Poderes absolutos

En conversaciones con uno de mis compañeros de blog, cuando hablamos del funcionamiento democrático siempre me cuestiona eso de la división de poderes y me dice algo así como que son los mismos con diferentes trajes.

En ese momento yo me pongo didáctico: la democracia es un proceso nacido de la obsesión de limitar el poder absoluto del que gozaban los reyes. Ese proceso comienza cuando, con el crecimiento del comercio y en los albores del capitalismo, surge la burguesía que empieza a tener el poder para cuestionar los privilegios de la nobleza (exenta de pagar impuestos) y el despotismo del Rey.

Por muy terrenal que os parezca, la chispa que encendió el movimiento democrático fue la capacidad para establecer impuestos (entre nosotros, la fracasada revuelta comunera fue una protesta de las ciudades castellanas contra las contribuciones que un Emperador extranjero les exigía para financiar los enormes gastos del imperio).

Las democracias anglosajonas comienzan con el lema no taxation without representation que terminó por triunfar con la reserva al Parlamento de la potestad para establecer tributos.

Así, frente al poder del Rey, al Parlamento, concebido inicialmente como una representación de las distintas clases sociales y después del propio pueblo, se le reservan dos de los poderes más intensos : la posibilidad de introducir nuevos recursos para financiar las políticas regias y la de restringir los derechos de sus antiguos súbditos, que ahora adquieren la categoría de ciudadanos. Sólo estos indirectamente a través de sus representantes pueden decidir una mayor contribución a los gastos regios (luego públicos) o autolimitarse sus derechos.

En este proceso, el tercer poder en discordia emerge de manera diferente en el mundo anglosajón y en la Europa continental. Aunque en ambos la justicia correspondía a delegados del Rey, en el mundo anglosajón se ganaron un cierto respeto al comenzar a reconocer derechos a los súbditos. En el continente, en cambio, actuaron como puros mandatarios del Rey, generando desconfianza en los revolucionarios. Así, los teóricos de la Revolución francesa, en su concepción de una sociedad presidida por la diosa Razón, consideraban que la Ley debía regularlo todo y los jueces, sobre los que pesaba la sombra de la sospecha, debían limitarse a aplicar esa Ley al caso, siendo, simplemente, la boca que dice la ley. En el mundo anglosajón, la construcción del ordenamiento jurídico, al menos inicialmente, se hace de abajo arriba y los jueces, con el prestigio ganado al ponerse al servicio del progreso, van haciendo la ley a través de la jurisprudencia que se sienta en cada caso.

De cualquier modo, el resultado de este proceso es que, con la caída de las monarquías absolutas y el surgimiento de los regímenes democráticos, los poderes clásicos del Rey se dividen en tres: el Legislativo, que dicta la ley y controla al Gobierno; el Ejecutivo, como sucesor de los antiguos reyes; y el Judicial, que garantiza el respeto a la ley. La idea es que, a través de esta distribución de funciones, nadie ostente un poder absoluto y los distintos poderes se vigilen y controlen entre sí mediante un sistema de pesos y contrapesos.

En este devenir, hay que tener en cuenta dos circunstancias relevantes: el proceso tiene como fin controlar el antiguo poder del Rey, que hoy ejercen el Presidente y su Gobierno. Y el poder siempre tiende a expandirse y a conquistar nuevos espacios, de manera que la subsistencia de la democracia exige estar permanentemente alerta frente al peligro de que uno de los tres poderes se convierta en hegemónico y los límites sean pura fachada justificativa, frente a la opinión pública, de la legitimidad del régimen.

Pocos pueden dudar de que nos encontramos ante una profunda crisis de las democracias.

Entre nosotros, las leyes se negocian fuera del Parlamento por el Gobierno con los líderes de otros Ejecutivos regionales o de otros partidos políticos, de manera que los debates y votaciones en las Cortes actúan como puro cumplimiento de un requisito formal vacío de contenido. Donde la Constitución y el Tribunal Constitucional dicen que los parlamentarios representan al pueblo y que a ellos y no a los partidos pertenecen los escaños, la realidad es que son simple correa de transmisión de lo que impone el líder de la formación.

De este modo, no es de extrañar que la gente entienda que hay una evidente confusión entre dos de los Poderes del Estado. Y, hasta ahora, el verdadero dique de contención para evitar una vuelta a un Poder omnímodo ha sido el Judicial.

Pero al Poder no le gustan los controles y era lógico pensar que también iba a tratar de colonizar ese único límite real. Y, así, cada cierto tiempo asistimos con perplejidad a los cambalaches entre líderes políticos para cubrir las más relevantes plazas del Poder Judicial. Es habitual que, aunque la Constitución exija una mayoría cualificada para designar a los miembros del Consejo General del Poder Judicial o a los magistrados del Tribunal Constitucional, los líderes políticos negocien fuera del Parlamento un determinado reparto de sillas que después se valida en un debate y votación parlamentarios.

Es cierto que la justicia de a pie sigue manteniendo importantes resortes de independencia. Sin embargo, como ha señalado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la independencia supone que el sistema garantice que, por sus resoluciones, el juez no pueda verse sometido a castigos o esperar premios (de cualquier tipo); y lo cierto es que la organización va poco a poco corrompiéndose por arriba y el Poder que debía ser controlado va introduciendo su virus en el máximo Órgano de Gobierno de los jueces, que decide sobre ascensos, inspecciones y régimen disciplinario. De este modo, se extiende la sensación de que el Poder hegemónico puede premiar o castigar al juez en función de sus decisiones.

Ciertamente, el virus todavía no ha infectado completamente a la organización judicial, que tiene todavía un potente sistema inmunitario que resiste (parece que el Covid me ha afectado más de lo que pensaba); pero si nos acostumbramos y toleramos este funcionamiento perverso, las defensas irán cayendo.

Los historiadores nos recuerdan que los procesos revolucionarios francés y ruso no se desencadenaron en asambleas socialistas o comunistas, sino que surgieron del principal apoyo del antiguo régimen: una nobleza provincial empobrecida.

Hoy estamos viviendo un momento parecido en el que el primer impulso y soporte de la democracia -la clase media- está pasando por una profunda crisis que facilita la decadencia del régimen y quizás el resurgir de poderes absolutos. Este verdadero movimiento de placas recibe, además, el viento favorable de un fuerte desplazamiento del poder desde las democracias representativas (consideradas como el mejor sistema para el desarrollo económico) a rígidas dictaduras capitalistas, que parecen prevalecer y marcar tendencia.

En fin, aunque todo este Matrix en el que estamos sumergidos esté construido para favorecer la distracción y la confusión, es tiempo de estar en máxima atención y alerta.

Como escribió mi amigo Raúl en este blog hace ya tiempo va a ser evolución o revolución. Espero que no nos toque revolución.

3 comentarios

3 Respuestas a “Poderes absolutos”

  1. O'farrill dice:

    Siempre viene bien y nunca sobra el recordar las bases mínimas de un sistema democrático donde no exista poder absoluto en la organización del Estado. Gracias a Isaac por su artículo.
    Oswald Spengler en su «Decadencia de Occidente» allá a principios del siglo pasado decía: «….hacia el año 2000, la civilización occidental en estado de degeneración, entraría en estado de extinción, lo que provocaría la aparición del cesarismo (omnipotencia extraconstitucional y por tanto antidemocrátrica) de la rama del ejecutivo….» Dicho de otra forma, la captura del Estado (incluso en su máxima figura) por los gobiernos o ejecutivos aprovechando el poder de administración del Estado recibido de los ciudadanos, en una sobreactuación poco escrupulosa con la propia Constitución y el ordenamiento jurídico más básico.
    En todo ello parece que hay una cierta dejación de las funciones de «arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones» (artº 56 de la C.E). asignadas a la Jefatura del Estado y más específicamente las recibidas en el artº 62, cuyas causas son motivo de todo tipo de conjeturas que afectan a la institución. Una cuestión específica es cómo queda la institución al sancionar y ordenar la publicación de decretos inconstitucionales del gobierno, que me gustaría aclarara Isaac. Va siendo hora de que la «soberanía nacional» de la que emanan los poderes del Estado (todos) tenga una explicación convincente al respecto.
    La prostitución institucional ha alcanzado unas cotas inasumibles en todo ese mundo occidental que presume de «democracia», mientras se vulneran derechos fundamentales con cualquier motivo y ocasión.
    Gran parte de la culpa está en los cuerpos del Estado (que no del gobierno) cuya función está precisamente en evitar desmanes de los ejecutivos, así como en los supervisores que no quieren enfrentarse o ese gran mundo de la sociedad civil subvencionada de una u otra forma. Hemos vendido la democracia y alquilado nuestras almas al mejor postor desde hace muchos años para destruir, enfrentar y mutilar a nuestros semejantes.
    Podemos verlo y mirar para otro lado, podemos caer en la tentación cómoda de dejar que otros se expongan y se opongan a esos poderes absolutos («Poderes salvajes» de Ferrajoli), podemos incluso hacer dejación de nuestra dignidad como seres humanos pero, no lo olvidemos, otros se harán con nuestras voluntades anuladas, conformistas e irresponsables.
    Un cordial saludo.

  2. Manu Oquendo dice:

    Dalmacio Negro, probablemente el principal pensador político vivo en Occidente, nos recuerda que de la palabra Democracia existen registadas 600 acepciones diferentes. Seiscientas, queridos compañeros de foro. Es decir estamos ante un Significante Vacío para cualquier filólogo.
    Una amiga estudiosa y filóloga me recordaba esta mañana que hoy día decimos palabras asumiendo que los interlocutores compartimos su significado. Algo que no es cierto en ninguna cuestión importante para el Poder Social.

    El resultado es que en cuestiones que afectan a la Dirección política y social, las personas normales no podemos comunicarnos entre nosotros mismos porque deliberadamente nos han prostituido el lenguaje. Deberíamos ser consciente de ello y no aceptar esta praxis perversa del Poder de prostituir las palabras y los conceptos.

    A su vez, Alexis de Tocquevillle, que nos legó el principal texto analítico sobre una moderna democracia, escribió un libro imprescindible: «La Democracia en América».
    Esta obra todavía muy económica que consta de dos volúmenes y cuatro libros, nos recuerda en su último «libro» que ya desde su nacimiento apuntaban en dicha democracia dos grandes tendencias: La Mediocridad y la paulatina Implantación del Despotismo de los Mediocres.

    Este último libro de dicha gran obra se publica en Francia hoy día como separata bajo el título «Le Despotisme democratique». Lo escribió cien años antes de que en la UE votasen las mujeres y 75 antes de que gran parte de los varones pudiesen votar. Aquí: https://www.amazon.es/despotisme-d%C3%A9mocratique-Carnets-lHerne/dp/2851979000

    A su vez supongo que todos somos conscientes de que todo Occidente –a ambos lados del Atlántico Norte– se está empobreciendo económicamente desde hace más de cincuenta años y de que, en Gasto Militar, hoy representa, más del 65% del gasto total mundial. Unas quince veces más que la malvada Rusia, por ejemplo. Los EEUU hace cuatro años tenía un presupuesto militar de 750,000 millones y uno de «Espionaje y Vigilancia» aparte de 150,000 millones de Dólares, Rusia no llega a los 70,000 en total de ambas categorías.

    También somos muy conscientes de que el Despotismo de los Ignorantes ya se ha implantado a ambos lados del Atlántico norte.

    En resumen, esto tiene una pinta muy parecida a la del Imperio Romano a partir del siglo V y a lo mejor ya es tiempo de comenzar a pensar a las razones y los remedios si los hubiere. Así, con los actuales esquemas del Imperio USA y las directivas de sus esclavillos la UE, no vamos a ningún lado.

    Saludos y gracias.

  3. R. Estévez dice:

    Recomiendo vivamente la relectura pausada de dos libros.
    El primero, «La democracia e América», de Tocqueville que lo escribió en la primera parte del siglo XIX. El segundo es más reciente, de 1999 y se titula «The deliberate dumbing down of America» –como todo lo bueno, es heterodoxo–. Es caro y largo pero hay PDF’s aquí, por ejemplo: https://www.academia.edu/11541661/The_Deliberate_Dumbing_Down_of_America que traducido viene a ser «La idiotización deliberada de América».
    Este último libro es de una inspectora de enseñanza norteamericana y trata sobre la utilización del sistema educativo de los EEUU para entontecer–sus palabras– a la población.
    Lentamente he comenzado a leerlo. No más de una página o dos al día pero pronto me llamaron la atención bastantes cosas.

    Una de ellas es la cantidad de talento y la maldad que los aspirantes a la conquista del poder social dedican a su empeño. Otra es la constancia en estos esfuerzos. Otra más es ver cómo la Unión Europea ha copiado un sistema educativo ideado para degradar a la propia población haciéndola más fácilmente «gestionable».
    Rusia, que hace un par de décadas se creyó el «sueño americano», también llegó a adoptarlo aunque el malvado Putin ya hace un par de años que está tratando de recuperar hábitos más exigentes con el alumnado.

    La psicología individual y social ha sido un instrumento clave en este proceso.
    No es casual que hayan desaparecido de la escena académica las grandes escuelas introspectivas sustituidas por los conductistas primero y posteriormente las «cognitivas» («Eres lo que yo te diga, chico. No razones y sigue tus emociones»). Quienes lo duden recuerden que ya hace más de treinta años que, de las Matemáticas previas a la Universidad se han eliminado todas las Demostraciones de todos los Teoremas y Leyes de dicha disciplina. Es decir, se les imbuyen dogmas de fe y no se les exigen que usen su raciocinio para entender nada serio.

    Las repercusiones de lo anterior en los sistemas pedagógicos han sido muy importantes y han acompañando durante los últimos cuarenta años nuestro patente declive intelectual y tecnológico en zonas estratégicamente cruciales. Los resultados son para hacérnoslo ver y ya se notan en la brutal caída de la producción intelectual (patentes, etc) de Occidente. Recuerden que la UE ya produce menos intelectualmente que Corea del Sur según el último informe de la ONU.

    A su vez, y como explica el comentario anterior de Oquendo, la última parte del libro citado de Tocqueville (libro IV) se titula el «Despotismo Democrático» y dibuja el previsible desarrollo de las democracias modernas que hoy palpamos plenamente.

    No les sorprenderá saber que la reunión de la OTAN en Madrid el pasado Julio, oficializó la estrategia de Gestionar nuestro «Espacio Cognitivo». Recuérdenlo.

    Es decir…. ¿Qué democracia? ¿De qué democracia nos están hablando?

    Me temo que se nos está haciendo muy tarde para espabilar.

    Un saludo cordial y gracias a D. Isaac por recordárnoslo.

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