En cierta ocasión, tras la muerte de Stalin, arropado por la masa en uno de los multitudinarios congresos del Partido Comunista Soviético, un provocador interrumpió a Nikita Kruschev en mitad de un discurso en que este denunciaba los crímenes de su predecesor. La voz anónima le gritó: “usted fue colega de Stalin, ¿por qué le denuncia ahora?, si Stalin fue ese monstruo que usted dice que fue, ¿por qué no se opuso a él en su momento? ¿Por qué no le denunció entonces? ¿Por qué siguió a su lado?

Kruschev, que en apariencia no alcanzaba a ver de quien provenía la voz que le increpaba, se bajó del estrado y dirigiendo su mirada hacia donde parecía provenir la crítica empezó a gritar con furia: “¿Quién dijo eso?

Solo el silencio respondió a su pregunta. Al ver que nadie daba la cara, con el rostro aún congestionado por la ira, el premier soviético volvió a repetir su pregunta y, naturalmente, todos a su alrededor permanecieron impasibles; ningún ademán traicionó al impulsivo camarada que había osado retar al poderoso nuevo líder.

Al cabo de unos segundos de tenso silencio, Kruschev, con voz serena y el rostro repentinamente calmado, dijo: “ahora todos ustedes saben porque no me opuse a él en su momento”.

No hicieron falta razonamientos ni explicaciones. A todo el mundo le quedó muy claro. En lugar de defenderse alegando que contradecir a Stalin habría supuesto para él la muerte segura, en lugar de tratar de hacerles comprender que no era una postura demasiado inteligente llevar la contraria al “padrecito”, porque cualquiera que se encontrara frente a Stalin sentía un terror visceral, Kuschev hizo que toda su audiencia fuera participe de lo que se sentía: con una sola frase todos fueron conscientes de lo que significa enfrentarse al que tiene el mando: la paranoia, el temor a abrir la boca, a equivocarse, a decir lo que no quiere oír el que tiene el poder en sus manos…

Supongo que algo parecido a lo que sintió esa voz anónima, a lo que sintieron todos los que estaban de acuerdo con él en aquel congreso de la vieja guardia soviética, es lo que sentirán hoy aquellos que se atreven a expresar otros puntos de vista a los “oficiales” en los partidos políticos de la actualidad.

Porque si algo nos dejan claro los congresos que han tenido lugar en fechas recientes en dos de los partidos más importantes en España, en este caso el PP y Podemos -aunque el razonamiento es válido en cualquier otro caso, en cualquier otra formación- es que para aquellos involucrados en la política interna de los partidos más vale que sepan elegir el bando ganador. Y una vez elegido no dejar que la duda les ensombrezca nunca el rostro.

Supongo que el tema va más allá del sistema de partidos, y puede que entronque en una necesidad más primaria del ser humano de “seguir al líder”, pero lo cierto es que el tipo de gobiernos con el que nos hemos dotado las sociedades democráticas fomentan el culto a la personalidad de los que encabezan cada formación política.

Si bien es cierto que no siempre estos líderes son carismáticos -dudo que alguien pueda ver algún atisbo de carisma en José María Aznar en su día, o en Susana Díaz o el mismo Rajoy en la actualidad- también es verdad que suelen haber llegado a las cúpulas de sus aparatos medrando con habilidad, con un conocimiento exquisito de las organizaciones y los resortes del poder y que, una vez en lo alto de la torre, ¡ay de aquellos que se atrevan a llevar la contraria de forma abierta!

Da igual que este partido sea de nuevo cuño o de amplia tradición, de izquierdas, derechas o “nueva política”: no están permitidas las voces que empañan el claro mensaje del líder, que ve más allá que el resto. La unidad está por encima de la coherencia ideológica. La obediencia es una virtud mucho más poderosa que la capacidad de análisis o el conocimiento.

Él, el jefe -mientras lo sea- puede cambiar de opinión cuantas veces quiera, puede modificar las políticas de la organización y dar los bandazos que sean necesarios, pero pobre de aquel que levante la voz fuera de los cauces establecidos para discrepar: es mucho mayor el pecado de no mostrar unidad -en forma de adhesión al aparato, a la figura del Secretario General o el Presidente del partido de turno- que el de mostrar servilismo.

Las luchas internas pueden soportarse, pero entre fracciones y en bajito, a sottovoce, y siempre dejando bien claro que por encima de todo está la fidelidad, aunque, como los lobos, toda la manada esté esperando a que el líder falle una presa para saltar sobre él –que se lo digan si no a Sánchez-.

Y mientras el líder es fuerte, mientras la presa no escapa, lo mejor que se puede hacer en el seno de un partido político es aplaudir. Sin cuestionar: puede parecerte que las decisiones de los de arriba se desvían del ideario, que llevan al partido o la nación al borde del abismo, o simplemente que actúan con torpeza, pero nadie en su sano juicio lo dirá dentro, como nadie en su sano juicio contradecía a Stalin.

Y los que quieren, a pesar de todo, tratar de influir en el rumbo de una organización política arriesgándose a contradecir al máximo responsable más les vale asegurarse de parecer imprescindibles: Luis XI, el gran Rey Araña de Francia, sentía debilidad por la astrología, y protegía en su corte a varios astrólogos y adivinos. Uno de ellos, especialmente bueno en sus predicciones, empezó a inquietar al Rey y este decidió deshacerse de él, y lo hizo llamar a sus aposentos, donde hombres armados, a la orden del Rey, habrían de ejecutarle.

El astrólogo llegó a las habitaciones de Luis XI, pero justo antes de dar la orden a sus soldados el Rey preguntó al astrólogo que, si tan bueno era, le dijese cuanto tiempo le quedaba de vida, a lo que el aludido, con unos reflejos portentosos respondió: “moriré exactamente tres días antes que Su Majestad”. Ni que decir tiene que el personaje en cuestión vivió una larga y lujosa vida protegido por el Rey de Francia…

Puede que esa sea la manera de no caer en desgracia en un partido político: conseguir que el líder crea que morirá tres días después que tú. Errejón no lo ha conseguido.

10 comentarios

10 Respuestas a “Retar al líder”

  1. EB dice:

    En todo grupo humano que interactúa regularmente —sea una familia, una empresa, un club, una organización sin fines de lucro, un partido político, el Partido Comunista Chino, el gobierno de la ex-Unión Soviética o de EEUU— siempre hay “lucha interna”, o dicho de otra manera que por importante que puedan ser los intereses comunes entre los miembros siempre hay intereses individuales en conflicto (además de valores y creencias individuales en conflicto). No importa cuánto uno simplifique el análisis de los grupos humanos, el conflicto siempre está latente y muchos veces está presente. Si queremos explicar las acciones de un grupo humano no sólo debemos tener en cuenta al resto del mundo con que interactúa sino también lo que ocurre al interior del grupo humano. Y de igual manera que no hay dos humanos iguales —lo que explica la desigualdad en todas sus formas a pesar de las ilusiones y promesas falsas de igualdad— también se puede decir que no hay dos grupos humanos iguales y que si uno quiere entender las acciones de un grupo nunca será suficiente centrar la atención en las circunstancias aparentemente iguales que enfrentan dos grupos sino que también hay que atender a la “personalidad” del grupo, y en particular a cómo se contienen y resuelven sus conflictos internos.

    En los grupos humanos en que algunos miembros tienen autoridad para decidir y ejecutar decisiones colectivas, los conflictos internos “más interesantes” son aquellos referidos a la elección o designación de la autoridad y al ejercicio del poder por la autoridad. En los grupos humanos relacionados con el poder político del estado-nación en todos sus niveles de gobierno —es decir, en las facciones y los partidos políticos, en las organizaciones de apoyo a esas facciones y partidos, en los órganos de gobierno a todo nivel— los conflictos internos son mayores que en otros grupos por la simple razón de que la política raramente está sometida a las leyes que los demás, individual o colectivamente, debe cumplir. Todavía hoy nos seguimos entreteniendo con las “luchas internas” de la política y en particular el gobierno en los últimos 5 mil años. La política promete premios grandes, muy grandes, a los ganadores y eso atrae a gente ambiciosa de poder pero no necesariamente a gente capaz de acceder al poder y de ejercerlo aceptando principios éticos y menos aún las “reglas del juego” que otros les quieren imponer. Por comparación, en el deporte los premios también son grandes pero sin talento no hay ambición que valga y sin aceptación de principios éticos y “reglas de juego” no hay competencia legítima (y por cierto, en el deporte también hay conflictos internos en todos los niveles de organización exigidos por la competencia legítima, pero en comparación con los conflictos internos de la política son conflictos menores).

    1. EB dice:

      Emperadores y reyes siempre tuvieron la dura tarea de contener y resolver los conflictos internos de su grupo de íntimos y cercanos. No se podían dar el lujo de fracasar en esa tarea porque de lo contrario los conflictos pronto se agravaban y generaban amenazas a sus vidas —la sucesión al trono pasaba por la muerte del titular (el exilio fue una gran innovación institucional). Si, esos eran tiempos en que la violencia era el instrumento decisivo para acceder al poder y gozarlo. En la larga evolución de la humanidad, emperadores y reyes aprendieron que sus ambiciones territoriales tenían límites, y que su extensión ponía en peligro sus conquistas previas, lo que facilitó que se generaran fronteras, es decir, límites territoriales reconocidos y en principio respetados por ellos —sí, la división territorial del Planeta Tierra no ha sido muy diferente a la división territorial de áreas controladas por mafias a partir de “acuerdos honorables” respetando los límites de sus “vecindarios”, cada uno controlado por una organización mafiosa. Pocos hablan hoy sobre la desigualdad de esa división territorial que implica la coexistencia de estados-nación desiguales en cualquier dimensión que se elija, comenzando por la extensión territorial y el tamaño y la densidad de la población. Sí, más allá de los cuentos de la patria, los estados-nación son accidentes históricos producto del recurso a la violencia. Digamos que ese largo proceso culminó hacia el año 2000, es decir, poco tiempo atrás, y que será difícil que se creen nuevos estados-nación a partir de la división de algunos existentes o de la fusión de algunos existentes o simplemente de cambios en las fronteras de algunos existentes (como bien sabemos algunos grupos islámicos todavía intentan cambiar radicalmente la división actual, pero su probabilidad de éxito sigue siendo baja). Más importante, los intentos de alguna estructura política supranacional han tenido muy poco éxito y lo poco conseguido hoy está amenazado por la corrupción de quienes se han apropiado de su organización interna. Sí, hoy el orden mundial se basa en los estados-nación y las relaciones entre sus gobiernos, que no están condicionadas a normas jurídicas aceptadas, se basan principalmente en la disposición de cada uno de sus gobiernos a reconocer los intereses de los demás gobiernos, intereses que incluyen no sólo lo que concierne directamente a los gobiernos sino también indirectamente como protectores de sus poblaciones. Esta disposición se manifiesta en varios tratados bilaterales, regionales y globales cuyo cumplimiento queda a la discreción de sus gobiernos sin participación de una judicatura supranacional (sí, ha habido intentos parcialmente exitosos pero muy lejos de lo que sucede a nivel de estado-nación).

      En ese contexto histórico, la organización interna de los estados-nación —es decir, la institucionalidad de la política y el gobierno a nivel de estado-nación— ha ido evolucionando hacia un mayor control de la violencia como recurso para resolver los conflictos internos pero sin que eso implique sumisión de la política y el gobierno a las leyes. Aunque en algunos estados-nación la ausencia de esta sumisión sea consecuencia más de deficiencias institucionales que de principios (el caso de las democracias constitucionales), en el resto es consecuencia directa del rechazo a semejante sumisión. La “lucha interna” en las organizaciones políticas y en los órganos de gobierno de las democracias constitucionales se diferencia porque el rechazo al recurso de la violencia es mucho mayor, al extremo que se puede afirmar que es excepcional, y en particular que se espera que los políticos elegidos para desempeñar cargos públicos cumplan sus mandatos. Sí, aunque estemos hablando de democracias constitucionales, esa “lucha interna” puede ser muy intensa, sea por el acceso al poder o por el ejercicio del poder. Pero no hay equivalencia alguna en términos de principios o de resultados entre la “lucha interna” en las democracias constitucionales y la “lucha interna” en otros sistemas de política y gobierno. Por eso me sorprende el post de Raúl: hablar de la Unión Soviética y de monarquías absolutas para luego aterrizar en lo que está pasando en España hoy como si la “lucha interna” de cada partido político español fuera anticipo de grandes batallas por el poder donde la vida del presidente Rajoy o del futuro presidente estará en juego me parece que poco o nada ayuda a entender qué está pasando en España.

      Más me sorprende porque en este blog otros editores en sus posts no titubearon en referirse a Trump y precisamente ayer —continuando hoy— ha quedado en evidencia cómo la “lucha interna” a nivel de gobierno en una democracia constitucional puede alcanzar un grado alto de intensidad. Tan alto como para que ya hoy mismo se escriban artículos como este

      https://www.commentarymagazine.com/politics-ideas/beware-triggering-the-coup-theory/

      1. EB dice:

        Si uno entra en la página web de Hay Derecho se encuentra con un pedido de donaciones para defender el Estado de Derecho. La pregunta que siempre me hago es quiénes son los que atacan al Estado de Derecho, en España y en otras partes. La esencia del Estado de Derecho es la sumisión de todos los habitantes de una jurisdicción política a sus leyes, lo cual supone la voluntad de todos sus habitantes para cumplir con las leyes y para aceptar la competencia de la judicatura cuando sus acciones son cuestionadas por no cumplir obligaciones legales y contractuales. Por cierto, esa sumisión implica renunciar a la violencia y la extorsión para conseguir lo que uno quiere. Cuando uno habla de todos los habitantes se incluye a los políticos y sus muchos cómplices, pero sabemos que en todas las jurisdicciones políticas ellos son los primeros en exceptuarse de cumplir con las leyes y aceptar la competencia de la judicatura. Peor, se arrogan la autoridad para cambiar las leyes y especialmente para hacerlas cumplir de acuerdo a sus intereses personales y tribales, y esa arrogancia es mayor cuanto mayor es la ambición de los políticos y sus cómplices por expandir el ámbito de lo público, cualquiera sea el punto de partida. El Estado de Derecho sólo es posible en una democracia constitucional pero la institucionalidad de la política y el gobierno nunca ha sido y jamás será lo suficientemente fuerte para controlar a los políticos y sus cómplices porque en última instancia su fuerza depende de esos políticos y no hay proceso alguno que garantice la elección de gobernantes honrados y competentes (los incentivos son tales que los candidatos con mayor probabilidad de éxito son corruptos e incompetentes). Toda democracia constitucional puede fracasar por las debilidades de sus instituciones en cualquier momento de su “ciclo de vida” (varios estudios han intentado determinar condiciones suficientes para su colapso, pero no hay conclusiones claras). A pesar de sus limitaciones, la democracia constitucional sigue siendo mejor que cualquier alternativa posible (en este blog unos pocos lectores gustan insistir en alternativas basadas en que a la vuelta de la esquina el Nuevo Humano está listo para gobernar pero yo no las tomo en cuenta por respeto a la mayoría de los lectores).

        Hoy tenemos la oportunidad de observar un atentado contra la democracia constitucional de EEUU. Sí, los progres ofuscados por sus derrotas han montado una estrategia para “derrocar” a Trump y esta estrategia está ahora basada en la extorsión —esto es, en la amenaza de castigar ilegalmente a quienes no cedan a sus demandas. El castigo puede incluso implicar violencia contra sus “enemigos” y ya ha habido incidentes menores que por supuesto los medios cómplices de los progres no informan. Más allá de lo que se dice en el artículo referido en el comentario anterior, en las últimas 24 horas ha quedado claro que los progres quieren crear condiciones para el “derrocamiento” de Trump a través de la circulación de información falsa sobre una supuesta colaboración entre Trump y Putin (lo más grotesco es que quienes se horrorizan por esta falsedad son los mismos que aun hoy día no piden que se publique el acuerdo de Obama con Irán, algo que se debió hacer público antes de que se concretara el acuerdo). Esta nueva situación ha sido consecuencia de una serie de fracasos de los progres para mantenerse en el poder (bajo Obama, los republicanos han ganado la gran mayoría de las elecciones a nivel nacional y estatal). La hipocresía de los progres nunca deja de sorprender porque su arrogancia fatal es suponer que los demás somos estúpidos, y cuando quedan en evidencia y fracasan entonces redoblan su apuesta recurriendo a la mentira, y cuando la mentira tampoco da los resultados esperados, insisten recurriendo a la extorsión, colocándose al filo de la legalidad de una democracia constitucional, y peor todavía, dejando entrever su disposición a recurrir a la violencia. Si hoy en EEUU se ha llegado a una situación crítica es porque, contra todas las expectativas, Trump se ha mantenido firme en su denuncia de los progres (en este mismo momento, Trump está dando una conferencia de prensa donde desafía a los progres abiertamente porque sabe que cuenta con el respaldo de por lo menos el 50% de los residentes legales de su país). Los progres creyeron que pegando cuatro gritos Trump desaparecería, pero si quieren lograrlo tendrán que pagar un precio mucho más alto y como tantas otras veces tengo dudas que los progres estén dispuestos a pagar ese precio.

        Recomiendo leer

        http://nypost.com/2017/02/16/sorry-media-this-press-conference-played-very-different-with-trumps-supporters/

        Hoy viernes 17, aprovechando la demora en poder colgar mi comentario, me pregunto por qué los progres europeos no se indignan por esto

        http://www.elmundo.es/sociedad/2017/02/17/58a699a2468aeb9f328b4632.html

  2. O'farrill dice:

    Retomando el tema del artículo deberíamos empezar por saber lo que entendemos por la palabra «líder» en estos días. Sería «líder» alguien con autoridad reconocida por todos pero, claro está, si esos todos no dependen de alguna forma del supuesto «líder». Ahora que todo es «mediático» vemos que los líderes intelectuales han sido sustituidos por otros de «cartón-piedra» promocionados desde distintas plataformas con intereses determinados. En España los «rifirrafes» por el liderazgo forman ya parte del paisaje ante el aburrimiento de la gente más pendiente de asuntos de mayor calado. La cuestión es ¿necesitamos ese tipo de «líderes»? Desde el punto de vista político la Jefatura del Estado debería corresponder a alguien con autoridad incuestionable y reconocida por todos electoralmente, pero sometido a la Ley sin ningún privilegio. Queda mucho camino para reconocer los «mitos» y «cuentos» con que (decía Leon Felipe) nos han mecido hasta ahora. Un saludo.

    1. EB dice:

      Los «rifirrafes» a que usted se refiere no son nuevos, ni son de poco de calado porque muchísima gente dio su vida por ellos o la perdió por culpa de ellos. España es consecuencia de más de mil años de «rifirrafes» violentos.

      No es lo mismo elegir a Miss España que elegir al Presidente de España. La autoridad –es decir, la capacidad para influir en las acciones de los demás hasta el punto de imponerles costos, a veces muy altos– se gana por las buenas o por las malas. Hoy ya no es fácil ganarla por las malas, sea por extorsión humana o por extorsión divina, pero los malos han encontrado que la mentira y la hipocresía ayudan mucho. Eso sí, estoy de acuerdo con usted que hay eliminar privilegios, comenzando la monarquía.

      1. EB dice:

        O’farrill, me pregunto si usted considera al historiador Josep Fontana una autoridad o líder intelectual, Recién leo esta entrevista

        http://www.elconfidencial.com/cultura/2017-02-18/josep-fontana_1333717/

        y dado los tiempos en que vivimos me he quedado pensando si Fontana es ignorante o falso. Por cierto, en un minuto me quedó claro lo que es porque el fenómeno de la falsedad –es decir, el recurso a la hipocresía y la mentira– no se limita a quienes producen «fake news».

        1. O'farrill dice:

          Estimado EB: muchas gracias por su enlace a una entrevista que no había leído. Su pregunta sobre el autor del libro tendría que responderla cuando lo lea. En la entrevista hay cosas ya conocidas sobre el diseño de la «socialdemocracia» a partir de la 2ª GM como forma de evitar ideologías comunistas en Europa y otros lugares. En España se sacraliza en la C.E. de 1978: » un estado social y democrático….» como continuación a la peculiar socialdemocracia de Franco y de su régimen. La Transición se vistió como reconciliación nacional, pero de hecho blindaba instituciones y situaciones de poder irreconciliables con la «soberanía popular»…. O el «soberano» es el pueblo o la soberanía es capturada y administrada por las oligarquías. Dalmacio Negro ha escrito algo sobre ello («La ley de hierro de las oligarquías»). Un saludo.

      2. O'farrill dice:

        Estimado EB: totalmente de acuerdo en que «no debería ser lo mismo» la elección de Miss España que la de un responsable de gobierno para España. El problema es que, lamentablemente, se parecen bastante en cuanto a lo mediático y publicitario. No creo en la figura de un «presidente de España» sino en una verdadera representación en el legislativo de los ciudadanos españoles con capacidad para nombrar «cargos» (cargas) en función de su «autoridad» al servicio de todos y con capacidad de revocarlos de inmediato cuando fuera necesario. Pero, en fin, todo esto parece ficción y produce melancolía….

  3. Loli dice:

    Desde postulados aparentemente antagónicos, desde altares de poder supuestamente discrepantes, resulta que sorprendentemente, un “norteamericano nacionalista” hasta rayar la xenofobia reivindica una política “social”, solo para los “suyo”, al mismo tiempo que no puede evitar, y esto parece mutuo, una admiración indisimulada hacia su hómologo en unas “supuestas”antípodas” de intereses políticos y territoriales: Putin.

    Hace poco nos sorprendía el presidente venezolano, si ello es posible, Nicolás Maduro, tan antiamericano él, por lo que en cuanto a las políticas estadounidenses eran dañinas para las independencias económicas y sociales de Latinoamérica, “nacionalista y socialista” parece el señor Maduro, (volvemos al conocido y trágico binomio), arremetiendo contra el presidente español, pero….queriéndose llevar bien con…el actual presidente americano……¿admiración por los semejantes?.

    Y todos estos dirigentes, líderes…fueron elegidos dentro de un sistema democrático. Todos, menos el político ruso, que aunque bajo una especie de teatralización de comicios democráticos, impuso su hegemonía, primero a través de un “delegado”, y luego colocándose él mismo, sin más.

    En los actos de “Vista Alegre II”, hay quien valora sobremanera la denominada “democracia participativa”, cuando una lectura más seria, a mi entender, pondría de manifiesto la realidad de que, la aspiración a un verdadero avance hacia un desarrollo real de la democracia, implica, necesariamente, la intención de elevar el nivel de desarrollo cultural de las gentes.

    Y eso requiere desarrollar también la inteligencia, y plantea la necesidad de que, personas en disposición de hacerlo, trabajen para ello ,para que se eleven los niveles en todos los sentidos de la sociedad a la que han decidido servir.

    En este sentido, es muy probable que, la posibilidad, dentro de esa formación política, de avanzar en sentidos más novedosos e inteligentes, se haya visto truncada. Y no creo que eso sea precisamente la democracia a la que se aspira…., no creo que eso contribuya a aumentar la necesaria preparación de una sociedad, no es para estar “orgullosos”.

    ¿Son necesarios los líderes?.

    Son necesarias las personas que con un prestigio, constatado, con vocación de servicio y de ayuda a la sociedad.

    Pero es que esa sociedad, tendría, quizás también, que asumir su desconocimiento, y reconocer el prestigio y ¿por qué no?, la “notabilidad” de aquéllos que se decidan a poner su trabajo y experiencia al servicio de un impulso que implique a cuanto más sectores sociales, mejor.

    Pero no ocurre ni lo uno ni lo otro.

    Los mejores no se acercan a la política….porque supone, finalmente, un desprestigio.
    La sociedad aplaudimos lo que queremos oir, y nos cansan otras visiones, más trabajadas, de la realidad.

    Stalin, comunista él, admiraba a Hitler, “nacional-socialista”, y trató de aliarse con él.

    Kruschev…..heredó una forma maléfica de liderazgo, y parecía consciente de ello.

    Un liderazgo incuestionable, o al menos en apariencia, frente a una sociedad a la que se creía lo suficientemente subyugada como para que le aterrorizara pensar por sí misma.

    Pero no era así…no es así.

    Nosotros tenemos la oportunidad de reconocer ese punto débil donde se asientan “liderazgos” inmerecidos, ya que nos desenvolvemos en un modelo democrático, de «libertades» : nuestra falta de preparación.

    Y tenemos, quizás, la obligación de buscar a los más preparados, y al menos, reconocer sus méritos sin que “el complejo del ignorante” nos “empodere”, de tal manera que, sigamos eligiendo representantes lineales para nuestras Cámaras, realizando tareas lineales….mientras el mundo sigue avanzando.

    El tema es, de la manera en que están de asentadas y reconocidas, las instituciones, el funcionamiento político, e incluso estructurado conceptualmente por nosotros en una forma determinada de pensar, cómo hacer para empezar a discernir, para aumentar cultura política.

    ¿Es preciso, insisto, la existencia de un líder? o ¿cada instancia, cada situación social, o económica, requeriría de alguien preparado para ese momento, que se retirara luego, cuando la necesidad apuntara a otro experto o conocedor o dirigente porque otra situación de índole diferente, así lo demandara?.

  4. pasmao dice:

    El problema no es el liderazgo, el problema es lo que oculta esa necesidad de lideerazgo per se.

    La gente/personas/ciudadanos se despreocupa(n) o la despreocupan de donde nos están llevando(colectivo), o a donde quiere ir(individualmente), obviando las consecuencias (to er mundo es bueno, que decidan ellos los que saben), y sin asumir los riesgos derivados de sus equivocaciones individuales o colectivas (ya lo hará es Estao).

    Es patético constar bien en Vista Alegre, o en la PePada, o en en lo de Ciudadanos que lo que menos ha pesado han sido las ideas y mas el quien las tiene que llevar a cabo.

    Cómo si el liderazgo fuera prioritario sobre el para qué.

    No vayamos a excarvar un poco sobre las verdaderas necesidades e intereses del personal y tengamos que salir corriendo.

    Por ejemplo en Francia quieren ocultar detrás de una Le Pen toda una crisis que se deriva de que La France no manda ya en ese imperio colonial gracias al que viviero tan bien, algo trasladable a UK y demás expotencias coloniales Uropeas. (ni Alemania o Austria (imperio austriaco = paises del Este) fueron potencias coloniales, aunque no fuera por alta de ganas).

    Recordemos que gran parte del trasunto del problema migratorio que ahora les espanta viene de «acoger» desde hace tiempo a nacionales varios; chinos, vietnamitas, indues, pakistaníes, indonesios.. derivados de tener un imperio colonial que ya no existe, pero creerse la ficción de que aún mandan en él a traves de terceros.

    Algo si mandan, pero los beneicados en la exmetrópoli son 4 pijos ligados a sectores bancarios y similar que la vulgar plebe.

    Fenómeno exacerbado por la globalización y llevado al paroxismo al pactar con el diablo de los petrodólares y sus wahabismos varios.

    Ahora creen que eligiendo una Le Pen o similar todo se arreglará como por ensalmo, aunque el eror provenga de décadas de autocomplacencia.

    En USA con Trump piensan que volverán a fabricar coches y no sólo los comprarán ellos sino que incluso los exportarán. Cuando está bien claro que si se dejaron de frabricar coches en Detroit no fue sólo porque eran caros si no porque eran una basura (comparen con BMW, Mercedes, Toyota, Honda..que de baratos en muchos de sus modelos nada).

    Tema el del automovil extensible a muchos otros sectores..

    Nadie se pregunta para que esos líderes. La gente quiere líderes para sentirse segura, y en todo caso después apedrearlos o colgarlos.

    Pero el problema seguirá ahí. Agrabado todo lo mas.

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