En las películas policíacas aparece a menudo un personaje taciturno con un tormentoso divorcio a sus espaldas, que intenta superar sus problemas con el alcohol y recuperar el amor de su decepcionada hija, mientras lidia con su sentimiento de culpa por la muerte de un compañero. Este policía, que acaba envuelto en una inesperada investigación, suele estar “retirado”.

También dicen que hay animales que se retiran del grupo cuando saben que les ha llegado la hora de morir y prefieren hacerlo en soledad. Bien. Pero es que un hombre se retira del grupo cuando le ha llegado la hora de dejar de trabajar,  no de morir, e incluso es probable que aún le queden más de veinte años de vida por delante. Veinte años esperando la muerte es mucho, tanto, que le daría tiempo a volver a casarse, volver a divorciarse, volver a emborracharse y volver a perder el amor de su decepcionada hija.

Estar “retirado”, además de sonar a haber sido “tirado” más de una vez, implica estar marginado (el uso del lenguaje pocas veces es inocente). No produces, no contribuyes económicamente, no sirves, APARTA. Y así, las personas retiradas pasan a vivir en la cuneta, como esta gente que hace picnics a pie de carretera y observa pasar a los coches con la boca llena de mortadela. En esos coches vamos nosotros, los que trabajamos, y vamos muy rápido hacia no se sabe dónde.

Hoy en día, parece que lo de estar ocupado es muy importante, en qué ocupes tu tiempo es lo de menos, pero hay que buscar algo que justifique el sentido de tu vida, y la jornada laboral por lo visto suple ese vacío existencial.  Antes íbamos a misa, ahora fichamos.

El culto al trabajo nos ha calado tanto, que el miedo al estigma del vago acaba sometiendo nuestras vidas. Y cuando alguien se jubila o no encuentra trabajo, es tratado como un parásito social hasta llegar a sentirse como tal. Pero ya puestos, el que es un vago de verdad, es aquel que se pasa diez horas en la oficina pudiendo hacer su trabajo en cinco. O el que no es capaz de poner voluntad en sus horas libres para desarrollarse como individuo. El que es un vago es el que ha decidido que su misión en la vida es regalarle sus preciosas horas a una empresa porque no sabe qué hacer cuando llega a casa. Ser o no un vago no se demuestra en el trabajo, que al fin y al cabo es una necesidad y no te quedan más huevos, sino en lo que somos capaces de hacer en nuestro tiempo libre aparte de dejarnos hipnotizar por la televisión, o de comprar entradas para el musical del momento.

Mientras se siga asociando el trabajo a la utilidad, o incluso a la dignidad, estamos jodidos: ¿Cuánta gente hace algo de verdad útil en su trabajo?  Una cosa es asumir la situación y que nuestros deberes nos angustien lo menos posible, y otra muy distinta es divinizarlos e incluso convertir el adjetivo “trabajador” en un halago.

Es como si los galeotes estuvieran encantados de remar para el Rey. Ya me los imagino comentando entre ellos “qué afortunados somos, ¿eh? ¿Os imagináis qué haríamos todo el día por ahí si no estuviéramos en galeras?” Porque lo malo no es tanto el sistema en el que vivimos, como congratularnos por vivir sujetos a él. Lo malo es celebrar la esclavitud en vez de buscar la forma de liberarse.

En la precaria situación económica que atraviesa gran parte de la población, nos han colado que trabajar es un privilegio y que debemos estar agradecidos. Trabajar siempre fue un castigo bíblico y mitológico (que es lo mismo). Trabajar no es un privilegio, es UNA OBLIGACIÓN. Sé que es fácil perder esto de vista cuando no puedes pagar tu casa y mantener a tu familia, pero también es peligroso olvidar que nadie te está haciendo un favor por contratarte, te están encadenando, por mucho que tú necesites esas cadenas para sobrevivir. Si somos capaces de recordar esto, evitaremos al menos sentirnos en deuda permanente con el rey para el que llevamos media vida remando.

Y enfangados en este sistema esclavizante (ya, sé que los hay peores), parece mentira que seamos nosotros los que más lo defendamos, como si esta dinámica social constituyera nuestra seña de identidad. La perversión se esconde tras la idea de que somos lo que hacemos. Y lo más peligroso de todo esto es que a un ser humano, con toda su complejidad, le llegue la hora de retirarse y sienta que ya no le queda nada… Más allá de un bocadillo de mortadela a pie de carretera.

“La verdadera libertad es no trabajar”.

Boris Groys (filósofo)

11 comentarios

11 Respuestas a “Un bocadillo de mortadela”

  1. JC dice:

    Al leerte me he sentido con aquel que se piensa el único de sus especie en una planeta vacío y escucha, inesperadamente, una voz al otro lado del teléfono.

  2. Inés dice:

    Hola Bárbara
    Entiendo tu crítica y la revisión necesaria de la palabra «trabajo», sin embargo no estoy de acuerdo con algunas de tus afirmaciones categóricas.
    Verás, en este sistema que nos hemos montado, los que están dentro y los que son excluidos, casi que sólo tienen una manera de ser alguien, y por tanto acceder a la protección y el cuidado que necesita el homo sapiens en largos periodos de su vida: «cotizar» ( esa maldita palabra con la que constantemente nos amenazan, esa y el PIB)

    Largas temporadas en las que somos vulnerables- es decir, necesitamos ayuda sí o sí-:

    – De 0 a 10 años mínimo ( claro los hay de 7 que ya contribuyen…)
    – De 70 hasta 120 máximo ( mucha gente antes de los 60)
    Además, en estos periodos- no muy rigurosos- también necesitan ayuda permanente:
    – enfermos crónicos
    -enfermos con discapacidad de cualquier tipo
    – gente que ha quedado sola y/o ha cambiado drásticamente su forma de vida, por accidente, viudedad o cuestiones diversas de familia.

    Es decir, que es tan macabra e insolidaria la sociedad que nos hemos montado que cualquiera de estos individuos, si no trabaja no puede «ser ayudado» nada más que por la caridad ajena.

    Sabemos que esta caridad ajena, en el noventa y pico- según las sociedades- está siendo cargada de forma interesada – y ésto pocos lo dicen- sobre las espaldas de las mujeres:

    Desde las mayores que ahora tienen que hacer de nuevo de madres de sus nietos, las adultas que crian solas a los hijos y muy a menudo también a sus padres cuando enferman, hasta millones de niñas en el mundo que han cuidado y siguen cuidando de sus padres, hermanos y abuelos, además de los animales y las tierras.
    Asi es que distingamos entre trabajo remunerado o no remunerado, porque es muy distinto.
    Si no queremos que el estado se encargue de esos «cuidados» que pagamos todos yo tampoco quiero dedicarme de forma esclava a cuidar de todos los de mi familia para después no tener ni siquiera un lecho donde tenderme. ¿habrá por tanto que dignificar de una vez esos cuidados que suponen un trabajo. Porque el trabajo siempre implica una fuerza y para eso se necesita energía.
    Impera la necesidad de cambiar el modelo de los trabajos, sí claro, pero siempre hay muchos de ellos que nadie quiere hacer pero debe hacer.
    Trabajar dignifica y si no lo hace es porque el equilibrio entre lo de fuera y lo de dentro está roto y hay que revisarlo.
    Para que el trabajo sea digno lo que hay que hacer es reconocer y agradecer a las personas que trabajan cada día para nosotros y ni las vemos.
    Me importa un pico la pijería del filósoso- ese que seguro que se quedó tan fresco con la frasecita. Esa afirmación si que me parece perversa, porque la libertad de uno, según esa filosofía, invade claramente la de los otros, es decir no es verdadera libertad sino una libertad contaminante.
    Si con el retiro, y un retiro holgado, la gente no sabe en qué emplear su tiempo, coincido contigo en que tienen un grave problema, pero sinceramente creo que son minoritarios. Claro, depende de los mundos que estemos tomando de ejemplo.
    Por último yo creo que somos lo que hacemos…. y también lo que no hacemos. Eso somos.

    1. Ángel dice:

      Inés, eres tan pragmática como lo que criticas y te contradices casi constantemente. Te lías tú sola con anécdotas de un artículo de opinión personal. Tus palabras son como acusaciones, como un vómito.

      No sé nada de tu moral, ni si la tienes, pero si cuidar de tu gente te parece una carga, te hace sentir esclava y no lo quieres hacer sino a cambio de algo, eres muy materialista ¿no? Demuestra, entonces que sabes ser libre: no lo hagas.

      Cometes un gravísimo error al decir que todos los cuidados de la gente recaen en las mujeres. Esos argumentos, además de ser absolutamente falsos e infundados, apestan y ofenden. No ofendas, por favor. Hay muchísima gente cuidando de otros, cobrando por ello o de forma desinteresada, tanto hombres como mujeres. ¿Qué chorrada es ésa?

      El tema central del artículo no es otro que las consecuencias de la alienación en las sociedades de producción capitalista como la que «nos hemos montado». El concepto lo desarrolló Marx hacia 1844, pero claro, un filósofo a tí te parece un pijo, o eso dices, probablemente, porque ni le has leído. Lo afirmo, sí, categóricamente.

      No entender algo, o no conocer a alguien, no creo que sea razón para juzgar de manera, esta vez sí, tan categórica. Por otro lado, emitir un juicio sin fundamento es una temeridad muy típica del pensamiento único y, por supuesto, del intolerante.

      Ahora te explico la diferencia entre «trabajo remunerado» y «trabajo no remunerado». Es elemental. En el primero, recibes una contraprestación y en el segundo, no. Eso es, en todo caso, independiente del sexo de quien lo lleve a cabo, y derivar tus razones a un discurso sexista, simplón y absolutamente trasnochado, te pone en evidencia.

      En tu arrebato de querer parecer profunda, hablas de «libertad contaminante», concepto que has debido inventar en tu delirio pero que no aparece en ningún libro, autor o manual. Vas a tener que explicarlo porque, al menos para mí, resulta vacío y, ante todo, pedante. Si me pongo a especular sobre su significado y sus consecuencias, ¡ojalá todo el mundo se contaminase de libertad!

      Te noto bastante airada. Relájate un poco, chica. ¿Acaso tu equilibrio entre lo de dentro y lo de fuera está roto? Pues revísate.

      1. Inés dice:

        Señor Angel, es eso lo que toca ahora, ponerse en evidencia.
        ¿que le puedo decir ? que los trabajos son los motores que alientan los mundos y que para la calma también hay que hacer un trabajo en el que todos estamos.
        En eso somos iguales.
        Enfín, que espero que a la autora no le haya ofendido tanto mi comentario porque no era esa mi intención, y creo que ella lo sabe.
        Que es una creencia, basada en hechos demostrables, que el que teniendo la posibilidad de trabajar no lo hace, otros lo tienen que hacer por él. Yo lo considero parasitismo.
        Que amo mis trabajos, que afortunadamente los cuidados que de mi dependen no los delegaré nunca y cuidar de los míos es lo que me sigue haciendo más feliz, pero que yo, soy también aquellos o aquellas que no tienen cómo cuidar y alimentar al mismo tiempo. Lo experimento cada día en otras/otros llevados sin quererlo a esa situación de no poder abarcarlo todo, porque no encuentran cómo.
        Por último decirle que no me ofende pero que enjuicia situaciones que no tienen que ver con esa Inés que no conoce.
        Que las saquemos aquí, los dos, será por algo.
        Eso es lo que tienen las opiniones..
        lamento que le haya dolido la mía, pero este es un blog político y en eso soy principiante.
        Imperfecta trabajadora, una profunda imperfecta pero sigo teniendo ganas.
        Está el día por aquí lleno de aromas. Respiro. Le invito a que también lo haga y me perdone ese veneno que le llegó sin yo saberlo.

        1. Ángel dice:

          Sintetice, por favor. No entiendo adonde quiere llegar.

  3. Julie Pardo (@Julie_PardoZ) dice:

    Hola Barbara, Tu artículo es pura exquisitez de sensibilidad. Para poder escribir cosas como has pensado, dicho y escrito bien se tiene sensibilidad, tener alguien conocido o pasar por ello. La jubilación no es dejar de trabajar, es un estado, una nueva vida para la cuál los más hábiles o los que tienen mucha suerte están preparados. Es equivalente a un cambio de empleo. En un solo día se pierde el acercamiento, cariño, o abusos del trabajo anterior y se pasa a otro estado en el cuál se pasa una especie de luna de miel que pronto se acaba.
    Trabajo es tortura en Latín y será así mientras no encontremos un lugar propio aunque tampoco seremos independientes.
    Ahora que se habla tanto de emprender nos encontramos con que la mayoría de jóvenes ñprefiere la seguridad de ser funcionario. Solamente mediante una extraordinaria contabilidad basada en actividades de valor/coste podremos saber qué funcionarios producen valor o son simplemente un coste o carga para el resto.
    El valor, coste del trabajo ha sido muy poco tratado en las ideologías políticas imperantes. Uno tratado bastante decente es » En defensa del ocio» de Betrand Russell. Otras ideas se encuentran en Bakunin, Kropotkin, y Alvin Toffler.

    1. LnF dice:

      Hola Julie, solo quería plantear una pregunta que tengo desde hace algún tiempo a propósito del significado de la palabra «trabajo» en latín (me gusta la reflexión que has hecho al respecto); hasta que punto asumir el significado romano nos lleva a asumir el sistema de valores romano? Dicho de otro modo, que consecuencias morales tiene rechazar el trabajo por considerarlo propio de esclavos?

      «Trabajo» era «tortura» durante el Imperio Romano, por ser la actividad propia de esclavos; todo lo que costaba esfuerzo, físico sobre todo, era considerado menos digno, a excepción de los esfuerzos empeñados en el modelado del cuerpo y, especialmente,en la guerra, la más digna de todas las actividades… Así mismo, cuanta más necesaria era una actividad para la satisfacción de las necesidades básicas, menos digna era aquella, y menos propia de patricios, hombres libres e instruidos, que la vida ociosa.

      Muchas gracias por la recomendación de Bertrand Russell!! Le había olvidado!

  4. Manu Oquendo dice:

    Para mí lo más importante del artículo está en la referencia al sentido de la vida.

    Cuando ésta no lo tiene es cuando hemos de buscarlo en un trabajo, un retiro, un canuto, otra persona o un hobby. Creo que es una búsqueda vana porque todos ellos son «Ersätze». Sustitutos del sentido de vida que no nos han mostrado o no hemos encontrado.

    Encontrar dicho sentido a una edad temprana es muy importante para estructurar el resto de nuestras vidas.

    Si miramos a nuestro alrededor resulta impresionante la cantidad de personas que tienen dificultad para verlo y que se refugian con entusiasmo en sustitutos.

    Saludos y enhorabuena a la autora.

    1. Ángel dice:

      Manu, si alguien te intenta mostrar alguna vez el sentido de la vida, desconfía. El sentido de la vida no es una verdad absoluta, es una verdad completamente personal que ha de buscar cada individuo como mejor le parezca. No se puede enseñar, aunque sí orientar en la búsqueda. Eso hacían los grandes maestros.

      Buscar el sentido de la vida en un canuto, en el trabajo o en cualquier otra cosa es absurdo, pero buscar el sentido de la vida a través de cualquiera de esas cosas es completamente válido. En tu razonamiento confundes fines con medios.

      Dos ejemplos, uno concreto y otro abstracto:

      – Un médico puede encontrar el sentido de su vida ejerciendo su trabajo, sintiéndose completamente autorealizado al ayudar a la gente enferma a sanar. ¿Te parece eso un sustituto de la vida?

      – La democracia es un medio a través del que se puede construir una sociedad mejor, pero no un fin donde termina todo.

      Como tercer ejemplo te contaré una anécdota: una vez tuve una pareja bastante incauta que publicamente aseguró que todo arte realizado bajo los efectos de una droga no era arte. De un plumazo se había cargado al 90% del arte reconocido en la Historia del Arte Universal, incluida la pintura, música y literatura de sus autores favoritos.

      Saludos.

  5. Manu Oquendo dice:

    Su post tiene el mérito de salir en defensa del relativismo lo cual en los tiempos que corren no deja de tener su aquel.

    Lo contrario de absoluto es relativo. Lo absoluto puede ser expresado de diversas formas, pero su esencia es idéntica. Lo relativo es apariencia, carece de esencia permanente incluso de modo abstracto, porque se expresa y consume en lo aleatorio y accidental.

    Lo anterior llevado al Sentido de la Vida es una de las cuestiones fundamentales –quizás la principal– detrás de la crisis civilizatoria que vivimos en este instante como si simplemente se tratase de un problema económico temporal.

    Con esto no pretendo dar por resuelta la cuestión porque lo que plantea es, a mi modo de ver, el debate fundamental de estos tiempos y no creo que se vaya a resolver a la primera. Pero mi posición, tras darle muchas vueltas durante muchos años, es que el sentido de las cosas, o es un absoluto, o no es.
    Y si miro lo que me rodea –queriendo ver–, veo orden y veo desorden. Me rodea el criterio por doquier. A todos nosotros.

    Todo tiene su orden y su armonía su desorden y su discordia. Y ello sucede siendo perfectamente posible elegir entre uno u otro. Entre la armonía y el desorden.

    Orden o desorden elegidos; pero su misma distinción define un criterio y el criterio define lo que a estos efectos entendemos por absoluto.

    ¿Por qué nosotros –una función de onda de partículas– seríamos la excepción universal? El verso suelto de cada instante cósmico. Es precientífico quedarnos en lo biológico.

    Dicho lo cual, es cierto que el médico puede realizarse en su trabajo, –o no hacerlo–. En todas las profesiones hay quien se realiza y hay quien no. Lo cual sugiere que bien podría ser que las personas se realizan en cualquier actividad si antes han dado un Sentido a su Vida.

    Y no un sentido cualquiera sino un sentido que está en armonía ordenada con nuestra naturaleza.

    Saludos

    1. Ángel dice:

      Aquí, en este sitio, la gente se pierde en laberintos lingüísticos intentando epatar y terminan atrapados en argumentaciones farragosas que no van a ningún lugar.

      Esas no son otras políticas, son las mismas de toda la vida: querer aparentar.

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