¿Nos quitarán algún día el derecho al voto?

¿Os imagináis el follón que se montaría si unos cuantos diputados hubieran presentado en el Parlamento un proyecto de ley para que se nos retirara el derecho de voto a la mayoría de los ciudadanos, alegando que somos gente influenciable, que no tenemos criterio propio y que votamos lo que nos dicen otros?

Efectivamente, algo así sería impensable hoy en día. Sin embargo, no hace tanto, en el primer tercio del siglo XX, aún se discutía si aprobar, o no, el sufragio femenino. Y antes se había estado discutiendo si tenía sentido reconocérselo a los campesinos. El argumento, en ambos casos, era, básicamente, el mismo: si se les permitía votar, acabarían votando lo que les dijeran los caciques de sus pueblos o sus maridos. Tanto por la presión de la autoridad que, sobre ellos, ejercían unos y otros, como, y sobre todo, por su supuesta incapacidad para tener sus propias ideas y opiniones sobre las opciones políticas que más les podrían convenir.

Aquellos eran tiempos en que la inmensa mayoría de la sociedad era analfabeta y, por tanto, apenas disponían de medios para informarse y entender lo que realmente estaba en juego en cada convocatoria electoral. Hoy, por el contrario, con una población en la que el 41% tiene estudios universitarios, ya no deberían quedar motivos de duda.

Sin embargo, aunque todos seamos capaces de leer, de informarnos y de entender lo que se nos explica; aunque podamos acceder a multitud de canales de televisión, periódicos digitales, foros de debate, chats y blogs de opinión, desde nuestro móvil y mientras viajamos en el metro o en el autobús, la experiencia nos demuestra que, apoyándose en la tecnología, están emergiendo otras formas mucho más sutiles de “decirnos” lo que tenemos que pensar y, por supuesto, lo que nos conviene comprar.

Con mayor o menor resignación, ya hemos asumido que cuando buscamos algo por Internet, o simplemente estemos leyendo la prensa digital, aparezcan ante nuestros ojos, una y otra vez, anuncios que nos muestran cosas similares a otras que ya nos hemos comprado. Nos dicen que eso es la gestión del Big Data, y que se trata de darnos un servicio personalizado, de ofrecernos lo que realmente nos puede interesar. Pero, ¿cómo lo saben? ¿Quiénes están detrás de esa información? En definitiva, ¿quiénes tienen mis datos y hasta dónde llegan sus intenciones?

El caso es que, como saben qué noticias y artículos de opinión suelo leer, como pueden escuchar mis conversaciones por el móvil, como pueden leer todos mis whatsapp y mis correos electrónicos, y como además saben dónde vivo, dónde trabajo y quiénes son las personas con las que me relaciono, disponen, entre otras muchas cosas, de un perfil bastante preciso de mis preferencias y opiniones socio políticas. Solo tienen que ponerlas a disposición de quienes las quieran utilizar para sus propios intereses.

El escándalo de Facebook, cediendo datos de millones de sus usuarios en Estados Unidos a la empresa Cambridge Analytica, para que esta los utilizara colocando el tipo de noticias, reales o falsas, que convenía a cada uno de esos usuarios, en función de sus perfiles y tendencias políticos, justo en unas elecciones tan reñidas como las que, hace unos años, dieron el triunfo al actual Presidente, Donald Trump, es un buen ejemplo de lo que se está cociendo.

Añadamos a esto la noticia que saltó en junio de 2014, según la cual Facebook había realizado un importante experimento psicológico con sus usuarios. La mayor red social del mundo había manipulado a 689.000 usuarios para verificar cómo se puede hacer sentir a la gente de manera positiva o negativa a través de un proceso de “contagio emocional”. El estudio había involucrado a científicos de la Universidad de Cornell (Experimental evidence of massive-scale emotional contagion through social networks).

Por estas y otras noticias, hay que pensar que, si toda esta tecnología no está todavía al alcance de cualquiera en estas próximas elecciones, en España, lo más probable es que lo estará en unos pocos años.

Significa, por tanto, que cada vez hay medios más sofisticados y eficaces para modelar nuestras emociones y opiniones, y, en consecuencia, para manipular nuestra famosa libertad de voto. Quizás no sirva con algunas personas, y sí con otras; quizás haya situaciones que muevan nuestra valoración política más que cualquier otra cosa que nos vengan a susurrar al oído los epígonos de Facebook, pero parece evidente que, con semejantes herramientas a su disposición, la labor de adoctrinamiento y persuasión, ejercida de una forma silenciosa y constante, como una inocente lluvia fina, acabará calando y siendo decisiva para muchas personas.

En otras palabras, parece que estamos abocados, en gran medida, a ser conducidos como un rebaño, en el que los políticos locales se limiten a caminar en las primeras filas y los que, de verdad, nos pastoreen ni siquiera se dejen ver.

Ante semejante panorama, sorprende el escasísimo interés por reaccionar que ha mostrado la ciudadanía y nuestros líderes políticos, en España y en el resto de Europa. Me parece estupendo que nuestros gobiernos quieran hacer pagar más impuestos a estas grandes multinacionales tecnológicas, porque es de una justicia elemental. Pero no entiendo que, mientras se libra esa batalla fiscal con estas empresas, apenas se reaccione ante una operación de colonización masiva de nuestras mentes, cuyo fin evidente es llegar a ser decisivos en la manipulación de nuestros comportamientos, incluidos los políticos.

Mientras nosotros discutimos y nos apasionamos por los grandes problemas que tenemos en nuestro país, mientras reivindicamos el Estado de Derecho y los principios de le democracia, por la puerta de atrás, y sin hacer demasiado ruido, hay quienes están vaciando completamente de contenido nuestras democracias y convirtiendo el famoso principio de la soberanía popular en una cáscara vacía. Y, lo peor es que, aunque tenemos indicios más que de sobra, nadie parece alarmarse.

¿Llegará algún día en que ya no reunamos los requisitos necesarios para que, como a los campesinos y a las mujeres de antaño, se nos niegue el derecho al sufragio universal, por ser manifiestamente influenciables e incapaces de desarrollar nuestras propias opiniones políticas?

6 comentarios

6 Respuestas a “¿Nos quitarán algún día el derecho al voto?”

  1. Sira dice:

    El otro día me dejé la tarjeta de crédito en el cajero del banco. Como todavía era horario de verano y no podía ir a recogerla por que en ese horario trabajo llamé para ir ver si podían enviarla a mi domicilio, cosa que no podía ser. Hoy he ido a las oficinas y ya habían devuelto mi tarjeta por lo que tenía que pedir una nueva:

    -Vamos a verificar la dirección. Nos consta Calle X.
    -¡Ah! ya no vivo allí. Mi dirección ahora es Calle Y
    – Ahora necesito que me diga también: ¿Soltera o casada? Profesión, datos de la última empresa donde a ejercido y años de trabajo en la empresa…
    -Perdone, pero sólo quiero cambiar la dirección para que me envíen la tarjeta.
    -Si, pero necesitamos todos los datos. Imagine usted que quiere pedir un crédito…
    -Claro, pero yo no vengo a pedir un crédito, sólo a cambiar la dirección para que me envíen la tarjeta a casa.
    -Es obligatorio que me dé los datos.
    -No, ¿Cómo va a ser obligatorio que le de todos esos datos personales?
    – Si no me da todos los datos no puedo darle al botón de «cambiar datos». Podemos pedirla para que la traigan a la oficina y viene usted a recogerla aquí.
    -Vale, pues lo hacemos así.

    ¿Cómo podemos resistir esa invasión a nuestra intimidad? Ah, puede ser que sí…¡Cambiando de banco! Voy a buscar en Internet para ver cual es el banco más ético. ¿Seguro que puedo fiarme de la información que encuentre en ese mar de morralla? ¡Ay! Llamadme pesimista pero lo veo bien difícil. Cada vez más difícil dejarse invadir. ¿A quién se le ocurren ideas?

  2. pasmao dice:

    Buenas tardes Don Manuel

    Interesante columna, como suele ser norma aquí.

    Me parece que en el tema de las «tecnológicas» useñas y la necesidad de que pagaran impuestos en Uropa, en donde se realiza el consumo del producto/servicio, se ha dado la siguiente paradoja.

    Por las leyes de protección de datos de la EU las «tecnológicas» tenían prohibido conocer nuestra ubicación (al menos de manera teórica)… pero por otro lado para que pudieran pagar los impuestos necesarios (ya que las tarifas fiscales, por ejemplo IVA, cambian con la ubicación) les era necesario conocer la ubicación.

    Y al final ha podido mas el que conocieran la ubicación que nuestra privacidad.

    Pareciera que ambas partes, tecnocratas EU y tecnológicas hubieran buscado una excusa, una mas, (un apaño mas bien) para que pareciendo que nos protegen luego envainársela (por el bien de todos).

    Sólo hay quever como se defendió en USA al cliente de Wollkswagen (y otras) con lo del dieselgate, con indemnizaciones importantes, y como se hizo en Uropa. Y dentro de Uropa, en España, aún mas vergonzoso.

    Respecto lo que dice en su comentario SIRA me parece muy grave.

    Una salida es la desinformación, es decir, tomárselo a coña y poner datos falsos en todo lo posible.

    Un cordial saludo

  3. O'farrill dice:

    Ya no lo tenemos Manuel desde hace muchos años. Al menos en su significado más importante: la soberanía popular de la emanan los poderes del Estado. Poderes que luego se atribuyen en nuestra Constitución a las leyes que cada gobierno establezca.
    Lo que pasa es que no nos hemos querido enterar de la deriva totalitaria que tiene cualquier poder que no tenga contrapesos efectivos. Y así nos va. Eso no quita para que, periódicamente, pueda convocarse a las urnas para elegir un menú similar (no se aceptan platos a gusto del cliente) cocinado desde casi (menos uno) todo el espectro parlamentario: una especie de socialdemocracia donde unos hacen el papel de cipayos para salvaguardar intereses de unos pocos (los de siempre). El poder no nace de la autoridad reconocida, sino del dinero que se tenga para repartir y comprar votos.
    Un voto comprado o alquilado no nace de la racionalidad ni de la responsabilidad, sino de la forma de engrase (en cualquier forma) de los electores a los que -como tú bien dices- se los considera como «cosas» manejables y por supuesto ignorantes, dóciles, resignados y hasta corruptos.
    ¿Acaso no es un derecho democrático el control del gobierno por el Parlamento? Pues ahí lo tienes. Pasan de ellos porque están sometidos al mandato imperativo de los partidos -de sus jefes, para entendernos- por cierto prohibido en la Constitución.
    ¿Acaso no son derechos democráticos la intimidad que cualquier empleado público (los de los bancos ya lo son) puede violar?
    ¿Cuanto tiempo lleva el gobierno violando una y otra vez derechos constitucionales sin que los otros poderes actúen o actúen según interesa al gobierno? ¿Donde está la lealtad al Estado o al gobierno?
    Por eso podemos seguir engañándonos con los votos y su importancia (por cierto de diferente valor en el actual sistema electoral). Son las sombras chinescas de la caverna de Platón y los juegos de prestidigitación que se hace con ellas. La realidad va por otros derroteros que se manejan desde otros intereses a los que únicamente les conviene la sumisión total de las sociedades a sus propósitos, por aberrantes que sean.
    Un cordial saludo.

  4. Rafa dice:

    Como dice Manuel Bautista en su articulo, hubo un tiempo que se temía por el voto secuestrado en determinados colectivos como eran las mujeres y los campesinos, en una sociedad mayoritariamente analfabeta.

    Actualmente vivimos en sociedades alfabetizadas pero no cultivadas, sociedades en que la creciente alfabetización tecnológica debido a su erroneo enfoque se esta convirtiendo en un lastre para las mismas.

    Confusos y perdidos en un marasmo de call-centers, citas previas, burocratización extrema y compras por Amazon, atendiendo a una funcionalidad falseada perdemos el criterio de lo que es emocional y animicamente saludable y cedemos nuestra intimidad e identidad dato a dato.

    Que las emociones se contagian es un hecho y como ejemplos tenemos desde las actividades del Ku klux Klan, hasta la caida del muro de Berlin, pasando por determinadas sorpresas electorales fruto de la reacción popular ante un acontecimiento determinado.

    El problema actual es que el control de esas palpitaciones emocionales como se apunta en el artículo, ahora es facilísimo, primero porque ese control es objetivo y objeto de interes de casi cualquier grupo que ejerce el poder, tambien porque la rapidez con que se propaga la «información» es asombrosa por la globalización y la tecnología que lo permite (recuerdese que internet nació de una base de datos de caracter militar que los utilizaba solo en la medida que podia usarlos para contrarrestar al enemigo, sin ningun atisbo cultural).

    Pero fundamentalmente este control es posible porque a través de estos parámetros se estan construyendo sociedades huerfanas de criterio para decidir adecuadamente sobre casi cualquier cuestión (en algun modo analfabetas), quizá ni siquiera para elegir a nuestro representantes políticos.

    Si se quiere, de una progresiva deshumanización que va minando la verdadera implicación y compromiso que debieramos tener todos con la sociedad de la que formamos parte.

    Un abrazo

  5. LITIO dice:

    Si el autor de este artículo me preguntara si estoy de acuerdo con lo que se dice en él, respondería lo siguiente: Estoy de acuerdo con lo que se dice, pero no con el título del mismo pues, a la vista de cómo suceden las cosas en España (y extrapolaría al resto de países del mundo) desde hace ya muchas décadas, creo que sería más realista plantear esta otra pregunta. ¿Nos devolverán algún día el derecho a que con nuestro voto podamos cambiar las cosas?
    Los derechos, desde un punto de vista práctico (que es el que cuenta), no sirven de nada si no puedes ejercerlos o, si pudiendo hacerlo, no son tenidos en cuenta.
    Nos venden la película de que con nuestros votos podremos elegir a unas personas que, desde el Congreso de los Diputados, se encargarán de defender nuestros intereses como principal objetivo. ¿Y qué película es la que luego ponen de verdad? Solo dos ejemplos para contestar:
    1. En 2012 el PP gana las elecciones generales, siendo una de sus principales promesas la de que no subirían los impuestos. Un mes después, el recién constituido Gobierno del PP aprobaba una subida histórica de impuestos (IRPF e IBI).
    2. Pedro Sánchez gana las elecciones de 2019 prometiendo que nunca pactaría con EH Bildu ni concedería indultos a los independentistas catalanes presos. En marzo de 2020 pacta con EH Bildu y en junio de 2021 indulta a los independentistas presos.
    Seguramente que muchos de los votantes del PP en 2012 y del PSOE en 2019 les votaron como consecuencia de esas y otras promesas (incumplidas también la mayoría de ellas). Su derecho al voto fue respetado, pero a efectos prácticos se ignoró completamente, pues se incumplió la promesa que sirvió para su obtención.
    Cito 2 ejemplos recientes, pero desde que España volvió a ser un país “democrático”, podemos encontrar infinidad de ellos. Que las TIC´s permitan a los que establecen las reglas del juego conocer un montón de datos sobre la población es relevante, pero no determinante pues, si se quedan cortos en su capacidad de influir sobre los votantes, lo que de verdad determinará que puedan conseguir lo que pretenden, es que los gobiernos se pasen por el arco del triunfo las promesas electorales que les dieron la legitimidad para poder gobernar, facilitando de ese modo la consecución de sus objetivos.
    Hace ya mucho tiempo que hemos pasado del derecho a votar, al derecho a saltarse lo que se ha votado. Y la gran mayoría de la gente permanece totalmente ignorante ante un hecho tan claro y evidente, pues sigue votando a los mismos que una y otra vez incumplen lo que prometen para conseguir el poder.
    Un saludo.

  6. Loli dice:

    La pregunta que titula el artículo parece acercarse de forma inquietante a una realidad cada vez más cercana en Occidente.

    Este mismo año, en nuestro país, ha visto la luz un anteproyecto de ley que hubiese dado lugar a manifestaciones multitudinarias, enfrentamientos con la policía y hasta encierros en iglesias en otros tiempos, como fueron los acontecidos en los prolegómenos de nuestra transición a un régimen democrático, solo que en aquellos momentos esas manifestaciones estaban prohibidas de manera inequívoca, y los derechos por los que se clamaban, también …..,

    Sin embargo, ahora, en plena, se supone, democracia, con todos esos derechos, se supone también, reconocidos y en vigencia, se pone sobre la mesa por parte del Gobierno la intención de sacar una Ley de Seguridad Nacional que da al traste y de un plumazo no solo los años de democracia, sino hasta lo conseguido anteriormente, por poco que fuera, también…y las calles no se incendian.

    A pesar del oscurantismo actual de los medios de comunicación, de una mayoría al menos, los subvencionados por la Administración (manda….bemoles los periodistas, su independencia y su “compromiso” con la libertad de información), se filtran de vez en cuando, quizás por que ya sean, por su envergadura, demasiado difícil de ningunearlas, las noticias de manifestaciones y contestaciones de las poblaciones europeas ante lo que se perfila, con la excusa de la pandemia, como un giro atrozmente inquietante hacia totalitarismos que se creían imposible de implantar en “sociedades adelantadas”.

    A la presión impositiva para la vacunación masiva de la población, bajo el paragüas de las posibilidades infinitas para acabar con todas las libertades conocida , que la pandemia del Covid está propiciando, se está sumando, en la Francia gobernada por Macron, el “run-run” de que se puede estar planteando retirar el “derecho al voto” a aquellos ciudadanos que decidan no “pincharse”.

    Hanna Arendt planteaba que fue el “destierro de la libertad política, y no la intromisión de la política en todas las dimensiones de la vida, la característica que permitió la llegada y acceso de los regímenes totalitarios.

    En muchos artículos de este foro se han realizado reflexiones que iban un poco en la línea de la necesidad de una consciencia por parte de la ciudadanía al respecto de que la vida política no era ajena al día a día de la persona, sino que al revés, ese día a día reflejaba la existencia de una “polis” y la forma en que queríamos que se organizara.

    Sin embargo cada vez ha sido algo más lejano esa percepción de ser, los ciudadanos, la gente, los verdaderos protagonistas de la vida pública.

    Por la el propio deterioro a todos los niveles de la propia clase política que ha dado al traste con los más válidos, los más capacitados, los que podía atesorar más prestigio, es posible, pero también por la delegación continuada de una sociedad que no se ha hecho responsable de sí misma.

    Es esta una sociedad que parece buscar el bienestar y la seguridad por encima de todo, y esa inercia parece conducirnos a un adormecimiento social aterrador, que a la primera de cambio renuncia a todas sus libertades, y las de otras sociedades, si es preciso, con tal de que no le saquen de su supuesto confort o le aseguren que “todo volverá a ser como antes” …..

    Negamos aquello que se nos vienen encima o nos empeñamos en explicar los fenómenos por “analogías y generalidades”, pues tal es el bloqueo que presenta el modelo social que hace que sus individuos no sean capaces de afrontar “el impacto de la realidad ni el choque de la experiencia”, como reflexiona al respecto también Arendt.

    Planteaba esta autora en su obra “Libertad política y totalitarismo” que la llegada al poder de éste último podía venir de la mano no solo de una crisis política, sino, sobre todo, de una crisis de comprensión.

    Comprensión de esa misma sociedad que elige a unos representantes que poco a poco van vaciando de contenidos democráticos las instituciones sin que la gente se inmute.

    Aquí, de nuevo en nuestro país, por ejemplo, el empeño de cercenar la independencia del Poder Judicial se está convirtiendo en un ataque feroz a la misma, y hay que ser conscientes de que esa independencia es una garantía vital para la existencia de un Estado Democrático.

    Mientras se sigan manteniendo de forma justificativa, por parte de la mayoría de los ciudadanos, de nosotros, una actitud de búsqueda continuada de referentes para explicarnos lo que está pasando y no intentemos ejercer, al menos, una actitud sostenida de trabajo, de esfuerzo por comprender lo que de verdad está ocurriendo, pues sí, puede que mañana mismo nos levantemos con la noticia de que “no volveremos a votar”, que no hacemos falta, ya, para ser una “sociedad democrática”.

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