O empoderamiento en castellano. Se denomina de esta forma al proceso mediante el cual un individuo o colectivo desfavorecido o vulnerable se hace fuerte o poderoso, por si mismo o por la acción de otro. Visto de esta manera pocos tendrán algo que objetar al respecto.
Favorecer que alguien salga de una situación de indefensión más o menos amplia no deja de ser un acto muy positivo para el desarrollo de esa persona, al hacerlo más capaz frente a una realidad contra la que se siente desprotegido o que vive como tal. A poco que lo analicemos con detenimiento, cualquier persona tiene un balance personal interno entre sus fortalezas y sus miedos, cuya gestión individual a lo largo de la vida arroja una resultante más o menos positiva o negativa al respecto. A todos se nos generan angustias que nos cuesta evitar, y tenemos recursos con los que enfrentar a las situaciones que nos las provocan, y, más allá de las situaciones que nos tocan vivir, la diferencia estribaría en la manera en que unos y otros nos apañamos para encararlas.
Pretender que hay alguien invulnerable, por muy poderoso que sea o sienta que lo es, es bastante absurdo y nada creíble, aunque haya muchos que practiquen esa postura. Los recursos internos son importantes, pero no lo son tanto como los externos con los que contar a la hora de apoyarnos en el mantenimiento de nuestra línea de flotación vital. Este es uno de los principales objetivos que el ser humano occidental se plantea en su devenir existencial.
Pero más allá de lo que se produce en las realidades internas y en las relaciones personales a las que se suele aplicar este término, sería importante contemplar de forma general lo que sucede en nuestro entorno al respecto de la manera en que el “poder” es utilizado en su conjunto en nuestra sociedad. Del mismo modo que la influencia de la prensa del corazón, los reality shows y los programas rosas de la televisión, han convertido a casi todo el país en un millonario club de porteras, ciertos procesos sociales se contaminan por el devenir de los avatares socio-políticos y son generalizados al plano de lo individual o familiar. El tema ya ha sido tocado en este blog.
Y entrados en materia, a poco que nos fijemos podremos observar las formas en las que el poder, en cada parcela de responsabilidad que nos corresponde, es utilizado por particulares e instituciones de formas muy predeterminadas en una dirección concreta. Así, el trabajador se empodera de su puesto de trabajo para evitar que lo despidan o que otro lo ocupe con menor coste, el funcionario se empodera de estatus y se olvida del sentido de servicio a la comunidad o de que está sufragado por todos para el buen funcionamiento de la cosa pública, los padres se empoderan de la infancia del menor enmascarándolo en la preparación para un futuro supuestamente mejor, los profesores y maestros se empoderan de la enseñanza y la escuela para estar más pendientes de sus privilegios que de formar adultos responsables, el alcalde del municipio de su base electoral, los partidos de la consecución o el mantenimiento del poder, los jueces de la justicia, los sindicatos de los trabajadores, los periodistas de las noticias, los sanitarios de tu salud, los economistas de los mercados, los banqueros de tus depósitos…
El empoderamiento del mundo de la política de las voluntades de la sociedad civil es, quizás, no solo es el mejor ejemplo de lo expuesto, sino también el que haya servido de modelo para que otros estratos sociales hayan emulado la dirección y el sentido que debe tener el manejo del poder. Del mismo modo que sucede con la consecuencia psicológica de las leyes, la acción que realizan los responsables políticos tiene el efecto de servir de referencia general en la estructuración de las prioridades, la jerarquización de los valores, las motivaciones que impulsan las acciones y la forma en el que las decisiones deben ser tomadas. La tan avivada regeneración democrática desde estos parámetros es simplemente imposible si no se resuelve este problema de base, que pese a sentirse por la población en general de forma subconsciente, es el elemento más activo en su percepción de la realidad que acontece. El empoderamiento de lo que unos denominan ciudadanía, y otros simplemente “el pueblo”, es el problema, y no es casual que Podemos se llame como se llama y que su nacimiento haya germinado en la sensación de impotencia generalizada que el mundo de la política ha producido, desde una Transición que se construyó desde la ilusión pero no desde la conquista meritoria, y que ha acabado por producir poco más que chiringuitos electorales.
El otro gran empoderamiento generalizado es el que han realizado los medios de comunicación con las audiencias, estableciendo una opinión pública burda, basta y ramplona que solo se preocupa de los episodios de Chabelita o D. Kiko, desocupándose, entre otras, de trasladarnos las historias épicas de mucha gente, o de las realidades-país que permanecen opacas a los ojos del buen rollito. Son los auténticos responsables del mundo auténticamente subdesarrollado en el que se mueve la cultura española, en el que los más espabilados han buscado refugio en el amparo ideológico, mientras el arte agoniza a bocanadas en las orillas del Río Hudson que describía Lorca, ahora convertido en subvención, o en las mágicas aldeas rurales de Valle-Inclán, transformadas en panfletos electoralistas.
Una vez que el apoderamiento es más difícil como consecuencia del aumento de la transparencia, la revelación de secretos y el cierto descontrol en el manejo de la información que han supuesto las redes sociales para la clase dirigente, para aquellos que creen que poseer es imprescindible para su relación con la vida, surge esta nueva realidad de empoderamiento, como la fórmula actual con la que radicarnos vitalmente. Y del nivel de egocentrismo y egoísmo que suponen nunca se oye nada de nada. Y aunque solidaridad, empatía o altruismo parecen palabras y acciones de moda, es muy raro encontrase con una solidaridad sin pingües beneficios para quien la practica, empatía para mi expresiva simpatía, o una práctica del altruismo que no acabe de una u otra forma redundando en mí.
Para que funcione el empoderamiento es imprescindible el ingrediente básico de la complicidad. Entendida como la limitación del juego dialéctico interno sobre el sentido de lo que se debe o lo que no se debe hacer, da lugar a un “todo vale” siempre que sea con el disimulo de lo políticamente correcto. Y cuando es con uno mismo es auto-complicidad, cuando ocurre con la pareja es complicidad vincular, y a partir de tres es una complicidad institucional en la que es necesario que impere un silencio tácito, similar al de las organizaciones mafiosas. Por eso no vale aquí el “pío, pío, que yo no he sido”, pues nuestro silencio nos hace directamente cómplices aunque no lo queramos.
El caso de la generalizada corrupción en España, y en muchos otros lugares de Europa, no solo denota un perverso uso del dinero público, sino que sería simplemente imposible que se produjera sin que el político sienta que la manera en que se entiende el poder por parte de todos lo hace posible, a través de un estado de opinión colectiva en el que las bajezas, de toda índole, están a la orden del día.
Se observa también sus efectos con nitidez y horror en las nuevas generaciones, que desprovistas de recursos personales por un escaso proceso de desarrollo individual, siendo personalmente débiles se manifiestan como poderosos, confundiendo de manera terrible la fortaleza con el poder. Un mundo así es está condenado a la enfermedad, a la adicción o al suicidio.
La pregunta que nos debemos hacer quizá sea, si el recurso a utilizar para encarar nuestros miedos y debilidades es hacernos fuertes ante ellos, entendiendo fuerte como una manera de generar los mecanismos internos necesarios para tratar el daño que nos puedan hacer, o en cambio, trazar un blindaje que revierte en una muralla que impida que lleguen a nosotros aquellas amenazas que nos acechan. Lo primero supone un esfuerzo personal importante y a contracorriente que tiene que lograr un crecimiento individual, que conduzca a una relación con la vida, los demás, el mundo en que te mueves, y contigo mismo, que te aproxime a tu propia naturaleza personal. Lo segundo es lo que se estila, contratar al mejor abogado que permitan tus ingresos para ir sorteando las circunstancias adversas que se irán sucediendo en el camino.
Hacerse fuerte no es hacerte poderoso, sino utilizar las herramientas personales que uno desarrolla a lo largo de la vida, en las que vas siendo capaz de no sentirte víctima del miedo, esclavo de las necesidades y no sujeto a los impulsos. Es buscar la libertad a través de del despliegue de facultades que habitan en ti, y no sentirte invulnerable impidiendo que el otro, y hasta tú mismo, lleguen y lleguéis a ti.
Enhorabuena por el artículo!! MUY interesante!
Carlos,
Además de la retórica, me encanta tu dominio preciso del lenguaje, que es tan importante para el significado del artículo.
Vuelve a sorprenderme que no haya un debate serio y profundo sobre estos temas que en realidad determinan la dirección de los movimientos tanto personales como grupales, hacia la cooperatividad positiva versus el rancio nacionalismo de mi «panda» mi equipo o mi bandera.
Es importante que distingamos entre fuerza y poder porque hay bajitos y flacuchos muy poderosos…
Vamos, que siempre me cuesta mucho comentar tus entradas porque simplemente diría, amen.
Y sin embargo hay algunas cosas en las que quizás reflexione de otra forma, pero igual me equivoco;
Creo que algunas veces -sólo en situaciones límite- el blindaje es necesario por distintas causas, ya sea porque en ese momento fuerzas no hay y es cuando realmente somos vulnerables o porque los poderes de los que se pretenden poderosos provocan una guerra y simplemente estás en medio de dos fuegos
( que por cierto es la trampa principal en la que podemos caer hoy algunos de los países que aún vivimos en esta tensa paz, pero paz!)
Y ésto, que te cojo con alfileres y fuera de contexto pero que he escuchado alguna que otra vez con similar mensaje
«A todos se nos generan angustias que nos cuesta evitar, y tenemos recursos con los que enfrentar a las situaciones que nos las provocan, y, más allá de las situaciones que nos tocan vivir, la diferencia estribaría en la manera en que unos y otros nos apañamos para encararlas».
Si, de acuerdo, siempre que no olvidemos que hay una diferencia enorme entre causas diversas. No es lo mismo que te deje tu amante a que te quedes paralítico, no es lo mismo amargarse la vida, que conozco a unos cuantos, por historias de herencias o robo de bienes y tirarse los trastos de mala manera que por ejemplo quedarte al aire, literal y tener que ir a mendigar al padre, al amigo, a que te acojan, que vistan a tus hijos..
Las causas determinan al menos el tiempo de reacción, lo otro es por supuesto tu especialidad, los recursos psicológicos con que contamos todos, para poder volver a reir y/ o a desdramatizar.
Felicidades Carlos, tienen una gran fuerza tus palabras, porque es así, la complicidad es la única posibilidad de que alguien se crea que se empodera, esa historia del líder mal entendido que aún se enseña – y la gente se envilece en la necesidad de reconocimiento ajeno quizás por que lo que le falte es conocimiento propio.
Inés, tu sorpresa ante la indiferencia por un debate entre la «cooperatividad positiva frente el nacionalismo pandillista», es también la mía.
Soy bastante más pesimista que tú, porque todo ello no deja de ser una muestra del nivel de deterioro de las conciencias individuales, incluidas las de los lectores. Este blog tiene la virtud (la más importante) de decir cosas que otros no dicen, y de poner el dedo en la llaga aunque se levanten ampollas. Pero lo que se ve es que eso no siempre sienta bien, y asusta lo generalizado que parece.
Pienso en agrupaciones y asociaciones que últimamente están surgiendo. Grupos de personas que, por ejemplo, ante el tema de los desahucios, sintiéndose, como en realidad lo están, indefensas y desprotegidas, se unen, legítimamente, para tratar de hacerse fuertes antes los abusos permitidos por gobernantes y legisladores que «miran a otro lado» (menos cuando, claro, tienen que volvernos la cara porque quieren pedirnos algo…el voto… sin ir más lejos).
Pero luego…tengo la sensación de que no es fácil mantenerse, en esos grupos, tan altruistamente formados, si no te adjudicas un bloque o una dirección ideológica…reconocible en alguno de sus aspectos.
Parece cierto que para poder avanzar en el amparo y defensa de una mayoría cada vez más amplia de políticas abusivas, es necesario algún tipo de sistema organizativo que haga eficaces, viables y capaces de conseguir resultados dentro del sistema en que nos movemos…Hay que organizarse de alguna manera.
Y ahí ya surgen problemas…
Porque la experiencia es que esas organizaciones demandan, aunque no sea de forma explícita, pero sí latente, el establecimiento de bloques ideológicos.
Y aunque en sus orígenes y evolución se haga hincapié en ahí cabe todo el mundo, y no están dirigidas ni orientadas por ningún tipo de ideología, lo cierto es que si te mantienes mucho tiempo sin dar muestras de no pertenecer a ninguna, o , por el contrario, de tener o buscar formas y alternativas que no encajen en «grupos de opinión», ya establecidos…pues, solo eso, resulta tan desconcertante, que finalmente la persona que se encuentre en esa situación, puede quedar inerme y vulnerable en el mismo colectivo que se supone formado para evitar precisamente esa «desprotección.»
Es decir, no salimos de la misma dinámica, toda complicidad, no importa el nº de sujetos que abarque, genera individuos que de una forma u otra, van a quedar de nuevo excluidos, y por tanto, se supone, que más vulnerables.
¿Cómo hacer para que sea compatible la legítima y necesaria búsqueda de la defensa o autodefensa, sin caer en el «empoderamiento», del que trata el artículo de Carlos?.
Todo tipo de agrupación que se forme con esa intención, tiene que ser activo y no meramente nominativo, y necesita de pactos y complicidades para poder funcionar….y las complicidades no constituyen un campo que permita el despliegue y búsqueda de nuevas facultades y recursos, más bien al contrario…las regula.
Loli, coincido sin duda en lo que comentas.
Conozco de cerca los movimientos que han surgido a raíz de los levantamientos / revueltas / concentraciones que se han ido produciendo desde el 15-M y las Plataformas anti-desahucios, y son ciertas las dificultades para establecer una mínima estructuración interna que las haga operativas y eficaces.
El problema está en que dichos movimientos se establecen como auto-gestionados, es decir, que son ellos mismos desde su participación colectiva los que toman las decisiones, e indican quienes les van a representar ante los organismos, organizaciones e instituciones. Esta manera de organizarse, que pretende que nada ni nadie se apodere de la representación de los grupos que representan, tiene dos problemas muy importantes que según mi opinión no los hace fiel reflejo de aquello que se quiere representar y, en cambio, los hace sumamente vulnerables a influencias puramente políticas.
Se ve con facilidad en las Plataformas de afectados por las hipotecas, que dedicados a la movilización, apoyo y resolución de sus casos, con frecuencia se acaban convirtiendo más en obstáculo que en solución. Interesados en que el conflicto adquiera altas dimensiones, movilice permanentemente al entorno, y se les escuche en el medio en el que está el problema, sus propuestas de solución adquieren características de máximos (como viviendas de más alto nivel que la desalojada, alquileres de muy baja renta y duración mayor que la que establece la ley) que dificulta, cuando no imposibilita, dar respuesta a la familia que dicen representar. Igualmente, hacen solicitudes sobre casos que poco o nada tienen que ver con el problema de vivienda en si, sino que trasladan a cuestiones habitacionales problemas de índole distinta. Un buen ejemplo es como su llamada a la ocupación colectiva e individual conocida como PAH «Obra social», ha sido escuchada por muchas más personas que siempre han tenido esos problemas que por aquellas que se habían quedado sin casa por la desmedida acción de los bancos.
Y, después, que una vez que han hecho su propuesta política pública, están siendo instrumentos de las acciones de dichas nuevas formaciones olvidando el inicial motivo con el que se formaron. Es decir, que ahora son células anticapitalistas sin más. La autogestión ha pasado a ser simple retórica en la que apoyarse para llevar a cabo su activismo político, electoral e ideológico, con el apoyo ciudadano y el crédito que les ha dado el esfuerzo realizado hasta ahora.
Claro que hace falta una buena «limpia» de todo el entramado creado por los diferentes partidos políticos con opciones de gobierno, desde la derecha de siempre hasta la ultraizquierda siempre dividida, desde el centralismo hasta el nacionalismo, y yo me apunto al carro. Pero lo que creo que debemos pedir todos es que estas nuevas personas y partidos, tengan como punto de partida una limpieza propia como mínimo igual que la que le reclaman a los que acusan.
Saludos,
Seré breve por falta de tiempo y por breve seré incluso brusca, pero este es mi parecer dicho en llano castellano, a los problemas hay que encararlos!!, mirarlos de frente!!, por miedo o angustia que nos den..y..en lo posible, buscar las acciones resolutivas que sean necesarias incluidas el de llamar a algunas puertas, una se abren y otras no!!–dicho sea, encararlos y mirarlos de frente..y asestarles la lanza resolutiva «necesaria» en ese momento..y que no se me mal entienda, cómo al toro de tordesillas, pero sin el «toro» y sin tener que estar allí en «tordesillas»…así que menos crueldad con los «animales-seres vivos- y más valentía humana…y vamos a ver, qué no es un regaño..sino una opinión más.
Lo que pienso es que si merece la pena un cambio no es para cambiar de caras, sino para tratar de que lo que vaya a venir sea mejor. Nunca creo que haya que creerse a ciegas las políticas populistas y populares basadas en los ricos malos y los pobres buenos, porque el tema seguro que es bastante más complejo que eso, entre otras cosas porque los ricos tienen el mando y los recursos y los demás no lo tienen. ¿Porqué lo iban a dejar?
Y ya que nos hemos puesto ¿porqué creen ustedes que fracasó el comunismo en el siglo XX?
Saludos
Las referencias históricas nos deberían servir para sacar experiencias y profundizar en ellas, pero de forma impulsora, y ésto descartaría el volverlas a etiquetar buscando semejanzas y adhesiones ideológicas.
Vencer los miedos y permitir que nuevas posibilidades, recursos o alternativas se expresen y respiren, supondría adoptar una actitud nueva y desconocida, dotaría, creo yo, además, de credibilidad y honestidad en su aspiraciones a esos grupos incipientes que deben ir en ayuda de una sociedad que cada vez más y en mayor medida se encuentra en situación de vulnerabilidad.
Se trataría de aprender….y no tener miedo de ello, si el resultado de ese aprendizaje no encaja con nada del pasado…o de lo que no tenemos referentes conocidos…de lo contrario…sigue siendo más de lo mismo, y seguiremos llenando la sociedad de colectivos en situaciones de vulnerabilidad, y éste concepto, «vulnerable», abarca mucho más que situaciones económicas precarias.
Pero Loli, si yo no quiero catalogar a nadie, ni nada parecido. Solo quiero saber con claridad las alternativas que se proponen desde esos «grupos incipientes» que dices, porque de momento las iniciativas que hacen son el discurso anticapitalista de siempre, que aprovechando la crisis socio-política actual, venden como la gran solución.
Sin ir más lejos, de llevarse a cabo varias de las diez propuestas del equipo de Podemos, nos conduciría en tiempo record a convertirnos en una especie de Venezuela albanesa aislada completamente del mundo del euro.
No seamos tan ingenuos de pensar que la crisis global se solucionan con políticas caducas, sean del signo que sean. Me encantaría
Hola Remedios:
Quizás no se haya entendido bien mi comentario, o no lo explicado con claridad.
Lo que pretendía exponer es que precisarmente, son estos grupos incipientes, que podrían suponer viento nuevo a respirar y posibilidades NUEVAS a poner en marcha, los que, casi desde el principio….buscan referentes y se TRABAN, y traban a los que aspiran a hacer algo efectivo, al etiquetarse ellas mismas enseguida, y por tanto, al mirar a través del filtros doctrinales caducos (de uno y otro signo) a aquéllos que se acercan para intentar hacer algo nuevo y explorar desde nuevas perspectivas.
Igual ahora tampoco me he explicado bien…pero en definitiva creo que si se pretende, en verdad, ayudar a esta sociedad y a sus miembros más vulnerables, en primer lugar, no es imprecindible huir de formar asociaciones que posibiliten esa acción, pero en esos grupos es necesario que se haga un ejercicio continuado de «limpieza», de «atención», en su desarrollo y movimiento, para no caer, continuamente, en el filtro de doctrinas caducas, y este es un ejercicio difícil, porque es tratar de hacerlo todo desde otras miradas, a las que no estamos acostumbrados, nos da miedo y …buscamos referentes.
Quizás a ésto último se refería Juan en su comentario anterior.
Sí, de acuerdo Loli, es lo que ya entendí del primero de los comentarios.
Lo que pasa es que en estos colectivos, al igual que otros, una cosa es el espíritu de cambio que los anima y con el que es casi imposible no estar de acuerdo, y otro la acción que realizan.
¡Cuántos en la Inquisición no pensaban en el bien particular de estar salvando almas, mientras se estaba mandando a los reos a la hoguera!
Pero creo que en general estamos de acuerdo en que hay que dejarles por los menos intentarlo, aunque solo sea para meter miedo a la prepotentocracia que nos gobierna.
Un saludo,
Buen artículo. Que hila los problemas de la sociedad y el poder. Me hace recordar el libro Masa y Poder.
No tenemos una actividad transformadora. Tenemos una mimetizacion de una conducta «ideal».
El problema es como abordar esto en una sociedad regida por la propaganda.
Artículo que hace reflexionar.