¿Han visto el anuncio de la lotería de navidad de este año?
Entre los desesperados sollozos iniciales del cantautor irlandés James Vincent McMorrow, con su tema “Glacier” (“Glacial”) como música de fondo, aparece en primer plano el rostro de la envidia, la desesperación y la derrota. Un hombre (interpretado por un magnífico actor) acaba de conocer por la TV que el gordo ha caído en un número que venden en el bar donde él es cliente habitual, y donde siempre compra un décimo. Pero esta vez (¡ay, la crisis!) no lo ha comprado. Su esposa, comprensiva, incluso amorosa (!) ante el infortunio de no ser repentinamente ricos (400.000 euros), le anima a que baje un momento a felicitar al dueño del bar. Terrible. Medio barrio está celebrándolo con champán. ¡Les ha tocado el gordo a todos menos a él!
La traición a la tradición se paga, aunque ésta sea absurda. O dicho de otra forma, es mejor que no intentes escapar de las obsesiones si son medianamente llevaderas.
La canción sube de volumen mientras el hombre camina hacia su patético destino de único excluido de la felicidad, hacia el bar en cuestión, y la voz andrógina del cantante dice claramente, aunque en inglés: “Alguien aquí es una mentira” (“Someone here’s a lie”). Es curioso que se escuche ese mensaje. ¿Es él una mentira? ¿O son todos los demás, los que han ganado el premio, una mentira? Un espejismo, un mero señuelo propagandístico de que el mundo, tal y como está, o sea, el sistema, deja caer, como gotas de rocío en el océano de la incuria, la insolidaridad y el desamparo, ilusiones para los que mantienen con firmeza su fe. ¿Su fe en qué? No en los logros que consiga por medio de su trabajo, de su entrega cotidiana, de su compromiso personal, de su aventura vital. Su fe no en la fraternidad, en el apoyo mutuo, en el respaldo de sus compañeros, vecinos o instituciones creadas por la comunidad para protegerle e impulsarle. No, fe en un golpe de suerte venido del cielo, como esas pompas de jabón que en el famoso anuncio de hace años dejaba caer aleatoriamente un semidiós calvo. ¿Y aún seguimos creyendo que el estado es laico?
La Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado ha lanzado ya al viento 160 millones de décimos, aunque no tan al azar como esas pompas (también la fortuna es para el que la paga), dado que los ciudadanos tendrán que desembolsar, gustosamente, o incluso haciendo cola para llegar a tiempo, la fabulosa cifra de 3.200 millones de euros, de los cuales el estado se quedará casi con mil millones. Un impuesto, al fin y al cabo. Un impuesto a la ingenuidad, dado que la probabilidad de acertar el gordo es de 1/100.000.
¿Y cuál es la motivación que el Estado despierta, justifica y alienta en sus ciudadanos para que compremos décimos este año? Una de las más infames que “nos adornan” como humanos: la envidia. Si no me toca el gordo, me aguanto: mientras nos quede salud… ¡Pero que les toque a mis vecinos y a mí no! Eso sí que no lo podría soportar. Pero ¿en cuántos bares, zapaterías, supermercados, casas de putas, gimnasios, etc… tendremos que comprar décimos para librarnos de esa espantosa pesadilla? A la postre, puro fomento a la ludopatía, que arruina en este país a tantas familias.
¡Qué inteligente es el final del anuncio para conseguir que no nos quedemos con esa terrible sensación de rabia deshonesta e inconfesable! Pero llevarla dentro, la seguiremos llevando, incluso a partir de ahora un poco más socialmente legitimada. Y si, por el tierno giro argumental, no la sufre el protagonista del cuento, ahora morirá de envidia en ignominioso silencio su vecino del tercero izquierda, que tampoco compró el décimo en el bar donde de vez en cuando se toma una caña. O, con un poco de mala suerte, usted mismo.
Para ver el anuncio pincha aquí.
Lo peor es que la gente no es consciente de que la lotería es un impuesto regresivo, es decir, que proporcionalmente paga (compra) más el que menos tiene. Así se lo explico yo a mis alumn@s: http://pulgarcity.blogspot.com.es/2012/12/loteria-otro-impuesto-mas.html
De hecho, Montoro va a reservar este año un décimo del gordo para todos los que no lo hayan comprado por culpa de la crisis
O sea, que el Estado prohíbe el tabaco y el alcohol pero incentiva el juego. Pues nada, voy a tirar de tarjeta de crédito no vaya a ser que me quede sin. Da gusto saber que hay por ahí alguien que vela desinteresadamente por nuestra salud y por nuestra seguridad.
Que el estado prohíbe qué?
Cuando el diablo no tiene quehacer mata moscas con el rabo, !Qué artículo¡, resulta que ahora está mal comprar un poco de ilusión.
Mientras sigamos viviendo en un mundo tan mercantilizado que la gente piensa que se puede comprar la ilusión, el cariño, el amor o la dignidad nunca saldremos de la verdadera crisis, la de valores.
Hijo, Aurelio, que tampoco es para tanto, es una manera de compartir una pizquita de ilusión, si a veces no juegas más allá de 5 euros, pero con los tuyos y si a todos los de tu familia, clase , escalera, les toca ese pellizquito pues te sabe mejor.
Al fin y al cabo lo que se recauda es para el Estado y el Estado somos todos.
El artículo habla de que nos manipulan desde nuestras bajas pasiones, la envidia, para conseguir algo OTROS… nuestro dinero (los que venden lotería). Está bien tener ilusión, pero ¿la controlamos cuando, más que ilusión es engaño? La estrategia de marketing ha sido efectiva contigo: Sólo ves ilusión, y a ti no te importa dar por perdidos 22 euros ( es la única opción realista) . Eso en el mejor de los casos. Porque solo sale, engañosamente, una opción: la de la oferta del bar. Pero es que la oferta sigue en multitud de lugares: Tu farmacia, tu tienda de comestibles, tu ferretería, tu oficina, tu comunidad, tu asociación de vecinos , cultural, deportiva, tus familiares en otras ciudades, así ad infinitum. ¿Comprarás décimos de todos? ¿Cuál decidirás no comprar? ¿Y si estás en paro y con restricciones en casa? ¿Puedes gastarte lo que no tienes , solo porque no soportarás que a otros de tu entorno les toque? La locura del sistema es impresionante. Y aún más porque ha conseguido disfrazarse de algo bueno: «ilusión».
Estoy totalmente de acuerdo con en Analisis de Mendo, ahora me parece una »joya» de la manipulación a traves de estrategia de marketing, creo que hay que valorar el trabajo profesional por un lado y el resto del analisis por otro.
Abrazos.