Kafka decía que “Un idiota es un idiota, dos idiotas son dos idiotas y diez mil idiotas forman un partido político”.
Y a lo mejor no hace falta llegar a los diez mil para comenzar a hacer trastadas: lo cierto es que a veces vale con muchos menos; lo importante es que “los idiotas” que empiecen tengan las ideas claras: luego ya vendrán a unirse otros…
Que quede claro: no estoy llamando idiotas a todos los afiliados a un partido político; solo estoy utilizando las palabras de Kafka para ilustrar lo fácil que es idiotizarse cuando se pasa a formar parte de un grupo “sin dudas”.
Por poner un ejemplo de lo importante que es tener las ideas claras y luego encontrar una masa crítica: Hitler tenía el carnet número 555 del partido nacionalsocialista, pero lo cierto es que se trataba de un truco publicitario, ya que en realidad en el momento en que se unió al Partido Nazi eran muchos menos los afiliados, y fue idea del propio Hitler empezar a numerar los carnets por el 500. Nadie quiere lo que nadie quiere, y él sabía que no era una buena estrategia, a la hora de atraer nuevos adeptos, parecer una banda de tirados que se limitaba a reunirse en una cervecería a mascullar contra todo y tomar cerveza.
El futuro líder del Tercer Reich estaba loco, pero también era un profundo conocedor de la psicología humana y sabía que la mayor parte de la gente, cuando se va a unir a una organización —da igual que se trate del club de fans de un cantante o de un partido político— prefiere pensar que no está sola: si quieres convencer a alguien para que se ponga una camisa parda y se vaya a pegar a la gente o a hacer pintadas en las tiendas cuyos propietarios pertenecen a alguna minoría étnica odiada, es mejor hacerle creer que va a ir acompañado de muchos amiguitos que piensan como él. Está muy bien sentirse parte de lo que crees una élite (por casposas que sean las ideas que le dan sentido a tu supuesta élite), pero a nadie le gusta sentirse solo, no sea que te estés equivocando…
En 1933 apenas había nazis en Alemania, y aunque en 1946 todo el que quedaba vivo en territorio alemán renegaba de esos señores tan salvajes en uniforme de Hugo Boss, en 1939 la inmensa mayoría del pueblo alemán era nazi y muy pocos se oponían a las políticas xenófobas que tan convincentemente defendía ese loco del bigote: en unos pocos años había pasado de los 64 miembros con los que contaba el partido en 1919 a los más de cincuenta mil en 1923 y a los varios millones en 1936; millones de alemanes que quemaron sus carnets cuando los aliados se acercaban por todos los frentes al final de la guerra seguían firmemente convencidos de que el destino estaba siendo injusto con ellos y que la verdad estaba de su lado, una verdad que se habían inventado cuatro gatos en una cervecería unos años antes.
Por eso da tanto miedo el “éxito” de los extremismos, da igual cual sea su signo: porque al conseguir visibilidad es más fácil llegar a nuevos adeptos y se puede llegar a una “masa crítica” que normalice ciertas ideas, que haga que la gente vea como normales comportamientos y tesis que solo unos años antes, cuando eran solo unos pocos radicales los que las sostenían, eran una locura sin sentido.
Lo estamos viendo en estos días con el revivir de los comunismos, fascismos y nacionalismos más burdos y casposos (a los dos primeros al menos le tratan de cambiar el nombre, los últimos se sienten muy orgullosos).
Lo que era cierto en los lejanos, e imposibles de repetir, tiempos de nazis y bolcheviques (es ironía, claro: solo tienes que encender la televisión para ver que los nacional-socialismos de cualquier tipo están a la orden del día) sigue siendo cierto ahora. Las ideas claras suelen ser ideas simples, ideas que evocan a grandes conceptos (libertad, nación, pueblo) con enemigos claros (ellos) y una idea clara de quiénes son los buenos (América primero, España primero, nosotros primero…) y quiénes los malos (ya sean los inmigrantes, los banqueros, los judíos o los del Atleti).
Pero lo cierto es que los limites son difusos. Las naciones nos las inventamos y pocas nacieron antes que la imprenta con la que se dio acceso a la gente a los libros que no leen los que morirían por ellas; las políticas demasiado liberales pueden generar tantas ineficiencias como las demasiado intervencionistas, no todos ellos son malos ni todos los nuestros buenos, algún banquero se salva (supongo) y tengo amigos del Atleti que incluso son buenas personas.
El término “masa crítica” viene de la física nuclear. Una bomba atómica no estalla como un explosivo convencional, mediante un detonador que inicia la reacción en cadena, lo hace porque en un momento dado se pone en contacto una cantidad suficiente de material radioactivo. Cuando una bomba atómica se hace estallar lo que se hace es juntar dos volúmenes en los que se almacena bastante material como para desatar el infierno; pero ha de hacerse rápidamente, porque si no, se puede producir una pequeña explosión nuclear que separe los dos volúmenes, y el estallido se queda en nada (para lo que podía haber sido).
Y en estos tiempos de internet, donde todo pasa rápidamente y las ideas (o sus sucedáneos) y las modas se expanden con la misma pasmosa celeridad con la que suelen luego desaparecer, esa es nuestra gran esperanza en un tiempo de éxito de radicalismos: que, aunque el Enola Gay desate su furia y suelte su carga, la bomba no esté bien diseñada y Little Boy no llegue a estallar sobre Hiroshima.
Dice usted «tiempo de éxito de radicalismos». Yo veo la historia de manera muy distinta. Siempre ha habido «radicales» que tienen éxitos parciales pero de una u otra manera no han podido extenderse. En el siglo 20, ninguno de los socialismos totalitarios (el de Hitler, el de Stalin, el de Mao y otros –todos iguales aunque los idiotas de hoy los traten distinto) pudo extenderse. En el siglo 21, ninguno de los fundamentalismos islámicos se puede extender más allá de lo que ya habían conquistado (y esto a pesar de tantos europeos idiotas, incluyendo muchos españoles). Podría ir a siglos anteriores al 20 pero siempre la misma historia: de una u otra manera su avance se contuvo.
Hoy no es ningún tiempo especial de radicalismos. Hoy, como siempre antes, domina la retórica de quienes luchan por el poder (hoy la diferencia está en los medios para recurrir a la retórica dado que cualquier idiota puede gritar y se hace más difícil encontrar lo rescatable entre tanto palabrerío). Algunos idiotas pensaron que esta lucha se terminaría con la derrota de los radicalismos del siglo 20. Pero en este siglo, más allá de los fundamentalismos islámicos, lo que tenemos es una simple lucha por el poder –y como ha sido por más de 200 años, una lucha a nivel global y muchas luchas a nivel de cada estado-nación. Hablar de los nacionalismos y los populismos que hoy vemos como radicalismos muestra una ignorancia INTENCIONAL para descalificar a quienes piensan distinto (algo que queda bien probado porque se los presenta como sucesores de Hitler pero no de Stalin, Mao, Fidel y los genocidas del siglo 20). UK no será distinta porque se salga de la UE –ese intento de unos pocos que tomaron a los demás por idiotas para hacerse de mayor poder pero fracasaron. EEUU no será distinta por que Trump sea re-electo para un segundo período. Y por más que uno deplore a alguien tan podrido como Pedro Sanchez, España no será distinta si tiene la desgracia de que gane la próxima elección.
A nivel global, la expansión de China y Asia en general tendrá consecuencias que en este momento no podemos predecir. Pero los asiáticos no son tan distintos del resto del mundo como para querer cambiar el mundo recurriendo a la guerra. Como lo muestra la patética historia de la España imperial después de 1800, los gobiernos de algunos países seguirán tratando de mantener el estatus quo en aquellas partes donde habían conseguido una influencia «excesiva» pero no les será fácil porque cada estado-nación seguirá tratando de recuperar y mantener su soberanía (en países pobres sus gobiernos jugarán con los gobiernos de algunos países ricos para extorsionarlos, algo que ha pasado en los últimos 10 mil años –seguirán pobres pero sus gobernantes serán ricos). Por mucho tiempo más puede esperarse que “el orden político mundial” descanse en la cooperación entre estados-nación y que esa cooperación esté limitada porque ningún estado-nación quiere voluntariamente desaparecer y desconfíe de las intenciones de los demás (algo que se puede ver bien en la historia de Europa). Los estados-nación son accidentes de igual manera que lo somos cada uno de nosotros y no nos extrañemos que lucharán para no morir (entre los radicalismos grotescos propuestos por unos pocos idiotas hoy día tenemos a quiene predican la salvación del Planeta Tierra a través de la eliminación de la especie humana, pero podemos apostar que no tendrán éxito).
En un lugar secundario de El Mundo hoy se puede leer este artículo
https://www.elmundo.es/internacional/2018/12/31/5c28f88321efa0b8418b45f3.html
Me causó risa porque si bien parace muy cierto que el patético Macron la está pasando muy mal, en ese mismo medio lo común es presentar a Trump como el político patético que le esta yendo muy mal. Macro pronto desaparecerá, antes que doña Angela. Por el momento, yo sigo apostando a que Trump será el candidato del Partido Republicano para la elección presidencial de noviembre 2020 (el proceso de selección termina en julio 2020) y si es el candidato por el momento apuesto a que luego ganaría esa elección (la segunda apuesta depende de quien sea el candidato del Partido Demócrata y hoy ninguno de los postulantes posibles difícilmente le ganaría a Trump –hoy los demócratas apuestan primero a remover pronto a Trump por cualquier medio y segundo a una gran crisis económica en 2019-20). Por supuesto, lo que más risa causa es que este tipo de comparación lleva a los sofisticados intelectuales europeos a calificar a los votantes de EEUU como idiotas.
buenas tardes Raúl
Simplemente puntualizar dos cosas.
Nos comienza hablando del número de militantes de un partido. Simplemente por recordar «viejos tiempos», del PP se nos contaba que tenían 800.000 -900.000 militantes, pero en el último congreso (el de la elección de Casado) se nos aparecieron apenas 60.000.
¿donde están los «missing»?
¿lo estuvieron alguna vez ?
¿como se financiaba el PP si tenía en la práctica menos del 10% de su militancia teórica?
Porque ahí va mi segunda tanda
Usted se preocupa en vano,. .. las masas críticas sirven para las naciones donde eso signifique algo. En la práctica, en España, masa crítica es el volumen suficiente de «gentes» que apoyen a un partido de tal manera que este pueda vencer las barreras de entrada al estercolero, para poder beneficiarse de la subvención y la ayudita, y poder prescindir en el futuro de esas «gentes» que los auparon al «candelabro».
Esa es a única masa crítica que de verdad importa en nuestro estatus quo castueño. Algo perfectamente comprobable con Ciudadanos y Podemos. O si no se explica el grado de idiocia profunda de sus dirigencia.
Veremos que pasa con VOX, porque masa crítica suficiente para superar las barreras de entrada parece que van a tener.
El problema (para el resto) vendrá de si no se conforman (en VOX) con simplemente entrar en la merdé, si no que si siguen apoyándose en la financiación de sus militantes y relegan a un segundo plano las «ayuditas» públicas, y deciden dar un puñetazo en la mesa.
Por otro lado el éxito de los extremismos a mi no me preocupa. Si obligan a 4 a usar la cabeza un poco mas, .. no hay mal que por bien nos venga. Estamos donde estamos porque hemos sido demasiado conciliadores.. francamente visto el panorama y de que conciliando, conciliando, cuasiestáticamente hemos devenido hasta donde estamos. Así que un poco de irreversibilidad en sentido opuesto, por mucha entropía que se genere no creo que empeore la situación.
Tengan usted y los lectores de Otras Políticas una Feliz Navidad
En todo ello hay que tener muy en cuenta el papel «asignado» a los medios de comunicación, capaces de producir «idiotas» en masa o «inteligentes» que sepan discernir según su propio criterio. Aunque parezcan haber perdido influencia y fiabilidad, todavía sirven para manejar relatos a conveniencia de quien los mantiene.
Felices fiestas para todos.
La cuestión clave creo que es el Poder. Su naturaleza hoy, sus prerrogativas, su capacidad, normativa, coactiva y decisoria. Es decir, sus límites y el control sobre ellos que nunca está fuera del propio poder.
Creo que, en el fondo de esta amplísima cuestión, yace una cuestión antropológica. Es decir: del concepto de ser humano que una sociedad tiene.
Es posible que en nuestra sociedad –de modo consciente e inconsciente– todavía prevalezca una antropología trascendente del ser humano; pero nuestra forma de Poder lucha con todas sus fuerzas contra dicha antropología que, por ello, está en recesión y ya es casi inexistente desde la perspectiva legal y moral.
Es la Naturaleza del Poder la que da forma y dirige sus Apoyos Estructurales: Economía, Leyes y Coercitividad Legal, Coercitividad por la Fuerza y Cultura o Coercitividad «ambiental». A Michael Mann, todavía vivo, ya lo están enterrando culturalmente por inconveniente. Su obra ingente: «The Sources of Social Power» (creo que ya traducidos los cuatro volúmenes) es valiosa y abre un cambio de paradigma.
Nuestra forma de poder sigue siendo «excesiva», «entrópica» y «tumoral».
Tanto es así que, para sostenerse, consume ya más de la mitad de las energías sociales y lo poco que queda ha de emplearse siguiendo las Normas y los Intereses del propio Poder. Esto nos lleva de modo determinista a los rendimientos decrecientes debidos a la Paranoia del Control y a la Degradación de las Fuerzas Creadoras de seres Libres que no pueden serlo y que…………. son educados para no serlo.
El mapa para salir del problema se deriva del camino seguido para llegar hasta esto. Ingeniería inversa, trabajo y poco más debiera bastarnos.
Por cierto, un libro muy interesante. «Surveillance Valley» de Yasha Levine. Editorial Public Affairs. Explica en detalle la bastante desconocida historia militar de Internet y ayuda a abrir los ojos y ver.
Vivimos tiempos interesantes.
Felicidades y gracias por un gran blog y comentaristas de nivel.
Hola Manu, el Poder en cualquiera de sus formas –desde la simple influencia de uno sobre otros hasta el ejercicio más brutal de la coerción de uno sobre otros– siempre ha sido y será parte de nuestra coexistencia. Véalo como simple consecuencia de que no hay dos humanos iguales: aunque ambas partes de una relación entre humanos tengan las mejores intenciones, sus diferencias los lleverán a por lo menos intentar influir el uno sobre el otro. Nos pasa desde infantes y se va acentúando con la edad –sí, los viejos somos los peores. El problema siempre es cómo reaccionamos a los intentos de los demás para influir nuestras decisiones y acciones, o peor para imponernos una decisión o acción. Analice las reacciones y verá lo mucho que cada uno de nosotros puede hacer –hoy más que nunca antes en la historia de la humanidad– para elegir aquellos cuya influencia agradecemos y para rechazar aquellos cuya coerción despreciamos.
En todo caso, a prepararnos para un movido 2019.