Imagínate que alguien te pidiera que le prestases dinero, pero pagándole un interés por recibir tu dinero. Pensarías que está de broma. Pero no, esto es exactamente lo que está pasando con la deuda pública de unos cuantos países.
En las últimas semanas, España, sin ir más lejos, está recibiendo préstamos en los mercados de deuda a interés negativo. Es decir, que nos pagan por prestarnos. Hay quien estima que el dinero que hay actualmente en el mundo invertido en bonos con rentabilidad negativa asciende a ¡13 billones de dólares (B$)!
Eso significa que no debe haber muchas más opciones para invertir el dinero sin riesgo y dando alguna rentabilidad. Porque si las hubiera, gran parte de esa enorme cantidad de dinero estaría metida ahí. Lo curioso es que, pese a que en estos momentos no sea un buen negocio prestar a los gobiernos, la deuda pública no para de crecer. Y también la deuda privada.
En estos 15 años la deuda privada de todo el mundo se ha multiplicado por 2,5 y la pública por 3
En 2003 el conjunto de la deuda mundial sumaba 99 B$, de los cuales 23 era deuda pública y el resto privada (de familias, empresas y entidades financieras). Quince años después, en 2018, la deuda mundial se situaba en 249 B$, siendo 67 pública y 182 privada. Es decir, en estos 15 años la deuda privada de todo el mundo se ha multiplicado por 2,5 y la pública por 3.
Es verdad que cuando hablamos de la deuda pública mundial, en realidad son unos pocos los países que la han generado. De hecho, de los 67 B$ mencionados, más de la mitad corresponde a Estados Unidos (31,8%) y a Japón (18,8%); y si añadimos la de China (7,9%), Italia (3,9%), Francia (3,8%), Alemania (3,8%), Reino Unido (3,7%), India (2,5%), Canadá (2,3%), Brasil (2,2%) y España (2%), vemos que solo 11 países suman el 82,7% de toda la deuda pública del mundo.
Lo sorprendente es que la deuda siga creciendo sin que haya ningún indicio de que algún día se vaya a reducir. Parece que a los gobiernos de estos países no les preocupa estar cada vez más endeudados. La explicación convencional es que los países pueden acumular deuda pública indefinidamente, mientras consigan que su PIB (la riqueza que producen) crezca más que su deuda. Porque se supone que, entonces, la capacidad de devolver esa deuda va siendo mayor y, por tanto, el riesgo de impago disminuye.
En el caso de España, por ejemplo, aunque en los últimos cinco años (2014 al 2018) la deuda pública ha aumentado en más de 130.000 M€ (el gasto en sanidad de dos años), como la relación de esa deuda con el PIB ha disminuido desde el 100,4% al 97,1%, gracias al aumento del PIB, parece que no hay problema. Pero lo cierto es que sí lo hay.
¿Realmente es creíble que podamos seguir aumentando el volumen de nuestra deuda de modo permanente?
En cuanto los inversores que compran la deuda pública empiecen a dudar de la sostenibilidad de nuestras cuentas públicas, y por tanto del crecimiento del PIB, la cosa se puede poner muy fea. Y motivos para dudar hay unos cuantos. Por ejemplo, cómo financiar el rápido crecimiento del gasto en pensiones, que es principal causante de nuestro creciente endeudamiento.
Las preguntas clave son: ¿Realmente es creíble que podamos seguir aumentando el volumen de nuestra deuda de modo permanente? ¿Alguna vez este país se puede encontrar sin capacidad para devolver los préstamos que le han hecho o para pagar los intereses que esos préstamos conllevan? ¿Puede llegar un momento en que se vea obligado a reducir drásticamente su deuda? ¿Y entonces qué pasará?
Sorprende que, ante el panorama que presenta la evolución de la deuda pública y la evolución de los gastos e ingresos públicos, el debate político apenas plantee cómo vamos a afrontar la próxima crisis y qué situación vamos a dejar para el futuro.
De hecho, España ha podido salvar esta última crisis gracias, en parte, a que, en el año 2008, cuando se inició, nuestra deuda pública era de 440.621 M€, un 39,5% del PIB. Eso les permitió a nuestros gobiernos hacer frente a la fuerte caída de ingresos y al aumento del gasto público, recurriendo a endeudarse mucho más. Si mañana nos viéramos en una crisis parecida, con una deuda actual de 1.173.109 M€, un 97,10% del PIB, el gobierno apenas tendría margen para actuar.
Sorprende que, ante el panorama que presenta la evolución de la deuda pública y la evolución de los gastos e ingresos públicos, el debate político apenas plantee cómo vamos a afrontar la próxima crisis y qué situación vamos a dejar para el futuro. Hace 20 años, en 1998, la deuda per cápita de los españoles era de 8.595€, hoy es el triple: 24.995€. Y seguimos aumentándola. ¿No es evidente que les estamos dejando un futuro envenenado a las próximas generaciones?
Manuel, ojalá los lectores de su post lean la columna de V. Alvargonzález a que usted se refiere en su primer párrafo antes de seguir leyendo su post. La columna de VA ignora la distinción fundamental entre stock de deuda y flujo de nueva deuda. Si la tasa de interés de la nueva deuda es 5% anual en lugar de 0% anual, el interés a pagar por el stock de deuda no sube necesariamente a 5%. Los intereses del stock de deuda vieja cuando se produce ese aumento depende del tipo de deuda de ese stock, algo que puede diferir mucho. En un extremo si todo el stock fue contratado a tasa fija de 0% y con vencimiento único a 20 años, los intereses a pagar al vencimiento (depende de la fecha en que se contrató la deuda) serán 0, lo que no quita que el deudor tenga el problema de haber ahorrado lo suficiente para devolver el capital luego de los 20 años. En el otro extremo, si todo el stock fue contratado a tasa variable de interés (digamos se cambia a la tasa de nueva deuda cada 3 meses), el pago de intereses sobre el stock de deuda vieja sí es un problema y puede ser un problema muy serio si la tasa de interés aumenta de 0 a 5% anual (la crisis de la deuda latinoamericana en los años 80 se debió precisamente a la acumulación de un stock con esas características y los países sufrieron cuando la tasa de interés subió de 10 a más de 20% anual).
En todo caso, la columna de VA, como tantas otras explicaciones de lo que está ocurriendo en el financiamiento de los déficits de los gobiernos desde 2009, con suerte, son medias verdades. Su análisis serio requiere mucho más de lo que usted puede encontrar publicado.
Actualmente nos encontramos, en el Estado Español, ante el panorama de un Gobierno Central y varios Regionales sin constituir, a dos meses de celebrarse las elecciones, por falta de acuerdos entre los grupos políticos.
Uno podría esperar que ello se debiera a un profundo e intenso debate entre un mayor número de actores políticos, sobre la situación económica y social actual y cómo afrontarla.
Pero me da la impresión de que hay un enrolamiento en generalidades y vaguedades, y que si realmente se está dando un debate en profundidad e inteligente respecto a lo que a lo que nos enfrentamos, se estè realizando a escondidas…, o lo más inquietante…que no exista siquiera, que no haya preparación suficiente para ello, o que los asesorados convenientemente al respecto, no sean precisamente aquellos que la ciudadanía cree que eligió para gestionar el país.
Nos han acostumbrado a esas vaguedades en el análisis social, vaguedades reiterativas, sin grandes contenidos, soportados en tonos que continuamente parecen dar por hecho que todo está ya de sobra delimitado y conocido.
Todo el mundo parece echar mano de la manida ideología de grupo o partido, para no tener que dar más explicaciones, o para no tener que ahondar más.
A la hora de plantear programas, prácticamente no se cambia una coma de las líneas generales.
Pero es que da igual que se hable de la política a seguir con un gobierno central, que en la autonomías que…en las administraciones más locales.
Para un determinado grupo hay que “liberalizar” la economía y la capacidad de gestionarse los ingresos o la posibilidad de obtenerlos de la población, y para otro grupo es necesario fiscalizarlo y monopolizar esa gestión desde el Estado.
También da igual el nacimiento de nuevos grupos políticos.
Básicamente no aportan nada nuevo, al menos digno de relevancia ante los momentos que vivimos.
Seguimos estancados en, por ejemplo, si aumentar los impuestos como acto solidario para mantener los servicios del Estado del Bienestar, o, al contrario, rebajarlos y que cada uno gestione su dinero…cuando lo tiene…como crea conveniente.
Nada se explica de la viabilidad de uno u otro programa, de cómo se puede impulsar una economía basada en la capacidad de consumo si la gente no tiene medios para ello, de cómo se puede hablar en términos de logros y tendencia de crecimiento cuando baja el paro laboral, con contrataciones que mantienen en la pobreza, y en la incapacidad consumista por tanto, a los que dejan las listas del INEM para pasar a tener empleos precarios y sueldos miserables.
Tampoco se explica si la subida de impuestos es suficiente para el gasto estatal mantenido actualmente en la políticas más protecionistas, y si no es así, nadie abre el melón de explicar, más detenidamente y con valor, en qué consiste realmente esa deuda pública que parece no parar de crecer.
Nadie explica realmente nada con la intención de que se comprenda verdaderamente.
Y puede que no se haga por una cuestión que parece mezquina, que la gente no se asuste, no se alarme y deje de pensar que tiene la capacidad de cambiar las cosas en sus manos….en una urna, en un segundo…., cada cuatro años.
No parece haber interés alguno en educar a la gente para que realmente empiece a ser protagonista de su vida política.
Hay interés en las vaguedades, y en dar las cosas por hechas y por sabidas.
En debates cerrados…., claro, porque mientras, la realidad sigue su trayectoria…., y la realidad es también que, los primeros en sufrir las consecuencias, siempre son los mismos, los más vulnerables, a los primeros que se les recorta ayudas y oportunidades, y a los primeros que se les culpa de “todas las crisis, habidas y por venir”.
Se ha procurado una sociedad civil con una capacidad de análisis….simplista y superficial, y encima parecemos estar orgullosos de ello.
¿Estamos realmente interesados en que se nos explique cuál es realmente la situación?….¿Y que esa situación está unida a la del resto del mundo, que no somos, ninguna sociedad una isla?.
¿Estamos realmente dispuestos a conocer, entonces, qué lazos e interacciones marcan y condicionan nuestras formas políticas y económicas? O ¿no queremos escuchar nada de eso?.
¿Habría gente preparada, que sepa y conozca de estos temas, dispuesta a olvidar sus “egos” y buscar “didácticas” con las que ayudar a la gente a comprender mejor la relación sociedad-economía en la que se desenvuelve?.
Estimada Loli: que yo sepa, sólo hay en estos momentos un partido dispuesto a «coger el toro por los cuernos». Esto es levantar las alfombras donde se vienen pudriendo muchos de los desmanes que unos y otros han ido escondiendo.
Nuestra deuda del Estado (de los ciudadanos) no puede seguir creciendo constantemente, salvo claro está que seamos unos caraduras que intenten vivir del crédito.
Tenemos que redimensionar el aparato institucional para ajustarlo a los servicios públicos básicos. Esto supone reajustar la organización territorial del Estado, suprimiendo gobiernos, asambleas legislativas, televisiones públicas, subvenciones disparatadas dedicadas a la compra del voto, órganos extrainstitucionales para colocación de los «partidarios» y adictos, personal contratado por afinidades políticas, etc.etc. Eliminar gasto superfluo es el primer paso, incluyendo claro está las subvenciones más o menos directas a medios de comunicación, partidos, sindicatos y asociaciones diversas.
Al mismo tiempo debemos aumentar los controles sobre el gasto público, recuperando la autorización previa del gasto y revisando hasta el último recibo o factura.
Redistribuir los recursos de las AA.PP. para hacerlos más efectivos al servicio de los ciudadanos, incluyendo personal si tareas definidas….
Insisto, sólo hay un partido que lleve no sólo en sus siglas sino en su ADN, limpiar todo ese mundo de parasitismo clientelar en que nos movemos y tiene la valentía de decirlo. Los demás están en el pensamiento único: cómo mantenerse en el poder a costa de endeudarnos.
Un saludo.
Desde las elecciones del 2015, los nuevos partidos “renovadores” han tenido la oportunidad de mostrar, y hasta de poner en práctica, aquello que les caracterizaba como tales.
Y, querido O’farrill, de verdad que no les ha lucido nada.
Aún con pocos escaños, donde algunos de ellos han podido hacer que sus diputados fueran indispensables para la gobernabilidad…pienso en Andalucía, como autonomía, o Madrid como Ayuntamiento…, esas políticas que dicen llevar inscritas en el ADN, no han hecho florecimiento alguno, o al menos, igual nado en un mar de ignorancia, eso es lo que atisbo.
He puesto como ejemplo dos administraciones (de distinta envergadura), cuyos gobiernos dependían, hablando en términos analógicos, de dos tipos de ADN, bastante distintos.
Uno claramente parece apostar por un discurso cerrado donde no se da cabida a los problemas que se están planteando en la dudosa sostenibilidad de un intervencionismo exhaustivo del Estado.
El otro parece que aposta por mostrar la realidad de esa insostenibilidad en una paisaje dividido en infinitud de pequeños reinos de taifas con sus correspondientes y caras administraciones.
Sin embargo, tampoco este último parece dudar mucho entre acaparar cuotas de poder, o realmente abordar la realidad de nuestra situación política, administrativa….y el oscuro tema de una deuda que no para de crecer, y llevarlo claramente, de forma didáctica, a la ciudadanía, en programas que intenten llegar a la gente, a su comprensión.
No se ven propuestas claras.
Sí actitudes, a veces parecen no tener mucha intención de acercarse a la gente, ver lo que ocurre y debatir y convencer, sino más bien con ánimo impositivo y retador….no lo veo muy eficaz.
Y a la hora de tener que apoyar o bloquear coaliciones de gobierno, regionales o más pequeñas…pues bueno, lo de su ADN, parece haberse quedado sin un mensajero adecuado para que se pudiera expresar.
En algunas administraciones, a pesar de ciertas declaraciones de principios sobre acabar con el despilfarro de la multiplicación de conserjerías, inclusive se pacta su aumento, como parece haber ocurrido en Madrid, para dar cabida a más personal de los partidos que apoyan.
Me estoy refiriendo a Ciudadanos, querido O´farrill, porque, pienso, que es el partido al que Ud. también se refiere en su comentario, pero igual estoy equivocada.
En alguna parte leí que “el crecimiento económico puede aportar o bien más tiempo libre, o bien más consumo”.
Estamos siendo, desde hace mucho tiempo, parece que muy torpes con las posibilidades que se nos brindaron, en esos dos aspectos, desde 1850 hasta 1980 según algún analista.
También parece que hay estudios que indican como, hasta los años 80, parece que se podría haber seguido una senda distinta al de la producción para consumo en forma de bucle continuo.
Pero no se propició un cambio de tendencia.
Y aunque hay lugares, como puede ser nuestro caso, en el que la desigualdad, tras las últimas crisis, crece de forma alarmante, sin indicios a corto plazo que esa tendencia varíe, sin embargo, la deriva consumista y su “valor” como elemento de aumento de un supuesto y estadístico PIB, sigue su carrera loca….a crédito.
Y de verdad que no veo a nadie del mundo político de nuestro país, exponerlo con claridad…y dar alternativas que no pasen por castigar siempre a los más vulnerables.
Estimada Loli: no, no me refiero a Ciudadanos, partido que conozco desde sus inicios y del que he comprobado la confusa deriva ideológica que se lo está llevando por delante. Mientras tanto hoy conocemos la nueva residencia de su líder junto a su pareja: 14.000 m2 en la urbanización «La Finca» de Madrid, algo que recuerda a otros «regeneradores» como el Sr. Iglesias.
Ni Ciudadanos ni Podemos que cabalgaron sobre la indignación del 15M han respondido con sus hechos a las esperanzas, sino que han recuperado el «bipartidismo» (izquierdas-derechas) que antes denunciaban.
Como no quiero hacer apología de ningún partido (me fío muy poco de ellos) me permitirá que obvie el nombre del que me refería. Al final, lo más práctico (según la razón) es que, visto lo visto, nos planteemos por votar lo más barato, lo que menos suponga de intromisión en la vida y en la cartera de los sufridos contribuyentes. Eso supone racionalizar todo el espacio público y controlar (para evitar) sus desmanes. Así de fácil.
Mientras los ciudadanos no recuperemos ese «empoderamiento» de la soberanía que nos reconoce la Constitución y sigamos admirado (incluso) todo tipo de corrupciones para imitarlas o superarlas, España como nación será un país que se nos vaya por el desagüe de la Historia. Empezó ya en el siglo XVIII, continuó en el XIX, en el XX ya resultaba irreconocible y en el XXI si Dios no lo remedia, quedará diluida en un magma global con súbditos de un poder que ya llaman NOM. Hay que volver constantemente a Orwell y su «policía del pensamiento» para saber lo que nos está acechando o ya es una realidad. Un saludo.
Gracias por su aclaración, O´Farrill.
A veces una da por hecho cosas que no son…y se equivoca.
Un saludo