En abril de 1943 estalló en Varsovia un levantamiento en el gueto judío y, para aplastarlo, las tropas alemanas de ocupación incendiaron prácticamente todo el distrito oeste de la capital polaca. Al año siguiente se desató otra revuelta, esta vez en toda la urbe, y los insurrectos se hicieron fuertes en el centro de la Ciudad Vieja, poniendo en jaque al ejército alemán durante dos meses, con fuertes combates que causaron enormes destrozos en todo el casco antiguo. Poco después, ya sofocada la rebelión y con los rusos a las puertas, Hitler ordenó arrasar la ciudad completamente; de forma que todos los monumentos, iglesias y edificios de interés que seguían en pie fueron dinamitados. Lo que quedaba de ciudad fue bombardeado después por los rusos, por lo que en un momento u otro de la guerra el 93% de las viviendas y edificios de la ciudad había sido totalmente arrasado; cuando las tropas soviéticas tomaron Varsovia ya no quedaba nada en pie.
El que nunca había visitado antes la ciudad y llegaba con los ejércitos conquistadores, o aquel que volvía a casa después de haber sido deportado durante la contienda o tras haber huido el principio de la guerra, captaba al momento la magnitud de la tragedia, pues se encontraba con que la ciudad llena de historia y monumentos que recordaba o de la que había oído hablar estaba en ruinas.
En el otro extremo, los que habían pasado toda la guerra allí, según se deducía de los interrogatorios a los que los sometían los vencedores, parecían no ser conscientes de la magnitud de la ruina en que estaba la urbe.
Como el proceso de destrucción había sido progresivo y estaban demasiado ocupados tratando de sobrevivir al hambre y a las bombas, se habían habituado a vivir entre los escombros; tanto es así que a muchos tenían que mostrarles las guías de viajes de antes de la guerra para que se diesen cuenta de lo que habían perdido y lo que había sido su ciudad apenas unos años antes. Los que habían sufrido primero la batalla de Varsovia, luego la revuelta del gueto, luego la insurrección de la ciudad y luego los bombardeos rusos habían visto como la ciudad se desmoronaba poco a poco, de forma que vivir entre ruinas era para ellos natural, y no recordaban como era su ciudad antes de la guerra.
Evidentemente no quiero insultar a nadie tratando de decir que soportar en Polonia los rigores de la Segunda Guerra Mundial sea parecido a vivir en España desde el principio de la crisis, pero lo cierto es que el ser humano es muy adaptable, y corremos el mismo peligro que los habitantes de Varsovia de “normalizar” los cambios impuestos desde fuera, por negativos que estos sean. Corremos el riesgo de vernos tan implicados en sobrevivir al día a día en un entorno hostil que, cuando de verdad se acerque el final de la crisis, no seamos capaces de reconocer el paisaje en que nos movemos ni nos demos cuenta de lo que hemos dejado que nos quiten.
Así, desde el inicio de la crisis, en el proceso de germanización de la economía española del que habla el Deutsche Bank en su último informe, los salarios se han devaluado en España constantemente, aumentando la competitividad de nuestras empresas, pero no vía una mejora de la productividad (trabajando mejor) sino a través de la moderación salarial (trabajando las mismas horas improductivamente, pero por menos dinero). Los jóvenes que no emigran suspiran porque les ofrezcan una beca no remunerada con la que justificar sus años de estudio, y si les ofrecen un sueldo de mileurista se sienten tocados por el dedo de un Dios bondadoso. Las inversiones en infraestructuras o servicios se limitan a aquellas que, como el AVE, siguen dando votos y solo tienes que pasear por una ciudad cualquiera para ver asfaltos agrietados y cubos de basura llenos, porque tras una era de despilfarrar en lo accesorio no queda dinero para lo básico.
Además se está tocando el estado de bienestar, con reformas en asuntos tan importantes como el modelo sanitario o el modelo educativo; modelos que, tal y como funcionan, soy el primero en criticar, pero que se van a modificar sin saber muy bien que es lo que se quiere conseguir. Se va a reformar también el sistema de pensiones y la administración de la justicia; todas ellas reformas necesarias si queremos un sistema sostenible en el tiempo, pero no necesariamente tal y como se están haciendo; porque todo se está haciendo a matacaballos, todas las reformas se plantean demasiado rápidamente, todas las decisiones se toman bajo presión, acuciados por las bombas que caen en forma de mensajes de la Comisión Europea o de recados de parte de Merkel.
Y los ciudadanos estamos demasiado preocupados tratando de aguantar la crisis, con un 30% del país buscando trabajo, y el resto con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, de tal manera que, aunque somos conscientes de que las cosas están cambiando y que estamos viendo arder parte del Estado que conocimos, no somos conscientes de hasta qué punto lo están haciendo, y que quizá no lo están haciendo necesariamente para bien.
Porque está claro que el modelo estaba obsoleto y que hay que cambiar muchas cosas y hay muchas reformas que abordar. Incluso hay algunas reformas que hay que abordar ahora, sin más dilación, pues cada día que pasa el problema se vuelve un poco más peliagudo, pero lo que tampoco es de recibo es que se utilice el ruido de las bombas al caer y el miedo que provocan para introducir ciertos cambios profundos en el modelo de sociedad que no siempre se ajustan a motivos racionales, y que muchas veces tienen más de componente ideológico que de necesidad real.
Puede que sea necesario aceptar parte del sufrimiento que nos están imponiendo, porque la situación era realmente grave, y lo sigue siendo, pero como ciudadanos no podemos permitir que nuestros gobernantes se escuden en el miedo a un mal mayor para arrebatarnos pequeñas conquistas o hacer que sean siempre los mismos los que se aprieten el famoso cinturón.
Los que aún estamos aquí, como los ciudadanos de Varsovia, quizá no nos damos del todo cuenta de cómo las ruinas avanzan a nuestro alrededor y, sin querer idealizar un modelo de sociedad que desde luego es totalmente mejorable, solo espero que, cuando regrese esa generación que se está viendo obligada a huir fuera de nuestras fronteras para encontrar su camino, no se encuentre las cosas positivas del país que recordaba convertidas en escombros.
Hoy, por ayer, asistí una mesa redonda en un hotel de Madrid. Tres economistas de renombre explicaban distintos aspectos de la Crisis Financiera y la Unión Bancaria. En la sala unas 250 personas a tono con el hotel. Al salir comenté con Fernando, uno de los conferenciantes, que nunca hablábamos de los problemas de verdad, el empleo serio, no las circunstancias. Se sonrió y dijo «Hoy no tocaba». «Nunca tocará» respondió Nacho, otro amigo.
Hace unos días estuve en otra charla vespertina, en el Ateneo. Dos conferenciantes –sólidos pero menos conocidos. También menos preocupados por lo políticamente correcto de su relato– nos hablaron de aspectos no económicos de la Crisis. Unas cincuenta personas. El Ateneo está viejillo y no hay cocktails tras las reuniones. Por cierto que les vendrían bien nuevos socios.
Dos narrativas distintas sobre el mismo asunto. Se comienza a escribir la historia de cómo eran las cosas y la batalla va a ser dura.
Bueno, supongo.
A lo mejor ni siquiera hay batalla.
Pero si la hay será de relatos.
Buenas noches
Quienes hemos tenido que lidiar con graves crisis económicas, peores que la crisis española, jamás imaginamos comparar esas situaciones con la destrucción de las grandes guerras. Francamente no sirve ningún propósito analítico, mucho menos para evaluar qué hacer. Aunque nadie puede estar contento con la situación actual y con las perspectivas de corto plazo, las políticas de Rajoy y las ayudas externas han frenado la caída y dado un tiempo para reflexionar sobre los graves conflictos internos que impiden los acuerdos necesarios para un nuevo modelo. Hasta ahora, sin embargo, esa reflexión sigue limitada por la indignación irracional de los pocos que hablan y se movilizan, por la demagogia irresponsable de los políticos, y por las agresiones de los voceros y amanuenses al servicio de los políticos.
¿Han frenado la caída y dado tiempo para reflexionar? Creo que hay que sufrir de una enorme ceguera para pensar de esta forma. Las medidas de Rajoy están convirtiendo al país en una ruina. Por favor, salga usted a la calle y mire a su alrededor. la gente que busca en la basura no lo hace para encontrar una antigüedad desechada, lo hace para buscar comida. Las palabras que indican una salida de la crisis no pueden ser consideradas más que burdas farsas. Sólo apuntan a un enriquecimiento del sector financiero, a costas de machacar al 90% de la población. Por lo menos al sector bancario se le ha hecho un rescate a la luz del día, porque a las constructoras y energéticas se lo han hecho con nocturnidad y alevosía. Si no está tan ciego como para ver su factura de la luz, comprenderá lo que digo. pero si lo prefiere, hable con alguien que haya inevrtido en energías renovables, verá la cara que se le queda cuando le diga que Rajoy ha ayudado al país con sus políticas.
Sin embargo, lo pero de todo no es esto, porque las mdeidas que usted dice ni siquiera las ha ideado el señor Rajoy, ni ninguno de sus colaboradores. Carecen totalmente de la capacidad para organizar un plan tan perverso. Son los dueños de estos personajes los que están jugando al Monopoly con la economía mundial. Si la ceguera no le impide ver más allá de nuestras fronteras, se dará cuenta de que el desastre al que nos encaminamos tiene proporiocnes épicas. ¿Acaso se cree que menciona Botín llegan a España por la confianza en nuestra economía? Habría que ser muy ognorante, aparte de ciego para creer en tal barbaridad. ¿Ha calculado usted el dinero que están metiendo los bancos centrales en la economía? ¿Es acaso consciente del impacto que el dinero bancario va a tener en la conomía global? POdría seguir durante horas, pero sería inútil, a no ser que trate usted de poner remedio a su ceguera. Eso sí, dudo que le guste mucho lo que vaya a ver. Al propio Adam Smith le horrorizaría.
Estos días estoy viviendo en Santiago de Chile y le puedo decir que por suerte no hay crisis económica. Pero sí viví las crisis chilenas de 1973, 1975 y 1982, cada una muchísimo más grave que la actual crisis española. También he vivido casi todas las crisis argentinas desde 1951 hasta la actual (la pregunta para la semana próxima es si habrá un Gran Ajuste). Y las crisis de Uruguay, Mexico, Ecuador, Bolivia, Brasil y varios otros países latinoamericanos en los años 80. Y las crisis de algunos países africanos a principios de los años 90. Y la crisis china de 1993-94, la de Hong Kong en 1997-98, la de Mongolia en 98-99, la colombiana de 99, etc. He vivido cada crisis de una forma distinta, como economista asesor de gobiernos o empresas o como economista académico o más recientemente como investigador independiente, además de residente con familia. He visto pobreza, pobreza en serio no el lujo que hoy en tiempo de crisis más del 90% de los españoles disfruta. Y he visto cómo las crisis agravan esa pobreza extrema que por suerte España hace mucho no sufre. Me he dedicado por más de 50 años a prevenir y remediar crisis económicas, y también a estudiarlas. Hoy lo sigo haciendo; las crisis siguen siendo mi especialidad.
Ojalá conociera mejor a España, tan bien como conozco a EEUU, donde he pasado mucho tiempo y cuya historia económica y política he estado estudiando en detalle. Por edad me perdí la Gran Depresión pero he estado pasando tiempo en zonas de EEUU afectadas durante la GD para identificar y entender las diferencias entre la GD y la crisis de estos últimos 5 años. Sí, también en EEUU, hay gente que grita indignada por la crisis actual y la comparan con la GD. Pero las dos situaciones son distintas y el nivel actual de vida sigue siendo superior no sólo al nivel de la GD sino también al nivel de todos los años posteriores a la GD. Por supuesto, siempre hay excepciones, como el área de Detroit que he visitado varias veces en los último 50 años.
Usted se pregunta cómo se qué está pasando hoy en España. He vivido algún tiempo en Madrid y Bilbao y recorrido todo España y estudiado su historia económica y política, pero eso fue algunos años atrás. Hoy leo mucho y muy variado para informarme, y me considero bien informado. Cuando digo informado me refiero en particular a las interpretaciones alternativas de los hechos escritas por académicos e intelectuales al servicio de sus propios intereses o por amanuenses al servicio del poder, sea político, económico o ideológico. Además, si saliera a pasear por las calles de Madrid vería muchas cosas pero todo eso jamás sería sustituto de lo que hoy muchas personas cuentan en internet. Sí, hay que ver para creer, pero hay varias formas de verificar y siempre intento verificar mis ideas con lo que ha pasado y está pasando en muchas otras partes. Lo importante es recordar que nada vale ver mucho sin tener ideas propias.
Hablando de ceguera, le cuento que en agosto pasado me operé de cataratas y por suerte hoy veo bien. Pronto saldré otra vez a recorrer mundo, pero no siento urgencia de visitar España.
Entonces se confirman mis sospechas de que habla usted sin conocer la realidad. Es decir, habla usted a ciegas, basándose en lo que escriben otras personas. Pues bien, yo lo vivo día a día, veo como cada semana cierra un nuevo comercio en Madrid, como los habiotantes de los pueblos pasan las horas en el bar, ya que la pequeña industria local está cerrando las plantas, veo como el tráfico de mercancías ha disminuido drásticamente y como los bares y restaurantes ya no atraen a clientela ni ofreciendo menús a 5€. Y cada día es peor, ya que los pocos que tenemos trabajo no gastamos, ya que mañana podemos vernos en la calle, con unos costes diarios cada vez más elevados. Eso es lo que está pasando con las medidas de Rajoy. Supongo que Botín lo estará pasando en grande, porque él y sus amigo cada día son más ricos y transmiten eso a los periodistas que usted lee desde Chile. Si piensa que en España no hay pobreza real, cero que debería plantearse una visita en breve, o revisar sus fuentes.
Pero insisto, no es sólo España. Por cuestiones de trabajo, viajo mensualmente a Asia, y no es el paraíso del crecimiento que nos presentan. En China se agolpan las ciudadaes fantasma, las infraesrtucturas a medio construir y las plantas industriales que operan al 30%. El crecimeinto del gigantye (en el que se está apoyando el resto de la economía mundial) es enfermizo y destructivo. Tiene las mismas bases que el desastre que ha llevado a las potencias occidentales a la ruina.
Usted podrá haber visto muchas crisis iguales, lo cual le tendrá que dotar de un conocimiento suficiente, como para saber que la economía no es cíclica. Las crisis de un lugar se van encadenando con otras, desde hace décadas, el sistema económico se basa en una huida hacia delante que castiga a los más desfavorecidos. Habla de la gran depresión, pero no entiende que el problema de esa crisis se solucionó con una guerra mundial que arrasó Europa y parte de Asia. ¿Acaso va a ignorar también la historia? ¿A dónde se creee que nos dirigimos actualmente? ¿Acaso ignora los conflictos que se están multiplicando en todo el planeta? Quizá deba leer un poco menos de economía y bajarse más a la calle a hablar con la gente que tiene problemas reales. de momento, me ha confirmado usted que la información que le llega de España está totalmente distorsionada.
Precisamente soy optimista porque no ignoro la historia y porque no me pongo histérico cuando pasa algo malo. He visto mucha miseria en mi vida y muchas crisis de gente realmente pobre, pero más importante he visto cómo han sido capaces de salir adelante, salvo claro está cuando los salvadores fueron ilustrados que impusieron a la fuerza su salvación.
Me he perdido. ¿Está equiparando el futuro de España con Detroit?¿Como son los pobres de Detroit? Del lujo de los que buscan comida en cubos de basura o de los de verdad, de los que ni siquiera tienen cubos de basura?
Sí, usted se ha perdido. Primero dije que en todos los países siempre hay lugares que están por debajo del promedio (por ejemplo, Detroit en EEUU). Y luego, sin relación con el punto anterior, dije que no tengo urgencia de visitar España porque la crisis española es un problema de gente rica que ha sufrido una pérdida y como siempre sucede en estos casos se pelean para ver cómo se reparte la pérdida.
Magnifico articulo, Raúl. Lastima que las bombas dejen rastro en tu voz. Parece que, cuando se alza, como tu, alguna bandera de paz, tengas que hacerlo con, algo, de sigilo.
Acaso tenemos que guardar las formas?. Que tenemos que caminar las calles que nos señalan?.
Suena a aire fresco que alguien se sacuda y escriba un testimonio. Una palabra cargada de futuro, como diría el poeta.
Raúl, Herman Hesse, a principios del siglo XX, se lamentaba, como tu,del silencio de los intelectuales ante la guerra. Dejemos de pamplinas y digamos las verdades como puños.
Suenas joven y con ilusiones. Tienes algunas cicatrices, de miedo, al prorrumpir con estas manifestaciones. Si, el modelo tiene que cambiar, sin titubeos, desterrando la angustia de decirlo. Hay que envalontenarse contra la propaganda y la apatía.
Gracias por tu articulo.
El otro día acompañe a mi hija al médico. En el escaso kilómetro y medio que recorrimos encontramos media docena de personas pidiendo en la calle. Eran tan pobres como invisibles. Hacía años que no veía nada parecido.Se lo hice notar a mi hija, pero para ella, que callejea más que yo, no era una novedad. Ya está acostumbrada. Hay un cierto paralelismo entre la guerra química y la biológica. Destruye a los seres humanos sin tocar los edificios.
Lo peor no es la pobreza. Es la indiferencia de los demás. Mucho me temo que nos acostumbraremos a andar entre las ruinas.
«Adam Smith» tiene razones y, quizás, «sin razones» en sus comentarios.
Es evidente que las crisis, en la economía global, no son equivalentes en países de los «otrora» llamados Tercer Mundo, ahora países emergentes, y los países «ricos, ahora en «crisis».
Yo creo que el espíritu del articulo de Raúl asimila esto. Da un toque de atención, a la posibilidad del empobrecimiento, de un considerable porcentaje de la población y el agravante de la, considerable, disminución de la asistencia social.
Es difícil, para la mayoría de la población, entender la «la macroeconomía» y de esta habla Adam Smith. Si ,cualquiera de nosotros, habla con los «señores» de la Economía podrá escuchar, frecuentemente, la tesis de «Adam Smith». Se habla de la «Realidad» económica y no de la «Transformación» económica. Y este es, quizás, el «quid» de nuestra tarea, transformar los «supuestos» de la Economía. Alumbrar una nueva forma de desarrollar nuestra interacción con el medio. Una nueva «Fenomenologia de la Naturaleza».
Decir esto parece teorizar, pero es que nuestra vida diaria se enfrenta a esta disyuntiva. En articulo anterior,de esta Web, se hablaba de responsabilidad, termino este muy ambiguo. Quizás teníamos que hablar de Voluntad de «transformación». De imaginar un nuevo modelo socio-económico, una valoración del individiduo con el individuo y a su vez con los naturaleza, llamese «medios de producción». Todo esto quiere decir valoración del hombre y su individualidad funcional en la sociedad.
Nada que ver, con lo que se pretende ahora, depauperación del individuo frente a la «Macroeconomía» o una más de las entelequias del Poder, como subyugación no como acción. Esta es nuestra acción, nuestra Voluntad. Lo que pide Raúl, a mi entender, un cambio de modelo