Obsolescencia decretada

Nuestro modelo económico se basa en la producción y el consumo; pero, cuando no se compra todo lo que se fabrica, el crecimiento se ralentiza y la máquina se para.

Lo que dura no es rentable. Si una lavadora, un frigorífico o un televisor funcionan correctamente durante, por ejemplo, diez años, no será necesario reemplazarlos durante una década. Así que, si se quieren vender más electrodomésticos, una forma de conseguirlo es hacer que duren menos; por ejemplo, fabricándolos con peores materiales o haciendo que sea muy difícil o muy caro repararlos.

Estas y otras estrategias encaminadas a que lo que se compra deje de ser útil antes de lo que debería forman parte de lo que se conoce como obsolescencia programada. El primer ejemplo que se conoce es el de las bombillas de incandescencia, fabricadas para durar un cierto número de horas, cuando es posible conseguir que lo hagan durante siglos; como nos recuerda la bombilla del cuartel de bomberos de Livermore, California, que lleva encendida desde 1901. Algo parecido a lo que sucedió con las primeras medias de nailon, que eran prácticamente indestructibles, hasta que se modificaron para volverlas más frágiles. Otro ejemplo más reciente es el de los primeros iPod de Apple, que incorporaban una batería que solo duraba 18 meses y, en la práctica, no se podía remplazar; de forma que, al agotarse, teníamos que cambiar nuestro reproductor inservible por otro modelo más nuevo.

Hay otro tipo de obsolescencia, la que se debe a las innovaciones y mejoras técnicas, que estrictamente no se puede considerar como programada pero que lo es en muchos de los casos. Los ordenadores, teléfonos y televisores inteligentes, videoconsolas y demás cachivaches electrónicos que pueblan nuestras casas y oficinas dejan de sernos útiles, no porque no funcionen sino porque no corren en ellos los nuevos programas y contenidos que los alimentan. ¿De qué me vale un televisor si no puedo conectarlo a Internet y ver el futbol o las series cuando quiera y cómo quiera: en 4K o con HD, a las 3 de la madrugada, con subtítulos en armenio y desde el final hasta el principio?

Aunque la obsolescencia no siempre se planifica o viene provocada por los avances tecnológicos. También se induce, mediante el marketing y la moda. Un abrigo que todavía abriga o un teléfono que aún sirve para su cometido se cambian porque se consideran antiguos, porque ya no se llevan.

Y hay otra forma de obsolescencia, que es aquella que se impone por decreto. Es decir, la que nos obliga a cambiar algo que cumplía perfectamente su función, que nos ha costado esfuerzo conseguir y de lo que, voluntariamente, no querríamos deshacernos. Y esto también vale para las personas.

Un ejemplo de obsolescencia decretada, al que se le ha dado poca publicidad, es el de los profesores que no tienen habilitación para el bilingüismo, que están siendo sustituidos por otros que, por lo general, no tienen tanta experiencia ni tanto bagaje pedagógico, pero son capaces de impartir su materia en un inglés muy mejorable, en lo que se refiere a su sintaxis, su gramática, su pronunciación y la riqueza de sus expresiones, giros y vocabulario.

Otro ejemplo más conocido, y con repercusiones económicas y sociales más evidentes, es el de los vehículos con motor de combustión, especialmente los coches diésel. Después de que se promovió su adquisición, incluso subvencionando parte de su compra, ahora se pretende todo lo contrario, que dejen de utilizarse. Porque, al parecer, son muy contaminantes y nuestra salud y la del planeta ya no lo pueden soportar. En un futuro inmediato, se busca que todos los automóviles sean eléctricos.

De momento, los vehículos diésel no han dejado de fabricarse y son cada vez más eficientes en lo que se refiere a consumo y reducción de las emisiones, pero sí están dejando de comprarse. En solo cinco años, la cuota de mercado se ha reducido en un 20% y la tendencia va en aumento. Las continuas subidas de precio del combustible (al que se carga de impuestos), su estigma medioambiental (que se exhibe en una etiqueta) y las crecientes limitaciones a su uso (de momento en algunas grandes ciudades, después quién sabe) están consiguiendo que los consumidores ya no quieran un coche de gasóleo, porque no saben cuánto y cómo lo van a poder usar, ni tampoco si lo van a poder vender de segunda mano o van a tener dinero para pagar el combustible.

Es previsible un futuro en el que los coches de combustión se acumularán en los depósitos y vertederos, que estarán tan saturados como ahora lo están los cementerios de residuos electrónicos. El aire urbano no contendrá óxidos de nitrógeno, pero la atmósfera seguirá cargándose con las emisiones de las centrales que producen electricidad y las aguas y los suelos se saturarán, todavía más, con el litio, el cadmio o el níquel de las pilas y baterías agotadas. Porque ni las placas fotovoltaicas ni los aerogeneradores van a proporcionar toda la energía que se necesita (sería un hito que proporcionaran la mitad), ni todo lo que se tira a la basura se puede reciclar. Por mucho que nos lo digan los titulares de prensa.

ni las placas fotovoltaicas ni los aerogeneradores van a proporcionar toda la energía que se necesita, ni todo lo que se tira a la basura se puede reciclar

Algunos, la mayoría, piensan que este modelo -de producción, consumo y crecimiento exponencial- es el mejor de los posibles y que solo hay que ajustarlo, para que beneficie a la mayor cantidad de gente posible sin reventar el planeta. Pocos, muy pocos, piensan en un modelo alternativo; pero este modelo vendrá, impuesto por las circunstancias o por la necesidad. Y sus dificultades no serán materiales: desde hace tiempo, ya hay tecnología y recursos suficientes para garantizar la subsistencia de todos los que somos y la de los que vendrán.

Un comentario

Una respuesta para “Obsolescencia decretada”

  1. Manu Oquendo dice:

    Enhorabuena por tratar un asunto que, además de destructivo –e inmoral por muchas razones–, viene FUNDAMENTALMENTE inducido e impulsado por los Gobiernos, no por los Fabricantes. Estos últimos bastante hacen si consiguen vender y sobrevivir.

    Una de las causas de fondo más importante es, en mi opinión, el proceso de acceso al Poder. Este Poder se consigue hoy a través de la compra del voto con cargo al presupuesto. Es decir la prostitución segura del sistema social democrático en pocos ciclos electorales.

    Lo estamos volviendo a ver en los Presupuestos cuyo proyecto para 2019 acaba de presentar el Gobierno de Pedro Sánchez. De ellos saldrá –sin la menor duda– una situación económica deteriorada, más paro, menos empleo productivo y más deuda. Recordar que FG llevó el paro al 26% y Zapatero al 28%.
    Pero al sistema político de partidos y a sus Redes Clientelares esto no le importa porque tiene claras sus prioridades que……………………….. en absoluto coinciden con las nuestras.

    No quiero simplificarlo más de la cuenta pero el asunto es importante, además de complejo, y debiéramos tratarlo con más frecuencia para entender los diferentes factores que nos han colocado en una situación de Empobrecimiento Económico generalizado para la inmensa mayoría de la población. Una población gradualmente convertida en «dependiente» que, recordemos, es todo lo contrario de «independiente».

    De momento solo quisiera recordar que las famosas BOMBILLAS que nos costaban menos de 30 CENTIMOS de Euro, pasaron a costar entre 7 y 12 o más EUROS. Miguel Sebastián, aquel ministro de Zapatero, llegó a traerse millones de bombillas de China para incentivar su uso regalándolas. Nuestra factura de electricidad —que iba a bajar– ha seguido subiendo más que nunca.

    Un dato: El IVA sobre una bombilla que nos duraba toda la vida era menos de 0.06 céntimos. El IVA de las nuevas era entre 1.45€ y 2.52€. De 20 a 40 veces más para millones de hogares.

    Esta simple operación a lápiz explica mejor que mil párrafos Quién es el Promotor real de esta locura.
    Con un simple decreto dirigido a una población bombardeada con mensajes emocionales fraudulentos, este elemento imprescindible de gasto para cualquier persona pasaba a recaudar como mínimo 25 veces más que antes. Genial!

    Al poco rato cerraron nuestras fábricas de bombillas.

    Esto, como apunta D. Enrique, no es una excepción: es una forma de Regulación y de Gobierno. Recuerden las ITV’s, las inspecciones domésticas energéticas, so pretexto de que gastemos en «aislar», la amenaza constante de tener que cambiar de coche (que ha hecho explotar a la población en Francia), la demonización de un combustible que el propio sistema Europeo ha incentivado, las bolsas de plástico de los supermercados (Brasil o USA siempre las han tenido de papel), etc, etc, etc.
    Todo ello y mucho más a golpe de impulso gubernamental. El colmo es escuchar a Seopan, asociación de empresas que vive de concesiones de servicios públicos, sugerir a Carmena que nos cobre por entrar a Madrid.

    «Oikonos» etimológicamente era «La buena Gestión» o «El Orden del Universo» (Giorgio Agamben, en «Homo Sacer») pera pasar a ser algo intrínsecamente perverso porque, en vez de Ahorrar exige el Gastar lo que no es necesario. Es decir todo lo contrario porque lo han convertido en un sistema perverso y empobrecedor.

    ¿Cómo se compensa este deterioro de nuestra economía legislado y dirigido desde los gobiernos y desde la UE? Con deuda e intentando subvencionar empleo no productivo que destruye más empleo.

    Esto exige que reaccionemos y que profundicemos en las cosas. Nos va mucho en ello y desde luego ya es imposible confiar en partidos políticos cuyos intereses no están en absoluto alineados con los nuestros a corto, medio y largo plazo.

    No es solo Obsolescencia; es más no hay ni siquiera Obsolescencia planificada. Lo que tenemos es pura DESTRUCCIÓN a través de REGULACIÓN para Obligar a Gastar………..y Recaudar. Lo explicó Schumpeter y, como siempre, entendieron lo que les conviene a ellos a corto plazo. Con esta dinámica se entienden hasta las guerras. Después hay trabajo.

    ¿Y estos mismos nos hablan de Sostenibilidad?

    Un saludo cordial y gracias por el artículo, D. Enrique.

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