Un talento descomunal

¿Qué tienen en común Beth Harmon y Lucio Cornelio Sila?

Solo una cosa. Un talento descomunal.

La primera es un personaje de ficción, protagonista de la que para mí es una de las series de televisión más entretenidas que he visto en mucho tiempo y que aprovecho para recomendarte, “Gambito de Dama”, y el segundo uno de los personajes más sanguinarios de la última época de la Republica Romana, una época en la que para que te llamasen sanguinario había que ser realmente salvaje, ya que la que la competencia era atroz.

Trataré de no destriparte la serie de Netflix, pero cuenta la historia de Beth Harmon, una huérfana con gran talento para el ajedrez, durante los años 60 en Estados Unidos. La serie te va a gustar te guste o no te guste el ajedrez, pero si eres un aficionado al noble juego, además vas a disfrutar cuando te des cuenta de que todas las partidas que juega la joven son bellísimas, ya que o corresponden a partidas clásicas o son hermosas modificaciones de alguna de ellas.

En la serie, Beth descubre su talento para el ajedrez muy pronto, cuando el encargado de mantenimiento del orfanato donde vive le enseña las reglas de un juego que desde entonces se convierte en el centro de su vida (no es spoiler, lo vas a descubrir enseguida), quedando claro a todos los que se enfrentan a ella al otro lado del tablero que se encuentran ante un ser especial: ella tiene un cerebro que le permite ver pautas donde los otros no las ven.

Mientras que Beth descubre su talento siendo muy jovencita, a Sila le costó algo más.

Nacido en el seno de una familia patricia, pero de segunda fila, parece ser que heredó de su padre más deudas que otra cosa, y además el chaval se pasó bastante tiempo un poco perdido: entre el teatro y la noche romana no tenía mucho tiempo para la vida pública, pero Sila era un elegido de la Fortuna y cuando una de las cortesanas más famosas (y ricas) de Roma murió y le dejó todos sus bienes en herencia, el ya madurito Sila (tenía entonces 30 años, y en Roma era normal que un patricio entrase en el “cursus honorum” mucho más joven), respaldado por una fortuna considerable hizo lo que se esperaba de él y comenzó una carrera política, que era para lo que alguien de su posición vivía en la Republica, ya que en esa época, en Roma, el dinero solo era un medio para obtener el poder, y el poder el camino para aumentar la gloria de Roma a través de la gloria personal….igual que ahora, pero al revés.

A mí la historia de Sila me parece fascinante: un pobre crápula al que todos daban por perdido y que era conocido solo por lo exacerbado de sus instintos pasó, en unos pocos años, a ser uno de los generales más famosos de Roma y, después de una cruenta guerra civil, a hacerse con el control total del estado y autoproclamarse Dictador Vitalicio.

Sila no tenía piedad ninguna con sus enemigos políticos, a los que literalmente despedazaba si lo consideraba oportuno para conseguir sus objetivos, que no eran otros que volver a la “pureza” republicana, que desde su punto de vista se estaba perdiendo; y una vez que alcanzó el poder absoluto, hizo lo que creía que debía hacer para reforzar las instituciones de la República y se supo intocable, no se quedó a regodearse: renunció al poder y a todos sus títulos y se retiró a su villa, a vivir sus últimos años en compañía de los amigos del mundo del teatro que conservaba desde su juventud. Sila resultó ser un tipo listo, que se retiró a tiempo y murió tranquilamente en su casa, rodeado por sus amigos, mientras que alguien que le odiaba, pero que imitó su carrera casi paso a paso, Julio Cesar, lo hizo con 23 puñaladas, atestadas por algunos de los que creía sus amigos…

¿Y por qué junto en este post a dos personajes tan diferentes como Sila y Beth, empezando porque uno es real y otro no?

Porque me parece que los dos reflejan claramente lo que es el talento puro y me gustaría exponer lo triste que resulta que el talento en el ajedrez (como en la música, el arte o las matemáticas) nace de la belleza y conduce a la belleza mientras que el talento en la política, el necesario para llegar al poder está, casi siempre, asentado en bases podridas, aunque luego algún gobernante (pocos) resulte además ser un gran estadista.

Algunas cosas han cambiado desde entonces, pero otras no: en la época de Sila para alcanzar las instituciones más prestigiosas de la República hacía falta mucho dinero, propio o de tus amigos, para comprar elecciones (ya fuese entre los senadores o entre la plebe) y juicios, que se usaban como arma política (Roma inventó la justicia moderna, el “derecho romano”, pero los juicios importantes siempre los ganaba el que era capaz de comprar a más jueces). También venía bien hacer los amigos adecuados, a los que colmar con privilegios para mantener su fidelidad, y acabar rápidamente con tus enemigos. Si lees, por ejemplo, el altamente recomendable “Rubicón: auge y caída de la República Romana” de Tom Hollan, donde se trata extensamente la biografía de Sila, pensarás que estás leyendo el periódico de la mañana, pero con los nombres cambiados y un poco más de sangre.

Beth en la serie (como Fischer, Mozart o Gauss en la vida real) tiene un talento que da lugar a algo hermoso, fintas dentro de las fintas y pautas en el caos que hacen sentirse de forma diferente, mejor, a los amantes del juego que contemplan su creación, mientras que Sila, que en su juego era tan talentoso o más que Bobby Fischer en el suyo, usando su ingenio lo único que dejó es un reguero de sangre y fuego hasta alcanzar el poder.

Porque ser talentoso creciendo en el escalafón de un partido político, haciendo amigos, debiendo favores, manipulando al pueblo y dominando el arte de la retórica (arte despreciado por engañoso por gente como Marco Aurelio, por cierto), siendo talentoso al fin y al cabo en el juego de alcanzar el poder, no garantiza que ese gobernante sepa gobernar.

Lo que convirtió en líder a Lucio Cornelio Sila no fue que estuviera preparado para gobernar, por su sabiduría o temple, lo que le convirtió en líder de Roma, lo que le convirtió en dictador, fue que tenía talento para hacer lo necesario para alcanzar el gobierno.

Igual que Beth tiene un talento brutal para crear magia sobre un tablero de ajedrez, pero ese talento no le habilita automáticamente para tener una buena vida, el talento que hace falta para alcanzar el poder, tal y como está montado esto de la democracia,  no tiene nada que ver con el tipo de habilidades que debe tener un gobernante; es más, el sistema favorece sistemáticamente al tipo de gente a la que, al menos desde mi punto de vista, no deberían dejar gobernar, lo que da lugar a que un político talentoso no sea necesariamente un estadista talentoso: no tienes más que ver a los nuestros.

3 comentarios

3 Respuestas a “Un talento descomunal”

  1. Sedente dice:

    Coincido con usted Raúl. Esto me sucede muy a menudo en referencia a sus artículos.
    La serie «Gambito de Dama» es una auténtica delicia. De principio a fin. En todos sus matices, imágenes, interpretaciones, diálogos, en sus luces y sombras y en el modo en que sujeta al espectador sobre un fino hilo de incertidumbre de principio a fin.
    Una «rara avis» en los tiempos que corren y mucho más deseable por ser precisamente eso. Una bocanada de algo realmente insospechado.
    Talentos rebosantes de todos los participantes en la creación de un proyecto fantástico. Muy recomendable, sí.

    Por el contrario, y como también muy bien apunta, está el lado oscuro de lo que sucede con esa caterva de personajes que han sido aupados por la insensatez de una masa muy poco vigilante y muy despreocupada. Lo han hecho a costa de todo tipo de mezquindades, descaro, engaños y grandes mentiras.
    En esta ocasión; directores, guionistas, maquilladores, iluminadores, escenógrafos, figurinistas y toda esa serie de parásitos que pululan alrededor de las esferas políticas.
    Talentos inocuos para el verdadero propósito. Falsos talentos creadores de un espejismo que nos atañe, involucra y acaba perjudicando a todos.
    Un espejismo en forma de Gobierno.

    Absolutamente deplorable.
    Maniquíes todos ellos.

    Los falsos talentos y los verdaderos talentos.

    Muy bien.

  2. Gosman dice:

    Me gusta mucho leer estas publicaciones. Miro todos los dias la pagina para ver si habeis publicado algo nuevo. He dejado de ver la tele tradicional, tambien las noticias rapidas y actuales que nos preparan cada dia. Ahora me informo donde yo tengo interes y me encuentro muy agusto. No puedo seguir tragando la agresividad, falta de respeto de los politicos que han elegido estar al lado de los Psicopatas de la Tecnologia y no apuestan ya nada por nosotros. Muchas gracias y hasta la proxima.

  3. Loli dice:

    ¿Puede existir el talento sin inteligencia?, ¿y la creatividad fuera de ella?.

    Creo que estas cuestiones son grandes objetos de investigación y controversia en materias como la Psicologia, Filosofía, Biologia, Antropologia….

    Se me antoja que la búsqueda de una definición apropiada es algo así como la búsqueda de la ecuación única que explicara los fenómenos físicos del Universo, pero es una apreciación muy personal.

    Sin embargo parece haber cierto consenso respecto a que el talento y la creatividad son expresiones, atributos de esa capacidad, potencialidad…o “entidad” que denominamos Inteligencia, cuyas dimensiones, cualidades que la puedan describir, aumentan a medida que se profundiza en su descripción.

    El caso del general romano que se expone en el artículo, demuestra un despliegue de capacidades, que, aún dentro de las medidas expeditivas que ahora nos parecen cruentas, contextualizadas en el momento histórico vivido…(habría que ver las que se están tomando ahora, en nombre de supuestas justicias y derechos…), rubricó con una renuncia, quizás inesperada, a un poder que había conquistado y que le había llevado de una vida plácida y sin complicaciones a implicarse en un proyecto político para Roma que estimaba como necesario.

    Después renunció al poder que le brindaron sus acciones como general, porque, seguramente, no era tonto, no había luchado por ese poder….no lo necesitaba.

    Gran diferencia, efectivamente, con lo que ahora ocurre, pues parece que los que buscan, desean y babean por hacerse con algún tipo de notoriedad, de reconocimiento y de poder, es que lo necesitan de verdad.

    No tienen mucho talento…no.

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