No se sabe a ciencia cierta la influencia del libro de Jonathan Swift en el pensamiento inicial de Freud, pero algunos investigadores aseveran que sin su principal y más conocido libro: «Viajes a varias naciones remotas del mundo, en cuatro partes.” Subtitulado: Por Lemuel Gulliver, primero médico y cirujano, y luego capitán de varias naves«, el pionero austriaco no hubiera podido estructurar su teoría psicoanalítica.
Estas mismas fuentes indican que los viajes narrados en primera persona por el protagonista del relato, son en realidad episodios relacionados con su propio desarrollo personal, e identifican los momentos en los que se va desenvolviendo su alma en crecimiento y constantes avatares, más cuando el autor lo saca del tedioso y aburrido mundo de la medicina y la cirugía, para embarcarlo en pos de aventuras sin igual. Véase el paralelismo con la biografía de Freud, cuyas coincidencias no parecerían aleatorias si creyésemos en la capacidad premonitoria de ciertos sujetos. Luego vendría otro psicoanalista A. Adler, para hacernos ver con claridad la relación entre el tamaño y el poder, quien sabe si inspirado por los avatares de los viajes de Gulliver.
La interpretación puede ser muy discutible, pero resulta muy sugerente y atractiva para analizar las perspectivas que se pueden dar en la visión del mundo y la realidad circundante de cualquier sujeto a lo largo de la vida. Y, siendo los más reconocibles en la cultura colectiva las narraciones de los liliputienses y la de los gigantes, está compuesto por varios capítulos más, no exentos de ingenio y sarcasmo, como cuando hastiado por la estupidez de los humanos con los que convivía, decide estudiar el lenguaje de los caballos para conversar con ellos, o cuando nuevamente náufrago en los océanos, es rescatado por una isla convertida en reino que flota en el aire y dedica su tiempo a las artes… y a lanzar piedras a los territorios colindantes aprovechando su altura. Quepa decir que al final el protagonista es redimido por un capitán de navío portugués, que le lleva finalmente a la tierra de sus orígenes, por el carácter noble, inteligente y sabio de este.
Jonathan Swift, de una manera más amable e infantil que la de Valle-Inclán, nos propone un esperpento en toda regla, en la que los personajes van mostrando sus miedos y miserias, sus ambiciones y egoísmos, ante la evidencia de su inferioridad y de su superioridad en alternancia.
La lucidez del autor fue tal que con una enorme sencillez retrató nítidamente una de las más importantes facetas del ser humano: el tamaño, algo tan evidente como atemporal en lo relacionado con el individuo. Así, la fidelidad de su relato con la realidad circundante aún perdura en nuestros días, haciendo posible leer la actualidad con el mismo molde con el que nos mostró las vicisitudes de Gulliver.
En estos peculiares momentos que corren, el problema de las sociedades occidentales no está en el carácter palmariamente mediocre de los líderes que las encabezan. Eso parece más el síntoma que el origen de la cuestión. El dilema radica en que el proyecto político que cierra los dos episodios más sangrientos de la historia de la humanidad, como son las dos grandes guerras del pasado siglo, no solo ha dado señales de agotamiento sino que está en franca decadencia, y habría que preguntarse si alguna vez fue realmente verdad, o fue poco más que una treta anticomunista.
En clave política de las sociedades europeas, y donde los valores socialdemócratas muestran el substrato de falsedad en el que han caído, van apareciendo diferentes movimientos unidos por su radicalidad, para postularse como sucesores de un mundo abiertamente desorientado, que solo sabe defender lo que considera que es de su propiedad, desoyendo la necesidad de dar un salto cualitativo en los principios básicos que lo sustentaron, vinculados en esencia a un cristianismo, del que siempre ha querido separarse con abierta y maniquea fobia, así como les avergüenza a los nuevos ricos reconocer su procedencia. Sobre el devenir futuro de la idea primigenia cristiana, seguro que hay algunos otros que bien la podrán desarrollar.
Mientras tanto, y dados estos tiempos en que nos ha tocado vivir, emergen los dos tipos de Gulliver narrados en la historia. El más preocupante de todos es el pequeñito que siempre tiene que hacerse valer para ser algo más que un juguete en manos de los grandotes. Esos que quieren convertir el mundo en el escenario en el que redimir sus propios complejos personales, y convierten los problemas propios en circunstancias colectivas amparándose en conflictos de territorio, de esos que si rebuscas siempre encontrarás. La iluminación que dota imaginar vivir en un mundo mucho menos pequeño, en el que por fin ellos se encontrarán con una superioridad tantas veces anhelada, al toparse irreversiblemente con una realidad abiertamente distinta, les lleva a una actitud visceral cuasi mesiánica entre el delirio y el patetismo, al borde de un narcisismo ridículo sobre lo ínfimo.
Con su idea obsesiva respecto su inferioridad, una mente que no da cabida a muchas más, siempre están entendiéndose a ellos mismos como víctimas, y situando al resto como un grupo en permanente actitud afrentadora, ante el estupor desconcertado de esos supuestos agresores que, muy por el contrario, se lanzan a la calle siempre que un conflicto bélico les pueda sacar de su paz hipnótica. Da igual lo que digas o argumentes, el problema está en la escena de partida que lo condiciona todo. La lengua, la fiscalidad, las infraestructuras, la educación, o cualquier otra cosa sirven para hacer demostración ante el grande de su mancillada valía propia, y poder reafirmarse egocéntricamente como un igual, porque el problema sigue residiendo en el tamaño.
Por otro lado, está el gigante Gulliver en tierra de liliputienses. Entre una mirada condescendiente y compasiva a veces, y otras de ansiedad y ambiciosa, los gigantes nos quieren hacer creer al resto del enorme poder que ostentan en la manera de resolver y encarar las cosas de las que se componen nuestras sociedades. Desde su enorme estatura y su exagerado dimensionamiento, les van diciendo a los demás lo que tienen que hacer, cómo lo tienen que hacer, y hasta cuándo lo tienen que hacer. Desde el púlpito sagrado situado en altura, se dirigen a los demás en el inferior plano de los liliputienses, y muchos de ellos quedan admirados por el poder y clarividencia que ostentan desde un nivel casi celestial.
Todo queda inmediatamente resuelto: el paro, el empobrecimiento de la población, la deuda pública, la economía de mercado, y así en tantas cuantas cosas el resto de los pobres y diminutos mortales nos enredamos demostrando nuestra tremenda torpeza. Esa sabiduría omnipresente y omnipotente remedia de manera mágica cualquiera de los desgraciados problemas con los que los demás se tienen que enfrentar, y siempre nos ofrecen como fórmula ese yo sé más, yo soy más o yo puedo más, que con tanta facilidad deslumbra y deja atónitos a los impotentes enanitos. No pretendan cuestionar esa grandeza o su altitud, pues se la prohibirán de plano, porque no dejarán nunca de sentirse como los elegidos, ni permitirán otra cosa que loas y alabanzas, o cuando menos asentimiento y aquiescencia.
Cierto es que el autor del libro de aventuras supo reconocer y plasmar de manera creativa y lúcida los defectos y vicios de los entornos sociales, haciéndolo de tal forma que caló de forma inmediata entre la población que se vio inmediatamente reflejada. Un clásico intemporal de la literatura universal. Un ejemplo perfecto de cómo los acomplejados se comportan cuando acceden a puestos de responsabilidad colectiva. Por eso, antes de escuchar a un político de cualquier signo, es conveniente preguntarse si viene de alguno de los esos dos territorios posibles: Liliput (enanos) o Brobdingnag (gigantes), no sea que a lo tonto nos convirtamos en los personajes de sus aventuritas.
Las caricaturas del pequeñito y el grandote pueden servir para comunicar ideas a infantes y quizás adolescentes pero no a jóvenes y adultos. Atribuir a políticos célebres la calidad de pequeñito es propio de quienes no supieron enfrentarlos oportunamente y luego de su muerte se desquitan pintándolo como un pobre acomplejado. Atribuir a políticos celebres la calidad de grandote es propio de quienes les han servido fielmente y luego de su muerte quieren agrandar su propia imagen a costa del grandote. No. Los políticos ni son pequeñitos ni son grandotes. Son tipos ambiciosos de poder dispuestos a pagar un costo alto para alcanzarlo, mucho más si creen que ese costo lo tendrán que asumir otros.
Pues a mi me parece que en la analogía de Gulliver se ve muy bien a ciertos sujetos.
Esta es una gran comparación.
Es parecida a la de los distintos personajes que se encuentra «El principito» cuando deja su pequeño planeta: El rey (o gobernante) que consideraba a todos inferiores y súbditos, el vanidoso que solo buscaba el aplauso, el bebedor que quería olvidar su vergüenza por beber y así era víctima de su bucle, el hombre de negocios que contaba estrellas porque así creía poseerlas y ser rico, el farolero esclavo de su trabajo, el geógrafo anclado a su silla y que no sabía si su propio planeta tenía montañas y finalmente el aviador en (la) Tierra.
En una versión algo más contemporánea todos podrían quedar englobados en el concepto «Vogon» (https://en.wikipedia.org/wiki/Vogon). Personajes que rigen sobre la burocracia galáctica en el libro y película: «La guía del autoestopista galáctico» (https://en.wikipedia.org/wiki/The_Hitchhiker%27s_Guide_to_the_Galaxy), y que explican a la perfección la desmedida y la mayoría de veces ilógica burocracia que somete nuestras vidas.
Demasiadas veces somos víctimas de nuestra elección en la vida, sin saber ver más allá.
Estimado autor,
¡que libros eliges! ..esos que nos revelan de nosotros mismos.
Educada en una generación en el que los viajes de Gulliver venían enmascarados por las versiones., No ha sido hasta los treinta y muchos que tuve la suerte de leer a Swift, y aunque me bebí el libro como suelo hacer, ha sido uno de los libros que he releído, y que – gratis- fué un prodigio que cayera en mis manos para ahorrarme algunas sesiones de picoterapia…
Me hizo comprender bastantes cosas al mismo tiempo y en conjunto.
Fué el primero que me hablaba de la «condición humana» esa tan «posverdá».. ambas palabras entrecomilladas.
Después de leer el libro estuve un tiempo abatida. Realmente el autor me describía en sus viajes alrededor del mundo esa constante que yo aún empezaba sólo a atisbar en mi entrada en el laberinto, Exactamente la dualidad que tú describes en las actitudes humanas-literalmente- pues son reacciones al poder y desde él, al tamaño -en el que centras todo el texto de forma brillante.
Al final los que somos de tamño medio genéticamente- todo es relativo- pero que somos enanitas o gigantes a ratos-,
desde el punto de vista que usted quiera, deberíamos hacernos la pregunta abierta de que si el tamaño importa o no importa realmente.
Pregunta que puede parecer lo que parezca…pero es transcendental.
De hecho, miremos la realidad de los poderes de todo tipo- metáfora transversal de toda la humanidad del cuento- y nos daremos cuenta que el tamaño en términos absolutos no importa; el físico; pues los ancianos que suelen ser menos fuertes, menos altos, menos potentes físicamente, son los que dominan la sociedad del presente, legislando sobre los jóvenes, mucho más portentosos en tamaño que ellos.
Y, del mismo modo, los gigantes que pretenden atormentarnos en tamaño, con su poderío, a menudo tienen los pies de barro, de modo que no es que no nos asusten, que lo intentan y muchas veces lo consiguen, pero otras reflejan el desarraigo tan profundo por el movimiento y la continuidad que albergan sus neocortex y entonces reflexionamos sobre su tamaño real.
Lo que viene ahora ya se lo sabe. Es la paleta de colores de en medio, acompasada por los ritmos del intento una y otra vez, un día delante, detrás y en medio del otro día, de mirarnos en ese azogue que tanto le gusta que pudiera ser el reflejo de nosotros en la mirada del otro, sea éste otro un gigante– árbol o caballo- o un enano
( muchos enanos que bajo el microscopio se ven como verdaderos gigantes).
Hay que enmarcar ese tamaño al que hace referencia toda la escritura de Jonathan, también con el momento histórico de la posibilidad de embarcarse, literalmente, en la sociedad de su época, su exacto momento cuántico del tiempo en el que se le permitió vivir y experimentar, para transcender la profunda tristeza que – al menos particularmente a mí- me quedó al leerle, pues después de todas sus aventuras, lo que realmente quería y extrañaba era volver a estar con los suyos, a la seguridad del amor de los queridos y en ese final tan metafórico de su regreso quedaba implícita su propia salida del subsconciente al consciente.
Un viaje iniciático que deberíamos leer tal cual él lo escribió, para entender los tamaños en los que nos moveremos.
Carlos, a mitad del post usted dice
«El dilema radica en que el proyecto político que cierra los dos episodios más sangrientos de la historia de la humanidad, como son las dos grandes guerras del pasado siglo, no solo ha dado señales de agotamiento sino que está en franca decadencia, y habría que preguntarse si alguna vez fue realmente verdad, o fue poco más que una treta anticomunista.»
Su lectura me dejo claro que la referencia a Gulliver y Swift era totalmente un caramelo para atraer lectores porque no tiene nada que ver con ese dilema, a pesar de lo que luego dice. En lugar de plantearse de entrada ese dilema y encararlo directamente, se entretiene con enanos y grandotes para concluir algo que no me hace ningún sentido.
Sí, el orden político mundial después de la SGM ha pasado por varios períodos y claramente hoy se encuentra en un nuevo período de confusión y confrontación. Podríamos discutir largo sobre cómo describir la situación actual y compararla con períodos anteriores, pero no es una tarea fácil porque las visiones dominantes en cuanto a la política y el gobierno a todo nivel (local, nacional, regional, global) ni siquiera están bien articuladas y mucho menos detalladas para marcar diferencias claras. Luego podríamos discutir las causas del nuevo período que estamos viviendo y por último podríamos especular sobre distintos escenarios y sus consecuencias. Pero estamos muy lejos de todo eso y francamente ni los enanos ni los grandotes ayudan a dar siquiera un paso.
Ojalá su preocupación por el dilema mencionado lo haya motivado a buscar referencias que podrían ayudarnos y si ha tenido suerte en esa búsqueda le agradeceré compartirlas.
Pues a mi me hace que el autor con el tamaño de Gulliver, ha querido retratar a los nacionalistas asemejándolos con un Gulliver acomplejado en tierra de los gigantes, y los populistas engrandecidos por vivir en las tierras de los liliputienses. Y la verdad es que a mi me cuadra bastante esa descripción con el nacionalismo que está siempre en situación de afrentado por supuestos ataques externos. ¡Que ridículos son! Y con la megalomanía de los populistas que son como el 3 en 1, que resuelven todo mágicamente. ¡Chimpum! Lo realmente terrible de estas opciones políticas es que son siempre endogámicas y/o egocéntricas, exactamente lo contrario a la vida misma. Evidencias del fracaso de un sistema. Reacciones a ese fracaso desde la impotencia rabiosa y la prepotencia grandielocuente. Simplemente, no hay más.
Gracias por hacerme reír. Si usted creyera y entendiera lo que usted misma escribió, partiría explicando el fracaso del sistema en lugar de gritar contra algunos de los indignados anti-sistema (omitiendo referirse a otros indignados tan o más impotentes y prepotentes que los nacionalistas y los populistas).
Como tema menor, no pude entender qué quiso decir con que esas opciones políticas son siempre endogámicas /o egocéntricas.
Carlos, mañana hay elecciones en Francia y mucho se ha escrito sobre lo que ha estado pasando en Francia. Ayer leí este artículo
https://www.city-journal.org/html/french-coming-apart-15125.html
referido a la visión sobre Francia que ha estado presentando el francés Christophe Guilluy. Sin duda, su visión es interesante, aunque no he podido leer sus trabajos que están en francés (en español sólo he encontrado referencias a su obra en artículos periodísticos y una entrevista, pero nada parecido al análisis en el artículo en inglés antes referido). Varios otros analistas y observadores de la situación social, económica y política de otros países –en particular, de EEUU– han planteado ideas similares. Si uno acepta estas ideas pronto se da cuenta que la preocupación de Guilluy y algunos otros es que los políticos –en particular los socialdemócratas– han tenido dificultadas serias para adaptarse a los cambios en esa situación; es decir, expanden considerablemente lo poco que usted dice en los dos párrafos centrales de su post (los únicos en que se olvida de Swift y Gulliver). Me pregunto si usted ha estado leyendo a Guilluy y su opinión sobre su visión.
Carlos, recién termino de leer este artículo
http://www.weeklystandard.com/print/may-poll/article/2007736
escrito por C. Caldwell, autor del artículo referido en el comentario anterior. Este segundo artículo –en curso de publicación– se refiere a GB y en particular a la Sra. T. May, y presenta en pocas palabras ideas claras sobre lo que está sucediendo en la política de GB. Me pregunto si usted ha estado siguiendo lo que pasa en GB porque es un caso clarísimo del fracaso de la socialdemocracia en adaptarse a los cambios en la situación socioeconómica del país.
Carlos, le recomiendo leer esta entrevista publicada por El País
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/04/22/america/1492814810_813701.html
y este artículo publicado por La Tercera de Santiago de Chile
http://www.latercera.com/voces/conservadurismo-la-izquierda-chilena/
Ambas referencias dicen mucho sobre lo que está ocurriendo en Chile donde tendremos elecciones en noviembre. Más allá de algunos puntos sobre historia de Chile que me parecen equivocados, ambas referencias apuntan a otro fracaso de la socialdemocracia por no adaptarse a los cambios en la situación socioeconómica del país —cambios en parte similares a los observados en Europa y EEUU pero en parte muy distintos ya que reflejan puntos de partida (hacia 1990) diferentes. Cuando uno observa cómo la socialdemocracia (constituida por socialistas de orígenes varios — en Chile, Piñera no lo es a pesar de su pasado demócrata cristiano y Edwards sí lo es por su pasado socialista revolucionario) se sorprende porque “la clase media” se opone a reformas grotescas como las intentadas por el gobierno de la Sra. Bachelet, y luego reacciona inflando a un candidato, Alejandro Guillier, incapaz de articular una sola idea sobre lo que ocurre en el país (antes de ser candidato no había dicho nada, y ahora prefiere repetir eslóganes viejísimos), no puede menos que reírse porque Chile se supone que es, por lejos, el país de América Latina donde ha habido una socialdemocracia “razonable”.
¡Gracias a tí! Yo también me lo he pasado cómo pocas veces con su simpático comentario!
¡Qué gracioso es!: … mira que no entender lo de las opciones endogámicas y/egocéntricas. ¡Eso sí qué está bien, pero qué muy bien!
Hasta mañana.