La Semana Santa tiene un significado distinto para cristianos y judíos (a pesar de que Jesús, como rabino, celebraba en la última cena la Pascua hebrea con sus discípulos): los cristianos recuerdan la muerte y resurrección del Cristo. Los judíos la liberación del pueblo hebreo de su esclavitud en Egipto.
Así, todos los años los judíos recuerdan que son esclavos, cada uno con sus cadenas, y que deben caminar hacia la libertad, eliminando las ataduras. La mitología bíblica nos recuerda que el paso de la esclavitud a la libertad no es fácil y esa dificultad la representa sometiendo al pueblo a un tránsito de 40 años por el desierto hasta que alcanza la “libertad” mediante la recepción de las tablas de la ley.
Poco se ha avanzado en el entendimiento de qué es eso de la libertad a la que todos aspiramos. Desde los ilustrados se entiende como la capacidad de autodeterminación del individuo, sin más límites que el respeto a la ley y a los derechos de los demás. Sin embargo, a pesar de las pomposas proclamas constitucionales ¿qué significa ser libre? ¿Puede afirmarse que alguien sea realmente libre?
El saco de nuestros recuerdos, obsesiones y frustraciones -que podría denominarse memoria pasiva- configura un esquema mental defensivo que nos encarcela en una forma de pensar y sentir a la que nos aferramos para protegernos de nuestros miedos. Entre esas rejas, que se van espesando con la acumulación de memoria pasiva, ¿cuántas ideas, pensamientos y sentimientos liberadores resultan ahogados? Desde esa perspectiva ¿somos libres de pensar, sentir y actuar como deseemos?
Los genetistas actuales consideran que no estamos tan condicionados como se pensaba por nuestro código genético, sino que, dentro de este, podemos desarrollar un buen abanico de posibilidades. Pero la acumulación de memoria, nuestras actitudes y miedos estarían afectando al desarrollo de nuestras mejores posibilidades genéticas. Y la formación de unas u otras proteínas condiciona en parte quiénes somos.
En fin, en lugar de autodefinirnos desde la consciencia parecería más bien que nuestras acciones son el resultado de la confluencia de cadenas de causalidades de las que desconocemos su origen y la mayor parte de los eslabones.
Además de esa perspectiva interna, el caldo de cultivo externo dificulta los impulsos de libertad.
A través del proceso educativo se van generando rígidos esquemas mentales dentro de los cuales se hace difícil identificar pensamientos verdaderamente originales que, de uno u otro modo, no hayan sido puestos ahí desde el sistema (padres, educadores, medios de comunicación, entorno social, …). En fin, aunque nos identifiquemos con nuestros pensamientos hasta el punto de considerarnos un ser pensante que dirige un cuerpo articulado, cabría preguntarse qué pensamientos son realmente nuestros.
Las normas sociales y las leyes estatales, que hoy alcanzan un espesor difícilmente superable, a través del mecanismo del miedo al incumplimiento, condicionan nuestros pensamientos y acciones hasta un punto del que no somos plenamente conscientes. A ellos se suma la presión de lo social y políticamente correcto que se estrecha sobre nosotros de una forma cada vez más opresora.
En uno de los famosos Diálogos (el Primer Alcibíades), Sócrates plantea la libertad desde el conocimiento, poniendo el ejemplo del enfermo que tiene el poder de hacer lo que le venga en gana, pero carece de conocimientos sobre medicina “¿qué le sucederá? Destruirá sin duda su cuerpo”. Y desarrolla el diálogo en torno a al conocimiento y la inteligencia como base de un auténtico ejercicio de la libertad.
Y es que hay que tener en cuenta que, sin conocimiento, parecemos marionetas que creen ejercer la libertad cuando se limitan a desarrollar el programa implantado en ellos. Simples hojarascas que se mueven a impulsos de vientos que ignoran. Parecería que hay un creciente interés en fomentar la ignorancia como mecanismo de control, de manera que se ejerza una cada vez más estrecha y aparente libertad, que estaría encubriendo nuevas formas de servidumbre. Algunos pensaréis que exagero, pero, volviendo al mito bíblico, a veces es tenue la frontera entre la libertad real y distintas formas de esclavitud y el proceso de liberación es tan arduo como 40 años en el desierto.
Las democracias se fundan en ciudadanos formados y libres. Sin ellos, son puros cascarones vacíos. Como preguntaba Sócrates, “¿eres digno de ser libre o esclavo?”.
Graciaa Isaac por este magnífico artículo que nos invita a reflexionar y poner en cuestión esa pretendida «falsa libertad» que creemos tener cuando nos dejamos llevar por la inercia de lo establecido. Entre adormecidos e hipnotizados marchamos al ritmo de los nuevos Hamelines que quieren marcarnos el paso. «Despertad, señora despertad , porque viene el aire lloviendo azahar», nos dice Lorca! Pues eso, Despertad!!!
«Los pueblos que nacen en las cárceles de la deuda, pasan su vida comprando el camino hacia la libertad».
Unos pueblos y gentes sienten y viven su soberanía, pero son cada vez menos y están más perseguidos en el mundo occidental. Si, ese que presume de ser adalid de las libertades.
Otros, por desgracia, caen en la decrepitud total siendo colonizados y sometidos a hegemonías imperiales que los explotarán a su antojo, tal como ocurre ahora con Europa, antes orgullosa de su Historia y de su Cultura y hoy servil cipaya de intereses particulares de más allá del Atlántico.
Se es siervo cuando anulan tu libertad y tus derechos (antes inalienables), te imponen condiciones y decisiones (a pesar de tu supuesta soberanía) y te alquilas tanto intelectual como personalmente por un puñado de dinero.
Se es libre cuando te rebelas ante la imposición y la propaganda; cuando tu espíritu libre te lleva a la crítica profunda de todo lo que te venden, cuando te conviertes en ese pequeño pero digno reducto de ser ciudadano, que escuece tanto a los poderes salvajes (Ferrajoli) que intentan socavar tu pensamiento.
Como decía Benedetti: «Al final, hay que elegir….» Y, por ahora, salvo excepciones, vamos por el camino de la esclavitud… Eso sí, sin querer enterarnos.
Un saludo.
Gracias Isaac por tu artículo, el tema que has abordado y por tratar de hacerlo desde la libertad.
Nietzsche asimilaba el ser persona con llegar a ser libre, y supone el ser capaz de conducirse y hablar desde sí mismo y no transformarse en un simple espejo de la sociedad imperante.
Has comenzado hablando de los distintos significados que tienen la pascua para judios y cristianos, pero creo que por encima de esto, debemos situar el mensaje crístico ( un mensaje de libertad y amor).
Algunos genetistas comienzan a bislumbrar este mensaje en una «célula crística», que tendría la capacidad de transformarnos.
Ciñéndonos a la trasmisión de ese mensaje, El Galileo, El Rabí, o como se le quiera llamar, nos presenta el arquetipo de un hombre que a través del conocimiento se hace libre, en sus parábolas nos habla de colocar el vino nuevo en odres nuevos y que para recibir las nuevas enseñanzas es imprescindible una mente nueva y abierta, ya que las nuevas enseñanzas depositadas en mentes contaminadas sería contraproducente.
Pero para llegar a una mente y un hombre renovado, hay que deshechar esas acumulaciones de memoria y miedo, esos rígidos esquemas mentales defensivos de los que hablas, y que ahora se presentan las más de las veces como verdades inamovibles, y que ademas trasmitimos a los escolares y a los ciudadanos como parte de su educación.
Quien sabe, a lo mejor El Cristo, nos estaba hablando de «Anarquismo».
Un abrazo
Los antiguos entendían muy bien qué era ser libre. Sin entrar en profundidades, simplemente observando las diferencias entre una persona libre y un esclavo. El mismo esquema que utiliza Isaac.
El esclavo dejaba de serlo cuendo se convertía en «liberto» y podía tener una autonomía que hasta ese instante no tenía. Nuestros márgenes de libertad hoy son muy escasos y rápidamente menguantes: avanzamos hacia una esclavitud innegable.
Isaías Berlin enfatiza dos tipos de libertad: Una, Positiva (curiosa elección de palabra), que viene a ser la libertad de imponer a otros a través de mandatos positivos. Leyes, por ejemplo. Otra, Negativa, que sería la no existencia de restricción alguna. Es una distinción clásica que refleja al modo freudiano lo que realmente piensa el Poder Social : Es «Positivo» que nos den órdenes y es «Negativo» que no suframos limitaciones a nuestra autonomía.
En el caso del pueblo de Israel, de cuya religión procedemos los Cristianos –y de ambas el Islam–, es el de la búsqueda de la libertad colectiva. Ignoro qué se pide al pueblo judío desde la perspectiva individual. A los Cristianos se nos dice que el valor moral de nuestros actos personales nace de si son o no son libres. Esto incluye la FE que profesamos. Kant hace la misma valoración. Solo el acto libre es moral y, al tiempo, humano.
Hoy la cultura dominante se empeña en negar que seamos o podamos ser libres. Se alega que decidimos de modo inconsciente lo que luego nos creemos que hemos decidido voluntariamente. Hace mucho que no hago caso de las construcciones intelectualloides de la archisubvencionada cultura oficial de Occidente. Como el timo del CO2 y la obligatoria ideología de género.
Un autor y un libro que el sistema cultural esconde y del que apenas se habla: «An introduction to cybernetics» Willian Ross Ashby, 1951 Más o menos. En él aparece la ley más importante de cualquier sistema. La Ley de Ashby.
La hemos comentado muchas veces en este foro.
Su corolario es parecido al de Tocqueville en 1845: Las democracias nos llevan del ronzal a estados despóticos cuya forma de poder está obsesionada por el control de todo lo que se mueve.
La aportación de Ashby es fundamental porque junto a las enseñanzas de Wiener («Cybernetics, Control & Communications in Animals and Machines», 1948) sobre los mecanismos de Control lleva de modo determinista a la conclusión de que dicha forma de poder termina siempre por sostenerse a base de reducir los grados de libertad personal y colectiva.
Saludos y muchas gracias.
PS. Se me olvidaba: La libertad se pierde onexorablemente si no se lucha por ella a cada instante.
Creo que mientras el modelo social esté basado en la envidia seguirán siendo legión quienes renuncien a su libertad, porque la envidia también busca esclavizar al otro y no se plantea que enredarse en ambiciones de poder es esclavizarse a la propia naturaleza animal. Uno queda atrapado en el absurdo de querer satisfacer constantemente deseos que por mucho que se satisfagan nunca quedan satisfechos. Y resulta que esto es precisamente a lo que la mayoría aspira y entiende por es ser libre. Y es que podemos llegar a tan cómodamente estúpidos…
Mientras se siga educando en la competitividad, la cobardía y en general en la brutalidad, pocos se aventurarán a cambiar mansedumbre (ojo con los mansos) y victimismo-culpabilización por responsabilidad.