Y no vino nadie…

El conocido escritor Santiago Posteguillo hacía unas impactantes declaraciones recientemente en el Senado en las que contaba su experiencia de primera mano sobre los momentos vividos el pasado 29 de octubre en Paiporta , localidad en la que reside, como consecuencia de las inundaciones provocadas por la DANA de Valencia.

De su magnífico relato, lo que más me ha impresionado es su enorme sorpresa al ver que, al día siguiente de la catástrofe, y en contra de lo que esperaban con toda lógica, no vino nadie ni del ejército, ni de la policía, ni de la Guardia Civil, ni de los bomberos; y que, al día siguiente, ocurrió lo mismo (“Y no vino nadie…”). Al tercer día tampoco, o mejor dicho, solo empezaron a aparecer los voluntarios.

Esa sensación de abandono por parte de las autoridades estalló al cabo de unos días en la visita de los reyes junto al presidente de gobierno y al de la Generalitat. Dicho sea de paso, el rey y la reina fueron los únicos que aguantaron el chaparrón de insultos, cosa que ha hecho disparar su popularidad gracias a su cercanía con los afectados.

Los datos que nos arroja esta tragedia son tremendos: Al día de hoy tenemos 222 víctimas mortales y 4 desaparecidos, 75 municipios y más de 800.000 ciudadanos afectados, 37.000 personas rescatadas de vehículos o casas, 600.000 personas sin agua potable, 120.000 vehículos dañados (casi la totalidad en situación de siniestro total) y 30.000 edificios potencialmente dañados. La afección al PIB de la provincia se estima en un 32%.

La DANA produjo la caída de enormes cantidades de lluvia (en pocas horas en algunas zonas 500 litros por metro cuadrado, lo equivalente a lo que llueve en estas áreas en todo un año) que provocaron el desbordamiento de ramblas y barrancos. El del Poyo, antes de salirse de su cauce, llegó a alcanzar un caudal de 2.200 metros cúbicos por segundo (cinco veces el del río Ebro, lo que nos sirve de buena comparación) y el río Magro (aguas arriba) multiplicó por 87 su caudal habitual.

Este tipo de inundaciones no son históricamente nuevas en la zona ni, en general, en la vertiente mediterránea. Ya Julio César hablaba de ello en el 49 a.C. También hay referencias históricas de época medieval y está registrada documentalmente la de 1517 que produjo centenares de muertos. En épocas más recientes se conocen detalles de las más destacadas como la de 1862, la de 1949, la de 1957 (81 fallecidos), las riadas del Vallés en 1962 (más de 600 muertos), la de 1982 (9 muertos), así como episodios de DANAs menos importantes en otros años más recientes. Es por ello que la relación con el cambio climático que se ha argumentado de la existencia de estas “gotas frías” habría que reconsiderarla.

La causa raíz de la catástrofe ocurrida se encuentra obviamente en la climatología extrema de lluvias torrenciales en esa parte de España, pero habría que analizar qué se podría haber hecho para evitarla o minimizar sus daños y por lo tanto en las responsabilidades que se derivan.

Deberíamos examinar las responsabilidades antes del hecho, en el día en que ocurrió y en los días y semanas posteriores.

A la luz de todas las noticias publicadas parece claro que hubo una falta de capacidad de reacción el día del evento que impidió avisar a tiempo a la población, hecho que hubiera salvado muchas vidas. La ineptitud del gobierno valenciano, con su presidente Mazón a la cabeza, y la falta de coordinación con la Confederación Hidrográfica del Júcar (dependiente del Gobierno central), son claramente responsables.

En los días posteriores sorprendió a todos la falta de capacidad de gestión que se vio por la lentitud en poner en marcha todos los medios necesarios para remediar la catástrofe (empezando por agua, alimentación, grúas y otra maquinaria pesada para despejar las calles de coches y barro). Se echó de menos una presencia más relevante del ejército y de otras instituciones a disposición del Estado ya que en una tragedia de esta magnitud se requerían unos medios con los que no contaba la Generalidad de Valencia.

¿Fue en este caso mala gestión o retraso deliberado por parte del gobierno socialista para que la ira de la población se volcara sobre el gobierno valenciano del Partido Popular, como algunas voces apuntan? La realidad es que cuando Sánchez y Mazón fueron junto con el rey a Paiporta a los pocos días, se encontraron con una población que les recriminaba su falta de actuación.

¿Por qué el gobierno no declaró el estado de alarma dentro del marco de las “emergencias de interés nacional”? Armando Salvador Sancho (ex letrado del Tribunal Constitucional) se lo pregunta en un reciente artículo y argumenta que estaría plenamente justificado de acuerdo con las sentencias del Tribunal Constitucional.

Pocos días tardaron el partido del gobierno y el de la oposición en echarse en cara las culpas respectivas sin asumir los errores propios en un nuevo ejercicio de reproches al que nos tienen no solo cansados sino hastiados ya que no persiguen otra cosa que el rédito en votos. Esto ha ahondado aún más en el desprestigio de la clase política y no solo eso sino en la falta de confianza en el propio sistema político por ineficaz, lo cual es alimento de populismos y de oferta de soluciones fáciles que pueden pasarnos factura antes o después.

En la gestión del problema la imagen internacional que estamos dando es penosa. Los ofrecimientos de ayuda de muchos países se han encontrado con muchas dificultades para actuar. Conozco una ONG española, acostumbrada a actuar en tragedias en otros países como Turquía, Ucrania, Grecia y Haití, que me contaban que les estaba siendo más difícil trabajar en Valencia que en esos países debido a la burocracia y cantidad de permisos requeridos. Como anécdota me contaban que a la furgoneta con la que hacían reparto de víveres y enseres le pusieron una multa de aparcamiento. En medio del desastre, ¿el municipal no tenía algo mejor que hacer que poner multas?

Aprovecho aquí para hacer un reconocimiento a tantas ONG y voluntarios anónimos que están colaborando en las labores de recuperación de Valencia. Se ha demostrado con creces que, quizá no sepamos organizarnos como deberíamos, pero que somos un pueblo solidario con el que lo necesita.

Me gustaría no obstante centrarme en lo que había que haber hecho antes, ya que ahí están las claves de lo que habría que hacer ahora, en dónde se debe invertir el dinero, para evitar que se repita lo sucedido.

Los ingenieros de montes Pérez-Soba, Navarro y Mongil publicaron recientemente un excelente artículo en el que, desde un punto de vista completamente técnico, apuntaban a algunas de las tareas que deberían acometer tanto el gobierno central como el autonómico.

En las zonas inundadoras (las más altas de las cuencas), en las que los caudales son más manejables, proponen la restauración hidrológica-forestal (RHF) manteniendo masas forestales estables (con repoblación si es necesario) a fin de aumentar la absorción de agua, complementándola con una red de diques forestales. Desafortunadamente apuntan que la RHF lleva décadas desatendida en España por falta de inversión pública.

También proponen ordenar el territorio en las zonas inundables evitando la ocupación de cauces, los garajes subterráneos (que deberían estar en las plantas bajas con lo cual las viviendas estarían ya a 3m de altura) y limitar la ocupación por vehículos de las vías de desagüe. Recomiendan también que, en caso de alertas importantes, se proceda al desalojo de viviendas y vehículos.

Aparte de estas propuestas está claro que la limpieza de los cauces de los barrancos y ríos hubiera evitado el taponamiento que produjo posteriormente la avalancha. Por otro lado la construcción de presas intermedias serviría para almacenar grandes cantidades de agua permitiendo liberarla de manera más ordenada en caso de avalancha.

Muchas de estas inversiones han estado sobre la mesa desde hace años y no se han aprobado, lo que nos lleva a una responsabilidad de los dirigentes políticos (estatales y autonómicos tanto actuales como, con mayor razón, los anteriores). Me temo que tanto el coste como unos discutibles intereses ecológicos, o el hecho de que no ocurra una tragedia todos los años, han sido las justificaciones del político cortoplacista para no aprobar estas inversiones cuyo resultado posiblemente no vea durante su mandato. Además de lo mencionado anteriormente del artículo de los ingenieros de montes, está la denuncia que hacen los ingenieros de caminos en unas ponencias que acaban de ser organizadas por su colegio profesional en las que indican que “las consecuencias de esta DANA podrían haberse reducido con las infraestructuras hidráulicas proyectadas».

Un ejemplo de este tipo de inversión fue la hecha a raíz de la inundación de Valencia en 1957 desviando el cauce del Turia unos kilómetros para evitar el anegamiento de la ciudad en un futuro. Gracias a ello la ciudad de Valencia no se ha inundado en esta ocasión.

Lo que también parece obligado es una mayor y mejor coordinación de las administraciones regionales y estatales ante casos de este tipo, independientemente del color político de cada una, así como de los servicios de Protección civil. Un estado descentralizado es más complejo de gestionar que un estado centralizado pero, si queremos hacer creíble y eficiente nuestro estado de las autonomías, hay que mejorar mucho en esto.

Lo que no se puede dar más es esa sensación de abandono que Posteguillo comentaba en la comparecencia que mencioné al principio del artículo ya que eso pone en cuestión el sistema mismo. Y no olvidéis que en el pueblo las percepciones tienen mucha más fuerza que los razonamientos.

8 comentarios

8 Respuestas a “Y no vino nadie…”

  1. O'farrill dice:

    En el artículo echo de menos el sometimiento de los estados miembros de a UE a directivas pretendidamente ecológicas, de una comisión o gobierno europeo (no votado por cierto) y ajenas a los verdaderos objetivos de la UE. De esas aguas, los presentes lodos.
    Unas directivas aplaudidas por unos gobiernos títeres que anteponen las diostopías de las «agendas» a las necesidades reales del pueblo soberano.
    Unas directivas llenas de rimbombantes nombres y calificativos (resiliencia, sostenibilidad, transición ecológica, restauración de la Naturaleza, etc. ) para impedir el desarrollo y el bienestar de los europeos, basadas en manipulaciones como se hace con la «lucha contra el cambio climático» o en farsas como la demonización del CO2, unidas a dogmas y religiones distópicas como el mundo «woke», lo «trans», etc. contrarias a la Ciencia y al sentido común.
    Unos gobiernos dispuestos a destruir infrestructuras importantes y costosas por el simple hecho de que provengan del régimen anterior. La destrucción de presas en una orografía tan compleja como la española, sería un delito grave si lo hacen los ciudadanos, pero pasa desapercibido -al parecer- si lo hacen las instituciones públicas.Los bienes del Estado pueden ser expoliados, saqueados o destruidos por estupideces como el «Planeta verde» o la restauración (vuelta a su estado primitivo) de unas naturalezas primigenias en el origen del planeta.
    Mientras tanto una sociedad «anómica» (Dalmacio Negro) viven del juguete infantil (que puede provocar consecuencias graves) que contemplan con unción y reverencia entre sus manos o dedican su atención a simplezas callejeras mientras menosprecian la armonía de la música. Son carne de cañón para explotar, atemorizar y, en su caso, destruir por su «huella de carbono».
    Unos estados fraccionados en «taifas» partidarias donde las «competencias» estatutarias se pierden entre miles de enchufados a las mamas de los presupuestos públicos e incapaces a la hora de actuar de verdad (sólo saben de burocracias repetitivas y de sanciones), que han convertido en un estado fallido a la nación española, sin que quienes deben velar por su unidad muevan una ceja.
    El desastre en Valencia no tiene nada que ver con el mantra del «cambio climático». Eso queda sólo para ignorantes bobalicones de la propaganda del régimen o para aquellos que vivan de sus rendimientos mediáticos. Es hora de despertar de la siesta y reflexionar sobre lo que queremos ser de mayores.
    Un saludo.

  2. Rafa dice:

    El lenguaje, debería ser la representación simbólica de la esencia de las cosas, la palabra estado, se refiere a una situación temporal por la que todos debemos pasar de forma cambiante y dinámica.

    En el caso del Estado en un país, representaría la mímesis de la soberanía que ejercen en una democracia los ciudadanos a través de sus representantes.

    En relación a la catástrofe de la DANA, evidentemente si el presidente del gobierno o alguna e las autoridades responsables hubieran estado agonizando entre el segundo a cuarto día después de la riada en un coche, dentro de un garaje con el agua hasta el cuello, sin luz. la espina dorsal rota y después fallecer axfisiado por el barro sin auxilio; la ayuda de las administraciones habría sido inmediata.

    Sin embargo la ayuda civil si se ha producido, una ola de solidaridad entre los españoles ha conseguido, que cada uno en su medida pusiera su grano de arena para intentar conformar a los damnificados directos, que de alguna manera hemos sido todos.

    Parece evidente que la empatía entre gobernantes y gobernados hace tiempo dejó de producirse.

    En España, no solo en el caso de esta catástrofe que se podía haber paliado como explica Francisco Diaz en su artículo, sino en muchos otros, observamos que se están aplicando leyes en contra de la voluntad popular, ajenas a nosotros, sobre una ecología inventada, sobre educación, vivienda etc.

    Esto podría ser extensible a otros países europeos, Francia, Alemania, etc.

    La pregunta del millón es porqué nos cuesta tanto cambiar este estado de cosas, porqué este estatismo?, esta polaridad entre nosotros? porqué estamos tan dormidos con esta falta de fluidez, que solo cuando llega una catástrofe despertamos? tenemos que llegar al grado de miseria al que llegó por ejemplo Argentina para cambiarlo?.

    En definitiva porqué nos cuesta tanto modificar nuestro estados, el de los políticos que nos representan, el de la sociedad en que nos movemos y el nuestro propio.

    Un abrazo

    1. Francisco Díaz-Andreu dice:

      Interesante reflexión Rafa. Uno se pregunta con frecuencia por qué la sociedad civil es tan pasiva, por qué no se rebela ante determinadas leyes e injusticias, parece que está adormilada.
      Dentro de este panorama la reacción de la gente, de los voluntarios, en este episodio de la DANA nos hace concebir esperanzas, pero se echa de menos una sociedad más activa, más informada de qué es lo que pasa realmente, más beligerante con las injusticias, más reivindicativa y menos conformista, y que considere lo que le pasa a los demás (no solo a él mismo o a su familia) como parte de su responsabilidad.

  3. Manu Oquendo dice:

    Felicitar al autor por el artículo, y el sentimiento, sobre una desgracia evitable que nos ha llenado de vergüenza por la miserable y calculadora actitud de nuestro gobierno. Un gobierno hoy ausente de la ceremonia de reapertura de la catedral de Notre Dame con más de treintay cinco jefes de estado y de gobierno. No se qué castigo merecemos los españoles para tener un gobierno que odia a la Nación que ciertamente no representa y que trabaja para destruir.

    Hay que realizar un ejercicio de introspección colectiva para entender aquellos rasgos de carácter que nos condenan a elegir lo peor de entre nosotros para gobernarnos. Un síndrome autodestructivo y perverso difícilmente observable en otras naciones.

    Quizás sin llegar tan lejos debemos repasar algunos rasgos psicológicos propios del ser humano que si bien no alcanzan a explicar la perversión citada, sí nos ayudan a comprender la sumisión indebida y el silencio culpable.

    Espero que esta tragedia llegue pronto a los tribunales españoles y europeos.

    Para superar nuestros instintos gregarios debemos recordar algunos rasgos de la psicología humana que, lejos de ayudarnos a discernir, facilitan el trabajo de quienes tratan de fijar en nuestra mente sus relatos fraudulentos.

    Nos realizamos humanamente por la capacidad de discernimiento. Por el duro trabajo de acercarnos a la verdad tratando de distinguir lo verdadero de lo falso; muy especialmente cuando, pongamos por caso, los gobiernos distorsionan u ocultan los hechos reales y sus causas. El discernimiento es un hábito en el que cooperan voluntad, memoria y razón. Estas tres “potencias del alma” sufren menoscabo cuando, desde posiciones de poder, se intenta degradar nuestra percepción de la realidad. Algo que sufrimos a diario y que es la antítesis de la democracia.

    Los “gestores de la opinión pública” existen en todos los regímenes y, lamentablemente, no debe sorprendernos verlos en sistemas políticos que se pretenden defensores de las libertades de expresión e información de sus ciudadanos. Bien sabemos que no son pocas las cuestiones importantes que están ausentes de gran parte de los medios de información o que son sustituidas por auténticas patrañas al servicio de los centros de poder. Si pasamos por alto estas injerencias en nuestras vidas aceptamos estar sometidos a nuevas formas de despotismo.

    Por ello es oportuno recordar dos experimentos que nos muestran la fragilidad de nuestras convicciones y lo manipulable que es nuestro comportamiento. El primer experimento, de Milgram, confirma nuestra predisposición instintiva a la obediencia que nos lleva a despreciar derechos intrínsecos a otros seres humanos cuando actuamos bajo órdenes o sugerencias inmorales de una autoridad. Su famoso experimento en Yale, iniciado en 1961 y publicado en 1973, muestra la facilidad con la que suministramos descargas eléctricas crecientes a un “paciente” siguiendo las indicaciones del “director del experimento” llegando a causar gritos de dolor a la víctima. La obediencia a la autoridad bloquea nuestros criterios de bien y mal siendo asombrosamente escaso el número de personas que tienen el valor de dejar de hacer lo ordenado.

    El segundo experimento, el de Asch en los años 50 del pasado siglo, demuestra la facilidad con la que manifestamos nuestro acuerdo con la opinión del grupo sabiendo que es errónea. El 37% de las personas lo hacen espontáneamente sin presión ni incentivo alguno. Simplemente “por no discrepar”. No hace falta esforzarnos en imaginar qué sucedería si esta presión grupal tácita fuese coactiva como ya está sucediendo en muchos países occidentales donde, por ejemplo, existen sanciones legales por no usar los famosos “neo-pronombres” de género. Es fácil ver que, por coacción o por recompensa, la práctica totalidad de la población opta por el silencio temeroso reproduciendo toda la pureza ancestral del instinto de las manadas. Rebaños que rechazan violentamente al discrepante como, en 1916, nos hizo ver el neurólogo inglés Wilfred Trotter en su célebre obra “Instincts of the Herd in Peace and in War”. Ambos comportamientos instintivos, –seguidismo obediente y conformidad grupal–, son recurso frecuente para quienes se dedican a “construir la opinión”, quizás ignorantes del daño que nos causan cuando difunden lo falso y distorsionan y ocultan lo verdadero.

    No necesitamos ir muy lejos para ver ejemplos cercanos de este grave problema. Entre los muchos disponibles podríamos destacar el desastre provocado por la última “gota fría” en una parte de la provincia de Valencia y causante de más de doscientos muertos y daños materiales que llevará muchos años remediar.

    Salvo escasas y muy honrosas excepciones los medios de comunicación se han centrado en las responsabilidades de las autoridades regionales.
    Estas, en este caso, son las menos relevantes para evitar, prevenir y remediar unas inundaciones catastróficas que han provocado la alarma en muchos países de Europa sin que el gobierno de España viese necesario asumir desde su inicio la gestión de esta trágica crisis. La mayor de los últimos setenta y cinco años. En vez de afrontar responsabilidades con rapidez y generosidad vimos todo lo contrario: un calculado “que lo pidan” que nos vuelve a recordar que el verdadero liderazgo es, fundamentalmente, una virtud moral.

    De este modo parece olvidado el Plan Hidrológico Nacional del año 2001 que prestaba atención especial a esta zona y que fue anulado por el presidente Rodríguez Zapatero en 2004 para satisfacer, a un coste astronómico, la mísera insolidaridad de algunos de sus apoyos políticos. Como también se ha olvidado –con poquísimas excepciones– la grave responsabilidad de normas europeas vetando el desbroce, dragado y limpieza de cauces así como dificultando, cuando no prohibiendo, la construcción de embalses que habrían evitado lo peor de este monumental desastre.

    Por ello también es menester hablar de la insuficiente relevancia mediática que ha recibido la ministra Ribera responsable directa tanto de la gestión de la cuenca hidrográfica como de la construcción de un embalse imprescindible y planeado desde hace años pero eliminado de las ejecuciones presupuestarias sin olvidar las limpiezas y desbroces de torrenteras y cauces no realizadas a lo largo de nada menos que mil kilómetros de “rieras” levantinas consideradas de riesgo. Y qué decir de la demagógica y falsa retórica “climática” incluyendo la sustitución de “gota fría” por las iniciales de “depresión aislada en niveles altos” –la causa antediluviana de las “gotas frías”– recientemente instaurada para que, “lo de siempre”, parezca “cosa nueva”.

    En esta cuestión de la libertad de información, su veracidad y el libre acceso a la misma estamos muy lastrados por los comportamientos de profesionales y medios que, siendo responsables de analizar e informar con seriedad, veracidad y sin ocultación, parecen reflejar fielmente los comportamientos que fueron expuestos por los experimentos de Milgram y de Asch. La Obediencia indebida y la Corrección política nos muestran que seguimos siendo cautivos de los poderosos instintos gregarios que conservamos.

    Saludos y gracias por el artículo.

  4. O'farrill dice:

    La sociedad civil ya ha olvidado en su mayor parte la catástrofe de la gota fría. Están a otras cosas. No hay más que ver las calles abarrotadas de gentes que miran con sorpresa cualquier banalidad que se presente o salen cargados de bolsas de los grandes almacenes.
    Probablemente en su mayor parte viven de los presupuestos públicos y por ello son adictos al sistema clientelar establecido.
    Esa es la primera explicación para la pregunta de «porqué no se rebelan».
    La segunda viene de la ingeniería social a la que se hace referencia por parte de Oquendo. A la gente se la acostumbra a obedecer desde el poder y esa supuesta seguridad del rebaño, les lleva a adaptar opiniones y decisiones que vengan desde el poder. Incluso si los cuerpos del Estado puedan rebelarse ante órdenes inconstitucionales o disparatadas.
    La tercera es la cobardía innata que se ha instalado en la sociedad, su incapacidad de respuesta (salvo excepciones) que espera que otros le resuelvan los problemas. Que el Estado creado desde la soberanía popular no los defraude. Comprueban en cambio que el Estado ha sido secuestrado por quienes deben servirlo, atendiendo a intereses particulares. Y no pasa nada.
    La cuarta, ha sido la irrupción de las llamadas «tecnologías» (el primer «chopper» del Paleolítico Inferior ya era tecnología) y el sometimiento incondicional a su supuesta superioridad. El lenguaje de las máquinas es imperativo y sólo queda obedecer. Así nos acostumbrados a la anulación de nuestra voluntad. Y además hacemos colas para obtener máquinas más potentes…..
    La quinta y última es que nadie va aceptar que se ha equivocado en sus decisiones y prefieren ser engañados a conocer la verdad. Cre que lo dicen «amor propio».
    Un saludo.

  5. pasmao dice:

    Explicita columna.

    Yo me quedo con el hecho de la reacción improvisada, la de los voluntarios, versus la inacción del Estado.

    Hay, en mi opinión, un cierto paralelismo con lo acontecido en 1808 y la invasión napoleónica. Una élite postrada ante poderes extranjeros incapaz de reaccionar y el pueblo, cada uno de su padre y de su madre, que si lo hace. Y esa misma élite cuando reacciona es para impedir que el pueblo la deje en evidencia. Que es lo que ocurrió hasta con la propia Iglesia entonces, que no reaccionó hasta que los franceses empezaron a saquear conventos.

    Claro está que lo de entonces no fue una catástrofe natural. Lo lamentable de lo de ahora es que siendo natural, nuestras ¿élites? han hecho todo lo posible, antes, durante, y después; para que lo que pudo haber sido un evento que dejase un cierto rastro de daños materiales y alguna víctima, derivase en la tragedia que hemos visto. Y por ahí si se parecen bastante.

    La medida de ello es cómo se intenta que no se hable de ello en los medios. Que lo que se podría llevar por delante a Sánchez y su régimen, no se exponga con toda su crudeza en los medios, porque con Sánchez se podría llevar por medio a todo el régimen detrás, PP incluido. Y por ello mejor no meneallo.

    Lo del «solo el pueblo salva al pueblo» es algo demasiado potente, y no se vaya a liar. El único que ha sabido verlo es el Rey. Y si al final la Corona se salva, será por saber ver como respira la Nación, en situaciones cómo esta.

    Dejo un link a un artículo de Hughes, en la Gaceta, donde incide que ello.

    https://gaceta.es/opinion/y-si-el-antisanchismo-no-fuera-tan-buena-idea-20241203-0602/

    Un cordial saludo

  6. Emelia dice:

    El conectar con una emoción como la ira, la rabia, ha sido motivo en el pasado de que los ciudadanos iniciasen movimientos de transformación que cambiaron el curso de la Historia. Véase, por ejemplo, la Revolución Francesa o el Mayo del 68.
    ¿Qué nos está pasando que ante políticos de allí y de acá, que no han asumido responsabilidades, cuya nefasta gestión ha ocasionado tantísimos pobres muertos y mucho sufrimiento, que no han reconocido -ninguno-sus errores, que no han pedido excusas… no juntamos nuestras energías para promover cambios?
    Encumbramos a este tipo de líderes narcisistas al poder, les rendimos tributo y pleitesía, sumisión, miramos para otro lado cuando van cogiendo más y más poderío… ¿hasta cuándo, qué más tiene que pasar? ¿Por qué no promovemos cambios, individuales y colectivos, para exigir otros perfiles, otra forma de hacer política y de manejar nuestros destinos?
    Dicen que en la Vida, no tenemos lo que nos merecemos, sino, lo que somos capaces de gestionar y negociar.
    Nos queda por delante mucho que gestionar con este tema «Dana»: construcciones, embalses, presas, ecologías mal entendidas, inversiones. ¿Encontraremos fórmulas para mejorar lo que sentimos que no funciona?
    ¿Y qué pasa con estos altos cargos que transmiten la creencia de «yo valgo, yo me lo merezco» y que les da igual, en el fondo, «la copa», porque la única copa que quieren conseguir es la del Poder con mayúsculas?
    ¿Vamos a asistir a una especie de suicidio pasivo, nos va a inundar la apatía, la creencia de que nada puede hacerse, la indiferencia, la amargura?
    Para concluir con estas llamadas a la reflexión: se está comentando en la prensa internacional que ayer no hubiera ningún representante español en la reapertura de algo tan emblemático, europeo y significativo como la catedral de Notre Dame. Ni los Reyes, ni el Presidente, ni el Ministro de Cultura, el señor Urtasun… ¿nadie quiso/pudo ir? ¿No tenemos que estar los españoles representados?¿a qué juegan? Viven de nuestros esfuerzos, pero no se sienten a nuestro servicio.

    1. Francisco Díaz-Andreu dice:

      Hola Emelia. Como dices, estamos rodeados de políticos narcisistas que parecen estar más interesados en sus propios intereses (o los de su partido) que los de la población.
      “Qué buen vasallo si tuviera buen señor” se dijo de una persona ejemplar (El Cid) cuyo superior (su rey) no estaba a la altura. Los españoles han demostrado, al volcarse en ayuda de los damnificados Valencia, ser un buen vasallo al que le fallaba su señor pero, como indicas, ese vasallo tiene que hacer oír su voz y rebelarse contra los señores que no les valen.

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