
En España estamos ante las enésimas elecciones. La fiesta de la democracia se ha convertido en un déjà vu que da pereza hasta a los más entusiastas.
Y elección tras elección seguimos sin resolver el que probablemente sea uno de los principales problemas de nuestro país. Veamos primero cómo funciona la anomalía.
En las elecciones de 2011, al partido independentista vasco Amaiur, cada uno de sus 7 escaños le costó 47.785 votos, mientras que a la extinta UPyD cada uno de sus 5 escaños le costó nada menos que 228.645 votos (casi 5 veces más que a Amaiur). En las elecciones de 2015, al PNV cada uno de sus 6 escaños le costó 50.264 votos, mientras Ciudadanos cada uno de sus 40 escaños le exigió 87.511 votos. En 2019, al Partido Regionalista de Cantabria su único escaño que le costó 52.197 votos, mientras a VOX cada uno de sus 24 escaños le salió por 111.549 votos.
Y lo mismo ha ocurrido en cada una de las elecciones al Congreso de los Diputados que se ha celebrado en España.
Como sabemos, nuestra Constitución establece un sistema de doble cámara, pero con una clara preeminencia del Congreso frente al Senado. Es decir, lo esencial es lo que ocurre en el reparto de escaños en el Congreso. En teoría, mientras el Senado es la cámara de representación territorial, el Congreso representa la soberanía nacional. En él se deberían discutir las cuestiones que afectan a todos, ya que los asuntos de ámbito regional están presentes no sólo en el Senado sino en cada uno de los Parlamentos autonómicos.
El sistema electoral es la fórmula a través de la cual nuestros votos se traducen en escaños para cada uno de los partidos. Aunque solemos echarle la culpa a la fórmula D´Hondt del mal funcionamiento de nuestro sistema electoral, lo cierto es que habría que echársela a la elección por nuestra Constitución de la provincia como circunscripción electoral. En las grandes provincias, como Madrid o Barcelona, el sistema funciona correctamente, pero en las pequeñas -que son mayoría en nuestra geografía- favorece a los grandes partidos o a los pequeños que concentran sus votos en algunas provincias.
Tradicionalmente, por ello, la contienda electoral se centra en los dos principales partidos -PP y PSOE- y en los partidos nacionalistas, ya que reciben una prima frente a los partidos nacionales que obtienen votos dispersos por toda la geografía.
Es por eso que, en todas las elecciones, se produce una distribución de votos entre los dos partidos mayoritarios -PP y PSOE-, de forma que, si ninguno de ellos obtiene mayoría absoluta, dependen para gobernar de las formaciones nacionalistas.
La irrupción de los llamados nuevos partidos -Unidas Podemos, Ciudadanos y Vox- no sólo no ha cambiado el panorama, sino que podríamos decir que lo ha agravado.
La dinámica de las últimas elecciones ha puesto de manifiesto que seguimos teniendo dos grandes bloques nacionales, pero que ahora reparten sus votos y escaños entre distintas siglas. Así, a la derecha tenemos a PP, Ciudadanos y Vox y a la izquierda al PSOE, Unidas Podemos y Más País. Obviamente, la distribución de votos entre cada una de las tres siglas en que se dividen los bloques reduce las posibilidades de que alguno de ellos sume los 176 escaños necesarios para la mayoría absoluta en el Congreso, convirtiendo a los partidos nacionalistas en imprescindibles para el gobierno de la nación.
Hasta ahora los partidos nacionalistas han utilizado el papel decisivo que les daba el sistema electoral para recibir más poder o más dinero (que viene a ser lo mismo) a cambio de su apoyo al bloque que más ofertara. Esto ha condicionado enormemente la política nacional, impidiendo que se adoptaran decisiones imprescindibles y que quizás hubieran evitado el procés tal y como y lo conocemos (por ejemplo, utilizar por el Estado verdaderamente la alta inspección en materia educativa o ejercer realmente su competencia básica en materia de educación).
Pero es que ahora lo que reclaman los partidos separatistas ya no es alguna competencia más sino directamente el ejercicio del supuesto derecho a la autodeterminación, la libertad de los llamados presos políticos, etc. Esto es, directamente la ruptura. Y es o eso o la imposibilidad de gobernar España.
Hemos ido aplazando demasiado tiempo la solución de los problemas de nuestra democracia, que eran ya evidentes desde el principio. Y así nos va. Esta situación de franca crisis del modelo, no deja de ser una oportunidad para enfrentarlos de una vez por todas. Y sí, ya sé que al llamado bloque de izquierdas esta situación, aparentemente, no le va mal, ya que tienen mucho más fácil gobernar, en cuanto las derechas tienen más difícil que antes ganar la mayoría absoluta e imposible conseguir el apoyo nacionalista. Pero, mientras tanto, la nación se desgarra. Precisamente porque nunca podría reprochársele el interés de obtener un rédito electoral, debería ser el PSOE el que liderara esta reforma imprescindible, haciendo honor a sus siglas de Partido Español (aunque lamentablemente parezca una palabra en decadencia).
Hay varias fórmulas para solucionar el problema. Una de ellas sería la de exigir la presentación de candidaturas en un número mínimo de circunscripciones electorales. De este modo, se garantizaría que los partidos y coaliciones que accedan al Congreso tengan un proyecto para el país y no sólo para su región, utilizando los votos en beneficio de esta y a costa de las demás.
Estamos en una situación límite. Es ahora o nunca. Y si no somos capaces de afrontar el problema, nos merecemos lo que nos venga.
Buenos días Don Isaac
Es un tema complejo. Usted comenta «.. Aunque solemos echarle la culpa a la fórmula D´Hondt del mal funcionamiento de nuestro sistema electoral, lo cierto es que habría que echársela a la elección por nuestra Constitución de la provincia como circunscripción electoral. ..» y es cierto. Me parece que se be de ahondar mas.
Porque lo siguiente es analizar cómo se eparten los 350 escaños por provincias. Y es ahí donde la sobrerepresentación se dispara.
Usted lo sabrá mejor, así que corrijáme si me equivoco, pero me parece que por que lo dice la Ley Electoral, no la Constitución, cada Provincia, por el hecho de existir parte con 1 diputado, si o si. como son 52 Provincias son 350-52=298 los que se reparten de manera proporcional a su población.
Es por ello que provincias con muy poca densidad de población, la famosa España vacia, tienen un exceso de representación.
Los partidos separatistas parten con la ventaja de que concentran el voto en unas pocas provincias, pero los otros dos de siempre parten con la otra ventaja de que lo concentran en esa España vacía sobrerepresentada.
Ese estatus quo a quienes a perjudicado es a los partidos medianos que tenían el voto disperso por toda España, como muy bien ha detallado.
Hay que cambiar la Ley electoral, no se cómo:
1/Unos promocionan asignar 50 escaños mas. Que el Parlamento tenga 400, así las provincias con mayor poblacion pesarán mas. Pero también pesarán mas los partidos separatistas con peso en Cataluña, Vascongadas, Valencia, Baleares.
Además se pagarían 50 sueldos mas, con todas las prevendas asociadas, y no se todavía muy bien para qué. Visto el panorama.
2/ Para eso mas bien se podrían suprimir (no se si es legal) la prima del escaño.. a las provincias de la España vacía.. y dejar el parlamento en 298 Diputados, y nos ahorrábamos el escaño del cunero de turno, consiguiendo algo parecido a los del punto 1/ . Aunque intuyo que esta propuesta no contaría con muchos apoyos.
3/ Lo de obligar a sumar mas de X% en toda España al final lo que haría es que los Junts+PNV+ opcion exótica.. fueran juntos y que Esquerra+BILDU+.. lo fueran por el otro lado.. y no se si sería peor el remedio que la enfermedad.
4/ No se si se podría dividir cada provincia en circunscripciones electores de un sólo diputado. De tal manera que sumasen al final sus representantes la misma cantidad que diputados ahora.
Se elejiría a a cada representante a una o dos vueltas. Yo prefiero a dos. Y el que mas chufle capador.
O se podrían dividir, para cada provincia, la cantidad de diputados (para provincias de mas de 5 diputados, por ejemplo) por la mitad, elijiendo la mitad mas uno en circunscripciones de a un diputado a doble vuelta, y la otra mitad por el sistema de listas actual (cuando fuera la segunda vuelta).
Y en las de 5 diputados, o menos, se haría o:
– por simple eleccion directa, poniendo X, en una lista muy larga (tampoco tanto), a quienes se postulasen Independientemente del partido). O cómo en el Senado ahora, pero con mas cruces.
– se dividiría la provincia en 5, 4, 3 distritos y cada uno (sin lista compensatoria) elejiría a su diputado a doble vuelta.
En ambos casos los cuneros actuales tendrían poco que rascar, y los diputados serían muchos mas conocidos. Los senadores cuneros existen ahora porque el Senado manda tan poco que nadie sirve para que sirve. Pero el Congreso si interesa, si no un partido como Teruel Existe, no tendría nunigún sentido.; y es posible que rasque diputado.
Además y para todos los casos, el VOTO EN BLANCO, debería de computar como una silla vacía.
Cosas, sin modificar la provincia cómo medida de circunscripción electoral, se pueden hacer muchas. Pero ni se han hecho es por algo.
Un cordial saludo
Totalmente de acuerdo con el artículo de Isaac. Es un tema sobre el que hemos incidido una y otra vez sin ninguna solución. Es más, algunos partidos lo planteaban (IU, Podemos, Ciudadanos) ya que, como muy bien apunta el autor el coste por escaño es totalmente discriminatorio, el valor del voto en cada lugar es diferente (nueva discriminación) y, sobre todo, se pierde de vista que el Congreso no está para representar regiones, territorios, provincias o municipios, sino para tratar de los problemas que afectan a todo el Estado. La opción del Senado para la representación territorial es la más adecuada y debería ser el órgano coordinador de la política autonómica (son las Cortes Generales quienes autorizan o no las CC.AA. según la Constitución).
Para empezar el valor igualitario del voto en toda la circunscripción nacional, respondería al principio de «igualdad» (artº 1,1 C.E.). Para seguir, la no discriminación de las formaciones políticas en cada convocatoria electoral (mismo tratamiento oficial) revalidaría lo anterior y estaría a lo dispuesto en el artº 14 de la C.E. Para finalizar, unas listas abiertas y unos representantes reales de la soberanía nacional sin el filtro partidario, daría sentido de nuevo al artº 1,2 de la C.E.
El vigente sistema electoral no sólo es injusto y discriminatorio, sino abiertamente inconstitucional pero… ¿se atreverá alguien a denunciarlo?
Un saludo.
El tema ,sin duda,es muy interesante y no veo a ningún partido que dé soluciones. Podemos en sus inicios…(claro que entonces no les servía nada, ni la ley electoral, constitución), pero parece que ya no les interesa tampoco.
Que pecaré de simplista, pero ¿no podrían contarse los votos a nivel nacional y repartir escaños? ¿qué pasa si Cuenca o Teruel se quedan sin diputado?.
Si la mayoría de las veces el número uno de esas provincias lo pone el partido y ni es de allí ni los conoce…
Que tengo poca idea de política y cada vez estoy mas asqueada de políticos que en lugar de dar soluciones avivan odios para su beneficio.
El valor de los escaños en votos según cada partido es muy claro: 19.696 (habitantes de una población pequeña) en el caso de «Teruel existe» hasta los 167.253 votos que ha costado cada escaño de «Más País» (no se refiere al periódico aunque lo parezca). La identificación del sistema con una supuesta representación territorial, es tan falsa como interesada. Ningún candidato (o muy pocos) son oriundos o residentes en las provincias a quienes dicen representar. Luego poco pueden defender intereses territoriales. Además el Parlamento de la nación no es el lugar de dirimir tales cuestiones (al menos mientras existan las CC.AA. a su vez representadas en el Senado). En definitiva. esperemos que los partidos agraviados por el sistema, sean capaces de unirse para cambiarlo sin caer en prejuicios absurdos. Un saludo.