En la película “Origen”, de Christopher Nolan, Cobb (Leonardo DiCaprio) se dedica a robar ideas de otras personas metiéndose en sus sueños. Durante toda la trama se plantea la inquietante interrogante de qué parte de la vida de los protagonistas es sueño y qué parte es realidad. Nolan explicó posteriormente que trató de dar el mensaje de que la percepción de la realidad era enteramente subjetiva; e incluso que “con el tiempo, empezamos a ver la realidad como el primo pobre de nuestros sueños”.
Al margen de lo interesante de este planteamiento sobre la vigilia y el sueño, Nolan enfrenta al protagonista a su mayor reto cuando un poderoso cliente le propone no ya robar ideas, sino implantar una idea en el cerebro de otro, a través del sueño. La película tiene momentos geniales cuando Leonardo DiCaprio nos da las reglas de oro sobre cómo meter una idea en la cabeza de otro y conseguir que esa idea arraigue e incluso rija su vida. Primero, hay que llegar a la idea simple, al concepto primigenio desprovisto de enlaces lógicos sucesivos. Cuanto más simple sea la idea más arraiga en el cerebro. Segundo, la idea debe estar conectada con algún sentimiento primario, que la afiance de forma duradera. Tercero, tiene que parecer que la idea surge espontáneamente en el sujeto y que no viene de fuera. Cuarto, la idea tiene que implantarse en los niveles más profundos de la conciencia. Si se cumplen todas estas reglas, la idea es el organismo vivo más resistente, más incluso que cualquier virus o bacteria y configura nuestra realidad hasta límites insospechados.
Obviamente este planteamiento puede hacernos cuestionarnos hasta qué punto nuestras ideas son propias y, desde luego, tiene una enorme relevancia política en las democracias, en las que las decisiones se toman a través de una opinión pública, que debería estar lo más formada posible. Hasta tal punto es así que la democracia se ha definido como un “gobierno consentido” y para que haya consentimiento válido debe haber una voluntad libre y consciente.
¿Es posible esa voluntad libre y consciente en los votantes? Quizás esto sea demasiado, pero, al menos, los politólogos exigen que en democracia pueda hablarse de una opinión pública autónoma ¿Es esta posible?
Asimilando la opinión pública con un gran cerebro colectivo, resulta obvio que, si ya es difícil determinar de dónde vienen las ideas en el individuo, mucho más lo será en ese gran cerebro social.
Sin embargo, esta es una cuestión que ha preocupado desde hace tiempo, dado que, sin una opinión pública autónoma, resultaría que la democracia funcionaría como una justificación formal de un régimen más o menos autoritario en el cual unos pocos -el poder dominante- fuese capaz de implantar ideas en el cerebro colectivo, hacerlas pasar como propias de este y dirigir como una marioneta a la opinión pública.
Desde hace años se tiene identificado que el proceso más relevante de formación de la opinión pública es el descendente, partiendo de pequeños grupos que tienen el poder de influir y bajando en cascada a través de distintos niveles hasta llegar al público en general. El segundo de estos niveles lo formarían los políticos y gobernantes que lo trasladarían al tercer nivel de las redes de comunicaciones de masas hasta llegar, a través de los líderes de opinión en nuestros ámbitos cercanos, al último nivel del público en general.
Por supuesto, en cada uno de estos niveles los partícipes tienen intereses e ideas diferentes e incluso contrapuestas, que tratan de implantar en el confuso cerebro colectivo. Así, por poner un ejemplo sencillo, el lobby de las tecnológicas puede pretender el fomento de energías renovables y la sustitución de las energías fósiles, y el de las petroleras lo contrario. Ambos pugnarían por implantar sus ideas en el ideario colectivo. Igualmente, en el segundo nivel, los partidos, que compiten unos con otros por ganarse al electorado, pueden tener interés en trasladar uno u otro mensaje en función de cómo entiendan que puede traducirse en un mayor número de votos para la formación. Los medios de comunicación también influyen en el mensaje, seleccionando lo que es o no noticia y dándole uno u otro enfoque en función de sus intereses empresariales y de su ideología.
Ante este nivel de confusión y dado que es imposible sostener que la opinión pública surja autónomamente, los politólogos se conforman con decirnos que lo importante es que pueda afirmarse que no hay nadie lo suficientemente poderoso como para imponer siempre sus puntos de vista. Es decir, que lo importante es que no haya nadie lo bastante dominante. Bastaría así con que la opinión pública se forme a través de riadas de ideas de muy distintos orígenes y que, por tanto, pueda sostenerse que no hay nadie en concreto que pueda dirigir a voluntad esa opinión. Distintos afluentes de ideas inducidas desde los niveles superiores que confluyen en la formación de la opinión pública.
Por supuesto, Internet y las redes sociales han agravado el problema. Manejándolas adecuadamente, ahora cualquiera puede implantar una idea en el nivel más profundo de la conciencia colectiva. Es decir, accediendo directamente a lo que los politólogos denominaban el cuarto nivel de formación de la opinión pública. Un mensaje sencillo, vinculado a algún sentimiento, puede acceder directamente al núcleo de la opinión pública y hacerse pasar por una idea propia. Las redes sociales dan esa falsa imagen de ser la expresión popular, el veredicto del pueblo, cuando son fácilmente dirigibles por los poderes que tratan de inducir un pensamiento o crear una nueva realidad.
Volviendo a la película de Nolan, cuanto más preparado está el cerebro, más difícil es “hackearlo” y robarle o implantarle ideas ajenas. Igualmente, una opinión pública formada y atenta es mucho más difícil de asaltar.
Sin embargo, invariablemente, con independencia del país o del momento, todos los estudios que se han hecho sobre la formación del gran público han dado como resultado que es de una pobreza desalentadora.
En los orígenes del sufragio universal, la principal objeción que se le ponía es que la gran mayoría de la gente era incompetente para atribuirle un poder tan importante como el voto y la respuesta que se dio es que sólo votando se aprendía a votar. No obstante, transcurridos más de un siglo e innumerables votaciones desde aquel debate, lo cierto es que se han hecho pocos avances en el aprendizaje. También entonces se decía que el problema de la mayoría era la baja educación y que con la universalización de la educación todo se solucionaría. Tampoco ha sido así, aunque claro que algo ha contribuido que todos tengamos una educación mínima. En cualquier caso, los avances han sido manifiestamente mejorables.
Entonces, ¿qué hacer? ¿Conformarnos con que la mayoría normalmente se equivoque y la democracia consista precisamente en ese derecho a equivocarse? No lo creo.
Ahora bien, tengamos claro que la solución no viene de arriba abajo. El poder sigue interesado en trasladar su mensaje sin competencia ni oposición y, por tanto, su interés está en que el cerebro colectivo sea lo más permeable posible a la influencia. Y en este planteamiento sí coinciden todos los que compiten por implantar su idea en ese cerebro.
Por tanto, este es un movimiento que solo puede impulsarse de abajo arriba, con la dificultad que esto conlleva. Una democracia es más perfecta, cuanto más formada sea la opinión pública. Y eso depende en gran medida de nosotros.
Estimado Isaac,
Muchas gracias por tan interesante Post. Hay tanto que comentar, pero buscaré ser lo más breve posible.
Sobre las elecciones, es cierto que en general para aprender a votar, se aprende votando. Pero en el camino, el sistema político también aprendió a ser votado por personas que no saben votar. Y esto resulto tan cómodo, que no hay ninguna acción instrumentada y sistemática para cambiar la situación de falta de cultura y conciencia política.
Audazmente el sistema recurre a decir que cada quién es libre de votar a quién quiera y por ello no interviene (oficialmente) para bien ni para mal, para no favorecer una u otra rama. Así evita interferir en la creación de una masa poblacional importante con cultura política. De esta manera tenemos garantizada una cómoda ignorancia, con disfraz de libertad de voto y libertad de criterio político.
Por otra parte, hay mucha razón en que para implantar una idea, hay que enlazarla a algún sentimiento primario. Sólo basta mirar el modo de actuar de los Nazis, implantaban sus ideas sobre sentimientos de odio, de orgullo propio, pero sobre todo de miedo al diferente.
Y entre las ideas más arraigadas que muchos tenemos (a nivel colectivo y personal), me pregunto: ¿Cuál será la más profunda y más poco cuestionada?
Sinceramente creo que pocas veces se comenta, incluso su simple mención, ya que parece algo fuera de todo esquema cognitivo convencional.
Desde mi perspectiva, la idea falsa y más arraigada que hay, es: Necesitamos de una idea que rija nuestra vida.
Realmente, me atrevo a cuestionarlo profundamente. Puede parecer carente de sentido el decir que se puede vivir incluso sin una ideología sólida que defienda la vida, la cooperación, la solución de problemas, etc.
Pero si lo examinamos más a detalle, tener un idea como guía de vida, en concreto significa asumir dicha idea como principio real, inquebrantable, incuestionable y que se toma como premisa básica de funcionamiento. A partir de dicha idea surgen infinidad de acciones y nuevas ideas.
Pero, ¿a que me refieron con vivir sin ideologías, sin ideas?. Muy sencillo, significa que Toda idea, es simplemente una sugerencia de actuación o valoración, pero con la diferencia de que ya no se encuentra excenta de ser examinada, intensamente cuestionada, puesta a prueba y deshechada, en el instante en el que se perciba su falsedad, por muchas horas o décadas que se haya utilizado.
Pero para hacer eso con la idea, también hemos de cuestionar, examinar y poner a prueba el sentimiento primario (al que hace mención el post) que lleve detrás dicha idea. Y para ello, es necesario ser conciente de dicho sentimiento.
También hay que entender que liberarse de una idea, no significa abrazar inmediatamente la idea opuesta. Significa irse quedando con los brazos vacíos de ideas, pero dicho vacío está lleno de curiosidad, cuestionamiento, libertad y acción.
Ejemplo práctico de todo lo anterior: Para cuestionar y liberarme de la idea de que soy un padre maravilloso, he de ser conciente del miedo que me da o me daría el no ser un padre maravilloso, el cometer un error, etc. Al ir dejando de estar afferrado a la idea de ser el padre ideal, no significa que ahora deba creer que soy uno de los peores o uno mediocre. Significa estar abierto siempre a hacer lo mejor, a aprender de mí, de los hijos, de las situaciones, de lo nuevo que he aprendido, de lo que escuché alguna vez, y sobre todo, de cuestionarlo todo, en especial aquello de lo que estaba convencido hasta hace medio segundo.
Un saludo.
No estoy muy seguro Don Isaac
Uno no es politólogo ni rebusca en el los hígados de las ocas… Pero tengo la sensación de que un elevado % de la masa, su parte mas amorfa son lo mas parecido a un Hommer Simpson en su versión mas siniestra, y de ahí si sacáramos su resultante o su integral no saldría nada.
Es incluso peor, esas personas simplemente votan PODER, incluso en las dictaduras votan PODER, ..
Llevándolo al tema electoral local, por ejemplo:
Porque si no son imposibles de entender fenómenos cómo el de Andalucía y el PSOE, donde no es sólo que los agraciados por clientelismo le voten, es que le votan incluso los que ni les y ni les viene porque es lo que toca.
En Vascongadas hubo una época donde el PP llegó a sacar un % elevado de votos, también el PSOE/PSE, se presupone visto que era hace tiempo y que el perfil de dichos partidos entonces y mas allí era netamente «españolista» que seguirían votando a algo parecido pero no a su antítesis y sin embargo ahora muchos votan PNV.
En Navarra ni le comento.
Lo mismo en Cataluña, donde la suma de PP + PSC era mucho mayor que la de Pujol.. aunque algunos no lo crean ahora, y excepto por el voto a Ciudadanos y poco mas muchos han pasado a votar separatismo.
Idem en Valencia, Baleares…
La triste conclusión es que ni antes eran tan españolistas y no ahora son tan separatistas. Simplemente votan Poder.
Lo mismo se puede decir con la idea de Uropa, y de por qué aquí estamos tan aborregados con esa idea idiota. Pues porque son los que mandan.
Lo mas deprimente es que nuestra élite, la que se supone la de los buenos, ha abdicado de ejercer ese poder, o mas bien lo ha arrendado a cambio de una comisión. ¿Una comisión de quien?
Porque si no ejerces tu el Poder hay que tener claro que lo ejercerá otro.
No me creo que esa creciente obejunización y que me perdonen los de Fuente Ovejuna, sea casual, como tampoco creo que las ideas se instalen de abajo arriba. Todo la construcción de ese Nuevo Orden Mundial pivota sobre una ideología que se quiere instalar de arriba abajo.
La ideología de género en este momento se encuentra ligada a la concesión de créditos internacionales. En Hispanoamérica se quiere incluir (por la puerta de atrás) el tema de las leyes de género en la Convección Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José), y la concesión de créditos (FMI, Banco Mundial,…) en teoría se hace teniendo en cuenta si uno acepta el cumplimiento de ciertos estándares no sólo económicos si no sociales.
Pues por ejemplo en Costa Rica el candidato a las próximas elecciones que mas posibilidades tiene de ganar prefiere sacar a su nación del CADH, y por referendum, antes que tragar con su nueva versión.
Curioso que tenga que ser un candidato evangelista en un país católico (cada vez menos) el que poniendo un tema como ese como uno de los ejes de su campaña pueda llegar al poder. El 80% de la población de Costa Rica está en contra de esos experimentos. Curioso el silencio de la iglesia católica, aunque con este Papa todo es posible, al respecto. Curioso que un evangélico cuente con tantos apoyos católicos.
https://www.nacion.com/el-pais/politica/fabricio-alvarado-someteria-a-referendo-salida-del/IUY2BX4RK5DCND3IV3C5JL2L7A/story/
La ventaja para él es que Costa Rica no está endeudada ni de lejos cómo nosotros. Y se puede permitir esos lujos.
Pero si una nación está endeudada y necesita de crédito cómo sea, no le quepa duda de que dichas ideologías se impondrán.
Y cómo esa masa amorfa detectará que el Poder está ahí tragará.
Nos ha comentado Don Isaac que es a través de la educación el cómo se «desamorfa» al personal. Yo creo que si esa educación no incluye el acceso a una pequeña propiedad de la cual se tiene que responsabilizar, el personal seguirá tan lelo cómo antes.
El campesino cuasi ágrafo, pero propietario de un terruño, suele atesorar mucho mas sentido común que un nini con Master. Pero imponer políticas de endeudamiento a costa de que los pequeños propietarios pierdan su capital, que es lo que tenemos ahora.
Un cordial saludo
Estimado Pasmao,
Me resultó muy ilustrativo el comentario sobre educar por medio de la responsabilidad hacia una propiedad.
Es una manera muy clara de educar en la acción, educar en la práctica. En este caso no educa el simple hecho de ejercer el privilegio de poseer, sino la acción de responsabilidad y ser propietario de las consecuencias de dicha responsabilidad.
El campesino, aprende a ser responsable en la acción, a cultivar (literal y figuradamente), a cosechar (literal y figuradamente) los frutos de las acciones, aciertos, errores, venturas y desventuras. Al final esto es la vida misma.
Y sin duda, ser directamente propietario de una responsabilidad, educa, educa más que las más elaboradas ideologías educativas.
Un saludo.
Por eso la gente de las zonas con minifundios suele tender a ser conservadora y la de que vive en zonas de grandes latifundios espera que haya alguien de arrriba (el Estado o un dictador) que les solucione.
Lo vemos en Galicia, Castilla la Vieja, Asturias queda desvirtuada porque el peso de la minería y las subvenciones aparejadas desvirtuan las relaciones de poder, versus Andalucía, Castilla la Nueva o Extremadura donde los grandes Latifundios imperan.
En Rusia los grandes enemigos de la Revolución fueron los campesinos a quienes Lennin y Stalin asesinaron por millones, no sólo en Ucrania.
En otros paises como Colombia en el eje cafetero, zona de cultura «paisa» por excelencia son muy conservadores, no es casual que Uribe sea de allí, y en las zonas de grandes latifundios de caña de azucar (el valle del Cauca).. al revés.
Franco lo supo ver muy bien.
Cuando vió que lo del campo iba a menos y que mucha gente tendría que emigrar a la ciudad buscó que fueran propietarios, del pisito, del 600, y de lo que fuera menester. Una vez que le preguntó diplomático gringo de que se sentí orgulloso (refiriéndose/sugiriendo el Valle de los Caidos), el le dijo que una cruz en medio del campo no era gran cosa pero que en España hubiera una gran clase media (y para él el hecho de que fueran clase media era que tuvieran propiedad) que fuera freno de derivas revolucionarias era lo que consideraba su gran aportación.
El problema es que un pisito y un 600, o un adosado y un BMW, no son una parcela en el campo, y cómo bien has dicho el sentirse propietario de un bien que te ayuda a vivir es lo que mas educa para saber que ciertas decisiones hay que tomárselas con cuidado.
En el medio urbanita lo mas parecido serían los gremios ligados al transporte, bien camioneros o taxistas autónomos.
No es extraño que precisamente del gremio del taxi vengan las grandes protestas organizadas contra UBER.. y demás. Sin entrar en quien tiene razón.
En USA inventaron a mediados del XIX las subvenciones agrarias, para dar seguridad a los campesinos que compraban las parcelas en el «salvaje oeste» el Estado Federal les garantizaba unos precios de referencia a los cuales podrían vender su cosecha y así pagar la hipoteca. El estado perdería, pero colonizaba aquellas tierras.
Keynes falló al ligar a la posibilidad de consumir el sentimiento de seguridad que impidiera las revoluciones cómo la soviética, que era lo que le aterraba. En el corto plazo funcionaba pero las subvenciones al consumo al final desvirtúan los precios de tal manera que las asignaciones de recursos se vuelven idiotas. Como hemos visto aquí con nuestras burbujas.
un cordial saludo
Leo el artículo y me quedo cavilosa preguntándome qué es peor, ser permeable o impermeable. Al cabo de un rato ―corto, muy corto― me contesto que tanto peligro hay en lo uno como en lo otro. Si soy impermeable estaré a salvo de malas influencias, de manipulaciones, de ser presa de los malintencionados que pondrán todos los medios a su alcance para persuadirme de actuar o de tomar las decisiones que a ellos más les convengan; pero tampoco tendré acceso, o, mejor dicho, no tendrá acceso a mí la posibilidad de ser disuadida de cometer el error en que pudiera incurrir prestando oídos ―y mi voto, que es a lo que vamos― al negociante que lo único que busca es venderme su moto.
Si soy permeable seré también más vulnerable, estaré más expuesta a todos los peligros y amenazas que puedan llegarme de fuera, pero ―pienso también―, no más indefensa ante la adversidad que en el caso contrario puesto que (de toda la vida se ha dicho) todo lo que entra sale.
Claro que, sin dejar de considerar que en el trasiego algo se me quede dentro, y que dé la casualidad de que lo que se me quede sea justamente lo que menos me conviene.
¿Lo que menos me conviene a mí?
Pero antes de contestarme vuelvo a quedarme cavilosa porque, oye, me digo, no me seas tan cenizo y ten en cuenta que, por qué no, también puede quedársete algo bueno.
Y voy y me pongo muy contenta porque ―y a mí me parece que lo razono bien― que se me quede lo bueno es, seguro, lo que más me conviene.
¿Lo que más me conviene a mí?
Mi profesora de Filosofía, hace unos días, hablando por cierto de la democracia, lo dibujó muy bien en la pizarra.
Muñequitos. Muñequitos de los que se pintan al hablar en una pizarra, sin detalle ni atender a, por ejemplo, si han de ser “itos” o “itas” y, según seguía hablando, pintaba muy deprisa flechitas, muchas flechitas, flechitas todas partiendo de cada muñequito y apuntando todas siempre hacia afuera al tiempo que decía “nada para mí, todo para los demás”.
Como la clase era de Filosofía no nos paramos a echar cuentas, pero no sé por qué se me quedó a mí entre ceja y ceja que aplicando la fórmula del interés compuesto ―que sabérmela no me la sé, pero me suena y, oye, si me acudió como un pálpito por algo sería― todos, absolutamente todos saldríamos ganando.
Y volví a quedarme cavilosa, y otra vez me puse triste ―que debe de ser que soy tan permeable a los subidones como a los bajones―porque me dije “sí, muy bonito, pero y con el tonto que haces”.
¿Qué se puede hacer con el tonto ―aunque sólo sea uno, o que me haya vuelto a dar el subidón―, qué se puede hacer con el tonto que pone las flechitas del revés?
Mira tú si no es mala sombra, tan contenta que pensaba irme a dormir y que me ha vuelto a dar el bajón porque me barrunto ―cenizo otra vez― que tontos hay muchos.
Y, ahora en serio. Yo creo que la solución está en el individuo, de uno en uno. El personalismo será, y es, muy poquito merecedor de aplauso ni elogio; pero pienso que el individualismo ―y lo que conlleva de tomarse la responsabilidad (o la molestia) de elaborar los propios criterios contra vientos y mareas― sí es cosa buena.
Las 2:42 en el reloj, así que habrá erratas.
Gracias por el artículo. Muchas gracias.
Es tremenda la importancia de nuestro instinto gregario y la facilidad de manipulación de la mente humana. Los psicólogos del Blog deberían recurrir al filón de información al respecto que les proporciona su profesión.
La cuestión permanece oculta a la mayoría de la población y forma parte de los Dominios de especialistas siniestros.
Recomiendo la lectura de dos obras-
«The Instinct of the Herd in peace and in war» –Wilfred Trotter, 1916.
«The Political Brain» Drew Westen, 2008.
Ambos autores, a cien años de distancia uno del otro, son neurólogos y abordan el papel de la emotividad y de lo instintivo primario como poderosos motores subconscientes del comportamiento humano y la clave del dominio sobre las masas.
Ya hemos hablado del interés del Sistema en llevar a la sociedad a situaciones de dependencia emocional. Estamos inmersos en décadas en las cuales el esfuerzo en este sentido es monumental por necesidades de Control de Masas, es decir de lo Gregario. Un instinto básico sin el cual no se entiende mucho de la actual política.
Todo ello se apoya en descalificar la racionalidad y los arquetipos racionales en los cuales se basa toda la trayectoria humana. En el lento ascenso de la racionalidad que en las últimas décadas ha dejado de ser «ascenso» para convertirse en «descenso».
A partir de Kant, el poder nos prefiere «emotivos».
Saludos
Hola Manu,
En relación a tu comentario, apuntar algunas cosas que haces mención y que requieren de reflexiones, aunque solamente sean a vuela pluma sobre los temas más importantes.
La dependencia emocional, entendida como la manipulación de las emociones de «unos más ilustrados sobre otros más vulnerables», que indicas no es un parámetro novedoso en la realidad humana, pues existía en la época del tribalismo preimperio romano, en la feudal entre los nobles y sus vasallos, o de los ideólogos sobre el proletariado en tiempos más recientes. Es un mecanismo constante y permanente desde que se tiene constancia. Por tanto, nada nuevo.
Hay dos hechos diferenciales en el momento actual, pues tanto la actuación desde los medios de comunicación de masas, por su largo alcance a los grandes colectivos, como la enorme dimensión alcanzada por los instrumentos al servicio de la publicidad (más cuando se ponen al servicio del espacio político público), han supuesto una especie de hipnosis generalizada y compartida, que se sustenta por otro de los hitos importantes en el devenir de la humanidad en los últimos tiempos como es la «consciencia colectiva». La unión de los «pueblos» en pos de un ideal fictício en contraposición a «los demás», llámense herejes, capitalistas, razas inferiores, manchados, conquistadores, inmigrantes, etc., es una doctrina religiosa centroeuropea de la que han nacido, germinado y desarrollado las actuales ideologías sociales dominantes.
La base territorial no solo es un contexto espacial en el que se desenvuelve, sino que supone una afirmación por si misma. No solo es el escenario en el que se desarrolla la acción, también, y lo que es peor, la propia escena. Es una escena parecida similar a los orígenes, en la que prima el sustento y la subsistencia, y sus dos consecuencias inmediatas el poder y los sometimientos, y la violencia. Una escena que, diferencialmente, está representada en la actualidad por millones de seres.
Son por tanto, componentes ideológicos primarios en tanto que puramente terrenales e instintivos (en su literalidad actual), y es ahí y solo ahí en donde radica su fuerza.
Llama la atención como en un mundo que alcanzó hace décadas la capacidad y lo smedios para abastecer de alimento a toda la humanidad que habita el planeta, todas las estrategias se dirigan a evitarlo, a través de constantes estímulos audiovisuales que sostienen que nuestra riqueza, bienestar, y alimento está seriamente amenazada. El ancestral mecanismo del miedo a que me quiten las comida (o lo que tengo), elevando hasta el infinito el nivel de deseo de posesión material, y azuzando a las masas a su conquista ineludible al relacionarlo publicitaria y sutilmente con lo más primario. Un ejemplo, el peso que tiene en los informativos el curso de la meteorología, con retransmisiones en directo, documentales, e imágenes sobrecogedoras como una realidad irracional, devastadora, imprevisible y apocalíptica, en puntos alejados a miles de kilómetros de nosotros, amenazantes a… nuestro fin de semana.
Los efectos sobre la psicología individual, eso que se ha dejado de entender por la excelencia de esta forma alienante de socialización, se deben desarrollar en algún próximo artículo específico, aunque a mi no me cabe duda alguna en que, más tarde o más temprano, se retornará a la senda adecuada.
Un cordial saludo
Para completar la descripción de la simplicidad del fenómeno, basta con sustituir la campana que Pavlov -la que le avisaba de la proximidad del alimento- por un telediario, y ya lo tienes.
Gran tema el que propone Isaac. Nada menos que la existencia de criterios propios surgidos de la personalidad y del «disco duro» de cada uno a la hora de actuar, decidir, opinar y, en definitiva, vivir, en una sociedad alienada en su mayoría, manipulada sin descanso, ignorante en un amplio porcentaje por comodidad, miedosa e insegura, que ha dejado las riendas de su vida en manos y cerebros ajenos. Que no sabe decidir si no hay una «aplicación» en su móvil que lo haga por él, acostumbrada a obedecer a unas tecnologías «del futuro» (ver las «chorradas» que se pueden decir en la feria de Barcelona; ejemplo «puedo ver en el móvil lo que tengo en el frigorífico…» ¿y….?).
Desde hace mucho tiempo el «rebaño» ha seguido creciendo y pastando allí donde se les dice. Ni un asomo de rebeldía en la juventud ante la imposición que significa «servir a las máquinas». Al contrario, grandes colas y aglomeraciones en los proveedores de los «juguetes». Porque de eso se trata. De «infantilizar» a la sociedad, de hacerla cómoda y hedonista a costa de apoderarse de sus cerebros, de sus institutos y de sus emociones. Hace algunos años, un directivo de una cadena de TV de las que tienen más audiencias decía: «Sabemos que estamos produciendo basura, pero eso es lo que gusta al público». O, lo que es lo mismo, «algo tendrá la m…. cuando le gusta a millones de moscas».
Como el artículo se pregunta por todo ello en un contexto político democrático. Hay un comentario de «pasmao» que puede aclarar el asunto: «lo más deprimente es que nuestras élites, las que se supone de los buenos, ha abdicado de ejercer ese poder o más bien lo ha arrendado a cambio de una comisión…» ¿Cuanto mundo académico, intelectual y profesional ha hecho dejacion de su responsabilidad ante la sociedad? ¿Cuantos han enmudecido a cambio de esas «comisiones»?
Un apunte final con respecto al sistema electoral: tengo una hija a la que una jueza ha incapacitado para buscar un trabajo o ejercer su libertad personal por considerarla «deficiente intelectual». Eso sí, la deja que decida su representación política en las elecciones…. Esto es lo que tenemos: un estado de Derecho al que se le han descosido las costuras hace mucho tiempo.