabricantes y distribuidores están capeando el temporal como pueden, pero hemos de esperar retrasos y subidas de precios.
EE.UU. ha visto la importancia estratégica de este sector y ha anunciado recientemente inversiones por importe de 52.000 millones de dólares para la fabricación de chips, destinados al estímulo de la inversión privada en la construcción de entre 7 y 10 fábricas en ese país. Con ello pretenden incrementar su cuota en la producción mundial (actualmente tienen el 12%, mientras que en 1990 tenían el 37%). EE.UU. no quiere que en esto ocurra lo sucedido con la tecnología del 5G o la producción fotovoltaica, en la cual China consiguió adelantarles de manera clara. A la inversión mencionada este país añade 110.000 millones de dólares para investigación de alta disponibilidad y dependencia pilotada por el departamento de Defensa.
China tiene actualmente una relativamente escasa producción en este mercado por lo que, considerando su importancia estratégica e incentivada por las sanciones impuestas por la administración Trump, ha previsto inversiones de 150.000 millones de dólares con el objetivo de que en 2025 produzca al menos el 70% de los chips que necesita internamente. Con ello Boston Consulting estima que este país se hará con el 40% de la capacidad mundial de producción.
La Unión Europea va más lenta en esta carrera pero ha anunciado su intención de poner la autosuficiencia en semiconductores como una de sus prioridades, aumentando su participación en la producción mundial del 9% actual al 25% en 2025, para los que serán fundamentales los 130.000 millones de euros a invertir en digitalización de los planes nacionales de recuperación. A fin de evitar fracasos como los ocurridos a China en el pasado (que ha estado años invirtiendo sin buenos resultados) se quiere que los grandes productores, con amplia experiencia ya, se instalen en suelo europeo.
Europa dispone de dos empresas líderes: la alemana Infineon (mayor empresa mundial en semiconductores de potencia, críticos para vehículos eléctricos) y la holandesa ASML (líder en equipos de litografía, necesarios para la fabricación de chips). Empresas como la alemana Bosch ha anunciado la apertura de una fábrica de semiconductores en Dresde.
Lo cierto es que todo este problema ha puesto dudas sobre la estrategia general de globalización. Hasta ahora el criterio era que cada parte de la cadena de valor de un producto se produjera en donde fuera más eficiente concentrándose la producción en determinadas localizaciones en el mundo para luego repartirla donde fuera necesario.
¿Se tira por tierra el concepto de globalización a partir de ahora de forma general? No lo creo, pero este caso pone de manifiesto la necesidad de modularlo y evitar que una excesiva concentración de la producción ponga en peligro criterios estratégicos como son nuestra independencia frente a problemas de suministro o presiones políticas.
En este campo, como en otros, la eficiencia la da el tamaño y España juega en el equipo de la UE, en la que debe apoyar acciones que favorezcan esa no dependencia.
Para otros temas habría que llevar la misma reflexión a un nivel más bajo y pensar en qué áreas España debería tener producción propia y no ser dependiente de otros países. En cualquier caso debe estar atenta a participar activamente en el reparto de la distribución de fábricas que se desarrolle a nivel europeo.
A modo de conclusión diré que la crisis de los microchips sí que nos afecta ya, aunque algunos sectores lo notan más que otros y que, si nuestras autoridades no son diligentes, nos va a afectar mucho más en el futuro.
Un intento de llevar la “digitalización” de la información a nivel global, hasta el último rincón del mundo, es de suponer que lleva consigo, y lo contempla, un despliegue permanente y continuo de materias primas, de las fuentes de su obtención y “planes B” cuando esas fuentes se agoten.
Al parecer la producción de microprocesadores, además, requiere de agua, de tal modo que períodos de sequía puede afectarle.
Se especula mucho y de manera muy direccionada, a nivel general, de cómo van a ser exactamente los pasos que marcarán el actual ciclo o tendencia de cambio en el clima que parece se está produciendo actualmente.
Una cosa, sin embargo, sí que parece cierta: por su escasez o por un cambio en su distribución, el agua será un problema.
El hecho es que actualmente la dependencia de una forma de vida, tal y como la conocemos actualmente, de la tecnología digitalizada y virtual, es…imponente.
Y la tendencia es que lo sea aún más.
Puede que la pandemia lo haya acelerado, pero también una machacona e insistente obsesión por una especie de remodelación social mundial, difundida por actores mediáticos internacionales…ONU, sin ir más lejos…., que pasa por predisponer, acostumbrar y prácticamente imponer esa dependencia de la tecnología microprocesada a una gran parte de la población…del Planeta.
Si situaciones como el teletrabajo y el aumento de consumo de todo tipo de aparatos electrónicos en los domicilios particulares, donde se va a pasar mucho más tiempo que antes de la crisis sanitaria, está demostrando que el mercado se ha desabastecido rápidamente de los necesarios “chips” para su funcionamiento, comprometiéndose no solo el aporte de materias primas, sino poniendo de relieve el hecho de que en un “futuro” no muy lejano, un bien escaso, como es el agua, podrá influir en la dificultad de su producción, entonces quizás nos podamos encontrar de aquí a poco tiempo, también, con un serio problema, no sé si muy contemplado a nivel de economías nacionales.
Así, a “bote pronto”, sin tener ni idea me asalta una duda…
Quien tenga la capacidad de hacerse con economías de países productores de materia primas y la tenga también para poner o quitar sus instalaciones de producción en aquellos lugares donde “viaje el agua”, ¿no adquiriría un poder económico y de todo tipo …..bestial?.
Si ahora lo de la independencia de los “Estados Soberanos”, aún en instituciones supranacionales, empieza a ser un poco “papel mojado”….no quiero ni pensar si un Estado depende absolutamente de “entes financieros” que tenga en sus manos el acceso a la información más mínima y vital para que ese Estado sea posible…
Hola Loli.
Planteas un tema interesante, que daría para otro artículo, que es el de la dependencia de las materias primas y su importancia estratégica.
Las materias primas han sido un tema de importancia capital en todas las épocas de la historia y objeto de deseo (y necesidad) de todos los grupos humanos que se han intentado expandir e imponer a otros.
Lo nuevo es que, mientras que en la antigüedad las materias primas objeto de atención fueron los minerales que permitían obtener los metales o las tierras fértiles, en la actualidad hemos añadido los microchips, las tierras raras (necesarias para la producción de baterías), el agua (que antes se consideraba un bien inagotable), etc.
En cualquier caso el planteamiento sigue siendo el mismo: el disponer de esos recursos, sobre todo si son escasos, da poder, y en no disponer de ellos produce dependencia de otros, lo cual lleva a las naciones a evitarla a toda costa, ya sea mediante desarrollo de alternativas o de acuerdos y, en ocasiones, de manera no tan pacífica.
Hola Francisco.
La verdad es tu artículo me llamó mucho la atención en el sentido de estar sucediendo algo, como es el desabastecimiento temporal de “microchips”, que en todos estos mensajes de cambios en la economía global y en las relaciones tanto comerciales como sociales, son tan fundamentales en la denominada “digitalización”.
Pero resulta que a “la primera de cambio”, léase un aumento inesperado de la demanda de nuevas tecnologías provocado, en principio, por una crisis inesperada, como la pandemia, aunque también curiosamente calificado en algunos “foros”, parece ser así, como providencial para la puesta en marcha o la aceleración de nuevas formas económicas y sociales, pues resulte que se encuentre, a lo mejor, con un inesperado, también, “talón de Aquiles”.
No sé si esto puede ser así, me resulta difícil pensar que la implementación de las comunicaciones digitalizadas al nivel y la rapidez con que se están realizando, y todo el capital invertido en ello, no tenga en cuenta precisamente eso, que las materias primas necesarias para esa implementación y su mantenimiento en el tiempo debe ser algo, también, contemplado en su abastecimiento…..
Y es curioso, pero a la vez inquietante, pensar en cómo las grandes y poderosas empresas que tengan acceso a esas materias primas y también localizadas geográficamente sus fuentes, puedan estar trabajando, a nivel geoestratégico, en tener previsto su monopolio para asegurarse esa importantísima y determinante parcela de poder en un presumible futuro a “la vuelta de la esquina”.
Un saludo