Sofocracia

Decía Platón, en su República, que en el gobierno de un barco no debería decidir ni el más fuerte, ni el más rico, ni el más popular, sino aquel que conociera el camino y los métodos de navegación. De forma análoga, en las ciudades no deberían gobernar otros que no fueran los filósofos; siendo la Sofocracia, el gobierno de los sabios, claramente superior a la tiranía, la plutocracia o la democracia.

Y coincido con Platón en que, si realmente hubiera sabios, esta es la forma de gobierno que preferiría. Aunque sospecho que los sabios, si los hubiera, no estarían interesados en el poder y, por lo tanto, no se exhibirían ni se postularían para ejercerlo. Así que, si quisiéramos que nos gobernasen, tendríamos que buscarlos, que aprender a reconocerlos. Pero, en esta búsqueda, ¿quiénes deciden quién es sabio y quien no?

Se dice en el Tao que el sabio es el que practica la no acción. Lo que no significa que sea más sabio aquel que menos hace; sino el que hace más con el menor esfuerzo, obrando en armonía con el universo. Por la no acción nada se deja sin hacer. A lo largo de este libro, también se instruye a los gobernantes sobre la forma sabia de regir:

Con rectitud se gobierna el Estado.

Con sagacidad se lucha en la guerra.

Con la no-acción se conquista el mundo.

¿Cómo lo sé?

Por esto:

Cuantas más limitaciones y prohibiciones haya,

más pobre será el pueblo.

Cuantas más armas,

más desorden habrá en el reino.

Cuanta más astucia,

más hechos extraños ocurren.

Cuantas más leyes y decretos,

más ladrones aparecen.

Por esto el sabio dice:

Yo nada hago

y el pueblo por sí mismo progresa.

Yo quedo en la quietud

y el pueblo por sí mismo mejora.

Yo no negocio

y el pueblo por sí mismo se enriquece.

Yo nada deseo

y el pueblo por sí mismo vuelve a la sencillez.

Un texto que, en cierto modo, contiene algunas de las ideas centrales del anarquismo. Algo tan lejano como el que los sabios lleguen a gobernar. Aunque, se podría decir que, en ausencia de sabios, la Tecnocracia, el poder en manos de los expertos, sería la forma de gobierno que más se le aproxima. Al fin y al cabo siempre será mejor que al frente del país esté alguien con un currículo brillante, con méritos constatados, tanto en el sector público como en el privado, a que lo esté otro con un historial mediocre pero que ha tenido la habilidad de llegar hasta las esferas más altas del poder. Parece preferible que el país lo gobiernen economistas, científicos, ingenieros y administradores de renombre a que tomen las decisiones personas que no tienen conocimientos sobre lo que deciden.

Ya se han intentado gobiernos de este tipo, basados en la racionalidad y la eficacia; por ejemplo, el de Mario Monti, en Italia, o el de Lucas Papademos, en Grecia, o los sucesivos gabinetes de ministros del franquismo de los años 60.  Vistos estos países en la actualidad, parece que fueron intentos fallidos, o que no es suficiente con obtener unos buenos resultados económicos.

El problema de los expertos es que no son sabios. Un experto conoce casi todo lo que hay que saber sobre su parcela, pero sabe poco o casi nada de la totalidad. Y los problemas complejos, como es el de gobernar, no se resuelven con soluciones parciales, por muy complicadas que puedan llegar a ser.

Es de suponer que el sabio no lo sabe todo, es más, concede poca importancia a su sabiduría, ya que cuanto más conoce mayor es su desconocimiento; aún así, y precisamente por eso, sabría elegir a los más adecuados y escuchar sus opiniones.

Ahora que la democracia está en entredicho, por lo que tiene de oclocracia o gobierno de la turba, están ganando popularidad antiguas alternativas de gobierno, casi todas ellas, si no todas, ya ideadas o sufridas por los antiguos griegos. Y algunas de ellas, por lo que tienen de novedoso o de no probado, pueden parecer válidas o sugerentes, incluso la estococracia, el gobierno por sorteo.

Tanto en esta como en la Sofocracia, el poder no lo ejerce el que lo quiere sino el que le corresponde en ese momento. Salvo que en un caso es por responsabilidad y en el otro por azar, con el matiz de que, como a cualquiera le puede tocar, todos tienen que estar preparados para ejercerlo.

Y se puede imaginar una sociedad que tenga como prioridad formar a sus dirigentes.  No se puede enseñar a ser sabio, pero se puede proporcionar un entorno y una forma de educación en el que sea más fácil que la sabiduría se desarrolle. Mejorando la preparación general de la población, educando a todos y cada uno como se educa a las élites, sin duda mejoraría la calidad de los que toman las decisiones, aunque la mayoría de los ciudadanos no llegara jamás a gobernar.

Así, puede que no lleguen a formarse sabios, pero sí personas que no necesitan que las gobiernen.

5 comentarios

5 Respuestas a “Sofocracia”

  1. O'farrill dice:

    A partir del 15M y durante la propia acampada, surgió la idea de formar a la gente no sólo para que cada uno tuviera armas intelectuales y políticas frente a las arbitrariedades de gobiernos y AA.PP. No surtió efecto. El día que me presenté con los presupuestos públicos para su explicación y posible comprensión entre mis compañeros, me dijeron que eso «era mucho trabajo». Hoy día, muchos de ellos supieron sustituir el trabajo por el conflicto y están al frente de distintos cargos públicos y semipúblicos.
    La delegación de poderes públicos en personas irresponsables o que consideran el cargo como un chollo para no trabajar, es la penalización con que nos enfrentamos como sociedad que, en general, cree que formarse, trabajar y aprender «da mucho trabajo». En cambio si están listas para cualquier «ocurrencia» que les reporte beneficios personales.
    Y no es tan difícil. En tanto que -tal como está la situación partidaria- son los partidos o sus líderes los responsables de gobernar, lo único necesario es pasar por una evaluación previa de los candidatos (incluso -vistas las cosas- de carácter personal) por un Parlamento de representación real de la soberanía nacional (no con el sistema actual). Eso supondría un plus de confianza que se acrecentaría con un sistema de control verdadero desde el Parlamento.
    Un saludo.

  2. YaMeVoy dice:

    ¿Que no gobiernan sabios? ¿Que esto es poco menos que una olocracia?

    Que se diga que un planeta dominado por Google, Microsoft, Apple, bancos y demás entidades financieras, paraísos fiscales intocables, servicios secretos con capacidades inimaginables, etc, etc, es una oclocracia… En fin.

    O sin ir tan alto: el que olvida declarar el IVA, aunque no haya tenido ingresos tendrá una multa de 300 eurazos. ¿Cosas de la olocracia?

    Lo que es esto es una descomunal tomadura de pelo, y al autor de este artículo le tienen bien tomada la medida. Que no son sabios, dice…

    1. Sánchez dice:

      Creo que no has leído el artículo con atención y menos aún reflexionado sobre lo que dice. Entre los seres humanos siempre ha habido sabios -poquitos- y necios -la inmensa mayoría-, pero ¿cuántos necios tenemos conciencia de serlo, humildad para admitirlo y disposición a ser un poco menos necios?. Y si, además, nuestro grado de necedad es tal que sitúa a personajes y entidades de la catadura de los que mencionas a la misma altura que a grandes hombres como Tomás de Aquino, por ejemplo, quien en su «In Metaphisyca» define la sabiduría como «el conocimiento cierto de las causas más profundas de todo», y confunde la psicopatía más tóxica y destructiva con la sabiduría, podremos llegar a arrepentirnos del poder que nuestra ignorancia, estupidez y pereza les han acabado otorgando sobre nuestras vidas, pero nunca renegar de la propia actitud irresponsable, ya generalizada, que les ha regalado ese poder mientras nosotros, aspirando a vivir como ellos, intentamos someter a otros. Esto es olocracia.

  3. Ligur dice:

    Enhorabuena y valiente propuesta Enrique, introducir el Tao en un artículo político como lo has hecho no es fácil.
    La mejor que he leído en está página desde hace tiempo. Esto ayuda a cambiar a las personas.
    Felicitaciones

  4. pasmao dice:

    Acertada columna, como siempre, don Enrique.

    Lo mismo se podría decir de muchas otras de otros autores, que en de una u otra manera, desde uno u otro enfoque dan vueltas a temas que se mezclan unos con otros hasta tal punto que uno no sabría si decir hasta que punto el tema tratado es en el fondo el mismo.

    En mi opinión la situación que plantea Enrique, lo mismo en que otros autores/temas/columnas.. tendría mas sentido si lo que se esperase es una discusión racional entre las diferentes maneras de solucionar problemas para hacer algo mejor.

    Cuando en la realidad lo que veo es en gran parte de nuestras élites (no es el caso de quienes aquí escriben/comentan) un ansia destructiva, un nihilismo delirante, unas ganas de cargarse todo … con la soberbia propia de quien está convencido de que no pagarán los platos rotos, y de quienes si lo hagan (hacen) son poco menos que meros actores de poco mas o menos que algo que para ellos es teatro pero que para el pagano que lo sufre es muy real.

    El caso del chico asesinado en la Coruña, Samuel, ilustra cómo funcionan estas cosas…

    El caso es que pareciera, por el gran éxito que tienen nuestras élites en llevarnos al abismo, que quienes les siguen están muy de acuerdo en este suicidio social. Y cuando una sociedad se quiere suicidar es muy difícil pararlo.

    Las sociedades orientales basadas en el confucianismo son muy diferentes de las nuestras… ese suicidio social supongo que es mucho mas difícil que arraigue. En China hubo una decadencia hasta finales del XVIII y XIX en que con la guerra del opio y la corrupción de sus élites (la decadencia previa fue terreno abonado para los británicos y otros socios) … pero parece que eso, para lo que ha servido, es para que ahora desconfíen de cualquier «película» cultural que se les quiera colocar desde occidente.

    Veremos que pasa con Japón (que cómo forma de suicidio ha apostado por el demográfico)… India no es confucionista, Indonesia tiene una impronta musulmana, Filipinas cristiana… y las naciones occidentales Australia y Nueva Zelanda… son de lo mas «rarito» que hay en si los comparamos con lo de aquí. Sólo hay que ver su política con la inmigración o la pandemia.. para ver que muchos de los planteamientos de allí no se parecen en nada a los de aquí…

    También habría que añadir a Corea, Taiwán… todas ellas naciones, sociedades que tienen en común (excepto Japón por el tema demográfico) que NO se quieren suicidar. Sus élites están orgullosas de sus sociedades y la discusión es que se entiende por mejorarlas y cómo hacerlo.

    Atención no hablo de democracia.

    Hablo de élites que quieren liderar no hundir, hundir como si el juguete que les hubieran traído los Reyes no les gustara y pensaran que rompiéndolo tendrán otro mas guay.

    Pareciera que muchos de los temas que aquí se plantean tuvieran mas sentido en sociedades adultas.. las de allí, que en estos patios de colegios de niños mal criados que nos han tocado en suerte.

    Siento ser tan pesimista..

    Un cordial saludo

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