
La legalización de la eutanasia es una posibilidad que ya está en el Parlamento. Dadas las repercusiones que tiene, este asunto debería ser ampliamente analizado y debatido en la sociedad, que es a lo que me gustaría contribuir con este artículo.
Para empezar, quisiera dejar claro que me parece completamente lógico recurrir a fármacos para aliviar el sufrimiento de quienes lo estén pasando mal, sea en sus últimos momentos de vida o no. Pero una cosa es eso y otra provocar intencionadamente su muerte. Esto último, también conocido como suicidio asistido o eutanasia, es lo que está encima de la mesa.
Lo primero que llama la atención es la paradoja que supone abrir la puerta legal a que, bajo ciertas condiciones (que incluyen el acuerdo del paciente), los médicos le ayuden a uno a suicidarse, mientras que, paralelamente, se considera rechazable que las personas en condiciones normales de vida se suiciden. Algo no encaja. Si el hecho de que los suicidios vayan a más lo entendemos como un fracaso de la sociedad, por no ser capaz de dar el apoyo psicológico y vital adecuado a quienes optan por ello, pasar ahora a ayudarles a ejecutar esa decisión porque sienten que sus condiciones de vida son insoportables, creen que les queda poco para morir y que tampoco pasa nada por adelantar su muerte, no deja de ser una contradicción inquietante.
Inquietante porque si, a raíz de la legalización de la eutanasia, empezamos a considerar como un derecho de la persona poner fin a su vida cuando se den ciertas condiciones, podemos empezar a deslizarnos por una pendiente en que progresivamente se nos vayan desdibujando esas condiciones que hacen que se vea socialmente inaceptable una decisión tan extrema y acabemos viendo el suicidio, en cualquier situación, como un derecho de cualquier individuo que la sociedad debe respetar. Y no solo respetar, sino también pedirles a los expertos que le ayuden en su ejecución para que el trance sea menos doloroso.
Semejante cambio de actitud sería alarmante por la transformación que implicaría en el modo de concebir la propia responsabilidad de la sociedad ante este tipo de decisiones. Mientras estemos considerando que el suicidio es, en cierto modo, un toque de atención de que algo no funciona bien en nuestras estructuras sociales, al nivel que sea, cabe la esperanza de que esos fallos se aborden y subsanen en algún momento. En cambio, si pasamos a contemplar el suicidio como el ejercicio de un derecho ante el cual solo cabe respetar la decisión de esa persona, corremos el riesgo de que la sociedad empiece a lavarse las manos ante las circunstancias que la han podido empujar a ese dramático final. Se podrá argumentar que ese respeto no tiene por qué llevar a semejante desentendimiento, pero al poner el énfasis en lo primero, es fácil que lo uno lleve a lo otro.
Por otra parte, es evidente que la eutanasia va asociada con la idea de que el paciente está viviendo una vida que, a partir de unas determinadas circunstancias, ya no es digna de ser vivida y, por ello, es mejor acabar con ella. De este modo, se introduce un concepto muy peligroso, porque ¿cómo y quién define en qué consiste una vida digna? ¿Cómo y quién establece los límites entre una vida digna y otra que no lo es y que, por tanto, justifica que se acabe con ella?
Se entiende perfectamente que, en esas circunstancias, haya gente que esté deseando poner fin a su sufrimiento como sea, aún a costa de terminar con su vida. Pero, una cosa es lo que quieran quienes están en esas situaciones tan extremas y otra lo que, fría y serenamente, piense el conjunto de la sociedad que debe hacerse, a la vista de los riesgos y posibles repercusiones que tiene.
Si, en lugar de padecer un sufrimiento físico, en una fase aparentemente terminal de la vida, se padece uno psicológico y crónico en plena juventud, ¿podría incluirse en el concepto de vida que no es digna de ser vivida? ¿Hasta dónde se podría estirar esta noción? Por ejemplo, una persona sin empleo ni vivienda y que tiene que vivir de la mendicidad, ¿podría llegar a ser incluida en este grupo? Es obvio que, al vincular el valor que tiene la vida per sé con el de las condiciones en las que esta discurre, nos podemos estar embarcando en un camino extremadamente delicado.
En todo caso, la legalización de la eutanasia implicaría darle un tratamiento de normalidad social a este tipo de decisión, haciendo que mucha gente piense que si es legal debe ser porque no es ninguna locura. A este proceso de normalización se contribuye de diversas formas. Una, por ejemplo, es mediante la modificación del lenguaje, hablando de muerte digna en vez de provocada intencionadamente. ¡Como si la palabra digna, con su connotación de respetabilidad, fuese casual!
Probablemente, esta progresiva normalización animaría a que otras personas que ni se lo habrían planteado, aun estando en esa situación supuestamente terminal, recurriesen a ella. No solo eso. Es probable que también animase a más familiares y médicos a creer que, ante determinadas condiciones, esa solución podría ser la más razonable. No sería, por tanto, en absoluto descabellado que su mera legalización fomentase su utilización, creando un cierto ambiente a favor de ella y minimizando el recurso a otras posibles alternativas.
Llegados a este punto, topamos con otra cuestión: quienes apoyan la eutanasia parten de la base de que es el propio paciente el que la solicita, en el ejercicio de su libertad y en sus plenas facultades mentales. Se asume así que cualquier persona, sean cuales fueren sus circunstancias vitales, tiene la suficiente lucidez como para poder tomar una decisión de esta naturaleza sin verse mediatizada ni empujada por su entorno a tomarla. Y eso no es así. Todos sabemos que te influye el ambiente que te rodea. Máxime si lo estás pasando muy mal, estás deprimido y no te ves con fuerzas para afrontar tu futuro. En estas o parecidas circunstancias, ¡claro que influye la opinión de tus familiares o de los médicos que te están atendiendo!
Por otra parte, y en cuanto a la lucidez con que tomamos nuestras decisiones, los neurocientíficos saben que la consciencia tiene estados muy diversos y, además, es perturbada con suma facilidad. Ni siquiera está claro cómo se forman en nuestro interior los procesos de toma de decisiones, ni qué influye en ellos. Por tanto, afirmar que el paciente es libre y plenamente consciente de lo que está decidiendo en esas condiciones, es una falacia.
Según diversas encuestas, la gran mayoría de españoles está a favor de que se legalice la eutanasia y la muerte asistida. Pero, dada la complejidad del tema y la pobreza del debate público, es razonable dudar de que esa opinión haya tenido en cuenta las principales implicaciones que tiene este asunto.
En cualquier caso, es preocupante que se abra la puerta a esta práctica cuando la sociedad española está envejeciendo a marchas forzadas y, debido a ello, el gasto público va a crecer de forma muy notable por las pensiones y por el coste de los cuidados sanitarios. Por ejemplo, según el INE la población de España con 80 años o más pasará de los 2,6 millones del año 2014 a 8,8 millones en 2064. ¿Cuánto aumentará el gasto público por esta razón? Obviamente no hay cálculos fiables, pero el Gobierno nos acaba de dar una pista en el Programa de Estabilidad que ha enviado a Bruselas recientemente. Su estimación es que el Estado español deberá aumentar en 580 millones de euros anuales las partidas dedicadas al gasto sanitario y al gasto en cuidados de pacientes de larga duración por efecto del envejecimiento de la población.
La verdad es que yo no creo que haya ninguna mente maquiavélica planificando la legalización de la eutanasia como remedio parcial a un previsible crecimiento desmesurado del gasto público. Pero tampoco conviene cerrar los ojos ante la posibilidad de que la presión económica que, por esta causa, van a ir experimentando crecientemente los gobiernos y autoridades sanitarias en los próximos años puede alimentar indirectamente la creación de un ambiente más favorable a la aplicación de esta práctica.
En todo caso, en una sociedad donde la competitividad nos hace cada vez más darwinistas y menos compasivos y solidarios con quienes se quedan en la cuneta, es muy probable que la legalización de la eutanasia no sirva para construir un mundo mejor, sino todo lo contrario.
Es este, sin duda, un debate tan sensible y complejo, como extremadamente necesario su debate y profundización.
Ambas cosas muy lejos de la intencionalidad institucional de legislar una acción, que como otras (el aborto, por ejemplo), se realiza, aún bajo la consciencia de la ignorancia, intentando ¡regular lo desconocido!.
Creo que, como en otros muchos aspectos de nuestro modelo, imponemos casi desde la propia sociedad, con nuestros miedos y carencias, y con la falsa idea de que actuamos con “conocimiento de causa”, y que la razón recae en lo decidido por “mayorías”, un tipo de jurisprudencia, de leyes, que pueden estar propiciando situaciones “bárbaras”, propias de un pasado mucho más “embrutecido” de la humanidad, bajo la etiqueta de “avance” y “civilizado”.
También me da la sensación de que, se distingue, a poco que prestemos atención, el avance en cualquier aspecto, en cualquier campo, la capacidad de los implicados en ese movimiento, de descubrir matices, de desvincularse de lo “grosero” más aparencial y bucear en lo más preciso y complejo, que lo sustenta.
Esto, distingue, por ejemplo a lo científico de lo que no lo es, ajustándome a lo que en este modelo social se toma como “concepto de prestigio” y “axiomático”, aunque pocas veces se contempla y asume la Ciencia, y sus descubrimientos desde su verdadera perspectiva, solo se toma, y de forma parcial y fuera de contexto, aquello que interesa a una determinada línea de pensamiento, y el resto se obvia, o directamente, se combate.
Hace poco leí en un periódico de tirada nacional el sorprendente hecho de que varios niños, en diferentes países, con una grave discapacidad de nacimiento: la anencefalia (esto es, nacer sin una buena parte, o una mínima parte de encéfalo, y de corteza cerebral, por tanto), con pronóstico de vida de…horas.., habían llegado a vivir hasta la preadolescencia, y algunos estaban ya hablando y andando a sus tres o cuatro añitos. (es decir, solo un poco más tarde de lo normal), y los médicos no se atrevían ya a pronosticar cuál podría seguir siendo su desarrollo o su pronóstico vital.
La anecefalia es causa legal de aborto.
Pero la “plasticidad” neuronal, de nuestro sistema nervioso, es una propiedad, cualidad, que sabemos desde hace mucho que existe, sin embargo se desconoce en gran parte las leyes que regulan su comportamiento, y por tanto, su potencialidad.
Se desconoce eso…y tantas y tantas cosas.
Se desconoce qué está ocurriendo cuándo una persona se encuentra en una situación de desconexión “parcial” entre sus diferentes áreas cognitivas…y hablamos de “coma”, reversible o irreversible, pero sí que se sabe que existen, mientras tanto, conexiones con las partes más profundas del cerebro, porque hay actividad del mismo, hay sueño…y sueños.
Cuando, por lo menos en lo que respecta a alguna Comunidad Autónoma, una persona, que cognitivamente está “bien”, si es que ese adjetivo lo podemos aplicar así de alegremente a todo el mundo, a todos nosotros,….., va a ingresar en una institución, tal que una residencia geriátrica, se le ofrece la opción de “redactar” un papelito denominado “Instrucciones Previas”, donde, la persona que va a cambiar por completo su manera de vivir y va a ingresar en un entorno “distinto”, debe dejar constancia de lo que quiere y lo que no quiere que se haga con ella, a la hora de “prolongar artificialmente su vida”.
Bueno, primero todo esto tiene mucho que tratar, da para mucho más, pero lo importante de todo esto es que se da por hecho que la persona está en pleno uso de su capacidad mental, cuando nadie lo estamos, segundo que, aunque el ingreso en una institución, suponga para muchas personas, y debido a la forma de modelo y de pensamiento social en el que nos desenvolvemos, la única garantía de ser, al menos, atendido, ya la sola visión y perspectiva de lo que allí se encuentra, no es precisamente lo que más le va a propiciar un estado de ánimo «en alza», si encima se le remite a un requisito como es este documento, tan poco esperanzador, tan poco prometedor de apoyos más…profundos, más solidarios o sensibles, es indudable y la experiencia lo confirma, que la persona lo firma y lo hace suyo, sin más dilaciones.
Gracias Manolo por iniciar este debate tan necesario….un debate que molesta, del que huímos constantemente, y al que no tenemos más remedio que enfrentarnos….porque ya lo están normalizando otros desde el frío papel, y sinceramente, creo que esto puede permitir “actos” que nos lleven a una involución social terrible.
Vaya por delante, que, hay muchas maneras de abordar el tema de situaciones “irreversibles”, desde el punto de vista clínico, que, como Manuel apuntaba al principio de su artículo, no se trata, ni mucho menos, de no aliviar el sufrimiento, que no lleva a ninguna posibilidad evolutiva tampoco, ni de alentar el denominado “ensañamiento terapeútico”, cuando las alternativas de resolver una situación son nulas, o mínimas, no…, particularmente creo que, en este campo, cualquier intervención, va a ser siempre, de algún modo ciego, desconocemos los mecanismos de la vida, tanto del nacimiento…como de la muerte, pero, al menos, pienso que tenemos la obligación de reconocer y asumir esa ignorancia, y que nuestro actos estén guiados por el afán real de ayudar a la personal a su evolución y bajo el paragüas de la humildad, humildad que nos da nuestro desconocimento, una actitud…científica de verdad…. me parece a mí.
Don Manuel
Si usted cree que no hay una mente maquiavélica que no haya calculado la relación coste beneficio de:
– el coste médico de la población de mas edad, o de la que está en peores condiciones físicas (que se derivan a psiquicas)
– el coste en pensiones
Y como se «aliviaría» dicho coste si esas personas se quitaran de enmendio es que usted es un bendito.
No se si son bulos, porque en estos asuntos cuando sale algo políticamente incorrecto se echa tierra encima desde los medios:
En UK, con la sanidad parcialmente transferida, y sometida a incentivos a veces perversos, uno de los ratios es el de personas que suponen un coste económico que dejan de serlo. Eufemisticamente hablando.
Pues en un hospital y visto que no llegaban al ratio de turno y que un viejito fue a ver a un amigo presumiblemente en las últimas, 2 por el precio de uno, por decirlo de forma sarcástica.
También es conocido el caso holandes donde escapan de los geriátricos como pueden los fines de semana, normalmente se van a Bélgica, porque los doctores muerte hacen escabechinas cuando nadie mira. Luego el Lunes los que regresan cuentan las «bajas».
Aquí tuvimos nuestro doctor muerte particular, absuelto por ser de izquierdas, si llega a ser una monjita que presionara para que las herencias ueran a otro sitio la habríamos liado. Cómo si importaran mas las herencias que la personas.
Cuando me temo que son temas en los que las «autoridades» se hacen las locas, porque saben que a sus cuentas les ayuda, y dejan que esos seres con pulsiones homicidas hagan y deshagan a su antojo, siempre que no se note.
Por cierto a mi madre, en sus últimos días, sus hijos no tuvimos reparos vista la circunstancia, de que pusieran toda la morfina necesaria.
Pero sólo pensar que el Estado se puede meter ahí, sabiendo cómo se las gasta el Estado cuando toca. Me aterra.
un cordial saludo
Solo se trata de continuar la vía abierta por la legalización del aborto. Un paso más para la sociedad dominante y productiva acabe con lo inútil e inservible, que le quita poder adquisitivo. Una vuelta de tuerca con el que legitimar la posición de poder de quien tiene la sartén por el mango, y decidir sobre el destino de los otros. Un escalón para estos mesías de las alcantarillas sientan algo tan antiguo, atávico, primitivo y primate como tener la vida de los demás en sus manos.
Lo terrible es que al amparo de la supuesta “dignidad” ― como si no fuera indigno e indignante y humillante que a la vida, y todo cuanto conlleva aún con las dificultades que a veces pueden llegar a hacerla odiosa, le ponga fín la voluntad, desapasionada, en el mejor de los casos, de un médico con bata blanca que una vez realizado el “trabajo” por medios irreprochablemente asépticos se marcha a su casa con la satisfacción del deber cumplido y, en el peor, de unos familiares que “bueno, para qué prolongarle el sufrimiento” ―la idea ha calado en todas las capas de la sociedad; y me temo que es ya bastante difícil que tenga marcha atrás.
Personalmente encuentro bastante menos indigno morir de un tiro por la espalda.
Bueno, pues ya aprovecho por lo que pudiera suceder y expreso, en pleno uso de mis facultades:
Si caigo en manos de algún alma bienintencionada (Dios no lo quiera) que llegado el caso considere que lo mejor que me puede hacer es la eutanasia exijo que tenga los… (elipsis) de hacerlo de un balazo.
¿A que queda chulo?
Hoy parece el día del disparate en este foro habitualmente serio e inteligente. Suele suceder cuando se mezclan cuestiones éticas científicas e ideológicas.
1. En primer lugar mis respetos a don Manuel Bautista que, como casi siempre pone el dedo en la llaga…, pero permítame un comentario sin malicia. En el último párrafo dice usted: «en una sociedad donde la competitividad nos hace cada vez más darwinistas y menos compasivos y solidarios con quienes se quedan en la cuneta». La compasión, que mostramos los humanos y otros primates, es un producto de la evolución (darwinista); la competitividad no es producto de la evolución sino efecto secundario de una cultura, de un tiempo.
Por otro lado creo conveniente señalar que este debate es inseparable de la reflexión sobre encarnizamiento terapéutico, ya que la medicina es capaz de alargar la vida hasta límites indeseables, y muchos comités de bioética tienen que valorar ya en qué se gastan los recursos públicos cuando estos son limitados o se están recortando de manera tan despiadada (creo que más de un Papa se ha referido a ello).
2. En segundo término leo el comentario de Loli que toca el asunto de una malformación congénita tan terrible como la anencefalia y me pregunto: ¿ha visto usted algún anencefálico?; ¿sabe lo que es? Sabemos bastantes cosas e ignoramos muchas, por supuesto, pero la inmensa mayoría de los anencefálicos mueren antes del nacimiento, y de los que nacen vivos, la mayoría fallecen en los primeros días. Que alguno haya sobrevivido más tiempo no justifica su comentario.Por favor, ponga en Google imágenes anencefalia o anencephaly (hay más) y mire.
3. Lo que ya está de sobra es el comentario del Sr Pasmao: «Aquí tuvimos nuestro doctor muerte particular, absuelto por ser de izquierdas, si llega a ser una monjita que presionara para que las herencias fueran a otro sitio la habríamos liado». Lo siento, pero me parece falso, vergonzoso, indigno de este foro e intolerable. ¿A qué viene esa comparación?
Estimado Sr. Montes.
Hace usted un comentario que merece ser desmenuzado lejos de las ideologías hoy dominantes.
«La compasión, que mostramos los humanos y otros primates, es un producto de la evolución (darwinista); la competitividad no es producto de la evolución sino efecto secundario de una cultura, de un tiempo».
Me meto en un campo que domina el Sr. Bautista pero me da la impresión de que se podría estar presentando como axiomático algo que refuerza el sistema de poder dominante y que no se observa en el mundo real.
Si lo resumimos viene a decir: Compasión ………..Darwin,……… es bueno. Competitividad: Cultural, aprendido, enseñado ………. es malo.
Es decir, fetén. Esto es lo que predica el Sistema desde sus púlpitos actuales.
Ninguna de las dos apreciaciones concuerda con mi experiencia del mundo animal entre el que –humildemente– me incluyo. Hay muestras constantes de ambas en todos los mamíferos.
A ver si vamos a estar promocionando algunas ideas de Wilson (el biólogo gran experto en hormigas y abejas e involuntario precursor de la mística del socialismo de las colmenas y hormigueros ) y olvidando las enseñanzas de Trotter (el neurólogo estudioso del instinto gregario en la especie humana)
En general lo saludable es ver que gente que habitualmente piensa con brillantez (Doña Loli, entre varios otros, por ejemplo) desconfía de un Estado con tanto poder en sus manos. Me sumo.
Lo grave de esta confianza es que hoy ya estamos al tanto de los Resultados de esta forma de Poder Estatal y nos llevan de cabeza a…….la Colmena y al empobrecimiento sometido pero muy bien controlado.
Esta es, creo, la gran batalla de nuestro tiempo porque «1984» está aquí y con mucha más fuerza de lo que ninguno de nosotros pudimos nunca pensar.
Y llega en una sociedad deliberadamente adoctrinada y modelada en políticas «Buen Rollito» desde un sistema «Educativo» que en realidad se dedica a degradar a quienes tienen la desgracia de caer en sus garras sin tener quien los defienda.
Un saludo cordial
PS. No se lo pierdan. Escenas finales de Soylent Green
http://www.bing.com/videos/search?q=soylent+green%2c+final+scene&&view=detail&mid=F3EB54F8F2133ECFC758F3EB54F8F2133ECFC758&FORM=VRDGAR
Sr. Montes.
Como en todas las patologías, incluídas las «malformaciones» congénitas, no hay una sola manera de manifestación o de expresión.
Indudablemente el de la «anencefalia congénita» entiendo que recoge muchas maneras y formas, incluso en el origen que la produce, como por ejemplo la hidrocefalia.
Mi comentario se basa en hechos, que si bien pueden ser pocos o más o menos aislados, (uno de ellos es el de un joven, parece que brillante en sus estudios, sobre todo en la rama de las matemáticas, al que se le detectó un importantísimo desplazamiento encefálico compatible con dicha patología, porque uno de sus profesores, a raíz de la queja del muchacho respecto a continuos dolores de cabeza, se fijó en que tenía el cráneo más grande de lo normal, y pidió que se le realizara una resonancia magnético, donde se descubrió que tenía un grado importantísimo de hidrocefalia, con el consiguiente desplazamiento y en principio falta de desarrollo del encéfalo aprisionado,…..todo ello ….congénito).
Conozco el pronóstico tan terrible de estos niños a la hora de nacer, horas de vida…sí…pero ¿porqué se las robamos?.
Las noticias a las que me remito en el comentario, me hacen pensar que quizás existan más casos de supervivencia…..más tiempo, si se les permite nacer claro.
El leerlo me sorprendió muchísimo, pues siempre se me ha explicado y enseñado que determinadas malformaciones son incompatibles con la vida, y eso explicaba que se evitara un «sufrimiento innecesario» al feto y a la madre, aunque principalmente a la madre y a su entorno, pues se suponía que el feto no poseía las suficientes conexiones nerviosas como para… ¿sentir?.
Y luego resulta que algunos a los que no se les detecta a tiempo….tienen que dar gracias por ello, porque eso les ha permitido vivir…..aunque sea horas.
¿Vale más mi tiempo o el suyo, sr. Lucas, que el ese ser?….Si piensa que sí, por favor, explíqueme por qué.
Por otra parte…..cualquier excepción a una regla….la hecha por tierra.
Por otro lado me pide Ud. que mire fotos de esa niños con anencefalia…¿porqué?, para que lo que supone una apariencia anatómica «distinta» me justifique, o me predisponga psicológicamente hacia su «no visión», hacia su «desaparición».
Sr. Montes, sí que he visto malformaciones, en niños y en adultos…los he visto en vida y también en su fallecimiento….., y le puedo asegurar que el hueco que ha dejado su «tiempo» en el «mío», es único e irremplazable….aunque hayan supuesto unos pocos minutos.
Debemos agradecer el artículo y la oportunidad de expresarnos sobre el asunto de la «eutanasia».
Pienso que esta cuestión es otra falacia del sistema de Poder.
Me explico.
Recordemos que el Poder –independientemente de la ruta de acceso al mismo, democrática o no –es Monolítico y Total sobre las parcelas más importantes de la vida y de la muerte.
Nosotros no decidimos nada. La vida y la economía son cosas importantes, por consiguiente decide el Poder, no el supuesto «soberano» que no pintamos ni lo más mínimo.
Hay Dos medidas que son necesarias para que el sistema de poder en el que vivimos se complete y se cierre el círculo.
La Primera de ellas es poner en marcha la estructura hospitalaria ya creada (comités de bioética, muerte asistida, protocolos de tratamientos, etc.) para que la decisión final de un ciudadano que «No Ha Decidido» qué hacer a la hora de morirse sea reemplazada por la decisión de Comités Hospitalarios Públicos.
La Segunda medida es la idea de un mundo en el cual el dinero sea electrónico. Kenneth Rogoff acaba de publicar un pasito más hacia la dictadura global: «The Curse of Cash». El poder se lo agradecerá. Un mundo sin dinero en manos de su propietario es un mundo sin libertad. un mundo de «DEPENDIENTES» totales.
Vivimos y viviremos muchas propuestas en ambos sentidos. Ambas son, en mi opinión, dos trampas en el camino al Leviatán Total.
Los Paliativos terminales son completamente habituales en la actualidad como podrá comprobar cualquiera que haya tenido pérdidas familiares cercanas desde, al menos, 1970. Aquel año viví la primera y hace ahora dos años y medio la última. Por tanto nada más hace falta (caso de suicidio asistido aparte).
Hay párrafos del artículo que lo explican muy bien.
Por contra, todos recordamos los casos tenebrosos sucedidos con personas de edad en algún hospital de Madrid donde entraron hace unos años por urgencias y «el protocolo», amablemente, evitó que salieran por su pie que es como habían entrado.
El Sistema de Poder va a intentar entrar fuerte en ambos campos, lo está haciendo y alistando ayudas y lobbies para ello. Las políticas socialistas vienen promoviendo activa y silenciosamente el primero de ellos que ya está dispuesto para ser activado cono órgano oficial y remunerado (hoy es voluntario) en cualquier momento. En general la Izquierda, –para la cual el individuo no es algo especialmente importante–, trata de alcanzar el poder de vida y muerte que ya tiene en el caso del aborto. Falta la eutanasia y se cerrará el ciclo y otro paso importante hacia un poder totalitario.
No se busca mejorar nada para el ciudadano normal. Si se buscase esto lo más sencillo sería eliminar los artículos del Código Penal que penalizan el Suicidio y la Inducción al Suicidio. Facilitarlo y dejar que la gente sana decida libremente.
Medios libres no iban a faltar incluyendo garantías Notariales y Psiquiátricas.
Pero lo que se busca es Reafirmar el Poder del Estado sobre vidas y haciendas. Somos Ateos pero seguimos buscando desesperadamente al Dios Protector en el Estado. El colmo.
Hoy se suicidan en silencio 10 personas cada día y, claro, buscan mayormente el Tren o el Automóvil como método expeditivo porque el Leviatán se lo Prohíbe. ¿Por qué?
La lógica de la supervivencia del Sistema de Poder, hoy, exige.
1. Actuar sobre los costes terminales de la Vida. Una gran losa económica consecuencia del proceso de compra del voto.
2. Controlar el Orden durante el proceso de empobrecimiento de una población crecida y moldeada en la idea contraria: no hay límite al gasto.
Los Partidos –los principales beneficiarios del sistema– están trabajando solícitos en ambas direcciones. Pero no trabajan para nosotros ni mucho menos están dispuestos a darnos la menor libertad.
Muchas gracias por el artículo.
PS. Hay un clásico que todo ciudadano debería conocer: «Seducidos por la muerte» de Herbert Hendin. Dicen que por este libro decidió el TS USA que no había derecho constitucional al suicidio.
Excelente post Manu
Me leeré el libro que recomienda.
El que no quiera entender que la voluntad de interferir (El Estado) sobre la vida y la muerte de sus ciudadanos (aborto o eutanasia «directa») es un paso claro en la instauración de una religión nueva religión que haga de soporte «espiritual» de un Estado totalitario y para colmo Global que se lo haga mirar.
Muy bien apuntado lo de su acompañamiento de la desparación del dindro físico y su conexión con las RBU de turno.
Nos reimos de los paises islámicos por sus empanada mental mezclando el poder religioso con el político, lastrando sus posibilidades de desarrollo y de rebote dando por saco a terceros que por mero hecho de existir les pone en evidencia, y resulta que estamos copiando ese mismo modelo pero en vez de con el islam con una nueva religíon prefabricada en Think Tanks del mas oscuro pelaje.
Pues vaya.
un cordial saludo
Hola Manu, le recomiendo leer
http://www.elmundo.es/sociedad/2017/05/21/591f1027e2704e75108b464d.html
porque es una experiencia común entre moribundos. Yo acabo de compartir una experiencia similar con mi hija mayor (50 años) fallecida a principios de abril. Cuando uno sabe que directa o indirectamente se enfrentará con una agonía larga, se adapta, trata de concentrarse en lo que sí puede hacer tomando decisiones racionales, ignorando las tonteras de aquellos que lo único que han hecho en sus vidas es lamentarse de lo que no han sido y jamás podrán ser (sí, por supuesto, la culpa es de los otros).
Hola Manu, recién vuelvo a leer este párrafo que había olvidado:
Third-party observers face none of the inherent constraints and trade-offs that are inescapable for both employers and employees, and therefore these third parties have nothing to force them to even think in such terms.
http://cafehayek.com/2017/05/quotation-of-the-day-2079.html
Sí, no sólo en el ejemplo analizado en el post de referencia, los observadores que no tienen un buen entrenamiento y especialización en economía difícilmente tengan en cuenta las restricciones y los «trade-offs» que enfrentan las partes directamente involucradas en toda interacción social. Los errores más comunes de esos observadores se derivan de ignorar los determinantes de las decisiones de las partes. Y por supuesto en los casos en que los moribundos interactúan con sus cercanos, incluyendo parientes, amigos y proveedores de servicios sanitarios, también nos encontramos con observadores que no tienen idea del por qué de las decisiones que las partes tomaron.
Hola Manu, como le he dicho otras veces, sabemos poco y usamos mal lo poco que sabemos. Más allá de nuestras discrepancias de fondo sobre el Poder, hoy los gobiernos de varias democracias constitucionales son presionados para legislar sobre la eutanasia en el contexto bien definido de los moribundos. Siendo un tema complejo nada ayuda extenderlo con sospechas de una sociedad enferma (por cierto, ya sabe que discrepo de esta caricatura de la sociedad moderna, entendiendo por sociedad toda la humanidad y cualquier subconjunto de humanos). No. El problema es bien acotado y perdemos el tiempo hablando de lo que no viene al caso —algo común en muchos posts de este blog.
La muerte siempre ha sido o súbita o lenta. La importancia relativa de la primera quizás hoy es mínima, pero nos recuerda que en ese caso —por definición— no hay margen alguno para una reflexión previa. La segunda hoy parece ser “demasiado lenta”, una agonía larga, demasiado larga, y por supuesto cada caso nos plantea dudas grandes sobre el sentido de alargar lo inevitable, dudas difíciles de resolver incluso durante la larga agonía. Si cada moribundo pudiera expresar su voluntad respecto al momento crítico en que deja de luchar para seguir viviendo, el problema se simplificaría ya que se podría argumentar que a partir de ese momento cualquier cuidado debiera ser estrictamente para aliviar su dolor. Pero cualquiera que haya vivido por largo tiempo cerca de un moribundo sabe cuánto se resistirá a tomar esa decisión y cuánto las personas cercanas se cuidarán de no presionarlo para que tome esa decisión. Sí, se puede decir que en nuestra cultura, esa resistencia y esa presión son normales, resultados de una larga evolución en que habiendo vivido poco queremos demorar la muerte lo más que se pueda (quizás haya alguna otra cultura en que esa demora sí sería rechazada, pero no la conozco). Hoy la gran mayoría de los adultos en todo el mundo parece creer que la agonía se puede alargar mucho y más importante que el beneficio marginal es positivo y supera al costo marginal. Cualquiera se da cuenta que el costo marginal —es decir, el costo de que el moribundo viva un día más— puede ser alto, pero esa gran mayoría insiste en creer que el beneficio marginal es más alto. Más allá del legado cultural, estas creencias son resultado del ruido asociado al avance de las ciencias y especialmente de las promesas de los políticos y sus cómplices en cuanto a que ellos sí pueden ayudar —a veces mejorando el beneficio pero casi siempre subsidiando la agonía.
Una minoría, sin embargo, piensa que ese cálculo está equivocado. Sí, en algún momento el costo marginal es mayor que el beneficio marginal porque este último disminuye rápidamente: cada día que pasa, el beneficio de un nuevo día es menor y en algún momento menor que el costo marginal, algo que parece definitivo cuando el moribundo pierde completamente su lucidez. Por supuesto, ese momento sólo pueden apreciarlo las personas cercanas, pero entonces pocos se atreven a cuestionar a quienes se resisten a aceptarlo, y pronto se traslada la responsabilidad de las decisiones y sus consecuencias a terceros, en particular al personal responsable de la atención sanitaria. Entonces las preguntas relevantes son quiénes deben tomar las decisiones y qué responsabilidades tendrán por sus acciones después de la muerte y deben contestarse reconociendo las ventajas de las decisiones individuales sobre las decisiones colectivas. Sí, este es uno de los cambios “estructurales” de que le hablaba en otra oportunidad y debemos adaptarnos, no porque vivamos en la URSS sino porque vivimos en democracias constitucionales, deficientes pero con suficiente libertad como para que uno se deba hacer esas preguntas —y se las haga sin perderse en lamentos propios de Cambalache.
Su análisis parece bueno y metódico, pero Usted se refiere únicamente a los «casos perfectos» sobre el debate eutanásico, y esos casos, como ya han comentado algunos, se solventan como buenamente se puede para cada persona y además tampoco hay tantos.
El hecho de que hable sobre «costos marginales» y «moribundos» siento decirle que me produce gran estridencia. El moribundo es alguien que agoniza y al que a penas le queda vida. Alguien por el que no hace falta entrar en mayor controversia a no ser que esté sufriendo cantidades insoportables de dolor sin posible cura. Todos esos casos no se corresponden con la realidad de la mayoría de situaciones sobre la eutanasia. Todos esos casos son tratados como alguien más ha dicho con calmantes y sedaciones evitando esos agónicos momentos.
Un moribundo, como Usted dice, no es el caso típico y polémico por el que se debate sobre la eutanasia, al menos así lo entiendo yo.
La gran polémica sobre la eutanasia, para mí, es si cualquier persona tendría el derecho o no a decidir sobre su muerte y cómo y cuándo, pero no tirándonos por un balcón en un momento de desesperación, si no por personas que en principio firmaron un código deontológico con la intención no de quitar vidas si no para salvarlas. La gente no comienza la carrera de medicina para matar a otras personas, entiéndame.
Además de este pequeño pero importantísimo detalle, uno de los casos más polémicos sobre la eutanasia en nuestro país fue el referido a una persona en plenas facultades mentales pero con una grave imposibilidad física. Su vida no estaba ni tan siquiera cercana a lo senil y ni mucho menos al concepto «moribundo». Nada más y nada menos que estaba imposibilitado físicamente y, por si no conoce el caso, le podría decir que en muchísimas mejores condiciones que por ejemplo el físico teórico más conocido del momento.
Si se acepta que terceras personas o primeras puedan disponer con garantías judiciales sobre la vida de imposibilitados físicos o personas, no moribundas, si no con avanzada edad o en cualesquiera que fueran las otras situaciones contempladas, dándoles muerte, se estaría también abriendo la posibilidad de acogerse a tal mal derecho para eliminar a cuantos se dispusiera desde cualquier estamento con ganas o necesidad de hacerlo por las razones más peregrinas que fueran.
¿Cuántas veces hemos oído sobre casos de gente encarcelada y condenada que no cometieron delito alguno?
O ¿Cuál es el coladero sobre el aborto y su derecho que la ley permite?
Lo mismo o parecido podría ocurrir aquí.
Además, como Usted bien apunta, incluso aquellos que están cercanos a esos momentos y sin saber muy bien cuánto tiempo de vida y cuál será la calidad de ésta, se niegan a aceptar el hecho de morir.
El ser humano tiene la vida y no quiere renunciar a ella.
El ser humano tiene 20€ en el bolsillo y no quiere renunciar a ellos o sea que imagínese a su propia y única vida.
Si la persona no quiere morir por mal que esté, nadie debería negarle su derecho a vivir.
Como apuntaba también alguien, incluso en éste caso, no se trata de sadismo. No creo que nadie esté hablando de ello y toda persona con dos dedos de frente y algo de ternura en su corazón sabe perfectamente cuáles son unos márgenes tolerables o intolerables de sufrimiento para el afectado y sus familiares.
Extendiendo el debate, si llegado el caso, el encargado de matar, digámoslo claramente, recayese sobre el familiar o persona más allegada emocionalmente, ¿Creen que el resultado sería el mismo?
¿Matarían a su ser querido como quien en una película mata a un caballo porque se le ha roto una pata?
No es fácil tener la responsabilidad de tomar decisiones y que estas recaigan además sobre tus hombros.
Estimados contertulios,
Cuando tocamos temas relacionados con nuestra naturaleza me parece normal que haya visiones diferentes, que contrastemos pareceres y, especialmente, que nos paremos a pensar en los argumentos de los demás.
Mi visión, la que he adquirido de mi formación, experiencia y reflexión, se resumiría en que somos producto de la evolución, como nuestros parientes primates, y como ellos tenemos ciertas inclinaciones (o tendencias) que seguramente cristalizaron por el hecho de vivir en sociedad. Algunas son buenas, y deberíamos cultivarlas y reforzarlas mediante la educación (compasión, espíritu de colaboración); otras son responsables de que el hombre llegue a niveles de crueldad y salvajismo desconocidos en otras especies (xenofobia, violencia intergrupal etc) y hemos de tratar de combatirlas igualmente a través de la educación. Así pues, para mí, natural no equivale a bueno; es más, creo que el verdadero camino humanizador conlleva ser consciente de ello y luchar contra alguna de nuestras tendencias naturales.
En cuanto a las malformaciones, sí creo que debemos precisar, porque nada tiene que ver la anencefalia con la hidrocefalia. La primera es un gravísimo defecto de cierre del tubo neural, por lo que puedo asegurarle que no hay anencefálicos que sean brillantes en matemáticas ni en nada: básicamente carecen de corteza cerebral, el asiento de todas las funciones que solemos llamar superiores. En cuanto a la hidrocefalia, problema que puede tener distintas causas (no todas conocidas) y muchos grados de afectación, sí entiendo que puedan disfrutar de una vida relativamente normal.
Me gustaría comentar también hecho que viene al caso a propósito del problema de la eutanasia. En la encarnizada lucha de un sector de los republicanos americanos por eliminar el Obamacare se argumentó reiteradamente que traía consigo algo así como «paneles de la muerte», es decir, que se iba a promocionar la eliminación de mayores o discapacitados. A pesar de ser totalmente falso (realidad alternativa), la campaña fue tan dura y convincente que una encuesta mostraba que la mitad de los demócratas creían que era así. Por favor, contrastemos nuestras fuentes de información.
Muchas gracias por los comentarios y un cordial saludo a todos.
Este mundo obsceno.
El cuerpo humano es obsceno. El ser humano es obsceno.
Un feto es obsceno. Un anciano es obsceno. El pecho de la mujer es obsceno y la desnudez del ser que domina el planeta también lo es.
Es obscena su figura y según qué partes de su cuerpo. Es obsceno y mostrarlo puede herir a personas sensibles y llenas de pudor que se ofenden.
La vida es obscena en según qué estadios. La vida de las personas durmiendo entre sus heces es obscena y es digno darles muerte, pues la muerte digna dignifica a las personas. Se es merecedor de morir de forma digna y así se le da muerte a quien sea. Por dignidad. Por merecerlo.
Así mueren los niños en el mar cruzando las tierras. Por dignidad se les deja morir. Se les deja morir al otro lado de las alambradas y de los muros.
Es digno y lo merecen. Es digno construir grandes bombas para matar a los obscenos y los impúdicos y a aquellos que merecen morir dignamente. Merecen morir por los grandes «pepinos voladores», esos que cuando se preparan para ser disparados y se disparan, se yerguen, erectos, dispuestos, y surgen lanzando fuego y calor. Es digno mostrarse entre los gobernantes y líderes de la tierra, entre sus naciones y gentes, cómo son esos pepinos y quién lo tiene más grande.
Hace poco lo vimos. Lo vemos en todo momento. «Yo tengo la más grande.» «No, la más grande la tengo yo».
Y así colman las portadas de todos los informativos y prensa internacional. Mostrando sus pepinos que se yerguen.
Es digno tenerlos y es digno mostrarlos. Son los pepinos más poderosos del mundo. Las culturas, las economías y las formas de vida más poderosas.
Dar de mamar a un bebé es indigno. Dar cobijo al necesitado es polémico e indigno y obsceno. Ver como mueren las personas por falta de misericordia y ayuda y colaboración es digno. Todos los días lo vemos y vivimos sabiendo que así sucede. Somos conscientes en todo momento y a todas horas que nos pregunten que la gente muere por falta de ayuda y de colaboración. No hace falta ser un ilustrado. Lo saben hasta los niños.
La gente muere por nuestra falta de ayuda y eso parece que nos hace dignos pues así nosotros vivimos mejor. Todo el mundo lo sabe.
¿Cómo vamos a dejarles vivir y a ayudarles si merecen morir? Por ser indignos y feos y viejos o fetos o malformados. Por ser diferentes merecen morir dignamente. Se lo merecen. Por eso mostramos los enormes pepinos que tienen nuestros dirigentes. Con ellos podemos matarles y darles una muerte digna. A todos esos. A todos nosotros si hace falta. Para poder vivir mejor.
Si cambiamos mucho de forma de pensar y de ser o comportarnos, nosotros podemos merecer una muerte digna y podemos merecer el tener que meternos un enorme pepino volador en vena.
Por compasión.
Por una extraña compasión que nos viene otorgada con nuestro poder de raciocinio y de moralidad.
Por ser los dueños y señores del bien y del mal.
Los pepinos voladores son buenos y los mostramos sin pudor. Da igual si caen en nuestra cabeza entre heces y ruinas de ruinas o si se inyecta en un lugar aséptico con un símbolo en lo alto de su edificio. Con un símbolo en su pecho, bordado en una bata. Dignos de poder decidir si sí o si no.
Eso es lo que somos.
Luego nos duele la cabeza y el alma, por nuestras decisiones. Y entonces siempre encontramos a alguien que nos dice: «Ha sido lo mejor, estaba sufriendo». Ese es el valiente. El que no llora. Ese es el insensible que gobierna el mundo. El falso consolador. Muy parecido al falso pepino que da muerte en lugar de vida. El que dice: «El mundo es así, tú no lo puedes cambiar». Esa es nuestra cultura.
¿Saben una cosa?
Yo también sufro. Y a veces mucho. Mi enfermedad creo que es la consciencia.
Cuando quieran pueden mostrarme «La Dignidad». La escrita en mayúsculas. Esa que hemos fabricado con nuestras manos y con nuestra cabeza.
A ver si la entiendo.
Me podría curar y así podría ser un inconsciente sin esta consciencia que me hace sufrir tanto y quizá así dedicarme a fabricar pepinos voladores de todo tipo. Para el poder.
Para el poder ser lo que ustedes quieran ser. La Vida nos ofrece la posibilidad.
La Vida.
Entiendo que en un artículo divulgativo no se realicen precisiones clínicas como la matizada por Ud. Sr. Montes, entiendo que son precisiones importantes también.
Es cierto que se confunde la presión ejercida por la hidrocefalia en el desarrollo encefálica, con la falta de una desarrollo del propio encéfalo por fallos en el desarrollo embrionario.
Aún así, deduzco que, la brillantez o no de una capacidad intelectual o cognitiva, no es más que un elemento, y a veces me atrevería a decir que hasta anecdótico, de lo que supone el ser humano.
Sabemos nada, o poquísimo, del por qué y cómo solo estamos utilizando de un 5% a un 7% de un cerebro «completo», y tampoco parece interesar mucho qué ocurre con aquéllas partes más profundas del mismo, a no ser en relación a procesos cognitivos o lo que consideramos «cognitivos» mezclándolos con los meramente intelectuales, que quizás se queden cojos, si no se apoyan en procesos más ligados a las emociones y a la capacidad sensorial, aún en ciernes de su despliegue, que el hombre puede desarrollar.
Tenemos un «cerebro intestinal», con un número de neuronas, como mínimo, similar al de nuestro Sistema Nervioso Periférico.
Vale, podemos argumentar que no se piensa con ellas ni se establecen procesos inteligentes….¿o sí?…., ¿cómo sabemos en qué se basan los miles, millones de minuciosos y complejos mecanismos de nuestras células, a los que nuestra capacidad intelectiva aún no puede llegar? ¿cómo se las apaña nuestro mundo celular intestinal para mantener una homeostasis razonable con otros seres, como son los que conforman la necesaria e imprescindible , «fauna bacteriana», que vive y convive con nosotros, en nuestras propias entrañas, y más….?.
¿Podemos afirmar que solo la experiencia y la memoria se almacena en determinadas áreas encefálicas, únicamente,….que la sensorialidad y la sensibilidad de un ser humanos, ante determinadas carencias o alteraciones morfológicas, le despoja de su condición «humana»….así tan sencillo….?, se pasa de humano a animal (en el mejor de los casos), cuando no directamente a «vegetal»…sin que pase nada, sin despeinarnos, siquiera.
Si uno no cumple las etapas establecidas y delimitadas como desarrollo evolutivo «aceptable»…¿por quién o quiénes?… en su proceso de vida, ¿se deja de ser digno de denominarse «ser humano», y pasamos a una categoría donde nuestro destino ya puede ser interpretado, juzgado y sentenciado?.
Quizás es posible que el tono de mis anteriores comentarios pueda dar la impresión de una cierta actitud extremista al respecto de un tema tan….sensible y tremendo.
Vaya por delante, y que creo que en uno de los comentarios lo pongo de manifiesto, que no pienso…para nada, que el sufrimiento pueda ayudar en nada al proceso vital de un ser humano, por lo tanto, en su vertiente física, cuando eso es posible, por supuesto que hay que atajarlo, el dolor no permite experiencia alguna, solo acumula, y si está en nuestra mano, creo que es un deber combatirlo.
Otra cosa es el denominado “dolor psíquico”, el de la mente, que puede ser, también físico, y de alguna manera es posible que lo sea, pues no concibo separados cuerpo y mente, por tanto nuestra biología de nuestra “psique”, dolor, pues, que también debe tratarse y aliviarse: todo en función, no de nosotros, no de evitar gastos a la sociedad, no de mirar al hombre en función de un sistema económico, sino de mirarlo en función de lo que representa, una posibilidad de crecimiento….de evolución y de descubrimiento de nuevas posibilidades.
No soy sádica….y por lo tanto no soy ninguna partidaria de “ensañamiento terapeútico”, ese que, curiosamente, se realiza a veces “bajo mano”, realizando pruebas diagnósticas invasivas, analíticas interminables…etc.., a personas a las que no les va a servir de nada, ya sea por la evolución de su enfermedad, por edad, o por ambas cosas.
Pruebas y tratamientos que, sin embargo, si que sirven a algo que ahora se valora mucho, números y datos, elementos de estadística e incluso de trabajo de estudio…, también de investigación, sí, pero muy pocas veces se les explica así a los afectados.
No, hay momentos en los que, a pesar de desconocer los procesos vitales en los que se desenvuelve ese tiempo de desconexión denominado “muerte”, se sabe que no “hay vuelta atrás” , y no hay por qué no actuar contra un dolor que no sirve para nada, o la angustia que supone el comprobar que tu respiración es ineficaz.
El cuerpo suele tener sus propios recursos ante esos momentos, forman parte de lo inmensamente desconocido aún de nosotros mismos, o de lo aún incompletamente desplegado.
Por eso, muchas veces hay que actuar ahí, porque no es una actuación con la intención de provocar directamente la muerte, ni siquiera de acelerarla, es una intención de favorecer la evolución de esa persona, liberándola de la tremenda dificultad que supone el sufrimiento.
Como en tantas cosas, entiendo que toda intervención en lo ignorado, en lo que no conocemos, será una intervención ….. quizás a ciegas, equivocada, con efectos colaterales, aunque no seamos capaces de percibirlos, pero seguramente, deberíamos ser conscientes de ello, tener el valor de asumir nuestra ignorancia…y d la responsabilidad que adquirimos con ellos…seremos responsables de esos efectos, cualesquiera que sean, y , a pesar de ello, mantener, ante todo, que la realización de esas intervenciones estén respondiendo al afán por facilitar el desarrollo evolutivo de la persona a la que se atiende en un momento tan crucial, no nuestros propios intereses porque se termine pronto una fase que nos incomoda….o que afecte a nuestros bolsillos, no por algo tan…mezquino.
Apreciada Loli
No se disculpe. No es necesario. Se explica perfectamente y quien no quiera entenderla es que o no quiere entender o no sabe leer. Y ante eso nada se puede hacer.
Excelentes posts (también en otras columnas)
un cordial saludo
Hace un par de días Manu Oquendo nos recomendaba en su último comentario, al hilo del debate sobre la eutanasia, el libro titulado “Seducidos por la muerte”, escrito por Herbert Hendin.
Su mención me hizo identificar el título del libro que yo había comprado hace unos cuantos años y cuya lectura tanto me había impresionado. Lo encontré y lo estuve releyendo anoche.
Su autor, Herbert Hendin, además de catedrático de psiquiatría en el New York Medical College, es un reconocido experto en materia de prevención del suicidio. De hecho, en la resolución judicial del Tribunal Supremo de Estados Unidos por la que afirma que no existe el derecho constitucional al suicidio asistido, se citan los estudios de Hendin sobre esta cuestión.
Uno de los aspectos en los que más se centra el libro es en describir y analizar la frecuencia por la que un elevado número de médicos holandeses (Holanda tiene una larga tradición en la práctica de la eutanasia) aceleraron la muerte de sus pacientes, sin que estos lo hubieran solicitado.
En particular, cita el estudio que realizo una comisión gubernamental, encabezada por el profesor Jan Remmelink (fiscal general del Tribunal Supremo holandés) para averiguar la situación real sobre ello. Se garantizó a los médicos que participaron anonimato e inmunidad judicial a cambio de información sincera.
Este estudio, publicado en 1991, “descubrió que, en Holanda, en unas 49.000 muertes al año aparecía involucrada una decisión médica al final de la vida del paciente. (…). Más de la mitad de los médicos holandeses admitieron haber practicado la eutanasia.” Y, más adelante, sigue: “La documentación del estudio Remmelink (…) indica que la decisión de aplicar la eutanasia es tomada frecuentemente por el médico, y no por el paciente.”
Cito literalmente:
“El estudio revela que en más de mil casos el médico admitió haber causado o acelerado la muerte del paciente sin que éste lo pidiera. En un 30 por ciento de esos casos, la razón aducida fue la imposibilidad de tratar el dolor de manera efectiva. En el 70 por ciento restante, las razones aportadas fueron variadas, desde un “le faltaba calidad de vida” hasta un “se le retiró el tratamiento, pero el paciente no moría”.
La Comisión Remmelink no consideró que esto supusiese un problema desde el punto de vista moral, pues el sufrimiento de estos pacientes era “insoportable” y, en cualquier caso, habrían muerto normalmente pronto. El 27 por ciento de los médicos indicaron que habían terminado la vida de algún paciente sin petición alguna; otro 32 por ciento dijo que, llegado el caso, así lo harían.
Según el estudio, otras maneras de adelantar la muerte de los pacientes sin su consentimiento son comunes en Holanda. En la mitad de los 49.000 casos de decisiones médicas para la terminación de la vida, la decisión de acabar con ella fue tomada sin consultar con el paciente. En unos veinte mil casos (cerca del 80%), los médicos adujeron como razón para no consultar al paciente que tenía dificultades para comunicarse.”
El libro no tiene desperdicio. En el año 2009 fue editado en España por Planeta.
Un saludo a todos y gracias especialmente a Manu por traer a colación este libro.
No pienso que la Eutanasia deba relacionarse con un mundo mejor o con el envejecimiento de la población como factor social a debate.Se trataría de legalizar una decisión personal junto a una acción médica regulada donde si entiendo que no todos los médicos deban quedar comprometidos si sus principios éticos o religiosos no les permiten dichas actuaciones profesionales.
El que sufre física y emocionalmente más es el paciente dejemos que decida con ciertos criterios médicos obviamente. Para eso esta el desarrollo de una Ley.
Que en Holanda se hagan las cosas bien o mal respecto a una legislación vigente es otro tema. En este caso legal y de supervisión.
Saludos
Que algo sea legal no le confiere la cualidad de ser ético.
Por otra parte, que una decisión personal esté tomada libremente es no poco cuestionable, pues las circunstancia por las que atraviesa el que ha de tomarla ya están siendo un condicionante.
Si a una persona que llamamos «sana» se trata de disuadirla cuando expresa deseo de morir no entiendo por qué no ha de procederse igual con el enfermo.
Los opiáceos son unas sustancias muy curiosas.
Parece que sus efectos se manifiestan en cantidades muy pequeñas, y actúan sobre el Sistema Nervioso en multitud de campos, y a veces con efectos agonistas y antagonistas al mismo tiempo, dependiendo de lugar de incidencia.
Los sintetizamos en los laboratorios, normalmente a partir de plantas, pero también los elaboramos en nuestro organismo.
Esta elaboración y sus recorridos aún no está muy bien determinada, pero se conoce que determinados tipos se incrementan en su producción en determinadas etapas de la vida, y sobre todo en situaciones terminales.
Esta producción depende mucho de que a lo largo de la vida, no se hayan bloqueado y atrofiado excesivamente zonas, probablemente del neocórtex, con capacidad de segregar estas sustancias, así como también los receptores de las membranas celulares de los órganos susceptibles de ello.
Y esto ocurre con mucha frecuencia, sobre todo en nuestro modelo social, donde hay todo un mercado alrededor de todo tipo de “medicamentos” que actúan sobre el Sistema Nervioso Central a todos los niveles, y cuyo consumo es muy frecuente, y desde edades, yo diría, que demasiado tempranas.
El caso es que, aún así, se sabe que en una persona anciana, por ejemplo, parece que los niveles de oxígeno requeridos para activar su centro respiratorio no son los mismos que en una situación vital no cercana a la muerte, y los niveles de opiáceos orgánicos aumenta.
El mecanismo de los mismos éstos es sorprendente, porque ante una situación donde la respiración es ineficaz, pues ya hay un deterioro irreversible de los tejidos, el pulmonar entre ellos, la persona, sin embargo, no parece sentirlo, y de hecho, cuando en una situación terminal, si se observa sufrimiento a este nivel, y se administra morfina, la persona remonta su agonía respiratoria, como si no tuviera problema para ello, además de suponer un importante control en el dolor.
Esta doble acción también es capaz de realizarla la sustancia opiácea que segrega el organismo, a veces no en la cantidad de la que sería capaz, principalmente por la atrofia de las zonas capaces de ello, entre otras cosas, y además de la anteriormente indicada, posiblemente también, debido a un tipo de vida y alimentación aún excesivamente tóxica.
Es curioso que todo ello pueda darse en una situación en la que alguien comenta en este blog que la persona pierde su “lucidez”, esa que parece que tenemos todos en ese rango de funcionamiento neuronal que abarca de un 5% a un 7% en los momentos de plenitud de nuestras capacidades “cognitivas”, y que justo, cuando perdemos ese estado de “cognición”, se ponen en marcha mecanismos que parecen mucho más inteligentes que a los que hemos podido acceder a lo largo de nuestra vida.
Ese momento en el que “costo marginal es mayor que el beneficio ídem”,… que también vaya manera de describir el momento vital de un ser humano más trascendente en esta parte de su existencia….¡manda narices!,…. resulta que emergen, aunque aparentemente no sea de forma consciente, una “lucidez”, una “inteligencia” desconocida, pero que forma parte de nosotros, que se hace “cargo de la situación”.
No….me parece que no todo se limita a una “muerte súbita y otra a más largo plazo”, la vida no es un mercado financiero.…¡por favor!.
Muy interesante tu observación sobre la «lucidez».
Siempre me ha sobrecogido la sospecha – convicción, más bien – de si, en momentos en que la materia va perdiendo peso (en sentido figurado, quiero decir) y la conexión con el mundo perceptible por los sentidos se debilita, no aparecerá otra forma de vivir que pueda estar teniendo un valor, una «utilidad» que, desde la razón y la consciencia de los que nos consideramos «plenamente conscientes», es del todo inimaginable.
Y – otra convicción -, que al practicar la eutanasia se está privando a la persona de algo más que los latidos del corazón que pueda registrar una máquina.
Pero en eso los legisladores no piensan. Son sutilezas en las que no se detienen.
Me gustaría aprovechar la oportunidad para hacerles saber o recapacitar sobre uno de los puntos que creo quizá más importante sobre todo este asunto y que no se ha comentado.
Por cuestiones laborales, toda mi vida ha estado ligada a los hospitales a nivel paciente. Durante prácticamente toda mi vida laboral he visitado habitaciones de distintos hospitales y, en muchos de los casos, esos hospitales trataban a gente en estado terminal o, digamos, con muy pocas opciones de recuperación.
Pues bien, uno de los mayores problemas que he podido contemplar durante toda mi vida, es la profunda soledad que muchas de todas esas personas padecían en esos momentos.
No quiero confundirles, y les puedo decir que también he visto casos hercúleos de aguante para dar compañía a las personas queridas en el final de su vida durante meses o incluso años, pero esos casos son los menos y tampoco creo que se trate de eso.
Me refiero a que en la mayoría de los casos, las personas que se encuentran así en esos momentos, no sólo soportan su deteriorado estado físico, sino una muy espantosa y total soledad, se lo digo, gente sin nadie, que solo es compensada anímicamente por la atención del personal de cada hospital. Y estoy hablando desde la persona que está en recepción hasta la persona que se dedica a limpiar las habitaciones.
Es así que todas esas personas desconocidas hasta el momento son las que finalmente suelen acompañar en el día a día a la mayoría de pacientes, no solo dándoles atención y cuidados, sino gotas de pequeño cariño que hacen pasar todos esos momentos algo mejor.
Si se legisla inadecuadamente sobre este punto, el hecho de entrar en un hospital a según que edades, se puede convertir en una sutil percepción de que allí no es que te vayan a cuidar en esos últimos momentos, sino que allí te van a matar.
En lugar de constar el nombre de hospital quizá que vayan también pensando en poner el nombre de «matadero» sobre algunos edificios si es que así lo pretenden. Mas que nada para además no mentir y llamar a las cosas por su nombre.
Hacia » La fuga de Logan»…
¡Que dificil es hablar sobre esto!, mas teniendo en cuenta el misterio de la pertenencia de la vida y del origen y futuro de nuestras almas.
He leido todos vuestros comentarios y aunque con alguna idea mas, hoy me vuevlo a sentir incapaz de emitir ni un solo comentario sobre la procedencia o no de la ayuda a morir…
Pero posiblemente igual que cada una de las nuevas cosas que encuentro en la vida no será ningún protocolo o patrón de respuesta universal lo que solucione este dilema…espero.