La autoestima del espermatozoide

Hace bien poco que una compañera, un tanto escandalizada, nos contaba a unos pocos profesionales las conclusiones de unos ejercicios que realizó en un conjunto de Institutos de Secundaria, a lo largo del territorio nacional. Enmarcados en una intervención sobre el tema de la identidad de género, una de sus partes consistía en que las chicas adjetivaran lo que pensaban de ellas mismas y a su vez sobre los chicos, y estos procedieran de la misma manera. El resultado fue uniforme en todos los centros con los que trabajó, en los que pulsó la opinión de una muestra de unos dos mil alumnos, en edades comprendidas entre los 14 y los 15 años.

Sus conclusiones indicaban una tendencia marcada hacia opiniones en que las chicas tenían un alto concepto de si mismas –autoconcepto– y un bajo concepto de los chicos. Y sorprendía aún más como los chicos corroboraban esa misma idea cuando eran ellos quienes opinaban, expresando y reproduciendo las mismas opiniones que aquellas. La resultante era muy clara, reflejando virtudes en las chicas y defectos en los chicos.

En el nivel actual de evolución de la ciudadanía, la adjetivación se convierte con facilidad en sustantivación, considerando que los comportamientos y las cualidades son en realidad condiciones intrínsecas, fijas e inmutables, que identifican definitivamente a los sujetos a los que refieren. Es decir, los chicos son torpes, brutos, egoístas, insensibles e impulsivos; y las chicas, empáticas, reflexivas, colaboradoras y generosas. Igualmente nos indicaba la compañera, que en los alumnos había un cierto aire de vergüenza en el reconocimiento de los atributos designados, al tiempo que en las alumnas lo había de autoafirmación, e incluso de cierta exaltación. En la dirección cruzada, ellos expresaban admiración e impotencia hacia el otro género, y en ellas acusación y cierta rabia hacia ellos.

Quizá sea conveniente destacar, que es en la adolescencia cuando un individuo es capaz de contemplar y contemplarse en su dimensión completa por primera vez, pudiendo acercarse a la globalidad de lo que un ser humano es, aunque quede aún muy lejos la totalidad de su desarrollo, si es que llega a haberlo en algún momento, por lo que sus opiniones son el poso de las ideas en las que han sido educados y el germen de las posteriores que regirán en sus propias vidas. Sobre todo por lo primero, son un buen termómetro de las características de los flujos de ideas que con respecto al género están presentes en nuestra sociedad, y de ellas se pueden hacer interesantes deducciones.

Lo más obvio que se puede rescatar de lo vertido es la buena consideración -autoimagen- que en la actualidad se tiene sobre las mujeres en general, al unísono con la imagen negativa que hay sobre los hombres a grandes rasgos. No sería lógico que una mujer no se apoye en esa buena consideración, que la rescata del ninguneo con el que una sociedad patriarcal las trata. Aunque no está tan claro que se haga en el sentido contrario respecto a los hombres, cargándolos de atributos que reflejan su peor parte.

Cuando una imagen sobre uno mismo, ya sea propia o ajena, se hace en términos de balanza; es decir, que necesariamente debe haber una superioridad equiparable a la inferioridad del otro, denota la pobreza de la contemplación simplista y maniquea de las bienintencionadas y equívocas formas en las que se trata el tema de género, considerando que la alabanza de un atributo debe significar por sistema la crítica a su opuesto, y no su complementariedad, su complementación o un acercamiento a la completa totalidad.

Como sucede en términos individuales, en los que siempre hay claro-oscuros, virtudes y defectos, bondades y maldades, atributos bien o mal manejados, cuando se habla de categorías de género habrá aspectos positivos y negativos sobre los comportamientos que realiza cada parte, no siendo aceptable que los positivos se atribuyan a una de esas partes y viceversa. Si en algo se sustenta la repugnancia ideológica que supone el pensamiento machista –en el caso de que un machista piense– es en sesgar la visión siempre en una misma dirección, de forma que lo que piensa, siente y hace el hombre es lo correcto, y en el prejuicio que lo que hace la mujer solo lo es cuando da la razón a este.

Otra conclusión de lo expuesto es como, en pleno proceso de vivencia de la sexuación, ambas partes hacen una marcada diferenciación entre unas y otros, negando tácitamente la indiferenciación que suponen las igualaciones. La facilidad con la que verbalizan el discurso de las chicas y los chicos, indica lo próximo que les resulta esta terminología y la marcada sensibilidad que demuestran hacia esas realidades. Convendría revisar los discursos sobre el sexismo, pues si anulan la diferenciación que conlleva, pretendiendo eliminar la desgraciada discriminación, puede que ese camino solo conduzca a un pobre autoconocimiento, y al desprecio en el reconocimiento del otro. Algo así puede estar sucediendo cuando los chicos indican una mala imagen de si mismos, y las chicas lo corroboran.

Un aspecto de lo referido son las dificultades para establecer opiniones críticas y autocríticas entre los adolescentes respecto de ellos mismos, pues suelen verter sus opiniones en términos defensivos o acusativos, pero pocas veces reflexivos en torno a cuestiones de género. Vuelve a ser un reflejo del carácter eminentemente emocional de las relaciones que establecen, y de las importantes dificultades para manejarse adecuadamente en ese ámbito, en el que tan fácilmente caben las acusaciones, las recriminaciones, los rechazos, las autoafirmaciones y las ofensas, paso previo a las afrentas, los conflictos y la crispación que domina ese ámbito.

Algunos estudios ya han puesto el acento en la relación entre conductas no extremas de la violencia de género y los problemas en el desarrollo emocional en los escenarios en los que las relaciones de género se producen, donde se pone en evidencia la pobreza de recursos personales de carácter emocional que denotan los agresores. Cierto es que lo que inicialmente no es sino una importante carencia de desarrollo individual, luego se convierte en el eje vertebrador de las relaciones, entre las que destacan el fanatismo gregario en las relaciones grupales y de iguales, y el carácter discriminador entre los géneros. Al respecto, hay un serio debate entre los profesionales sobre los diferentes tipos de agresividad que se dan entre ellos.

Y además, cabe preguntarse sobre el machismo si ¿No será que ante una manifiesta inferioridad emocional, en una sociedad que cada vez demanda más capacidad de desarrollo personal y autocontrol, algunos hombres piensan que nada mejor que aprovecharse de la tendencia hacia la afectividad de algunas, para hacerse pasar por lo que no son?

Puestos a relacionar estas evidencias, se puede permitir la licencia de generalizar la baja percepción que los chicos tienen de si mismos a un buen porcentaje de la totalidad del género masculino, e igualmente relacionarlo con la manifiesta pobreza que se detecta en los análisis de la calidad espermática de los varones, donde esos seres unicelulares parecen no saber dónde ir, ni tienen fuerzas para lograrlo, ni son capaces de ponerse de acuerdo para impulsarse unos a otros.

Está muy bien que se combata de manera firme y contundente la violencia que los hombres ejercen sobre las mujeres, y que se destinen todos los recursos públicos necesarios para paliarla cuando se da, y para prevenirla en el futuro, y convendría plantearse si la manera en que nos pensamos, sentimos y nos relacionamos los géneros debe asentarse sobre la base de estar “en pie de guerra”.

7 comentarios

7 Respuestas a “La autoestima del espermatozoide”

  1. Luis dice:

    El artículo me parece muy oportuno, porque es cierto que los mensajes con referencia a la identidad de género que más nos llegan están impregnados de alguna clase de violencia o discriminación (que no deja de ser una forma de violencia), que ciertamente induce a situarnos “en pie de guerra” de unos frente otros.

    Es fácil caer en los buenismos al hablar de la violencia del hombre, pero no se dice nada al respecto de la violencia de la mujer. Poco se consigue con la mera comparación, que no deja de ser algo muy masculino, en lugar de buscar acercamientos que como desiguales siempre conllevan trazos de aventura y colaboración. Parece que no somos realmente capaces de explicar con relativa claridad en que consiste lo masculino y en que lo femenino y, en consecuencia, solo nos queda como recurso la simplificación.

  2. Loli dice:

    Creo, que en general, sí que entre las mujeres, en cuestión de autovaloración, solemos considerarnos en posesión de más cualidades y capacidades a la hora de afrentar la vida diaria.

    Esa tendencia se pone, me parece, de manifiesto a la hora de hablar o conversar sobre acontecimientos rutinarios.

    A la hora de comentar cómo resolvemos las vivencias cotidianas, aparece, entonces, muchas veces, la referencia comparativa respecto a cómo se desenvuelven en las mismas circunstancias nuestros congéneres masculinos.

    Estas afinidades en las conclusiones, denotan también una demanda importante de complicidad entre nosotras, para apoyarnos en la percepción de determinados estereotipos, para buscar y asentar razones y argumentos comunes a todas, en lo que respecta a la percepción del mundo masculino.

    Y en esa percepción consensuada, se atisba, a veces, el “resabio” de quien se sabe “sometido”, pero, curiosamente, también, la intolerancia que, en el género femenino podemos adoptar hacia una actitud, tan patriarcal quizás, contra quien no comparta ciertas formas de argumentación, e incluso perceptivas también.

    Llama la atención la agresividad que, entre esas mismas adolescentes que se reconocen en una mayor conceptualización de sí mismas respecto a sus compañeros, los chicos, pueden ser capaces de desarrollar entre ellas mismas en situaciones de competitividad (y en un modelo como el nuestro, esas situaciones responden al funcionamiento diario).

    Es curioso, por ejemplo también, constatar cómo en el mundo laboral, la agresividad entre nosotras, las mujeres, se convierte en una suerte de violencia soterrada, anímica y devastadora, que no responde a ningún mito, sino a una realidad.

    Por otro lado, la forma en que el mundo masculino, en un mismo modelo competitivo, se desenvuelve y funciona, no es la misma a como lo hace la mujer, sí, pero es que tanto unos como otros nos desenvolvemos en un funcionamiento social que no reconoce las distintas formas de percibir, sentir y mirar el mundo que tenemos hombres y mujeres.

    Y la forma de dirimir esta contradicción se traduce, parece, en agresividad (en todas sus formas posibles).

    El problema, o uno de los problemas más catastróficos y evidentes en este aspecto, es que, la resolución de esta agresividad en el hombre, se puede convertir en una violencia física letal, pues su capacidad y potencia, al menos en lo que a fuerza se refiere, es mayor, y las consecuencias devienen en trágicas con demasiada frecuencia, e incluso, con demasiada facilidad también.

    ¿Producto esta violencia del menosprecio al que pueda verse sometido, de forma quizás insidiosa, en un modelo que, contemplado desde el denominado “patriarcado”, es en realidad un sistema sometedor de hombres y mujeres?.

    ¿Es la violencia que somos capaces de desplegar las mujeres, desde sus más hirientes y destructores matices, matices que quizás no contemple la grosera brutalidad física, pero sí la psicológica y sensitiva, producto de una misma forma social, de pensamiento?.

    ¿Es que estamos obligados a entendernos, a pensar y ver el mundo de la misma manera?.

    Puede que el espermatozoide esté perdiendo su autoestima, eso no es bueno para el ser humano, como tampoco lo debe de ser eludir el misterio inquietante de que las niñas nazcan ya con el número de óvulos que va a “madurar” a lo largo de su vida, y no profundizar en él, por ejemplo.

    ¿Cómo nos hemos de mirar, para no querer poseernos, para no herirnos…y emocionarnos con lo que desconocemos el uno y el otro, el hombre y la mujer?.

  3. Manu Oquendo dice:

    Hola a todos.

    Una ley cibernética: «Los verdaderos objetivos de un sistema se deducen de sus resultados» (Stafford Beer)

    Las Políticas de género aparecen en el panorama político con objetivos de ingeniería social desde el final de la 2ª guerra mundial.

    Creo que ya hace algunos años trajimos por aquí algún trabajo de Harvard que explicaba cómo estas tesis habían conseguido en unos 40 años alterar el comportamiento electoral de cada sexo convirtiendo al electorado de sexo femenino en algo «más» votante de partidos de «izquierda» desde posiciones tradicionalmente «conservadoras».

    La variación conseguida en dicho tiempo en aquella tesis era muy significativa: 6 puntos porcentuales.
    Las mujeres habían pasado de votar desde un 3% más «conservador» que los hombres a un 3% más de «izquierda» que ellos. Un cambio enorme en millones de votos.

    El sistema de Poder Social refuerza esta dinámica continuamente. Por la razón que sea.

    Por otra parte, en todo Occidente, la publicidad presenta a un hombre que oscila entre mono-neuronal e imbécil y a una mujer genial. Los niños lo pillan al vuelo. Incluso los varones.

    Hagan ustedes la prueba con casi cualquier anuncio. Incluso descontando el hecho de que la mujer compra –y decide compra– mucho más que el hombre y la publicidad ha de motivarla a «ella» más que a «él»

    La causa podremos sospecharla, intuirla o saberla, pero el resultado es ese. Un tontorrón y una listilla simpática de mucho cuidado.

    Es decir, los niños también están sometidos a ese Bombardeo Ambiental –agravado en los sistemas escolares– y lo normal es que se lo crean. Consciente e inconscientemente. Estas generaciones de niños crecen con su autoestima bombardeada y nadie debe sorprenderse de los resultados. Normal.

    Otro efecto nada desdeñable sobre los varones es un sistema educativo que, siguiendo la ideología de «género», trata de construir «niños» un poco más «niñas» y viceversa, niñas un poco más masculinas. Es decir, seres indiferenciados o menos diferenciados.
    Es una sociedad condenada al fracaso pero dictadura inamovible hoy por hoy.
    Las mujeres mayores comienzan a darse cuenta y entre ellas algunas académicas (Dra. Rosado, por ejemplo) poco o nada «conservadoras».

    Esta presión ambiental viene actuando al menos desde los años 70 con obligatoriedad legal y sin libertad para otro tipo de sistema educativo público. Aquí hay una clara Dictadura Ideológica.

    Este es un fenómeno predominantemente occidental, es decir, minoritario a escala global –hay culturas más igualitarias y otras menos igualitarias que las nuestras—. Incluso en España hay diferencias regionales e históricas innegables entre roles familiares y sociales de hombres y mujeres.

    Si a esto sumamos otris efectos –claros desde hace unos 30 o 40 años– vamos a concluir que los políticos occidentales y sus mentores están promocionando y legislando políticas autodestructivas Del demos Occidental. (Avisó Bertolt Brecht en 1953)

    En paralelo no es casual que las ideologías dominantes fomenten desde el poder (formal e informal) la sustitución gradual del Arquetipo Occidental por otros arquetipos importados. También por otras razones.

    Hace unos días nos explicaba un magistrado buen conocedor del paño el absoluto control que sobre un importante Tribunal Europeo ejercían dos poderes notorios: La masonería y el Lobby gay. Los poderes «informales» son cruciales.

    Los efectos son estos:

    1. Unas natalidades incapaces de alcanzar el nivel de sustitución y por lo tanto una cultura que lleva camino de desaparecer engullida por otras culturas más fuertes (que rechazan la nuestra aunque copien algunas cosas, cada vez menos) pero con niveles reproductivos superiores y valores firmes.

    2. Una progresiva desaparición del núcleo familiar de Occidente que cada vez es menos operativo y más desestructurado socialmente. Una sociedad donde la expectativa de divorcio ronda a los 20 años ya el 70% es un absurdo. Nuestros jóvenes entran con esa probabilidad, sin expectativas de empleo, y un horizonte vital degradado. Imaginemos.

    Aquí toca recordar el papel que la familia desempeña en el ascenso y en el descenso de una cultura.

    Fukuyama, al hablar del papel de la familia en China (dentro de la filosofía Confuciana) enfatiza esta institución como base de su ascenso a pesar de regímenes políticos poco comprensibles para nosotros.

    3. Unas relaciones juveniles –y ya también maduras– entre sexos cada vez más utilitarias a corto plazo –y por lo tanto con menos respeto y aprecio mutuo– a pesar del bombardeo mediático de un sistema social que se sabe en lento deterioro y con escaso futuro.

    En fin, que las soluciones no nos van a venir del Poder Social ni de los Grupos de Interés entre los cuales la Mayoría Social está ausente (Mancur Olson–1962)

    A todo esto mis nietas también son más listas y despiertas que mis nietos. De momento. Luego las cosas se equilibran.

    Muy buenos días.

    1. pasmao dice:

      Don Carlos y Don Manuel

      Extraordinario artículo y extraordinario post.

      Aterradora la descripción que nos hace Manuel del trabajo de zapa que se haceho desde hace tiempo con las Leyes de género y similares.

      Esos experimentos de ingeniería social que plantean dudas sobre quien ganó la IIGM.. (aunque ya existieran antes, cómo toda esa teoría eugenésica que se aplicaba en todo occidente sin pudor)

      Clarificador y valiente el párrafo:

      «Hace unos días nos explicaba un magistrado buen conocedor del paño el absoluto control que sobre un importante Tribunal Europeo ejercían dos poderes notorios: La masonería y el Lobby gay. Los poderes “informales” son cruciales.»

      Y disculpen mi ignorancia pero quien es la Dra Rosado, podrían poner algún link de ella.

      De Bertold Breht se algo mas, pero ¿a que se refiere con lo que dijo en 1953 acerca de nuestra vocación autodestructiva? Simplemente me podría poner también algun link.

      Muchas gracias por sus aportaciones

      un cordial saludo

  4. Juan Laguna dice:

    Quizás sería el momento de profundizar en el «sistema educativo periférico» que va a marcar sin duda a nuestros hijos. Un «sistema» nada inocente (como dice Manu) donde los mensajes llevan una enorme carga de ideología de género (entre otras). Si no vamos a las raíces de quien forma los «relatos», con qué intenciones lo hace y qué resultados busca, estaremos dando vueltas a cuestiones sin influencia real en la formación de los jóvenes.
    Hoy la juventud (hablo desde la pubertad hasta los 35 años por lo menos) parece estar capturada por todo lo «novedoso» y desprecia sin más todo lo que suponga «viejo». Ayer mismo, una profesora de 6º de EGB, con veinte y poco años y un sueldo de 1.700 euros mensuales, al preguntarle si sabía quien era «la Pasionaria», respondía que una virgen de algún sitio que no recordaba. Otro sistema educativo periférico es el mundo mediático (cine, televisión, videoconsolas, etc.) donde se les presenta básicamente un mundo de violencia o, por el contrario, un mundo de felicidad conyugal artificioso al estilo americano, con un reparto de papeles igualmente convencional y simplón donde se escamotean los sentimientos reales. Finalmente están «los amigos» (la tribu) allí donde cada uno debe demostrar su capacidad de seducir (ellas) a los machos alfa (ellos). Se empieza jugando a «ser mayores» y se termina en demasiados casos adoptando lo peor de los adultos: el enfrentamiento de sexos o de géneros. Un saludo.

  5. Rosae dice:

    Leyendo el artículo, aparte de los estudios realizados y las conclusiones que se saquen..
    esto de relacionar la baja/poca autoestima varonil con la mala calidad deesos bichitos/unicelulares/ patozombies por la trompa de falopio en busca del óvulo-perdido-….pues, cómo poco es raro: la contaminación, el stréss, la comida tan de químicos…etc…
    qué igual, todo!! Afecta!!-…..
    Por otra parte, hay muchísimo que «aprender» en las relaciones H/M…
    Mucho…porque la «sociedad» tampoco es que favorezca a que se comprendan- toleren ambos géneros;
    Habría mucho que comentar, siendo el tiempo limitado;
    Subscribo el comentario de Manuel Oquendo al 100% ;

    Aunque no estoy muy de acuerdo con el Artículo, los hombres lo tienen todo bastante rodado…creo…cómo tener bajaAutoestima?// a las mujeres se nos ha tratado fatal desde siempre…minando nuestras «capacidades, autoestima» etc..
    y quien Afirme lo contrario, miente!!
    Hasta otra!!!

  6. Rosae dice:

    En realidad esos estudios algo aciertan, las féminas suelen tener buena autoconcepción-autoestima etc..hasta aprox. La adolescencia, y ellos: pues, ni idea..pero queridos/cuidados/ amados por una «madre» desde que nacen..pues, mala-autoestima-?..no me encaja;
    Luego hay una «sociedad», sí la hay..que..se encarga de que un@ se sienta mal con uno/a mismo/a una y mil veces..y la «presión» sobre la «mujer», sobre su cuerpo etc..es Total..y, se está extendiendo a los varones también/ o tienes un cuerpo Tableta o eres muy «poca cosa»..sí COSA;
    Este sistema cosificador de todo lo que se «menea» utilitariamente ilegal (opino), acaba con la autoestima de las personas rapidito..
    Así acabada la trayectoria laboral// y..no dejando para «pensiones» te van largando lo de la eutanasiaActiva, a la que también tienes drcho;
    Eso de «vivir»..en el «paraiso» quizás!!
    Pues, eso..que con esta «sociedad» ultrazombie/ diferidamente mentirosa/ supeditada a la «voluntad» insana-insensata- y paranoica de quien-quienes manejan (don capital), incita A ya no, tener bajaAutoestima, si no a NO tener autoestima ninguna, para allanar el terreno de pasar de la lista del «desempleo», p.e., a la lista de la Eutanasia Activa, POR QUÉ «YO LO VALGO», ( ironic-on).

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