Tras la desaparición de la URSS, en 1990, arrastrando consigo el tipo de comunismo que tanto promovió, el mundo pareció asumir que ya solo había un modelo al que se podía aspirar: el representado por la democracia liberal en lo político y la economía de libre mercado en lo económico; un modelo que ya venían impulsando con anterioridad los países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza.
Durante varias décadas Occidente ha tratado de ir extendiendo su modelo al resto del mundo. En parte por puro interés, ya que sus empresas necesitaban ampliar sus mercados; pero, en parte también por el convencimiento intelectual de que el suyo es un modelo moralmente superior. No solo porque se garantizan los derechos humanos, las libertades y derechos políticos, una justicia independiente y la posibilidad de cambiar a los gobiernos cada cuatro años, sino porque, además, se considera que es el más eficaz en la gestión de un país moderno.
Sin embargo, desde que en 1979 China decidió apostar por su propio modelo, caracterizado por una combinación de capitalismo público y privado, pero dirigido por el Partido Comunista, unido además a un férreo control de la sociedad, este país ha sorprendido al mundo por la eficacia que ha demostrado en muchos aspectos.
China ha logrado por sí sola que unos 300 millones de habitantes hayan alcanzado unos niveles económicos equiparables con los occidentales, una hazaña sin precedentes.
Desde entonces China ha conseguido sacar de la pobreza extrema a 800 millones de personas, su aportación a la economía mundial ha pasado del 1,5% al 15,4% actual y en pocos años será la primera economía del mundo. Es cierto que, paralelamente, las desigualdades en las condiciones de vida de sus habitantes se han disparado y sus normas laborales serían inadmisibles para cualquier occidental, pero también lo es que este país ha logrado por sí solo que unos 300 millones de habitantes hayan alcanzado unos niveles económicos equiparables con los occidentales, una hazaña sin precedentes.
Nos hemos acostumbrado ya a ver cómo China, a través de sus empresas, despunta en muchos de los campos más innovadores y tecnológicamente pujantes del mundo. Esos y otros logros son, además, el resultado de unas estrategias a largo plazo que sus elites políticas vienen diseñando y aplicando década tras década. Algo envidiable cuando lo comparamos con el cortoplacismo que reina en Occidente.
Quizás lo que más ha llamado la atención en la opinión pública mundial es la enorme eficacia que, al parecer, han logrado a la hora de controlar y reducir el impacto del Covid-19. Habiéndose originado allí este virus, los 4.844 muertos que acumula China contrastan con los 563.440 de Estados Unidos o los de cualquier nación europea, según la Universidad Johns Hopkins.
Por supuesto que, como todos sabemos, la otra cara de la moneda es el terrorífico control político que se ejerce en este país sobre sus ciudadanos. Un control que, apoyado en las más avanzadas tecnologías, sería insoportable e inimaginable para cualquiera de nosotros.
Para muchos países del mundo, con escasa tradición democrática y de libre mercado, el modelo chino ofrece unos atractivos que compiten con la, hasta hace poco, primacía del modelo occidental.
La cuestión es que, para muchos países del mundo, con escasa tradición democrática y de libre mercado, el modelo chino ofrece unos atractivos que compiten con la, hasta hace poco, primacía del modelo occidental.
Pensemos en África, por ejemplo, un continente con unas perspectivas abrumadoras de crecimiento demográfico y donde es muy improbable que el ritmo de crecimiento económico, aplicando las leyes del libre mercado, vaya a proporcionar empleo a esa enorme masa de jóvenes. En algunos de esos países, tanto la eficacia económica como el control político de la población que exhibe el modelo chino resultarán mucho más tentadores a sus gobernantes que los valores que encarnan las democracias occidentales.
Naturalmente, para esos gobernantes el problema del modelo chino es que es muy difícil de copiar, ya que deriva de una implantación centenaria y con mano de hierro del Partido Comunista, construida además sobre un poso de disciplina social largamente cultivado por la tradición confucionista. Una combinación que no sería nada fácil trasplantar a otras realidades históricas, culturales y políticas.
Por ahora, China se está limitando a tejer unas redes comerciales cada vez más amplias y estrechas con todos los países que puede en función de sus propios intereses. Y lo hace sin cuestionar los sistemas políticos de esos países, ni mostrar la actitud de superioridad moral que tanto gusta a los occidentales.
Sin embargo, en los últimos años han empezado a tomar cuerpo diversas amenazas asociadas a la geoestrategia que está siguiendo como segunda potencia global, en una competencia cada vez más obvia con Estados Unidos.
Desde Occidente, por otra parte, nos hemos acostumbrado durante mucho tiempo a mirar a China como si solo fuera un inmenso mercado para nuestras empresas y un país interesado en el comercio y en el crecimiento de su PIB. Sin embargo, en los últimos años han empezado a tomar cuerpo diversas amenazas asociadas a la geoestrategia que está siguiendo como segunda potencia global, en una competencia cada vez más obvia con Estados Unidos.
Amenazas que van desde el control que está tejiendo para garantizarse el acceso preferente a las fuentes mundiales de los principales recursos naturales y materias primas; pasando por un control similar de las principales vías de comunicación y medios logísticos; un crecimiento acelerado de su poderío militar junto con un discurso cada vez más agresivo en los litigios territoriales y marítimos que tiene con sus vecinos, hasta llegar al dominio en todos los terrenos que podría lograr si consiguiera erigirse en proveedor prácticamente único de varias tecnologías claves para el futuro, como por ejemplo la 5G.
Siendo evidente la necesidad que tiene Occidente de prestarle la debida atención a todas estas amenazas, sin embargo, aunque ahora nos pueda parecer inimaginable y hasta ridículo, en comparación con las anteriores, nuestras elites políticas deberían plantearse muy en serio otra que afecta a la misma esencia de nuestro modelo.
Si el principal atractivo que ofrece nuestro modelo es el de los valores democráticos, en la medida que esos valores se puedan ir degradando y vaciando de contenido, un sector de nuestra sociedad podría empezar a pensar que quizás una dictadura, que fuese realmente eficaz en lo económico, como lo ha conseguido China, podría no ser tan mala opción.
En otras palabras, dado que ya hemos visto que el éxito económico puede lograrse, y además de forma espectacular, bajo regímenes dictatoriales, de cara al futuro la principal baza que deberán tener los sistemas democráticos para seguir siendo populares e incuestionables es, precisamente, que los valores que los caracterizan, no solo no se deterioren, sino que vayan ganando en credibilidad y autenticidad. Cosa que, para cualquiera que siga la actualidad social y política, no es lo que está sucediendo.
Es muy de agradecer que D. Manuel Bautista nos plantee la cuestión de la «amenaza china».
No voy a ser yo quien criminalice a China como amenaza democrática ni quien deje de reconocer que China no es un ideal para nadie que aspire a ser un ser humano que persiga su realización vital integral en un entorno de libertad.
La libertad es lo que nos hace verdaderamente humanos mientras que su ausencia nos degrada porque nos impide, entre otras cosas, el ejercicio autónomo de la voluntad. Libertad, voluntad y responsabilidad –personal y social– son tres aspectos fundamentales de lo que significa Ser Humano.
Sin ellas dejamos de ser un Vector Cósmico para ser un mero instrumento de quienes nos roban esas tres cualidades extraordinarias en lo que hoy entendemos como creación y destino. Por tanto China no es mi modelo aspiracional y podría ser, eventualmente, un adversario.
Sin embargo y así las cosas me temo que nosotros, –España, la UE y el Imperio que nos dirige a través de nuestros gobernantes–, no estamos en condiciones de dar lecciones a nadie y menos de valores morales.
Por una razón: los principales enemigos de la libertad y de la democracia los tenemos Dentro y campando por sus respetos. Imponiendo una Ingeniería Social deleznable y destructiva de nuestra civilización.
Quiero referirme aquí brevemente a la obra de Fukuyama de 1998 «Trust» en la cual analiza en bastante profundidad la sociedad china para destacar su afirmación de que, –mientras Occidente lleva sesenta años intentando destrozar nuestras instituciones primigenias, la familia, por ejemplo–, China está sosteniendo y reforzando su modelo de Familia Confuciana (como la nuestra pero ampliada a los grados de sangre colaterales). Lo remarca Fukuyama recordando que el comunista Mao no pudo destruirla y que hoy es, precisamente, una Institución Crucial para explicar su asombrosa reducción de pobreza y el notable progreso de China basado en la excelencia, esfuerzo y unión social. La regla sagrada de no avergonzar a la familia que la «madre tigresa» profesora Ami Chua de Yale hizo popular hace unos años. https://en.wikipedia.org/wiki/Battle_Hymn_of_the_Tiger_Mother
Nuestros gobernantes hacen todo lo que pueden para «modificarnos como sea» y lo van consiguiendo propiciando unos grados de autodestrucción social que nos han convertido en un triste ejemplo y en el hazmerreir global.
A modo de ejemplo de lo que está pasando bajo directrices Imperiales y del Virreinato de Bruselas:
Esta semana «El Español», de P.J. Ramírez, nos trajo una joya de gran valor de manos de la alcaldesa de un pueblo importante de Madrid. Una mujer que más que mesetaria parece venir del antiguo elenco de aquel templo de la procacidad que fue «La Criolla» en pleno barrio barcelonés del Raval durante nuestra guerra civil.
https://www.elespanol.com/espana/politica/20210415/apaga-enciende-clitoris-propuesta-alcaldesa-socialista-getafe/573944036_0.html
El enlace ilustra muy bien la distancia que media entre los «dirigentes» que tenemos y lo que deberíamos tener.
Y no es culpa suya. En realidad los hemos ido creando nosotros dándoles cancha porque «son de los nuestros».
Ahora resulta que además de haber producido generaciones de analfabetos funcionales y carne de cañón in-empleable para las filas del paro, les faltaba a estos personajes esperpénticos la guinda: Necesitan batallones de pajilleras y pajilleros egresados de las aulas y prontos a asumir la responsabilidad de la ciudadanía.
El ejemplo de la Ilustrísima Alcaldesa no es anecdótico porque ya hace años que este tipo de pronunciamiento «des-ilustrado» se extiende por la geografía. Hoy vuelve a venir a cuento porque ratifica la deriva, ilumina el problema y oscurece aún más el camino terminal que estamos transitando mientras buscamos una Transición Estructural. Estas cosas tienen premio en la actual estructura de poder local y global.
Den ustedes por sentado que esta chica aspira, como la asaltante de oratorios cristianos luego apoyo de Carmena y todavía viviendo de nuestros impuestos con Errejón, a verse recompensada por su partido con un buen destino en la ONU como el de la ínclita ministra de «Igual-dá» Bibiana Aído.
La pena es que esta gente no venga por este foro para intentar aclararse y aclararnos. ¿Creen ustedes que este tipo de Mando Político está capacitado para entender lo que lleva entre manos en una ciudad como… Getafe?
Pues imaginen el resto.
Eventos «luminosos» de este tipo son muy de agradecer porque cada vez más gente cae en la cuenta de que el golpe de timón que necesitamos es imposible con sicarios y falsos «representantes» como ellos.
Más bien es cuestión de ampliar la capacidad de Discernimiento. Un bien escaso porque requiere esfuerzo y resulta muchas veces ingrato.
Especialmente cuando nos muestra, de forma clamorosa, nuestros propios errores de entendimiento.
En fin, que si me dan a elegir entre el modelo social de la Alcaldesa de Getafe y el de esta joven China, no tengo la menor duda de lo que más valor humano tiene. https://www.youtube.com/watch?v=i1oFFqFMlvI
Un saludo muy cordial y gracias por el artículo y el blog.
Tanto China, como Rusia con sus regímenes respectivos, han sabido entender el prestigio acumulado por cada una de sus naciones y los errores que las llevaron a la decadencia. Hoy China está apoyada culturalmente por sus tradiciones y por su historia y se ha quitado de encima los complejos que el mundo occidental pretendía imponerles.
La pregunta de si representa un peligro para nuestra democracia, queda ya respondida por el comentario anterior. ¿De qué democracia hablamos? Desde luego que lo que tenemos no es un ejemplo para nadie. Con el pluralismo político y el resto de lo que dice el texto constitucional al respecto, se ha hecho lo que ha dado la gana a los gobiernos de turno. Ahora con el Decreto/Ley entronizado en sustitución del Parlamento, más todavía la deriva hacia un sistema de poder totalitario ideológico, es evidente.
La cuestión es que el concepto «gobierno títere» tan utilizado en los análisis de inteligencia parece haber tomado sentido en muchos ciudadanos. Se trata de quien baila al son que tocan otros y ejecutan las instrucciones de fuera con toda docilidad. Por eso no es de extrañar lo fácil que es colocar las piezas del tablero mundial a través de la propaganda sobre las cuestiones más peregrinas. Una sociedad además acobardada por esa misma propaganda, es una sociedad sin pulso, sin proyectos, sin ilusiones y fácil de manipular.
Sería interesante saber en la nueva era Biden los reproches que los chinos le lanzaron en Alaska acerca de las últimas elecciones americanas. Se acabó la etapa de distensión anterior y de no injerencia de Trump y volvemos a la «guerra fría». Esta vez con actores diferentes. Tres potencias que se consideran globales están moviendo sus peones en diferentes partes del mundo. Sobre todo en Oriente abarcando desde el próximo hasta el mar de la China. Un polvorín donde cualquier gesto de amenaza, puede saltar al temible conflicto nuclear. En ese contexto van desapareciendo las naciones que se convierten en «vasallos» (por ejemplo, la UE de EE.UU. según Bzerzinski), cuando han sido suficientemente debilitadas y los valores y principios sociales.
Para terminar, en general la gente no es que prefiera una dictadura (que ya tenemos) en cualquiera de sus formas, sino que han dejado de respetar sistemas con políticos ineptos que los hacen más pobres y menos libres por mucho que se intenten disfrazar de «liberales». Las pruebas están ahí
Un saludo.
Reamente la principal amenaza que estamos viviendo es que poco a poco vamos descubriendo las deficiencias de nuestro sistema de vida. Comenzando por su correcta definición.
Por ejemplo, seguimos hablando de «libertad de empresa» lo cual es una falsedad tan monumental que da risa escucharla. Especialmente tras ver las leyes económicas de rígida Planificación Centralizada –con trampa incluida– que están orquestando la UE y el gobierno español en nuestro caso. Y lo peor es que esto lo hace gente que en absoluto está al nivel que el mundo exige.
Lo estamos viendo con la incompetente gestión del Covid y las vacunas en toda Europa por no hablar de las «agendas de desindustrialización de lo que antes industrializaron los mismos que hoy nos desindustrializan».
Nuestra semántica ya no refleja la realidad en un gran número de cuestiones muy importantes y por lo tanto nos enfrentamos a las consecuencias de esta grave carencia: no sabemos ni dónde estamos ni nos fiamos de quienes nos lo cuentan porque han perdido toda la credibilidad.
Un amigo diplomático con largos años de servicio en China añadía que los miembros del PC Chino, PCC, son abrumadoramente la crema de sus graduados y postgraduados con una gran presencia de altas ingenierías y que representan lo mejorcito de la educación mundial. Xi Jinping es Ingeniero Químico, por ejemplo. Por eso en pocos años se han puesto a la cabeza de la Propiedad Intelectual y Patentes global. LO del G% no es una anécdota.
En China para acceder a la Politécnica de Shanghai compiten cada año unos 4 millones de jóvenes y hay 3000 plazas en esa universidad. Los que no entran van a Harvard y destacan. De estos grupos selectos reclutan luego los miembros del PCC.
Si comparamos esta estructura de gobierno y gestión con las nuestras en Occidente nos encontramos con que aquí a la política no va precisamente lo mejor de cada casa ni de cada universidad. Y lo dejo aquí porque todos sabemos que la realidad es para echarse a llorar.
Estas cosas no son banales porque a nuestros interlocutores de dicho país –.o países porque Corea o Japón son iguales– les bastan segundos para darse cuenta del nivel de persona que tienen enfrente.
Los que no parecemos darnos cuenta somos nosotros, los votantes.
También esto –el diferencial educativo de las élites políticas– es una «amenaza». Pero me temo que la solución no es que ellos se hagan «como nosotros». ¿O sí lo es?
A lo mejor va a ser eso. Que quieren que se pongan a nuestro nivel.
Saludos
A propósito de lo que nos plantea el autor he encontrado una conferencia de un profesor de Singapur educado en los EEUU y que desde hace muchos años da clase en Asia, Kishore Mahbuhani. Incluso si descontamos su extraordinario tacto diplomático es interesante ver sus planteamientos.
https://www.youtube.com/watch?v=RO3izbn201s
La conferencia tiene lugar en uno de los numerosos foros de Harvard y el conferenciante da por sentado que China a corto plazo bien podría reemplazar a los EEUU como número uno mundial. Algo que económicamente ya es desde 2014.
En este enlace viene una entrevista a una catedrática española, Taciana Fisac, especialista en China a donde viaja para estudiar desde la infancia y posteriormente a dar clase de literatura. Tuve el gusto de escucharla durante unos cursos de verano en el Escorial.
https://elpais.com/elpais/2016/06/16/eps/1466028355_146602.html
Saludos cordiales