Rutinas y repeticiones

La CNN abría su telediario con la noticia de que una empresa aseguradora japonesa -Fukoku Mutual Life Insurance- iba a despedir a 34 de sus empleados, que se dedicaban a calcular las indemnizaciones por siniestros a que tenían derecho los asegurados, para sustituirlos por un sistema de inteligencia artificial. La compañía afirma que con esa sustitución aumentará un 30% su productividad, disminuirán considerablemente sus costes y aumentarán sus beneficios.

La CNN presentaba esta noticia como el pistoletazo de salida de la largamente anunciada revolución de la inteligencia artificial (Artificial Intelligence o AI).

Los expertos llevan tiempo señalando que esta revolución tendrá aún más impacto que la revolución industrial, que ha configurado el modelo en el que vivimos desde el siglo XVIII.

Para saber si nuestro trabajo y forma de vida están amenazados, habitualmente se decía que cualquier ocupación que reuniera la triple D –Dull (aburrido), Dangerous (peligroso), Dirty (sucio)- en un futuro próximo sería realizada por máquinas y no por personas.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, ya no se habla tanto de la triple D sino de algo mucho más preocupante: los expertos afirman que cualquier trabajo en el que se hagan, día tras día, tareas más o menos rutinarias o repetitivas, en un futuro relativamente cercano, se asumirá por la AI. Que se lo digan a los 34 sacrificados empleados de la aseguradora japonesa, que llevarían años tramitando reclamaciones de asegurados y calculando las correspondientes indemnizaciones. Trabajo rutinario y repetitivo.

Pero, a continuación la pregunta debería ser ¿cuántos de nosotros realizamos un trabajo que no tenga algo de rutinario o de repetitivo? Ciertamente, aplicando este canon, un porcentaje altísimo de los puestos de trabajo que hoy existen en lo que llamamos mercado laboral desaparecerían y se ocuparían por máquinas. Las estimaciones hablan de un 50% de los trabajos, pero con el criterio que podíamos llamar de la doble R (Rutinario/Repetitivo) cabe sospechar que este porcentaje sea mucho más alto.

El modelo económico surgido de la revolución industrial parte de que hay tres factores de producción –tierra, trabajo y capital– que contribuyen a la formación de riqueza y que deben ser, en consecuencia, retribuidos en el proceso productivo. La economía ha dedicado profundos estudios y complejos modelos para explicar el factor trabajo y predecir el funcionamiento del mercado laboral.

Pero el trabajo no solo es un factor de producción, sino también una fuente de riqueza, que permite que el perceptor del salario pueda mantener los niveles de consumo necesarios para que la economía productiva, en la que vivimos, no pierda fuelle. Además, un mercado laboral amplio, con salarios razonables, es lo que permite sostener, por vía de impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social, lo que conocemos como el Estado del bienestar (pensiones, subsidios, sanidad y educación públicas).

Si la revolución de la AI hace desaparecer más del 50% del mercado laboral, cabría hacerse las siguientes preguntas: con niveles tan altos de desempleo ¿cómo se va a mantener el nivel de consumo necesario para que las empresas sigan en funcionamiento? Es decir, las máquinas ¿para quién van a producir? Otra pregunta: ¿cómo se va mantener el Estado de bienestar cuando más de la mitad de la población no cotice y deba ser perceptora de algún tipo de ayudas? O, desde una perspectiva menos económica y con este panorama, cabría preguntarse cómo se va a llenar esa “necesidad psicológica de trabajar” que tan importante resulta ahora para una buena parte de la población como forma de realización personal.

Estas preguntas y otras muchas no tienen respuesta dentro de nuestro modelo y van a obligar a su completo replanteamiento. Como siempre, la interrogante que surge es si hay alguien en el poder pensando ya en los cambios que serán necesarios para afrontar la inminente revolución. Sospecho que no.

Hasta aquí las amenazas, que no son pocas, del cambio que se nos avecina.

Pero toda revolución presenta oportunidades.

Una de las principales es la posibilidad de plantearse y responder a la olvidada pregunta de qué es lo que nos hace humanos. ¿En qué consiste el ser humano? ¿Es el ser humano simplemente una máquina imperfecta que puede ser superada en la mayoría de sus actividades por la AI? ¿O hay algo más?

La revolución industrial convirtió al trabajador en una máquina cualificada que había que preparar desde el sistema educativo para realizar un trabajo repetitivo y rutinario: fue la maquinización del hombre genialmente representada por Chaplin en Tiempos Modernos. Es obvio que en esta concepción del hombre/trabajador el perfeccionamiento de la máquina iba a producir la gradual sustitución de la que venimos hablando. El hombre/máquina difícilmente puede competir con la propia máquina en continuo perfeccionamiento.

En cualquier caso, lo que viene legitimando un sistema educativo como el nuestro, basado en la memorización, la repetición y la rutina, es que preparaba al ser humano para el acceso al mercado laboral. Y, ¿qué padre no quiere que su hijo pueda ganarse bien la vida en un futuro?

Pero, en el mundo que está a la vuelta de la esquina, esto ya no es así. La educación rutinaria que prepara para un pensamiento repetitivo es el camino más seguro hacia el desempleo.

Esto quiere decir que los informes PISA y otros métodos de evaluación de la calidad educativa, deberán empezar a dar prioridad a otros criterios mucho más difíciles de medir, como la creatividad, la imaginación, la capacidad artística… Las asociaciones de padres, si fueran racionales, deberían empezar a exigir una educación muy diferente que prepare para el cambio. Ante esta demanda, lo lógico sería que aumentara la oferta de plazas escolares en colegios que tuvieran una visión muy distinta de la educación.

Por supuesto, este proceso de educación de seres humanos no máquinas daría lugar a poblaciones mucho menos previsibles en sus comportamientos y menos maleables. La pesadilla para cualquier gobernante y el sueño de cualquier filósofo que crea en el ser humano. Esto obligará a adaptar el discurso político y las ofertas partidistas a un nuevo ciudadano más pensante, más imaginativo y menos dirigible desde un punto de vista mecánico.

Desde una perspectiva más individual, la revolución nos obliga a reflexionar sobre qué aspectos de nuestro trabajo actual son realmente humanos y cuales son mecánicos y más propios de una máquina. Es precisamente esta obligada reflexión sobre qué hay de humano en lo que hacemos lo que puede permitirnos sobrevivir a la revolución que oficialmente ha comenzado con la sustitución de los 34 trabajadores japoneses.

Curiosamente, el espíritu de supervivencia puede hacernos reflexionar y profundizar en nuestras cualidades más “humanas”, acercándonos así a un concepto más auténtico de lo que somos. Veremos.

3 comentarios

3 Respuestas a “Rutinas y repeticiones”

  1. Manu Oquendo dice:

    Los sistemas de inteligencia artificial llevan en uso unos 35 años. Los primeros nacieron en las áreas de «aprobación o denegación de solicitudes de crédito» y en las de «mejora de precio del billete vendido» por los sistemas automáticos de reservas de las líneas aéreas. Los primeros eliminaron empleos, los segundos no. Simplemente esta técnica creó una oportunidad antes inexistente.

    Cuando comenzó la venta de estos pequeños sistemas se llamaban «Sistemas Expertos» porque su estructura, reglas y programación necesitaban de la Experiencia de un ser humano muy especializado para poder pre-establecer una «base de datos de conocimientos» y «reglas de decisión». El núcleo del Sistema son las ecuaciones y reglas de su «Motor de Inferencia».
    Crecerán y es bueno que crezcan al menos en determinadas actividades.
    Muchas misiones, –espaciales y terrestres– no necesitan seres humanos que, en no pocas ocasiones, son un problema añadido. Entre otras cosas porque la propia duración o circunstancias de la misión son incompatibles con una o varias vidas a bordo. En otros casos, como el de los citados sistemas de «mejora de ingresos» se tratará de actividades nuevas.

    La cuestión, entre otras relacionadas con el empleo, es importante por algo que los economistas conocen como «Externalidades». Es decir, aquellos costes derivados de una decisión que no serán pagados por quien toma la decisión. Costes externos al decisor.
    Entre estos costes están los del «Desempleo». Es decir costes colectivos vía impuestos y deuda que tratan de paliar el desempleo producido en este caso por decisiones tecnológicas. Robotización, etc.

    No hay fórmulas mágicas ni sencillas porque, en general, cada decisión de «mejora tecnológica» exige una «Escala» muy superior y un proceso de oligopolización-monopolización creciente. Es decir, donde había 100 fabricantes pasa a haber 5 o menos y estos, inevitablemente, tienen mucho más Poder de Mercado que los iniciales. Este poder de mercado anula y supera en precios al consumidor los ahorros teóricos de la Robotización de líneas de montaje o de fabricación.
    En paralelo a lo anterior se producen dos fenómenos también negativos.
    Por un lado los productos sufren una fiscalidad creciente y esta se Refleja en los Precios. Hoy el precio de cualquier producto industrial incluye no menos de un 65% o 70% de Impuestos. Entre SS, IRPF, Sociedades, IVA, y la retahíla de los numerosos impuestos y tasas «menores» de todo tipo así es.

    Por otro lado el Factor Trabajo está considerado por el Sistema como un enemigo estructural. Como mucho un mal menor.

    Es decir, la legislación pretendidamente protectora, ha convertido al trabajador en un problema a eliminar.
    De tal modo que las mayores «fábricas de parados» son siempre aquellas organizaciones teóricamente dedicadas a proteger a los trabajadores y que en su «empeño» no pueden evitar pasarse de rosca muchos pueblos.

    El efecto de estos tres factores se resume en que el coche más barato que podíamos comprar en los noventa se llevaba el 25% de nuestra renta media. Hoy el coche más barato se lleva un 50% de la renta media. Esto para abrir boca. Tanta «mejora» ¿para esto?

    Con lo cual tenemos una situación muy complicada que exige discernimiento. Reflexión pausada y atención al detalle cambiante. Algo que no abunda porque exige esfuerzos como el de Isaac al traer esta cuestión a la vista de todos.

    Un saludo

  2. O'farrill dice:

    Por experiencia personal he conocido la transformación en la gestión de las compañías aseguradoras. Todo empezó con un joven ejecutivo que intentaba enseñar a sus colegas con más de treinta años de experiencia, cómo tramitar determinados tipos de seguros a partir de la informática sin contar -claro está- con el llamado «factor humano» que, tanto los empleados de la compañía como los propios clientes, era el factor esencial para la tramitación y gestión de siniestros. Ni que decir tiene que los empleados antiguos fueron sometidos a un proceso de jubilación anticipada y sustituidos por los «jóvenes cachorros» que apretaban teclas con mejor o peor criterio (las teclas son buenas cuando se sabe para qué se necesitan, no para ser usadas indiscriminadamente).
    Una vez más nos enfrentamos al dilema de salvar el conocimiento y la experiencia o a las máquinas en que hemos depositado nuestro futuro como «especie en peligro de extinción». Para mí está claro: el hombre siempre debe someter a la máquina pero en ningún caso someterse a su funcionamiento, menos cuando les va la vida en ello (según la Sra. Calvo).
    Una noticia hoy: «la mayoría de las sanciones de tráfico impuestas por los radares son ilegales; millones de sanciones ilegales porque las ponen las máquinas….» ¿Quien es el responsable y resarcirá de su bolsillo los errores mecánicos?
    Un saludo.

  3. pasmao dice:

    Interesante columna Don Isaac e interesantes comentarios

    Tengo guardadas unas cuantas ideas para columnas anteriores, también interesantísimas y valientes. Espero que de tanto madurarlas no se me pasen.

    Respecto a la que nos concierne, además de los puestos que se pierden están los que nunca vendrán. A saber cuantos puestos se han mantenido en «barbecho» a la espera de que el personal se jubila, mientras van siendo sustituidos, en procesos que de origen ya han sido rediseñados, por IAs.

    Lo curioso es que esas IAs siempre se aplican a unos procesos y no se sabe nada de ellas en otros.

    ¿En nuestra elefantiásica ¿Administración? cuantos puestos sobran ya y cuantos mas podríamos quitarnos de encima con una buena IA?

    ¿Que reducciones de costes supondría y cuantos impuestos para pagar a esos ¿funcionarios? nos podríamos ahorrar?

    ¿Que incrementos de competividad podríamos tener derivados de una mejor «Administración» y de tener mas margen (debido al mayor margen derivado de los menos impuestos) para I+D+i para competir?

    No veo posible que ninguna IA sea capaz de racionalizar una «Administración» que ha sido diseñada para cualquier cosa menos para «Administrar». Le pasaría cómo al HAL 9000 de la peli.. y se pondría a cargarse a funcionarios (de la misma manera que HAL se cargaba astronautas) .. y la que se podría liar seria muy gorda.

    Ni lo veremos nosotros, ni nuestros hijos.. lo verán los de los chinos, hindúes,.. pero aquí ni lo sueñen. Tampoco en USA visto el panorama.. y no es culpa de Trump, precisamente.

    Pasando a lo que comenta el artículo en segunda parte:

    Lo que es necesario reseñar es que cuando habla de imaginación, creatividad… Las IAs, cómo los robots, para ser rentables necesitan apoyarse en enormes economías de escala. Lo que obliga a los «humanos» a pasar por el «cedazo» (estandarización de procesos) y adaptar sus necesidades a lo que disponga la «artificialidad». Tengan en cuenta que al mundo donde vamos no va a haber competencia (va a ser un mundo donde los oligopolios/monopolios/cartelizaciones manden) para satisfacer necesidades particulares (salvo que se sea muy muy muy rico) … ergo o pasamos por el aro o nos fastidiamos.

    Y de esa estandarización de procesos/consumos.. en una sociedad donde la creatividad sólo se admitirá si no crea problemas, si no genera nuevas dudas.. si no reta al sistema de creencias, ergo ¿Que creatividad nos espera? Me temo que una «creatividad» blandy blup ..

    Me parece que corren malos tiempos para la lírica. La imaginación, la creatividad… no fueron una prioridad para las estructuras de poder durante la Edad Media, y vamos de cabeza a una Edad Medio 2.0, si no hacemos algo para remediarlo. Y las IAs pueden okupar el espacio de algo muy parecido a la antigua Inquisición.

    Lamento ser tan negativo.. pero el mundo en lo que ambición de libertad y asunción de los riesgos inherentes es muy distinto del que había durante el XIX y una parte del XX, y eso pesa mucho en la forma en que el «progreso» se adapte la manera presente de ver las cosas.

    Un cordial saludo

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