Realizo el siguiente experimento para escribir este artículo porque soy súper profesional:

Me desplazo hasta una estación de tren y, una vez dentro, me sitúo en una zona apartada de asientos vacíos. Estoy completamente sola y aprovecho para sacar un cigarrillo electrónico. Al cabo de unos segundos, observo cómo una señora se toma la molestia de atravesar toda la sala para reprenderme. Me dice que está prohibido fumar en los espacios públicos (porque ya hablamos en estos términos) y le contesto que, precisamente por eso, mi cigarrillo es ELECTRÓNICO. Ella, visiblemente decepcionada, se aleja con gesto de perdonarme la vida. Casi me dan ganas de disculparme: “lamento mucho que no pueda usted ejercer su vocación policial. Otra vez será”.

Mis sospechas se confirman: lo que molesta no es la consecuencia de una infracción, sino la infracción en sí. ¡Lo que molesta es la rebeldía!

Las leyes nacieron para proteger la especie; para evitar que los seres humanos se maten los unos a los otros. Las leyes podrían incluso haber sido pensadas para asegurar la supervivencia de los necesitados y amparar a los débiles, pero en realidad todos creemos que las leyes existen para legislar a los demás. Si yo no delinco es porque soy una ciudadana responsable que piensa en el otro a la hora de actuar, pero no todo el mundo es como yo, y si no existieran las leyes la gente haría cosas horribles. Luego las leyes existen para “esa gente”.

Me deja muy tranquila que se creen normas para protegernos. Y me deja muy tranquila que si a alguien se le ocurre saltárselas, siempre haya otro cerca para recriminárselo. Una cadena solidaria de responsabilidad ciudadana se extiende por las calles en nombre de la justicia. Cuando se instauró la ley antitabaco, nos animaron desde el Gobierno a denunciar de forma anónima a quien la infringiera. Lo mismo sucede con el reciclaje, ya que el ayuntamiento de Madrid envió hace un tiempo información electrónica alentando a los vecinos a que denunciaran a los que no reciclaran. Y con la posibilidad de denunciar el fraude fiscal (el ajeno, claro, no vas a denunciarte a ti mismo) la historia se repite.

Los entusiastas de las reglas están contentos. Ahora todos somos policías y esto es divertido. Denunciar a los demás por su actitud incívica nos otorga una superioridad moral que de otra forma nunca habríamos obtenido. Y esto es divertido también. La superioridad moral es muy cachonda, no me diréis que no. Y con esto no estoy diciendo que uno no pueda llamarle la atención al dueño de un perro que va dejando excrementos por las calles para que tú acabes pisándolos con tus sandalias nuevas. Esto no.

Las ciudades están invadidas por cámaras de seguridad que vigilan nuestros pasos. Con esta medida me siento mucho más segura que con cualquier compresa con alas. Y si tú te sientes tratado como un sospechoso permanentemente, será que algo habrás hecho. No se está violando la intimidad de nadie, quede claro, se está potenciando la protección ciudadana; lo hacen POR NOSOTROS. Que solo les falta añadir un cartelito junto a las cámaras que rece “me duele más a mí que a ti”.

Las leyes que alegan actuar por mi bien son mis favoritas. Porque ¿quién soy yo para decidir si algo es perjudicial para mí o no? NADIE. El Estado decide cómo debemos vivir y, en vez de cabrearnos por la intromisión, lo celebramos enérgicamente. Natural. Pero en este terreno nos quedamos cortos. Yo puedo denunciar que alguien esté fumando en una zona prohibida, pero no puedo denunciar que un inconsciente salga a correr a las tres de la tarde en pleno julio. Esto me parece mal, creo que tengo derecho a dar parte. También sería importante poder denunciar al señor gordo que se está comiendo un tiramisú en la mesa de al lado si intuyo que no le conviene. “Caballero, con su nivel de colesterol no puede comerse un postre después de los huevos fritos con chorizo. Acompáñeme”. “Señora, la temperatura ha descendido y usted va claramente desabrigada, voy a tener que notificárselo a las autoridades porque se va a resfriar”.

Cuando el gobierno de Zapatero decidió reducir la velocidad máxima en carretera, muchos se pusieron de lo más contentos. Hay quien celebra una nueva ley como una victoria del sistema del que somos tan fans. Todas las razones que cimentaban aquella ley eran apoyadas incondicionalmente por esos que hoy ni recuerdan por qué era tan imprescindible. Y si en algún momento el actual gobierno aprueba rebajar el límite de la velocidad de la luz, habrá quien lo encuentre indispensable. Porque, bien pensado, la luz no debería viajar tan deprisa; no es justo y podría ser peligroso … sobre todo para ella.

Propongo que volvamos a los serenos; esos hombres contratados para velar por la seguridad de los ciudadanos que, en realidad, se dedicaban a vigilar los movimientos de los vecinos. Y deberemos recordar de nuevo que todo esto se hace por nuestro bien. Nos quedaremos tan contentos, convertidos en lo que pasaremos a llamar “ciudadanos pasivos”, tan calladitos, tan conformes, tan asustados, tan obedientes. Eso sí que es insano, pero apuesto a que para entonces no existirá ninguna ley para legislarlo.

PD.

“Los asesinatos de mamá” narra la historia de un ama de casa que se convierte en asesina en serie. En el juicio, en el que ella se defiende a sí misma, interroga a la única testigo de su último asesinato, pero ésta pierde toda su credibilidad cuando confiesa que no recicla.

Una parodia magistral y cada vez más cercana a la realidad.

19 comentarios

19 Respuestas a “POLICÍAS”

  1. juan dice:

    Lo normal es que si alguien te ve fumando te diga que eso no se puede hacer.
    Si es un cigarrillo electronico, QUE NO SE DISTINGUE A DISTANCIA, pues se pide perdon y se acabó el problema.No saques las cosas de quicio y alucines con vivir en un estado policial.Si mas ciudadanos reprendiesemos a los dueños de perror que llenan todo de m, papeles tirados, cigarros en lugares publicos,etc, este seria un pais más agradable porque la gente no lo haria y algunos no tendrian que hacer el papel de policia, que la policia NO HACE.

    1. Bárbara Alpuente dice:

      ¿Por qué tiene que reprenderme si NO ESTOY MOLESTANDO?

      Pd. Se puede mantener un tono más educado para discrepar. A la siguiente tendré que denunciarte a alguien.

  2. Yaya Ceravieja dice:

    En parte estoy de acuerdo contigo, y en parte no. Por ejemplo, precisamente en el tema del tabaco. ¿Por qué me tengo que tragar yo, que no fumo, todo el humo que tú (o cualquier fumador) expulsa? O con las cacas de los perros. ¿Por qué tengo que pisar porquería de perro ajeno o propio? Y aún más allá, cuando los dueños los llevan sueltos, ¿por qué tengo que aguantar que un animal se me suba encima? Y antes de que nadie me diga nada, he tenido perros toda la vida, ahora tengo ratas y cobayas, y mi madre tiene perra que me llena de pelos y babas cuando me arrimo.

    Y hay muchos más ejemplos. Con el buen tiempo, tomar algo en una terraza situada en una placita, se convierte en deporte de riesgo, es más que probable que te lleves un balonazo de algún chaval, mientras su mamá y su papá están tranquilamente sentados en la mesa de al lado, ignorando al crío. Y no se te ocurra decirle nada, por supuesto, que encima la bronca te la llevas tú, a pesar de haberte llevado un pelotazo en toda la geta…

    Pero la realidad es que tu libertad termina cuando empieza la mía, y la mía acaba cuando invade la tuya. Si quieres drogarte, adelante, es tu problema y sólo te afecta a tí y a los tuyos, pero si fumas a mi lado (por ejemplo) me estás afectando a mi.

    El problema que tenemos es que no sabemos ser respetuosos con los demás, y al final no dejan muchas veces más salida que la denuncia al canto, siempre que sea algo legislado. Porque hace unos años, pedirle a un señor que por favor no fumara a tu lado porque te acababas de operar, era recibir una contestación del tipo de «fumo cuando me da la gana, no me vas a venir tú a decirme cuando fumar»…y ésto ha sido mi experiencia verídica.

    1. Bárbara Alpuente dice:

      Desde luego. A más responsabilidad individual y a más solidaridad social menos necesarias serán las leyes.

      Pero hay que ir preparándose para esa posible libertad.

    2. Manuel dice:

      «La perra de mi madre me llena de pelos y babas»
      Vete a vivir a Marte y no nos llenes tú de «babas» a los demás.

  3. Javi dice:

    Al final casi cualquier cosa afecta en mayor o menor medida a los de al lado. Muchas veces con el tema de «mi libertad termina donde empieza la tuya», aunque sea un buen punto de partida, no llegamos a nada.

    Has mencionado algunos temas en concreto con los que voy a discrepar. Por uno u otro motivo

    Hablabas de fumar en espacios públicos. Aquí la legislación está hecha «a lo grande». ¿Dónde podemos poner el límite de «ahora molestas» y «ahora no»? ¿Sólo en habitaciones cerradas? ¿Sólo molestas a menos de 4,5m siempre y cuando no estés en la dirección del viento? A mí en su día me sancionaron por fumar en un instituto de secundaria a las 7:30 de la mañana en una esquina de un patio solitario. El conserje se tomó la molestia de ponerse el abrigo y cruzar todo el patio para ejercer de policía. En este caso parece claro pero en muchos otros… pues no tanto.

    Con lo de las carreteras y los límites de velocidad me parece que el tema de la manida libertad individual no casa bien con un medio en el que las acciones (o inacciones) de los demás pueden hacerte sufrir un accidente en el que puedes, por ejemplo, morirte. ¿Tengo libertad a ir a 180 en una recta muy larga alegando que «yo sé lo que hago»? Pues hombre. Si estás tú sólo en la carretera y sus alrededores y además no viaja nadie contigo, quizá. Pero todos sabemos que este nunca es el caso.

    En cualquier caso el estado normalmente intenta legislar (o al menos esa es la teoría) en aquellas cosas que le generan gastos u otras externalidades. Si prohiben la comida basura en los colegios públicos puedes tomartelo como una intromisión en tu vida privada «por que sí», pero ponte a echar la cuenta de cuánto dinero se gasta el estado mediante la sanidad pública en tratar enfermedades y transtornos derivados de la obesidad.

    Es normal la pulsión del ser humano por hacer lo que uno quiera y cuando quiera. No me creo que haya personas que no tengan ese anhelo, pero también hemos de tener en cuenta que vivimos rodeados de miles, millones de personas en sistemas muy complejos de los que formamos parte. Nuestras acciones SIEMPRE afectan a los demás de un modo u otro (y esa es la gran falacia del pensamiento liberal puro). Eso también tiene un precio.

  4. Alicia Bermúdez dice:

    Tengo un amigo que tiene un amigo escritor que dice que no quiere publicar lo que escribe. Mi amigo le pregunta por qué y el escritor contesta que porque tiene miedo de que lo lean mal.
    A mi me parece que aquí, a Barbara, le está pasando algo parecido. Bueno, puede ser mi apreciación muy subjetiva.
    ¿Sabes, Yaya Ceravieja? Hace un par de años algunos vecinos denunciaron a los que teníamos aire acondicionado. Recibimos del ayuntamiento unas cartas que metían los corazones en un puño, pero, eso sí, muy respetuosas, todo muy dentro de los límites de la corrección.
    Creo que incluso me trataban de «distinguida señora» y se despedían con un cordial saludo.
    Bueno, a lo mejor he exagerado un pelín.
    Pero estoy segura – pero que segura, segura, y segura además de no estar exagerando – de que media una gran distancia entre la forma y el espíritu de las cosas.
    En los comentarios que llevo leído queda bastante patente que lo importante son las formas.
    Al espíritu que le frían un paraguas (o dos si son pequeños).
    Nota: Lo de los paraguas no es mío, pero es que me parece muy bonito.

    1. Yaya Ceravieja dice:

      No creo que lo importante sean las formas dejando de lado el espíritu. Curiosamente me he dado cuenta de que, a mayor educación, menos caso te hacen. Desgraciadamente, me he visto obligada en muchas ocasiones a ponerme «borde», porque se ve que pedir las cosas por favor no tiene el mismo efecto. Por eso en ocasiones es necesario tomar otras acciones. No sé qué te ocurriría en tu comunidad, ni cuáles son las reglas que se tienen ni el motivo por el que te denunciaron, pero hay que saber ver las cosas con un poco de coherencia. No niego que muchas veces la gente se queja porque considera que «su libertad» se extiende hasta un punto un poco surrealista, yo como pianista lo he tenido que sufrir en ocasiones, pero también es cierto que a la mayoría de la gente le das la mano, y se coge el brazo y parte del torso….

      1. Alicia Bermúdez dice:

        Lo que estoy pretendiendo decir no tiene que ver con ninguna anécdota puntual. Lo que he querido resaltar es que la mayor parte de los comentarios os habéis centrado en, eso, las anécdotas, anécdotas con las que Barbará ilustra su artículo que a mi modesto entender va más allá del fumador o del señor gordo o de la señora poco abrigada; y tiene más que ver con cómo…
        Y que, bueno, caramba; no soy yo quién para explicar a nadie lo que está escrito en el artículo de Barbara.
        Que, por cierto, me ha parecido encantador. Y que, me ha parecido también – y perdonadme – que no todosssssssssss hemosssssssss leído bien.
        Prueba de ello es que tú, concretamente, vuelves a quedarte en la anécdota.

  5. Remedios dice:

    En otros tiempos a estos «policías civiles» se les llamaba simplemente chivatos. Y tenían el trato y la consideración que se merecían, por advenedizos, arribistas, tocapelotas, cizañeros, aguafiestas y comemierdas.

    Ahora el Poder nos ha lavado el cerebro para hacernos creer que son agentes «veladores del bien común». Y no son pocos los que van y se lo creen, los muy imbéciles.

  6. Alberto dice:

    Buenos días, Bárbara. Por algunos de los comentarios vertidos parece evidente que sus reflexiones eran necesarias. Desde luego en la historia no abundan los policías poetas, los policías filósofos o los policías místicos.

  7. Alberto dice:

    P.D. Cuando digo «sus reflexiones» me refiero usted, no a los comentaristas.

  8. José Luis Carrillo dice:

    Aunque no soy muy amigo de los refranes, no me dirán que ese de “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces). En aras de la libertad, la independencia y el bien común, estamos dispuestos a justificarnos en todos nuestros actos y pensamientos.

    A este paso las Bienaventuranzas, que nos transmitieron desde aquella montaña, (posiblemente no muy bien traducidas), se van a quedar reducidas a dos; los que tienen hambre y sed de justicia y los que padecen persecución por esa misma justicia.

  9. Martin dice:

    A BOTE PRONTO

    Recuerdo que hasta hace dos días, como el que dice, se podía fumar dentro de las habitaciones de los hospitales.

    Recuerdo cuando el inocuo medicamento Bio-Bac, lo recetaba la seguridad social, y más tarde, aún sabiendo que salvaba vidas, lo retiraron de la circulación con malas artes.

    Recuerdo cuando alguien fallecía, estaba en su casa al menos 2 días. Ahora estamos deseando quitarnos el muerto de encima y lo largamos a la casa de los muertos.

    Recuerdo cuando las basuras, las recogía un señor que iba en un carro tirado por mulas, toda la basura iba mezclada, ahí estaba el negocio del basurero. Llegaron a hacer grandes fortunas. Ahora quieren que reciclemos la basura nosotros sin ningún tipo de contraprestación.

    Recuerdo cuando se podía conducir coches sin cinturón de inseguridad. Ahora, parece que conviene te quedes lisiado por el politraumatismo de costillas y o columna, por el impacto de frenado del cinturón.

    Recuerdo cuando los abuelos iban a vivir con los hijos al no poder estos valerse por sí mismos. Ahora los enviamos a los asilos por que los viejos molestan.

    Recuerdo cuando no teníamos teléfono en casa y había que ir a la cabina telefónica o a casa de algún vecino a llamar a alguien. Ahora, entramos en pánico si nos dejamos el móvil olvidado.

    Recuerdo cuando una gripe se pasaba con calditos, algún febrífugo y reposo. Ahora se inventan mutaciones víricas imposibles y medicamentos carísimos e inútiles.

    Recuerdo cuando con un sueldo podían vivir una familia, abuelo incluido. Ahora tienen que trabajar dos y aún y así, no llegan a fin de mes.

    Recuerdo que de niño, jugaba al “guá” con niños de todas las edades de los 5 a los 15 y a pesar de la diferencia de edad, no había ningún problema. Bueno, el único problema era que los mayores nos ganaban las bolas. De todas formas, molaba mucho tener amigos mayores. Ahora es imprescindible que estén todos repartidos por edades.

    Os recuerdo a todo el foro, que me recordéis, que estoy en este mundo para algo más que para aceptar sumiso e impotente las absurdas leyes impuestas por los que rigen esta absurda sociedad.

    1. Alicia Bermúdez dice:

      Yo también recuerdo ese tipo de cosas, de cuando hace dos días como el que dice éramos normales. Ahora estamos normalizados. Cómo estaremos en como el que dice otros dos, y con tantas posibilidades y técnicas avanzadísimas de que disponemos para «perfeccionarlo» todo, casi mejor que como que ni pensarlo o, si se prefiere sí pensarlo, darse prisa porque para entonces ya no pensaremos.

  10. Manu Oquendo dice:

    Me ha gustado mucho el artículo de Bárbara. También el «A bote pronto» de Martin.
    Es un asunto que casi todos reconocemos y que quizás merecería más atención. Cada día hay una regulación nueva tipo ITV’s de coches, –cada vez más frecuentes y en negocios ministeriales de la casta– y lo mismo nos acaban de hacer para nuestras casas.
    Siempre es posible encontrar una justificación pero son impuestos indirectos para mantener un sistema que no puede estrujarnos más.
    O a lo mejor sí.

  11. Alberto dice:

    De todas las responsabilidades que pudiéramos considerar necesario asumir, hay una que me parece urgente e insoslayable: la insumisión. Cada día un poco más. Me temo que si no me aplico, pronto no me va a quedar ni dignidad.

  12. Uno mas dice:

    Se nos llena la boca de derechos y leyes, pero deberiamos empezar por nuestra responsabilidad, nuestras obligaciones y deberes para con nosotros y con nuestro entorno y ya veriais como pensando mas en lo que debemos hacer, cada uno, la sociedad avanzaria mas libre. Ocupemonos en lo que debemos hacer y no en lo que debe hacer el otro.

  13. Rocío dice:

    Mejor ejemplo … imposible!!!
    Buenísima esa película… que aparentemente es una americanada… pero con respecto a las libertades de uno para con los demás y «lo que yo pienso es lo que tiene que ser» es el mejor ejemplo.
    Y además con humor… qué más?

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