¿Qué igualdad queremos?

Probablemente la igualdad sea la reivindicación política con más apoyo social en estos tiempos. Desde luego es uno de los fundamentos clave de nuestra democracia. Sin igualdad en el voto la democracia nunca habría llegado a ser lo que es. Sin embargo, hay muchos tipos de igualdad. Podemos referirnos a la igualdad racial o étnica, a la igualdad hombre-mujer o la igualdad ante la ley, por citar algunos ejemplos. Pero, aquí solo me voy a referir a la que tiene que ver con la economía de los ciudadanos.   

En el siglo XIX, cuando la Revolución Industrial alcanzaba su apogeo, las enormes diferencias entre una minoría cada vez más rica y una gran mayoría viviendo en la miseria fue el caldo de cultivo en el que el concepto de igualdad cuajó política y socialmente, y lo hizo sobre todo como idea protesta contra los privilegios de esa minoría. Eliminar esa enorme desigualdad se vio como una cuestión de justicia.

Las sangrantes diferencias económicas y sociales entre unos y otros no dejaban margen para preguntarse si eliminar del todo las desigualdades, imponiendo la “sociedad sin clases”, generaría más beneficios que perjuicios (o, al contrario) y si, puestos a admitir cierto grado de desigualdad, hasta dónde era admisible y por qué motivos.

Tras la experiencia de igualitarismo a ultranza del comunismo de la antigua Unión Soviética, parece claro que cuando se habla de igualdad en los aspectos económicos hoy en día nos referimos a reducir las desigualdades a unos términos razonables. Pero, lo razonable para unos no lo es para otros. La percepción social del grado de desigualdad que es tolerable depende mucho de la magnitud que alcance y de las causas que la generan, pero también de la costumbre de cada país. 

Descendiendo a lo concreto, según el Economic Policy Institute (EPI), un think-tank de centro izquierda con sede en Washington, entre 1979 y 2006 el porcentaje de los ingresos totales en Estados Unidos que se concentró en el 1% de las personas con mayores ingresos aumentó más del doble. Al 0,1% con mayores ingresos le fue todavía mejor: su porcentaje pasó del 3,5% en 1979 al 11,6% en 2006. Es más, entre 1986 y 2006, el 10% más rico de la población se quedó con el 91% del crecimiento total de los ingresos.

“(…) si la mayor parte de la sociedad apenas se beneficia del aumento global de la riqueza, cuando son muchos los que viven en condiciones precarias, hay que pensar que el modelo económico que produce esa realidad está mal diseñado y debe ser replanteado porque ni es eficiente ni es justo.”

¿Por qué no son admisibles estas diferencias? Hay dos razones de entrada.

En primer lugar, si la mayor parte de la sociedad apenas se beneficia del aumento global de la riqueza, cuando son muchos los que viven en condiciones precarias, hay que pensar que el modelo económico que produce esa realidad está mal diseñado y debe ser replanteado porque ni es eficiente ni es justo. No es eficiente porque siendo el consumo el mayor creador de riqueza (PIB), cuando los ingresos se concentran en unas pocas personas, por mucho que éstas quieran gastar, el consumo es mucho menor que si ese dinero llega a manos de muchas más personas. Y no es justo porque entre la gente que apenas vea crecer sus ingresos habrá muchos que sean tan inteligentes, preparados y trabajadores como los que integran esa minoría y puedan cumplir con los requisitos de promoción que son racionalmente exigibles.  

En segundo lugar, si una minoría acumula tanto dinero, significa que dispone de un enorme poder para influir en la clase política que gobierna el país y tiene, por tanto, la capacidad de conseguir que tanto las leyes que se aprueben como las medidas políticas que se adopten sean favorables a sus intereses o, al menos, no les perjudiquen. Es decir, tienen el poder de conseguir que el modelo económico siga favoreciéndoles.

Es evidente que todos los seres humanos nacemos diferentes. Por tanto, es lógico que en un tipo de sociedad como la nuestra, donde se valoran más los talentos que conducen al éxito profesional y económico, haya personas que destaquen más que otras. El ideal sería que tuviéramos un tipo de sociedad en el que todos los individuos pudieran desarrollar plenamente los talentos con los que han nacido, al margen de su utilidad económica. 

“Si quienes han nacido con unos talentos que nada tienen que ver con los que conducen al éxito económico o social apenas van a tener oportunidades para su desarrollo, tendremos que reconocer que la igualdad de oportunidades de la que se habla está muy acotada y sesgada y, además, deja fuera a muchos.”

Por eso, cuando se dice que lo que hay que conseguir es la igualdad de oportunidades, lo primero que hay que plantearse es en relación con qué fin. Si quienes han nacido con unos talentos que nada tienen que ver con los que conducen al éxito económico o social apenas van a tener oportunidades para su desarrollo, tendremos que reconocer que la igualdad de oportunidades de la que se habla está muy acotada y sesgada y, además, deja fuera a muchos. Es una forma de igualdad de oportunidades diseñada, primero para los que quieren competir con otros y, entre estos, para los que quieren y pueden hacerlo en un campo concreto (el que genera éxito económico) que previamente “alguien” ha seleccionado. No es, por tanto, una igualdad de oportunidades para todos. Tampoco está claro qué hay que hacer para alcanzarla.

Si medimos las prioridades políticas por el gasto público que se las asigna está claro que la igualdad es el objetivo que inspira la mayor parte del gasto público, en España y en el resto de la Unión Europea. Tanto si nos fijamos en la educación y en la sanidad pública como si nos fijamos en las pensiones, el objetivo que subyace es el de reducir desigualdades y, más o menos directamente, promover una cierta igualdad de oportunidades. Contribuye a esa priorización que sus efectos son cuantificables, llegan a mucha gente y pueden rentabilizarse electoralmente. Algo que no sucede, por ejemplo, con el logro de mayores cotas de libertad.

Dado que la igualdad de oportunidades es uno de los principales objetivos políticos en la actualidad, vamos a ver algunos de los problemas prácticos que plantea. Por ejemplo, en una oposición para acceder como funcionario a un cuerpo de la Administración, todos los aspirantes compiten entre sí ante las mismas pruebas. Sin embargo, para que realmente todos tuvieran las mismas oportunidades tendrían que poder dedicar el mismo tiempo para estudiar en la fase previa, que puede durar varios años, con similares ocupaciones laborales y familiares. Evidentemente, esta igualación en la fase previa no se produce.  

Este es el motivo por el cual muchos piensan que sin una igualación en la fase previa la igualdad de oportunidades no es real. Y tienen razón. El problema es que si de verdad se quiere conseguir la igualación en la fase previa nos metemos en un proceso sin fin, porque los factores que inciden en esa fase dependen a su vez de otros anteriores que también habría que igualar, y estos de otros, y así ¿hasta cuándo? ¿Habría que actuar sobre todos los factores que, salvo los de nacimiento y los específicamente biológicos, generasen diferencias significativas entre unos y otros? Sería prácticamente imposible llegar al tipo de igualdad previa que permitiese una competencia realmente justa. Y si de verdad se intentase probablemente nos iríamos a algo parecido al igualitarismo soviético.

“Si la sociedad no incentivara la competencia, si esta apenas existiera, la comparación entre personas se reduciría enormemente; y sin apenas comparación, la demanda de igualdad probablemente sería mucho menor.”

Hay además dos cuestiones de fondo que también conviene tener presentes. Por una parte, eliminar obstáculos que dificultan una igualdad de oportunidades requiere que los poderes públicos intervengan y que lo hagan, en parte, restringiendo algunas libertades. Es decir, algo que ya se sabe, pero conviene recordar: en principio, cuanto más se avanza hacia la igualdad más se reduce la libertad. Y viceversa.

Por otra parte, no hay que perder de vista que las demandas de igualdad en parte se explican (solo en parte) por el hecho de vivir en un modelo de sociedad que ha hecho de la dura competencia uno de sus principales motores. Si la sociedad no incentivara la competencia, si esta apenas existiera, la comparación entre personas se reduciría enormemente; y sin apenas comparación, la demanda de igualdad probablemente sería mucho menor. Es decir, las desigualdades se convierten en problema, en una medida nada desdeñable como consecuencia del modelo competitivo que hemos establecido. Por supuesto que la comparación es humana y siempre generaría dificultades (parte por simple envidia, parte por la percepción de injusticia y parte por otros motivos), pero si a eso se añade además el modelo económico que hemos construido, el problema se multiplica.

6 comentarios

6 Respuestas a “¿Qué igualdad queremos?”

  1. Manu Oquendo dice:

    Por responder directamente a la pregunta.

    Sin libertad el ser humano deja de serlo para convertirse en un instrumento de otros. Las sociedades que hacen esto pronto decaen como estamos viendo con la nuestra. Por lo tanto la libertad debe ser siempre respetada.

    El régimen político que no la respeta carece de legitimidad y debe ser combatido y depuesto por todos los medios incluyendo otros poderes del Estado porque se estaría ya en un Poder Ilegal.
    Los límites a la libertad solo deben ser el daño directo y objetivo a la libertad y los bienes ajenos. La desigualdad no es mala, es natural, es buena y se trata de aprovecharla, no de reprimirla.
    La Igualdad solo debe ser Igualdad de Derechos.
    La Igualdad de Fines –o de Resultados Monetarios– impuesta actualmente por el Socialismo es una treta para colar su objetivo de Destrucción de la Libertad y de Dominio sobre el Individuo. Sus finers son mesiánicos y totalitarios.

    Además de su derecho a ser Libre el ser humano tiene Obligaciones con respecto a los otros. Una de ellas es contribuir con su esfuerzo a las necesidades comunes. La Libertad humana no puede proteger a quienes, pudiendo trabajar gratis para la comunidad, decidan no hacerlo y vivir de ella.

    La fiscalidad debe siempre ser aprobada previamente por quienes vayan a pagarla y nunca podrá exceder el 25% de los ingresos de nadie. De no ser así los Amos en el Poder siempre se ocuparán de que haya un número suficiente para aprobar sus deseos y necesidades fiscales. Como hoy que Sánchez ya nos ha prometido meter 200,000 inmigrantes como mínimo cada año hasta 2050.

    Supongo que habrán reconocido algunas de las reglas más importantes de la Utopia de Tomás Moro. Recomiendo su lectura.

    Saludos

    PS. El debate filosófico y económico para otro momento.

  2. O'farrill dice:

    Un buen tema para debate que excede el espacio y el tiempo de un blog y debería ser objeto de foros más amplios.
    En mi opinión el concepto de igualdad es simple: todos somos personas dotadas de un cuerpo físico funcional y de un alma que todavía no sabemos en qué consiste, pero -como las meigas- «haberla, hayla» ya que es la fuente en donde beben nuestros sentimientos (los que nos hacen humanos, no confundir con transhumanos o robots humanos).
    Otra cuestión es si nuestro aspecto físico o nuestras cualidades humanas o nuestros talentos y capacidades en un mundo de diversidad, deberían ser exactamente iguales (ya estamos en eso) lo que nos llevarían a un «nicho» ecológico o «relicto» en el que ya nos habríamos extinguido. Tal diversidad es lo que nos ha permitido evolucionar y adaptarnos a medios ambientes y condiciones de vida cambiantes.
    Otra diferente y más restringida es la que se plantea desde el punto de vista económico donde el principio sería de justicia: dar a cada uno lo que merece. Un principio que, desde el origen de los tiempos, ha sido pervertido por algo tan simple como el poder. Un poder capaz de segregar a las sociedades y enfrentarlas para mantenerse a base de premios a los «míos» y castigos a los contrarios según la capacidad de legislar e imponer.
    Otra, muy importante, es salir del sobado discurso de «derechas» e «izquierdas» (buenas o malas) o el de ahora hombres (malos), mujeres (buenas), racionalistas contra creyentes climáticos y otras memeces absurdas con las que el poder (siempre el poder de cualquier tipo) pretende someternos. Precisamente la «humanidad» natural que no procede precisamente del Derecho positivo sino del Derecho natural, hace que todos nos reconozcamos como seres humanos que pretenden convivir en paz y armonía. Esa es la base de la igualdad nacida del alma y, de los sentimientos (salvo cuando están pervertidos).
    En cuanto a las diferencias económicas que se refiere el autor, todas ellas están ligadas a lo anterior: el poder pretende vivir mejor y a costa de los demás. Para ello se inventó la «Propaganda» (Edward Bernays) allá a pps. del siglo XX o, lo que es lo mismo, la manipulación de las masas (ya que es más fácil que los individuos sueltos), haciendo ver que unos seres humanos son más importantes para la Humanidad que otros (que son prescindibles). Nacen los ídolos prefabricados por el mundo mediático, tanto en las civilizaciones clásicas, como en la incivilización actual. Son los imprescindibles en todos los campos y por ello deben vivir mejor que nadie, tener más privilegios y más poder que los demás. Ellos crean normas y las hacen cumplir a los gobiernos títere («Poderes salvajes» de Ferrajoli), establecen precios, organizan la salud, el hambre, el trabajo…. Pero, sobre todo, en un mundo materialista, deben tener dinero, mucho dinero con el que comprar voluntades indignas de «cipayos» a su servicio. Hasta pretenden convencernos de que pueden cambiar el clima….
    Y no se trata de supuestas izquierdas o derechas. Tanto en un régimen político de un tipo como de otro, los que mandan son los que más tienen. Las supuestas revoluciones sólo han servido para que los»de arriba» vivan opíparamente mientras los ciudadanos -cada vez más impotentes- se limiten a asentir resignados: «es lo que hay»…..
    Y, por cierto, cuando alguien ha querido cambiar algo las cosas en ámbitos restringidos, ya sabe a lo que se expone…
    Un saludo.

  3. pasmao dice:

    Interesante debate Don Manuel

    Pero no se por qué, intuyo que es posible que esté un tanto viciado.

    Ya comentaban en la columna anterior (la del «Arte») Loli y Juan Laguna acerca de los expertos. Yo quiero continuar la polémica acercando el ascua a mi sardina para el caso de esos estudios que nos hablan de esa tremenda concentración de riqueza en unas pocas gentes.

    ¿Se creen ustedes que se encontraría financiación y difusión para estudios que discreparan al respecto? Lo mismo con lo del cambio climático, la eliminación del dinero físico, la discriminación de la mujer, que los que no se han vacunado contagian mas, etc…

    Tengan ustedes la seguridad de que determinados estudios si van en la dirección «correcta» tendrán barra libre para su financiación, difusión y sus autores recibirán palmaditas y parabienes… y los que vayan en la otra dirección serán tachados de conspiranoicos, fachas cutres..

    Y eso mosquea.

    Y mosquea mas que los que a priori se tenían que «molestar» mas con esos estudios, el grupúsculo de los elegidos para la élite, en vez de molestarse los promocionen. Todos esos seres «angélicos» cansados de ganar dinero y triunfar que deciden graciosamente acordarse de los vulgares mortales y a través de sus Fundaciones y conexiones con el Estado deciden echarnos una mano y se dedican a amparar esos estudios que tan mal les dejan.

    Y ¿a nadie le huele a cuerno quemado?

    Yo es ver cómo confluyen intereses desde los Podemos hasta los cierto tipo de «derecha» con los de la gran banca, tecnológicas, bigfarma junto con los de los grandes capos de organizaciones supraestatales, jugando a las Agendas como quien juega a las barbies (con estudios variopintos, como el del artículo de hoy bajo el brazo) y que nadie diga nada…. ustedes dirán

    Un cordial saludo

    1. Manuel Bautista dice:

      Estimado Pasmao,

      La verdad es que en un mundo en el que se manipula y se miente tanto es difícil evitar dudar de todo lo que nos cuentan. Lo que pasa es que habrá veces (supongo que muchas) en las que las cosas sean realmente como parecen.

      En esto de la desigualdad económica y de la acumulación progresiva de los ingresos en una minoría, parece que todos coinciden. El Credit Suisse, un banco como usted bien sabe, viene a decir lo mismo ( https://cincodias.elpais.com/cincodias/2019/10/21/fortunas/1571656100_717497.html) y otros (https://blogs.elconfidencial.com/economia/grafico-de-la-semana/2019-04-23/desigualdad-era-globalizacion_1952238/).

      Yo, al menos, no conozco ningún estudio que afirme lo contrario y me cuesta trabajo creer que la razón sea otra que porque, efectivamente, se viene produciendo desde hace décadas una acumulación de riqueza en una pequeña minoría.

      En mi opinión, se le da demasiada poca importancia a esa acumulación de poder económico, cuando lo lógico es pensar que esa gente, aparte de vivir bien, emplearán su dinero (por lo menos algunos de ellos) en influir para que la sociedad camine en determinadas direcciones.

      Un cordial saludo

      1. pasmao dice:

        Apreciado Don Manuel, muchas gracias por tener en cuenta mi comentario.

        No dudo de las desigualdades económicas crecientes. La cuestión es si lo son en el grado en que los cuentan y su peso en la vida real de las personas en ese territorio.

        Visto sobre todo que gran parte de la economía que se mide está ligada a un dinero que sólo existe sobre apuntes electrónicos ficticios… mas que en recurso reales.

        ¿Que es realmente lo que se está midiendo y hasta que punto quienes lo miden son juez y parte de un sistema que en el fondo no es mas que un tremendo trampantojo?

        Y hasta que punto el sistema de valores personal/social (y me refiero por ejemplo a la religión, o que pivote sobre una religión, la que sea menester) de los que menos tienen; muchas veces suple una falta de recursos terrible.

        Dándose el caso de que las «ayudas» o modelos de igualación de rentas que se les imponen desde el exterior (para tener opción de disponer de esas ayudas o de entrar en un circuito económico X) van ligadas al chantaje de 😮 abdican de su modo de vida anterior, o se quedan sin las «baratijas».

        Donde obviamente al valorar el saldo final se obvian la perdida de identidad familiar, social o tribal, porque para valorarla hay que saber lo que es, y un empleado de una ONG de Berna (por ejemplo) prefiere no ahondar en esas cosas.

        La violencia que por ejemplo hay en «Latinoamérica», por ejemplo, responde en muchísimos casos a una pérdida de valores creciente. O la «casualidad» de que los niños «afroamericanos» en USA no tengan una figura de referencia masculina adecuada, si es que existe es mucho mayor que en los blancos, y cómo ello puede afectar al desarrollo de esas sociedades.

        Se miden mal muchos «intangibles» ligados al desarrollo humano, se «soluciona» de una manera muy cara y conveniencia de unos pocos, se ahonda en el desequilibrio; se vuelven a medir, verificando que la cosa está peor y se vuelve al mismo error de antes. Etc,

        Que los que midan, y los que partan repartan y se queden con la mejor parte, nos debería hacer reflexionar.

        Un cordial saludo

        PS ya se que es una visón muy simplificada del problema. Pero supongo que se ve por donde quiero ir.

  4. O'farrill dice:

    «Los trabajadores,viviendo en contacto con los ricos, adquieren el mismo gusto por el despilfarro y el lujo», decía allá a pps. del siglo pasado Tolstói quien añadía en su obra «Contra aquellos que nos gobiernan»: «los hombres inteligentes e instruidos de nuestros días, dan el mismo crédito a las promesas socialistas que al paraíso de los teólogos».
    «¿Qué piden los socialistas?» sigue diciendo Tolstói y responde: «que se reconozca a los trabajadores la propiedad de los medios de producción…pero en sus nociones confusas de lo que ocurrirá, suponen que ellos continuarán ejerciendo el papel predominante como dirigentes…»
    No hace falta establecer comparaciones con el mundo distópico en que se han instalado como «dirigentes» del mismo donde persisten los amos y los esclavos. Ni siquiera hace falta que un medio de comunicación (muy pocos)lo diga, mientras quien lo escribe es un esclavo más de quien ostenta el mando editorial en ese momento.
    Todo el mundo es consciente de esa realidad escondida en la propaganda mediática, cuyos profesionales (salvo honrosas excepciones) han caído en la trampa de repetir una y otra vez algo que en su fuero profesional, saben que son mentiras,manipulaciones y desinformación.
    Y puestos a reflexionar, nada de todo lo que está ocurriendo es casual. Detrás hay un diseño de sociedad aterrador donde las clases medias se habrán precarizado y convertido en servidores de un totalitarismo capitalista llevado a cabo por los «anticapitalistas». ¡Qué paradoja!
    Un saludo.

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