Acabamos de tener una de las elecciones generales más reñidas e impredecibles que se recuerdan en la actual democracia española. Hasta el último minuto ninguno de los cinco grandes partidos de ámbito nacional tenía nada claro cuántos diputados iba a tener. El mismo día de las elecciones algunas estimaciones solventes cifraban en 110 (de los 350 que tiene el Congreso) los escaños que podían terminar cayendo en un partido u otro. Y, en su mayoría, el resultado dependía de unos cientos de votos.
Dos semanas antes de las elecciones el CIS publicó una encuesta basada en casi 18.000 entrevistas. Uno de los resultados más llamativos era que el 25,4% de los encuestados afirmaba que tenía decidido ir a votar pero que aún no habían decidido a quién. Extrapolado ese dato al conjunto de los votantes, significaría que ¡casi 9 millones de personas no tenían claro el sentido de su voto, frente a los 18 millones y medio que ya lo tenían decidido! Finalmente, 3 millones de esos 9 han optado por abstenerse.
Ante un panorama donde el voto está cada vez más disputado e incierto, los partidos basan más sus estrategias electorales en mensajes simples y con mucha carga emocional.
Parte de esta incertidumbre se deberá, probablemente, a la valoración que hayan hecho los ciudadanos de lo sucedido entre las pasadas elecciones, las del 28 de abril, y estas. Pero, seguramente, también influyen otras causas de fondo. De hecho, cuando arrancó oficialmente la campaña electoral de las elecciones de abril, el 41,6% de los electores tampoco sabía cómo se iba a pronunciar.
Ante un panorama donde el voto está cada vez más disputado e incierto, los partidos basan más sus estrategias electorales en mensajes simples y con mucha carga emocional. Esta fue la pauta que, en mi opinión, siguieron los líderes de estos partidos en las tres horas que duró el debate televisado entre ellos. Todo ello aderezado, además, con una tendencia progresiva a recurrir a medias verdades y mentiras que resulta inquietante. Porque no deja de ser sorprendente ver con qué desparpajo los dirigentes políticos que aspiran a gobernar este país afirman cosas que saben que son falsas. Es más, cuando al día siguiente numerosos periódicos las ponen en evidencia con datos contrastados, los autores de las mismas ni se dan por aludidos ni parecen inmutarse.
Ante mentiras cada vez más frecuentes y exageradas, los ciudadanos, nos vamos acostumbrando y vamos siendo más tolerantes, permitiendo que mentir descaradamente en una campaña electoral salga gratis.
Lo cierto es que mentir y manipular en las campañas electorales es una práctica que viene de muy atrás. Se puede entender que para llegar a 35 millones de electores hay que hacer un enorme esfuerzo de simplificación y eso conlleva, nos guste o no, una buena dosis de falseamiento de la realidad y de manipulación de los destinatarios de esos mensajes. La pregunta que deberíamos hacernos es qué limites tiene esta práctica. Porque, si no se frena, la tendencia va a ir a más. Ante mentiras cada vez más frecuentes y exageradas, los ciudadanos, nos vamos acostumbrando y vamos siendo más tolerantes, permitiendo que mentir descaradamente en una campaña electoral salga gratis. ¿Hasta dónde puede llegar esto sin que afecte al contenido esencial de la democracia?
Si estamos dispuestos a aceptar que esto es parte del juego y que los límites son los que los partidos estén dispuestos a imponerse a sí mismos, habremos de reconocer que esto nos puede ir deslizando hacia niveles de manipulación crecientes y cada vez más sofisticados. En este contexto el recurso de los avances tecnológicos será un recurso más. Basta con mirar lo que está sucediendo al otro lado del Atlántico.
Con la sospecha de manipulación que se arrastra desde la campaña presidencial de 2016 en Estados Unidos, por la intromisión de los servicios de inteligencia rusos y por el uso abusivo de los datos almacenados por Facebook sobre los gustos y opiniones de más de 50 millones de electores estadounidenses, el foco de atención en ese país se ha puesto sobre el peligro que representan las redes sociales en esta próxima campaña presidencial.
Ya hay numerosas compañías en todo el mundo con la capacidad tecnológica para saltarse esos controles y manipular a millones de personas.
El pasado 23 de octubre, el fundador y presidente de Facebook, Mark Zuckerberg, compareció ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Algunos congresistas le sometieron a un tercer grado para que se comprometiera a evitar los anuncios pagados con información notoriamente falsa. No lo consiguieron. Unos días después Jack Dorsey, el fundador y director ejecutivo de Twitter, anunció que esta red social no aceptará anuncios de campañas políticas.
Sin embargo, el problema ya no se resuelve con obligar a los 3 o 4 propietarios de las principales redes sociales a que no admitan anuncios falsos. Primero porque ya hay numerosas compañías en todo el mundo con la capacidad tecnológica para saltarse esos controles y manipular a millones de personas, del mismo modo a cómo lo hizo en la campaña anterior de EE.UU. la empresa Cambridge Analytica. Segundo porque una noticia basada en medias verdades puede ser mucho más eficaz manipulando que una mentira, y es prácticamente imposible que estas redes puedan detectarlas y filtrarlas. Y, tercero, y fundamental, porque no se resuelve el problema solo con apuntar al mensajero, es necesario ir al origen de esas manipulaciones. Y el origen está, en parte, en los grupos de ciudadanos activistas o en las entidades extranjeras dispuestas a influir electoralmente en un sentido o en otro; pero también en los propios partidos, en sus estados mayores y en sus líderes.
Para atacar el problema de raíz, es fundamental que la ciudadanía tome conciencia del problema y exija activamente medidas que la protejan. También sería fundamental que los partidos se comprometieran a evitar las medias verdades y mentiras, tanto en su beneficio como en perjuicio de sus adversarios. Este compromiso, para que fuese verdaderamente efectivo, tendría que venir acompañado por alguna entidad neutral que vigilase su cumplimiento. De entrada, se podría pensar en que ese papel fuese asumido por un organismo público, pero la sospecha de que sus decisiones pudieran verse manipuladas por los partidos, anularía su eficacia. Otra alternativa sería que este papel lo asumiera alguna organización de la sociedad civil que, con el tiempo y el buen hacer, llegase a adquirir la suficiente credibilidad e influencia social como para ejercer una presión moral eficaz sobre los partidos. Esto, unido a las restricciones en las redes sociales y medios de comunicación, podría cambiar notablemente la situación. De entrada, los partidos no se sentirán nada inclinados a hacer algo parecido, pero si la presión de la opinión pública se hace creciente, acabarán teniendo que asumirlo.
La cuestión es si la ciudadanía acabará reaccionando, en algún momento, ante este tipo de cosas, exigiendo firmemente que se la deje de manipular, o si continuará aceptando resignadamente que las falsedades y las técnicas de manipulación sigan creciendo y sofisticándose hasta hacer de nosotros simples marionetas.
Buenos días Don Manuel
Me temo que la ciudadanía tiene una gran vocación de ser marioneta. Eso sólo se puede evitar con educación, de la verdad, seguida de hambre y desolación; para que esa educación se active y reflexione sobre cómo se ha llegado ahí.
La ciudadanía no quiere reconocer que ha sido engañada. Le disgusta sobremanera y es capaz de reaccionar, hasta con violencia, ante esa posibilidad.
Estamos en un momento en que la ciudadanía quiere ver ganar a su equipo de penalty injusto y en el último minuto del descuento.
Por otro lado no creo que los rusos ni gaitas influyeran lo mas mínimo en las elecciones USA pasadas. Ambos bandos tenían suficiente arsenal de mentiras para lanzarse a la cara, y sus Cambridge de turno.. Simplemente la soberbia de los perdedores les impidió usar las suyas de la manera mas efectiva. Tampoco creo que el elector medio USA, cómo el de UK.. sean tan idiotas cómo pensamos aquí. En ambos paises la ciudadanía es mucho mas consciente (de media) de cuales son sus derechos y obligaciones, idem con las del Estado. Aunque no sepan donde está España y nos pongan junto a México o se vengan a hacer balconing a Magaluf.
Si en 2011/12 nos hubieran intervenido a sangre y fuego desde la UE probablemente hubiéramos aprendido lo mismo que antes o despues nos vaya a pasar en 2020, 21… pero aun coste mucho menor dado que nuestra deuda/PIB era mucho menos que ahora .
Es a eso a lo que me refiero a que ciertas cosas sólo se aprenden (la de que nos mienten) cuando de verdad caigan chuzos de punto con una prima de riesgo en 500 las pensiones reducidas un 30/40%, sin pagas extras idem para los fuencionarios,tec etc.. y una subida de impuestos que tire de espaldas y el personal siga viendo cómo los señoritos de las 17 Taifas siguen erre que erre..
Por otro lado tenga en cuenta que Cataluña y Vascongadas aportan 48 + 18 =66 diputados y que PP sacó 2, VOX otros 2 y Cs otros 2.
Y no creo que esos 6 puedan pasar a 16 en el medio plazo ni en el mejor de los sueños de algunos.
Respecto a organismos (de la sociedad civil) que puedan tutelar la verdad, francamente mejor nos lo ahorramos. Al final serían 17 y nos saldría mas cara la salsa que los caracoles. A estas alturas deje que sea un tanto escéptico acerca de la sociedad civil que sólo existe si hay subvención por medio.
Un cordial saludo
Desgraciadamente es así. El comentario de «Pasmao» lo clava. Primero se «moldea» a la sociedad a conveniencia utilizando dos herramientas: la obediencia y aceptación de cualquier mensaje (ver cómo funcionan las tecnologías) ante determinados estímulos (los emocionales sobre todo) y más tarde se la acostumbra a la mentira como hábito de convivencia ( «la mentira es el arma más importante…» Jean Francois Revel). El «relato» es lo que más importa porque cala en una sociedad ignorante, cómoda y habituada a creer más a los aparatos que a los libros (aunque actualmente muchos de ellos reproducen interesadamente los mensajes oficiales). Sin darnos cuenta o, lo que sería peor, sin importarnos nada las mentiras, nos guiamos de los «cuentos» con que nos adormecen (León Felipe) desde la infancia. Esos cuentos se difundirán por la vía mediática (sobre todo TV), dándoles incluso el énfasis y la sobreactuación necesaria para hacerlos creíbles (es muy curioso observar las expresiones faciales y gestuales de los locutores de TV al dar noticias).
Coincide el artículo de Manuel con las noticias de fraude aportadas por la Plataforma de Transparencia Electoral tanto en las elecciones de abril (con denuncias aceptadas en algunos juzgados) como en las pasadas del 10N, que ha llevado a esta asociación nuevamente a su denuncia. En todo caso la trampa ya está en el propio sistema electoral donde la mayoría de votos no supone la mayoría de escaños. La desigualdad del valor del voto ya es de por sí inconstitucional, pero…. ¿a quien le importa?
Por lo demás me adhiero a los acertados comentarios de «Pasmao»: somos marionetas que cubren un trampantojo supuestamente democrático, sometidos a unos gobiernos conscientes de ser ellos los que mandan (no los que administran la titularidad del Estado), que ocupan de una forma u otra y manejan a los que deberían ser poderes superiores (legislativo y judicial) como vamos comprobando un día tras otro. El lapsus del actual presidente en funciones atribuyéndose jerarquía sobre la propia Fiscalía no es casual ni un error. Es que está convencido de ello (por algo será) al igual que su papel en representación del Estado durante todos el tiempo que lleva en Moncloa, obviando a la propia Jefatura del Estado (él hace las consultas para la formación de gobierno, no el Jefe del Estado). ¿Dejación de uno o apropiación de otro en funciones específicas?
Termino con la referencia a EE.UU y el último resultado electoral donde, como dice muy bien «Pasmao» las élites intelectuales y financieras de la costa Este se vieron sorprendidas de que un «parvenu» les arrebatara la merienda que ya empezaban a saborear (más intervencionismo USA en el exterior, más imperialismo USA en el mundo y más guerras y conflictos con armas procedentes de su industria militar). Más tarde o más temprano la gente se da cuenta de las mentiras y manipulaciones de quienes los miran por encima del hombro y deciden cambiar el juego y sus reglas en aras de su soberanía. Estarán menos «informados» (con mentiras) pero son más intuitivos. Los resultados de «Vox» parecen anunciarlo.
Y desde luego no, no más órganos de control teórico sobre las AA.PP. Simplemente cúmplase con los controles clásicos internos (intervención previa del gasto público por Hacienda) y externos (supervisores como el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional, la CNMC o la CNMV, etc.etc.) con carácter independiente (nombrados por el Parlamento sin prevalencia de «mayorías»).
Un saludo.
Suscribo íntegramente los comentarios de «Pasmao» y O’Farrill.
Por otra parte mi admirado Manuel Bautista nos pregunta si…………….»la ciudadanía…continuará aceptando resignadamente que las falsedades y las técnicas de manipulación sigan creciendo y sofisticándose hasta hacer de nosotros simples marionetas».
Es decir si vamos a seguir aceptando que el «establishment» siga siendo, de largo, la principal fuente de «fakes», «postverdades» y manipulaciones varias.
Casualmente esta semana me tocó presentar una mesa redonda y un coloquio sobre esta cuestión.
Dije lo siguiente.
Fake News, ¿Qué son? ¿Qué suponen? ¿Cómo nos afectan? ¿Qué podemos hacer?
Introducción.
El tema elegido para este coloquio –Noticias Falsas o Fake News, en inglés—sale a la luz recientemente, menos de 8 años. Se afianza en el imaginario colectivo cuando, al ganar Trump, el partido Demócrata norteamericano sufre un síndrome de negación y acusa a Putin de interferencia en las elecciones a través de las Redes Sociales. Esta hipótesis, tras varios años de idas y venidas, ha terminado por parecer a muchísimos norteamericanos otro ejemplo de Fake News. Algo similar a las inexistentes Armas de Destrucción Masiva de Saddam Hussein que sirvieron para crear un reguero de guerras, muerte, refugiados y miseria.
Hasta la aparición de la Sociedad Digital el sistema de información social era casi exclusivamente vertical. Desde arriba hacia abajo. Cualquier noticia, evento o idea era comunicada desde unos pocos Medios a su audiencia. Estos “Medios” vivían fundamentalmente de Publicidad –privada y pública—y, cada vez más, de subvenciones públicas. Los medios fuera de este ecosistema, eran marginales.
Por ello el público era una masa meramente RECEPTORA sin capacidad de RESPUESTA eficaz. Podíamos elegir entre los medios dominantes o abstenernos, pero en todo caso nuestras fuentes de información y opinión estaban muy fuera de nuestro control. Con tales mimbres, nuestro sistema de Información Social y sus Modelos de Negocio explican por sí mismos por qué la información veraz, completa y objetiva nunca ha sido su principal objetivo.
La llegada de las telecomunicaciones digitales –a partir de los años 70– permitió progresivamente dos Cosas: “una gran expansión del número de personas con capacidad de emitir” y la “bidireccionalidad”.
Los que éramos sólo «receptores” nos convertimos en emisores de información y opinión en mucha mayor escala que nuestro círculo personal anterior y por lo tanto, el sistema de Poder “Mediático”, comenzó a tener alguna competencia. No mucha, pero bastante más de lo que nunca antes había sido posible.
La vieja comunicación de “Uno a Muchos” se encontraba con nuevos actores que usaban su nueva capacidad de Respuesta al Emisor (los comentarios electrónicos de lectores a los artículos de prensa que los permiten, los Tweets, SMS`s, etc.) y también su capacidad de ser Emisores Primarios y “repetidores” (Blogs de texto, video, voz, etc.)
Al analizar el fenómeno de las “Fake News” nos encontramos con la evidencia de que los principales emisores de las mismas son los Medios “Ortodoxos” actuando por cuenta del Poder o de grupos de poder fáctico importantes. Como siempre había sucedido. Veremos numerosos ejemplos.
Sin embargo, al observar la mayor parte de lo “publicado” por los medios “ortodoxos”, sobre qué hacer con las “molestas” Fake News vemos que el sistema de poder, al crear el término “fake”, solo estaba pensando en “nosotros”, los nuevos actores con nuevas capacidades, actuando y ejerciendo libremente el Derecho Natural de Pensamiento, Información y Comunicación. Por lo tanto las medidas de contención que se les ocurren nunca van dirigidas a asegurar la veracidad o la verosimilitud de sus emisiones y criterios. Solo de los ajenos. Una situación decididamente peligrosa.
Hoy asistimos a leyes y censura (incluso por parte de las Redes Sociales privadas de los EEUU que son las únicas que tenemos en Europa), para reprimir esta nueva capacidad que, por así decirlo, “se les había ido de las manos y era necesario ponerle coto de nuevo”.
El punto de Inflexión fueron los eventos de Ucrania en 2013 y 14. Durante el Golpe de Estado –con intento de asesinato incluido contra el electo Yanukovich–, el posterior alzamiento del Donetsk y la secesión de Crimea.
En ese momento se produjo un divorcio entre los lectores de prensa globales que se mostraron abrumadoramente en contra de la opinión publicada.
Estos lectores eran conocedores a través de las “redes” de muchos detalles como los tiradores ocultos de la plaza de Kiev o, en Odessa, el incendio mortal para las decenas de personas encerradas en la sede sindical por los “escuadrones” de herederos de Bandera o incluso, como vimos en nuestras propias televisiones, conversaciones y arengas de ministros de países de la UE implicados en alentar el golpe.
Esto sorprendió a los directores de varios periódicos europeos que publicaron editoriales, alarmados por el hecho de que la mayoría de sus lectores rechazasen el “relato” del medio. Los artículos de los editores de The Guardian –Izquierda– y Le Figaro –Derecha–, entre otros, fueron los más destacados.
Poco después, la UE publica una directiva exigiendo a los Estados Miembros que legislasen la retención de todos nuestros mensajes electrónicos durante al menos tres años y cada día son más patentes tanto la vigilancia como el control que, como mínimo, refleja la creciente desconfianza del poder con respecto al supuesto soberano. En países que se dicen libres y democráticos.
De todo ello vamos a ver ejemplos y a tratar de discernir cómo una sociedad libre y moderna –con aspiraciones de seguir siéndolo– debería gestionar estas cuestiones que ni son anecdóticas ni son banales.
Los medios modernos otorgan al Estado –y a sus “asociados”– un poder como nunca ha existido en la historia. Es innegable que estamos objetivamente peor que en mi viejo Internado en el cual las cartas a casa las entregábamos con el sobre abierto pero las que llegaban de casa lo hacían con el sobre cerrado. Hoy no solo van abiertas todas nuestras comunicaciones de mensajería electrónica –incluyendo la voz—sino que, por si las moscas—se retienen 3 años y en España 5. Nada de esto es completamente nuevo, ha existido siempre y en el coloquio vamos a ver numerosos ejemplos.
Lo verdaderamente preocupante es la Incontrolada e Incontrolable capacidad tecnológica de los Estados para vigilar cada minuto de nuestras vidas y la certeza de saber que todos esos datos están no en la Memoria de Dios o en el Fondo Oscuro del Universo, sino en muchas Instituciones nacionales y extranjeras. Públicas, privadas y mixtas. El mundo de Orwell ya hace tiempo que ha llegado y no por casualidad.
Tampoco podemos caer en el “angelismo” hoy en boga y debemos ser conscientes de que, en un mundo enfrentado, una de las formas de socavar al adversario es usando lo que los militares conocen como Guerras Híbridas y Creación de Territorios Grises, complemento o alternativa a las guerras de destrucción física. Las dos citadas apuntan directamente a la destrucción y manipulación de las infraestructuras cibernéticas y…. a la Destrucción de las “infraestructuras” morales de una sociedad.
Recordemos que el factor más importante en cualquier conflicto es la calidad de nuestra posición moral. Sin embargo, al analizar estas cuestiones en cierta profundidad, es fácilmente observable que quienes más daño hacen a nuestras certezas y valores morales no son precisamente nuestros supuestos adversarios. Tenemos al enemigo dentro.
En cualquier caso lo que no debemos ni podemos permitirnos es aquello de “otros están peor”. Claro que lo están.
Pero esta actitud es el camino seguro de la muerte de nuestra cultura que, a pesar de nuestros muchos defectos, ha sido la matriz de una visión del ser humano como ser libre, racional y, a pesar del relativismo nihilista que hoy domina, emanación del “Uno” de Plotino.
El objetivo del coloquio es, en primer lugar, vivir en directo cómo ustedes se plantean esta cuestión tan importante para la supervivencia de los viejos valores de la libertad y la democracia. En efecto, Ciudadanía sin información veraz es un contrasentido plagado de hipocresía.
Otro objetivo es escuchar y debatir posibles enfoques para que los valores de libertad y racionalidad, puedan seguir siendo, sino una realidad tangible, sí un horizonte plausible.
Estamos en un punto de la historia en el cual lo anterior, libertad y racionalidad están en horas muy bajas. Tanto que……………. “Se hace tarde y anochece”.
Como preguntaba el autor……………¿»la ciudadanía…continuará aceptando resignadamente que las falsedades y las técnicas de manipulación sigan creciendo y sofisticándose hasta hacer de nosotros simples marionetas»?
Saludos y grsacias