En matemáticas, “el mínimo común múltiplo de dos o más números naturales es el menor número natural que es múltiplo de todos ellos”.
En sociología, el mínimo común múltiplo de dos o más personas naturales es la más baja versión natural de lo común a ellos que se les multiplica.
Me decía un conocido hace no mucho que cuando estuvo haciendo la mili los amigos se conocían por determinados detalles en la manera de llevar el uniforme. Uno se ponía la boina de lado, al que llamaban el Titanic, al otro se le meneaba exageradamente el tiro del pantalón por sus andares chulescos, el Poyoyo; y a aquel, como le quedaba la chaqueta corta porque tenía los brazos tan grandes como un mono y dejaba ver un peluco que brillaba, le apodaron el Chita. Es decir, pese al uniforme había detalles que permitían una identidad única y exclusiva.
La necesidad de uniformizar surge como objetivo social y emula los estilos propios más rancios de la iglesia y el ejército. Es el efecto masivo y generalizado de los grupos ante la acción de un poder determinado, similar a la que se establece entre el pastor y los fieles o la soldadesca y sus mandos. El crecimiento y desarrollo de las clases medias ha supuesto en nuestra sociedad el surgimiento de varias realidades inéditas, como la democracia, los medios de comunicación, el consumo, la vivienda y las exposiciones de cocinas y cuartos de baño, las ferias del arte, etcétera. Cada una de ellas da lugar a una necesidad específica: la participación, la opinión, la adquisición de bienes, el hábitat y la privacidad.
La globalización ha sido el último intento fallido de eliminar las diferencias, particularidades y diversidad de un mundo plural, para tratar de uniformarlo en relación a las características del mundo occidental. Si nos fijamos con detenimiento, el ejercicio del poder durante el siglo veinte, que empieza a hacer aguas en el actual, está abiertamente determinado por la presión ejercida en pos de la uniformidad de las gentes, lo denominado “cultura de masas”, que si es de una masa de gente no es cultura, y si es cultura no es para una masa.
Al mundo de la producción de bienes de consumo se le hace necesario moldear al comprador final mediante sofisticadas técnicas de marketing. El mundo político de las democracias primarias tiene gabinetes especializados de muy elevado coste, diseñados exclusivamente para forjar una forma de pensar que identifique al líder con sus electores. El mundo de los medios de comunicación se dedica con ahínco a crear esa manera de catequesis colectiva llamada opinión pública, cuyo valor no dista mucho de la cutrez intelectual del refranero español.
La fuerza de la uniformidad tiene otros escenarios, como la escuela y las universidades, la moda y la imagen, el pensamiento políticamente correcto o la alimentación envasada o precocinada. Y sus efectos se notan en la creación de estándares, es decir, de referencias directas y cerradas sobre los amplios colectivos a los que se dirigen que no admiten ni cuestionamiento ni críticas, solo asunción, bajo una apariencia de ser un bien común que tiene en cuenta a las poblaciones finales a las que se destinan.
Sobre lo individual se deja notar especialmente en el efecto clonador con el que los menores están siendo considerados por esta sociedad. Cada diferencia suele considerarse una anomalía, cada particularidad un síntoma negativo, un rasgo de carácter el indicio de una patología y la reivindicación de la singularidad un arrebato nocivo que probablemente requiera de un diagnóstico. La consecuencia es la formación de individuos fuertemente adaptados al medio y frágilmente anclados a sí mismos. O, dicho de otro modo, los que hacen lo que se les demanda, buenos chicos, y los que no, pobres perversos. Pero a todos ellos algunos los llaman analfabetos emocionales.
Y a medida que avanzamos en esta conjura mediática las nuevas generaciones se van polarizando. Un estudio sociológico de unos pocos años atrás indicaba que casi la mitad de los jóvenes tenían comportamientos que se podrían considerar anti-sistema por diferentes causas y en distintos niveles de afectación.
La población vive bastante engañada al respecto, pensando que se la tiene en cuenta con esa cantinela confusa de sus derechos, ese circo de las elecciones, las etiquetas de información al consumidor, la comunicación interactiva, la libre elección de centro educativo o de médico de familia. Porque ningún derecho de los publicados es susceptible de ser cumplido, en las elecciones prácticamente da igual a quien elijas, la información al consumidor solo la pueden comprender los entendidos en química, la comunicación interactiva sirve para bien poco, y con la elección de centro educativo o de salud solo cambias la cara y algunas formas, pero nunca de sistema de enseñanza o de manera de abordar tu salud.
Nuestra sociedad es el resultado de una operación socio política iniciada en el calvinismo, basada en el mínimo común múltiplo. Múltiplo porque en vez de que se ayude a cada persona a descubrirse, se encubren sus diferencias a favor de lo que la une al resto. Común porque se trata con afán integrador que todos tienen participen por principio en el juego de la igualdad. Y Mínimo porque el rasero con el que se aplica casi siempre es una guillotina de lo destacable, lo genial, lo heroico y lo artístico, ya que a los poetas se los destierra día a día en las escuelas, fruto de que los funcionarios como los millones de herreros a los que se refería García Lorca siguen “forjando las cadenas de los que han de venir”.
Todo un sistema en que lo común se va aplicando como fórmulas de inmersión para crear televidentes de Telecinco y similares. Y los niños lloran solos en los dos rincones del desentendimiento, el de su singularidad y el de importamos poco, los abuelos se demencian en los geriátricos porque su historia la hunden en el olvido, y los jóvenes se emborrachan a millares en los botellómetros para aparentar divertirse, y con el regocijo de Tierno Galván.
Nunca me gustó aquella frase de “búscate a ti mismo”, porque me parece una expresión en exceso endogámica, y debería ser sustituida por “búscate contigo mismo”. Sin ti no se puede, eres imprescindible.
Magnífico artículo Señor Peiró, un contenido profundo y una tonalidad sublime, encantador. Yo creo que es muy necesario » buscar, explorar, comparar contigo mismo y todo lo que nos rodea», pero las personas han perdido mayor capacidad de pensamiento y sentido común, como usted mismo dice, ya se encarga la propia sociedad de hacerlo, escuelas, universidades, el marketing, y un largo etc.
Parecemos cobayas de laboratorio, me recuerda a aquellos libros » Un Mundo Feliz » y » Rebelión en la Granja», ¡ Qué libros más raros, deciamos!…pues a ver ¿qué espectáculo estamos presenciando?
Preocupante es la uniformación no uniformada, así como que las personas somos más esclavas, algunas hasta por sí mismas, quizas.
Importante su MCM: M ( se encubren las diferencias ), C ( Igualdad ) ¿ se cumplirá ?, y M ( Eliminar lo Ingenioso ) ¿ Se cumplirá ?, no hay que dejar que el aspecto humanístico de la vida pueda desaparecer, es connatural al hombre.
Sublime su texto » y los niños lloran solos en los dos rincones del desentendimiento», también creo que bastantes personas se desetendieron de ellas mismas ( no todas, claro), esto lo digo con cautela.
Genial su artículo.
¡Hola, Carlos!
«la cutrez intelectual de nuestro refranero»
Estoy de acuerdo contigo, en cuanto a que equivale a un principio de autoridad similar a «los porque sí, porque no ó esto es así porque lo digo yo y basta».
Expresiones como «cada maestrillo con su librillo», «cria cuervos y te sacarán los ojos», «cuando el gato no está, los ratones bailan», «casa con dos puertas mala es de guardar» … reflejan y adornan un tipo de pensamiento estático, inviolable, absoluto, divino, en definitiva, categórico. Funcionan como verdades absolutas que acompañan a las personas como si se trataran de costumbres cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos y por tanto, nadie se plantea rebatirlas o ponerlas en duda. A mucha gente, le funciona para aclarar sus dudas, definir sus acciones individuales o colectivas, marcar sus pasos vitales, sin ir más allá, sin permitirse considerar que tal vez escondan una mentira validada por los años y la tradición. En definitiva, obviedades falsas.
Pero, los Sanchos de este mundo tienden a ahorrar en procesos que impliquen una búsqueda de soluciones nuevas, creativas o personales. El riesgo puede ser muy alto y el precio, en la mayoría de los casos, el aislamiento por no aceptar la norma «divinizada por el polvo de los ancestros» y la «divinizada sabiduría popular».
Pero, para mí, hay otro aspecto a considerar en esta cuestión.
Estoy hablando de una luz al final del tunel de la uniformidad, potenciada, como apuntas en tu artículo desde la ética calvinista, hasta las escuelas infantiles, sin dejar atrás la institución eclesiástica y la organización militar al uso.
Es cierto que la globalización impele a la uniformidad, anula la diversidad, segrega las diferencias y extorsiona al individuo que no asume «lo común multiplicado de forma máxima» …, pero hay un elemento que todavía sobrevive y puede ayudarnos a seguir descubriendo nuestra individualidad: el lenguaje, la lengua, el idioma …, llámalo como quieras.
Una lengua utilizada en un diálogo provoca en los interlocutores respuestas que derivan del cuadro mental que recogen las palabras. Cuando hablo conmigo o con otros, se suceden en mí y en el otro, imágenes, radiografías mentales que llenan de sentido el acto comunicativo. Se produce ese acto, de forma plena o no, cuando se reconocen a través de las palabras las imágenes que proyectan.
Una lengua como el español no aboca a las mismas representaciones mentales que el alemán, el inglés o el chino. Ahí reside la singularidad, la posibilidad de escapar a la uniformidad y enriquecerte en la comparación, a través del análisis.
Si yo digo a un alemán «me importa un pimiento que el precio esté por las nubes porque no hay que pedir peras al olmo en una situación como ésta, es lo que hay, así que no me vengas con florituras y baja del cielo, chaval, que a veces parece que estás en Babia o en las Batuecas», después de traducir, intentaré explicarle de forma intuitiva de dónde nace la comparación, pondré ejemplos de por qué decimos algo así, en qué contextos se utilizaría, y él me responderá que en tales situaciones, él no diría algo así jamás, porque no puede identificarse con la imagen, porque tiene otras que responden a otras formas de comportamiento. En otras ocasiones, sonreirá y asimilará la expresión idiomática, porque le ha sugerido un mundo nuevo, lleno de posibilidades expresivas nuevas que enriquecerán su universo.
No quiero extenderme más.
Creo, para terminar, que hay que luchar contra la uniformidad global, con todos los medios a nuestro alcance, es casi una cuestión de fé, pero creo también que para que esa lucha sea efectiva, dinámica y viva es necesario sentirte a gusto en tu individualidad, sentir tu «especialidad» como algo especial, único, revisable, extendible, compartible, e irónicamente global.
Un abrazo.
Hola Micaela,
Lo del refranero, la verdad, es que era un comentario de soslayo, pero ya puestos, no es que solo imponga sentencias, pues todo lo proverbial las contiene, es que además refleja los valores más rancios, conservadores y rastreros que cualquiera se puede encontrar en cuanto los sometes al más mínimo análisis intelectual.
La relación que indicas entre la lengua y las representaciones mentales es una evidencia ya estudiada. El uso mundial del inglés como lengua de intercambio es otro signo del este deseo de uniformidad de los países poderosos sobre el resto del mundo, ¿de qué, sino, hay ese interés en que nuestros hijos dominen ese idioma? Dicha relación es la que hace que se sustenten las políticas nacionales como acto de reivindicación y autoafirmación de un pueblo frente al resto. Se trata de subrayar hasta la saciedad las diferencias, obviando hasta la amnesis los elementos comunes y de encuentro. Es querer cortar de cuajo las raíces comunes dejando solo aquellas que no se comparten y nutren alguna rama diferenciada.
Hay un momento de trance colectivo e histórico en nuestras sociedades, que consiste en la necesidad de una mundialización del planeta. Como hito es tremendamente significativo, y en ello nos va la supervivencia colectiva, pues ya la conciencia de la Humanidad no admite más imperios generadores de tanta pobreza espiritual. La forma de hacerlo es lo que está en cuestión, porque si sigue prevaleciendo el estilo dominador las guerras globales que hemos conocido volverán, si, por el contrario, los movimientos sociales consiguen lograr torcer los designios imperiales hacia un respeto profundo por la individualidad puede que nos salvemos. Es decir, la clave es nuestra Europa.
Todo esto también se puede llevar hacia el terreno de las relaciones humanas y grupales, y nos podemos encontrar con las mismas tesituras que a escala macrosocial. Y en este ámbito el carácter abierto e impetuoso de lo quijotesco como reflejo de lo individual, combate con fuerza contra el espíritu esclavizador del calvinismo. La Europa terrible e irracional de lo mediterráneo va perdiendo fuerza ante la marea insensata de la fraternidad homogeneizadora del frío Mar del Norte. La mitología griega como reveladora de las claves del subconsciente humano se está apagando, para que el arrogante e imperialista mundo de la consciencia racional hegeliana domine los destinos del mundo.
Está la cosa como para perder el sentido del humor. Por cierto ¿qué cara pone un alemán cuando le mencionas lo de Las Batuecas?
La gente con la que trabajo es gente, que sin entrar en matices, no se diferencia «grosso modo» de la gente con la que trabajas tú. Aquí está la clave de la posibilidad de una «globalización que respete la diferencia».
Ayer hablaba con algunos de ellos, aunque es un tema recurrente en mis clases, sobre «ese hito histórico significativo de la mundialización del planeta». Las reacciones, diversas e interesantes, tendían a ser apasionadas. Sí, Carlos, apasionadas, a pesar del frío de estos lares. Era tal su emoción justiciera, que luchaban denodadamente con sus escasos recursos lingüísticos por hacerse entender, opinar y reivindicar en una lengua que todavía manejan con balbuceos.
Y, yo me emociono, cada vez que encuentro esas inquietudes comunes en seres individuales nacidos en otra cultura, con otros ancestros y cargados de diferentes lastres personales e históricos. Me vuelve la esperanza.
El aborto del «esperanto», me recuerda al intento suicida de la Torre de Babel bíblica, y estoy convencida, de que a pesar del interés demoníaco por enclaustrarnos en una lengua común y universal, llamada inglés, actualmente, latín, hace unos pocos siglos, estoy segura de que es imposible, que nos aprisionen la individualidad espiritual bajo epígrafes comunes. Se producirán fenómenos híbridos, como el espanglish, pero esos fenómenos microsociales, se convertirán en macrosociales. En todo caso, la revolución mística es solo cuestión de tiempo. Mientras tanto, hay que mirar de frente a los que pretenden aniquilar la inocencia básica del proceso colectivo del planeta, y no bajar la guardia, da igual dónde te encuentres.
El párrafo anterior, después de releerlo, suena oscuro y esotérico, lunático. Pero, tal vez se trate de eso, de aceptar que hay que dar palos de ciego, de aceptar que el mundo se nos queda grande para comprenderlo intelectualmente, de aceptar que sentimos que algo muy feo están haciendo con mi patrimonio vital, y que yo les dejo que lo hagan, que mi actitud pasiva puede provocar la destrucción de cosas muy importantes para mí, como el derecho de beber un vaso de agua limpia, o de jugar con mis hijos con la tierra, de sentir el viento sin sentir culpabilidad porque no he hecho nada para conseguir que se mantenga limpio.
Creo que lo dejo aquí, Carlos, añadir solo que el sentido del humor es el arma más inteligente que conozco en la actualidad para combatir la inercia y la confusión en la que cada segundo se sumerge mi dinámica vital.
Casi lo olvido, las Batuecas. La primera reacción es casi siempre la misma: formular una pregunta «¿Dónde están?» Y, cuando contesto que más allá de las estrellas, se diversifica la respuesta: algunos desearían estar allí siempre, otros me miran y piensan que es una broma, pero con los que más me identifico es con los que insinúan una sonrisa cómplice.
Un abrazo
Todo aquello que vaya a llegar a más gente, ya sea desde el punto de vista de lo que son los gustos como desde el de que resulte accesible económicamente, se vende mejor, ¿no? ¿Y qué interés mayor que el vender (y el comprar) puede alentar a un mundo obsesionado por el dinero?
Así que toda la oferta, de todo tipo de artículos y a través de todos los medios, va poco a poco o mucho a mucho cada vez más encaminada a difuminar hasta hacer (si fuera posible) desaparecer las diferencias que aquí o allá o en unos o en otros puedan suponer extrañeza o rechazo.
Cuando las cosas no eran todavía así al que quería conocer otras culturas y formas de vida in situ y respiradas por el mismo no le quedaba más remedio que viajar. Si el viajero tenía pocos posibles o espíritu más aventurero tiraba mundo adelante y, si tenía más posibles o espíritu más caprichoso, se embarcaba en cruceros (que sólo eran de lujo) o en expediciones que, pese a las vicisitudes que acarreasen, siempre resultaban pintorescas y de alguna forma glamurosas. Y sucedían anécdotas como que o se moría uno de hambre o se avenía a comer cosas impensables.
Y como eso con el vestir, el calzar, la cosmética, los artículos y cachivaches con que se llenan las casas, las propias casas, e incluso el tener mascotas; se ha logrado que todo ello esté tan al alcance de los que de toda la vida estuvieron familiarizados con la calidad — calidad de los actos, y de las cosas, y de los motivos para desearlas — como de los que no.
Sin embargo y al mismo tiempo todo el mundo quiere aparentar frente a sus vecinos (de escalera y de planeta) que él es uno de los agraciados que ha accedido a… lo que sea.
Así tenemos comida fusión, música fusión, muchas cosas fusión que no se sabe ya fusión de qué porque no hay ya manera de reconocer la oriundez (me lo acabo de inventar que, otra cosa, la Academia Española también es cada vez más permisiva, y me parece bien, pero los especialistas en la lengua se ponen estrechos y argumentan que tal o cual palabra no está admitida, “pues espérate un tiempito y lo estará”), oriundez de cada uno de los ingredientes que las están componiendo.
Ah. Y cruceros a precios populares.
¿Pero qué crucero puede ser un crucero a precio popular?
Y es que una cosa que me resulta a mí pero que muy chocante y se me hace además muy cuesta arriba es el lujo barato.
¿Cabe en alguna cabeza que el lujo pueda ser barato?
El lujo siempre ha sido un distintivo, o un capricho para un de vez muy en cuando, algo a rememorar al cabo del tiempo con la sensación de que marcó un hito.
Pero no. Ya hasta lo lujoso o exótico se ha vuelto cotidiano y vulgar.
¿Dónde y por qué andurriales habrá que ir para encontrar lo sorprendente y la rareza?
Sentir-pensar y hacer en una misma dirección, tender al placer mas que al sufrimiento, hacer como un@ realmente quiere hacer…siempre, es conveniente;
La vida busca el Crecimiento (interno, espiritual), y no la compensación de Nada;
Mario luis Rodríguez Cobos, Silo.net; Religiosidad interior.
Entre los principios de la mercadotecnia (esto es como decir ‘marketing’) siempre ha existido el valor de la diferenciación pero su uso se ha extendido durante años solo hacia la creación de «necesidades nuevas» (distintas de las existentes y reales). Ante el estrepitoso y patente fracaso de las relaciones comerciales así definidas (aderezadas con excedentes, plusvalías, derechos, primas…), comienza el análisis de esa diferenciación de forma distinta: se ve el resquicio por el que casi nadie se metía: lo genuino. Es como cuando ya no te queda otra que aceptar que te has caído de la bici doscientas mil veces porque la conduces mirando al suelo en vez de al frente. Pues de ahí es de donde está surgiendo esta lectura nueva. Entre las pymes, lo genuino comienza a brotar. Y para encontrar lo genuino es imprescindible que la mirada vaya a un mismo primero. ¿Qué puedo yo ofrecer que no se compra con dinero ni se manipula en una fábrica ni lo puede patentar Coca-Cola? Y en el huerto de calabazas nacen los matices con menos miedo. ¡Porque ya está uno harto de hacerse la misma herida en la rodilla derecha cada que vez que se toña con la bici? ¿Sí o no?
Efectivamente, la pugna entre lo original y lo genuino ha marcado la tónica en el mundo del mercado, con evidentes muestras de haber conseguido más conquistas lo primero que lo segundo. Lo que ha sido cierto en el mundo del marketing, es decir, envolver incesantemente con diferentes moldes y modelos nuevos necesidades muy antiguas apoyándose en la tecnología, también lo es en la cosmogonía de las identidades humanas.
Si lo original hace referencia al origen, como una mimesis de este con cambios solo superficiales, lo genuino hace referencia al gen de uno, o lo que es lo mismo, aquello que identifica a un elemento y solo a él. Nuestra sociedad está auténticamente plagada de originales, es decir de sucesivas copias personales del cuadro de Van Ghog, como la personalización de algo ajeno, que solo por el autor fue genuino.
Ahora re-retratrar a Van Ghog personalmente es el estilo dominante. Instalada la idea de que mi «versión» de lo genial me hace sentir partícipe de ello, y en cierta manera también un poco genial, viene siendo lo dominante. Lo propio de mi desaparece detrás de la moda y me voy sin saber más que he sido un poco parte de lo iconográfico modal.
En la antesala del filiarcado, el hijo aún no quiere o no sabe establecer su diferenciación más que a partir de reproducir los comportamientos del padre patriarca, pero esta vez ejecutado por el mismo, como si esta fuera la cuestión principal. Las gentes aún apesadumbradas por los complejos recogidos encuentra su pequeña parcela redentora en el propio protagonismo. ¡Y tan felices!
Gracias Eloísa, eso es.
Creo que, no muy tarde el mundo de lo economico-dinerario o similar tendrá que ajustarse totalmente al mundo humano y no al revés, lo van a poner tan imposible para tantísimos que, encontrarán que ya no «hablan para nadie»..y que, para la próxima megacena del FMI de viandas imposibles y alcohol ilimitado, please Cristina-usted la francesa, vayan poniendo MESA que l@s habemos y a montones que deseamos hacerles compañia para la próxima Nochebuena, porque al menos tendremos Derecho a CENA, aunque sea UNA VEZ por año, no??—–