Vigilados y dependientes

Numerosos pueblos, habitados en su mayoría por ancianos y jubilados, no tienen ninguna sucursal bancaria, ni cajero automático, ni una forma rápida de acceso al dinero en efectivo. Aunque cobren regularmente su pensión, tienen dificultades para obtener el dinero necesario para los gastos cotidianos (comprar el pan, tomarse un café…) que no suelen pagarse con una tarjeta; salvo que el bar del pueblo, la panadería o la furgoneta que trae regularmente el pescado, las conservas o el papel higiénico tengan un terminal que permita utilizarla. Por no hablar de la falta de cobertura o la interrupción del suministro que son frecuentes en muchos municipios.

Cosas tan habituales como comprar chucherías, dar una propina, sacar una botella de agua de un expendedor o pagar a la asistenta o la profesora particular, no podrían hacerse, o se harían con mucha dificultad, si no existieran las monedas y los billetes. Su desaparición limitaría enormemente una de las mayores virtudes del dinero, que es facilitar los cambios.

Sin embargo, la desaparición del efectivo forma parte de la hoja de ruta de muchos gobiernos. Por ejemplo, el Boletín Oficial del Congreso de los Diputados del 24 de abril de 2020, publicaba una Proposición no de Ley sobre la orientación del sistema tributario ante la crisis provocada por el covid 19. En ella se recogían medidas para mejorar el sistema; entre ellas, la eliminación gradual del pago en efectivo, con el horizonte de su desaparición y con el objetivo de poner fin a la economía sumergida que, según datos oficiales, supone el 22% del PIB español.

Reducir esta economía aumentaría la recaudación y repercutiría en el beneficio de todos. Así se nos quiere vender. Lo que no se nos dice es que no está demostrado que haya una relación directa entre la digitalización del dinero y la disminución de la evasión fiscal. Es más, en la actualidad, gran parte del fraude se lleva a cabo de forma informática; y no estamos hablando de cantidades pequeñas, como los pagos en negro que podamos hacerle al fontanero o al que vende higos o quesos artesanales en un mercadillo. Tampoco se nos cuenta que Alemania utiliza el efectivo tanto o más que nosotros, mientras que su economía sumergida solo supone el 7,8% del PIB. Debe haber, por tanto, otros factores que expliquen esta diferencia. 

Hay que decir, sin embargo, que antes de que se quisiera imponer legalmente su desaparición, el dinero en efectivo llevaba décadas desapareciendo. Estamos renunciando a él porque nos parece más cómodo utilizar el dinero electrónico. También porque nos lo van imponiendo las entidades financieras y los gigantes tecnológicos. Desde la llegada de Internet, el pago electrónico es la única forma de adquirir ciertos productos y servicios. Y hay cada vez más cosas que ya no se pueden comprar fuera de la Red, o resulta muy difícil hacerlo. El comercio electrónico y la desaparición del efectivo van de la mano, se potencian mutuamente.

La desaparición del efectivo es una de las consecuencias, si no de los objetivos, de la digitalización.  Y no estoy hablando de una conspiración, porque las conspiraciones son secretas, sino de una evidencia. La intención de que desaparezca el dinero en efectivo ya se ha expuesto públicamente. Y lleva años preparándose.

Dentro de los cada vez más escasos márgenes de libertad que tenemos, el dinero en efectivo es posiblemente el que nos permite mayor margen de autonomía o independencia, el que nos otorga cierta capacidad de reacción. Cuando se suprima, estaremos en manos de los que controlan las finanzas y las comunicaciones, que podrán hacer con nuestro dinero lo que quieran (imponer intereses negativos, fijar comisiones, devaluarlo, expropiarlo…) ya que no tendremos ninguna forma de evitarlo. No podremos guardarlo debajo del colchón.

El uso obligado del dinero digital también supone, por supuesto, una pérdida de privacidad; ya que queda registrado cómo, cuándo y dónde lo hemos utilizado. Pero, sobre todo, nos vuelve totalmente dependientes.

Cuando desaparezca el efectivo será indispensable que todo ser humano tenga una cuenta bancaria o algo similar y un dispositivo para acceder a ella. Cosas de las que carecen los sin techo, los que no tienen papeles, los parados endémicos, crónicos o estructurales y gran parte de la población mundial que, no obstante, consigue sobrevivir. Sin la posibilidad de obtener ingresos trapicheando y sin perspectivas de encontrar trabajo, solo quedará depender de las subvenciones.  Estarán completamente vendidos, atrapados por el sistema.

Podríamos pensar que la erradicación del efectivo podría conseguirse en las economías desarrolladas, tanto occidentales como asiáticas, pero que es inaplicable en países como Níger o Sudán, con una economía de subsistencia y un casi inexistente sistema de comunicaciones. La brecha tecnológica lo impide. Pero, sorprendentemente, el sistema de pago por móvil está muy extendido en los países africanos, ya que no requiere de una cuenta bancaria; solo necesita dos teléfonos, el del comprador y el del vendedor.

En cualquier caso, la generalización del dinero digital requerirá una enorme inversión en infraestructuras; muy superiores a las que ya tenemos, pero igual de débiles. Al fin y al cabo dependen del suministro eléctrico y las ondas electromagnéticas que, como ha sido demostrado en numerosas ocasiones, no son inmunes a los cambios en la radiación solar, las variaciones del campo magnético de la Tierra, los huracanes, los terremotos y otros fenómenos naturales.

Lo que está almacenado en un disco duro puede desaparecer en unos instantes con una subida o una caída brusca de tensión. Pero también puede hacerlo con un ciberataque. O borrando deliberadamente los datos, o manipulándolos, como ahora hacen las Administraciones cuando embargan nuestras cuentas para cobrar una multa o una deuda fiscal. En muchos casos con escasas posibilidades de recuperación, a diferencia de las monedas griegas o etruscas que todavía pueden encontrarse en las excavaciones.

Cada vez es más posible reunir en un solo archivo nuestra identidad, nuestra historia, los rastros que dejamos y el dinero o el crédito que se nos permite tener. Tal vez se consiga en el 2050. Una gigantesca base de datos con 9000 millones de registros, uno por cada persona

2 comentarios

2 Respuestas a “Vigilados y dependientes”

  1. O'farrill dice:

    Estupendo artículo que trae a debate los objetivos corporativos y políticos (ya son una misma cosa) que se nos quieren imponer. La crisis sanitaria está sirviendo para colar de paso cuestiones importantes para la sociedad, como en este caso es la existencia de moneda cuyas transacciones no pueden rastrearse. En el fondo de la cuestión subyace el control totalitario a los ciudadanos que, además, deben estar al servicio de quienes las establecen. Los sistemas oligopólicos es lo que tienen. Es muy fácil ponerse de acuerdo entre pocos agentes corporativos para imponer sus leyes, pero también es muy atractivo para los gobiernos el control social que suponen. Sobre todo en sociedades en las que se ha difundido el pánico de un virus mortal para quitarles sus derechos fundamentales.
    Se dice que no es una conspiración porque lo hacen abiertamente, con total impunidad y desfachatez porque saben que son el «sistema» y tienen a su favor todo el entramado institucional, mediático y financiero.
    El problema, como se apunta acertadamente, es que el «sistema» depende de factores incontrolables, tal como ha demostrado la pandemia o cualquier otro elemento natural o, más grave todavía, de quienes tienen la posibilidad de «cortar la luz» (tal como ha ocurrido con el ataque informático al SEPE y ocurre con mayor frecuencia de la conocida en el mundo administrativo y corporativo) sin que existan responsables concretos de estas incidencias (las máquinas no van a los tribunales ¿o deberían ir sus propietarios?). Ahí lo dejo.
    Un saludo.

  2. M. Oquendo dice:

    Un gran artículo que realmente impulsa a hacer algo más o a sumirse en la frustración.

    Todo lo que dice es cierto y además no va a ser tratado en los medios de comunicación establecidos. Unos medios que, como explica, por ejemplo, el Coronel Baños en sus últimas apariciones, vienen siguiendo al pie de la letra las líneas editoriales del Washington Post o del New York Times. Con lo cual ya podemos imaginar el nivel de desinformación, «fakes» y silencios que circula. Si esto hace la prensa con comentaristas especializados ¿Qué hacen las televisiones de masas?

    El resultado es una población sin medios para captar correctamente la realidad. Una población de ciegos. Si esto es así con nosotros ¿de dónde reciben su información, por ejemplo, los presidentes autonómicos? ¿Qué criterio pueden desarrollar? ¿Y los ministros? ¿Cuántos cientos de asesores de Moncloa han de dedicarse a que el Gobierno reciba algo de información independiente? ¿Puede gobernar bien alguien tan desinformado o ha de limitarse a ejecutar órdenes venidas de fuera?
    Podríamos pensar que un Think Tank tipo El Cano, que es de los tenidos por muy buenos, podría ocuparse de ello pero no olvidemos que en la estructura Organizativa de este Think Tank hay al menos dos grupos de directivos y de especialistas que se dedican a: 1. Cambio Climático. 2. Ideología de Género. Como lo oyen.

    Así las cosas ¿Quién tiene información no sesgada en España?
    La sensación que nos queda es muy triste y cada vez se consolida más la certeza de que estamos gobernados por delegados de personas muy lejanas, que no conocemos pero que nos vigilan con órganos pagados por nuestros impuestos.

    https://www.elespanol.com/espana/20201106/malestar-cni-sanchez-desinformacion-ataca-libertad-expresion/533698161_0.html

    Esto es una señal de que el sistema está tan degradado por dentro que ya es obsoleto y debe dar paso a otra sociedad menos manipulada.
    Gracias por el artículo

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