El otro día compré dos berenjenas, cada una de ellas envasada en una bandeja de poliestireno envuelta en una lámina de polietileno. No había posibilidad de comprarlas a granel; aunque, de haberla habido, me habría tenido que poner unos guantes desechables para cogerlas y, después, habría tenido que meterlas en una bolsa. Nada más llegar a casa las saqué de su embalaje, que deposité cívicamente en el cubo amarillo, para facilitar su recogida y posterior reciclaje.
Aunque el término reciclaje es engañoso y no significa lo que la gente se cree. Para empezar, no es lo mismo reciclar que recuperar y solo se recicla una parte de lo que se recupera. Además, por lo general, los materiales que se obtienen después de reciclar son de peor calidad que los originales. Y esto sucede particularmente con los plásticos.
no es lo mismo reciclar que recuperar y solo se recicla una parte de lo que se recupera
Hay muchos tipos de plásticos y no todos ellos se pueden reciclar. Y, aquellos que se pueden, deben reciclarse por separado, sin mezclar. Así que, para aprovechar las botellas, bolsas, vasos, pajitas, bandejas y demás objetos de plástico que llegan a las plantas de separación y reciclaje, hay que localizar y colocar cada plástico en su montón correspondiente; cosa que no es fácil en una montaña de residuos, aunque cada envase tenga impreso un numerito, rodeado por un triángulo con flechas, para identificarlo.
De hecho, entre los miles de plásticos distintos que hay en la actualidad, solo se reciclan unos pocos y para usos muy concretos. Así, por ejemplo, con el plástico que se obtiene de reciclar las botellas de agua mineral, que son relativamente sencillas de separar, no vuelven a fabricarse botellas, sino ropa: pantalones, vestidos, camisas y camisetas de poliéster; que, dicho sea de paso, sueltan fibras de plástico cada vez que pasan por la lavadora. Y de ahí al alcantarillado, los ríos, el mar y los acuíferos.
Los ciudadanos colocan sus plásticos en los contenedores pensando que serán utilizados para fabricar objetos similares; pero lo cierto es que, según datos del Parlamento Europeo, de cada 10 objetos que se ponen en el contenedor, cuatro se incineran, tres se envían a un vertedero y solo tres se almacenan para el reciclaje. De estos tres, uno o dos se exportan a China (o cualquier otro país en el que las normativas ambientales sean más laxas y la mano de obra mucho más barata) y el que queda puede que se convierta en algún material aprovechable, siempre y cuando este limpio y bien clasificado.
Esto en lo que se refiere a los plásticos que llegan a los contenedores, que es una pequeña parte de los que se fabrican. Según un estudio presentado en 2018, en el Día Mundial del Medioambiente, se estima que solo un 21% de los residuos plásticos desde que empezaron a fabricarse ha sido quemado o reciclado, mientras que el resto se encuentra en vertederos o tirado en el medioambiente, disperso por los campos, las calles, los arcenes de las carreteras, los cauces y desembocaduras de los ríos, las playas y, finalmente, el mar.
En algunos litorales y caladeros, los pescadores atrapan casi tantos plásticos como peces. Y esto en lo que se refiere a los plásticos que se ven; porque hay otros, con menos impacto estético pero mucho más perjudiciales.
Hace unos años fue noticia el descubrimiento de una isla de plásticos en el Océano Pacífico, entre Hawai y California. Aunque no se trata en realidad de una isla sino de una sopa de minúsculos fragmentos de plástico en suspensión de varios metros de profundidad y tan extensa como el triple de la Península Ibérica. No puede apreciarse a simple vista, ni desde el espacio, porque sus componentes son diminutos, como el plancton; pero están ahí, unos 750.000 trocitos por kilómetro cuadrado, y son sumamente perjudiciales, porque son ingeridos por los peces y entran, así, en la cadena alimentaria.
Desde que se inventaron, la humanidad ha generado 8.300 millones de toneladas de plásticos, de los que prácticamente la mitad se han fabricado en los últimos 15 años y de los que 6.300 millones se han convertido en residuos. Para hacerse una idea de la magnitud de estas cifras, basta con compararla con la población mundial, con lo que nos encontramos que a cada habitante del planeta le corresponden unos 800 kg de desechos plásticos, que equivalen más o menos a 89.000 botellas de medio litro (vacías).
Y el crecimiento de esta producción es exponencial, debido en gran parte al uso de envases desechables en las pujantes economías asiáticas, que consumen tanto o más que los países desarrollados pero que carecen de un sistema eficiente de recogida de basuras. Así, las playas y ríos de Manila y sus alrededores están literalmente cubiertas de plástico; y pobladas por centenares de plantas ilegales en las que se recicla tanto la basura propia como la importada de occidente.
Aunque tanto Filipinas, como Indonesia o China empiezan a tener basura suficiente para reutilizar como para no necesitar la de otros países; de modo que están devolviendo los contenedores con desechos a sus lugares de procedencia, con lo que Estados Unidos, Reino Unido, Canadá o España, entre otros, van a tener que ocuparse de sus residuos sucios y mal clasificados en lugar de venderlos.
tanto Filipinas, como Indonesia o China empiezan a tener basura suficiente para reutilizar como para no necesitar la de otros países
A diferencia del cambio climático, la contaminación por plásticos es un hecho que nadie discute. Hay un acuerdo universal sobre la magnitud del problema, pero no existe un esfuerzo mundial coordinado para solucionarlo. Cada país, cada empresa y cada ayuntamiento aplica sus propias soluciones, sus parches y sus normativas.
Llama la atención, por ejemplo, que en Kenia las bolsas de plástico estén totalmente prohibidas mientras que en España simplemente se pretenda desincentivar su uso cobrando unos céntimos por cada bolsa. En algunos países se va a restringir o se ha restringido la producción de plásticos de uno solo uso mientras que en otros, aquellos que más los utilizan y menos los recogen, ni siquiera se habla del tema.
Como en tantos otros problemas, suele descargarse la responsabilidad de la gestión de sus basuras en los ciudadanos, y en parte la tienen, pero el modelo económico y social les deja pocas opciones; resulta muy difícil prescindir de los plásticos aunque quisiéramos. Con los horarios actuales y tal y como están planteados los comercios, es prácticamente imposible, o muy difícil y trabajoso, comprar artículos básicos que no estén sobre envasados. Es decir, se nos fuerza a utilizar los plásticos y después se nos culpabiliza por hacerlo. Y se calma la mala conciencia del consumidor engañándole con informaciones a medias o dispersas.
Además de no informar correctamente sobre la eficacia del reciclaje, hay muchos otros ejemplos. Así, sustituir las bolsas de plástico por otras de papel parece una buena solución; pero fabricar papel contamina tanto o más que fabricar plástico. Y lo mismo sucede con los llamados plásticos biodegradables que no son tales salvo en unas circunstancias muy concretas (las que se dan en las plantas de compostaje industrial) y que, además, se fabrican a partir de productos, como el maíz o la yuca, que deberían destinarse a la alimentación humana.
Con esto no quiero decir que los ciudadanos no deban reducir su consumo ni deban separar correctamente sus basuras, pero la verdadera solución pasa por no generar más residuos de los que se pueden eliminar. Y esto significa, a largo plazo, la sustitución de los plásticos por otros materiales biodegradables o más reciclables y, sobre todo, el abandono de la cultura de usar y tirar.
Aunque, para el problema que tenemos ahora lo mejor que podría hacer la humanidad es recoger su basura, la actual y la pasada, y llevarla a un vertedero, incinerarla o reciclarla para que no acabe ensuciando y envenenándolo todo. Y para eso se necesita proporcionar medios y crear sistemas eficaces de gestión allí donde no los haya; algo que en su mayor parte debería ser pagado por los fabricantes, que son los que diseñan y embalan los productos pero se desentienden de los residuos que generan.
En septiembre de 2018, miles de voluntarios del movimiento Break Free From Plastic limpiaron costas y otros entornos naturales de 42 países. En total recogieron 187.000 piezas de plástico de las que más del 65% eran envoltorios de grandes multinacionales, con Nestlé, Coca Cola y Pepsi a la cabeza, seguidas por Danone, Mondelez (Oreo, Toblerone, Trident, Halls…), Procter & Gamble (Dodot, Gillette, Tampax, Fairy…) , Unilever (Dove, Knorr, Lipton, Hellmann´s), Perfetti van Melle (Chupa Chups, Mentos, Happydent) y Colgate-Palmolive, entre otras; todas ellas relacionadas con la alimentación, la higiene y los productos del hogar.
Parece evidente lo que está pasando. Tanto que, aunque solo sea por imagen de marca, muchas de estas multinacionales ya están reaccionando y están asumiendo públicamente compromisos. Porque, hasta el momento, se está empleando el dinero público y el esfuerzo de los ciudadanos en convertir a las sociedades en gestores de basura al servicio de las grandes corporaciones, cuando debería ser al contrario.
Hay una obsesión con reciclar y una obligación por ley en la UE y otros países de occidente, cuando una solución al problema del plástico y otros desechos sería la incineración.
Recuerdo que en la década de los 60 y antes, aquí en Madrid, las basuras las recogía un señor que iba en un carro tirado por mulas. Los vecinos bajaban la basura en cubos de plástico, esos que se cambiaban por trenzas de pelo o ropa usada a los gitanos, o comprados directamente en las droguerías.
Toda la basura iba junta, era el trabajo del basurero; llegaron a hacer fortunas con ese negocio.
Hoy día, la cosa ha cambiado de tal manera, que los poderes han conseguido meter a la ciudadanía en la vorágine del reciclaje, y cuanto más de izquierdas es el poder político, más machacan al ciudadano para que les hagan el trabajo sucio; viéndose como políticamente incorrecto no hacerlo. Es decir, que si queremos hacerlo bien, como mandan los cánones tendríamos que tener al menos 3 receptáculos en casa para separar todo.
En algunos países de Europa, este trabajo que hace la gente, no sale gratis, el estado compensa de alguna manera esa dedicación ciudadana. Está claro que en España nos han tomado la medida y dentro de poco nos multarán si no reciclamos correctamente y por la cara.
Y ahora perdonarme por salir del tema principal del que Enrique nos habla . Pero para mi, todo esto va encadenado y no quiero pasarlo por alto.
La trama se empezó a urdir hace unas décadas cuando científicos comprados por las altas esferas, se inventaron lo del agujero de ozono. Y que el tal agujero estaba creciendo por la utilización humana de los aerosoles, que más tarde dijeron que lo que estaba dañando la capa, además, era la caca de vaca.
Amén de tan cacareado cambio climático que parece ser que es el humano el que lo está produciendo y los gases de efecto invernadero etc. . Es decir, que si no reciclamos correctamente nos van a dar la del pulpo y nos van a sobrevenir todas las plagas habidas y por haber.
¿Habéis vuelto a oír que la susodicha capa de ozono se está destruyendo?
Ni lo volveréis a oír por que el daño ya está hecho, a pesar de que el humano sigue utilizando aerosoles y las vacas siguen teniendo la sana costumbre de cumplir con sus necesidades fisiológicas.
Y digo que el daño ya está hecho, por que a partir de ahí, empezaron a bombardearnos con que, tomar el sol a ciertas hora era peligroso y que para ello había que utilizar cremas solares de alta protección para protegernos del tan temido melanoma.
Y hay está la trampa y miedo para la población que dura hasta nuestros días, mientras que las farmacéuticas nunca se vieron en otra y se frotaron las manos y se las siguen frotando, porque el estúpido humano se tragó el anzuelo hasta los corvejones y sigue pensando que el sol produce cáncer.
La cosa cambió cuando hace unos años, unos científicos rusos que estuvieron haciendo un estrecho seguimiento de la capa de ozono durante un tiempo, descubrieron que la susodicha, en una época del año mengua, y en otra crece, así, en un movimiento cíclico constante. Esta noticia nunca salto a la luz de la prensa ni de telediarios.
Y para colmo, otros científicos descubren que ciertos compuestos de la crema solar con la que tan profusamente el personal se embadurna cada vez que se expone en días estivales a los rayos de Lorenzo, penetra en la célula, pudiendo o llegando a modificar la cadena del ADN.
Y aquí vuelvo a entroncar con el artículo y termino.
La máxima de los que mandan es:
Que el ciudadano trabaje para mi.
Que piense que es por su bien.
Y que sea feliz haciéndolo.
Ante esas sentencias ya instaladas en la mayoría de los cerebros del incauto personal, no hay movimiento posible, solo cabe el trabajo callado e individual y la denuncia.
Saludos.
El tema estrella.
Uno de ellos.
La solución está en no comprar nada de lo que dicen que es ecológico pero viene de miles de kilómetros y está plastificado.
Nigún plástico-y todos proceden del petroleo- se puede reciclar, y si ahora vamos a sustituirlo todo por papel… pues con la deficiencia y las enfermedades de los árboles… guatepeor ( con el máximo respeto a los cientos de millones de seres de Guatemala y que no nos enteramos de lo que está pasando..)
es que estáis vendidos los que no podéis tener siquiera 40 metros cuadrados para cultivar vuestras propias cosas de comer. La comida y los plásticos se han convertido en el principal problema de desigualdad social, pero de los efectos deletéreos no se libran ni ricos ni pobres.
¿incinerar, decís? que locura!! millones de sustancias tóxicas liberadas al aire que todos respiramos.
La única solución es ir con tela a comprar, si no te lo venden volverte a casa y cocinar con poco… berenjenas en su tiempo, de gente de cerca, a granel y en negro… todas las certificaciones supuestamente ecológicas, llevan la trampa del capitalismo. Ahí tenéis a ecoembes y sus escándalos.
que el cambio climático aún se discute?
No me lo puedo creer.
¿Y la geoingeniería, también se discute?
Y las supuestas energías renovables en manos de los mismos y a costa de los mismos, se discuten también?
Lo que hay que reflexionar es que la legislación local puede, poco a poco y paso a paso, legislar para permitir y para prohibir: permitir cooperativas, mercados locales, productores de al lado, sin cobrarles el espacio, compraríamos cristal para ir a por agua a los sitios puros, compraríamos cerámica ( barro que es casi para siempre) compraríamos telas que no tvieran sangre ni esclavitud en su traza, y hablaríamos con los cercanos, nos enteraríamos de sus problemas, oleríamos las cosas que ya hasta hemos olvidado…
prohibiríamos pesticidas de cunetas y parques y jardines, prohibiríamos grasas trans en los restaurantes locales, botellas de plástico de agua en vez de esa jarra que se pone en medio de la mesa…
No consumir, no hacerles el juego, No con la comida y con la salud. Y que los muchachos cocinen en la escuela, siembren en ella, hagan arte y cerámica.. que el arte no tenga sustancias peligrosas, pinturas naturales..ni un sólo plástico más. Tenemos los microplásticos todos nosotros en nuestros cuerpos ( unos más que otros) y hay plásticos metidos en las rocas, una de las razones por las que se llama a ésta era única del homo….antropoceno. Cambios irreversibles por 200 años de petróleo y de agroindustria.
Gracias por el tema.
Enrique,
En noviembre 2019 se publicará este libro
https://www.bloomsbury.com/us/secondhand-9781635570120/
de Adam Minter. Mientras tanto le recomiendo leer su libro anterior (mencionado en la referencia) y buscar en internet sus artículos y posts sobre el tema de la basura en Asia, en particular los plásticos y China.
Quizás el tema esté condensado en «la cultura de usar y tirar». Uno de los rasgos de la hominización fue el descubrir la reutilización de las herramientas y por consiguiente la necesidad de conservarlas mientras fueran «útiles» o reciclarlas en otro tipo para rentabilizarlas.
Hemos montado en cambio una cultura de lo efímero, del corto plazo, de lo immediato sin darnos cuenta de que detrás de cada camiseta de 5 euros en los grandes almacenes, hay vidas humanas explotadas por la «globalización». Que detrás de cada teléfono móvil o artefacto que tiene una caducidad programada, hay explotaciones mineras de elementos radiactivos y utilizamos esos artefactos ¡para convocar manifestaciones contra el cambio climático! con personas llegadas en miles de vuelos «low cost» que contaminan la atmósfera, mientras llevan las consabidas botellas de plástico de agua o los botes de cerveza o, como se dice, los «productos ecológicos» para ir picando.
Es hora de denunciar todo ese entramado mitológico con que nos han adormecido y nos adormecen cada día. Comprender que es muy difícil si no hay dinero por medio (intereses) convocar a 50 personas para hacer algo útil socialmente. Que el dinero sirve para pagar informes científicos «de conveniencia» y que la corrupción mayor es la de los relatos oficiales y mediáticos (que son lo mismo).
Al mismo tiempo darnos cuenta de que el ser humano como especie ha debido ir adaptándose a cada situación concreta en su funcionamiento interno. La leche de vaca considerada hoy como una alimento básico, no ha terminado de ser asimilada por nuestro organismo y hay poblaciones enteras de intolerantes a la misma. De la misma forma puede ser que vayamos asimilando otras materias que vayan sustituyendo órganos y tejidos transformándonos sin que nos demos cuenta. Al fin y al cabo son pocos los años de vida que tenemos por delante.
Nos lo están pronosticando en toda esas películas de supuesta ficción: el mundo será un estercolero y la humanidad puede extinguirse para ser sustituida por transhumanos cuyo porcentaje de plástico sea superior a los órganos naturales. Todo un panorama.
Un saludo.
Sigo liado en unos cursillos y trabajos relacionados con los cambios de paradigma geopolítico y no estoy teniendo el tiempo necesario para leer y comentar los buenos trabajos que están saliendo en este blog. También salen en otros blogs pero la línea de trabajo de OP cada día se distancia un poquito del resto.
Sobre esta cuestión me he ido cuarenta y cinco años atrás. Norte de Londres. Cada día venía el lechero en un coche eléctrico, una especie de camioneta de ruedas pequeñas, dejaba dos pintas de leche en botellas de cristal y se llevaba las del día anterior. Eran más baratas que su equivalente hoy, era leche fresca, con la nata visible, hoy la leche que se distribuye es «reconstruida» porque el agua no se transporta– . Se deconstruye en origen y se venden sus componentes en un mercado global. Cuando hay que hacer leche se «construye» con componentes de origen también global. El agua se añade lo más cerca posible del punto de venta.
Unos años después, en EEUU los groceries se compraban frescos en una tienda a pie de la granja de leche que se iba expandiendo. Las bolsas eran de papel. Esto de las bolsas de papel era igualmente la norma en los supermercados brasileños. Etc. Así por todas partes donde fuimos viviendo.
Por lo tanto lo sucedido, al igual que la activa promoción del Diesel –casi inexistente en vehículos privados entonces–, fue fruto de Políticas Públicas.
Lo cual quiere decir que fueron los Gobiernos los Directa y deliberadamente responsables de la situación actual.
La situación actual, fruto de estas políticas, regulaciones, homologaciones, etc. se intenta hoy Camuflar como si fuera Culpa directa de Decisiones Ciudadanas. Una vez establecida la culpa moral se da origen a la Disrupción — una especie de Perversión Schumpeteriana– que invariablemente encarece el proceso económico y permitiendo una fiscalidad –Taxes of Sin– desbocada por cada rincón.
Nuestras métricas económicas fundamentales no deben andar muy lejos de todo esto. Pero voy a dedicarle un tiempo dentro de un par de meses. Las métricas son «performativas» como dicen los filólogos: crean realidades, como las palabras.
Saludos y gracias
Antiguamente se trataban las pieles de los animales para conseguir un soporte donde escribir.
Parece que a principios del siglo XX, en plena efervescencia de la actividad arqueológica en Oriente Medio y en Egipto, el saqueo de muchas tumbas sacó a la luz un montón de cuerpos momificados…..apergaminada su piel.
No todos fueron objeto de estudio y custodia por las universidades y museos.
También de tráfico y compra venta.
Tanto es así, que en Europa, al parecer, en momentos de recesión económica, esas pieles momificadas, apergaminadas, pergaminos, sirvieron, en su momento, incluso como papel de envolver…cosas…
Igualmente ocurría con el papel de periódico….con la consiguiente impregnación tóxica de aquellas tintas en productos como la comida.
La leche “entera”, hasta hace bien poco, era posible, al menos en mi ciudad, acceder a ella con un envase llamado lechera, la recuerdo de color gris, y creo que era de aluminio, en una lecherías que guardaban a la vaca dentro del establecimiento.
Esa leche había que hervirla al menos tres veces antes de ser consumida.
Fueron épocas con una dificultad importante por parte de la incipiente modalidad de la Estadística, para hacerse una idea de la razón enfermedades y mortalidad, respecto a la utilización y consumo mediante los usos del momento.
Solo algunos comprometidos como Pasteur y otros, se empezaron a preguntar y preocupar por las muertes y las secuelas de determinadas enfermedades y en los actos quirúrgicos, e investigaron sobre ello.
Hasta hace muy poco, el aluminio seguía sirviendo como material para fabricar los cacharros para cocinar, a pesar de la toxicidad del mismo.
Aún sigue siendo el material “estrella” para ello en muchos países, el único al que tienen acceso para ello.
No…no creo que en momentos anteriores en la Historia el hombre haya tenido una actitud, en general, más cuidadosa con el medio ambiente o consigo mismo.
Lo que ocurre que las producciones eran en menor escala, y el reciclaje más asumido, porque no existía el acceso masivo a bienes de consumo ni a materias primas.
Ahora es cierto que no podemos decir que consumimos leche real de vaca, pero está pasteurizada, y con una cantidad de agua que, en cierto modo, reduce el impacto negativo de un elemento lácteo pensado para un animal de una determinada envergadura, y no para el ser humano, llegando a mucha gente, mucha de ella en lugares donde supone un aporte alimenticio del que carecerían si no es así.
Lo mismo, desgraciadamente, ocurre con los cultivos.
Actualmente, y por poco que nos guste, todo tipo de cultivo está alterado genéticamente.
Por un lado es cierto que no se sabe que incidencia puede tener a la larga en el medio, y también a nivel del propio ser humano.
El problema es que, sin esa posibilidad de cultivos a gran escala, y con la actual desigualdad de distribución de los alimentos, una gran parte de la población mundial, se quedaría sin acceso a ellos.
Es así, y las hambrunas siguen causando sus cíclicos estragos, curiosamente, en prácticamente los mismos sitios del planeta.
La capa de ozono, no me la estoy cargando yo con mi “frasquito de laca”….(puede parecer increíble, pero se me llegó a afear y culpar de ese desastre medioambiental, por parte de un “allegado”, al verme comprar la dichosa “laquita”).
Sí, y es cierto que los gases “metano” de las cabañas de ganadería son los de más peligroso impacto sobre el denominado “efecto invernadero” sobre la superficie terrestre.
Aunque son muchos más los factores que también actúan en ese proceso, y de los que se habla menos, como por ejemplo la quema de combustibles fósiles (¿qué pasa con los agujeros que dejan su vaciado en la corteza terrestre?), las grandes industrias también producen metano en su funcionamiento, así como los vertederos y la producción de gas natural.
Casi hay un momento en que los elementos de gran contaminación son tan amplios, como consecuencia de la actual forma organizativa y económica del mundo, que pensar que teniendo cinco contenedores distintos en casa para reciclar la basura, o ir a comprar bandejas de comida envueltas en plásticos…con nuestra bolsita de tela, son las actitudes que van a salvar el planeta….resulta inverosímil.
Quizás uno de los grandes problemas respecto a la generación de basura por parte de las sociedades humanas, y sobre todo de las más industrializadas, sea, precisamente, ese desfase entre lo que se necesita realmente y lo que consumimos.
El desfase entre la distribución de los bienes y de los alimentos producidos que acaban en el fondo de los océanos o en vertederos, para que la bajada de sus precios no desestabilicen el mercado, y la carencia de esas cosas en otras partes muy grandes del mundo, es algo que tampoco se dirime mucho en debates sobre el medioambiente.
Pero ahí ¿qué puede hacer el ciudadanito de a pie?, ¿cuál su responsabilidad?.
Seguramente esa responsabilidad no sea precisamente con la que nos bombardean continuamente los medios de comunicación para realizar un trabajo, de envergadura estatal, que termina con buena parte de nuestra basura “empaquetada” a otros países….que, por otro lado, ya se están hartando…
¿Cuántos sabíamos que esto es lo que está sucediendo? ¿Se explica en las escuelas?.
Tampoco volverse loco para tratar de encajar en su casa dieciocho cubos diferentes de basura y hacer un master de reciclaje en el tiempo libre que le quede después de su trabajo…demasiadas veces también…. “basura”, parece que sea una solución eficaz, ni siquiera coherente.
Quizás sí el de tomar, desde las circunstancias y posibilidades de cada uno, conciencia de lo que está haciendo.
Nuestra vida está condicionada por el automatismo, pero aùn así, nos la pasamos, también, opinando y debatiendo…
El problema es que lo hacemos desde las ideas cocidas y cocinadas que nos proporcionan los medios de comunicación, y también desde la propia educación recibida, no desde un trabajo propio
A poco que pensemos, nos damos cuenta de ello, pero hemos perdido mucho la capacidad de profundizar en las cosas.
Sin embargo no es una capacidad perdida…se puede ejercitar y potenciar…pero hace falta algo de valentía.
Cuando la curiosidad…al principio…te lleva a querer conocer cómo funcionan las cosas, no sé, un móvil, un ordenador, qué significa que algo esté hecho de “poliuretano”, por ejemplo, creo que ahí, aunque sea solo un poquito, por un momento, te cambia la actitud hacia el consumo.
Es algo que no se potencia desde las escuelas, en general, pero seguramente será algo fundamental…. Aunque solo sea por pura supervivencia, …en un futuro no muy lejano.
En tiempos pasados las grandes epidemias, y catástrofes medioambientales, que también las hubo, provocaron experiencia distintas, estudiadas y quizás hasta medio comprendidas por unas pocas élites, pero también el impacto sobre la mayoría de unas sociedades muy precarias, supuso a veces la desaparición de muchas de ellas.
Ahora tenemos una oportunidad de romper con esquemas impuestos de pensamiento y buscar nuevas rutas de explicación y comprensión que también existen…y están más alcance de la mano que hace siglos.
Buscarlo, es también hacer un ejercicio, duro e ingrato, de romper nuestros propios esquemas.
Vivimos en un momento en que cualquier hipótesis que intente explicar lo que está ocurriendo en cualquier campo científico…o no…, se convierte inmediatamente en objeto de ideología y doctrina.
Intentar escapar a ello…,cuando nos damos cuentas de que está sucediendo, no es fácil.
Uno se arriesga a ser expulsado del consenso…a veces imprescindible….del seguir con el día a día,….y sobrevivir.
Pero seguramente es un paso importante a dar.
Y a lo mejor forma parte de ese “recoge tu basura”….
Actualmente vivimos en situaciones tan paradójicas, que, tanto la admisión ramplona del “cambio climático”, como su no tanto “negación” como puesta en “duda” la explicación del origen y evolución de los cambios observados, se han convertido, casi ambas dos, en objeto de “doctrina”.
Y no hay manera de abordar ambas “hipótesis”, sin el riesgo de la confrontación agresiva…y el anatema.
Desde esas actitudes es muy difícil sacar alguna conclusión positiva y eficaz de cómo hacer y afrontar el futuro.
Mientras, igual cada uno de nosotros, solo podamos realizar una labor de “hormiguita” en ese aspecto….a lo poco que podamos acceder.
“Recoge tu basura” reza el artículo de Enrique….
Igual una actitud de profundización en manera de pensar, su replanteamiento, pueda generar una predisposición para la acción, y esa acción se ve reflejada en algo determinado, de una forma u otra, y aunque solo sea con la intención…quizás….solo quizás, se esté, ya, algo transformando.