Seguramente es uno de los términos más utilizados en el área social de las últimas décadas. Se trata básicamente de lo que sucede globalmente en las relaciones entre los seres humanos, aunque su significado se haya decantado por aquellas en las que las necesidades de una persona deben ser cubiertas por otras. Y es importante mencionarlo; para no caer en el error de pensar que en el resto de las relaciones, inmensamente más numerosas, no existe la dependencia, y solamente se produce en las referidas.
Este error nos lleva a pensar en la dependencia relacionándola con un estado de limitación, precariedad o imposibilidad, que adquiere de inmediato un valor negativo y, por lo tanto, de un estado a evitar. Y, si lo miramos desde el otro lado de la moneda, veremos enseguida que se trata del amplio valor positivo que tiene la independencia, definida como la situación en la que no se depende de nada, ni de nadie.
Desde una perspectiva más detenida, no es muy fácil de entender la importancia que se le da a tan indeseable dependencia, cuando al observar la naturaleza humana comprobamos de manera inmediata el sinfín de cosas, circunstancias y personas de las que en realidad dependemos. No se trata de establecerlo a grandes rasgos ni genéricamente, sino que se da en términos concretos, cotidianos, permanentes e ¿inevitables?. Si nos fijamos, casi todas las cosas, si no todas, que hacemos o en las que desenvuelve nuestra vida requieren de una sucesión o cadena de circunstancias para hacerlas posibles y a nuestro alcance.
El desarrollo de nuestra civilización tiene como consecuencia, en gran medida, el aumento considerable e inexorable de las interdependencias a gran escala, que según se gradúa hacia lo más micro, se mantiene e incluso amplía en los diminutos mundos de cada persona. Será cierto que mañana la interdependencia será aún mayor que hoy, y que la tendencia lejos de disminuir crece de forma exponencial. La ropa que llevas puesta depende de la mano de obra, los salarios y las leyes laborales que rigen en Bangla Desh; el bacalao al pil-pil que cenaste en Nochebuena está sujeto a los acuerdos entre los gestores de los caladeros de Terranova, las grandes flotas pesqueras y los políticos que representan sus intereses; las toallitas húmedas que utilizaste para limpiar el trasero del pequeñín las pudiste adquirir porque los excedentes de algodón de la pasada cosecha en Filipinas hicieron que los precios bajaran sustancialmente, y el calorcito en tu casa en Navidad… bueno eso es otro cantar.
Este ambiguo e indefinido concepto de dependencia, se produce en tan amplias y variadas formas y ámbitos que es sumamente difícil ajustarlo a unos principios y unos patrones determinados. Centrándonos en el terreno personal, se ciñe al hecho de que las necesidades de uno no están en la propia esfera de sus decisiones, sino que están sujetas y condicionadas a otro u otros. En todo esto, para entenderlo en toda su dimensión, al final hay que apelar a los vericuetos de la gestión entre tu necesidad y la voluntad de alguien ajeno a ti. Así, quien debe y puede satisfacer esa necesidad, adquiere con facilidad poder sobre el otro, o sobre la relación que mantiene con él. Y el efecto no termina ahí, pues es fácil que el necesitado maniobre de muy diferentes formas para que ese poder no esté en manos del otro de forma exclusiva. Un complejo tinglado de fuerzas y reacciones, estrategias, tácticas y alianzas, se cierne sobre estas relaciones.
Esta afirmación viene corroborada por el enorme tinglado político, administrativo y burocrático que suponen las negociaciones, gestiones y seguimiento de los acuerdos que regulan cualquier dependencia a niveles macro, que dan lugar a superentidades e hiperestructuras de dimensiones espectaculares (véase la UE), lo que nos viene a decir nuevamente la complejidad del fenómeno analizado.
La cuestión adquiere una complejidad muy distinta cuando se trata de dependencias en torno a lo intangible y no material, como sucede con las dependencias emocionales, pues estas están relacionadas con necesidades subjetivas no tan fácilmente cuantificables y clasificables, y a veces ni siquiera inteligibles desde la versatilidad y variedad de los espacios relacionales en los que se mueven.
En una cultura que se apoya fundamentalmente en procesos cognitivos racionales, este otro espacio relativo al mundo afectivo-emocional es percibido con dificultad y en general con poco interés, tratándose, en cambio, del aspecto más definitivo y esencial de la vida de las personas; como lo demuestra el importante e inacabado ascenso del mundo de las diferentes ramas de la Psicología en la generalidad del entorno social. Esta curiosa rama del conocimiento, por su génesis y desarrollo, ha puesto mucho el acento en los efectos internos producidos por los avatares en las relaciones afectivas, con consecuencias directas en las relaciones más evidentes como son las que ocurren en el seno familiar, especialmente las relativas a las relaciones de padres y madres con sus hijos (genéricamente), atribuyéndolas como causantes en la conformación de las estructuras disfuncionales de estos en su etapa adulta, responsables del malestar o bienestar posterior.
Esto no solo está aceptado socialmente, sino que ya hace tiempo que forma parte de la concepción habitual del humano occidental, por encima de cuestiones que se suponían pilares colectivos como las doctrinas religiosas, las clases sociales o las ideologías políticas, aún cuando estas se resisten denodadamente a perder su espacio de influencia sin más, buscando desde la añoranza una fidelización que nunca volverá, dando lugar a variantes singulares y excéntricas como el calvinismo.
Lo cierto es que, en el terreno de las relaciones afectivo-emocionales, la dependencia cobra un cariz determinante, definiendo en su totalidad el sentido, la intensidad y la dirección de dicha relación. La palmaria obviedad de que esos vínculos son fundamentalmente lazos de dependencia, en tanto en cuanto un buen puñado de cuestiones personales pasan a estar condicionadas por el otro, no cuadra en absoluto con la importancia que a ello se le otorga ni en la cultura social ni en la concepción individual. La evidente cesión de “territorios” personales en aras de un espacio común y compartido, consecuencia directa de un vínculo afectivo, no está generalmente asumida por quienes participan de ella, razón de peso para que estas se desenvuelvan en un marasmo de confusión con el que tendrán permanentemente que lidiar.
Es quizás por eso, que las relaciones de pareja se llevan a cabo desde la concepción intrínseca del establecimiento de un contrato entre dos partes, al modo de una sociedad limitada exclusivamente a dos socios, con la contabilidad bien llevada en el Libro de pérdidas y ganancias, auditada según la frecuencia que determine la suspicacia presente, y con una generación de ingresos suficiente para satisfacer las expectativas de los asociados, lidiando con la amenaza latente de que uno de ellos varíe las condiciones del contrato o, lo que es peor, incluya preceptos imposibles de aceptar, con el consiguiente conflicto de lealtades y sentimientos de traición que cuestionen su supervivencia.
Más allá de lo que sucede con la infancia, y lo que se ha instaurado recientemente con los mayores, el resto de relaciones se escapan de esta contemplación de la dependencia. Y estas dos lo son, porque irremediablemente deben ser tenidas en cuenta socialmente o por inmadurez o por disfuncionalidad. Salvo honrosas excepciones en lo relativo al concepto de “amor líquido”, del sociólogo Zygmunt Bauman, o la aún incompleta “Teoría triangular del amor” del psicólogo norteamericano Robert Sternberg, es clamorosa la falta de estudios serios respecto a la dependencia en las relaciones afectivo-emocionales en las parejas, y por contra, estamos constantemente liados con cuestiones bastante alejadas del núcleo de la temática, convirtiendo este tema en un pozo oscuro, si no en un tabú colectivamente suscrito por una extraña voluntad.
La supremacía adquirida por un valor confuso como el de independencia, y la denostación del de dependencia, hace que quizás lo más importante para el ser humano, que es el espacio afectivo y las emociones que se contienen, figure entre los objetivos secundarios, acoplables a los principales que giran en torno a sus deseos, punto desde el cual ya se parte de importantes déficits a la hora de establecer, crecer, construir y vivir las relaciones afectivas.
No me cabe duda que el presente siglo será el del avance respecto a la dependencia, como lecciones a aprender y concepciones a profundizar respecto a ese misterio que es el amor, sus incompatibilidades con los egoísmos, sus dificultades de conjugación con los deseos, su transitoriedad en el mundo de lo sexual, su metamorfosis en el espacio-tiempo, los excitantes enamoramientos imaginados y las pasiones; y, en fin, sus lastres y un alcance que se asoma como infinito. Y algo me dice que el sonido que instruye esta sabiduría tiene una voz femenina.
En un mundo globalizado, todo está interconectado, con la question de Internet más.
Se podría decir que todo depende de todo, y unos de otr@s también (muy en general y en variados ámbitos: desde lo personal, social, laboral, amistoso etc).
Las relaciones de dependencia entre las personas se dan por Intercambio de intereses? –
Malo esto del victimismo-vampiríco en que se convierten algunas relaciones, (en pareja, dicen).. Donde no hay fondoooo..
No hay fondo, ni límite.. (por parte del victimista) ;
Esto del «poder».. Debe ser muy relativo..
Etéreo, cuántico.. Por que todo» transmuta» y cambia, lo queramos o no.. Y las personas, lo mismo, «todo es cambio»..nada permanece realmente..
Y hasta que hombres, mujeres, (personas en general), puedan llegar a relaciones mejores, faltan cambios de Conciencia en tod@s..
Con la independencia personal, si la soledad es para re-ligar con un@ mism@..bienvenida sea.
El breve «corto» de D. Carlos sintetiza lo que nos ofrece y exige la modernidad agónica –o postmodernidad– acerca de las relaciones humanas dentro de la antropología de dichas hormas del pensamiento. Quizás sea el divulgador filosófico de moda en Alemania, Byun Chul Han, quien mejor lo ha resumido: La Sociedad del Cansancio —con una población ahíta en su 50% de drogas legales e ilegales– en la cual el ser humano labora, tributa, consume y deambula sin perspectiva.
Una de las características del sistema de pensamiento que emerge con la Ilustración es la visión del ser humano que hoy se nos ofrece. Una visión que produce la vigente Filosofía del Poder que convierte al Estado un Neo-Dios Hiperplásico y al ser humano un Dependiente perpetuo. From cradle to grave, reza el dicho inglés al respecto. De la cuna a la tumba. Este es el fraudulento ciclo Hobbesiano.
Un ciclo cuya retórica convierte lo relativo, los grados, en inexistente y lo blanco y lo negro en verdades absolutas que nos arrastran de modo determinista.
Otro rasgo de este sistema de pensamiento es que sigue mamando de un paradigma científico que murió hace ahora cien años porque, de contemplar un paradigma distinto, se le derrumbaría el firmamento de verdades reveladas. Lo veíamos en el breve de D. Enrique hace un par de días sobre el entrelazamiento de partículas.
En mi opinión todo arranca con la visión antropológica o cosmológica que tengamos. En nuestra civilización la visión más valiosa creo que es la de un ser que es humano en la medida en la cual es LIBRE y AUTÓNOMO.
Un ser que, evidentemente, se Relaciona con TODO, no solo con otros seres vivos, y que para crecer en su naturaleza debe luchar por esos dos rasgos que lo hacen humano: Libertad e Independencia. Esta es la fuerza que contra inmensas limitaciones nos ha movido milímetro a milímetro. Sin ellas ni siquiera somos humanos.
Por contra, el sistema de Poder lucha desde hace 200 años –concretamente desde la muerte de Kant– por ofrecernos una visión que se corresponde con la Mística del Hormiguero. Es decir, todo lo contrario de seres libres e independientes que se relacionan entre sí. Se trata de que regresemos al más primitivo gregarismo. El que explicó Trotter hace ya cien años. Un ser gregario, sumiso al grupo –realmente al Poder Real del Grupo– y que solo es «Bio» o, mejor, «Zoé».
Estamos en lo más hondo del ciclo y ya veremos si somos capaces de salir del hoyo civilizatorio. Porque, volviendo un instante al artículo del entrelazamiento cuántico, supongo que todos nos hemos dado cuenta de que quienes lo han demostrado experimentalmente hace un par de meses fueron científicos chinos.
Un saludo cordial y gracias por el artículo.
excelente comentario Manu
excelentes comentarios y aportaciones en general en este y otros artículos también por parte de otros foreros.
Simplemente comentar (no soy tan «leido y sabido» como otros foreros/autores) que lo que me dice mi intuición es que detrás de esa «filosofía» que subyace a la promocióm de la manada/hormiguero/Estado ni siquiera (al menos en occidente) existe una idea de fondo (los cuentos del cambio climático, los del género, … son meros trampantojos para justificar el «amparo» a X minorias por parte del Poder) de transformación social.. por parte de unas «élites» amasonadas; parecen mas bien una reacción de esas élites, un miedo terrible, a que realmente se esté gestando una darse la vuelta a la tortilla y que el Poder del que han disfrutado, gracias a ese Estado Leviátanico, no tenga mucho mas recorrido.
un cordial saludo
La falta de tiempo impide, leer (comprender), a Manu Oquendo que «profundo» es, cuando expresa..
Acabo de leer, por ahí que somos «una brizna de polvo» en la inmensidad del universo al igual que todo lo existente..
Brizna que se mueve sola libremente?
O brizna que está interdependiente del todo?,
Los planetas giran sobre sí mismos, a la vez que alrededor del sol, y no se caen unos sobre otros!, por aquello de fuerzas gravitatorias y etc,
Hay una interdependencia establecida?
Somos o podemos ser libres o todo está predestinado?,
Creo, que ya me estoy saliendo de tema..
hasta otra.